Enrique Vila-Matas, Chet Baker piensa en su arte (Barcelona, Debolsillo, 2011). 350 páginas.
Leo con religiosa
fidelidad las columnas que escribe Enrique Vila-Matas para El País, pero no porque sean especialmente reveladoras. Más bien
porque siempre entreteje una sutil ironía entre las líneas de dichas columnas,
y porque logran dejarme un buen gusto de boca frente a lo que suele ser un
cartel de acompañamiento tedioso, cuando no totalmente estéril. Y es ahora
cuando leo por vez primera estos relatos selectos del autor barcelonés, quien,
por cierto, se ha labrado una buena reputación fuera de España, algo que dice
mucho en favor de sus traductores.
El éxito, sea
allende los Pirineos o más allá del charco, suele por regla general despertar
más envidias que ser causante de reconocimientos entre el establishment
literario hispano. Fenómeno que, por otra parte, se extiende a otros campos.
Pero me estoy yendo por los cerros de Úbeda, así que mejor volvamos al libro de
Vila-Matas.
Chet Baker piensa en su arte lo componen relatos en su mayoría cortos,
ingeniosos y divertidos la mayoría de ellos. Solamente dos, el que da título al
libro y ‘El hijo del columpio’ superan las 40 páginas. Las obsesiones temáticas
del autor están presentes en muchos de ellos. La brutal demolición de los
límites que separan realidad y ficción es el tema central de relatos como ‘Una
casa para siempre’ o ‘El arte de desaparecer’, por mencionar dos estupendos
ejemplos. ‘El efecto de un cuento’, el segundo del volumen, indaga en la
cuestión de si el poder que ejerce la ficción sobre el lector no será, al fin y
al cabo, una ficción misma.
Otro de los
relatos que destacan es ‘Me dicen que diga quién soy’, un juego de falsos
espejos entre un narrador que interpela a un pintor que viaja a bordo de un
barco que se dirige a un ficticio país llamado Babákua. El pintor es conocido
por sus retratos de los habitantes de ese país, el cual no ha visitado nunca.
Si me apuran,
diría que el borrado de los límites entre lo que se supone ficción y lo que
creemos realidad es un tema presente de manera explícita o implícita en todos
los relatos de este volumen. ‘Porque ella no me lo pidió’ es un magistral juego
entre ficción y realidad, al que Vila-Matas le añade jugosísimos elementos
metaliterarios.
Pero son dos los
relatos que, a mi entender, sobresalen por encima de todos. El primero es ‘El
hijo del columpio’, un relato narrado en primera persona por un tipo mezquino y
sin escrúpulos, hijo de empresario y heredero en espera de una gran fortuna.
Cuando un día recibe la invitación de un empleado de muy bajo rango que está a
punto de jubilarse, se lo toma a mofa. Pero su padre le insiste que debe acudir
junto con su esposa (que parece ser una especie de alcohólica dominatrix). El empleado es conocido en
las oficinas y almacenes de la empresa como Hong Kong, a fuerza de haber
contado repetidísimas veces la misma historia de cuando estaba en Melilla
haciendo el servicio militar, y cómo se hizo pasar por loco (para librarse de
la mili) repitiendo una y otra vez la frase “Todos conocemos Hong Kong”.
¡Todos conocemos Hong Kong! Pero, ¿sabemos lo que allí nos espera? |
Finalmente, el heredero y su esposa acuden al humilde hogar de Hong Kong y su esposa, bien pertrechados de alcohol, pese a que resulta que sus anfitriones no beben. La velada deriva en una sorprendente revelación que deja completamente trastabillado y confuso al hijo del empresario, a quien, después de haber contado algunos chistes malos en el trabajo, sus compañeros han comenzado a llamarle también Hong Kong. Es un relato que aborda de manera magistral el tema de los secretos vitales y lo importante que puede ser su revelación.
El otro relato a
destacar es el que da nombre al libro. Vila-Matas lo llama “ficción crítica”, y
en verdad que es en buena medida un hibrido entre ensayo literario y relato, de
cuya versión más convencional tiene apenas unos pocos elementos. En un hotel de
la ciudad italiana de Turín un escritor-crítico-traductor quiere poner por
escrito sus obsesivas ideas en torno a la pregunta del millón de dólares: la
cuestión de si sería posible hacer confluir lo que él llama las dos vertientes
disociadas de la novela. Por un lado, la vertiente Finnegans (la literatura
opaca, difícil que representa Joyce con su última obra) y la vertiente Hire,
que viene a designar lo convencionalmente narrativo, con su planteamiento, nudo
y desenlace, en homenaje al personaje Monsieur Hire, de la novela Les Fiançailles de M. Hire, de Georges
Simenon.
La cosa tiene pinta de irse por la vertiente Finnegans, más que nada, porque sospecho que habrá Guinness... Fotografía de Kippelboy |
Un relato plagado
de referencias intertextuales, de saludos y reverencias a autores muertos y
vivos, un ficticio ensayo crítico en el que ante todo destaca el
autor-narrador, quien tras hacer acto de presencia decide evadirse, desaparecer
y dejarnos la gran interrogante, sin una respuesta claramente dilucidada. O quizás
pudiéramos hallar una posible respuesta contraponiendo lo que nos propone como
lectores esta ficción crítica a la innovadora y sugerente invitación que
constituye otro de los relatos, el ya mencionado ‘Porque ella no me lo pidió’.
Sea como fuere, para mí leer a Vila-Matas es un verdadero disfrute, pues acepto
por lo general tanto la vertiente difícil y vanguardista como la más convencional
y tradicionalista. La cuestión es, en definitiva, leer.
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