6 nov 2014

Right Now: a poem by Miquel Martí i Pol


Right Now

Right now I’m threading a needle
with this yarn of a purpose I suppress,
and which I’m beginning to mend. None of the wonders
eminent magicians had announced
has come to pass, and the years go by quickly.
From nought to little, always against the wind,
what a long course of anguish and silences.
And we are where we are; better to know and say so,
and to place our feet on the ground and proclaim ourselves
the heirs of an era of doubt and renunciation,
when noise drowns out the words
and with many a mirror we half-imitate life.
Neither reminiscing nor complaining is any good,
nor is the off-handed stroke of melancholy
we put on, like a jumper or a necktie,
whenever we go out into the streets. We barely have
what we own, and that’s enough: the space of specific
history we have been given and a minuscule
territory where we enact it. Let us stand up
once again and let the voice of all of us
be heard, solemnly, clearly.
Let us shout out who we are: let everyone listen!
And, once we are finished, let each and every one
put on whatever clothes they fancy, and go outside, 
for everything still needs to be done, and everything is possible.

(from L’àmbit de tots els àmbits)

English version by J. Salavert, 2014.

The original in Catalan, together with a Spanish version,

30 oct 2014

Reseña: Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie

Chimamanda Ngozi Adichie, Americanah (Londres: Fourth Estate, 2013). 477 páginas.
Vaya por delante que en mi opinión, Americanah es, ante todo, una novela de amor en cuya trama la autora ha insertado muchas interesantes ideas. Por muy bueno que sea lo restante, lo que acompaña a la historia de amor que la domina, no deja de ser una mera novela de amor. Aparte del hecho de que los idilios de juventud ya no me atraen ni me interesan, puede ser que la única otra pega que se le podría poner a la novela es su longitud – en la primera parte, la trama entra y sale de una peluquería para mujeres africanas y, a ratos, parece costarle arrancar.

Además, para mi gusto, me decepciona el hecho de que la autora haya decidido explicitar un desenlace (que para colmo, es feliz). Puede que Americanah me habría gustado todavía más si Adichie hubiera concluido la historia unas cincuenta páginas antes, dejando a Ifemelu comprobando que el hombre en el que cree haber reconocido a Obinze en Lagos no era su exnovio.

Ifemelu emigra siendo bastante joven a los Estados Unidos para poder terminar su educación, dado que las huelgas del profesorado y los interminables problemas que aquejan a su país no auguran un gran futuro. Son muchos los que lo intentan, y pocos a los que se les concede el visado. Naturalmente, su llegada a la gran potencia del capitalismo no es tan fácil como podría haber supuesto (a pesar de contar con la ayuda de su tía Uju y alguna que otra amiga – la adaptación a un nuevo entorno con diferentes costumbres y estructuras de poder nunca es fácil. Pero (y es en esto en donde radica el aspecto más atractivo de Americanah) Adichie dota a Ifemelu de grandes dotes de observación, y la protagonista se dedica a diseccionar la sociedad americana desde la perspectiva de una mujer de raza negra no americana.

Tras múltiples intentos de encontrar trabajo y pasar algo de hambre y muchas otras carencias – en una de esas propuestas de trabajo, que inicialmente rechaza, termina prostituyéndose, lo que, naturalmente, la deja traumatizada – consigue un puesto cuidando de los niños de una familia blanca muy acomodada. De ahí a ver cumplido su sueño americano solo hay un paso (o más bien un salto).

El caso es que abre un blog en el que escribe mordaces comentarios y observaciones, y lo que comienza como un pasatiempo, al cabo de semanas y meses se convierte en un gran éxito, lo cual le permite renunciar a su trabajo y ganar dinero. Este es un recurso novedoso y valiente: la autora abre las páginas del libro a la protagonista, y lo que leemos es la voz de ésta: sus experiencias, sus críticas, su cáustica mirada. Ifemelu escribe en el blog para enfrentarse a sus experiencias, reflexionar sobre ellas y poder extraer algo de sentido y dotarse de una coherencia personal o quizás lo que se suele denominar en inglés peace of mind (como hacen tantos otros blogueros, yo mismo entre ellos).

Si uno pasa por alto los capítulos dedicados exclusivamente a introducirnos al idilio adolescente de Ifemelu y Obinze en Nigeria, Americanah es un excelente envite literario. Mención aparte merece la sección del libro dedicada a contar las peripecias de Obinze en Inglaterra, de donde será deportado tras ser arrestado minutos antes de que fuera a contraer un matrimonio por dinero amañado por unos rufianes angoleños. Su historia como emigrante en Inglaterra y la de Ifemelu en los EE.UU., además del contraste de estas experiencias con las de la tía Uju y su hijo Dike, son las que otorgan vigor y sustancia a esta novela.

Aidiche se cuida mucho de idealizar Nigeria frente a la dureza que experimentan los emigrantes en los países del Primer Mundo. Lagos (y por extensión, Nigeria) queda caracterizada como un lugar no solamente corrupto sino abocado a que reine la hipocresía y la dejadez moral por sobre todas las cosas. No hay paraísos en el planeta Tierra.

Escrita con mucha ironía, los dardos de Adiche se clavan en la condescendencia, los dobles raseros morales y la falsedad que rige las relaciones sociales en todas partes. Es sin embargo una lástima que la autora decidiera evidenciar su más que válido mensaje con un sostén argumental tan romántico. Repito que ese aspecto a mí no me convence.

Americanah la ha publicado Random House Mondadori en castellano, en traducción de Carlos Milla Soler, quien por cierto tomó la extrañísima decisión de traducir la palabra “reify” (que aparece entre comillas en la página 5 en la edición en inglés de Fourth Estate) como “reificar”. ¿Por qué inventarse un palabro tan feo, cuando en castellano tenemos “cosificar”? Vaya usted a saber… No me espetará ahora alguien que es una traducción “bizarra”, ¿verdad? En fin, ya no nos debería sorprender nada, pero el caso es que no ganamos para sustos.

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