Tim Winton, The Boy Behind the Curtain (Australia: Penguin, 2016). 299 páginas.
Una mañana de verano (rondaría yo los 14 años de edad) iba en bicicleta a
hacerle un pequeño recado a mi madre cuando pasé al lado de un grupo de chicos
conocidos (con los que mi pandilla de amigos habíamos tenido nuestros más y
nuestros menos). Uno de ellos llevaba un rifle de perdigones. Bajaba yo
tranquilamente la cuesta cuando un perdigón me impactó en la espalda. Desde ese
día he odiado las armas. Todas y cada una de ellas.
En el relato autobiográfico que da título a esta colección de ensayos y
variados retazos personales del escritor natural de Perth, Winton cuenta cómo
durante meses aprovechó las ausencias de sus padres en casa para apostarse en
la ventana, armado de un viejo rifle de calibre 22 que había en la casa, y
escondido tras la cortina, apuntaba a los transeúntes con él. “Cuando pienso en
el muchacho que estaba en la ventana, en el chico que yo era, siento un
persistente escalofrío. Por aquel entonces solo tenía una oscurísima noción de
los problemas que me estaba buscando. No me imaginaba ni por un momento ser uno
de esos desprevenidos transeúntes o conductores, qué habría sentido si al
levantar la vista hubiera visto a un pistolero que me apuntaba con un arma.
Nunca me había apuntado nadie con un arma.” (p. 6, mi traducción) El chico que
me disparó no se ocultaba tras una cortina, sino en el grupo tribal en el que
los cobardes suelen esconderse. Quise romperle la escopeta en la cabeza, pero
no lo hice.
En este volumen se recogen la mayoría de los artículos y ensayos que Winton
ha publicado en diversas revistas y medios en los últimos quince años. La
lectura del conjunto nos da una visión muy completa de quién es Tim Winton el
escritor, el padre de familia, el surfista, el ecologista comprometido, el
observador de la sociedad australiana y la clase política que la rige y la
engaña.
Es una colección variopinta, pues los temas que trata son muchos y, en
algunos casos, en cierto modo inconexos. Desde el papel que juegan las armas de
fuego en la Australia del siglo XXI hasta la absurda y mezquina persecución que
sufren los tiburones en las playas australianas, pasando por la influencia de
la religión en su formación personal o dos episodios (ambos relacionados con
motos) de su infancia que más le marcaron: por un lado, el accidente que sufrió
su padre, oficial de policía, y por otro, otro accidente distinto, que
presenció con su padre una noche, unos cuantos años después, cuando volvían de
una tarde de pesca.
Hay también escritos de carácter esencialmente político, como ‘Using the
C-Word’, en el que desmorona con sencillez y conocimiento el mito de que no existen
las clases sociales en Australia. Son tremendamente reveladores los ensayos en
los que revela su significativa participación en la campaña para salvar los
arrecifes de Ningaloo, ‘The Battle for Ningaloo Reef’ (Winton donó el dinero
del premio Miles Franklin que ganó con Dirt
Music para sostenerla), y ‘Lighting Out’, un relato autobiográfico y
metaliterario en el que explica por qué y cómo decidió rescribir esa misma
novela y reducirla desde las casi 1200 páginas del manuscrito que se negó a
enviar a la editorial a menos de la mitad. Qué pena que después Destino la
arruinara al publicarla en castellano.
Escrita en su acostumbrado lenguaje coloquial, la prosa de Winton posee un
singular tono que combina el lirismo con la sencillez y la candidez y que a
ratos suena a poesía íntima, bastas confesiones sin refinar, pero quizás por
ello más redondas por lo que consiguen comunicar. Tanto en el agua como en la
tierra Winton es un maestro de la descripción, capturando en imágenes
brevemente expresadas el momento, el lugar, la esencia.
Otro de los ensayos en esta recopilación ofrece una curiosísima anécdota
sobre la visión del clásico de Kubrick (basada en el libro de A.C. Clarke), 2001: Una odisea del espacio, cuando
tenía ocho años, y la duradera influencia que ha tenido en su personalidad y en
su escritura. Como con el resto de la ouvre de Winton, me parece difícil que vaya a ver la luz en
castellano, o en catalán, lo cual es una lástima. A ver si hay algún editor que se anima.