David Mitchell, The Bone Clocks (Londres: Sceptre, 2014). 595 páginas.
- ¿Qué queremos?
- ¡Ficción bien escrita y que
entretenga!
- ¿Cuándo la queremos?
- ¡Ya!
Esta es la primera
novela de David Mitchell que leo. Cercana a las 600 páginas y con una trama
enrevesada pero totalmente seductiva, The
Bone Clocks no defrauda como lectura, a pesar del hecho de que posee patentes
defectos. Quizás sea por el excelente sentido del humor de su autor, quizás por
su cuidada prosa y un manejo exquisito de los tempos narrativos, quizás por su
imaginación, desbordante y deslumbrante. Sea por lo que sea, la última novela
de Mitchell entretiene, está muy bien escrita y deleita. Aunque, repito, no sea
perfecta.
El comienzo es más
bien engañoso: en 1984, Holly Sykes, una quinceañera en el seno de una familia
irlandesa propietaria de un pub en Gravesend, en la terrible Inglaterra de la
baronesa Thatcher, tiene una pelea con su madre, una de esas peleas que hacen
época, y que termina con un soberbio sopapo en su mejilla propinado por su
madre. ¿Nada nuevo bajo el sol? Treinta años después un guantazo de ese calibre
puede terminar en los juzgados, si la (persona) abofeteada recibe el
asesoramiento de un sagaz abogado… El caso es que Holly escapa de casa para
darles una lección a sus padres. Al llegar al piso de su novio de buena mañana lo
encuentra durmiendo (con la que, hasta ese preciso momento, era su mejor amiga)
en vez de haberse ido al trabajo. A Holly no parece quedarle otra opción que
darse a la fuga de verdad y buscar trabajo en una granja de fresas. En un principio
lo hace con la ayuda de Ed Brubeck, compañero de clase, pero tras la primera
noche sigue sola. En su vagabundeo conoce a una extraña mujer que está pescando
junto al Támesis y que le solicita asilo. Holly, que unos años antes había
recibido tratamiento porque oía voces, sufre un desvanecimiento después. Estos
son los primeros indicios que apuntan a una trama paralela y paranormal Al día
siguiente aparece de nuevo Ed Brubeck, quien la busca para avisarla de que su
hermano Jacko (un muchacho extraño, que por las noches escucha emisoras de
radio en otros idiomas) ha desaparecido.
Esa es solamente la
primera de las seis partes de The Bone
Clocks. Tratar de resumir el resto sería ocioso, y además supongo que solamente
conseguiría que dejaras de leer esta reseña (si es que todavía la estás
leyendo). Digamos pues que si la primera parte se desarrolla en la Gran Bretaña
thatcheriana de los 80, la última nos lleva a un enclave irlandés llamado Sheep’s
Head, en Cork, en la década de los 2040, en una distopía no tan improbable, en
la que el cambio climático y peak oil
han sumido a la humanidad en una nueva edad media, con una Europa gobernada (es
un decir) por un abstracto ente de tintes orwellianos, llamado Estabilidad.
El faro de Rottnest Island, también conocida como Wadjemup en la lengua indígena Noongar. I did not have to dismount my bike, unlike Crispin! |
Entre medio, Mitchell
nos lleva a Cambridge y a una estación de esquí alpino en Suiza en la década de
los 90, al Iraq post-2001, tras la ocupación en la segunda guerra del Golfo.
Una década después acompañamos al enfant
terrible de las letras inglesas, Crispin Hershey, a la Isla Rottnest enfrente
de Perth (Australia Occidental), al Festival Hay en Cartagena de Indias y a los
llanos volcánicos islandeses; en la quinta parte de la novela, unos años más
adelante, ya en la década de los años 20 (que se siente ya tan próxima, ¿no?)
la acción nos lleva a Manhattan y a una especie de dimensión metafísica en la
que los “atemporales” campan a sus anchas.
¿Cuál es el hilo
conductor de todo este amasijo de escenarios reales e irreales, de momentos
históricos y fantásticos? Podría decirse que es la quinceañera Holly Sykes,
pero esa sería solamente una parte de la historia. Más bien, lo que maneja
Mitchell es un argumento paralelo o secundario que pertenece al género de la
ciencia-ficción: es la guerra a muerte (en el sentido absoluto del término) entre
los Horólogos y los Anacoretas. Los primeros son los buenos de la película, y
se han hecho acreedores al don de la inmortalidad; su espíritu, por razones
desconocidas, puede renacer en un cuerpo diferente después de su muerte natural,
y algunos de ellos llevan ‘viviendo’ varios cientos de años. Sus enemigos, los
Anacoretas (que son más malos que la tiña) han conseguido posponer repetidamente
su mortalidad trasegando en beneficio propio las almas de jovencísimas víctimas,
propicias gracias a su total ingenuidad; son esos meros mortales como tú o como
yo, a quienes los Anacoretas llaman ‘relojes de hueso’.
Sí, es verdad lo que
dicen muchos críticos: The Bone Clocks
tiene algunos defectos, pero ninguno de ellos resulta intolerable. Es verdad
que los personajes – tanto los Anacoretas como los Horólogos – parecen todos
expresarse de manera bastante similar. Las seis secciones están narradas en
primera persona (Holly Sykes; Hugo Lamb; Ed Brubeck; Crispin Hershey; Marinus;
y finalmente, una ya anciana Holly Sykes). El paso de una narración realista a
un relato fantástico con visos de ciencia-ficción puede parecer incongruente;
sin embargo, personalmente me ha resultado divertido. Es decir: ¿Por qué
obsesionarse con torpezas relativas a un peculiar amasijo de los aspectos más canónicos
de la novela cuando lo que tienes entre manos no solo te está entreteniendo
sino que te resulta intrigante? ¿Qué tiene de malo esta idiosincrática mezcla
de géneros cuando uno disfruta sobremanera, y se descubre enganchado a las
vicisitudes de personajes como Brubeck o Hershey, o a las tribulaciones de la
misma Holly Sykes en un inventivo escenario de futurismo distópico que, bien
considerado, no parece tan improbable?
Léela, y si después de
hacerlo te parece rematadamente mala, vienes y me lo dices sin rodeos. The Bone Clocks estuvo en la lista final
de novelas candidatas al Premio Man Booker. Su presencia entre los finalistas
me parece plenamente justificada.
Añadido el 12 de abril de 2016. La semana pasada se publicó en el sello Random House la versión en castellano, Relojes de Hueso, en traducción de Laura Salas Rodríguez.
Añadido el 12 de abril de 2016. La semana pasada se publicó en el sello Random House la versión en castellano, Relojes de Hueso, en traducción de Laura Salas Rodríguez.