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14 abr 2017

Reseña: All That Man Is, de David Szalay

David Szalay, All That Man Is (Londres: Jonathan Cape, 2016). 437 páginas.
‘All that man is’ [Todo lo que es un hombre] es un verso de ‘Byzantium’, un poema de W.B. Yeats, y así se llama esta colección de relatos, cuyos protagonistas pertenecen todos al género masculino. Que su autor (o la editorial) se haya empeñado en llamarla novela no deja de ser una anécdota, que el paso del tiempo lo único que es verdaderamente eterno se encargará sin duda de enmendar.

Otra característica que comparten todos los protagonistas es su origen: son todos europeos. Lo que a fin de cuentas parece decirnos el autor es que a todos les une es la conciencia (en algunos casos, repentina; en otros, resultado de un proceso algo más largo) de saberse mortales, de que todo lo que nos rodea, todo lo que vivimos día tras día, es transitorio y efímero, que somos seres caducos por nuestra naturaleza misma. ¿Qué decir de esto? Si nunca has estado cerca de la muerte, puede que te impresiones.

Pero si por las circunstancias que sean has mirado a la Parca a los ojos y has visto el filo de su guadaña bien de cerca, quizás tu reacción será – como es mi caso – “¡Guau! ¡Menudo descubrimiento!”

¿Quiénes son los hombres cuya mesurada introspección se narra en estos relatos? Hay de todo: dos mochileros ingleses recorriendo el centro de Europa; un avaricioso promotor inmobiliario; un periodista danés sin escrúpulos que viaja a Málaga para sonsacarle detalles jugosos a un Ministro de Defensa cuyo lío de faldas ha descubierto el periódico; un magnate ruso, el “emperador del hierro”, que asiste impotente al final de su imperio; un profesor universitario que descubre que ha dejado embarazada a su amante en mitad de un viaje por media Europa para entregarle un coche de lujo al padre de ella, jefe de policía de una pequeña ciudad polaca; un cincuentón escocés borrachín, que pierde todos sus ahorros en una estafa en el pueblo croata donde vive.

Todos ellos se enfrentan a situaciones que podríamos llamar críticas, se sienten solos (mejor dicho: están solos) y no tienen ni idea de cómo gestionar el desbarajuste que rige sus vidas. La crisis que enfrentan la desarrolla el narrador de forma muy esquemática, incluso apresurada, con un notable exceso del presente de indicativo histórico. Muchos de los personajes quedan bosquejados con apenas tres o cuatro palabras. Contrasta esto con la inclusión de detalles muy realistas, como las marcas de la cerveza que beben, los cigarrillos que fuman o incluso el tipo de gasolina con el que repostan. Si la intención con estos ociosos detalles era dotar estos relatos de una vertiente que roce en lo cinematográfico, ciertamente no lo logra.

La impresión que deja el conjunto es, a pesar de los innegables nexos que unen los nueve relatos, la de un formato repetitivo. Se ha escrito mucho de la crisis de la masculinidad en los albores del nuevo milenio, y ciertamente David Szalay no demuestra compadecerse de sus personajes. A su manera, cada uno de ellos es un perdedor. Puede que lo peor, sin duda, sea que se han perdido a sí mismos.

No voy a negar que Szalay escribe con soltura, a ratos incluso con cierto donaire, y que detrás de sus relatos y escuetos esbozos de historias y personajes se esconde una muy fina ironía, incluso una devastadora censura que lanza sus dardos contra la avaricia, el sexismo, el egoísmo o la autocompasión. Pero de ahí a poder atribuírsele la concepción de una novedosa narrativa dista mucho. Como sugiere la reflexión de uno de los protagonistas: “la vida no es una broma”. Tampoco la literatura debe verse como una.

Tal como a los protagonistas de estos nuevos relatos les sobreviene la lúcida reflexión sobre la inutilidad de sus vidas, al lector de All That Man Is le asaltará la duda de si ha valido la pena invertir varias horas de su vida en esta lectura. Quizás su inclusión en el grupo de finalistas del Premio Man Booker de 2016 le haya dado una resonancia que, francamente, en mi opinión, no merece.

22 feb 2017

Reseña: Chet Baker piensa en su arte, de Enrique Vila-Matas

Enrique Vila-Matas, Chet Baker piensa en su arte (Barcelona, Debolsillo, 2011). 350 páginas.
Leo con religiosa fidelidad las columnas que escribe Enrique Vila-Matas para El País, pero no porque sean especialmente reveladoras. Más bien porque siempre entreteje una sutil ironía entre las líneas de dichas columnas, y porque logran dejarme un buen gusto de boca frente a lo que suele ser un cartel de acompañamiento tedioso, cuando no totalmente estéril. Y es ahora cuando leo por vez primera estos relatos selectos del autor barcelonés, quien, por cierto, se ha labrado una buena reputación fuera de España, algo que dice mucho en favor de sus traductores.

El éxito, sea allende los Pirineos o más allá del charco, suele por regla general despertar más envidias que ser causante de reconocimientos entre el establishment literario hispano. Fenómeno que, por otra parte, se extiende a otros campos. Pero me estoy yendo por los cerros de Úbeda, así que mejor volvamos al libro de Vila-Matas.

Chet Baker piensa en su arte lo componen relatos en su mayoría cortos, ingeniosos y divertidos la mayoría de ellos. Solamente dos, el que da título al libro y ‘El hijo del columpio’ superan las 40 páginas. Las obsesiones temáticas del autor están presentes en muchos de ellos. La brutal demolición de los límites que separan realidad y ficción es el tema central de relatos como ‘Una casa para siempre’ o ‘El arte de desaparecer’, por mencionar dos estupendos ejemplos. ‘El efecto de un cuento’, el segundo del volumen, indaga en la cuestión de si el poder que ejerce la ficción sobre el lector no será, al fin y al cabo, una ficción misma.

Otro de los relatos que destacan es ‘Me dicen que diga quién soy’, un juego de falsos espejos entre un narrador que interpela a un pintor que viaja a bordo de un barco que se dirige a un ficticio país llamado Babákua. El pintor es conocido por sus retratos de los habitantes de ese país, el cual no ha visitado nunca.

Si me apuran, diría que el borrado de los límites entre lo que se supone ficción y lo que creemos realidad es un tema presente de manera explícita o implícita en todos los relatos de este volumen. ‘Porque ella no me lo pidió’ es un magistral juego entre ficción y realidad, al que Vila-Matas le añade jugosísimos elementos metaliterarios.

Pero son dos los relatos que, a mi entender, sobresalen por encima de todos. El primero es ‘El hijo del columpio’, un relato narrado en primera persona por un tipo mezquino y sin escrúpulos, hijo de empresario y heredero en espera de una gran fortuna. Cuando un día recibe la invitación de un empleado de muy bajo rango que está a punto de jubilarse, se lo toma a mofa. Pero su padre le insiste que debe acudir junto con su esposa (que parece ser una especie de alcohólica dominatrix). El empleado es conocido en las oficinas y almacenes de la empresa como Hong Kong, a fuerza de haber contado repetidísimas veces la misma historia de cuando estaba en Melilla haciendo el servicio militar, y cómo se hizo pasar por loco (para librarse de la mili) repitiendo una y otra vez la frase “Todos conocemos Hong Kong”.
¡Todos conocemos Hong Kong! Pero, ¿sabemos lo que allí nos espera?

Finalmente, el heredero y su esposa acuden al humilde hogar de Hong Kong y su esposa, bien pertrechados de alcohol, pese a que resulta que sus anfitriones no beben. La velada deriva en una sorprendente revelación que deja completamente trastabillado y confuso al hijo del empresario, a quien, después de haber contado algunos chistes malos en el trabajo, sus compañeros han comenzado a llamarle también Hong Kong. Es un relato que aborda de manera magistral el tema de los secretos vitales y lo importante que puede ser su revelación.

El otro relato a destacar es el que da nombre al libro. Vila-Matas lo llama “ficción crítica”, y en verdad que es en buena medida un hibrido entre ensayo literario y relato, de cuya versión más convencional tiene apenas unos pocos elementos. En un hotel de la ciudad italiana de Turín un escritor-crítico-traductor quiere poner por escrito sus obsesivas ideas en torno a la pregunta del millón de dólares: la cuestión de si sería posible hacer confluir lo que él llama las dos vertientes disociadas de la novela. Por un lado, la vertiente Finnegans (la literatura opaca, difícil que representa Joyce con su última obra) y la vertiente Hire, que viene a designar lo convencionalmente narrativo, con su planteamiento, nudo y desenlace, en homenaje al personaje Monsieur Hire, de la novela Les Fiançailles de M. Hire, de Georges Simenon.

La cosa tiene pinta de irse por la vertiente Finnegans, más que nada, porque sospecho que habrá Guinness... Fotografía de Kippelboy
Un relato plagado de referencias intertextuales, de saludos y reverencias a autores muertos y vivos, un ficticio ensayo crítico en el que ante todo destaca el autor-narrador, quien tras hacer acto de presencia decide evadirse, desaparecer y dejarnos la gran interrogante, sin una respuesta claramente dilucidada. O quizás pudiéramos hallar una posible respuesta contraponiendo lo que nos propone como lectores esta ficción crítica a la innovadora y sugerente invitación que constituye otro de los relatos, el ya mencionado ‘Porque ella no me lo pidió’. Sea como fuere, para mí leer a Vila-Matas es un verdadero disfrute, pues acepto por lo general tanto la vertiente difícil y vanguardista como la más convencional y tradicionalista. La cuestión es, en definitiva, leer.

30 nov 2016

Reseña: Inexperience and Other Stories, de Anthony Macris

Anthony Macris, Inexperience and Other Stories (Crawley: UWA, 2016). 195 páginas.
Pienso que no debiera ser nada ilógico pensar que un libro titulado Inexperiencia debería dar mucho juego. Pero las apariencias, ya se sabe, engañan las más de las veces.

Inexperience and Other Stories es un breve compendio de experimentos narrativos del australiano Anthony Macris, de cuya obra no había leído nada hasta el momento. El libro lo componen una nouvelle, Inexperience, y tres breves relatos de factura y temática bastante similar.

En ‘Inexperience’ un narrador anónimo cuenta en primera persona el primer viaje de una pareja de jóvenes australianos a Europa. Tras ahorrar el dinero suficiente el narrador y su novia Carol viajan primero a Madrid hacia finales de la década de los 80. Les interesa el arte, la arquitectura y la cultura en general. Visitan Toledo, donde se dejan influir por una guía turística repleta de clichés y lugares comunes. Bien pronto surgen las diferencias entre los dos, escenificadas en una de las sucursales del madrileño Museo del Jamón. Las observaciones del narrador ciertamente rayan en lo ridículo, y supongo que la inexperiencia del título se refiere en parte a esto. Para tratar de reanimar la relación los dos jóvenes australianos deciden irse a París e imbuirse de más arte y grandiosidad. Una mañana el narrador se despierta solo en la habitación del hotel: Carol se ha largado (francamente, ¡quién podría reprochárselo! El tipo es un tostón insoportable). El narrador tendrá una breve aventura con una chica inglesa a la que conoce delante del tablón de anuncios del British Council de París, y finalmente concluirá su ‘experiencia’ europea regresando a Australia vía Bangkok. No me preguntes por qué le dejaron entrar otra vez en Australia: quizás hubiera muchos otros solicitantes de visado mucho más merecedores que él.

El entierro del Conde de Orgaz se halla en la Iglesia de Santo Tomé de Toledo. Es un santo varón, señores, no Santa Tomé.
De las tres restantes historias que componen el volumen, quizás se salve únicamente la última, ‘The Quiet Achiever’, en la que el narrador (otra vez en primera persona) visita a su primo en una clínica psiquiátrica, en la que le han internado tras una fuerte crisis nerviosa. La situación es sumamente embarazosa para el narrador, que no sabe qué preguntar ni qué responder, hasta que su primo le enseña una vela que ha creado en el taller de la clínica, un regalo para su madre.

La madre del protagonista de ‘The Quiet Achiever’ se convierte en secundario personaje antagonista en el segundo relato, ‘Triumph of the Will’. En este, el primo de la clínica se pasa la noche en vela, desquiciado por los pobres resultados de su negocio y la asiduidad con que su madre le daba de comer.

No soy muy dado a abandonar la lectura de un libro, pero en el caso del primer relato complementario, ‘The Nest Egg’, hice una excepción: lo dejé de leer después de unas cinco o seis páginas. Es el relato obsesivo de alguien que quiere ahorrar dinero, llevado hasta sus últimas consecuencias y detalles. Quizás lo que Macris debiera considerar es que sus lectores pueden escoger no seguir el camino ni la técnica que él propone. Infumable.

Lo más curioso de este libro es que, en realidad, se trata en buena medida de material ya publicado en diversas revistas y antologías, entre 1988 y 1994. ¿Por qué aparece ahora en 2016 en forma de libro?

Señala Andrew Riemer en su reseña para el SMH que “all of it [el material] seems to have been thoroughly revised.” Puede que el material haya sido revisado concienzudamente, pero las abundantes erratas que contiene no han sido corregidas. Una pena.

22 nov 2016

Reseña: Public Library and Other Stories, de Ali Smith


Ali Smith, Public Library and Other Stories (Londres: Penguin Books, 2015). 220 páginas.

De Canberra, la ciudad en la que vivo, se suele decir que es aburrida, que le falta vida y que carece de carácter. Quizás haya algo de cierto en todo ello. Es sin embargo una ciudad con un elevadísimo nivel educativo y cultural, y para fortuna de muchos de sus residentes, cuenta con una red de bibliotecas públicas simplemente fabulosa. Tan buena, tan magnífica es, que los usuarios pueden sugerir la adquisición de libros, DVD, audiolibros, CD, novelas gráficas, etc., y la mayoría de las veces, la red de bibliotecas del Territorio de la Capital Australiana los comprará. Es una amplia red que cuenta con 9 sucursales, distribuidas en los distintos barrios y centros urbanos que integran esta singular ciudad, cuya población ronda ya los 400.000 habitantes. Es posible encontrar libros en muchas lenguas diferentes, amén de películas, documentales, guías turísticas, casi cualquier cosa.

¿Cuáles son las virtudes de una biblioteca pública? Esa es una de las muchas preguntas que trata de contestar esta colección de cuentos de Ali Smith, quien compagina sus relatos de ficción con textos basados en comentarios de o suministrados por amistades y conocidos de la autora, que son todos ellos usuarios de las bibliotecas públicas del Reino Unido.

La Biblioteca Nacional de Australia, que también ha padecido drásticos recortes en los últimos años. Fotografía de fir0002
El mismo gobierno que conducirá al Reino Unido fuera de la Unión Europea emprendió desde 2010 una brutal campaña de austeridad que cerró cerca de 1000 bibliotecas públicas y que, hasta la fecha – es solamente un cálculo – ha eliminado unos 14 millones de libros de sus estanterías. ¿Para qué leer, teniendo al alcance de la mano fútbol, cerveza y las portadas de The Sun? Claro que la situación en otras partes del mundo no es mucho mejor: hay un Presidente de Gobierno que alegremente admite que solo lee un periódico deportivo. Así va el mundo.

Public Library and Other Stories es por lo tanto una apasionada defensa de algo tan decididamente comunal como es la biblioteca pública. Pero Smith no dedica sus historias a las bibliotecas como edificios o lugares de encuentro con los libros, sino a los libros mismos, a la literatura. Y lo hace desde la libertad de la creación literaria, desde el ingenio y la diversión que la caracterizan como autora. Los juegos de palabras, los extraños y remotos vínculos que surgen en sus historias, son impagables.

Como es de esperar en una colección de cuentos, unos son mucho más atractivos que otros. Un motivo recurrente en casi todos ellos es el texto como elemento de la comunicación humana y la degradación que sufre de forma constante. Por ejemplo, este fragmento de ‘The Definite Article’: “…estaba de camino a una reunión urgente sobre financiación. Era posible en el clima actual que se retiraran los fondos, de modo que teníamos que tener urgentemente una reunión urgente para escoger el tipo correcto de retórica. Ello aseguraría la estrategia correcta de desarrollo que a su vez aseguraría que la financiación no concluiría de esta manera en este momento. Había hecho el viaje entero en metro, diciéndome una y otra vez: urgente, asegurar, factibilidad, margen, evaluación, gestión, racionalización, estrategia de desarrollo, desarrollo estratégico, el clima actual, el estímulo de proyectos, valores esenciales, no debiera concluir, de esta manera, en este momento. Pero también tenía que ser no amenazador, el lenguaje que teníamos que usar para asegurar que, etc., de modo que subí las escaleras machacándome la frase ‘sin problemas sin problemas sin problemas’, y luego me paré un instante en la salida del Metro porque (¡ay!) me dolía mucho el ojo, algo se me había metido en el ojo sin saber cómo ni por qué.” (‘The Definite Article’, p. 155-6, mi traducción).

Del resto destacaré tres: en primer lugar, ‘The Beholder’, una narración cuya narradora, enferma, se va desintegrando lentamente. También ‘Say I Won’t Be There’, que cuenta con Dusty Springfield como médium en un relato sobre un cementerio para el que las autoridades tienen planes de transformación urbanística, y ‘After Life’, en la que un hombre tiene que desmentir su muerte por segunda vez, diez años después de haber tenido que desmentir su propia muerte en un accidente mientras hacía turismo en España. Un detalle curioso: el título del libro no corresponde a ningún relato. No hay ninguna historia que lleve por título ‘Public Library’.

Cuando desde las instituciones parece orquestarse una campaña dirigida a restringir (cuando no suprimir o eliminar) el acceso a la cultura y los instrumentos de educación y formación del pensamiento crítico entre la juventud, este libro es un pequeño grito en lo que parece ser un desierto. Habrá que continuar demostrando que las bibliotecas son un bien indispensable. Por mi parte, tras la pérdida de nuestra hija Clea, de seis años y nueve meses en 2009, traté de marcar la diferencia para la comunidad educativa de un pequeño pueblo samoano, Lalomanu. Seis años después de su inauguración, la BibliotecaClea Salavert sigue en pie, quizás sin haber logrado buena parte de los objetivos que nos habíamos marcado con su construcción. ¿Ha valido la pena la enorme generosidad de familiares, amigos y extraños? ¿Ha valido la pena el esfuerzo? Quizás sea pronto para decirlo, pero si alguno de esos niños de Lalomanu han descubierto que hay otros mundos posibles al alcance de su imaginación, algo bueno habremos hecho.
The Clea Salavert Library, Lalomanu, Samoa

19 nov 2016

Reseña: Tough, Tough Toys for Tough, Tough Boys, de Will Self

Will Self, Tough, Tough Toys for Tough, Tough Boys (Londres: Bloomsbury, 1998). 244 páginas.
Bienvenido al provocativo mundo narrativo de Will Self. Bienvenido a sus ambientaciones surrealistas, a una perspicaz desproporción que te obliga como lector a enfrentarte a los límites de lo que normalmente considerarías como aceptable o admisible. Porque el éxito de la sátira, no lo olvidemos, depende de los límites que uno mismo de imponga en el ámbito de las normas sociales. Si la sátira de Swift continúa siendo válida y efectiva, es porque los límites que traspasaba estaban basados en pautas medianamente uniformes. Nunca admitiremos la noción de comer niños para combatir la pobreza.

Este volumen de narraciones breves de Self comienza con una historia cuyo título se inspira en una nouvelle de Francis Scott Fitzgerald de 1922 (puedes acceder al texto íntegro en inglés aquí, por ejemplo) titulada ‘The Diamond as Big as the Ritz’. En el caso de Self, en lugar de un diamante lo que tenemos es ‘The Rock of Crack as Big as the Ritz’. Los protagonistas son dos hermanos de origen jamaicano en Londres; uno de ellos, Danny, encuentra una veta de cocaína pura en los cimientos de la casa en la que viven. En lugar de consumirla, Danny pone a su hermano Tembe a trabajar en el negocio de la distribución. Tembe es adicto al crack y a lo que le echen, mientras que Danny prefiere ni tocarla. La codicia y la inmundicia van de la mano. El cuento puede todavía leerse de manera gratuita en internet, tal como lo publicó The New York Times.

De las siete narraciones que integran este libro, ‘Flytopia’, la segunda, es posiblemente la más lograda. Una historia de horror pura y dura, en la que un hombre alcanza una especie de pacto con los insectos que se han adueñado de su casa, con quienes mantiene curiosísimas conversaciones. La llegada de su novia a la casa al día siguiente despierta repentinamente en él unos irrefrenables deseos de deshacerse de ella. ¿Puedes imaginarte el desenlace?

La narración que da título al libro es un relato de viajes, con un divertido guiño al psicoanálisis. Bill Bywater, psicoanalista mujeriego y alcohólico, tan enamorado de su automóvil como de la marihuana que fuma compulsivamente, inicia un viaje desde el norte de Escocia hasta Londres.

"Siguieron en silencio mientras Bill guiaba el coche por las afueras de Aviemore. Seguía siendo un lugar cutre, pese al dineral que habían invertido recientemente. La mayoría de las casas eran estilo chalet, con techos muy altos a dos aguas que prácticamente llegaban al suelo. Pero los materiales eran sintéticos: hormigón y aluminio; amianto y plexiglás. Todas las superficies parecían combadas, y los bordes arrugados. ─ Qué mierda de sitio ─, dijo Bill." (p. 135, mi traducción) Aviemore - fotografía de  Dave Fergusson.

Tras hacerse unos cuantos güisquis (siempre he querido tener la oportunidad de escribir así la palabra, de modo que aprovecho esta ocasión) recoge a un autoestopista, a quien somete a un taimado interrogatorio para arrancarle los detalles más sórdidos de su vida, una existencia más bien desdichada, con una salvedad: al autoestopista le gusta jugar con los camiones y tractores Tonka, una marca que quizás recuerdo vagamente en las tiendas de juguetes de mi niñez. El chico le sirve a Bill como blanco de su aborrecimiento por los demás en general. ¿Es un claro caso de proyección? ¿Terminará bien el viaje, que en el mejor de los casos llevaría un día entero?

Un anuncio de los juguetes Tonka de la década de los 80.

Bill Bywater reaparece en otra historia, situada en Londres, ‘Design Faults in the Volvo 760 Turbo: A Manual’. El título es engañoso, por supuesto: Bill se presenta como psicoanalista adúltero obsesionado con su Volvo 760 Turbo (sí, el mismo que había estado conduciendo desde Thurso en ‘Tough, Tough Toys for Tough, Tough Boys’). La moraleja del cuento quizás pudiera ser que no siempre ha de fiarse uno de su mecánico.

Esta colección de cuentos incluye además ‘Dave Too’, una historia absurda en torno a la identidad en un mundo que habitan únicamente personas llamadas Dave, y ‘A Story for Europe’. Este último son dos historias paralelas: por un lado, la de un banquero teutón que padece una embolia; por otro, la ansiedad de los padres de un niño inglés de dos años que solamente sabe comunicarse en alemán comercial. ‘Caring, Sharing’, en mi opinión el relato que resulta menos atractivo, nos lleva a un Manhattan en un futuro indeterminado en el que las personas se hacen acompañar por ‘emotos’, una suerte de niños gigantes que cuidan de sus necesidades afectivas.

‘The Nonce Prize’ [El premio al pedófilo] cierra el libro, y reintroduce a los hermanos Danny y Tembe del primer relato. En este, sin embargo, es Danny quien ha caído en la adicción y Tembe quien maneja el negocio. Un capo del narco jamaicano, Skank, llega a Londres para vengarse de Danny. Skank paga para que un par de criminales droguen a Danny y le preparen una trampa brutal. La policía encuentra a Danny en una nave industrial junto al cadáver de un niño asesinado y mutilado, al cual le han inyectado el semen de Danny (los sicarios se lo han sacado por medio de una jeringuilla. Danny no tiene ninguna posibilidad en el juicio, e ingresa en la cárcel, en concreto en el ala dedicada a pedófilos y violadores. Como buen narcotraficante que es, que le encasillen de esa manera le resulta repulsivo. El alcaide le sugiere que se inscriba en cursos, y Danny se apunta a uno de escritura creativa.

Llegado el día de la concesión del premio, Danny está en la lista de candidatos, pero tiene que competir con dos pedófilos. El cuento adquiere entonces un ingenioso aspecto metaliterario. Danny ha escrito un relato ficticio en torno a las actividades del narcotráfico de su hermano (¿quizás algo similar al relato que abre el libro?), mientras que el cuento ganador es el de uno de los más depravados pedófilos en la cárcel, una historia absurda sobre el profundo cariño de un hombre por el gato de su difunta esposa. ‘The Nonce Prize’ ofrece en un principio una visión descarnada del sistema penitenciario, pero Self lo transforma en una inteligente sátira en torno al mundo editorial y los premios literarios.

Tough, Tough Toys for Tough, Tough Boys sigue muy de cerca la línea que Self había creado unos años antes en Grey Area: son espacios ficcionales definidos con precisión y gusto por el detalle útil, con unas tramas que van más allá de lo absurdo. Más que un simple entretenimiento.

13 oct 2016

Reseña: Make Something Up, de Chuck Palahniuk

Chuck Palahniuk. Make Somnething Up (Londres: Jonathan Cape, 201X). 317 páginas.
Dice el subtítulo de esta colección de cuentos de Palahniuk – el primer libro suyo que leo – que son ‘stories you can’t unread’, que vendría a ser algo así como ‘cuentos que no puedes desleer’. Pues bien, es ciertamente difícil desleer algo, pero por fortuna los lectores tenemos la posibilidad de olvidar lo que hemos leído y consignarlo a la papelera, llegado el caso.

Vaya por delante que a mi edad no me considero especialmente impresionable ni recatado. Creo que soy capaz de poner cierta distancia entre el material que leo y la interpretación personal que hago de lo leído. ¿Dónde quiero ir a parar con esto? Vayamos al grano: digamos que de las 23 historias que integran Make Something Up, más de la mitad no dan la talla. Lo cual no quiere decir que Palahniuk no logre sus propósitos de sorprender o molestar al lector. Puede que lo logre con otros, pero no conmigo.

Me explico. En las respuestas a una entrevista del 2 de noviembre de 2014 que apareció en The Observer, Palahniuk explicaba que con su literatura trata de “lograr los efectos de una alta cultura mediante los métodos de una baja. Me fascina la baja ficción que genera una respuesta física: lo que asquea al lector, lo que le da hambre o le excita sexualmente.”

A Palahniuk no le falta voluntad de ser transgresor en sus temas. Incluso hay alguna historia en la que la transgresión se produce en el lenguaje – es el caso de ‘Eleanor’, la segunda del libro, que exige una lectura muy intensa para poder sacarle todo el sentido a los juegos de palabras y malapropismos. Pero la mayor parte de sus transgresiones tienen que ver con las buenas costumbres y lo que mucha gente de bien llama ‘lo moralmente aceptable”.

En ese sentido, Palahniuk podría ser el heredero de Charles Bukowski, con la diferencia de que algunas historias de Bukowski realmente (me) hacían gracia. No es el caso con Palahniuk. Make Something Up comienza bien, en buena forma. ‘Knock-Knock’ cuenta la historia de un maltrato infantil a través de una retahíla de chistes basados en la consabida fórmula del “Toc-toc; ¿Quién es?”. Los chistes son a cada cual más vejatorio. Desde el punto de vista de la traducción este, como ‘Eleanor’, supondrá un enorme desafío para quien se atreva a intentarlo, si es que alguien se atreve.

Otras historias exploran el mundo del marketing y la promoción de productos a través de personajes sin muchos distintivos. En todos los cuentos hay algún elemento inverosímil y transgresor. Y ese es, en mi opinión, el punto débil de un libro como éste. El esquema de creación, en el que una situación dada o un atributo extraño o peculiar de un personaje es llevado a extremos, si no absurdos, sí increíbles, es tan repetitivo que cansa y termina por aburrir.

Conforme uno avanza en la lectura de estas narraciones, más y más frecuentes son las carencias. Así, por ejemplo, ‘Torcher’, en el que un ajado cincuentón se enfrenta al reto de descubrir quién puede ser un asesino – potencialmente en serie – en el transcurso de un gran festival al que acuden hippies, ninjas y otras numerosas tribus alternativas. No le encontré mucho sentido a situar una disputa familiar en ese entorno y hacer que la resolución de la trama pasara a ser la resolución de un conflicto doméstico.

En otro de los cuentos, ‘The Toad Prince’, un muchacho que caprichosamente ha contraído todas las enfermedades venéreas a su alcance ha desarrollado tal cantidad de verrugas en su miembro viril que éste ha alcanzado unas dimensiones absurdas. En mi opinión, no es cuestión de que sea mal gusto, sino de poca originalidad.

Ni siquiera el más largo de todos los cuentos, ‘Inclinations’ – que sobrepasa las 50 páginas – tiene una trama coherente. La historia se desarrolla en una institución que busca “corregir” la orientación sexual de muchachos adolescentes; al protagonista, Kevin, se le une un grupo de chicos que han ingresado, como él, únicamente con la intención de obtener una recompensa económica de sus padres cuando salgan de allí. Pero el lugar resulta ser una prisión de la que parece imposible escapar. Es una historia enrevesada, que abunda en momentos rayanos en el histrionismo, y que el autor soluciona con un crimen, un acto de ajusticiamiento sangriento, pero para nada inesperado.

Hay un candidato a la Presidencia de los Estados Unidos en el que muy bien se pudiera inspirar Chuck Palahniuk para seguir escribiendo historias de este calibre y naturaleza. Según parece, sus andanzas y comportamientos dan mucho juego o, mejor dicho, muchos jugos, pues al fin y al cabo parece ser éste un elemento esencial en la mayoría de los cuentos que escribe Palahniuk en Make Something Up.

I'll have a beer, thanks.

10 jun 2016

Ressenya: Moments, de Subhash Jaireth

Subhash Jaireth, Moments (Glebe: Puncher & Wattmann, 2015). 171 pàgines.
Per a entendre la filosofia literària amb que Jaireth treballa en aquest recull de contes cal escoltar la seva veu, sempre afable i mesurada, al prefaci de Moments:
“En aquest recull d’onze contes segueixo l’experiment narratiu que vaig començar al llibre To Silence. Els tres monòlegs de To Silence van ser concebuts i estructurats com autobiografies fictícies de tres figures històricament reals. Els onze contes d’aquesta col·lecció tracten també de persones reals, des d’un punt de vista històric. Al contar aquestes històries he confiat en dades biogràfiques ja publicades. Tanmateix, els fets biogràfics estan entrecreuats amb elements ficticis que jo he imaginat. És la imaginació la que atorga una fibra emocional a les històries. Les considero biografies fictícies (les històries narrades en tercera persona) i autobiografies fictícies (les narrades en primera persona). I tanmateix, no cal llegir-les ni fer-les servir com biografies.”
El títol del llibre és, doncs, auto-explicatiu: són moments en les vides de person(atg)es, la majoria d’ells ben coneguts: el músic català Pau Casals, els escriptors russos Fiodor Dostoievski i la seua esposa Anna, Anton Chéjov, filòsofs com Walter Benjamin i Martin Heidegger, artistes com Henri Laurens, Georges Braque i Atsuko Tanaka, el coreògraf nord-americà Merce Cunningham, el compositor rus Alfred Schnittke o el molt conegut poeta jueu, Paul Celan. N’hi ha també de personatges imaginats, és clar. Però totes les narracions de Moments tenen en comú un element molt significatiu: les persones de les quals el conte ens permet contemplar moments de la seva vida senten una gran passió per l’art, sigui com sigui la seva expressió. Aquesta fascinació amb els efectes de la creació i l’expressió artístiques és fonamental per a Jaireth, és precisament això el que el motiva a escriure.

En lloc de acostar-nos a la persona històrica, l’autor sembla allunyar el focus d’ells, posar-n’hi una distància per a possiblement observar-los millor. Cal afegir aquí que Jaireth treballà durant molts anys com geòleg: la seva tècnica narrativa sembla de vegades la d’un observador distant, en tant que va afegint capa darrere capa, estrat damunt d’estrat. I això, em sembla, és realment important, perquè Jaireth crea una mena de contextualització mixta, força apropiada per a barrejar les emocions dels personatges, on el serè plaer de l’artista creador es contraposa a la malenconia que regna en la seva vida. Els contes permeten la incorporació dels punts de vista de personatges que, al menys en teoria, deurien ésser secundaris, potser merament tangencials.

Portrait of Leo Tolstoy (1887) by Ilya Efimovich Repin (1844-1930).
Moments és un llibre serè, el fruit de una persona serena, tal com és el seu autor. D'ocasions el llibre sembla ser a penes una remor suau, que ens porta fins a més d’una reflexió discreta però poderosa. Un exemple: “Recordar exigeix compromís. És un esforç per a no oblidar. Sempre invertim una part de nosaltres en les coses o la gent als què no volem deixar darrere. Tot el que recordem comprèn petites parts del nostre ésser emocional, de la nostra ànima. Sense sentiments, els records es tornen impotents, incapaços de resistir l’envestida del moment present, el qual reclama la nostra implicació absoluta. Potser sigui per aquesta raó que els rostres que fa un temps ens eren tan estimats es fan tan despietadament distants.” (‘The Last Smile of Graf Tolstoy’, p. 61, en traducció meva)

Si em demanessin escollir només un dels contes de Moments, possiblement em decantaria per ‘Walter Benjamin’s Pipe’. Margaret Stern, una bona amiga de la família Benjamin, arriba a Port Bou cinc anys després de la mort del filòsof jueu. Un noi del poble, Raül, l’acompanyarà en el seu recorregut, des de l’habitació de l’hotel on Walter es va suïcidar fins al cementiri i la fossa comú on reposen els seus ossos. Després de la seva visita, en lloc d’agafar el tren per a creuar la frontera, Margaret decideix fer el mateix camí que Walter va fer cinc anys abans en sentit contrari, i li demana al jove guia que l’acompanyi fins al collat on es troba la línia del llindar amb França. Just al arribar al punt més alt de la senda, el xaval li donarà un objecte molt especial: la pipa de Walter.

Paddy Bedford, Two women looking at the Bedford Downs massacre burning place (2002). Source: The Art Gallery of WA
Un altre conte que vull destacar, ‘Quartz Hill’, té com a protagonista una fotògrafa xinesa que es diu Li. Després de conèixer una ballarina australiana, Alice, amb qui desenvolupa una significativa relació creativa i expressiva, Li viatja a Hall’s Creek en la regió de Kimberley, que és en realitat la terra de la seva avia i la terra del pintor aborigen Paddy Bedford, per qui ha pres molt d’interès. Quan visita el lloc que va inspirar un dels quadres de Bedford, la fotògrafa té la intuïció de que es tracta del indret d’una terrible massacre d’indígenes.

Jaireth sempre ens recorda que la bellesa, allò que ajuda a definir l’art, és en gran mesura indefinible i irresistible. Un simpàtic episodi de ‘Bach (Pau) in Love’, el conte que obri el recull, ens presenta Pau Casals a la platja, parlant amb Juanita, una xiqueta que està arreplegant closques. Ell li diu que totes les que ella ha agafat són boniques, però Juanita li fa veure que està molt equivocat: li assenyala quines de totes són les veritablement belles. “Assenyalà les que ella trobava que eren realment boniques... Tocà cadascuna d’elles, les boniques i les no tan boniques, i cantà una cançoneta per a cadascuna, com si fossin criaturetes.” (p. 18, en traducció meva)

Pau Casals, immortal. Fotohgrafia a càrrec de Mdd4696.

Tots els relats de Moments tenen quelcom del què es pot gaudir. Completen el llibret ‘He likes Picasso but he loves Braque’, ‘Anna and Fyodor in Basel’, ‘The Electric Dress’, ‘Dance is like Water’, ‘The Dreams of Johann Ulrich Voss’, ‘Heidegger’s Hammer’ i ‘Faust Cantata: Unreliable Notes for an Autobiography’. L’única cosa que hi fa pega és l’edició, amb unes quantes errades de puntuació i ortografia. Potser aquestes quedaran corregides en una reimpressió. Moments s’ho mereix, sens dubte.

11 mar 2016

Reseña: Something Special, Something Rare, de VV.AA.

Varias autoras, Something Special, Something Rare (Collingwood: Black Inc., 2015). 245 páginas.

Cuando allá a finales de 2012 redacté una breve nota titulada ‘Premios feminizados’ en Hermano Cerdo, señalaba algo muy obvio: el hecho de que crear premios literarios exclusivos para autoras no iba a significar de forma automática que la literatura producida por esas autoras fuera a ser mejor (o peor) que la escrita por sus colegas masculinos. El fenómeno trataba simplemente de poner el foco (dotado de un considerable valor crematístico) en la literatura creada por mujeres.

Y así, resulta que en 2015 la editorial Black Inc., radicada en Melbourne, decide sacar un volumen recopilatorio de cuentos de autoras australianas. Lo curioso de este volumen, dejando de lado la indudable calidad de la mayoría de las narraciones que lo integran, es que la editorial lo publica a pelo: no hay ninguna introducción ni prefacio ni nada. Tampoco se menciona el nombre o nombres de la persona o personas que realizaron la selección. Una selección, por otra parte, que jugaba sobre seguro: todos los cuentos de Something Special, Something Rare ya habían sido publicados con anterioridad, algunos en revistas y otros en antologías.

Algunas de las firmas son ya autoras consagradas y han publicado libros de mucho éxito, al menos en Australia. Por ejemplo, Kate Grenville, que abre el libro con ‘Bushfire’, un afable relato de corte romántico cuya protagonista es una maestra de mediana edad en un arquetípico entorno rural australiano. O Fiona McFarlane con ‘The Movie People’, cuyos cuentos han venido apareciendo en The New Yorker a lo largo de los últimos años. Otras son menos conocidas, pero no por ello suscitan menos interés.

Otro aspecto inusual de esta valiosa colección tampoco tiene un hilo temático común. Más bien todo lo contrario. Hay que añadir asimismo que los cuentos que recopila este volumen abarcan más de una década. ‘The Intimacy of a Table’, de Delia Falconer, el ya mencionado de Grenville y ‘La Moustiquaire’ de Gillian Mears se publicaron por primera vez en 2001.

Es por supuesto bastante difícil señalar un cuento en particular que destaque en el volumen, y toda selección será naturalmente subjetiva. En todo caso, he aquí mi selección de la selección:

1) ‘Lebanon’, de Favel Parrett (cuyanovela Past the Shallows reseñé hacepoco más de tres años) es un relato muy corto, narrado en primera persona, que plasma un momento crucial en el desarrollo personal de una joven de Hobart. Podrás leer mi traducción al castellano en Hermano Cerdo muy pronto.

Favel Parrett. Fotografía tomada de www.wheelercentre.com 
2) ‘The Movie People’, de Fiona McFarlane, es un divertido relato que roza el absurdo, en el que los habitantes de un pueblito, incapaces de superar la partida del equipo y el elenco de una película, asumen en sus vidas reales los papeles de los personajes de la película en la que participaron como extras.

3) ‘A Chinese Affair’, de Isabelle Li, se centra en la doble vida de una emigrante de ascendencia china, casada con un hombre mucho mayor que ella, y la imposibilidad de mantener en secreto esa doble vida que lleva en alguna ciudad de Australia no identificada.
4) ‘Honeymoon’, de Charlotte Wood, cuenta visceralmente el cambio de actitud frente al marido y las muy íntimas sensaciones que tiene una joven recién casada durante la luna de miel.

Isabelle Li. Fotografa procedente de su propio sitio web
Y 5) ‘Flicking the Flint’, de Anna Krien, un perturbador relato en torno a un padre tiránico, una madre acobardada y un chico tímido en una escuela rural, y de cómo la amistad entre el chico y una joven maestra es aniquilada de la noche a la mañana por la intransigencia, la violencia y la ignorancia del padre.

Otros cuentos destacables son ‘The Meaning of Life’, de Mandy Sayer (de quien no había leído nada desde 1996, con The Cross); ‘Forging Friendship’, de Karen Hitchcock, una ironico relato sobre la amistad en los tiempos de Facebook, y ‘Letter to A’, de Alice Pung, una conmovedora historia sobre un joven hijo de emigrantes y las dificultades de abrirse un camino y labrarse un futuro cuando el presente no parece presentar salida alguna.


El valor intrínseco de Something Special, Something Rare estriba en la literatura recogida en esta antología. Los relatos indagan en la experiencia de personas muy diferentes, en disparejos entornos sociales y geográficos. Es una prueba fehaciente de que el estado reciente de salud de la narrativa australiana escrita por mujeres es bueno, si no excelente.

22 feb 2016

Reseña: Flying-Fox in a Freedom Tree, de Albert Wendt

Albert Wendt, Flying-Fox in a Freedom Tree (Honolulu: University of Hawai'i Press, 1999 [1974]). 149 páginas.
Decir que la narrativa de las islas del Pacífico es una gran desconocida para el público lector (no me refiero solamente al público lector en lengua castellana, o en lengua catalana, sino al público lector en general, incluido el público lector en lengua inglesa) no debe ser ninguna novedad para nadie. Es cierto que se trata de literaturas de aparición relativamente reciente, surgidas dentro de, o como respuesta a, un proceso de descolonización en lugares en los que existía una cultura meramente oral, con una tradición narrativa local singular basada en la transmisión oral de generación a generación.

Como en los demás archipiélagos del Pacífico, en el caso de Samoa, fue en gran medida la llegada de los misioneros en el siglo XIX lo que transmutó esa cultura para siempre. No hay, lamentablemente, posibilidad de una vuelta atrás en un mundo globalizado en el que la transmisión de objetos culturales es prácticamente instantánea. Albert Wendt (Apia, 1939) es sin lugar a dudas el máximo exponente de la literatura samoana.

Este volumen de cuentos se publicó por primera vez en 1974. Consta de 9 narraciones, algunas muy breves (‘A Descendant of the Mountain’ o ‘Virgin-Wise’, por ejemplo, apenas superan las cuatro páginas). Wendt emplea una variedad de técnicas: historias narradas tanto en tercera (‘The como en primera persona (‘Captain Full – the Strongest Man Alive who Allthing Strong Men got’, ‘Pint-size Devil on a Thoroughbred’ son dos estupendos ejemplos del peculiar estilo con que Wendt perfila a narradores locales poco fidedignos, en un inglés nada ortodoxo; así comienza ‘Captain Full’: “Mine neighbourhood I to you must tell about. It lie like old woman who got no teeth between Catholic Church and Police Station.” (p. 21)).

El escenario de estos cuentos es la Samoa antes de su independencia, cuando todavía era un protectorado de Nueva Zelanda. Muchos de los personajes en estos cuentos buscan conformar una identidad que conjugue la cultura pre-colonial frente a las inexorables presiones del extranjero y sus sistemas de gobierno, de educación y de la administración de justicia.

Quizás sea el cuento que da título al libro el que más elocuentemente describa ese conflicto. El narrador de ‘Flying-Fox in a Freedom Tree’, Pepesa (Pepe), cuenta su historia desde el lecho de muerte en el hospital de Motootua, en Apia. Aparte de su historia de enfrentamiento al poder establecido, que encarnan su padre Tauilopepe y los papalagi (la palabra samoana que designa a los blancos extranjeros), Pepe nos habla acerca de su amistad con el verdadero protagonista de la historia es un enano samoano llamado Tagata. Pese a ser de muy baja estatura físicamente, Tagata asume la responsabilidad de decidir su destino.

Pepe llega a Apia desde un pequeño pueblo en la costa oriental de Upolu, Sapepe, para integrarse en el sistema educativo colonial. Es en realidad carne de cañón para la ambición de su padre. Cuando entabla amistad con Tagata, se inicia un pacto de hermandad que será más fuerte y duradero que la relación de Pepe con sus padres.

Una noche, Pepe y Tagata organizan un robo en la tienda de Tauilopepe. Recaban la ayuda de una pandilla de muchachos para incendiar una iglesia en la otra punta de Apia y así distraer a la policía. Pero un vigilante reconoce a Pepe. Cuando la policía se presenta en su casa, y ante la sorpresa y la incredulidad de sus padres, Pepe reconoce ser el ladrón, pero no admite haber recibido la ayuda de ningún cómplice. En el juicio, Pepe lleva su propia defensa hasta una posición casi absurda. Este relato del juicio es, para mí, uno de los mejores pasajes del libro, y tiene una amplia significación: pese a ser condenado a cuatro años de trabajos forzados, Pepe termina dejando en ridículo al juez. Primero, en un sagaz desplazamiento de categoría gramatical, el Juez pasa a ser una simple voz o unos ropajes de color negro, y el narrador se refiere a Su Señoría con el pronombre neutro “It”. Aunque es evidente que Pepe no pudo haber cometido todas las fechorías él solo, el Juez le condena por su negativa a aceptar la autoridad de la religión cristiana que el poder colonial le impone. Al terminar el juicio, el Juez se da de bruces contra el piso y queda en evidencia: “El Vestido Negro se pone en pie. Nos ponemos en pie y esperamos a que Eso deje el trono. Por los peldaños viene bajando Eso. De repente Eso tropieza y cae de rodillas, y se le cae la peluca de la cabeza. Pelo negro humano. El Vestido Negro es humano después de todo, desnudo sin su peluca de poder. Se me queda mirando, agarra la peluca, se la pone y sale corriendo por la puerta, con mi sonrisa persiguiéndole.” (p. 132, mi traducción)

El libro lo completan los cuentos ‘A Resurrection’, un dramático relato sobre un joven que se niega a cumplir con la tradición cultural local que le obliga a matar a quien ha seducido a su hermana, ‘Declaration of Independence’, una narración de misterio, en la que un pequeño funcionario samoano es muerto de un disparo en la cabeza por su esposa en el momento de salir de la ducha, ‘The Cross of Soot’, que tiene como protagonista a un niño que vive en las inmediaciones de la infame prisión de Tafaigata, en las afueras de Apia, y ‘The Coming of the Whiteman’, un relato que sigue la triste vida de Peilua, que regresó a Apia desde Nueva Zelanda después de fracasar – según dicen los rumores – en sus estudios allí, y termina siendo el blanco del escarnio de los vecinos cuando le roban sus ropas de palagi.

Lava
“…’Este mundo que la gente cree querer tanto es solamente cierto en las películas porque la gente hace películas, ¿me entiendes?’, me dice Tagata. Yo niego con la cabeza. ‘Bueno, pues déjame que te lo explique de esta manera’, prosigue.  ‘¿Has visto los campos de lava de Savaii?’ Vuelvo a negar con la cabeza. ‘Hace dos años fui allí con algunos amigos. Atraviesas la selva durante millas y millas, y tantos pueblecitos donde la gente ha arruinado la belleza, y luego … Y luego ahí está eso. Uno tiene la sensación de que por fin estás justo ahí, ¿me entiendes? Como si estás ahí donde se encuentra la paz, donde todos los pequeños lugares sucios, las mentiras y monumentos a nosotros mismos que construimos no significan nada porque la lava no puede ser otra cosa que lava. ¿Me entiendes?’ Se para un instante y me mira. ‘La lava se extiende por millas hasta entrar en el mar. No hay otra cosa. Solamente un silencio negro, puede que como la luna. ¿Te acuerdas de esa película que viste con nosotros hace unos años? Pues se parece a eso, como la superficie de la luna en esa película. Una inundación de lava por todas partes. Pero en algunos sitios ves plantitas que crecen en las grietas de la lava, como historias divertidas que se abren camino en tu mente rocosa. ¿Me entiendes? Tuve la sensación de que llevo buscando eso toda mi desgraciada vida. Chico, por una vez me hizo ver las cosas tan claras. Que ser un enano o un gigante o un santo no significa nada.’ A Tagata le brillan mucho los ojos. ‘Que todos somos iguales en el silencio, en la nada, en la lava. No quería marcharme de los campos de lava, pero…pero es que uno no puede quedarse allí por siempre, porque se morirá de sed y de hambre si se queda. No hay agua, ni comida, solamente lava. Todo es lava.’” (p.132, mi traducción)
Campos de lava en Savaii. Fotografía de www.traveladventures.org

Wendt acierta plenamente en su mordaz crítica del sistema colonial, cuyas escuelas e iglesias son las dos aristas de un freno cultural y moral insoslayable. Casi sesenta años después, Samoa, un país que visito con cierta regularidad, continúa en gran medida anclada en la penuria y la ignorancia, frenada por la corrupción; es una sociedad donde las iglesias cristianas de todas las denominaciones abusan de la extracción de los magros recursos financieros de unos habitantes inmersos en un ciclo de pobreza del cual es muy difícil salir.

16 nov 2015

Reseña: Merciless Gods, de Christos Tsiolkas

Christos Tsiolkas, Merciless Gods (Crows Nest: Allen & Unwin, 2014). 323 páginas.

En una reseña de Tsiolkas que logré publicar hace ya años (digo logré, porque a los pocos meses su petulante editor me mandó a la porra, y con muy malos modos) en una revista de cuyo nombre me acuerdo, pero el cual no pienso molestarme en reproducir aquí, terminaba mi opinión con el siguiente párrafo: “El lector que busque una novela de prosa elegante, cuidada y florida, que no indague en The Slap, pues no la encontrará. Encontrará en cambio un relato fascinante de lenguaje crudo y directo, con múltiples opciones y perspectivas, ante el que cabe esperar cualquier respuesta lectora, excepto la indiferencia. Y precisamente de eso Tsiolkas puede asumir todo el mérito.”

Lo que dije entonces de The Slap es igual de válido para las narraciones de este primer volumen de cuentos de Christos Tsiolkas, que abarcan prácticamente dos décadas. Si hay algo que distingue al escritor greco-australiano radicado en Melbourne es su capacidad para sobresaltar (si no asustar) al lector acomodaticio. Para muestra, este inolvidable botón con el que comienza ‘The Hair of the Dog’, el tercero de los cuentos de Merciless Gods: “Mi madre es más conocida por hacerles una mamada a Pete Best y a Paul McCartney en los baños del Star Club de Hamburgo una noche a principios de la década de los 60. Ella decía que el pene de Best era más grueso, el más grande de los dos, pero que el de McCartney era el más bonito. – La polla de Paul era elegante, – le gustaba decir. Sé también que había escupido el semen de ambos hombres en un pañuelito, y que ninguno de los dos había mirado al otro mientras ella los atendía por turnos. Después, había compartido un cigarrillo con Paul.” (p. 67, mi traducción)

A la mayoría de los protagonistas de las narraciones en este singular volumen les sucede algo que va a trastocar su entendimiento del mundo de arriba abajo. El trasfondo es siempre australiano, aunque algunas de ellas tengan lugar en otros lugares: ‘Tourists’, por ejemplo, sitúa a una pareja de turistas australianos bastante desorientados en Nueva York. El hombre, Bill, descubre con vergüenza que en la Gran Manzana no deja de ser un pueblerino. Cuando acuden a un museo a ver una exposición de Edward Hopper, el portero les trata con una pizca de condescendencia. Al alejarse de la entrada, Bill le sisea un comentario a Trina (“What a stuck-up black cunt”) que naturalmente le asquea a ella y a una pareja de ancianos que se encontraban también delante de la puerta del ascensor. Enojadísima, se separa de él durante el resto del día. Será una autorrevelación, íntima, hiriente, pero muy propia, que Bill nunca olvidará.

Como era el caso de The Slap, estas narraciones hurgan en las debilidades y en las heridas abiertas de la sociedad australiana, heridas profundas que no afloran a simple vista para el visitante que no sepa dónde mirar o buscar los puntos conflictivos: racismo, homofobia, violencia, abuso del alcohol y de sustancias estupefacientes, la historia de desposesión de los pueblos indígenas y su perpetua exclusión en los márgenes de la sociedad, religión y nacionalismo extremo.

Sin recurrir a un discurso abiertamente teorizante, Tsiolkas hace en sus cuentos uso de la narración en primera persona para plasmar una visión cruda del mundo: turistas, exiliados, presidiarios, padres y madres, drogadictos, camioneros, parejas homosexuales (tanto gay como lesbianas), chaperos y hasta un fundamentalista bisexual. Estos son los narradores de Tsiolkas.

Sus temas son obviamente muy políticos. Lo interesante, lo que hace de Tsiolkas un narrador tan singular, es la combinación de violencia y sexo, la contraposición de dos comportamientos humanos que con frecuencia – y por desgracia, me apresuro a añadir – van juntos. El autor nos invita (nos reta más bien) a ser testigos de un feroz ataque al sistema sociopolítico imperante por medio de dos facetas del lenguaje: lo inadmisible (el tabú) y lo obsceno (el exabrupto). En el relato titulado ‘Genetic Material’, un hombre de edad madura rememora un día de su niñez en la playa cuando le propinó a su padre, a quien adoraba como a un dios, un puñetazo. Ahora, de visita en la residencia de la tercera edad donde está internado su padre, quien padece demencia, cuida de él, lavándolo cuando sufre incontinencia. Mientras lo limpia con una esponja, a su padre le sobreviene una erección y fantasea con que hay una mujer que está acariciándolo. El hijo masturba a su anciano padre hasta que éste se corre. Después va a lavarse las manos, pero antes se lleva el dedo a la boca y prueba el semen de su padre. “Me lo llevo a la boca. Tengo sabor a mi padre. Mi padre tiene sabor a mí.” (p. 144, mi traducción)

Podría realmente destacar cualquiera de los relatos de Merciless Gods, pero el primero, que da título al libro, merece un comentario aparte. Un sábado noche en una casa de Melbourne un grupo de amigos, que en su mayoría han alcanzado ya el éxito profesional, se han reunido para cenar y pasar una velada juntos. Tras la cena y la ingesta de alcohol y algunas drogas deciden jugar. El juego consiste en contar una historia a partir de una palabra (“venganza”) que sacan de un sombrero. A medida que avanza la noche las confesiones se vuelven más serias y las tensiones crecen. Cuando le corresponde contar una historia a Vince, éste narra un episodio de su niñez en el que fue ridiculizado, y después cómo durante un viaje por Turquía unos cuantos años antes, en compañía de otro turista de origen kurdo, llevó a cabo su venganza. Cuando llegan al este del país, Vince describe cómo se vio envuelto en un incidente en el que un jovenzuelo le robó el dinero. La naturaleza de la venganza es aparentemente tan brutal y tan atroz que tanto los anfitriones como los invitados (uno de los cuales es el narrador) quedan sometidos a un durísimo examen moral que los dejará a unos derramando lágrimas y a otros encolerizados. Para ese grupo de amigos será “la última cena”.

Merciless Gods [Los dioses inmisericordes] lo completan ‘Petals’ (escrito inicialmente en griego y traducido por el propio Tsiolkas al inglés), ‘Hung Phat!’, ‘Saturn Return’, ‘Jessica Lange in Frances’ (un extraordinario relato de violencia sexual), ‘The Disco at the End of Communism’, ‘Sticks, Stones’, ‘Civil War’, ‘The T-shirt with a Fist on it’ y una serie de tres relatos con el título ‘Porn’ pero con temática muy diferente. Es uno de los mejores volúmenes de cuentos que he leído en los últimos años, y ciertamente como lector no me parece que ninguno de ellos sobre. Ojalá se publique en castellano, o en català. Pura dinamita.

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