Vu Tran, Dragonfish (Nueva York: W.W. Norton, 2015). 298 páginas.
El oficial de policía de Oakland, Robert Ruen, está sentado en el interior
de su coche, vigilando el exterior de su casa. Ha estado recibiendo llamadas al
teléfono de su casa en las que nadie dice nada. Silencio absoluto.
Entonces vi a un flaco chico asiático – un adolescente; pasó por delante
del coche, se giró y se acercó a la ventanilla. Me sonrió y me hizo un ademán
para que la bajara. No parecía llevar nada en las manos. Llevaba puesta una
gorra de los Dodgers y una chaqueta azul, también de los Dodgers, que le venía
grande y que llevaba abrochada hasta la garganta. Por su sonrisa parecía como si
estuviera haciendo una pose para una cámara, y cuando se agachó para mirarme,
no pude ver otra cosa que no fueran dientes.
Bajé un poco la ventanilla.
─ Qué tal, agente ─ me dijo. ─ Hace
una buena tarde, ¿eh? ─ Me pasó entonces una nota plegada a través de la
rendija, y antes de que yo pudiera decirle nada, ya se había marchado a buen
paso y había dado la vuelta a la esquina del edificio.
Reconocí el papel amarillo, el logotipo del Departamento de Policía de
Oakland, arrancado del bloc que estaba en la mesa de la cocina. Las palabras
estaban escritas con esmero en tinta roja. Hemos venido de Las Vegas. Deje el arma en el coche y venga
al apartamento. Solo queremos hablar. Siga nuestras instrucciones, y nadie
terminará lastimado. (p. 11, mi traducción)
Habían pasado unos dos años desde que Ruen se divorció de su esposa vietnamita,
Suzy. Cuando a través de la mejor amiga de Suzy, Happy, Ruen se entera de que
el nuevo marido de su exmujer, un hampón vietnamita afincado en Las Vegas
llamado Sonny, le ha propinado una paliza y la ha lanzado escaleras abajo en su
casa, Robert acude a Las Vegas dispuesto a darle su merecido. Y en cierto modo,
lo hace. ¿Han venido a ajustar cuentas con él?
Hay que dejar claro, sin embargo, que
Dragonfish no es la típica novela de detectives. Ni siquiera se puede
catalogar como tal. Tran recurre al género detectivesco para ayudarse a bosquejar
un estudio de la emigración, particularmente la vietnamita, a los Estados
Unidos tras esa guerra que los vietnamitas llaman la Guerra Americana, y que
curiosamente el resto del mundo conoce como la Guerra de Vietnam.
The small dragonfish is an endangered species. Photograph by Hans Hillewaert. |
Y lo cierto es que, en su trabajo como autor debutante (es su primera
novela) su desempeño es más que notable. Con dos narradores diferentes, Vu Tran
traza una historia repleta de interrogantes desde el principio.
Los hampones llegados desde Las Vegas han venido a buscar a Robert porque
Suzy ha desaparecido. Para su exmarido, eso no supone ninguna noticia. Era algo
que Suzy (Hong es su nombre vietnamita) ya había hecho en numerosas ocasiones
mientras estuvieron casados. De manera que le ‘invitan’ a venirse con ellos a
la ciudad de los casinos en mitad del desierto y le encomiendan la misión de
encontrarla. Para ello, le reservan habitación en el Hotel Coronado (usando su
propia tarjeta de crédito; pero qué amabilidad tienen estos matones), justo en
una habitación contigua a la que Suzy ha estado reservando todos los miércoles
en las últimas semanas; curiosamente, es un hotel al que Sonny y su hijo tienen
vetado el acceso.
En esa habitación encontrará no a Suzy, sino a su hija Mai, de cuya
existencia Robert no sabía absolutamente nada. Y una maleta llena de 100.000
dólares. ¿De verdad extraña tanto Sonny a su mujer, o es el dinero lo que echa
en falta? ¿Sabe quizás Sonny que Mai está viva, no muerta como Hong le había
dicho?
La parte detectivesca tiene como narrador a Robert, que actúa más como
observador que como personaje desarrollado plenamente. La segunda narración,
también en primera persona, es la historia de la emigración de Hong después de
la guerra, y Tran la intercala en la trama de la novela de forma bastante
experta, sin apenas fisuras.
Hong cuenta su pasado en una especie de diario (que Tran nos presenta en
inglés): el porqué de su huida de Vietnam, la captura de su joven marido por el
Vietcong y su posterior traslado a un campo de reeducación, en el que le
someten durante varios años a maltratos y donde contraerá una enfermedad
incurable; la escapada de madre e hija en un abarrotado barco pesquero (escenario recreado también hace unos años
por Nam Le en ‘The Boat’),
los episodios dramáticos que ambas vivirán en el barco, y finalmente su llegada
a una isla malasia donde conocerá a Sonny en el campamento de refugiados. El diario
cuenta también traslado de madre e hija a Los Ángeles, donde vivirán con los
familiares de su marido ya difunto, y por último su huida, abandonando a Mai
sin dar explicación alguna.
El trauma de la emigración forzosa, el trauma de la pérdida de los seres
amados, el trauma de la adaptación a una tierra extraña cuya lengua no
dominaba. Son los elementos temáticos realmente esenciales en Dragonfish. Tran se asegura además de
presentarnos a Sonny también como alguien damnificado por la diáspora. Del
diario de Suzy transcrito en la novela resulta evidente que ella no busca
utilizar a las personas; lo que le resulta imposible es conectar con los demás,
ni siquiera con su propia hija.
Escrita en una prosa limpia y fluida, con
sucintas descripciones, Dragonfish cumple con los requisitos de la
novela de misterio, pero además aporta una visión muy realista de personas
descolocadas, desplazadas de su mundo e incapaces de encontrar su pequeño nicho
en otro país. Tran mantiene el nivel de misterio hasta el final (con varias muertes
y otras sorpresas incluidas). Y, de hecho, no nos proporciona una resolución
completa. Lo cual se agradece.
¿Quién no te asegura que, en tu próxima visita a Las Vegas, te encuentres no solo al rey Elvis (como aseguraba uno de los personajes de Pynchon
en Inherent Vice) sino
también a Suzy/Hong?
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