21 may 2016

Reseña: The Book of Night Women, de Marlon James

Marlon James, The Book of Night Women (Nueva York: Riverhead Books, 2009). 427 páginas.
Los hay que a estas alturas de la historia de la humanidad todavía insisten en la idea de que las potencias occidentales portaron la “civilización” a las gentes de otras tierras. Es ya horroroso y vomitivo de por sí pensar en la esclavitud de otros seres humanos como negocio; pero incluso mayores arcadas me produce la constatación de que los esclavistas sometieron a esas personas, a las que consideraban de su propiedad tal si fuesen animales, a vejaciones y torturas innombrables.

Jamaica, los albores del siglo XIX. En una plantación del este de la isla nace una niña. La madre muere en el parto; el padre de la criatura es el “capataz” Jack Wilkins. La niña es una hermosa mulata de ojos verdes, y recibe el nombre de Lilith en una plantación donde a los esclavos les ponen nombres de mitos griegos: Atlas, Gorgón, Ifigenia, Homero, Andrómeda, etc. ¿Refinamiento intelectual? Para nada. El destino vital de la recién nacida no será otro que la esclavitud.

¿Trabajar como animales? Algunos animales recibían mucho mejor trato. 
Muerta su madre, a Lilith la ponen bajo el cuidado de una esclava, Circe, a la que le han dado cierta manga ancha al permitirle vivir sola en una cabaña. Hay también una figura paterna, Tántalo, otro viejo esclavo medio loco, al que nadie parece hacerle caso. Su relativamente apacible niñez se ve totalmente trastocada tan pronto crece y se hace moza: uno de los johnny jumpers (esclavos con licencia para castigar a otros esclavos) de la plantación intenta violarla en la choza donde vive. Lilith le hace frente y, tras una pelea, lo mata.

Normalmente eso supondría un terrible castigo e incluso la muerte, pero a Lilith decide protegerla la jefa de cocinas, Homero, que decide darle refugio en la despensa del sótano hasta que se calme la situación.

Marlon James, un magnífico escritor que estaba esta semana de visita en Australia. Not just a cool dude! Fotografía de Larry D. Moore
Pese a su juventud, la joven mulata pronto se labra entre las demás esclavas de la casa una reputación de dureza y resiliencia. Sus ojos verdes también le prueban que ella es diferente, y que tiene derecho a verse como mejor que las otras mujeres con las que trabaja. Con el paso de los meses recibe mayores responsabilidades, pero un accidente mientras sirve la comida en una fiesta le significa un brutal castigo, ordenado por el nuevo capataz irlandés, Robert Quinn.

Las peripecias por las que atraviesa Lilith la llevarán a servir en otra hacienda cercana. Es un cambio de lugar, pero las condiciones son tan denigrantes como en Montpelier, donde había nacido. Puesta al servicio de unos amos brutales y abusivos, Lilith no dudará en defenderse de ellos, incluso matándolos. Para fortuna suya, los esclavistas blancos no descubren su autoría del crimen y el incendio que destruye la casa, y Lilith regresa a Montpelier.

 "Aquellos no ser patíbulos normales. Los fraguan de la ira del mismo Massa Humphrey. Aquiles ver el patíbulo cuando lo ponen en el suelo y grita e intenta correr, pero cae de rodillas. Ya tiene el pie izquierdo roto de antes. Los cuatro hombres suben al esclavo a tirones. el patíbulo construido como una jaula con un aro de fierro arriba para colgar de una cuerda, dos placas de fierro en los lados y una delante que hacen la jaula de la forma de un hombre. Luego soldadas unas barras que dan la vuelta, cuatro, para amarrar bien al esclavo negro," (p. 417-8, mi traducción). Un patíbulo de la época en el Museo de los Piratas de Nassau, Bahamas.- Fotografía de BrokenSphere
The Book of Night Women ofrece un detallado dibujo de la brutal sociedad del esclavismo de esos siglos, centrado especialmente en las mujeres esclavas. Son unas mujeres marcadas (literalmente) por las torturas, las violaciones, los maltratos y humillaciones a que se ven sometidas desde la más tierna infancia, y todo ello por el color de su piel y por su sexo. Homero, ultrajada y traumatizada por sus dueños, planea una revuelta con un grupo de esclavas afines. Espera que Lilith se una a ellas porque reconoce en ella unas cualidades que servirían para los fines que el grupo persigue. A la insurrección se sumarán todos los esclavos de la isla, dicen las mujeres que se celebran sus secretas reuniones nocturnas en una cueva.

Al igual que en su primera novela, John Crow’s Devil, Marlon James no se ahorra detalle alguno al narrar la violencia que rezuma la sociedad del esclavismo. Es una novela sobre la barbarie sobre la que se construyeron los imperios coloniales, pero sus personajes también nos muestran su lado humano. La misma Lilith es vanidosa, torpe y obstinada, y aun así sabe descubrir la amistad y la lealtad en los demás. Pero The Book of Night Women es además una excelente historia de un amor imposible, un romance condenado a su destrucción por su inherente imposibilidad.

El mayor acierto de James, entre los muchos que encierra esta estupenda novela, es la elección de la voz narradora, cuya identidad solamente se nos revela en la última página. Una mujer que cuenta una terrible historia, sin tomar partido por uno u otro bando, pero sin escatimar detalles de actos brutales, que ponen en tela de juicio la supuesta educación de los que se consideraban a sí mismos civilizados y civilizadores. La escritura refleja el registro menos refinado del habla popular de los esclavos, en el que, por ejemplo, los pronombres personales de caso sujeto se usan como posesivos. Es por eso una voz muy auténtica, que al lector le resulta fidedigna y creíble.

Las divisiones tácitas, las fronteras invisibles que se dan entre los mismos esclavos (y especialmente entre esclavos y esclavas) establecen un significativo contraste ante las líneas divisorias firmemente marcadas entre amos y esclavos.

Tuvieron que pasar muchos años antes de que se pusiera fin a esta barbarie tan "civilizadora". Freeing a Slave from the Slave Stick, Jamaica, ca.1875

Este es un libro indispensable para comprender lo casi incomprensible, una parte inhumana de la historia, y al mismo tiempo una ficción admirable en su construcción y en su lenguaje. The Book of Night Women recibió el Dayton Literary Peace Prize de 2010.

12 may 2016

Reseña: I Am No One, de Patrick Flanery

Patrick Flanery, I Am No One (Londres: Atlantic Books, 2016). 336 páginas.

“No somos nadie”, dice esa socorrida expresión que con cara compungida suele soltarse en funerales y entierros. En el caso del Profesor Jeremy O’Keefe, ya quisiera él ser nadie… para la agencia o agencias de inteligencia que por alguna razón que desconoce le han seguido la pista (lo que es un eufemismo en este caso) desde que decidió marcharse de los Estados Unidos y establecerse en Oxford poco después de septiembre de 2001, tras un agrio divorcio y un fracaso profesional del que prefiere no hablar.

It was boring in 1986 when I visited. Betcha it remains so. Fotografía de Doc Searls.
Esta tercera novela de Patrick Flanery (hasta ahora solamente he leído la segunda, Fallen Land, que ya reseñé aquí en septiembre de 2013, y la cual no dejo de seguir recomendando encarecidamente) ofrece un comienzo de lo más intrigante que he leído en mucho tiempo: O’Keefe se presenta en una cafetería donde ha quedado con una de sus estudiantes de posgrado para hablar; transcurre el tiempo y se da cuenta de que la chica no va a venir, y un joven cliente de la cafetería le aborda y le hace preguntas sobre la chica que no ha acudido a la cita. Apenas una hora después, ya en su apartamento del campus, encuentra en su ordenador un email que él no recuerda haber escrito, según el cual había cancelado la cita con su discípula, que le había respondido.

En los siguientes días, el cincuentón académico empieza a recibir cajas que contienen folios impresos con las direcciones de los sitios web que ha estado visitando en los últimos diez años y de los números de teléfono que ha marcado o de los que ha recibido alguna llamada en ese mismo periodo. Sería como para echarse a temblar, ¿no?

¿Quién le vigila, y por qué? Desde su punto de vista, él no es nadie de importancia. Pero es evidente que alguien poderoso está al tanto de todos los detalles de su vida, incluidas sus pequeñas indiscreciones en Oxford. ¿Qué quieren de él? Al fin y al cabo, Jeremy es un tipo más bien retraído, con un interés académico muy específico por la historia de la Stasi (qué sutil ironía: un ejemplo perfecto de especialistas en la vigilancia total del individuo) y, de vuelta en su Nueva York natal, se siente todavía un poco fuera de sitio, solo, extraviado.

La novela está narrada en primera persona, y se presenta como una suerte de testamento o confesión por parte del historiador, que había logrado la doble nacionalidad (estadounidense y británico) mientras estaba en Oxford.

A medida que progresa el relato de O’Keefe, vemos cómo su situación empeora: descubre que hay un hombre apostado enfrente de su apartamento; el joven de la cafetería se hace omnipresente, y aparece hasta en las fiestas del día de Acción de Gracias y de Navidad que da su hija, una adinerada propietaria de una galería de arte del centro de Nueva York. Cuando se va un fin de semana a su casa de Rhinebeck, el mismo joven vuelve a aparecer en circunstancias más que sospechosas (¿Cuántas coincidencias son posibles en un lugar como Rhinebeck?); en la casa, desaparece su teléfono, y al poco rato lo encuentra en el interior del frigorífico, con un mensaje escrito en la pantalla, pero no enviado: “Los teléfonos escuchan”.

 El centro de Rhinebeck. Suena un teléfono... mejor no contestar, Jeremy. Fotografía de Daniel Case.
Flanery va esparciendo los hechos más comprometedores y significativos de la vida de O’Keefe a lo largo de los capítulos de la novela, de manera que el lector va haciéndose una idea más exacta de quién es Jeremy. ¿Es su conexión con una estudiante egipcia procedente de una pudiente familia en Oxford la que le ha metido en este embrollo que le está literalmente volviendo loco? ¿Es posible que el hermano de esa estudiante, Fadia, sea la causa última de que el Profesor O’Keefe esté en la mira de las agencias de inteligencia?

Como en Fallen Land, Flanery maneja los hilos argumentales con astucia y buen hacer. I Am No One no es, estrictamente hablando, un thriller a la vieja usanza. Cierto es que desde prácticamente la primera página el misterio te atrapa, y uno no deja de preguntarse qué es lo que realmente le está sucediendo a O’Keefe. Pero el hecho de que la historia esté contada en primera persona lo convierte en un narrador que no es 100% fiable.

They're warching YOU, too. No lo olvides.
Fotografía de Nikolaos S. Karastathis, mayo de 2006.
Quizá lo más significativo e inquietante de este nuevo libro de Flanery sea que describe un escenario demasiado verosímil, demasiado actual y presente en nuestras vidas. Dice por boca de O’Keeefe:
“Es horrible ponerse a imaginar que lo que parece un delirio paranoico pudiera ser cualquier cosa excepto eso, que sospechar que a uno lo están siguiendo y vigilando y manipulando es, de hecho, el colmo de la cordura, quizás la definición misma de la cordura en el mundo actual. Lo que es de locos es suponer que llevamos vidas privadas, o que la vida privada sea aún una posibilidad, y eso es no solo cierto para los que vivimos nuestra condena en el mundo desarrollado, sino para cualquiera en cualquier sitio, excepto quizás para los que se esconden bajo tierra, pues los satélites que hemos puesto en el espacio, y las aeronaves, tripuladas y no tripuladas, que patrullan el espacio aéreo por encima de nosotros, nos miran fijamente, y producen imágenes minuciosamente detalladas de todas nuestras vidas, observándonos, o quizás se podría decir que simplemente nos estamos observando a nosotros mismos, o al menos que los gobiernos a los que les permitimos seguir en el poder nos están observando en nuestro propio nombre, así como las corporaciones que también lo hacen por cuenta propia, aun cuando insisten en el servicio público que dicen facilitar, el cual utilizamos, con frecuencia de forma gratuita, sin que gastemos nada para poder mirar imágenes de satélite del patio trasero de nuestros vecinos y las terrazas de los tejados o vistas a nivel de calle de los ventanales y puertas de su fachada, intercambiando este acceso gratuito a todo el conocimiento del mundo por la grabación, por parte de esas corporaciones, de los hábitos de nuestra actividad, y haciéndonos vulnerables no solo a la captación de esos datos y su potencial monetización, es decir, a su venta otras entidades que recojan sus propias clases de datos sobre nosotros, sino también a ser bombardeados con publicidad que, por mucho que podamos luchar contra ella, inserta sus mensajes en la profundidad de nuestro pensamiento, influyéndonos de una u otra forma… (p. 116, mi traducción).
Visto lo visto, a partir de ahora habrá que saludar hacia arriba, al satélite de servicio discrecional, al salir de casa. Nos están viendo, nos están mirando. Y mucho cuidadito con lo que decimos por teléfono. Todo se escucha, todo se graba, todo se sabe. Pero, ¿por qué hemos elegido a estos políticos tan nauseabundamente furtivos a la hora de tomar decisiones en torno a la privacidad de sus ciudadanos?

4 may 2016

Reseña: Island Home, de Tim Winton

Tim Winton, Island Home: a landscape memoir (Melbourne: Hamish Hamilton, 2015). 239 páginas.
Hace poco más de dos semanas, mientras, pertrechado de mi iPod mini y escuchando (como un buen poddy) a Phillip Adams, recorría el madrileño Parque del Retiro en un fresco paseo matinal, se clavaron mis ojos en los altísimos y hermosos eucaliptos que tienen por residencia la villa y corte. Por la cabeza me pasó un germen de cuento, que posiblemente nunca me anime a escribir: el relato de un australiano en Madrid, que se sintiese tan nostálgico por su tierra que recorriera cada día el Parque del Retiro, deteniéndose ante los árboles que mejor caracterizan Australia, y susurrándoles mensajes cifrados.

El eucalipto ha sido, en cierto modo, una especie de venganza de la isla-continente respecto al resto del mundo: tal como las especies invasoras (especialmente europeas) radican ahora en tierras australianas, el eucalipto se ha adaptado y extendido con facilidad a esos nuevos suelos. Hace un par de años pude comprobar cómo crecen en las laderas de Gallipoli, en lugares donde no debieran hacerlo. En lugares como Galicia, el eucalipto ha hecho más daño que otra cosa.

¿Por qué quiere la gente subir a esta roca si es terreno sagrado para los habitantes de la zona? Fotografía de Weyf.
Uno de los temas recurrentes en este libro de Tim Winton es el daño que la explotación económica de la tierra inflige a los ecosistemas australianos. Concebido como una autobiografía, el libro repasa la vida de este idiosincrático autor australiano en primera persona, a modo de diario. Abundan también los capítulos de tono ensayístico, en los que Winton reflexiona sobre los temas más variopintos, entre ellos las características de su prosa, sus influencias literarias y las razones por las que buena parte de la elite académica australiana lo han relegado a un rincón en el que Winton parece sentirse más que cómodo.

Island Home – título que Winton toma prestado de la canción de Neil Murray – es por una parte un compendio de episodios autobiográficos que van desde la niñez hasta el año pasado, y a los une un singular hilo geográfico: los paisajes australianos, en especial los de su nativa Australia Occidental, que representa casi dos tercios de la superficie del país. Winton admite cómo torturaba animales e insectos cuando era un niño (¿quién no lo hizo?), y por ello resulta más interesante si cabe su evolución personal, hasta convertirse en figura emblemática (aunque algo reacia) del movimiento medioambientalista.

Warumpi Band, 'My Island Home'

Winton ha viajado por prácticamente toda Australia Occidental, y se ha zambullido en casi todas las aguas que bañan sus costas. Conoce perfectamente sus paisajes, que como ya se ha dicho, vienen a ser un personaje siempre presente en sus novelas y le definen como escritor. La tierra es su inspiración, su motivación, el aliento que le da vida como escritor y como ser humano: “…el genio de la cultura indígena es incuestionable, pero incluso este queda eclipsado por la escala y la insistencia de la tierra que la inspiró. La geografía los supera a todos. Su lógica lo apuntala todo. Y después de siglos de asentamiento europeo, persiste, pues ningún logro post-invasión, ninguna ciudad ni ningún monumento sobresaliente pueden competir con la grandeza de la tierra. Y no te pienses que ésta es una noción romántica. Todo lo que hacemos en este país está todavía dominado y respaldado por el fogoso tumulto de la naturaleza. Una casa de la ópera, un puente de hierro, una torre con una cúpula dorada: estas son maravillas creativas, pero en tanto que estructuras, parecen bastante endebles frente al paisaje en el que se hallan. Piensa en la masa aviesa y el rostro siempre cambiante de Uluru. ¿Lograrán alguna vez los arquitectos que la piedra esté así de viva? Piensa en la desconcertante escala y complejidad de Purnululu, también llamada la cordillera Bungle Bungles. Es como una megaciudad críptica, forjada por ingenieros ciegos de peyote. Es improbable que los seres humanos fabriquen alguna vez algo tan hermoso e intricado.” (p. 17, mi traducción)

Purnululu: Una críptica megaciudad forjada por ingenieros ciegos de peyote. ¿La naturaleza también se drogaba? Fotografía de Brian W. Schaller  
Los mensajes de Winton en este libro son intensos y elocuentes, pero mientras la política australiana siga estando dominada por la codicia, el egoísmo y esa extraña, aunque muy extendida noción, de que todos y cada uno de los australianos tienen el derecho de verse como más ‘especiales’ que los demás, el mensaje caerá en saco roto. En un artículo de opinión titulado ‘Asylum-seekers: Australians all, let’s hang our heads in shame’, que aparece hoy en The Canberra Times, el exdiplomático Bruce Haigh lo dice sin rodeos. No se muerde la lengua:
“Australia es un país enfermo, principalmente porque se ha convertido en un país muy egoísta y egocéntrico. Se ha extendido la idea de que todo nos corresponde, y ciertamente es una idea que alientan y fomentan la clase dirigente y los políticos. Porque, claro está, todo gira en torno a nosotros, es decir, a los anglo-cristianos blancos que componen el grueso de la clase dirigente australiana. […]Australia está administrando un gulag, un campo de concentración. La Historia será despiadada en su condena de todos los que son responsables. […]
Esta es la cuestión: para proteger nuestros privilegios, nuestros gobiernos prohibieron el libre flujo de la información desde los centros de detención y sobre todas las operaciones fronterizas de costas afuera. Han amenazado con la cárcel a médicos y enfermeros que hagan denuncias. Este abuso de la libertad de expresión nada tiene que ver con la protección de nuestros derechos. Únicamente tiene que ver con la protección de las fortunas y los privilegios.La política para con los solicitantes de asilo es una versión fea y renovada de la vieja política de la “Australia Blanca”. Con una excepción: si tienes dinero, a Australia le importa un carajo cuál es tu raza. El dinero es la llave para que te admitan. No el hecho de que estés huyendo para salvar la vida, para lograr la libertad o salvar las vidas de los miembros de tu familia. Sí: somos ya un país corrupto, corrupto moral, ética y económicamente.” (mi traducción)
Como dicen los castizos: ¡ZAS en toda la boca!

Señor Turnbull: esto no lo hacen ustedes en mi nombre, ni en nombre de mis hijos. No quiero más rebajas de impuestos. No las necesito. Quiero decencia para este país. Quiero dignidad. Quiero poder mirarles a mis hijos a los ojos y decirles que este país, su país, es un país decente. Porque ahora no lo es. Quiero que cuando canten el himno en la asamblea de la escuela puedan sentirse orgullosos de lo que cantan. Así, no. ¡Basta de ruindad!

Mr Turnbull: you lot are not doing this in my name or on behalf of my sons. I do not want any more tax cuts. I don’t need them. I want decency for this country. I want dignity. I want to be able to look my sons in the eye and tell them that this country, their country, is a decent one. Because right now, it isn’t one. When they sing the national anthem at the school assembly, I want them to be able to feel proud of the lyrics. Not like this. Enough meanness!


Añadido el 5/01/2017: el video explicativo/promocional de Island Home en youtube.

30 abr 2016

Reseña: El origen de la tristeza, de Pablo Ramos

Pablo Ramos, El origen de la tristeza (Barcelona: Malpaso, 2014). 168 páginas.
Tres episodios en la vida de un muchacho, Gabriel, que ronda los doce años y vive en las afueras del gran Buenos Aires, allí “donde el terraplén del ferrocarril Roca se eleva separándolo de las torres Güemes. Y muere bien abajo: contra el arroyo Sarandí, […] y del otro lado los primeros ranchos de la enorme villa Mariel” (p. 65), componen esta nouvelle del argentino Pablo Ramos. Es el barrio del Viaducto, que hace frontera con las villas, ese territorio bastante comprometido donde la ley no termina de imponer su autoridad.

Como para darse un baño, vamos. El arroyo Sarandí. Fotografía tomada de villacorina.blogspot.com
Gabriel, o Gavilán, como le llaman sus amigos, es uno de “los Pibes [que] parábamos en la esquina de Magán y Rivadavia”. Quién no se ha pasado miles de horas en esa esquina que se constituye como centro del universo de la temprana adolescencia, escenario de trifulcas, desafíos y discusiones bizantinas, paradero de unos jóvenes que ni tienen otro lugar dónde acudir ni cuentan con los recursos para mejorar la oferta de entretención fuera del horario escolar. Todos tuvimos alguna esquina.

En el primer capítulo, ‘El regalo’, Gabriel acompaña a su amigo Rolando al cementerio para aprender de este hombre alcoholizado cómo manejar el ‘negocio’ del cuidado de tumbas y mausoleos. Su primera excursión nocturna termina bastante mal. Tras otra visita al cementerio y otro incidente, a Rolando lo apresan y Gabriel tendrá que esconderse durante algún tiempo, pero consigue un pequeño botín, algo que tiene pensado en regalarle a su mamá por su cumpleaños y que desgraciadamente le dejará un malísimo recuerdo.

La segunda parte lleva por título ‘El incendio del arroyo’. La pandilla de los Pibes escapa del barrio cuando el arroyo, una corriente de pura podredumbre y polución tóxica, se prende. Aprovechando el desbarajuste que trae la presencia de bomberos y policía, los Pibes invaden una especie de bodega ilegal donde un tipo vende vino. Tras beberse unas cuantas botellas, hacen acopio de damajuanas llenas y emprenden el regreso al barrio cuando ya es noche cerrada. El periplo de retorno está lleno de peripecias y anécdotas, incluida la pérdida del vino, pero el desenlace final es también desesperanzador.

El capítulo final, ‘El estaño de los peces’, es también un relato de amargura. La sempiterna crisis económica argentina se lleva por delante el taller del padre de Gabriel. Sin un sostén económico, la familia se quiebra, y Gabriel lleva a cabo una acción cruel y absurda que es en realidad una reacción muy instintiva, hasta cierto punto lógica cuando a un joven le quitan todo lo que podría haberle proporcionado unos visos de la esquiva felicidad.

El mayor acierto de El origen de la tristeza es la voz clara y segura del joven narrador. Con la narración autobiográfica de Gabriel, Ramos construye un personaje que es más que verosímil: se hace de carne y hueso ante nuestros ojos, nos permite acompañarle por el cementerio o mientras vadea el arroyo fétido, elimina toda posible distancia entre sus vivencias y nosotros, y nos expresa sus sentimientos con humor ácido. El libro rezuma amargura: los problemas de la sociedad porteña (en realidad los problemas de cualquier comunidad que vive en las periferias de las grandes urbes globales, al borde de un bienestar que se puede ver, pero nunca disfrutar) quedan expuestos a través de los ojos de este Gavilán de doce años, que busca su escapismo en el vino dulzón y barato y en la masturbación. De Gabriel no se puede decir que pierde la inocencia, puesto que eso es algo que en realidad nunca ha llegado a poseer verdaderamente.

Destacar también la excelente edición de Malpaso, a pesar de alguna errata, que siempre se las arreglan para meterse. El origen de la tristeza ha sido llevada también al cine, y puede verse este tráiler en Youtube.


23 abr 2016

Reseña: Messages from Chaos, de Susan Johnson

Susan Johnson, Messages from Chaos (Artarmon: Harper & Row, 1987). 163 páginas.
¿Por qué, en el día de su veintinueve cumpleaños, en la conservadora Brisbane de los años 80, Anna Lawrence se ha encerrado en su casa, en la que normalmente vive sola? Hoy, sin embargo, tiene con ella al pequeño Adam, el hijo del hombre al que se ha entregado en cuerpo y espíritu desde que tuvo, por así decirlo, uso de razón.

Esta corta novela data de 1987, pero no deja de tener actualidad. Para empezar, algo que me sorprendió muy gratamente en una obra literaria de la década de los 80, una narradora que se declara poco fiable en la primera oración de su narración en primera persona: “Si hubiera de ser honesta, que no lo soy, podría revelar que desde siempre me he considerado especial. Siempre imaginé que mi vida sería, de algún modo, altamente sofisticada; que me ocurriría algo que me señalaría como diferente, separada de ese mundo del montón, el de las cuatro semanas anuales de vacaciones y las sempiternas esperanzas de ganar la Loto.” (p. 1, mi traducción)

Con el trasfondo de la liberación feminista del siglo pasado – en gran medida, una asignatura todavía no superada por la sociedad occidental – Messages from Chaos está construida como una narración de tipo confesional. Anna Lawrence cuenta su propia historia, en cierto modo una Bildungsroman de dificultades y conflictos, algunos de ellos meramente internos. Hay también algunos pasajes escritos en tercera persona, que añaden una cierta distancia y equilibrio.

Brisbane. Fotografía de Troy Keith.
Atractiva es asimismo la estructura narrativa, que alterna entre el pasado de Anna y el presente, encerrada en su casa con Adam. Naturalmente, se producen huecos que, antes que causar perplejidad, ayudan al lector a crearse una mejor idea de la caracterización de los personajes.

La muchacha de 19 años que fue Anna Lawrence se enamora de Jimmy West, hombre casado, muy seguro de sí mismo. Un verdadero don Juan, un conquistador irreprimible que dicta los términos de las muchas relaciones que irá manteniendo a lo largo de los años en los que forma parte de la vida de Anna. Esta vive siempre con la secreta esperanza de que algún día ella sea la elegida, la que consiga el botín, el premio de una vida “normal” con Jimmy.

Cuando ocurre el previsible embarazo, Jimmy se niega a hacerse cargo y, más o menos, la obliga a abortar. Estos son quizás los momentos más duros para Anna, que no sabe ver la indiferencia, la insensibilidad que definen a West. Transcurridos unos meses, Anna toma la decisión de marcharse de Australia. Jimmy no quiere renunciar a ella, pero tampoco consigue disuadirla. En Grecia, Anna podrá encontrar refugio y vivir una vida enriquecedora para su espíritu, entablando una profunda amistad con otra Anna.

Las cartas de Jimmy se vuelven cada vez más esporádicas y ridículas. Pero cuando su mujer, Ros, se queda embarazada, Jimmy le escribe varias cartas a Anna, y con la última de ellas la convence para regresar a Brisbane:
“Ros ha tenido un niño. Quiere llamarlo Adam, que supongo que es un poco mejor que Trent, o Nathan, y solo ligeramente peor que Alexander, o Joshua. ¿Y por qué no Cliff, o Percy, o Norm? A la clase media le gusta marcar a sus hijos temprano, ¿no? […] El parto fue asqueroso, Ros dijo ‘A la mierda con el parto natural, denme drogas’. Intenté que me las dieran a mí también, pero nadie lo permitió. Esto ha terminado de confirmar todos mis prejuicios contra los bebés, estoy intentando convencer a Ros de que se lo dé a alguna pareja ambiciosa que no tenga niños de un barrio bien. ¿Cuándo piensas venir a casa a librarme de todo esto? Estoy rodeado de mujeres lactantes, nunca más podré mirar una teta sin pensar en la puta leche. Te extraño, Anna. ¿Piensas en mí a veces?” (p. 134, mi traducción)
Anna regresará finalmente a Brisbane. ¿Conseguirá que Jimmy la reconozca como objeto de sus deseos y renuncie al egoísmo y la cicatería que lo han caracterizado durante una década? ¿O volverá Jimmy a las andadas, relegándola al papel de amante segundona a la que dedicar días fijos de la semana?

Con un desenlace sorprendente, Messages from Chaos resulta ser una excelente primera novela de una autora australiana que nunca ha alcanzado la fama que probablemente merecería. Más sorprendente es, sin embargo, que nadie se haya decidido a llevarla al cine: con este excelente texto y unos personajes muy bien dibujados se podría haber hecho una buena película, no me cabe ninguna duda.

16 abr 2016

Jaume Cabré's Jo confesso: A Review

Jaume Cabré, Jo confesso (Barcelona: Proa, 2009). 1,005 pages.
It is becoming increasingly rare to come across good novels that exceed the 900-page mark. And even rarer that such novels may capture the reader’s imagination to such an extent as Jaume Cabré’s Jo confesso. This is undoubtedly an ambitious work, very much within the traditionally European line of the all-encompassing novel with a profoundly intellectual substratum.

The protagonist is Adrià Ardèvol, born into an upper-class Catalan family. He is the only child of a powerful antiques dealer, Félix Ardèvol. The father, a very strict figure, is bent on forcing Adrià to learn more than ten languages before he turns 18; as if that were not enough, the violin is also one of the extracurricular subjects the young Adrià will have to learn. How about some affection instead of so much knowledge? It is not to be: Adrià’s mother appears to have little interest in him, and shows hardly any warmth.

However, in the generally busy Ardèvols’ department of his childhood, Adrià finds nooks and corners where he can hide and listen, or as Hamlet would put it, be seeing unseen. Two action-hero toys of the 50s, Sheriff Carson and Black Eagle, the great Arapahoe Chief, accompany Adrià in his adventures and offer him advice on adult situations he does not comprehend and odd explanations of words he has never heard before.

The thing is, Adrià is something of a genius. He is enrolled in an elite religious school despite not having been baptised. It might sound like a paradox, but it makes perfect sense when we learn of the murky dealings Félix Ardèvol carried out during the Second World War, obtaining highly valuable objects from fleeing Holocaust victims first, and later from ex-Nazi officers. When need is so pressing, the basest offer sometimes will do.

Modest Urgell, Paisatge. 1655
Jo confesso, however, is much more than the above. It is also a long story about the nature of human evil, to which the young Adrià will be exposed very early in his life, when his father is murdered in mysterious circumstances. When Adrià grows up, he ends up being a distinguished professor who writes many a treatise on the problem of evil and the history of Western thought, among other subjects. But Cabré not only intersperses the narrative with lucid reflections on evil – he interweaves numerous narratives within the main plot led by Adrià. He deserves recognition for the fact that the mingling narrative lines do not confuse. It is after all a literary game Cabré plays with flair, although perhaps towards the end it might be a little overdone. Personally, I would have preferred a more open ending.

But Jo confesso is first and foremost the story of a man’s life. As Adrià grows up his world becomes populated with interesting characters. There is his friendship with professional violinist and would-be novelist Bernat, with whom he will share many a confidence. And there is the love story of his relationship with Jewish French artist Sara Voltes-Epstein. When they were still in their twenties, their two mothers conspire to break them apart, for reasons unknown to Adrià. It is only towards the end of the novel that it becomes clear that all of it was attributable to his father’s murky past. It is then that the novel’s first sentences make sense: “Until last night, while walking on the wet streets of Vallcarca, I had never understood that being born into that family of mine had been an unforgivable mistake. Suddenly I understood that I had always been alone, that I had never been able to rely upon my parents or upon a God to whom to ask to find solutions, even though as I grew up I had got accustomed to depend on imprecise beliefs and various readings for the burden of my thoughts and the responsibility of my actions.” (p. 13, my translation).

Confessions: Of how a musical instrument can awaken the most revolting passions in a human being.
One might think that all these plots and subplots should already be enough to construct a novel, but there’s more. There is one more piece in this puzzle: a genuine Storioni, made from the best wood available. The musical instrument becomes the centrepiece in Cabré’s journey through the centuries. The violin illustrates the point the author wants to make: how can a beautifully crafted instrument become an object of greed, malice, ill-will and bring about the death of so many? Since evil cannot reside in immaterial objects, where can it come from other than from within humans?

The Storioni, bought illicitly by Adrià’s father at the end of the Second World War, is obscurely linked with Sara’s family. It will become the bone of contention between the lovers, and ultimately it will be Bernat who finds out what happened to the one thing owned by Adrià he would have wished to own for good.

Cabré’s narrative is anything but conventional. Adrià’s story is written in the first and the third persons simultaneously, which provides for interesting angles. The novel is, therefore, not only a confession but also a self-assessment, where impartiality can only be an aspiration rather than a matter of fact. Towards the end, Bernat brings in another narrative voice allowing Cabré to tie up a few loose ends.

Jo confesso has been a huge editorial success beyond Catalonia, with translations published in fourteen languages. The English language edition was published by Arcadia Books and translated by Mara Faye Lethem. This grand novel provides a uniquely candid view of post-war Barcelona. An enriching, recommendable book.

1 abr 2016

Reseña: On Beauty, de Susan Johnson

Susan Johnson, On Beauty (Carlton: Melbourne University Press, 2009). 91 páginas.
´Beauty is in the eye of the beholder´, dice un antiquísimo proverbio en lengua inglesa cuya traducción más convencional (‘Todo es según el cristal con que se mire’) no termina de convencerme; me parece imperfecta, en tanto que la versión en castellano deja caer la noción de belleza de la ecuación y la reemplaza con un “todo” absoluto que nada tiene que ver con lo que expresa el proverbio inglés.

Este librito de la escritora australiana Susan Johnson es un modesto y ameno ensayo sobre la belleza, entendida no solo como concepto, sino también como sentimiento humano. Digo sentimiento porque pienso que a la abstracción intelectual de la belleza no es posible llegar sin antes percibir o sentir la presencia de algo que nos es bello.

La belleza, así pues, se nos presenta de formas muy variopintas y también muy personales, como expresa muy bien el aforismo mencionado antes. Para la mayoría, la belleza se nos aparece como algo esencialmente visual, otros ven más belleza en la interpretación de una pieza musical, mientras que otros pueden percibir la belleza a través de las palabras. De lo que no cabe ninguna duda es que consideramos como “bello” algo que satisface nuestros sentidos, nuestro sentido de la proporción y el ideal de la realidad exterior.

Johnson subraya el hecho de que la belleza es una paradoja. La belleza queda “sometida con el fin de prestar un servicio, por parte de la moralidad, la religión, el arte, la política, el mito, y la mayor parte de las veces por hombres que creen poseerla.” (p. 11, mi traducción) Confiesa Susan Johnson que para ella la vida parece haber sido a veces “una larga búsqueda de la belleza” (p. 25). Puede que sea así para todos los que, en mayor o en menor medida, nos hemos involucrado personalmente en campos relacionados de alguna manera con la creación artística o sencillamente nos atrevemos a dar a conocer nuestra opinión sobre las creaciones de otros.

Naturalmente, importa mucho el medio en el que se nos presenta una creación: un castillo de fuegos artificiales visto por TV (incluso en una retransmisión en HD) ni siquiera se acerca al canon de belleza que alcanza ese mismo espectáculo visto en vivo, a metros del lugar desde donde se disparan las carcasas. Las fotografías suelen hacer justicia a los paisajes, pero ninguna puede reemplazar la sensación que estar allí presente, en el momento apropiado.

Una de los comentarios de este librito que más curiosidad me han suscitado es el que hace Susan Johnson respecto a la “obra” de los hermanos Chapman, Jake y Dinos. En particular, el tratamiento al que sometieron a los grabados de Goya, los llamados Desastres de la guerra. Dice Johnson que “si los hermanos Chapman tenían la esperanza de despertarnos de nuestro letargo al desfigurar y destrozar la obra de Goya, tuvieron éxito: quería escupirles a ambos, de una manera transgresora, y ciertamente, sin belleza alguna.” (p. 70, mi traducción) Y por lo que he podido ver, tiene toda la razón.

No comment...
Podríamos hacer una rápida prueba (la cual no probaría nada, por otra parte – ¡y menos mal!). ¿Cuántas de estas cosas que incluyo crees tú que se aproximan lo suficiente al canon de lo que consideras “bello”?

Dicen que la primavera la sangre altera, pero esta música siempre me ha parecido bella, independientemente de la estación.
La belleza de unas florecillas en el Parque Nacional de Snowy Mountains, Nueva Gales del Sur.
La belleza de la perfección en el deporte. La obra de arte del futbolista que todos soñábamos con poder ser alguna vez cuando éramos niños.
La naturaleza, cosa que sé demasiado bien, puede entrañar horror y terror. Cuando está calmada, en cambio, es la estampa misma de la belleza. Un fiordo noruego, fotografía de Erik A. Drabløs.
La belleza de una comida sencilla, sabrosa y saludable. Pescado fresco del río Mekong. Insuperable.

14 mar 2016

Reseña: Home, de Toni Morrison

Toni Morrison, Home (Londres: Chatto & Windus, 2012). 147 páginas.
A poco más de 24 horas de iniciar un viaje que me llevará a “casa” (uso el entrecomillado porque uno, tras pasarse veinte años viviendo en la otra punta de este sufriente planeta, ya no tiene nada claro qué es eso de “casa”), termino de leer esta breve novela de una escritora a la que descubrí por casualidad en los albores de la década de los 90 el día en que compré en una librería del centro de Valencia un libro titulado Beloved. Y me pregunto dónde está para mí ese lugar que llamamos “casa”.

Mucho ha llovido desde entonces, y la escritura de Morrison también ha cambiado. No lo ha hecho de manera radical, y en todo caso los temas que frecuentan sus obras siguen siendo básicamente los mismos. En el caso de Home, el trasfondo histórico es la década de los 50, en plena guerra fría y con la guerra de Corea como telón de fondo.

Un joven afroamericano, Frank Money (apellido muy útil para Morrison, pues la familia de los Money no tiene ni blanca, valga otro socorrido juego de palabras) salió del pueblucho de Georgia en el que no tenía futuro alguno en compañía de sus dos mejores amigos, Stuff y Mike, hacia Kentucky, donde recibieron entrenamiento militar para después ir a Corea. De los tres, solamente Frank ha vuelto a “casa”; tras un año de vagabundeo, víctima del síndrome de estrés post-traumático y frecuentemente metido en problemas con la policía, despierta una noche de invierno en una institución psiquiátrica en Seattle a la que no sabe cómo ha llegado. Escapa descalzo, sin dinero y sin ropaje, pero tiene la fortuna de encontrar refugio en una iglesia, en la que le acoge un clérigo (muy apropiadamente llamado John Locke), quien le dará dinero y ayuda para que pueda ponerse en camino.

El verdadero John Locke
¿Por qué ha decidido Frank ponerse en camino hacia el sur? Pues porque ha recibido una carta de una mujer llamada Sarah que le conmina a ir a Atlanta con urgencia, antes de que muera su hermana Ycidra, Cee. El viaje de Frank por la América de los años 50 es de lo más ilustrativo: el racismo segregacionista es la norma: en el tren ve a un viajero que ha sido apaleado por intentar comprar en un establecimiento para blancos, mientras que en otra ciudad es cacheado por la policía solamente por detenerse ante la vitrina de una zapatería.

Para Frank, obviamente, esto no es nada nuevo. Su primer recuerdo es la huida a pie de toda su familia de algún lugar de Texas, en el que algunos encapuchados (de esos que públicamente demuestran su apoyo a ese demagogo bufón del tupé, que quiere ser candidato a presidente de los EE.UU.) les han dado 24 horas para poner tierra de por medio.

La nouvelle está repleta de simbolismo: no es únicamente el caritativo John Locke. Son muchos los símbolos, algunos muy evidentes, otros más difíciles de descifrar o interpretar. El laurel del final de la novela es uno de los más conseguidos: un árbol fuerte, cuyas raíces oponen resistencia, pero finalmente acogen los huesos del desconocido cuyo cadáver Frank y Cee vieron enterrar en un agujero sin marcas cuando eran niños.

Toni Morrison, inmortalizada en Vitoria-Gasteiz, aunque el fresco ya haya desaparecido.
Morrison trabaja con dos narradores: una narradora omnisciente (en apariencia solamente) y la voz de Frank, que interrumpe la narración de la otra voz para mayoritariamente confirmar lo ya narrado o añadir detalles propios. Pero la prosa de Morrison en Home es menos barroca que en sus primeros libros. La indefinición que caracterizaba novelas como Beloved o The Bluest Eye queda reducida, en tanto que Morrison emplea una prosa escueta y lírica, y en la que los diálogos, cuando aparecen, son también breves. La autora parece más preocupada por transmitir imágenes que ideas, y en eso el libro se resiente. Hay hilos argumentales que quedan pendientes de resolver, como el del doctor Scott de Atlanta, que le causa las terribles lesiones a Cee que la ponen al borde de la muerte.

¿Es para Frank y Cee su casa o hogar el país en el que nacen, que los empuja a un lugar que es, según Frank, “el peor sitio del mundo”, y del que tienen que salir para intentar labrarse un futuro en el seno de una sociedad que los margina y desprecia? ¿O lo es únicamente el rincón de ese pueblo perdido en el que todavía no hay luz ni agua corriente, pero en el que sus padres construyeron una casa para ellos?

Home no se acerca a la magia y el virtuosismo narrativo de las novelas de Morrison de décadas anteriores, pero no deja de ser la obra de una de las grandes figuras de la narrativa estadounidense de nuestra época.

11 mar 2016

Reseña: Something Special, Something Rare, de VV.AA.

Varias autoras, Something Special, Something Rare (Collingwood: Black Inc., 2015). 245 páginas.

Cuando allá a finales de 2012 redacté una breve nota titulada ‘Premios feminizados’ en Hermano Cerdo, señalaba algo muy obvio: el hecho de que crear premios literarios exclusivos para autoras no iba a significar de forma automática que la literatura producida por esas autoras fuera a ser mejor (o peor) que la escrita por sus colegas masculinos. El fenómeno trataba simplemente de poner el foco (dotado de un considerable valor crematístico) en la literatura creada por mujeres.

Y así, resulta que en 2015 la editorial Black Inc., radicada en Melbourne, decide sacar un volumen recopilatorio de cuentos de autoras australianas. Lo curioso de este volumen, dejando de lado la indudable calidad de la mayoría de las narraciones que lo integran, es que la editorial lo publica a pelo: no hay ninguna introducción ni prefacio ni nada. Tampoco se menciona el nombre o nombres de la persona o personas que realizaron la selección. Una selección, por otra parte, que jugaba sobre seguro: todos los cuentos de Something Special, Something Rare ya habían sido publicados con anterioridad, algunos en revistas y otros en antologías.

Algunas de las firmas son ya autoras consagradas y han publicado libros de mucho éxito, al menos en Australia. Por ejemplo, Kate Grenville, que abre el libro con ‘Bushfire’, un afable relato de corte romántico cuya protagonista es una maestra de mediana edad en un arquetípico entorno rural australiano. O Fiona McFarlane con ‘The Movie People’, cuyos cuentos han venido apareciendo en The New Yorker a lo largo de los últimos años. Otras son menos conocidas, pero no por ello suscitan menos interés.

Otro aspecto inusual de esta valiosa colección tampoco tiene un hilo temático común. Más bien todo lo contrario. Hay que añadir asimismo que los cuentos que recopila este volumen abarcan más de una década. ‘The Intimacy of a Table’, de Delia Falconer, el ya mencionado de Grenville y ‘La Moustiquaire’ de Gillian Mears se publicaron por primera vez en 2001.

Es por supuesto bastante difícil señalar un cuento en particular que destaque en el volumen, y toda selección será naturalmente subjetiva. En todo caso, he aquí mi selección de la selección:

1) ‘Lebanon’, de Favel Parrett (cuyanovela Past the Shallows reseñé hacepoco más de tres años) es un relato muy corto, narrado en primera persona, que plasma un momento crucial en el desarrollo personal de una joven de Hobart. Podrás leer mi traducción al castellano en Hermano Cerdo muy pronto.

Favel Parrett. Fotografía tomada de www.wheelercentre.com 
2) ‘The Movie People’, de Fiona McFarlane, es un divertido relato que roza el absurdo, en el que los habitantes de un pueblito, incapaces de superar la partida del equipo y el elenco de una película, asumen en sus vidas reales los papeles de los personajes de la película en la que participaron como extras.

3) ‘A Chinese Affair’, de Isabelle Li, se centra en la doble vida de una emigrante de ascendencia china, casada con un hombre mucho mayor que ella, y la imposibilidad de mantener en secreto esa doble vida que lleva en alguna ciudad de Australia no identificada.
4) ‘Honeymoon’, de Charlotte Wood, cuenta visceralmente el cambio de actitud frente al marido y las muy íntimas sensaciones que tiene una joven recién casada durante la luna de miel.

Isabelle Li. Fotografa procedente de su propio sitio web
Y 5) ‘Flicking the Flint’, de Anna Krien, un perturbador relato en torno a un padre tiránico, una madre acobardada y un chico tímido en una escuela rural, y de cómo la amistad entre el chico y una joven maestra es aniquilada de la noche a la mañana por la intransigencia, la violencia y la ignorancia del padre.

Otros cuentos destacables son ‘The Meaning of Life’, de Mandy Sayer (de quien no había leído nada desde 1996, con The Cross); ‘Forging Friendship’, de Karen Hitchcock, una ironico relato sobre la amistad en los tiempos de Facebook, y ‘Letter to A’, de Alice Pung, una conmovedora historia sobre un joven hijo de emigrantes y las dificultades de abrirse un camino y labrarse un futuro cuando el presente no parece presentar salida alguna.


El valor intrínseco de Something Special, Something Rare estriba en la literatura recogida en esta antología. Los relatos indagan en la experiencia de personas muy diferentes, en disparejos entornos sociales y geográficos. Es una prueba fehaciente de que el estado reciente de salud de la narrativa australiana escrita por mujeres es bueno, si no excelente.

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