Una película que más
me gustaba compartir con los estudiantes de español avanzado, hace ya años, fue
La comunidad de Alex de la Iglesia, y
con Carmen Maura en el papel estelar. Se trataba de una comedia negra en la que se esboza
un retrato despiadado de una comunidad de vecinos madrileña, en una crítica atroz
de la codicia y la envidia que pueden vivir en cuerpo y alma tras las paredes de
los apartamentos contiguos al nuestro. En Last
Man in Tower, Aravind Adiga nos introduce en otra comunidad de vecinos,
pero el escenario no es el centro de Madrid sino uno de los barrios de la
populosa ciudad india de Mumbai.
Para ver el tráiler de La Comunidad, haz clic aquí.
Vakola es uno de los polos del imparable desarrollo urbanístico de Mumbai; es terreno abonado para la corrupción de los promotores inmobiliarios. Shah, rico hecho a sí mismo, es el halcón inmobiliario que quiere echarle sus garras a un viejo edificio en el que vive una bien avenida comunidad multirracial con diferentes creencias religiosas. Un total de quince apartamentos, en los que viven unas trece familias y una joven periodista sola, y uno de los pisos está desocupado. Shah proyecta construir un gran complejo de apartamentos de lujo, y para ello debe comprar el edificio de la Vishram Society.
Marina Drive, Mumbai (Fuente: Wikicommons Images) |
El edificio ya no
tiene el esplendor de sus primeros años: los monzones han dejado huella, y el
poder adquisitivo de los propietarios no es tan alto que les permita hacer
reparaciones costosas. El olor del dinero o el brillo del oro pueden ser
suficientes para convencer a la mayoría de ellos de que vendan. Si bien en un
principio no todos estarán dispuestos a marcharse, poco a poco la codicia y la
esperanza de mejorar su posición económica hacen mella en su determinación.
Solamente un viejo maestro que cuenta con el respeto de todos ellos se mantiene
en su oposición a la oferta del promotor, pero con el paso del tiempo los demás
lo verán como el obstáculo entre ellos y el dinero.
Una narración cronológica
que comienza un 11 de mayo con la visita de un joven muy bien vestido a la
Vishram Society. El joven hace muchas preguntas sobre el edificio y sus
residentes y propietarios. La historia avanza hasta la fecha límite que les ha
puesto el promotor para que todos firmen el acuerdo con su empresa
inmobiliaria. Un par de días después el temido desenlace tiene finalmente lugar
(si bien no en la forma que uno pudiera haber esperado). La parte final de la
novela se sitúa ya a fines del mismo año, concretamente el 23 de diciembre, cuando
algunos de los personajes se reúnen otra vez en la playa de Juhu alrededor de
un partido informal de cricket.
La playa de Juhu, Mumbai. Fuente: Wikicommons Images. |
La comunidad de
Vishram Society constituye un retablo de la ciudad de Mumbai, pero Adiga centra
la narración en los dos personajes que definen el conflicto, y que curiosamente
nunca llegan a conocerse. El primero es Masterji, viejo maestro viudo, ya
retirado pero testarudo y orgulloso, que persiste en vivir en la sola compañía de
los recuerdos de su difunta esposa y de su hija, fallecida muchos años antes en
un accidente de tren. El otro es el promotor inmobiliario, un empresario sin moral,
implacable y emprendedor, rápido y sagaz a la hora de hacer entrega de un
soborno a la policía, o de comprar los servicios de unos matones para que le
den un buen susto a algún anciano inquilino díscolo.
Adiga indaga en
la gradual degeneración moral de los vecinos de Masterji, quienes a medida que
se acerca la fecha límite que el promotor les ha dado para formalizar la venta
del inmueble se vuelven más impacientes, y su malquerencia hacia Masterji adquiere tintes grotescos, llegando a embadurnarle
la puerta de la casa con la caca de Ramu, el hijo con síndrome de Down de la
Sra. Puri, su vecina.
Como en su
anterior novela (publicada en 2008) que ya reseñé en 2011, The
White Tiger, Adiga no escatima recursos para llevar al lector a considerar
los temas de la codicia y la corrupción, y la desintegración moral que, según parece,
es tan sencillo causar en personas cuya única esperanza de una vida mejor puede
ser la oferta de un promotor inmobiliario. Sin embargo, esta no es una obra que
despliegue la imparable fuerza y el ímpetu de la ya reseñada Behind
the Beautiful Forevers de Katherine Boo, que trata también de la ciudad de
Mumbai. Last Man in Tower vale como
obra de ficción: Adiga maneja bien el suspense hasta el final, pero los
personajes están un poco desdibujados.
Como en el caso de los personajes de La comunidad, tras haber cruzado un
determinado umbral, ya no hay marcha atrás ni freno. El futuro se escribe con
la tinta de los billetes del Banco de India. Agárrense fuerte al autorickshaw, porque el viaje puede ser
movidito.
Fuente: Wikicommons Images. |
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