3 ago 2018

Reseña: The World Without Us, de Mireille Juchau

Mireille Juchau, The World Without Us (Londres: Bloomsbury, 2016). 293 páginas.

Los casos de colapso de colmenas se han ido multiplicando desde hace décadas. La desaparición de las abejas y de otros insectos amenaza con trastocar el orden natural, que afectaría (está ya afectando) a la especie humana.

La australiana Mireille Juchau construye una trama predominantemente lineal (con muchas escenas y episodios retrospectivos que ayudan a entender la situación actual de los personajes) en torno a la familia Müller en una zona remota del norte de Nueva Gales del Sur, en el interior de unas montañas que ella denomina Ghost Mountains, y que por la descripción que proporciona quizás corresponda a la zona cercana a Nimbin, el pueblito donde todavía persiste un estilo de vida alternativo, hippy y algo contestatario. Recuerdo que hacia finales de 2001, en mi única visita a esa parte de Australia hasta la fecha, te vendían marijuana en las calles.

Los bosques subtropicales que rodean Nimbin son lugares ideales para el cultivo de ciertas hierbas. Fotografía de Michael J Fromholtz en 2017
Al comienzo de la novela, Evangeline Müller es descubierta por el maestro de la escuela local, Jim, cuando ella se está desnudando en mitad del bosque y se dispone a meterse en el río. Los Müller se dedican a la apicultura, y han sufrido la reciente pérdida de su tercera hija, Pip, enferma de leucemia. Mientras que Stefan Müller ahoga su dolor en el alcohol, su esposa camina con un cochecito vacío y se esconde en los bosques. Tras ese encuentro casual, Jim recibirá a la Sra. Müller en su casa muchas veces, y no precisamente para hablar del rendimiento académico de sus hijas Tess y Meg Müller: la primera ha dejado de hablar tras la muerte de su hermana, mientras que la segunda se expresa mucho mejor mediante la pintura.

Como telón de fondo hay un misterio todavía no descifrado: ¿cómo y por qué se quemó la comuna hippy (the Hive, esto es, la Colmena) en la que vivía Evangeline anteriormente? ¿De quién son los huesos encontrados cerca de una furgoneta quemada en un recóndito lugar del bosque? ¿Qué otros secretos ha ocultado Evangeline? ¿Fue la contaminación que minería y fracking han venido causando en la comarca la causa de la enfermedad mortal de Pip? ¿Desaparecen las abejas de Stefan a causa del uso de pesticidas o de las cosechas modificadas genéticamente?

Sin ser un thriller al uso, la trama de The World Without Us avanza y engancha por el misterio que rodea a sus personajes y el pasado de cada uno. Juchau experimenta con múltiples perspectivas y voces narradoras, unas más efectivas que otras. Para quien no esté atento a tantos virajes y vueltas de tuerca, la novela bien pudiera convertirse en un confuso hervidero de tramas, subtramas y callejones sin salida que muy poco aportan al desenlace de la historia principal.

Juchau se esfuerza por trabajar el texto: abundan las citas literarias, y la voz narradora se expresa en una prosa poética muy cuidada, que contrasta con el lenguaje coloquial, menos delicado, que predomina en los diálogos. El mensaje del escenario pre-apocalíptico que esboza Juchau está muy claro: “El mundo es salvaje […] y la vida es impredecible en su bondad y en sus peligros.” (p. 159, mi traducción) Por fortuna, todavía es posible endulzar la vida con un poco de miel, pero ¿por cuánto tiempo será posible hacerlo?

28 jul 2018

Reseña: How to be Both, de Ali Smith

Ali Smith, How to be both (Melbourne: Penguin, 2015). 372 páginas.
Es raro que una editorial corra riesgos hoy en día. El caso de How to be Both es un ejemplo casi perfecto de cuándo vale la pena tomar ese riesgo. Me explico: la novela se compone de dos partes (ambas reclaman para sí ser la Primera) y, de hecho, circulan diferentes ediciones donde la que aparece en segundo lugar en mi ejemplar es la primera. Se reduce a un juego autorreferencial, pues el título alude a ese enigma: ¿cómo ser dos cosas diferentes al mismo tiempo?

De modo que la duplicidad es parte de la esencia temática del libro. Vida y muerte; lo masculino y lo femenino; realidad y ficción; y Smith hace gala de un virtuosismo lingüístico sin parangón.

En la parte de George (una chica de Cambridge que recientemente ha perdido a su madre tras una extraña reacción alérgica a un medicamento), Ali Smith nos abre una ventana a la vida interior de una adolescente en duelo. George rememora momentos compartidos con su madre, en especial un viaje a Italia, donde contemplaron ensimismadas los frescos de Francesco del Cossa. Mientras su padre trata de olvidar el dolor mediante la bebida, George se enfrasca en el recuerdo, trata de cuidar de su hermano pequeño, Henry, y descubre una especial amistad en una chica de la escuela, Helena, con quien comparte ideas, locuras, sentimientos. Tanto en esta parte como en la del pintor, Smith trabaja el lenguaje con un envidiable virtuosismo: los juegos de palabras, la omnipresente ironía, la técnica narrativa, las perspectivas.

Sant Vicent, amb el dit estés. Francesco del Cossa, segle XV.
En un momento en que George y Helena debaten qué tipo de trabajo presentar en una de sus asignaturas, se plantean escribir lo que un pintor del Renacimiento diría de su vida mientras está en el purgatorio, esperando renacer. ¿Es la parte de Francesco del Cossa lo que las dos adolescentes, avispadas ellas, inteligentes y dotadas de una muy cáustica visión del mundo, escriben para su clase de Historia del Arte? Probablemente no, pero el juego de ficción y espejos que construye Smith sobre esa base es, en una palabra, magistral.

Del Cossa entra en escena (es un decir) cuando George está haciendo un escrutinio del número de personas que prestan atención al retrato de San Vicente Ferrer en la Galería Nacional de Londres. Intrigado por lo que hace la joven (al principio lo confunde con un chico), su espíritu se aferra a George y la sigue allá donde va, quedando sumamente admirado de una suerte de tableta votiva que casi siempre lleva en sus manos George, una tableta que, en este siglo XXI, permite ver y crear “pinturas” muy realistas y ver imágenes en movimiento.

Francesco del Cossa, Alegoría de abril, frescos en el Palacio Schifanoia de Ferrara.
Mientras la parte del pintor exige (aparentemente) mayor concentración por parte del lector, en la parte de George abundan escenas hilarantes – en particular los diálogos (es un decir) de la joven huérfana con la psicóloga de la escuela, la Sra. Rock.
“Es martes, así que toca la Sra. Rock.
Creo que puede que no sea una persona muy apasionada, dice George.
Desde Navidad la Sra. Rock ha dejado de repetirle a George lo que George le dice. Su nueva táctica es sentarse y escuchar sin decir nada, para luego, cerca del final de la sesión, contarle a George alguna especie de historia o improvisar con una palabra que George haya usado o algo que le haya chocado a causa de algo que ha dicho George. Eso significa que ahora las sesiones son principalmente monólogos, más un epílogo a cargo de la Sra. Rock.
Se lo he preguntado a mi padre esta mañana, dice George, si pensaba que yo era una persona apasionada y me ha dicho: pienso que eres indudablemente una persona con mucha energía, George, y que hay indudablemente mucha pasión en esa energía tuya, pero yo sé que estaba como engatusándome. Y no es que mi padre tendría ni idea de si soy apasionada o no, digo yo. Y bueno, entonces mi hermano va y empieza a hacer sonidos como de besuqueos, con el dorso de la mano, y mi padre se ha puesto como muy incómodo, y entonces ha cambiado de tema, y entonces cuando hemos salido por la puerta de casa para ir al cole, mi hermanito estaba de pie junto a la furgoneta de mi padre, en la entrada para el coche, y no paraba de hablar de la gran pasión que se sentía por la energía del motor, que en la energía del vehículo uno podía sentir mucha pasión, y yo me sentí estúpida, como una idiota por haber abierto la boca y haberle dicho algo a alguien en voz alta.
La Sra. Rock sigue ahí sentada, más callada que una estatua.
Y así son ya dos las personas que hoy realmente no van a hablarle a George.
Tres, si uno cuenta a su padre.
George siente que se le viene encima una terquedad mientras permanece allí sentada, en ese sillón para estudiantes en el despacho de la Sra. Rock. Sella la boca. Se cruza de brazos. Mira el reloj. Pasan solamente diez minutos de la hora. Quedan otros sesenta minutos de esta sesión (es un doble periodo). No piensa decir una sola palabra más.
Tic tic tic.
Cincuenta y nueve.
La Sra. Rock sigue sentada junto a la mesa delante de George, como una masa continental separada de una isla para la que ya haya salido hace tiempo el último ferri del día.
Silencio.” (p. 128-9, mi traducción)

How to be Both es una novela muy atrevida, tanto en su formato como en su contenido, además de un curiosísimo homenaje a un pintor desconocido. Como en There but for the, Smith es juguetona y seria. Algo que no te dejará indiferente.

El llibre ja va ésser traduït al català (Com ser-ho alhora) per Dolors Udina Abelló, publicat al 2015 per l’editorial Raig Verd.

15 jul 2018

Reseña: Ghosts of the Tsunami, de Richard Lloyd Parry

Richard Lloyd Parry, Ghosts of the Tsunami (Londres: Jonathan Cape, 2017). 276 páginas.
Se calcula que el tsunami del día de San Esteban de 2005 se cobró la vida de unas 226.000 personas, mientras que el del 11 de marzo de 2011 en Japón mató a cerca de 18.500. La magnitud del primero fue indudablemente mayor porque afectó a un área densamente poblada de la isla de Sumatra y atravesó el océano Índico a unos 800 km/h hasta alcanzar las costas de Tailandia, Sri Lanka, India y otros lugares. La principal diferencia, sin embargo, es que, por primera vez en la historia de la humanidad, en Japón un desastre natural estaba siendo retransmitido en directo por cámaras de televisión a bordo de helicópteros.



Parry enfatiza desde el principio que, si se hubiera tratado de otro país, la cifra de víctimas habría sido muchísimo más elevada. Los terremotos y Japón van de la mano. El hecho de que una palabra japonesa se haya internacionalizado y haya pasado a formar parte del vocabulario de casi todos los idiomas del planeta demuestra que ese concepto de la entrada masiva y brutal del océano en la tierra ha formado parte de la conciencia colectiva de un pueblo, el nipón.

El reportaje de Parry se centra sin embargo en un lugar específico de la costa de la región de Tohoku, al noreste de la isla de Honshu: un pequeño pueblo, Okawa, en las orillas del río Kitakami, por cuyo cauce entraron las aguas del Pacífico (qué ironía, haberle puesto ese nombre a ese monstruo). Cerca del río estaba la Escuela Primaria de Okawa. Si los protocolos de emergencia se hubiesen seguido al pie de la letra y el sentido común hubiese imperado, los alumnos de esa escuela solamente se habrían llevado un gran susto que sin duda habrían contado a sus nietos algún día. Pero nótese que estoy haciendo uso del condicional compuesto.

De los 78 alumnos que fueron engullidos por el agua (y todo lo que esta arrastraba) solamente cuatro sobrevivieron. Solamente uno de los 11 maestros sobrevivió. Parry investiga las circunstancias que condujeron a este suceso, triste, desgarrador, absurdo. La de Okawa fue la única escuela en la que perecieron casi todos sus alumnos. ¿Por qué?

Durante los años que siguieron al 11 de marzo de 2011, Parry viajó incontables veces desde Tokio, donde vive desde hace ya años, al norte, donde estuvo entrevistando y anotando las palabras de decenas de testigos, padres y amistades de los niños que murieron en Okawa. En su reportaje incluye testimonios y relatos espeluznantes. Solamente quienes hemos sobrevivido a la irrupción de una montaña de agua desplazada por un temblor terrestre (eso es, en pocas palabras, un tsunami) podemos entender cabalmente lo que cuentan los testigos. Un breve resumen elaborado por Parry:
“Todos los que experimentaron el tsunami vieron, oyeron y olieron algo sutilmente diferente. En buena parte dependió de dónde te encontrabas, y de los obstáculos que el agua tuvo que superar para alcanzarte. Algunos la describieron como una catarata, que superó el rompeolas y el dique del río. Para otros se trató de una rápida inundación entre las casas, engañosamente leve en un principio, que te tiraba ligeramente de los pies y los tobillos, pero que rápidamente comenzó a succionarte y golpearte las piernas, el pecho y los hombros. Respecto a su color, la describieron como marrón, gris, negra o blanca. A lo que no se parecía en nada era a una ola oceánica convencional, esa ola del famoso grabado en plancha de madera del pintor Hokusai, verdeazulada y elegantemente alcanzando un punto álgido con tentáculos de espuma. El tsunami fue algo de una categoría diferente: más oscuro, más extraño, tremendamente más poderoso y violento, sin amabilidad ni crueldad, sin belleza ni fealdad, algo completamente desconocido. Era el mar viniéndose sobre la tierra, el océano levantando sus pies y atacándote, con un rugido, que le surgía de la garganta.” (p. 143, mi traducción)
La gran ola de Hokusai. No, no es así como se mueve un tsunami.
La negligente decisión tomada por los responsables de la escuela aquel 11 de marzo llevó a un desastre que rompió los corazones de todas las familias de Okawa y las aldeas cercanas. Parry acierta en su tratamiento de la tragedia, acercando a estos padres y madres al lector lo suficiente como para entender, aunque solo sea parcialmente, el dolor y la rabia. La perseverancia o la desesperación de quienes no encontraban los restos de sus niños; las desavenencias que fueron surgiendo entre quienes sí pudieron enterrar a sus hijos y quienes nunca los encontraron. Y la rabia e indignación generalizada entre todos, en una cultura más dada al comedimiento y la inacción que a la demostración de emociones, y que desembocó en una querella colectiva contra las autoridades educativas del distrito.

“Uno de los hombres llevaba consigo una videocámara, y en algún momento la puso en marcha. Esta película de 118 segundos es la única grabación del tsunami en su momento crítico en la zona de Okawa. En las manos del afligido cámara, la imagen vira bruscamente de un lado a otro, del río ennegrecido a las vigas verdes del puente y hacia Magaki [aldea cercana], reducida ya a una sola casa. De pronto la cámara enfoca los árboles y el cielo; luego está echada en el suelo, entre tallos de hierba seca. Se puede oír la voz del hombre que sujeta la cámara, diciendo a voces: ‘¿Está la escuela bien? ¿Qué pasa con la escuela?” (p.147-8, mi traducción)
Pese a ganar el juicio, fueron en definitiva quienes más perdieron. Nada puede reemplazar al ser querido: ni una compensación económica ni una reivindicación legal ratificada por un juez. Por delante les quedan años de reconstrucción, pero también de dolor y soledad.

Parry conjetura sobre un hecho innegable: la catástrofe ha de volver a ocurrir. La cuestión sería saber cuándo y dónde:
“En algún momento en años venideros, se presume por lo general, Tokio será escenario de un terremoto lo bastante fuerte como para destruir grandes áreas de la ciudad y provocar incendios y tsunamis que matarán a decenas de miles de personas. El razonamiento es sencillo. Cada seis o siete décadas, durante ya varios siglos, la llanura de Kanto, donde Tokio, Yokohama y Kawasaki se han unido formando una gran megalópolis, ha resultado devastada por un enorme temblor. El más reciente, que mató a 140 000 personas, tuvo lugar en 1923. Los sismólogos señalan que no es, de hecho, algo tan sencillo. Dicen que los terremotos anteriores se produjeron en fallas distintas, en ciclos separados y superpuestos, y que una muestra de unos cuantos cientos de años es en todo caso demasiado pequeña como para inferir un patrón. Pero por razones propias más matizadas coinciden en una conclusión: que la destrucción generalizada es inevitable y, en términos geológicos, es inminente.” (p. 154, mi traducción)
Un buen libro sobre algo muy difícil de comprender.

1/10/2023. Publicat en català amb el títol Fantasmes del tsunami. Vida i mort després del desastre per La Segona Perifèria. La traducció és a càrrec d’Anna Llisterri.

10 jul 2018

Reseña: Hotel DF, de Guillermo Fadanelli

Guillermo Fadanelli, Hotel DF (Barcelona: Mondadori, 2011). 290 páginas.
En el centro de la ciudad de México está el Hotel Isabel. Es un establecimiento sin renombre alguno: un lugar que acoge a extranjeros despistados, medianías sociales muy aficionados al perico y al trago fácil, y que sirve de guarida y alcancía a narcotraficantes y criminales de baja estopa y peor sentido del humor. Es decir, que en nada se parece a Fawlty Towers.

¿Y por qué ha decidido de pronto hospedarse en el Isabel Frank Henestrosa, alias el Artista? Quién sabe, el caso es que a este mediocre periodista le han caído cinco mil pesos, tal como agua de mayo, y la idea de pasar unos días en el centro de México observando el proceder de unos y otros huéspedes le resulta atractiva. Puede que hasta dé con una historia que valga la pena escribir.

La estructura de este libro semeja la de una novela, pero es una pizca engañosa en ese respecto. Son más bien relatos breves que (per)siguen a los variopintos personajes del hotel, con Henestrosa como narrador – tanto en primera persona como en tercera, con tintes casi completamente omniscientes. Así, leemos sobre gente tan dispar como Stefan Wimer, turista alemán que domina el castellano con soltura y cuya curiosidad bien podría acarrearle problemas. O el caso del Boomerang Riaño, siniestro investigador freelance que acecha el hotel en busca de informaciones. Otrosí: el Nairobi, sobrino de La Señora, jefe de la banda de delincuentes que han tomado el hotel, el decidor de algunas de las ocurrencias más absurdas y desternillantes que había leído en mucho tiempo:
—¿No te da miedo hacerte viejo? [pregunta el abogado de La Señora al Nairobi.] 
—No me importaba cuando estaba joven, menos ahora —responde el Nairobi— Y los que no tenemos hijos nunca nos hacemos viejos.
—¿No tienes hijos, Nairobi? Con razón estás en todos lados. Eres el padre y los hijos al mismo tiempo. Buen ejercicio.
—Estuve a punto de adoptar a un chino, pero están muy caros —remata el Nairobi antes de indicar a sus compañeros el momento de la despedida.
La redada en las calles centrales de Tepito ha culminado y un silencio sideral vuelve a colmar los pasillos del mercado callejero. (p. 163)
Tepito, barrio bravo. Fotografía de A01168527 
Hotel DF está escrita con un tono cínico y perspicaz, utilizando un lenguaje lapidario que se adapta perfectamente al formato de capítulos (o relatos cortos) que nunca llegan a delinear una trama lineal. Es un caleidoscopio por el que se van asomando los distintos huéspedes del Isabel y los personajes secundarios, siempre con el paisaje de fondo del DF, la megaciudad del siglo XXI en la que la vida no parece valer gran cosa y los jóvenes mueren atrapados por el ciclo tóxico de pobreza, falta de oportunidades y delincuencia.

Es divertida, pero al mismo tiempo impera en ella un sentido sombrío de absoluta desesperanza. Como aquel chiste que me contaba mi amigo P. sobre el DF: le pregunta un compadre a otro: “¿Tienes hijos, güey?” “Depende. ¿En qué barrio?”.

26 jun 2018

Reseña: Selection Day, de Aravind Adiga

Aravind Adiga, Selection Day (Londres: Picador, 2016). 331 páginas.
Una costumbre muy australiana que he adoptado es la de sentarse delante en el taxi, en el asiento del copiloto, cuando eres el único pasajero. Esta práctica tan igualitaria y desembarazada te permite compartir buenas charlas con el taxista. Como por mi trabajo suelo tomar taxis al y del aeropuerto, en esos trayectos (que suelen durar casi media hora) coincido con muchos taxistas de origen indio. Y más tarde o más temprano terminamos hablando de cricket, la verdaderamente gran pasión deportiva del subcontinente.

A quien nunca haya oído hablar del cricket como obsesión de los más de 1.000 millones que viven en la India le recomiendo que busque – aunque sea sólo por pura curiosidad – los emolumentos que reciben los jugadores que participan en la IPL. No es de extrañar que los muchachos que malviven en los suburbios de las metrópolis indias sueñen con triunfar en el mundo del cricket, el (mal) llamado ‘gentleman’s game’. Uno podría nombrar como ejemplo la historia de un pelusa argentino artista con el balón, y cómo el dinero transformó su vida.

Radha Krishna y Manjunath son los dos hijos de Mohan Kumar, vendedor ambulante de chutney, venido de un entorno rural a Mumbai, donde se unió a la ingente marea humana que busca su suerte en la descomunal ciudad a orilla del Mar de Arabia. Los dos muchachos tienen talento para el cricket: su padre realiza ofrendas frecuentes al dios del cricket, y obliga a los dos adolescentes a entrenar día, tarde y noche, y a seguir absurdos hábitos de higiene y cuidado personal. Llegado el momento, vende el futuro de sus hijos con un contrato de patrocinio a un empresario de dudosa moralidad.

Complejo Bandra Kurla de Mumbai. Aviga lleva a Javed y Manju a pasar un buen rato. O algo parecido a un buen rato.
¿Dónde está la madre de los chicos? En su momento hizo las maletas y huyó de la crueldad y violencia del monstruo con el que se casó. Radha y Manju han crecido sin su madre, supeditados a las tiránicas imposiciones y castigos de un psicópata obsesionado con ganar dinero sacrificando a sus hijos.

La novela sigue los altibajos en la carrera de los dos jóvenes jugadores. Si en un primer momento Radha parece destinado a triunfar, es Manju quien finalmente se erige como gran promesa del cricket indio. Pero Aviga tiene otros temas en mente: el despertar de los adolescentes a la sexualidad. Manjunath Kumar entabla amistad con otro jugador, un musulmán de clase acomodada llamado Javed, cuya indiferencia ante el prospecto de alcanzar los laureles del éxito deportivo y su rechazo a las imposiciones paternas siembran la duda en el más joven de los hermanos.

Como hizo en The White Tiger, y en Last Man in Tower, Aviga realiza aquí una dura crítica de la India del siglo XXI, abarcando temas como la desigualdad social, la violencia de género, la religión y sus tabúes y dogmas represivos, o el descubrimiento de la sexualidad entre los adolescentes bajo la fuerza irreprimible de la cultura patriarcal en una sociedad sexista y misógina. La historia de Radha y Manjunath nos hace reflexionar sobre el porvenir que escogemos desde pequeños: ¿hay realmente opciones en un lugar como los suburbios pobres de Mumbai?

Sachin Tendulkar, el "pequeño Maestro" al que aspiran en convertirse miles de jóvenes jugadores en toda la India. El esbozo  es obra de Sohambanerjee1998.
Aviga crea personajes ciertamente plausibles, algunos llenos de contradicciones. Por ejemplo, un cazador de talentos apodado Tommy Sir, que reflexiona sobre el cricket en India en estos términos:
“Ay, mi tesoro, mi cricket. Amañado, hecho una mierda.
Tommy Sir podría haber roto a llorar.
¿Cómo fue que esto, nuestra armadura, el símbolo de nuestra caballerosidad, nuestro propio Roncesvalles, nuestra Excalibur, se haya transformado en lo opuesto, y se haya convertido en algo tan repugnante?” (p. 163, mi traducción)
Pues eso. Porque es el propio Tommy Sir quien deja a los dos jóvenes jugadores en las garras del inescrupuloso Anand Mehta y sucumbe a las exigencias del padre.

Está claro: quien no consiga triunfar como bateador para el combinado selecto de Mumbai siempre tendrá la posibilidad de conducir taxis en Melbourne, o Sydney, o Canberra (atención: modo sarcasmo: la mayoría de los taxistas indios en Australia con quienes he hablado son graduados, pero se ven obligados a tomar ese trabajo a falta de mejores ofertas.)

Aviga demuestra con Selection Day ser un autor mordaz, dueño de una inquebrantable mirada crítica, ducho en el uso del lenguaje para conseguir los efectos que busca. Aunque debido a su temática deportiva (un deporte totalmente desconocido en los países de habla castellana), dudo mucho que esta novela llegue a aparecer en el mercado latinoamericano. Lo cual es una pena.

16 jun 2018

Reseña: Billy Sing, de Ouyang Yu

Ouyang Yu, Billy Sing (Melbourne: Transit Lounge, 2015). 135 páginas.
Nacido en 1886 de padre chino y madre inglesa, William Sing se crio en una granja de Queensland junto a sus dos hermanas. Sería dificil conjeturar qué tipo de niñez y adolescencia debió tener Billy: más de cien años después los prejuicios racistas no han desaparecido. Sin duda para él debió ser extremadamente dificil regresar de la I Guerra Mundial con la etiqueta de héroe a una tierra y unas gentes que nunca lo consideraron su igual.

Ouyang Yu escribe una ficción sobre la vida de este extraordinario personaje, que ha pasado a los anales de la historia oficial australiana, tan obsesionada con guerras de otros y que siempre se libran en otras tierras. Desde bien pequeño, Sing demostró tener muy buena puntería con un rifle en sus manos, y tras el estallido de la Gran Guerra se alista (a pesar de la oposición oficial a permitirles el ingreso en el ejército a hombres de ascendencia asiática) y en Galípoli se convierte en el francotirador más temido por los turcos.

El plato favorito de Billy de los que le solía cocinar su padre: cerdo estofado con arroz hervido. Fotografía de Mori Chan, 台中市 (Taichung).
La biografía de Sing dice que tras la campaña de los Dardanelos luchó en Francia, sufrió heridas y envenenamiento a causa de los gases en los campos de batalla. Finalmente regresó a Australia y le hicieron entrega de algunas tierras como veterano de guerra, pero malvivió en la pobreza hasta su muerte en Brisbane en 1943.

Donde ponía el ojo, ponía la bala.
La mayor virtud de este libro de Yu (hay que recomendar encarecidamente una novela suya anterior, Diary of a Naked Official, de 2014) consiste en la creación de una voz genuina y franca para el protagonista, quien sin duda vivió, como el autor mismo, a caballo entre dos culturas que en buena medida pudieran ser mutuamente excluyentes. Yu construye un duro relato en primera persona de las vivencias de Sing en el frente: juega a mantener un equilibrio entre los aspectos más explícitos y la sutil ironía del observador que se sabe marginado. El mito del soldado ANZAC queda bastante malparado: la absurda futilidad de la contienda, la amarga realidad de los incontables muertos y heridos cuyo sacrificio no sirvió para absolutamente nada. Y la cruda toma de conciencia del francotirador en mitad de la guerra: “De alguna manera, matar gente es más fácil que matar canguros. Aprietas el gatillo y está muerto. Bastante puro y limpio, ni una gota de sangre que te ensucie las manos. Y además la comida es buena y uno se va a dormir poco después, noche tras noche. La única desventaja es que no hay mujeres.” (p. 81, mi traducción)

El lector encontrará en Billy Sing algunos artificios narrativos poco usuales: por ejemplo, el protagonista interpela a un tú (necesariamente el autor, nunca el lector) sobre sus motivaciones para escribir sobre la vida de un muerto. Un buen libro, del que te dejo la traducción del prólogo:
“En la cultura de Papá, la gente les rinde culto a los muertos más que a los vivos, algo que encuentro raro e imposible de entender hasta que soy lo bastante viejo para conocer cosas más allá del país en el que nací. No ponen coronas de flores muertas en la tumba. Queman incienso. Hacen estallar petardos. Queman dinero en forma de billetes. Al presentar así sus respetos, expresan una creencia de que los muertos nunca mueren, a diferencia de los vivos que, piensan (al menos mi padre lo hace), que están a veces más muertos que los muertos mismos porque nunca se les pasa la muerte. Según Papà, la muerte sirve de vínculo entre los muertos y los vivos, un recuerdo constante que vive en los vivos, una continuidad que une el pasado, el presente y el futuro en un río que fluye de manera perpetua. De niño, yo trataba estas cosas como viento en el oído, una metáfora que Papá utilizaba con frecuencia en su pésimo inglés, y que con el tiempo intuí que quería decir un viento que te sopla junto a los oídos y que te deja un repentino ruido antes de desaparecer. La vida de Papá estaba llena de fantasmas, de seres capaces de hacer cosas de verdad, como habitar un cuerpo viviente y hacer que realizase cosas que ellos deseaban que sucediesen, mientras que en mi juventud soñaba con vivir una múltiple existencia póstuma, quizás como un canguro o, como sugirió Papá, un Kun [mítico pez gigante] convertido en Peng [mítica ave gigante] que cubriese miles de millas en una jornada, o más sencillamente, una persona viva que nunca muriese tras la muerte. Y es eso exactamente lo que estoy haciendo, viviendo en otra existencia, a través de otro individuo, para contar la historia, una historia de mi propia vida."

6 jun 2018

Reseña: Ours Are the Streets, de Sunjeev Sahota

Sunjeev Sahota, Ours Are the Streets (Londres: Picador, 2011). 313 páginas.
¿Es posible meterse en la cabeza de un terrorista suicida en los días y semanas previas al momento en que se hará estallar en mil pedazos? Si así fuera, ¿qué puede uno concluir de alguien cuya sola intención sea la de asesinar a cuantas personas lo rodeen? Parodiando al corrupto censurado expresidente: ¿cuanto peor, mejor?

Meadowhall, Sheffield. El lugar escogido por Imtiaz para marcharse al paraíso (o eso le han hecho creer) en mil pedazos. Fotografía de Paul Harrop.
El protagonista de Ours Are the Streets, Imtiaz Raina, nació en Sheffield, de padres pakistaníes. Hasta ahora ha llevado una vida bastante alejada de la religión y la política. Es seguidor del Liverpool, pero en secreto se alegra de que Inglaterra pierda en las competiciones internacionales. De hecho, en las primeras páginas nos cuenta que, cuando conoció a la que es su esposa, Rebekah (inglesa de raza blanca), una noche a la salida de la discoteca del sindicato de estudiantes, le hizo una mamada: “Recuerdo que eran mis mejores vaqueros, y que me los aguantaba alrededor de los muslos porque no quería que terminasen pringosos, y con la otra mano le quitaba el pelo de la cara y se lo echaba hacia atrás y se lo sujetaba. Me gustó observar cómo me la acariciaba, y cómo iba poco a poco desapareciendo mi polla en su boca, y me encantaba esa sensación, cómo mi masa corporal quedaba como amortiguada así, dentro de ella.” (p. 8, mi traducción)

Naturalmente, a sus padres no termina de hacerles gracia que Imtiaz, hijo único, haya dejado preñada a Rebekah, pero él les planta cara y se casa con ella, que rápidamente se convierte al Islam, adopta el hábito de ponerse velo y se muda a la casa de la familia Raina.

Pero todo cambia tras la muerte de su padre, quien durante años ha sufrido en silencio las humillaciones, vejaciones e insultos de los clientes borrachos que hacen uso del taxi que conduce. Limpiar los vómitos de esos indeseables se ha convertido en un odioso hábito para Imtiaz. Desde su punto de vista, su padre es un dócil corderito que nunca se defiende de monstruos de esa calaña. El episodio en el que Rebekah, Imtiaz y sus padres se ven importunados por un grupo de jóvenes ebrias de fiesta de despedida de soltera en el restaurante donde han decidido ir a celebrar su compromiso es particularmente realista.

Imtiaz viaja con su madre a Pakistán para enterrar a su padre en su aldea en las afueras de Lahore. Aunque en un principio él no es sino un extranjero para todos, con el paso de los días Imtiaz va descubriendo que Pakistán es también su tierra, su hogar. Su inmersión entre las gentes del norte del país asiático supone para él un antes y un después: el viaje parece ponerle punto final a la soledad, al aislamiento que de algún modo siempre ha caracterizado su vida en Sheffield.

Muzaffarabad, Pakistán. Fotografía de Sammee Mushtaq. 
En compañía de otros jóvenes, Imtiaz viaja al norte, a Cachemira, tierra de continuas disputas y enfrentamientos. Tras pasar unos días en Muzaffarabad (ciudad cercana a la ahora ya famosa Abbottabad), cambian de rumbo y entran en Afganistán. Zona de guerra. En algún remoto lugar los acoge un tal Abu Bhai, una especie de caudillo militar que recluta combatientes que estén dispuestos a ser mártires (yihadistas) por la causa fundamentalista.

La novela está narrada en primera persona, y adopta el formato de diario íntimo, con el que Imtiaz les escribe a su hija y su esposa, vertiendo no solo la historia de su relación con Rebekah y el nacimiento de Noor; en él también están ahí sus sentimientos, sensaciones, ideas (en su mayoría poco desarrolladas), sus planes de autoinmolación y su paranoico desconcierto final, además del relato de su estancia en Pakistán y el viaje a la zona de guerra al oeste de Peshawar.

Lo que en ocasiones es un triste relato del desaliento característico de uno de esos millones de jóvenes desfavorecidos, marginados o que han sido privados de la oportunidad de afirmarse en la sociedad occidental queda algo desdibujado en su conjunto. En lugar de una exploración del proceso de fanatismo y radicalización ideológica, lo que Imtiaz Raina despliega en las páginas de su diario está más próximo al desahogo que un enfermo mental necesita llevar a cabo.

Sahota se esfuerza por reproducir el habla típica de Yorkshire, pero la mezcla de ese acento con la prosa autobiográfica de Imtiaz no siempre cuaja. Funciona mucho mejor la narración del trasplante del protagonista al entorno cultural de Pakistán. Con todo, Ours Are the Streets entretiene, aunque no fascine; narrada con buen ritmo, en mi opinión decepciona un tanto el desenlace.

31 may 2018

Pep Puig's La vida sense la Sara Amat: A Review

Pep Puig, La vida sense la Sara Amat (Barcelona: Proa, 2016). 295 pages.
Josep is 12 years old, and he’s been spending the long summer holidays at his grandparents’ house in a Catalan village called Ullastrell. It’s early September 1981; he and his gang of friends (la colla) are playing hide-and-seek at night time when one of them, Sara, 13, suddenly disappears. Where has she gone? What has happened? Has she been abducted? Or is she fleeing home?

Ullastrell: it's s big small world. Photo by Pere López. 
A search party is quickly organised, with no success. In the meantime, Josep has gone back to his room, where he discovers Sara, who is neither pretty nor ugly. In fact, Josep fancies Sara a fair bit, and when she asks him to keep mum about her whereabouts, he easily acquiesces.

The house is a big one, the typical two-floor building with long corridors and a shop at the front. Josep’s grandfather died a couple of years before, so his widow appreciates her grandson’s company. What follows is a tender love story and a literary game between reality and fiction. Quite incredibly, Sara gets to stay at Josep’s room for longer than a week. He gets her three meals a day, she gets to use the bathroom and even the shower every now and then; she hides beneath the big bed whenever visitors approach.

The first edition of War and Peace.
So what does she do with her time when Josep is not in the room? She reads Tolstoy’s War and Peace. We learn that Sara is thought of as ‘a little weird’ by most villagers. In fact, she’s a gifted and talented teenager, who should have been sent to a first-rate school by her parents. Nonconformist and a little rebellious, she hates the village and wants to leave and decide for herself what her life will be like.
“Of all of us, Sara was the only one who was different. The rest of us were all alike, except for her, who was different. Already as a little child. I daresay Sara’s difference essentially lay in her intelligence, not so much her rebellious instinct. I mean, if she was rebellious, it was precisely because she was far more intelligent than all of us. It must have been very hard for her to adapt to a village full of idiots, I mean; and even though I was not from the village, I count myself as one of them. And the older she got, the worst it became. She kept coming out to play with us, but it was almost against her will, as if by the force of habit of so many years doing so, but you could already see that one day she would stop coming and would leave us alone for good. At least, I did; and I particularly see it now, remembering her when she was nearing her thirteen years of age, sitting on the green wooden bench under the mulberry tree, sullenly looking towards the far end of the street, as if she were already pondering the way to flee.And it was certainly what she was doing: pondering the way to become a fugitive from the village.” (p. 15-16, my translation)
La vida sense la Sara Amat [Life without Sara Amat] is an assured and sensitive narrative on the challenges and fears any teenager encounters. Told by an adult Josep with an autobiographical technique, the story makes the young kid face the issues that appear while growing up and reaching maturity. Puig succeeds in inviting the reader to understand which are the contradictory aspects of the adult world that completely puzzle and baffle young Josep: love and sexuality, of course, but also hypocrisy, loyalty and secrecy.

Leaving aside its minor issues of plausibility, Pep Puig achieves a rare sensitivity in this novel: young Josep is a timid boy, hesitant and apprehensive about the trials life will bring him to, yet the adult narrator (how dissimilar he can be from the author is probably a tricky question) creates a deftly balanced story. Just as Josep discovers something about himself by staring at his reflection in the mirror, La vida sense la Sara Amat is an invitation for the reader to doublecheck their firmest notions about fiction and memory. Let’s play hide-and-seek once again.

La vida sense la Sara Amat was awarded the Sant Jordi Prize for fiction in 2015. The first twenty-odd pages are available for download here.

[Added on 15 Feb 2020] The novel has been made into a movie. Here's the trailer:


28 may 2018

Breath, la película

Por increíble que pueda parecer – a mí al menos me lo parece – todavía es posible encontrar la reseña que hice en 2008 de Breath, la novela de Tim Winton, para una revista digital de la UCM. Casi diez años después, Simon Baker, actor australiano que debuta como director con este largometraje, lleva la historia de Pikelet y Loonie al cine, y lo hace con gusto, convirtiendo un libro emblemático de Winton en una sugerente historia sobre el azaroso paso de dos niños de la adolescencia a la madurez.

A modo de recapitulación de la trama de Breath, contaré aquí que Pikelet y Loonie son dos amigos de un pueblo de la costa del sudoeste de Australia Occidental en la década de los 70. Pike es el hijo único de una familia de íntegra conducta, mientras que Loonie, que vive con un padre alcoholizado y a veces brutal, es la clase de chico a quien le gusta vivir al límite, deleitándose con el sabor de la aventura y el riesgo. Como en cualquier otro pueblo costero de Australia, el océano es el lugar natural donde pasar el tiempo. Los amigos aprenden a hacer surf, y en una de sus salidas conocen a Sando, leyenda viva del surf. Sando se convierte en mentor de los dos muchachos, que compiten por la admiración del campeón. Mientras que Loonie siente el gélido rechazo de Eva (Elizabeth Debicki), la mujer de Sando, exesquiadora que sufrió una ruinosa lesión en la rodilla, para Pike es todo lo contrario; así, cuando Sando se marcha de viaje con Loonie para surfear en Indonesia, Pike se hunde en el erótico embrujo de la mujer madura.

La historia en la película está espléndidamente narrada con imágenes más que con palabras. Excelentes actuaciones de los dos jóvenes actores que interpretan los papeles de Loonie y Pikelet (Ben Spence y Samson Coulter respectivamente). La fotografía es magnífica, tanto en el agua como fuera de ella; sin recurrir prácticamente al diálogo como recurso narrativo, Baker, que interpreta a Sando, consigue transmitir a sus jóvenes pupilos lo insondablemente espiritual que une al océano con el deporte de la tabla. Y también la banda sonora, a cargo de Harry Gregson-Williams, añade su granito de arena para hacer de ésta una estupenda película.

20 may 2018

Reseña: Exit West, de Mohsin Hamid

Mohsin Hamid, Exit West (Londres: Penguin Random House, 2017). 229 páginas.
“We are all migrants through time.” (p. 209) Con esta frase concluye Hamid el antepenúltimo capítulo de esta original novela. Es innegable que, al nacer, todos nos convertimos en migrantes, pasando por el curso del tiempo. Los únicos que no completan esa migración son los que nos dejan prematuramente, antes de poder terminar ese viaje que llamamos vida.

El escenario inicial de Exit West es una ciudad anónima (si bien por la descripción que hace el autor uno se inclina por situarla en el país natal del autor, Pakistán) asediada por militantes sanguinarios. Los dos personajes, Saeed y Nadia, son jóvenes, tienen empleo – qué raro – y aspiran a construir un futuro. Saeed trabaja para una agencia publicitaria, mientras que Nadie lo hace para una compañía de seguros. Ambos asisten a uno de esos cursillos vespertinos de formación permanente que con frecuencia sirven más que otra cosa para que alguien conozca a otro alguien.

San Diego a la izquierda, Tijuana a la derecha. Decida usted, si le dejan. Fotografía: Gordon Hyde.
Y eso es exactamente lo que ocurre. Tras intercambiar unas pocas palabras, Nadia acepta ir a tomar un café una semana después de la primera invitación de Saeed. Nadia lleva siempre una larga túnica negra, pero de desplaza en motocicleta por la ciudad y vive sola. Saeed vive en otra parte de la ciudad con sus padres. La sociedad en la que viven ejerce un fuerte control patriarcal sobre las mujeres.

Pero incluso en sociedades tan asfixiantes como ésta, nos dice Hamid, es posible escaparse. Los dos tienen teléfonos móviles, fuman de vez en cuando algún porrito, escuchan los discos de vinilo que tiene Nadia. Para subir al pisito, Nadia le baja con una cuerda una túnica y las llaves dentro de una bolsa, y Saeed se hace pasar por su hermana. Incluso un día toman hongos psicodélicos.

Mientras, los militantes se están haciendo dueños de la situación. El caos se extiende, las antenas de acceso a internet dejan de funcionar, el suministro de electricidad desaparece. A la madre de Saeed la mata un francotirador. Hay que huir, eso está muy claro. Pero ¿cómo? ¿Y dónde?

Es en esta coyuntura en la que Hamid introduce un elemento fantástico: por todo el mundo hay un número de puertas mágicas que llevan a otras partes del mundo: Saeed y Nadia atraviesan una de esas puertas tras pagar una buena suma de dinero y llegan a Miconos. Es el primer destino de su larga travesía global, que los llevará (siempre cruzando esas oscuras puertas fantásticas) a Londres y finalmente a Marín, en California.

La novela tiene dos estratos muy diferenciados. Por un lado, está la historia de amor de Saeed y Nadia. El aspecto de la sexualidad entre ellos, que el autor explora de modo un tanto solapado, le añade una pizca de interés a una subtrama que quizás no lo tendría por sí misma (Saeed es un mojigato). Por el otro lado, la historia de Saeed y Nadia es en realidad la historia de millones de personas y su posibilidad de encontrar un atisbo de esperanza y resiliencia gracias a la emigración a otras partes del mundo.

Protegiendo a Europa en África. La ignominiosa valla de Melilla. Fotografía de Stephane M Grueso.
En el relato sobre Saeed y Nadia, Hamid esparce cortos episodios, deliberadamente imprecisos, de personas que cruzan esas puertas en diversos lugares del mundo: mientras una mujer duerme en su apartamento de Surry Hills en Sydney, alguien sale del baño y escapa por una ventana abierta; agentes del FBI toman la casa de un marine jubilado en San Diego cuando detectan la presencia de extranjeros en el área.

Narrada con un lenguaje que busca la abstracción como estrategia, y que recuerda a las estrategias retóricas de los cuentos orientales más clásicos y antiguos, Exit West fuerza al lector a sumergirse en un espacio global. Lo consigue porque, con los dos personajes no anónimos de la novela, Hamid te pone un espejo delante para que te veas reflejado en esa realidad que enfrentan tantos millones de seres humanos que únicamente quieren escapar de la guerra, de la muerte, de la pobreza, de la desolación.

No, éste no soy yo.
Se abre una puerta y entra Mohsin Hamid, que lleva en sus manos una gran novela. Pero me parezco un poquito, ¿no? 
Fotografía de Mr Choppers.
Exit West, que estuvo en la lista final de obras candidatas al Booker del año pasado, ya ha aparecido en castellano (con un título tan innecesariamente esclarecedor como engañoso: Bienvenidos a Occidente) en traducción de Luis Murillo y publicado por Reservoir Books; y també en català, amb el títol Sortida a occident, en edició de Periscopi i traducció d’Albert Nolla.

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