Ouyang Yu, Diary of a Naked Official (Melbourne: Transit Lounge, 2014). 220 páginas.
De Ouyang Yu
solamente había leído (en inglés, por supuesto) algunos ejemplos de su poesía, género
en el que es un autor ciertamente prolífico. En cierto modo, Yu se ha convertido
en una presencia persistente en la escena literaria australiana actual, de lo
cual cabe sin duda alegrarse, puesto que no se trata de una escena muy permeable.
Lo cierto es que
desconocía que hubiera publicado ficción en inglés. Diary of a Naked Official es en realidad su cuarta novela en lengua
inglesa, lo que para alguien nacido en China y emigrado a Australia en 1991 es
una cifra más que respetable. El desnudo oficial (quizás ‘desguarnecido’ sería
una traducción más aproximada al sentido real) del título, nos aclara la
contracubierta del libro, se refiere a que el funcionario ha trasladado a su
familia al exterior (a la ciudad de Sydney en este caso) además de haber sacado
del país todo el dinero obtenido a través de prácticas corruptas o
fraudulentas. Es decir, aparte de su propia persona, no tiene nada que quede
expuesto a las represalias del régimen de Beijing.
De entrada, Yu
interpone a un ‘editor’, una persona de ascendencia china que se encuentra un
lápiz de memoria en uno de los trenes suburbanos de Melbourne, entre el autor del
diario (al que se identifica con un pseudónimo, Shi Ma) y el lector. Una capa
metaliteraria añadida que convierte a este libro en algo difícil de encasillar,
si es que verdaderamente fuera necesario hacerlo.
El lector/editor
del diario de Shi Ma precede a este con un prólogo (aunque Yu, curiosamente, no
haga explícito que se trate de uno) en el que avisa al lector de que lo
presenta tal y como es, con algunas mínimos cambios editoriales para no herir
las “sensibilidades de clase media” australianas. Una vez comienzas a leer el
diario, te das cuenta de que Yu ha añadido otra capa metaliteraria más, puesto
que Shi Ma se identifica como empleado de una editorial china, para la cual lee
manuscritos y libros extranjeros, participando de manera activa con sus
recomendaciones en la criba brutal y despiadada que es todo negocio editorial.
Pero el grueso de
la novela es el catálogo de encuentros sexuales de Shi Ma con sus xiao-jie, tengan o no edad de
consentimiento sexual, amén de alguna que otra señora y jovencita que busca sus
favores. El contenido es naturalmente provocador, y el propósito una crítica brutal,
ácida, del capitalismo rampante que se ha infiltrado en las elites del poder en
China.
Pongamos por
ejemplo este extracto del diario, correspondiente al (pura coincidencia, de
verdad) 16 de agosto:
“En ese bar de karaoke, que tiene por
nombre Deriva, o Derribo, o Derrape, al que me llevó M., nos condujeron a un
rincón oscurecido en una sala privada, totalmente equipada, con su pantalla
gigante, selector electrónico de canciones, una mesa de cristal repleta de
comida y cervezas, y más chicas que las que pudiéramos atender, cuyas caras
apenas podía distinguir una de otra. En este cliché posmoderno de un formidable
jugueteo colectivo previo, la visión cedía su espacio a los sentidos,
predominantemente el olfativo, mientras se percibía el mal olor corporal acre
de las chicas, casi desnudas, cuando dos de ellas me habían emparedado antes de
que me hubiera podido darme cuenta. En ese momento, las cosas se volvieron
puntiagudas: sus tetas eran puntiagudas, sus uñas eran puntiagudas, las yemas
de mis dedos se volvían puntiagudas cada vez que les tocaba las tetas, sus
zapatos puntiagudos, los tacones puntiagudos, erectos como penes delgados y duros, y hasta las puntas de
su cabello erizado y untado de fijador. Y claro está, incluso mi miembro, el no
afiliado, recto como una espada.
Una de las chicas tenía un nombre
inventado, Po Sen, y la otra se llamaba Kristy. Por culpa de la música, a muy
alto volumen, creí escuchar Poison y Creepy. Desde ese momento las llamé así, y
no pararon de reírse.
[…]
Más tarde, las dos chicas empezaron a
torturarme con placer hasta que caí exhausto. Lo único que recuerdo ahora es
que antes de descargar dentro de C la saqué a tiempo, y me disponía a metérsela
a P cuando ella me detuvo y me hizo cambiar el condón con uno nuevo. Me corrí
dentro de P mientras dejaba que C me untara la cara con su lápiz de labios
negro hasta que los labios le quedaron limpios, en su color natural.
Las chicas, según tengo entendido, son
estudiantes universitarias, del primer año. Mientras Creepy se ausentaba – se
fue al baño, puede que a maquillarse otra vez – Poison me contó que hoy en día
apenas asistía a sus clases; fácilmente podía conseguir que una docena de
chicos estudiantes se encapricharan de ella y le hicieran la tarea. No tiene
que comprarse el desayuno, pues ya se lo han preparado, ¡incluso antes de que
se haya levantado de la cama! En cuanto a los profesores varones, podía con
facilidad victimizarlos – esa fue la palabra que utilizó – con su belleza;
harán cualquier cosa por ella. Desde ese punto de vista, yo debería
considerarme un tipo con suerte. Pero pensé en ella con pena: una juventud
destrozada solamente por dinero.” (páginas 41-43, mi traducción)
Cabe destacar también las demoledoras reflexiones en torno a la literatura
actual que realiza Shi Ma, y sobre el negocio editorial:
“Una de las principales ventajas de ser vicedirector, con la responsabilidad propia de mi sección, la de publicar libros
subvencionados con dinero privado, es que puedo disfrutar de lo bueno, o quizás
debiera decir, de lo mejor, sin gastarme un céntimo. En ese contexto, un libro
excelente, para cuando está editado y publicado, se convierte en un buen libro,
y un buen libro, en un libro regular. Es increíble cuánto puede llegar a
venderse un libro regular, como el que ha escrito ese tipo llamado Hung
Heavens, pero ya han dejado de sorprenderme las mediocridades, puesto que el
mundo está hecho para ellas, libros escritos por mediocres para los mediocres, como
comida ordinaria, engullida solamente para luego cagarla.” (páginas 68-69, mi
traducción)
Me pregunto quién
se esconde detrás del nombre Hung Heavens.
Puede que Diary of a Naked Official sea una obra
demasiado audaz para el a veces un tanto bonachón mercado literario europeo. Y
no hablemos del norteamericano, ¿para qué pensar siquiera en eso? Una novela de
ideas, provocadora en su indagación de qué es o cómo son los que mueven los
hilos del poder (y no me refiero al político), no solamente en la China actual
sino en un mundo gobernado y dirigido por los mercados del sexo, o el sexo de
los mercados.
Un libro en el
que de Houellebecq, Beckett, el Marqués de Sade y Cioran quedan encumbrados por
este disoluto editor chino, mientras que Nabokov o Somerset Maugham son un
tanto menospreciados.
Todo lo mueve, y
lo mide, el dinero. Ojalá haya un editor que, a diferencia de el jefe de Shi
Ma, tenga las agallas para publicar esta novela en castellano o catalán. Vale
la pena, si no por las respuestas (que ciertamente no hallarás en el libro), al
menos por los elocuentes interrogantes que nos plantea.