Son pocos los
libros sin una trama bien definida que consigan despertar mi interés, pero en
el caso de esta ‘nouvelle’ (lo pongo entre comillas porque no me queda nada
claro que lo sea) del indio Amit Chaudhuri al interés se ha ido sumando, a
medida que lo leía, el disfrute de un estilo narrativo muy peculiar.
Para quien sea tan inexperto como yo en cuestiones
relativas a la música india, me apresuro a explicar que raag es un término que designa uno de varios patrones musicales, con
una melodía y un ritmo similar, que sirven de fondo para composiciones más o
menos improvisadas, y que supuestamente se relacionan con aspectos religiosos.
Te invito a escuchar un ejemplo de raag
mientras sigues leyendo. Aunque igual te da por ponerte a meditar, o a dormir
la siesta, que a veces viene a ser lo mismo, o incluso más productivo.
En Afternoon Raag, Chaudhuri hilvana
diversas observaciones y reflexiones en torno a tres lugares, uno de ellos muy
distante y distinto de los otros dos: Bombay y Calcuta por un lado, y Oxford
por el otro. No es una historia propiamente dicha, sino una especie de
autobiografía ficticia y fragmentaria, narrada de manera un tanto errática. El
narrador salta de un lugar a otro, contando anécdotas sobre su familia en India
o sobre su estancia como estudiante en la ciudad universitaria inglesa. Los
personajes que desfilan por la obra no terminan nunca de aparecer en un primer
plano. Al contrario, hacen su entrada y salida sin alharacas.
El narrador es
deliberadamente impreciso a la hora de proporcionar detalles. Por ejemplo, nos
cuenta al principio del libro que mantuvo en Oxford una relación con dos
mujeres, Sheznah y Mandira, pero con ninguna de las dos halló algo que pudiera
ser remotamente un atisbo de felicidad. Aunque situado en Oxford, el narrador
regresa continuamente a la India, para rememorar a las personas que tuvieron
una significación especial en su niñez en Bombay, y en su adolescencia en
Calcuta. Sus evocaciones frecuentemente retornan a las tardes de música, a las
clases que su madre y él recibían de su gurú de Rajastán.
El tono narrativo
es pues predominantemente melancólico. Chaudhuri es detallista en la descripción
de ambientes, pero intencionalmente impreciso en la caracterización de los personajes.
La suya es una prosa con ribetes de lirismo que se adecua perfectamente a la
fragmentariedad en la que sumerge la narración. Dirige nuestra atención a
detalles concretos sobre los que nos invita a reflexionar: por ejemplo, los
acentos ingleses, que tanto contribuyen a encasillar a las personas en esa
parte del mundo (o en esta en la que yo vivo, donde es también un comentario habitual
en cualquier conversación que uno mantenga, como si los hablantes nativos no
tuvieran un acento).
De Afternoon Raag me ha gustado especialmente
el modo en que Chaudhuri conecta episodios de la narración con distantes anécdotas,
como en el capítulo 19, en el que al volver a Bombay durante las vacaciones lo
despierta un insistente golpeteo en la calle. La escena que ve desde la terraza
le sorprende: el camión de la basura está parado en la callejuela mientras el
jefe de la cuadrilla de recogedores de basura golpea un plato rítmicamente,
mientras las sirvientas y limpiadoras salen de los apartamentos apresurándose
con los cubos llenos. Los jovenzuelos del servicio de recogida de desperdicios,
vestidos únicamente con calzones, las miran con descaro.
Un dato curioso
sobre el autor es el hecho de que es también músico ya consagrado. Y la verdad,
no lo hace nada mal.
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