25 jun 2016

Reseña: The Scatter Here is Too Great, de Bilal Tanweer

Bilal Tanweer, The Scatter Here is Too Great (Londres:Vintage, 2014). 203 páginas.

Un atentado con bomba en las inmediaciones de una de las principales estaciones de ferrocarriles de Karachi, Cantt Station, es el episodio central que conecta las diversas partes de esta obra del paquistaní Bilal Tanweer, en su debut como novelista. Cada una de las partes del libro está precedida por un breve prefacio en el que el autor hace referencia a un parabrisas agujereado por una bala: ”¿Has visto alguna vez un parabrisas despedazado por una bala? El agujero en el centro echa una red limpia y nítida alrededor de sí misma y se satura de diminutos cristales. Esa es la metáfora de mi mundo, de esta ciudad: rota, hermosa, y nacida de una tremenda violencia.” (página 1, mi traducción)

Karachi Cantt Train Railway Station. Fotografía de Farhan
La metáfora funciona ciertamente funciona: las diversas partes que integran The Scatter Here is Too Great vienen a ser esas largas grietas que parten del episodio fundamental, la explosión de la bomba; la dispersión que produce la detonación tiene su eco no solo en el título sino también en la dispersión del acto narrativo a través de los múltiples narradores con los que Tanweer puebla la novela.

¿Quiénes son estos personajes narradores? El primero es un niño al que sus compañeros de colegio llaman Lorito. Su relato es cautivador y te mete de lleno en el libro con sus cándidas frases, tan directas que a primera vista no delatan la profundidad que esconden. Otros narradores son un caricaturista, un adolescente que escapa durante unas pocas horas con el coche de su madre, un esbirro que trabaja para una compañía dedicada a la recuperación forzosa de coches embargados, el hermano de un conductor de ambulancia traumatizado tras la explosión de la bomba, un niño pequeño cuya hermana le cuenta historias fantásticas.

Son narradores anónimos, pero sus personajes no lo son. Pese a la dispersión de la narración, el foco de Tanweer los hace humanos en el detalle descriptivo dentro de ese cosmos urbano en el que imperan el terror, la pérdida y la pobreza, pero también hay mucho deseo y amor.

Paisaje nocturno de Karachi. Fotografía procedente de pkonweb.com 
Con todo, para mí la voz narradora más atrayente es la del escritor. Es llamativo lo mucho que Tanweer escribe sobre el acto mismo de la escritura. The Scatter Here is Too Great es en gran medida una metanarrativa audaz e innovadora. Véase este párrafo en la página 174 como ejemplo:

“Llegó un momento en mi vida en que comencé a buscar un trabajo que tuviera una rutina dura e inflexible. Me puse a buscar faenas que me ayudaran a alejarme de la escritura; un trabajo que no me dejara con el ansia de recurrir a las palabras, porque ése es el quid de la cuestión: escribir suponía para mí una tortura ineludible. No podía hacerlo, pero era la única cosa que deseaba hacer con desesperación.” (mi traducción)

Al final de esta parte del libro (la última, por cierto), el joven escritor que trabaja como subeditor de un diario de Karachi reflexiona sobre la literatura y su naturaleza ficticia e irreal, rechazando la “fabricación” (esto es, la invención narrativa) de los cuentos que su difunto padre escribía o narraba para él cuando era niño (lo que conecta con el primer capítulo), La labor periodística, pensaba él, estaría más cercana al (vano) intento de reflejar la realidad, la vida real, con precisión y exactitud. Tras visitar el hospital adonde han llevado el cadáver de su amigo Sadeq (el esbirro de la compañía que ejecuta los embargos de coches) se pone a vagabundear las calles de Karachi, y tras un encuentro con algunos extraños personajes llega a la conclusión que para muchos es la esencia de la literatura: la paradoja de que únicamente la ficción, la invención, puede otorgarnos suficiente dominio al enfrentarnos a la labor de recrear y reorganizar la realidad y hacerla asimilable, a través de la escritura. “Necesitábamos historias para poder imaginar el loco mundo en el que vivimos,” dice Tanweer en la página 196. Y también alguien que las lea. Yo recomiendo que leas este libro, y para abrir boca, te ofrezco las primeras cuatro páginas traducidas al castellano.


Pizarras
Tengo unos dientes que sobresalen, y por eso todo el mundo en la escuela me llamaba lorito, lorito. Un día le di una paliza a un chico que me llamó lorito, lorito, aunque yo no le había dicho nada a él. El chico tenía el pelo corto y castaño. Le agarré del pelo y entonces le zurré. Pero no sabía que le había dicho palabras feas, y también a su padre y su hermana. Eso pasa cuando estoy enojado. Uno de los otros chicos me contó después que usé esa palabra sobre su hermana para insultar al chico del pelo castaño, a su padre y su hermana. Dijo que yo le había llamado bhenchod. Esa no es una palabra que yo digo. No a su padre. Pero todos dicen que yo dije esa palabra. Todo el mundo no debe estar mintiendo.
La maestra le pidió a Papá que viniera a la escuela. Papá no se creía que yo conociera las palabras que la maestra decía que yo había usado cuando la insulté a ella y al chico. Ella dijo que yo la había insultado cuando estaba intentando separarme del chico. Yo había tirado de él, agarrándole del pelo, y luego me había subido encima y le había abofeteado la cara muchas veces. Como respuesta él me había arañado la cara con las uñas. De todo esto sí me acuerdo, pero no de las palabrotas.
Al principio Papá dudó de lo que decía la maestra, pero cuando otras personas también le dijeron que habían oído mis insultos, se enfadó y dejó de hablarme. Yo le pedí perdón, perdón Papá, tantas veces, pero él no quiso hablarme, ni siquiera mirarme. Entonces yo me enfadé y me puse a llorar. Y también le grité. Mi hermana y mi madre se asustaron cuando me puse a gritarle a Papá. Mi madre estaba comiendo cuando empecé a gritarle; ella dejó de masticar la comida y se quedó mirándome muy fijamente. Yo vi que ella me estaba mirando, pero solamente me daba cuenta de que estaba enfadado y que estaba llorando. No sabía lo que estaba diciendo. Mamá me pegó con el cucharón de acero por enfadarme con Papá. También por haberle gritado. Ella había comprado el cucharón en el bazar dos días antes, y estaba metido en la cacerola del curry. Cuando Mamá me pegó, el cucharón estaba caliente, y luego me pude oler el curry en la mano toda noche. Pero yo ya estaba llorando, así que la paliza que me dio no me hizo nada. Me quedaron marcas rojas en los brazos. Pero yo soy fuerte. Después, todos se callaron. Yo me quedé sentado en el sofá. Mi madre se llevó a mi hermana a un rincón y le dijo que me hiciera comer porque yo todavía no había comido. Se pensaron que yo no sabía nada de lo que decían en el rincón. Pero yo sí lo sabía. Mi hermana se acercó con la comida. Me dio de comer con las manos, y me dijo que debería pedirle perdón a Papá.
Le pedí perdón, pero en realidad no pasó nada. Él siguió muy callado. Le dijo a Mamá: ‘No sé de dónde se ha sacado esas palabras. Es tan pequeño.’Papá tenía dos empleos. Trabajaba en un despacho y escribía pequeños libros de cuentos. Decía que los escribía para chicos pequeños como yo. Yo le decía que no era un niño pequeño. Me leía todos sus cuentos. Estaban en libritos de ocho céntimos, y todos eran sobre gente valiente que luchaba contra gente mala.
En la escuela se pelea poca gente. Pero es porque nadie les llama lorito, lorito. Al poco tiempo dejé esa escuela. No solamente a causa de las peleas, sino también porque Mamá dijo que allí había un mal ambiente. Entonces Papá empezó a enseñarme. Me enseñaba todo en cuentos. Me mostró cómo todos los números eran animales, y uno tiene que observarlos hacer cosas y decir qué les ha ocurrido al final del cuento. Más quiere decir que los animales se juntan. Menos quiere decir que algunos dejan a los otros. Multiplicar y dividir ocurren cuando hay diferentes tipos de animales. Es fácil: 4 x 2 quiere decir que hay 4, 4 animales de 2 clases, como 4 ovejas y 4 vacas, y juntas son 8. Y dividir ocurre cuando tienes averiguar cuántos grupos hay de cada uno de ellos.
En la escuela tenía problemas para aprender la ortografía y las tablas. Papá me enseñó que en la mente tenemos una pizarra, y que podemos usarla para dibujar en nuestras cabezas con tizas de colores. Yo cerraba los ojos y dibujaba en la pizarra. Y siempre que quería recordar las letras de una palabra, las copiaba desde la pizarra. Después de eso, ya no me fue difícil recordar las cosas. Incluso dibujaba cosas en la pizarra cuando me iba a dormir por la noche.Yo también le enseñé a Papá a dibujar en la pizarra. Cuando volvía del despacho, le quitaba las gafas y me sentaba en su barriga y cerrábamos los ojos. Al principio Papá solamente dibujaba paisajes: una casa y un sol y seis colinas. Pero entonces yo le explicaba que teníamos una pizarra muy grande y que podíamos dibujar cualquier cosa, de cualquier color. Y entonces dibujábamos la bandera de Paquistán. Yo dibujaba banderas pequeñas, me gustaban. Papá decía que sus banderas eran grandes. Mientras dibujaba, yo a veces me olvidaba de lo que estaba dibujando y escuchaba el sonido que hacía la tiza ─ tac, taccatac, tac, tac y shhhh−hissshhh. Pero no le decía a Papá nada de eso. Sabía que no lo entendería. Solamente le decía que hiciera cosas: peces, hierba, estrellas (que eran lo más fácil), un sol de muy gran tamaño. Yo siempre hacía tres soles: un sol para la mañana, un sol para la tarde y un sol para la noche. Hiciera el paisaje que hiciera, yo le ponía un sol. Me gustaba el sol. El sol tiene luz en su interior. También me gustaban los bulbos. Los bulbos son soles. Pequeños soles. Pero me gusta el gran sol que nadie puede apagar. A veces simplemente le decía a Papá que llenara su pizarra de luz. Eso lo hacíamos con la tiza amarilla. Y entonces un día, de pronto, Papá y yo empezamos a dibujar coches y casas grandes, con grandes terrazas. Elegíamos colores diferentes para las habitaciones y los coches. Y entonces, cuando terminábamos de dibujar, nos contábamos cómo eran nuestros coches, y qué forma tenían las ventanas, todo lo que se podía ver afuera, de qué color eran los suelos de la casa. Yo siempre le contaba primero a Papá mi dibujo porque si me contaba él el suyo, yo me olvidaba del mío.




19 jun 2016

Reseña: Kartography, de Kamila Shamsie

Kamila Shamsie, Kartography (Londres: Bloomsbury, 2002). 343 páginas.
¿Cuál sería tu reacción si un día alguien te revelara algo sobre tu propia familia que tus padres te hubieran ocultado durante muchos años? ¿Y si esa información pusiera en evidencia a tu propio padre? ¿Hasta qué punto podemos (o debemos) denunciar la tacha moral de una persona que nos lo ha dado todo y a la que hemos buscado emular en nuestro progreso hacia la madurez?

Ese es, en buena parte, el dilema al que se enfrenta la joven pakistaní Raheen, la protagonista de esta novela de Shamsie. Pero no es el único. Quizás el más acuciante (al que por lo menos le dedica más páginas la autora) es el de la amistad (y mucho, pero que mucho, romance) con su primo Karim.

Narrada por una joven Raheen, ya graduada de una universidad estadounidense, la novela comienza con unos jóvenes Raheen y Karim compartiendo unas vacaciones en una gran propiedad rural de un familiar en el norte de Pakistán. La violencia latente en las calles de Karachi empuja a sus padres a alejarlos de la ciudad. Raheen trata de explicarse (y explicarnos a nosotros sus lectores) la relación con Karim a lo largo de los años, y el porqué del gravísimo deterioro de esa amistad tras la salida de Karim y su familia de Pakistán cuando apenas contaba 12 años, camino de Londres.

El centro de Karachi. Fotografía de Asjad Jamshed
El secreto del que Raheen nunca ha sido sabedora se remonta muchas décadas: concretamente a 1971, cuando Pakistán Oriental se separó del Occidental, formando el estado que hoy en día se llama Bangladesh. Los padres de Raheen y Karim rompieron sus compromisos de boda y terminaron por intercambiar sus parejas. ¿Qué es lo que les llevó a esa decisión? ¿Cómo se produjo y qué consecuencias emocionales tuvo sobre las dos mujeres con que se casaron? Lo quebradizo de esas relaciones tiene su reflejo en la fragilidad de la relación entre Raheen y Karim.

El trasfondo determinante es, por supuesto, la intransigencia moral y la fuerte intolerancia que la religión tiene sobre las relaciones entre personas de distinto sexo en Pakistán. El contraste entre la descripción de las fiestas regadas con alcohol en las que se embarcaba la generación de sus padres y del rampante puritanismo al que tiene que hacer frente en las calles de Karachi le sirve a Shamsie para abordar el tema de la represión con cierto humor. Sin embargo, la autora no explora en la misma medida la discordancia entre la clase acomodada y privilegiada a la que pertenecen Raheen y sus amigos y la mísera existencia a la que se ven abocados la mayoría de los ciudadanos de Karachi. No resulta ser suficiente la ironía con la que Raheen cuenta las lujosas celebraciones nocturnas y la vacuidad de ese pequeño sector tan privilegiado de la sociedad de Karachi, especialmente porque la propia Raheen da la impresión de sentir abundante displicencia por los múltiples problemas que aquejan a la población más humilde de la ciudad.

A caballo entre la Bildungsroman y la novela romántica, Kartography no termina, en mi opinión, de cuajar como historia. Pienso que hay algo que no cuaja en una narración centrada más en los vaivenes sentimentales de una joven que en un terrible episodio del pasado, el cual, parece decirnos Shamsie, es determinante en todas las vidas de las generaciones futuras. Kartography está a años luz de Burnt Shadows, por ejemplo, y carece del rigor narrativo del que Shamsie hizo gala en A God in Every Stone. Un pelín decepcionante para mi gusto.


10 jun 2016

Ressenya: Moments, de Subhash Jaireth

Subhash Jaireth, Moments (Glebe: Puncher & Wattmann, 2015). 171 pàgines.
Per a entendre la filosofia literària amb que Jaireth treballa en aquest recull de contes cal escoltar la seva veu, sempre afable i mesurada, al prefaci de Moments:
“En aquest recull d’onze contes segueixo l’experiment narratiu que vaig començar al llibre To Silence. Els tres monòlegs de To Silence van ser concebuts i estructurats com autobiografies fictícies de tres figures històricament reals. Els onze contes d’aquesta col·lecció tracten també de persones reals, des d’un punt de vista històric. Al contar aquestes històries he confiat en dades biogràfiques ja publicades. Tanmateix, els fets biogràfics estan entrecreuats amb elements ficticis que jo he imaginat. És la imaginació la que atorga una fibra emocional a les històries. Les considero biografies fictícies (les històries narrades en tercera persona) i autobiografies fictícies (les narrades en primera persona). I tanmateix, no cal llegir-les ni fer-les servir com biografies.”
El títol del llibre és, doncs, auto-explicatiu: són moments en les vides de person(atg)es, la majoria d’ells ben coneguts: el músic català Pau Casals, els escriptors russos Fiodor Dostoievski i la seua esposa Anna, Anton Chéjov, filòsofs com Walter Benjamin i Martin Heidegger, artistes com Henri Laurens, Georges Braque i Atsuko Tanaka, el coreògraf nord-americà Merce Cunningham, el compositor rus Alfred Schnittke o el molt conegut poeta jueu, Paul Celan. N’hi ha també de personatges imaginats, és clar. Però totes les narracions de Moments tenen en comú un element molt significatiu: les persones de les quals el conte ens permet contemplar moments de la seva vida senten una gran passió per l’art, sigui com sigui la seva expressió. Aquesta fascinació amb els efectes de la creació i l’expressió artístiques és fonamental per a Jaireth, és precisament això el que el motiva a escriure.

En lloc de acostar-nos a la persona històrica, l’autor sembla allunyar el focus d’ells, posar-n’hi una distància per a possiblement observar-los millor. Cal afegir aquí que Jaireth treballà durant molts anys com geòleg: la seva tècnica narrativa sembla de vegades la d’un observador distant, en tant que va afegint capa darrere capa, estrat damunt d’estrat. I això, em sembla, és realment important, perquè Jaireth crea una mena de contextualització mixta, força apropiada per a barrejar les emocions dels personatges, on el serè plaer de l’artista creador es contraposa a la malenconia que regna en la seva vida. Els contes permeten la incorporació dels punts de vista de personatges que, al menys en teoria, deurien ésser secundaris, potser merament tangencials.

Portrait of Leo Tolstoy (1887) by Ilya Efimovich Repin (1844-1930).
Moments és un llibre serè, el fruit de una persona serena, tal com és el seu autor. D'ocasions el llibre sembla ser a penes una remor suau, que ens porta fins a més d’una reflexió discreta però poderosa. Un exemple: “Recordar exigeix compromís. És un esforç per a no oblidar. Sempre invertim una part de nosaltres en les coses o la gent als què no volem deixar darrere. Tot el que recordem comprèn petites parts del nostre ésser emocional, de la nostra ànima. Sense sentiments, els records es tornen impotents, incapaços de resistir l’envestida del moment present, el qual reclama la nostra implicació absoluta. Potser sigui per aquesta raó que els rostres que fa un temps ens eren tan estimats es fan tan despietadament distants.” (‘The Last Smile of Graf Tolstoy’, p. 61, en traducció meva)

Si em demanessin escollir només un dels contes de Moments, possiblement em decantaria per ‘Walter Benjamin’s Pipe’. Margaret Stern, una bona amiga de la família Benjamin, arriba a Port Bou cinc anys després de la mort del filòsof jueu. Un noi del poble, Raül, l’acompanyarà en el seu recorregut, des de l’habitació de l’hotel on Walter es va suïcidar fins al cementiri i la fossa comú on reposen els seus ossos. Després de la seva visita, en lloc d’agafar el tren per a creuar la frontera, Margaret decideix fer el mateix camí que Walter va fer cinc anys abans en sentit contrari, i li demana al jove guia que l’acompanyi fins al collat on es troba la línia del llindar amb França. Just al arribar al punt més alt de la senda, el xaval li donarà un objecte molt especial: la pipa de Walter.

Paddy Bedford, Two women looking at the Bedford Downs massacre burning place (2002). Source: The Art Gallery of WA
Un altre conte que vull destacar, ‘Quartz Hill’, té com a protagonista una fotògrafa xinesa que es diu Li. Després de conèixer una ballarina australiana, Alice, amb qui desenvolupa una significativa relació creativa i expressiva, Li viatja a Hall’s Creek en la regió de Kimberley, que és en realitat la terra de la seva avia i la terra del pintor aborigen Paddy Bedford, per qui ha pres molt d’interès. Quan visita el lloc que va inspirar un dels quadres de Bedford, la fotògrafa té la intuïció de que es tracta del indret d’una terrible massacre d’indígenes.

Jaireth sempre ens recorda que la bellesa, allò que ajuda a definir l’art, és en gran mesura indefinible i irresistible. Un simpàtic episodi de ‘Bach (Pau) in Love’, el conte que obri el recull, ens presenta Pau Casals a la platja, parlant amb Juanita, una xiqueta que està arreplegant closques. Ell li diu que totes les que ella ha agafat són boniques, però Juanita li fa veure que està molt equivocat: li assenyala quines de totes són les veritablement belles. “Assenyalà les que ella trobava que eren realment boniques... Tocà cadascuna d’elles, les boniques i les no tan boniques, i cantà una cançoneta per a cadascuna, com si fossin criaturetes.” (p. 18, en traducció meva)

Pau Casals, immortal. Fotohgrafia a càrrec de Mdd4696.

Tots els relats de Moments tenen quelcom del què es pot gaudir. Completen el llibret ‘He likes Picasso but he loves Braque’, ‘Anna and Fyodor in Basel’, ‘The Electric Dress’, ‘Dance is like Water’, ‘The Dreams of Johann Ulrich Voss’, ‘Heidegger’s Hammer’ i ‘Faust Cantata: Unreliable Notes for an Autobiography’. L’única cosa que hi fa pega és l’edició, amb unes quantes errades de puntuació i ortografia. Potser aquestes quedaran corregides en una reimpressió. Moments s’ho mereix, sens dubte.

7 jun 2016

Reseña: A Brief History of Seven Killings, de Marlon James

Marlon James, A Brief History of Seven Killings (Londres: Oneworld, 2014). 688 páginas.
Hace muchos, muchos años, sentados alrededor de una mesa en una cafetería de Valencia cuatro jóvenes soñaban con hacer algún día un viaje a una isla caribeña llamada Jamaica. Yo era uno de ellos, y quizás para mejor fortuna de todos ellos, ese viaje nunca llegó a tener lugar. Jamaica, me ha quedado muy claro tras la lectura de esta soberbia novela, no era lugar para jóvenes. Por mucho reggae y mucha maría que prometiera.

¿A Brief History? Pues, para empezar: de breve, nada de nada. Y, además, el viejo adagio conceptista (lo bueno, si breve…) no tiene aplicación alguna en 2016. Lo que sí me apresuro a afirmar es que, por desgracia, quien no lea A Brief History of Seven Killings en su lengua original va a perderse muchísimo. Por muy buena que sea la traducción (solamente he podido ver un muy breve extracto de la versión en castellano y uno muy largo de la traducción al catalán), se quedará mucho en el camino. La sonoridad de la idiosincrática habla jamaicana en su patois nunca podrá verterse a otra lengua sin que algo quede sin expresarse.

Esta es una extraordinaria novela coral, y está escrita de manera magistral. El autor cuida el lenguaje hasta el mínimo detalle. Ya solamente la variedad y la riqueza de las voces narradoras son suficientes para encandilar al lector más exigente. Y lo mejor de todo es que Marlon James escribe un texto exigente para lectores exigentes. En la entrevista que le hizo Phillip Adams en el programa radiofónico Late Night Live ya advirtió que no tiene ninguna intención de devolverle el dinero a quien no pueda con el libro y reclame su dinero.

Como en sus dos novelas anteriores – y cuánto me alegra haber tomado la decisión de leer John Crow’s Devil y The Book of Night Women antes de enfrentarme al Premio Booker del 2015 – la violencia es tema central. Pero a diferencia de los dos títulos anteriores, A Brief History of Seven Killings se acerca a la época contemporánea, abarcando prácticamente tres décadas. Desde 1976 a 1991.

Get up, Stand up! The Singer, esa fastidiosa piedrecita en el zapato del establishment

Un hecho histórico (el intento de asesinato del cantante Bob Marley en Kingston en diciembre de 1976) le basta a James para trazar una larga trama en clave tan intrigante como apasionante. Varios pistoleros irrumpieron en su casa y dispararon a todo lo que se movía. Sorprendentemente, no murió nadie, pero además del mismo Marley resultaron heridos su esposa Rita y su manager. Nunca quedó claro quiénes fueron los que idearon y/o ejecutaron el intento de asesinato. Marley iba a dar dos días después un concierto por la paz, en un país que estaba inmerso en la violencia política y criminal (la novela nos da a entender que ambas cosas iban de la mano). ¿Por qué tenía el rey del reggae enemigos en Jamaica?

Dividida en cinco partes, la historia avanza cronológicamente a lo largo de unos veinticinco años. Son muchas las voces que cuentan lo que pasa: desde los chicos y caciques de los guetos de Kingston a agentes de la CIA. Añadamos la voz narradora de Nina Burgess y la de Alex Pierce. La primera es una secretaria desempleada que será testigo ocular del intento de asesinato y que emprenderá la huida para evitar la represalia segura de los que lo han perpetrado. Pierce aparece en la primera parte como reportero de Rolling Stone en busca de una historia que contar sobre Marley, a quien James prácticamente no menciona por su nombre (es, sencillamente, ‘The Singer’). El asesinato frustrado le brindará una historia que jamás hubiera imaginado escribir.

Testimonio de otra época, atracción turística de visita obligada en Kingston. Bob Marley Museum. Source: Jamaica Observer.
Algo que James ejecuta a la perfección es retratar la brecha social entre las distintas clases sociales de Jamaica y entre las razas, y lo hace mayoritariamente a través del lenguaje. La construcción polifónica que elige James permite que cada uno de los personajes aporte algo muy íntimo y personal. Así, si Weeper es la cara, es el pistolero instruido tras haber pasado tiempo en chirona, Bam-Bam es la cruz: un pistolero casi analfabeto, criado en el gueto de otra banda después de huir de casa la noche en que asesinan a sus padres.

La trama es enrevesada, pero solamente lo justo y necesario. A la emboscada fallida, al primer asesinato frustrado del libro (el de Marley), le seguirán muchos que sí se ejecutan con éxito. Unos suceden en Jamaica, otros en Nueva York o en Miami. Las conexiones entre la política doméstica jamaicana, las guerras entre las bandas de los guetos, el narcotráfico de los cárteles de Medellín y Cali, la guerra sucia geopolítica de los EE.UU. cuando Cuba todavía era el bastión comunista: todo ello configura el telón de fondo de una narración que sigue uno tras otro a los personajes que van a ser asesinados, en muy diversas circunstancias y por diversos métodos.

James, jamaicano de nacimiento, reside sin embargo desde hace mucho tiempo en los Estados Unidos, y es por ello que conoce perfectamente la diáspora jamaicana en Nueva York. Cuando Nina llega a los EE.UU., su experiencia le permite expresar perfectamente las sensaciones y sentimientos de una mujer emigrante de raza negra en una amenazadora e implacable jungla urbana. Para mi gusto, es el personaje mejor dibujado – y con ello no quiero decir que encuentre falta a los demás. Todo lo contrario.

Un rico cóctel de atracos a mano armada, violaciones, ejecuciones sumarias, brutales palizas y otras variadas humillaciones, consumo de estupefacientes, prostitución, miseria, basurales, importación ilegal de armas, sarcásticas conversaciones entre agentes y exagentes de la CIA, escrito con auténtico esmero. A Brief History of Seven Killings tiene todo lo que uno desea encontrar en una novela del siglo XXI. No te la pierdas, aunque sea en otro idioma.

Breve historia de siete asesinatos, traducción de Javier Calvo y Wendy Guerra, publicada por Malpaso.

Una breu història de set assassinats, traducció a càrrec de Ramon Monton, publicada per Bromera.

21 may 2016

Reseña: The Book of Night Women, de Marlon James

Marlon James, The Book of Night Women (Nueva York: Riverhead Books, 2009). 427 páginas.
Los hay que a estas alturas de la historia de la humanidad todavía insisten en la idea de que las potencias occidentales portaron la “civilización” a las gentes de otras tierras. Es ya horroroso y vomitivo de por sí pensar en la esclavitud de otros seres humanos como negocio; pero incluso mayores arcadas me produce la constatación de que los esclavistas sometieron a esas personas, a las que consideraban de su propiedad tal si fuesen animales, a vejaciones y torturas innombrables.

Jamaica, los albores del siglo XIX. En una plantación del este de la isla nace una niña. La madre muere en el parto; el padre de la criatura es el “capataz” Jack Wilkins. La niña es una hermosa mulata de ojos verdes, y recibe el nombre de Lilith en una plantación donde a los esclavos les ponen nombres de mitos griegos: Atlas, Gorgón, Ifigenia, Homero, Andrómeda, etc. ¿Refinamiento intelectual? Para nada. El destino vital de la recién nacida no será otro que la esclavitud.

¿Trabajar como animales? Algunos animales recibían mucho mejor trato. 
Muerta su madre, a Lilith la ponen bajo el cuidado de una esclava, Circe, a la que le han dado cierta manga ancha al permitirle vivir sola en una cabaña. Hay también una figura paterna, Tántalo, otro viejo esclavo medio loco, al que nadie parece hacerle caso. Su relativamente apacible niñez se ve totalmente trastocada tan pronto crece y se hace moza: uno de los johnny jumpers (esclavos con licencia para castigar a otros esclavos) de la plantación intenta violarla en la choza donde vive. Lilith le hace frente y, tras una pelea, lo mata.

Normalmente eso supondría un terrible castigo e incluso la muerte, pero a Lilith decide protegerla la jefa de cocinas, Homero, que decide darle refugio en la despensa del sótano hasta que se calme la situación.

Marlon James, un magnífico escritor que estaba esta semana de visita en Australia. Not just a cool dude! Fotografía de Larry D. Moore
Pese a su juventud, la joven mulata pronto se labra entre las demás esclavas de la casa una reputación de dureza y resiliencia. Sus ojos verdes también le prueban que ella es diferente, y que tiene derecho a verse como mejor que las otras mujeres con las que trabaja. Con el paso de los meses recibe mayores responsabilidades, pero un accidente mientras sirve la comida en una fiesta le significa un brutal castigo, ordenado por el nuevo capataz irlandés, Robert Quinn.

Las peripecias por las que atraviesa Lilith la llevarán a servir en otra hacienda cercana. Es un cambio de lugar, pero las condiciones son tan denigrantes como en Montpelier, donde había nacido. Puesta al servicio de unos amos brutales y abusivos, Lilith no dudará en defenderse de ellos, incluso matándolos. Para fortuna suya, los esclavistas blancos no descubren su autoría del crimen y el incendio que destruye la casa, y Lilith regresa a Montpelier.

 "Aquellos no ser patíbulos normales. Los fraguan de la ira del mismo Massa Humphrey. Aquiles ver el patíbulo cuando lo ponen en el suelo y grita e intenta correr, pero cae de rodillas. Ya tiene el pie izquierdo roto de antes. Los cuatro hombres suben al esclavo a tirones. el patíbulo construido como una jaula con un aro de fierro arriba para colgar de una cuerda, dos placas de fierro en los lados y una delante que hacen la jaula de la forma de un hombre. Luego soldadas unas barras que dan la vuelta, cuatro, para amarrar bien al esclavo negro," (p. 417-8, mi traducción). Un patíbulo de la época en el Museo de los Piratas de Nassau, Bahamas.- Fotografía de BrokenSphere
The Book of Night Women ofrece un detallado dibujo de la brutal sociedad del esclavismo de esos siglos, centrado especialmente en las mujeres esclavas. Son unas mujeres marcadas (literalmente) por las torturas, las violaciones, los maltratos y humillaciones a que se ven sometidas desde la más tierna infancia, y todo ello por el color de su piel y por su sexo. Homero, ultrajada y traumatizada por sus dueños, planea una revuelta con un grupo de esclavas afines. Espera que Lilith se una a ellas porque reconoce en ella unas cualidades que servirían para los fines que el grupo persigue. A la insurrección se sumarán todos los esclavos de la isla, dicen las mujeres que se celebran sus secretas reuniones nocturnas en una cueva.

Al igual que en su primera novela, John Crow’s Devil, Marlon James no se ahorra detalle alguno al narrar la violencia que rezuma la sociedad del esclavismo. Es una novela sobre la barbarie sobre la que se construyeron los imperios coloniales, pero sus personajes también nos muestran su lado humano. La misma Lilith es vanidosa, torpe y obstinada, y aun así sabe descubrir la amistad y la lealtad en los demás. Pero The Book of Night Women es además una excelente historia de un amor imposible, un romance condenado a su destrucción por su inherente imposibilidad.

El mayor acierto de James, entre los muchos que encierra esta estupenda novela, es la elección de la voz narradora, cuya identidad solamente se nos revela en la última página. Una mujer que cuenta una terrible historia, sin tomar partido por uno u otro bando, pero sin escatimar detalles de actos brutales, que ponen en tela de juicio la supuesta educación de los que se consideraban a sí mismos civilizados y civilizadores. La escritura refleja el registro menos refinado del habla popular de los esclavos, en el que, por ejemplo, los pronombres personales de caso sujeto se usan como posesivos. Es por eso una voz muy auténtica, que al lector le resulta fidedigna y creíble.

Las divisiones tácitas, las fronteras invisibles que se dan entre los mismos esclavos (y especialmente entre esclavos y esclavas) establecen un significativo contraste ante las líneas divisorias firmemente marcadas entre amos y esclavos.

Tuvieron que pasar muchos años antes de que se pusiera fin a esta barbarie tan "civilizadora". Freeing a Slave from the Slave Stick, Jamaica, ca.1875

Este es un libro indispensable para comprender lo casi incomprensible, una parte inhumana de la historia, y al mismo tiempo una ficción admirable en su construcción y en su lenguaje. The Book of Night Women recibió el Dayton Literary Peace Prize de 2010.

12 may 2016

Reseña: I Am No One, de Patrick Flanery

Patrick Flanery, I Am No One (Londres: Atlantic Books, 2016). 336 páginas.

“No somos nadie”, dice esa socorrida expresión que con cara compungida suele soltarse en funerales y entierros. En el caso del Profesor Jeremy O’Keefe, ya quisiera él ser nadie… para la agencia o agencias de inteligencia que por alguna razón que desconoce le han seguido la pista (lo que es un eufemismo en este caso) desde que decidió marcharse de los Estados Unidos y establecerse en Oxford poco después de septiembre de 2001, tras un agrio divorcio y un fracaso profesional del que prefiere no hablar.

It was boring in 1986 when I visited. Betcha it remains so. Fotografía de Doc Searls.
Esta tercera novela de Patrick Flanery (hasta ahora solamente he leído la segunda, Fallen Land, que ya reseñé aquí en septiembre de 2013, y la cual no dejo de seguir recomendando encarecidamente) ofrece un comienzo de lo más intrigante que he leído en mucho tiempo: O’Keefe se presenta en una cafetería donde ha quedado con una de sus estudiantes de posgrado para hablar; transcurre el tiempo y se da cuenta de que la chica no va a venir, y un joven cliente de la cafetería le aborda y le hace preguntas sobre la chica que no ha acudido a la cita. Apenas una hora después, ya en su apartamento del campus, encuentra en su ordenador un email que él no recuerda haber escrito, según el cual había cancelado la cita con su discípula, que le había respondido.

En los siguientes días, el cincuentón académico empieza a recibir cajas que contienen folios impresos con las direcciones de los sitios web que ha estado visitando en los últimos diez años y de los números de teléfono que ha marcado o de los que ha recibido alguna llamada en ese mismo periodo. Sería como para echarse a temblar, ¿no?

¿Quién le vigila, y por qué? Desde su punto de vista, él no es nadie de importancia. Pero es evidente que alguien poderoso está al tanto de todos los detalles de su vida, incluidas sus pequeñas indiscreciones en Oxford. ¿Qué quieren de él? Al fin y al cabo, Jeremy es un tipo más bien retraído, con un interés académico muy específico por la historia de la Stasi (qué sutil ironía: un ejemplo perfecto de especialistas en la vigilancia total del individuo) y, de vuelta en su Nueva York natal, se siente todavía un poco fuera de sitio, solo, extraviado.

La novela está narrada en primera persona, y se presenta como una suerte de testamento o confesión por parte del historiador, que había logrado la doble nacionalidad (estadounidense y británico) mientras estaba en Oxford.

A medida que progresa el relato de O’Keefe, vemos cómo su situación empeora: descubre que hay un hombre apostado enfrente de su apartamento; el joven de la cafetería se hace omnipresente, y aparece hasta en las fiestas del día de Acción de Gracias y de Navidad que da su hija, una adinerada propietaria de una galería de arte del centro de Nueva York. Cuando se va un fin de semana a su casa de Rhinebeck, el mismo joven vuelve a aparecer en circunstancias más que sospechosas (¿Cuántas coincidencias son posibles en un lugar como Rhinebeck?); en la casa, desaparece su teléfono, y al poco rato lo encuentra en el interior del frigorífico, con un mensaje escrito en la pantalla, pero no enviado: “Los teléfonos escuchan”.

 El centro de Rhinebeck. Suena un teléfono... mejor no contestar, Jeremy. Fotografía de Daniel Case.
Flanery va esparciendo los hechos más comprometedores y significativos de la vida de O’Keefe a lo largo de los capítulos de la novela, de manera que el lector va haciéndose una idea más exacta de quién es Jeremy. ¿Es su conexión con una estudiante egipcia procedente de una pudiente familia en Oxford la que le ha metido en este embrollo que le está literalmente volviendo loco? ¿Es posible que el hermano de esa estudiante, Fadia, sea la causa última de que el Profesor O’Keefe esté en la mira de las agencias de inteligencia?

Como en Fallen Land, Flanery maneja los hilos argumentales con astucia y buen hacer. I Am No One no es, estrictamente hablando, un thriller a la vieja usanza. Cierto es que desde prácticamente la primera página el misterio te atrapa, y uno no deja de preguntarse qué es lo que realmente le está sucediendo a O’Keefe. Pero el hecho de que la historia esté contada en primera persona lo convierte en un narrador que no es 100% fiable.

They're warching YOU, too. No lo olvides.
Fotografía de Nikolaos S. Karastathis, mayo de 2006.
Quizá lo más significativo e inquietante de este nuevo libro de Flanery sea que describe un escenario demasiado verosímil, demasiado actual y presente en nuestras vidas. Dice por boca de O’Keeefe:
“Es horrible ponerse a imaginar que lo que parece un delirio paranoico pudiera ser cualquier cosa excepto eso, que sospechar que a uno lo están siguiendo y vigilando y manipulando es, de hecho, el colmo de la cordura, quizás la definición misma de la cordura en el mundo actual. Lo que es de locos es suponer que llevamos vidas privadas, o que la vida privada sea aún una posibilidad, y eso es no solo cierto para los que vivimos nuestra condena en el mundo desarrollado, sino para cualquiera en cualquier sitio, excepto quizás para los que se esconden bajo tierra, pues los satélites que hemos puesto en el espacio, y las aeronaves, tripuladas y no tripuladas, que patrullan el espacio aéreo por encima de nosotros, nos miran fijamente, y producen imágenes minuciosamente detalladas de todas nuestras vidas, observándonos, o quizás se podría decir que simplemente nos estamos observando a nosotros mismos, o al menos que los gobiernos a los que les permitimos seguir en el poder nos están observando en nuestro propio nombre, así como las corporaciones que también lo hacen por cuenta propia, aun cuando insisten en el servicio público que dicen facilitar, el cual utilizamos, con frecuencia de forma gratuita, sin que gastemos nada para poder mirar imágenes de satélite del patio trasero de nuestros vecinos y las terrazas de los tejados o vistas a nivel de calle de los ventanales y puertas de su fachada, intercambiando este acceso gratuito a todo el conocimiento del mundo por la grabación, por parte de esas corporaciones, de los hábitos de nuestra actividad, y haciéndonos vulnerables no solo a la captación de esos datos y su potencial monetización, es decir, a su venta otras entidades que recojan sus propias clases de datos sobre nosotros, sino también a ser bombardeados con publicidad que, por mucho que podamos luchar contra ella, inserta sus mensajes en la profundidad de nuestro pensamiento, influyéndonos de una u otra forma… (p. 116, mi traducción).
Visto lo visto, a partir de ahora habrá que saludar hacia arriba, al satélite de servicio discrecional, al salir de casa. Nos están viendo, nos están mirando. Y mucho cuidadito con lo que decimos por teléfono. Todo se escucha, todo se graba, todo se sabe. Pero, ¿por qué hemos elegido a estos políticos tan nauseabundamente furtivos a la hora de tomar decisiones en torno a la privacidad de sus ciudadanos?

4 may 2016

Reseña: Island Home, de Tim Winton

Tim Winton, Island Home: a landscape memoir (Melbourne: Hamish Hamilton, 2015). 239 páginas.
Hace poco más de dos semanas, mientras, pertrechado de mi iPod mini y escuchando (como un buen poddy) a Phillip Adams, recorría el madrileño Parque del Retiro en un fresco paseo matinal, se clavaron mis ojos en los altísimos y hermosos eucaliptos que tienen por residencia la villa y corte. Por la cabeza me pasó un germen de cuento, que posiblemente nunca me anime a escribir: el relato de un australiano en Madrid, que se sintiese tan nostálgico por su tierra que recorriera cada día el Parque del Retiro, deteniéndose ante los árboles que mejor caracterizan Australia, y susurrándoles mensajes cifrados.

El eucalipto ha sido, en cierto modo, una especie de venganza de la isla-continente respecto al resto del mundo: tal como las especies invasoras (especialmente europeas) radican ahora en tierras australianas, el eucalipto se ha adaptado y extendido con facilidad a esos nuevos suelos. Hace un par de años pude comprobar cómo crecen en las laderas de Gallipoli, en lugares donde no debieran hacerlo. En lugares como Galicia, el eucalipto ha hecho más daño que otra cosa.

¿Por qué quiere la gente subir a esta roca si es terreno sagrado para los habitantes de la zona? Fotografía de Weyf.
Uno de los temas recurrentes en este libro de Tim Winton es el daño que la explotación económica de la tierra inflige a los ecosistemas australianos. Concebido como una autobiografía, el libro repasa la vida de este idiosincrático autor australiano en primera persona, a modo de diario. Abundan también los capítulos de tono ensayístico, en los que Winton reflexiona sobre los temas más variopintos, entre ellos las características de su prosa, sus influencias literarias y las razones por las que buena parte de la elite académica australiana lo han relegado a un rincón en el que Winton parece sentirse más que cómodo.

Island Home – título que Winton toma prestado de la canción de Neil Murray – es por una parte un compendio de episodios autobiográficos que van desde la niñez hasta el año pasado, y a los une un singular hilo geográfico: los paisajes australianos, en especial los de su nativa Australia Occidental, que representa casi dos tercios de la superficie del país. Winton admite cómo torturaba animales e insectos cuando era un niño (¿quién no lo hizo?), y por ello resulta más interesante si cabe su evolución personal, hasta convertirse en figura emblemática (aunque algo reacia) del movimiento medioambientalista.

Warumpi Band, 'My Island Home'

Winton ha viajado por prácticamente toda Australia Occidental, y se ha zambullido en casi todas las aguas que bañan sus costas. Conoce perfectamente sus paisajes, que como ya se ha dicho, vienen a ser un personaje siempre presente en sus novelas y le definen como escritor. La tierra es su inspiración, su motivación, el aliento que le da vida como escritor y como ser humano: “…el genio de la cultura indígena es incuestionable, pero incluso este queda eclipsado por la escala y la insistencia de la tierra que la inspiró. La geografía los supera a todos. Su lógica lo apuntala todo. Y después de siglos de asentamiento europeo, persiste, pues ningún logro post-invasión, ninguna ciudad ni ningún monumento sobresaliente pueden competir con la grandeza de la tierra. Y no te pienses que ésta es una noción romántica. Todo lo que hacemos en este país está todavía dominado y respaldado por el fogoso tumulto de la naturaleza. Una casa de la ópera, un puente de hierro, una torre con una cúpula dorada: estas son maravillas creativas, pero en tanto que estructuras, parecen bastante endebles frente al paisaje en el que se hallan. Piensa en la masa aviesa y el rostro siempre cambiante de Uluru. ¿Lograrán alguna vez los arquitectos que la piedra esté así de viva? Piensa en la desconcertante escala y complejidad de Purnululu, también llamada la cordillera Bungle Bungles. Es como una megaciudad críptica, forjada por ingenieros ciegos de peyote. Es improbable que los seres humanos fabriquen alguna vez algo tan hermoso e intricado.” (p. 17, mi traducción)

Purnululu: Una críptica megaciudad forjada por ingenieros ciegos de peyote. ¿La naturaleza también se drogaba? Fotografía de Brian W. Schaller  
Los mensajes de Winton en este libro son intensos y elocuentes, pero mientras la política australiana siga estando dominada por la codicia, el egoísmo y esa extraña, aunque muy extendida noción, de que todos y cada uno de los australianos tienen el derecho de verse como más ‘especiales’ que los demás, el mensaje caerá en saco roto. En un artículo de opinión titulado ‘Asylum-seekers: Australians all, let’s hang our heads in shame’, que aparece hoy en The Canberra Times, el exdiplomático Bruce Haigh lo dice sin rodeos. No se muerde la lengua:
“Australia es un país enfermo, principalmente porque se ha convertido en un país muy egoísta y egocéntrico. Se ha extendido la idea de que todo nos corresponde, y ciertamente es una idea que alientan y fomentan la clase dirigente y los políticos. Porque, claro está, todo gira en torno a nosotros, es decir, a los anglo-cristianos blancos que componen el grueso de la clase dirigente australiana. […]Australia está administrando un gulag, un campo de concentración. La Historia será despiadada en su condena de todos los que son responsables. […]
Esta es la cuestión: para proteger nuestros privilegios, nuestros gobiernos prohibieron el libre flujo de la información desde los centros de detención y sobre todas las operaciones fronterizas de costas afuera. Han amenazado con la cárcel a médicos y enfermeros que hagan denuncias. Este abuso de la libertad de expresión nada tiene que ver con la protección de nuestros derechos. Únicamente tiene que ver con la protección de las fortunas y los privilegios.La política para con los solicitantes de asilo es una versión fea y renovada de la vieja política de la “Australia Blanca”. Con una excepción: si tienes dinero, a Australia le importa un carajo cuál es tu raza. El dinero es la llave para que te admitan. No el hecho de que estés huyendo para salvar la vida, para lograr la libertad o salvar las vidas de los miembros de tu familia. Sí: somos ya un país corrupto, corrupto moral, ética y económicamente.” (mi traducción)
Como dicen los castizos: ¡ZAS en toda la boca!

Señor Turnbull: esto no lo hacen ustedes en mi nombre, ni en nombre de mis hijos. No quiero más rebajas de impuestos. No las necesito. Quiero decencia para este país. Quiero dignidad. Quiero poder mirarles a mis hijos a los ojos y decirles que este país, su país, es un país decente. Porque ahora no lo es. Quiero que cuando canten el himno en la asamblea de la escuela puedan sentirse orgullosos de lo que cantan. Así, no. ¡Basta de ruindad!

Mr Turnbull: you lot are not doing this in my name or on behalf of my sons. I do not want any more tax cuts. I don’t need them. I want decency for this country. I want dignity. I want to be able to look my sons in the eye and tell them that this country, their country, is a decent one. Because right now, it isn’t one. When they sing the national anthem at the school assembly, I want them to be able to feel proud of the lyrics. Not like this. Enough meanness!


Añadido el 5/01/2017: el video explicativo/promocional de Island Home en youtube.

30 abr 2016

Reseña: El origen de la tristeza, de Pablo Ramos

Pablo Ramos, El origen de la tristeza (Barcelona: Malpaso, 2014). 168 páginas.
Tres episodios en la vida de un muchacho, Gabriel, que ronda los doce años y vive en las afueras del gran Buenos Aires, allí “donde el terraplén del ferrocarril Roca se eleva separándolo de las torres Güemes. Y muere bien abajo: contra el arroyo Sarandí, […] y del otro lado los primeros ranchos de la enorme villa Mariel” (p. 65), componen esta nouvelle del argentino Pablo Ramos. Es el barrio del Viaducto, que hace frontera con las villas, ese territorio bastante comprometido donde la ley no termina de imponer su autoridad.

Como para darse un baño, vamos. El arroyo Sarandí. Fotografía tomada de villacorina.blogspot.com
Gabriel, o Gavilán, como le llaman sus amigos, es uno de “los Pibes [que] parábamos en la esquina de Magán y Rivadavia”. Quién no se ha pasado miles de horas en esa esquina que se constituye como centro del universo de la temprana adolescencia, escenario de trifulcas, desafíos y discusiones bizantinas, paradero de unos jóvenes que ni tienen otro lugar dónde acudir ni cuentan con los recursos para mejorar la oferta de entretención fuera del horario escolar. Todos tuvimos alguna esquina.

En el primer capítulo, ‘El regalo’, Gabriel acompaña a su amigo Rolando al cementerio para aprender de este hombre alcoholizado cómo manejar el ‘negocio’ del cuidado de tumbas y mausoleos. Su primera excursión nocturna termina bastante mal. Tras otra visita al cementerio y otro incidente, a Rolando lo apresan y Gabriel tendrá que esconderse durante algún tiempo, pero consigue un pequeño botín, algo que tiene pensado en regalarle a su mamá por su cumpleaños y que desgraciadamente le dejará un malísimo recuerdo.

La segunda parte lleva por título ‘El incendio del arroyo’. La pandilla de los Pibes escapa del barrio cuando el arroyo, una corriente de pura podredumbre y polución tóxica, se prende. Aprovechando el desbarajuste que trae la presencia de bomberos y policía, los Pibes invaden una especie de bodega ilegal donde un tipo vende vino. Tras beberse unas cuantas botellas, hacen acopio de damajuanas llenas y emprenden el regreso al barrio cuando ya es noche cerrada. El periplo de retorno está lleno de peripecias y anécdotas, incluida la pérdida del vino, pero el desenlace final es también desesperanzador.

El capítulo final, ‘El estaño de los peces’, es también un relato de amargura. La sempiterna crisis económica argentina se lleva por delante el taller del padre de Gabriel. Sin un sostén económico, la familia se quiebra, y Gabriel lleva a cabo una acción cruel y absurda que es en realidad una reacción muy instintiva, hasta cierto punto lógica cuando a un joven le quitan todo lo que podría haberle proporcionado unos visos de la esquiva felicidad.

El mayor acierto de El origen de la tristeza es la voz clara y segura del joven narrador. Con la narración autobiográfica de Gabriel, Ramos construye un personaje que es más que verosímil: se hace de carne y hueso ante nuestros ojos, nos permite acompañarle por el cementerio o mientras vadea el arroyo fétido, elimina toda posible distancia entre sus vivencias y nosotros, y nos expresa sus sentimientos con humor ácido. El libro rezuma amargura: los problemas de la sociedad porteña (en realidad los problemas de cualquier comunidad que vive en las periferias de las grandes urbes globales, al borde de un bienestar que se puede ver, pero nunca disfrutar) quedan expuestos a través de los ojos de este Gavilán de doce años, que busca su escapismo en el vino dulzón y barato y en la masturbación. De Gabriel no se puede decir que pierde la inocencia, puesto que eso es algo que en realidad nunca ha llegado a poseer verdaderamente.

Destacar también la excelente edición de Malpaso, a pesar de alguna errata, que siempre se las arreglan para meterse. El origen de la tristeza ha sido llevada también al cine, y puede verse este tráiler en Youtube.


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