Steve Erickson, Our Ecstatic Days (Nueva York: Simon & Schuster, 2005). 317 páginas.
Algo muy inusual le sucede al lector al llegar a la página 83 de Our Ecstatic Days. De pronto, el texto
rompe los márgenes y las convenciones y sigue una línea horizontal, sobre
aproximadamente los tres cuartos de página, de forma autónoma y aparentemente
independiente del resto de la novela.
Crack! Snap! Aquí se ha roto el hilo narrativo. ¡Buena suerte, lector! |
Lo que el autor nos propone son por tanto dos textos paralelos. Como
lector, puedes escoger leer esa línea tan porfiada y seguirla hasta la página
315, donde esa opción de lectura vuelve a confluir (de una manera ciertamente
elegante, me atrevo a calificarla incluso de hermosa) con el grueso de la
narración, y luego retomar el libro donde lo dejaste (es un decir). O puedes
seguir tratando de leer el libro de una forma que podríamos llamar
convencional, para luego retroceder hasta la página 83 y seguir esa extraña senda
paralela.
Se trata pues de un experimento narrativo, muy apropiado para un libro
extraño, difícil sin ser opaco, en el cual se dan también otros caprichos
tipográficos (el texto se estrecha o se expande sobre el papel hasta adoptar
extrañas formas), cuya motivación no me quedó nada clara.
En 2004, una mujer llamada Kristin acaba de ser madre por vez primera. Ha
regresado de Tokio a Los Ángeles con su hijo Kirk (¡forma abreviada de
Kierkegaard!). Un día se abre en el centro de la ciudad un agujero, y de él
empieza a manar agua, que con el tiempo forma un enorme lago que sumerge gran
parte del valle de Los Ángeles bajo el agua. Las investigaciones geológicas
iniciadas por las autoridades no dan resultado alguno, y con el tiempo, todo el
mundo se desentiende y se acostumbra al agua.
Imagínatela sumergida bajo un lago. Fotografía procedente de Wikicommons. |
La narración da varios saltos en el tiempo, y de 2004 pasamos a 2009, a 2017 y 2018, y el tiempo narrativo parece expandirse hasta finales del presente siglo, en un relato extraño y fragmentado, en un tono a caballo entre lo lirico y lo onírico, ubicado en un escenario de mundo distópico y cuasi-apocalíptico, en el que parece haber un enfrentamiento constante entre un gobierno cuya ideología no queda identificada y unas guerrillas rebeldes.
En el primer periodo de la secuencia narrativa, Kristin, hastiada de la
situación de caos que amenaza a su hijo, toma una góndola y se adentra en las
aguas del lago. Se sumerge para buscar el origen del agua que está haciendo
zozobrar la normalidad de las vidas de todo el mundo. Cuando regresa a la
góndola, Kirk ya no está. En su retina hay una imagen poco fiable de un niño
que está siendo llevado en volandas por búhos ¿Se trata de Kirk? ¿Ha vivido un
mal sueño o una realidad insoportable?
Pasados unos años, Kristin se ha transformado en Lulu Blu, ganándose los
cuartos sometiendo a hombres de mucho poder y dinero a sesiones de dominio
masoquista. El gentío de Los Ángeles venera en las orillas a una Santa Kristina
del Lago, una mujer que, desnuda y desesperada, navegaba las aguas del lago
buscando a un hijo desaparecido o muerto.
Especialmente sugestiva en la primera parte del libro es la serie de cartas
que llegan al antiguo hotel donde vive Kristin, dirigidas a otra mujer llamada
Kristin, y cuyo autor parece ser el joven que se enfrentó a los tanques en la
Plaza de Tiananmen. En la siguiente sección, ese hombre (de nombre Wang) ha
pasado a ser el lider político-militar de un movimiento de resistencia.
¿Resistencia contra qué? ¿Realmente es necesario saberlo?
Con cada progresión temporal, el escenario es cada vez más sombrío. Lulu
Blu y su hija adoptada, Brontë (que ha heredado el negocio de Dominatriz Mayor
de la Ciudad) huyen del Lago Zero tras engañar a un millonario. En su huida en tren llegan a un pueblo perdido en medio
de algún lugar (¿Nevada?¿Arizona?) castigado
permanentemente por brutales tormentas eléctricas. Quedan atrapadas en el único
hotel del lugar, rodeadas de huraños personajes y sumidas en el laberinto de
tener muchas preguntas sin recibir ninguna respuesta. Cuando la mesera india da
a luz a un niño y se marcha del lugar, Lulu Blu/Kristin y Brontë deciden
regresar a Los Ángeles.
Our Ecstatic Days no es una lectura fácil, pero a mi entender, recompensa al lector que hace
un esfuerzo. Puede que sea un excelente representante de la vertiente Finnegans
que Vila-Matas propugna en el libro que leí inmediatamente antes que éste, Chet Baker piensa en su arte. Por otra parte,
algunos de los temas que trata Erickson son muy relevantes: el dolor por la
pérdida de un hijo, o la desesperanza ante el caos que nos parece prometer esta
época tan espectacularmente vir(tu)al
donde la realidad es falsa y la falsedad es verdad.
¡Al agua patos! De
cabeza al lago, y sin flotador, gracias.