Daniel Alarcón, At Night We Walk in Circles (Londres: Fourth Estate, 2013). 374 páginas.
El realismo
mágico se encontraba en un estado moribundo ya antes de la muerte de Bolaño. En
una época en que la emigración ha difuminado las fronteras lingüísticas hasta
prácticamente hacerlas invisibles, un narrador de origen peruano y criado en
los Estados Unidos, Daniel Alarcón, diluye aún más esas fronteras al escribir en lengua inglesa una
novela de temática inapelablemente latinoamericana. La pobreza, la violencia en
las calles, el régimen brutal imperante en las prisiones, el narcotráfico, la
represión policial y militar, la corrupción política, aun ese idealismo zurdo
que el presidente uruguayo Mujica recientemente calificaba de infantil: son
todos aspectos de la vida en Latinoamérica a los que Alarcón hace referencia
directa o indirectamente en At Night We
Walk in Circles.
En las primeras
páginas de la novela me llamó la atención la presencia de un narrador que es
más espectador que protagonista. Hay un yo que se declara participante al final
del primer capítulo – y lo hace de forma sorprendente, por medio de un
“nosotros”. Pero desde un principio nos advierte además de que su irrupción en
la historia es muy tardía y en cierto modo impropia, de manera que su presencia
no es ni por asomo abusiva.
At Night We Walk in Circles cuenta en realidad dos historias, la de
Henry Núñez, actor y dramaturgo que en los años 80 formó una compañía teatral
llamada Diciembre, desde la cual producía representaciones de carácter
subversivo, que bien pronto llaman la atención de las autoridades. Es la época
de lo que Alarcón (o el narrador de la novela) denominan la “guerra” – los
terribles años de la guerrilla de Sendero Luminoso. Una noche, ya con el teatro
vacío, Henry es arrestado. Unos días después es acusado de un delito de
“terrorismo”.
La otra historia es
la de Nelson, otro actor mucho más joven que se une en marzo de 2001 a Núñez y
su amigo Patalarga tras hacer una audición. El reformado Diciembre sale de gira
por la cordillera andina, visitando remotos pueblos donde imperan un ritmo de
vida y una cultura tan diferentes de los de la capital. La obra que van a
representar es la misma que le costó a Núñez la libertad unos quince años antes:
El Presidente idiota.
Si bien Alarcón
nunca menciona a su Perú natal (Alarcón creció en los Estados Unidos), no cabe
ninguna duda de que At Night We Walk in
Circles se sitúa en el país andino. La cárcel donde Núñez cumple condena es
muy posiblemente la infame Lurigancho.
La trama lleva al
lector al pasado, a los orígenes de Diciembre y a las penalidades que Henry
sufre en la cárcel, donde sobrevive gracias a la ayuda de Rogelio, de quien se
hace amante. Henry pasa de haber sido dramaturgo prestigioso en una época de convulsión
social y política a ejercer en 2001como profesor de ciencias en una escuela secundaria,
divorciado y un tanto amargado. Alarcón dedica muchas páginas a las
interacciones entre los actores en los ensayos de una obra extremadamente
crítica con el poder político institucional. Se contrapone al engreimiento y altanería
de Henry el entusiasmo y admiración de Nelson por el líder de Diciembre.
Casi al final de
la gira, Henry decide de pronto cambiar el itinerario para acudir a visitar el
pueblo natal de Rogelio, y presentarse a su familia, quienes piensan que está todavía
vivo. En realidad, Rogelio había muerto en la cárcel poco después de que Henry cumpliera
su pena, una víctima más de la salvaje represión policial y militar en medio de
la “guerra”. Es ese pueblo (también el pueblo natal del narrador, quien
solamente se refiere a él por la letra inicial, T) en el que la trama sufre un sorpresivo
giro que supone el fin de la gira teatral y la separación de Nelson de sus dos compañeros
de escenario. Una pelea con el hermano de Rogelio, Jaime – un personaje
siniestro y cruel que había ocultado la muerte de Rogelio a sus padres – lleva
a los intérpretes a escenificar una disculpa ante la madre y la hermana de
Rogelio. Inexplicablemente – es un decir, pues no quisiera revelar demasiado
del argumento de la novela – Nelson queda preso en T, representando un papel
que jamás hubiera considerado.
Alarcón maneja
con destreza el tempo narrativo: es precisamente el hecho de que haya un
narrador que va cobrando mayor protagonismo conforme avanza la novela – finalmente
se identifica como periodista de una revista de la capital – lo que permite ir
revelando detalles a su antojo. El suspense es solamente un aliciente añadido a
la atmósfera de malos augurios y oscuros presentimientos que crea Alarcón.
El desenlace es
explosivo: cuando un Nelson hambriento, cansado y desorientado regresa a la
capital, su destino ha dejado de estar en sus manos. Sus intentos por convencer
a su exnovia Ixta de que vuelva con él y criar juntos al bebé que ella lleva en
sus entrañas (Nelson sospecha que el bebé es suyo) son sueños inasibles e
inalcanzables. La tragedia está servida, y solamente se necesitan aditamentos
como el azar y el alcohol para que la sangre, por así decirlo, llegue al río.
Con numerosos, complejos
personajes bien desarrollados y un estudiado ritmo narrativo, At Night We Walk in Circles resulta ser
una excelente novela, pese a que Alarcón decide no profundizar en algunos
aspectos narrativos secundarios que dejan interrogantes en el aire: por ejemplo,
¿hasta qué punto se insinúa que Nelson pudiera ser bisexual, como Henry?
La novela la ha
publicado ya en castellano Seix Barral (en traducción de Jorge Cornejo) bajo el
título de De noche andamos en círculos.
Recomiendo, para quien quiera contrastar otras opiniones, esta
reseña de Santi Fernández Patón en Hermano
Cerdo.