Frank Santoro, Pittsburgh (Nueva York: New York Review of Books, 2018). 224 páginas.
A quienes no hemos
nacido dotados de ella ni hemos adquirido la destreza de pintar lo que vemos, nos queda la posibilidad de mirar y gozar de las imágenes que crean otros. En
el caso de Pittsburgh, el autor cuenta una historia muy personal a través de
unos dibujos que solamente puedo calificar de intensos y altamente
idiosincráticos.
Pittsburgh es un libro deslumbrante, audaz, singular.
Santoro comienza con un breve apunte sobre sus padres divorciados. Trabajan en
el mismo hospital, pero “fingen no verse” cuando coinciden en el edificio o en
sus alrededores. Santoro se pregunta quién es, cómo fue que vino a existir como
fruto de la relación de dos personas que ahora básicamente se desconocen.
Confesiones paternales en la barra de un bar: "Si me hubiese casado con la primera chica con quien me acosté, tú serías vietnamita." |
El libro investiga
en el noviazgo de sus padres, en las circunstancias que lo rodearon. El padre
estaba en Vietnam y la abuela materna amenazó con enviar a la madre de Santoro
a California. El padre regresa a Pittsburgh con los traumas de la guerra, de
los que nunca quiso hablar con Frank. Con el paso de los años, la distancia
entre sus padres se amplía y agranda, y cuando él cumple los 18, se divorcian.
Como decía Basil Fawlty: "Don't mention the war..." En Vietnam, esa guerra se conoce como La guerra americana. |
La historia es
además un homenaje a la ciudad donde nació y vivió, y a un amigo de su niñez,
Denny, de quien dice que le “ayudó a ver a [sus] padres como personas
normales”. Los puntos de vista son múltiples, y el foco del dibujo de Santoro
cambia de página a página, guiándonos al interior de casas en las que ocurren
cosas, que quizás no son como las imaginamos.
Algunos de los
dibujos ocupan dos páginas en el libro: el efecto es sorprendente, porque el
lector ha de cambiar su perspectiva de lectura constantemente, y te obliga a
desandar lo leído y fijarte en detalles en los que no quizás no habías reparado
en una primera visita.
Incluso un olor puede motivar la creación de un dibujo. |
Cabe también
destacar la deliberada fragmentación narrativa, fácil de observar. No comprende
solamente el muy escaso texto narrativo y los diálogos que aparecen en
bocadillos o superpuestos a los dibujos. También los dibujos, que
reiteradamente aparecen unidos simplemente con cinta adhesiva, o en forma de
dibujos superpuestos o abstracciones sugeridas simplemente con líneas o gruesas
bandas de color, forman parte de esa estrategia fragmentaria.
Pocas
autobiografías pueden decir tanto con tan pocas palabras. Esta es una obra de
arte, que curiosamente se publicó primero en Francia en 2018, y que New York
Review of Books decidió sacar al mercado anglosajón este año. Aunque imagino
que su distribución será muy limitada, búscalo en las bibliotecas, lo
recomiendo.
¿Hay final más abierto que la salida de un túnel? Así concluye Pittsburgh. Una verdadera gozada. |