Michel Houellebecq, Submission (Nueva York: Farrar, Strauss & Giroux, 2015). 246 páginas. Traducido del francés por Lorin Stein.
Las calles de
varias ciudades australianas han visto en los últimos meses manifestaciones de
grupos nativistas radicales como Reclaim Australia cuya principal consigna es
su oposición al islam y a los inmigrantes. Por fortuna, en general, los
australianos no prestamos demasiada atención a estos loonies y seguimos con nuestras vidas en una sociedad que es
multicultural y, sobre todo, mayoritariamente pacífica.
Se ha hablado
mucho en la prensa de esta novela de Houellebecq, cuya publicación coincidió
con la matanza en la redacción de Charlie
Hebdo. Es muy posible que el novelista francés disfrute de la atención que
suscita con sus declaraciones, que suelen estar impregnadas de un tinte
reaccionario, cuando no abiertamente xenófobo. El caso es que Submission sorprende, pero no porque sea
un alegato en contra de una de las tres principales religiones monoteístas de
Occidente – que no lo es – sino por la falta de claridad de los planteamientos
ideológicos que la sustentan y, especialmente, porque si buscaba ser una sátira
distópica, no lo consigue en ningún momento.
Por lo que a mí respecta, prefiero siempre un vaso bien lleno que un micrófono. Fotografía de ActuaLitté |
El narrador
protagonista, François, es un solitario académico alcohólico que se encuentra,
valga el cliché, en la flor de la vida a sus 44 años. Su especialidad es un escritor
del siglo XIX, Joris-Karl Huysmans, de quien confieso nunca haber oído nada
antes de leer este libro. La existencia de François podría muy bien ser la de
cualquier solterón de gran ciudad europea: comidas precocinadas o de servicio a
domicilio, mucho alcohol, demasiado tabaco y poco sexo. En la Francia de la
segunda década del siglo en que nos encontramos (es decir, en poco más de un
lustro) se produce una más que improbable situación en la que un partido
islamista, llamado los Hermanos Musulmanes, consigue que sea su candidato (el
ficticio Ben Abbes) el que se enfrente al del Front National (la muy real Marine Le Pen).
En las calles hay
enfrentamientos y escaramuzas constantes, pero a François eso no parece
molestarle demasiado. No demasiado, hasta que los padres de la jovencita
estudiante de ascendencia judía a la que se estaba beneficiando de vez en
cuando, deciden que Francia es un lugar demasiado peligroso y emigran a Israel
y se llevan a la encantadora Myriam con ellos.
Y entonces gana Ben
Abbes. Y su victoria conlleva un inverosímil y a todas luces dramático reajuste
social y cultural: se instaura la ley sharia,
las universidades se islamizan y quien quiera continuar trabajando en ellas
deberá convertirse, someterse. François renuncia a cambio de una aparentemente
excelente pensión y se va de París en busca de algo que no sabe muy qué es: una
guía espiritual, sea lo que sea eso.
Entretanto,
increíblemente, resulta que Francia mejora: desciende el paro, disminuyen los
enfrentamientos violentos y prácticamente desaparece el crimen. Ante la
disyuntiva entre no ser nada o someterse a un régimen que le va a hacer la vida
muy fácil (y le va a permitir beber todo lo que quiera y tener hasta tres
esposas sabiamente escogidas por una celestina) François se abraza a la farola.
Es una pena que
una novela que tiene un comienzo muy bueno, cautivador, que suscita el interés
del lector con muchas elaboradas observaciones metaliterarias, se despeñe en el
tramo final hacia la banalidad y la vulgaridad. Lo que me resulta también
intragable es que sean muchos los críticos que adulen a Houellebecq por esta
novela, diciendo que Submission funciona
muy bien como novela de política ficción. Bollocks. A otro perro con ese hueso.
Como sátira, es un intento fallido porque por momentos nos presenta a François
como alguien por quien deberíamos sentir compasión (la muerte de sus padres,
divorciados mucho tiempo atrás, le deja más bien frío).
"Excusez-moi, ¿Have you seen my friend François?" Avenue de Choisy, in the heart of the Parisian Chinatown. Fotografía de besopha |
La novela se
sustenta en una ambigüedad deliberada (lo cual no quiere decir que esté bien
calculada) que personalmente me deja un tanto confuso: si buscaba ser una narrativa
humorística, el final no remacha en modo alguno el tema ni el desarrollo, en
buena medida desigual, del resto. A ratos lo que hace es bordear la parodia de
un personaje nihilista, cuya perspectiva es siempre cínica y desengañada. Como
novela distópica política, ya lo he dicho, no funciona, por mucho que muchos críticos
(la categoría de crítico literario al que le pagan por escribir) la aplaudan.
Otro aspecto realmente
curioso de Submission, una novela que
trata supuestamente de un imparable proceso de sometimiento de la población
francesa en general a la religión islámica, es que en realidad no hay ni un
solo personaje de cierta enjundia que sea un verdadero musulmán. La mayoría de los
que aparecen son simplemente conversos que han actuado por intereses puramente
personales. Tampoco hay una descripción de la religión musulmana que sea acorde
con la realidad: las divisiones internas del islam que en ciertas partes del
mundo están en el origen de brutales crímenes no parecen interesarle a
Houellebecq.
Para que una ficción
distópica sea verosímil, hace falta dotarla de elementos que sustenten esa
verosimilitud. Mientras que las andanadas a la línea de flotación del sistema político
y el establishment académico y cultural francés (y por ende, europeo) son muy
acertadas y rebosan humor, el conjunto lo es menos. Es muy fácil caer en la
patochada cuando no se sabe muy bien qué hacer con una idea que sobre el papel
es buena. Naturalmente, lo más lógico es caer en el non-sequitur.
La traducción al
inglés de Soumission, a cargo de
Lorin Stein, es un texto ejemplar en muchos aspectos, con una clara y acertada tendencia
a favorecer lo extranjerizante en la traducción. La pena es que esta edición de
Farrar, Strauss & Giroux en tapa dura tenga algunas erratas, algunas de
ellas de bulto, como “Acquitaine” (p. 119)
Soumission ya está disponible en castellano (Sumisión, Anagrama, traducción de Joan
Riambau) i en català (Submissió, també
en Anagrama, amb traducció a càrrec de Oriol Sánchez Vaqué).