Clive James, Sentenced to Life (Londres: Picador, 2015). 60 páginas.
Parafraseando
lo que dice otro personaje respecto a Lady Macbeth, Clive James se morirá uno
de estos días. Como a todos, en algún momento, más pronto o más tarde. Nadie se
libra de esa condena.
El
título de este postrero libro de poemas es, obviamente, un juego de palabras,
pero es también algo más que eso: una invitación a pensar en la vida como la
inevitable condena a muerte que es. Sentenced
to Life podría traducirse en su acepción más literal por ‘Condenado de por
vida’, es decir, cadena perpetua. Pero la lectura reflexiva de estos poemas nos
podría llevar a leer que el título es una velada referencia a la vida como una condena,
una que hay que vivir. Y también morir.
Clive James. Fotografía de RubyGoes de Sydney. |
James
lleva varios años muriéndose, dicen los periódicos. Tan pronto supo que se le
acababa el tiempo, emprendió una frenética carrera productiva para poder completar
algunos de sus proyectos inacabados, como una traducción al inglés de la Divina Comedia que apareció en 2013 y
que, según las reseñas que he podido leer, es muy buena. Pero también ha estado
escribiendo poesía, el género en el que se inició como artista. Sentenced to Life es el resultado
literario de estos últimos años.
Uno de
los aspectos que más sorprenden de este libro de poemas es la envidiable
facilidad que tiene Clive James para escribir poesía rimada. Con frecuencia, la
rima puede ser una restricción brutal, que resulta en expresiones forzadas y
poco felices. Aunque hay unos cuantos poemas no rimados en este libro, la
mayoría de los poemas cuentan con rima. Algunos poemas demuestran un experto
dominio de la técnica al tiempo que denotan un entusiasmo por mantenerse en una
forma poética que es raro en la poesía contemporánea en lengua inglesa, tan
propensa a la narración inane.
James
combina con soltura el ingenio con el pathos. No busca despertar nuestra
compasión por la muerte que le acecha, pues el tono predominante en la mayoría
de estos poemas es el confesional, y es consciente de sus faltas:
“Sentenced
to life, I sleep face-up as though/ Ice-bound, lest I should cough the night
away,/ And when I walk the mile to town, I show/ The right technique for wading
through deep clay./ A sad man, sorrier than he can say.” [Condenado de por
vida, duermo boca arriba, como si estuviera atrapado en el hielo, para no pasar
la noche tosiendo, y cuando camino hasta la ciudad, demuestro tener la técnica
correcta para vadear lodos profundos. Un hombre triste, más arrepentido que lo
que pueda expresar.]
Algunos
de los poemas llevan al poeta a su Australia natal, a la que no podrá regresar
vivo. En ‘Echo Point’ la referencia son las Montañas Azules al oeste de Sydney,
pero el eco que oímos es el del espejo al que se enfrenta el poeta que sabe que
va a morir:
“I am
the echo of the man you knew./ Launched from the look-out to the other side/ Of
this blue valley, my voice calls to you/ All on its own, and more direct than
that./ My line of sweet talk you could not abide/ Came from the real man. It
will all be gone –“ [Soy el eco del hombre que conociste. Arrojado desde el
mirador al otro lado de este valle, mi voz te llama en soledad, y aun más
directa. Mi verso zalamero que no podías soportar venía del hombre auténtico.
Todo ello desaparecerá.]
Del
mismo modo que algunos de los poemas de Sentenced
to Life dejan huella, otros pueden pasar desapercibidos. La respuesta a la
poesía es siempre subjetiva y personal. ‘Japanese
Maple’, aparecido en The New Yorker,
se convirtió casi de forma instantánea en un éxito. Personalmente, en cambio,
es ‘Star System’ (que también apareció en The New Yorker) el que me ha calado muy
hondo, y del que traduzco la segunda estrofa:
Hubo un tiempo en
el que algunos de nuestros jóvenes
pisaron pesadamente
la luna y vieron el amanecer de la Tierra,
tan imponente como
el del Sol. Desde entonces los años
los han envejecido.
De vez en cuando, alguien se muere.
Es como un reloj,
para los que vimos
los cohetes rumbo
a Saturno ascendiendo como si
la humanidad
tuviera energía que quemar. La ley
es diferente para
un hombre. El tiempo es un precipicio
al que llegas en
la oscuridad. Puede que caigas
con tanta
facilidad como en un colchón de plumas,
pero es una triste
despedida. Todo te encantó.
Sueñas que podrías
guardarlo todo en la cabeza.
Mas los recuerdos,
¿dónde puedes llevártelos?
Míralos por última
vez: Se terminan contigo.
Como
yo, James no cree en la eternidad ni en la posibilidad metafísica de un alma
trascendental. Asediado por la relativa inminencia de su muerte, extenuado por
la enfermedad y el tratamiento, puede que sea un hombre decrecido físicamente
(se describe a sí mismo en varios de los poemas como “espectro, ruina, eco, animal
herido, ejército derrotado, sombra pálida, cáscara vacía”) pero es un poeta
engrandecido por su visión estoica y valerosa de nuestra insignificancia en el
universo, y el reconocimiento del valor del ser humano.