Winnie M. Li, Dark Chapter (Londres: Legend Press, 2017). 379 páginas.
Si tú fueses la
víctima de un suceso traumatizante, sea por sus características trágicas o sea
porque entrañó violencia, ¿crees que escribir una ficción basada en los hechos
reales te ayudaría a dejar atrás en alguna medida ese trauma? Se trata
posiblemente de una pregunta sin respuesta.
Yo mismo, que
sobreviví a una catástrofe ciertamente traumatizante, jugueteé con la idea de
escribir algo, con la noción de recrear en una ficción una buena parte de
aquello por lo que pasé. Aparte de algunos poemas y relatos que poco o más o
menos sublimaban la realidad de lo (sobre)vivido, pronto dejé de plantearme la
posibilidad de escribir mi historia.
Valga lo anterior
como introducción a esta tremenda novela de la estadounidense Winnie M. Li,
quien sufrió un violento ataque sexual mientras trataba de recorrer ahora hace
ya una década un sendero en el Colin Glen Forest Park, al oeste de Belfast. A
la distancia de los años transcurridos la autora y víctima agrega otro grado de
separación: la protagonista de esta novela se llama Vivian y, como Li, es de
ascendencia taiwanesa.
Mapa de senderos en el Colin Glen Forest Park |
Sin embargo, no
es esta la única técnica de distanciamiento que emplea la autora, pues Li
escoge contar la historia mediante una doble narración paralela, con dos puntos
de vista contrapuestos. Por un lado, la de la mujer violada, y por otro, el del
violador, Johnny, un muchacho que cuenta con apenas 15 años, frente a los casi
treinta de Vivian.
Ese contraste de
puntos de vista narrativos se va haciendo más efectivo a medida que avanza la
novela. Si bien al comienzo la voz narrativa de Johnny no parece tan verosímil
como uno quisiera, a partir del primer punto de intersección de ambas voces (el
crimen, la doble violación en el parque forestal) cobra credibilidad y
significación. El segundo punto en el tiempo en el que se cruzan es tan
impactante como el primero: se trata del silencioso reencuentro de víctima y
victimario en el tribunal que juzga el crimen más de un año después.
Li realiza además
una exitosa caracterización de ambos personajes (basada en los protagonistas
reales de esta horrible historia). Así, la viajera estadounidense Vivian a sus
29 años persigue el triunfo profesional; graduada de Harvard (pero, a
diferencia de otros, no en Aravaca), le encanta viajar y hacer caminatas en
solitario.
Johnny, por su
parte, procede de una familia pobre numerosa y vive a salto de mata en una
caravana con su padre, un tipo arisco, alcohólico y violento, y su hermano
mayor, ladrón ya convicto y que trata de enseñarle a Johnny todas sus malas
artes. La madre vive en Dublín con las hijas. Es por supuesto víctima de un
sistema que le ha cerrado las puertas desde su nacimiento: lo cual no justifica
en modo alguno su comportamiento criminal.
Es muy evidente
que la violencia que acompaña al delito de violación no queda limitada al acto
mismo: la violencia y la insensibilidad persisten en el modo en que el sistema
policial, judicial y la sociedad misma indaga en estos crímenes y cómo los
juzga – o, en el caso de cierto sector de la sociedad española, incluso los
tolera, como ocurrió recientemente con ese hatajo de delincuentes autodenominado
La Manada.
Si a las huellas de esa violencia se añaden
los resultados de una inercia social generalizada, las cicatrices quedan
abiertas y no se cierran nunca: Vivian relata con todo detalle el proceso:
entrevista tras entrevista con la policía, con médicos, los exámenes y
fotografías posteriores, los tratamientos clínicos, las reacciones de
amistades, conocidos y compañeros de trabajo, las sesiones de terapia
psicológica, y muchas más cosas, para luego tener que revivirlo todo en el juicio, con un interrogatorio casi vejatorio por parte del abogado defensor, en un espacio (el
juzgado) en el que todas las miradas se dirigen a ella.
¿Es éste un libro
necesario? Quizás lo sea, aunque estoy convencido de que para muchas personas su lectura será sin duda difícil.