19 jul 2017

Territorio del Norte: Notas de un viaje (2)

Bitter Springs (o Fuenteamarga, si se quiere). El olor a sulfuro procede de la putrefacción de larvas de insectos en el fondo.

La distancia desde Darwin hasta Alice Springs, la única ciudad (tiene unos 25.000 habitantes – todo es relativo) en el árido centro de Australia, es de cerca de 1.500 kilómetros. La carretera que las une es la Stuart Highway, que atraviesa una extensísima superficie mayoritariamente despoblada (el Territorio cuenta con área cercana al millón y medio de km2), en la que el viajero solamente encuentra pequeños pueblitos o estaciones de servicio aisladas. Son las llamadas roadhouses. Cuentan con un bar-restaurante, en algunos casos habitaciones de motel y terrenos para acampar o aparcar caravanas y pasar la noche. Cruzar el Territorio del Norte tiene sus retos: por poner un ejemplo, la posibilidad de encontrarse algún animal (sea ganado o sea salvaje) en mitad de una carretera donde los camiones (road trains, de 3 y hasta 4 ejes articulados, que pueden medir más de 55 metros) circulan a 130 km/h, si no más. No hay muchos radares en mitad de ninguna parte.

Mataranka
La primera parada la hago en Mataranka. La población (250 habitantes) ofrece dos lugares para el baño, uno al norte (Bitter Springs, en donde las aguas huelen a sulfuro, aunque no son de origen termal), y al sur, en Mataranka Homestead, Rainbow Springs. A cierta distancia del diminuto centro urbano, Mataranka Homestead atrae a viajeros con espectáculos del gusto de la clase media rural blanca australiana. En la noche en que paré yo, una más que floja banda trataba de amenizar la velada, cuyo colofón puso un virtuoso del látigo.

Sobre la barra del pub en Daly Waters cuelgan sujetadores, calzones, fotos, billetes, gorras, etc.
Desde Mataranka la ruta sigue hacia el sur. Hacemos una breve pausa en Daly Waters, un pub típico del interior de Australia. La vegetación cambia paulatinamente, la distancia entre árboles se amplía conforme el agua se va haciendo más escasa. Aquí comienza el gran vacío, el enorme corazón ‘muerto’ de Australia, que Elliott (unos 300 habitantes) ejemplifica perfectamente. Las distancias entre un lugar habitado y el siguiente son cada vez mayores, y en algunos casos la idea de lugar habitado es algo sumamente elástico. Una típica roadhouse como Renner Springs, fundada en 1871 como avanzadilla de la línea del telégrafo que habría de comunicar el norte y el sur del país, quizás cuente con una población estable de cinco a diez personas.

Hay quien viaja con estilo inconfundible. Un grey nomad en Daly Waters.

Renner Springs roadhouse.
Tennant Creek
160 kilómetros adelante la carretera cruza otro pequeño pueblo, Tennant Creek (unos 3.000 habitantes). El lugar tiene un aspecto decrépito, casi tanto como Elliott. La mayoría de las pocas tiendas que siguen operando tienen las lunas selladas con puertas o enrejados de aluminio para evitar robos y vandalismo. A plena luz del día el lugar parece siniestro, sombrío y falto de esperanza. ¿Quién sabe qué le deparará el futuro?

En un lugar del Territorio de cuyo nombre no tengo ni idea... no vivía nadie ni había nada. Junto a la Stuart Highway.
Karlu Karlu, o The Devil’s Marbles
Cien kilómetros más adelante, la carretera pasa junto a una anécdota geológica de indudable significación cultural y espiritual para las comunidades indígenas locales. Karlu Karlu (The Devil’s Marbles) pudiera simplistamente identificarse como la Ciudad Encantada del Centro de Australia. Llego al Parque Nacional justo en el momento que uno de los guardas se encuentra en plena discusión con un turista de Victoria. El turista le está amenazando y menospreciando. El guarda le explica que solamente cumple con su cometido. Al parecer, el victoriano había tratado de filmar uno de los grupos de rocas desde el aire con su dron, para lo cual es necesario el permiso pertinente, con el que obviamente no contaba.

La erosión es caprichosa con las formas que crea. Karlu Karlu (The Devil's Marbles).
A pocos kilómetros de las Canicas del Diablo se halla Wycliffe Well, otra roadhouse y parque de caravanas. Su origen es interesante: fue creado durante la II Guerra Mundial con el único propósito de servir de huerta para las bases militares que Australia creó en el Territorio del Norte tras el bombardeo de Darwin por la aviación imperial de Japón. El sitio contaba con agua abundante y las tierras eran fértiles. Hoy en día sobrevive como gasolinera, restaurante, tienda de comestibles y bar, además de adjudicarse el extraño título de capital australiana de los ovnis y punto de contacto con los extraterrestres.

Barrow Creek Roadhouse. Según parece, Falconio y su asesino se enzarzaron en una nimia discusión en el bar. Para Murdoch no fue tan nimia: los siguió y les hizo parar en alguna parte al norte, y cuando Falconio bajó de la furgoneta, le disparó a quemarropa.
Barrow Creek
La Stuart Highway sigue rumbo al sur entre las vastísimas extensiones despobladas del outback. Cada tanto aparece tirado como un pobre guiñapo el cadáver de alguna res muerta, sin duda a causa del atropello de uno de los innumerables road trains que vuelan, más que ruedan. No hay nada ni nadie en decenas de kilómetros a la redonda, y es aquí, en algún lugar que nadie ha encontrado todavía, donde quizás estén los restos mortales de Peter Falconio, mochilero británico brutalmente asesinado mientras viajaba con su novia en una furgoneta en julio de 2001. Joanne se salvó de una muerte cierta porque le dio tiempo a esconderse entre matorrales y arbustos espinosos, y pasó allí una noche terrorífica. Incluso en pleno día, estos inabarcables llanos no inspiran demasiada confianza. Imaginar lo que puede sentirse en un lugar así en total oscuridad y con un tipo armado que quiere cazarte no es nada placentero.

Stuarts Well
La Stuart Highway cruza Alice Springs, donde será indispensable reponer la despensa antes de proseguir el camino con rumbo sur y después al oeste. La ciudad se encuentra casi encajonada en medio de las dos vertientes de las cordilleras MacDonell, oriental y occidental. A poco más de 40 kilómetros, en el corazón de estas viejas ondulaciones del suelo, se puede entrar a un increíble tajo en la piedra, Standley’s Chasm. La montaña ha sido erosionada por el agua de un arroyo a lo largo de los siglos, y el resultado es prodigioso. Las MacDonell encierran muchos otros lugares fascinantes, pero si no cuentas con un vehículo todoterreno no es recomendable adentrarse mucho en esta región. Retomamos la Stuart Highway, y tras haber recorrido cerca de 550 kilómetros en un solo día, ya es hora de detenerse y descansar.

Standley's Chasm. Durante milenios, el agua ha cortado la piedra.
Elegimos Stuarts Well, una vieja estación en la antigua ruta de transporte que en el siglo XIX atravesaba el centro de Australia. Para poder realizar la travesía se importaron camellos y guías afganos, pues los caballos europeos no sobrevivían al desierto. Adjunta a Stuarts Well, otra roadhouse que incluye gasolinera, bar-restaurante y parque de caravanas, existe todavía una granja de camellos. Los animales los siguen utilizando en pequeñas y no tan pequeñas excursiones por el outback.

La belleza de los paisajes y horizontes se traslada en forma de arte a las paredes. Obra de Adrian Robertson expuesta en la cafetería del Araluen Centre, Alice Springs. Tuya por $640.
Es viernes noche, y tras una opípara cena de rosbif con salsa y unas verduras, me dispongo a ver el partido de footy. Pero el bar ha sido ocupado por un numeroso grupo de grey nomads. El alcohol los desmelena (a ellas un poco más que a ellos) y pronto el griterío es ensordecedor, mientras cantan (o mejor dicho, aúllan) las canciones de los 70 que escogen en una Rockola. Parece que la noche va a ser larga para algunos. Pero no para mí.


El paso de los días comienza a cobrarse un precio, el cansancio se acumula, pero antes de que salga el sol ya estamos de nuevo en la carretera. Los colores de la tierra, los pocos árboles y el cielo van cambiando de tonalidad conforme la luz del sol va ganándole terreno a la noche. Por unos minutos los rayos del sol iluminan únicamente las copas de árboles y los matorrales, produciendo un efecto extraño, casi sobrenatural. Lo cierto es que todo en el outback parece a veces ser, si no sobrenatural, extraño y hostil, tal como sugiere el nombre: out (foráneo) y back (contrario). Todas las posibles traducciones de la palabra al castellano resultan inadecuadas e imprecisas. Es un lugar único e irrepetible.

18 jul 2017

Reseña: Island of a Thousand Mirrors, de Nayomi Munaweera

Nayomi Munaweera, Island of a Thousand Mirrors (Melbourne: Penguin, 2014). 242 páginas.
La cruenta guerra civil entre los cingaleses y los tamiles en la isla de Ceilán, más conocida en la actualidad como Sri Lanka, es el trasfondo de esta novela, la primera de la autora. Island of a Thousand Mirrors oscila entre lo burdamente melodramático y una narración brillante y rica en matices. Es una lástima que en su momento nadie le diese a la autora indicaciones más estrictas sobre el grueso de la novela y su estructura, muy desigual.

La novela narra las historias de dos jóvenes mujeres: por un lado, la de Yasodhara, de origen cingalés, y por otro, la de Saraswathi, de origen tamil. Está dividida en dos partes, y es por eso que existe un fuerte desequilibrio entre las dos. Saraswathi no hace acto de presencia hasta la segunda parte del libro, en el capítulo 8, cuando la narración de Yasodhara ya ha consumido más de 120 páginas.

El pintoresco pueblo pesquero de Hikkaduwa figura varias veces en la novela. Fotografía de Kalaiarasy. 
Cuando los disturbios y conflictos traen como resultado masacres y represalias, la familia de Yasodhara, que había dado cobijo a una familia tamil a la que arrendaba el piso superior de su casa, sale huyendo camino de los Estados Unidos. La familia tamil, a la que pertenece Shiva, el amor de niñez de Yasodhara, también huye, pero al Reino Unido.

Yasodhara crecerá junto con su hermana pequeña Lanka en California, adoptando las costumbres y vicios occidentales sin demasiadas dificultades. Tras completar sus estudios y sufrir un fuerte desengaño amoroso, Yasodhara accede a contraer un matrimonio concertado, según la tradición cultural de sus padres. Mientras, Lanka también sufre igualmente un desengaño amoroso y se refugia en el arte, para el cual tiene innegables dotes.

Pasan los años y ambas están en un punto de inflexión en sus vidas. Yasodhara descubre que su matrimonio es una farsa, y Lanka decide irse a Colombo a poner su granito de arena en la recuperación del país enseñando a leer, escribir y pintar a niños mutilados por las minas antipersonales. Allí se encuentra con Shiva, que también ha vuelto, y el romance es inevitable. Ante el fracaso de su vida en los EE.UU., Yasodhara regresa también a Colombo para visitar a su hermana y al amigo de su niñez. Esta parte de la trama viene a ser una versión bastante light de las muchas novelas sobre el proceso de diáspora que han surgido en las dos últimas décadas, dada la magnitud de los desplazamientos humanos que los conflictos militares han causado en todo el mundo.

Las olas del Océano Índico en Galle Face. Saraswathi se dirige a Galle Face Green en su último viaje en autobús. Fotografía de  jpaul211.
La historia de Saraswathi es mucho menos trivial. En su aldea del norte de la isla, Saraswathi estudia para algún día ser la maestra del pueblo. Sus tres hermanos han muerto como mártires de la causa de los Tigres tamiles. Es sin duda el orgullo de sus padres. Hasta que una noche llegan soldados cingaleses, que la raptan y la violan. Es aquí donde Munaweera mejor se emplea como creadora: las escenas, narradas en primera persona, son brutales, y es poco frecuente la naturalidad con la que se cuentan el horror y el terror más inenarrables.

Desde ese momento, Saraswathi ha quedado marcada a los ojos de sus padres y de la comunidad local. Cuando los reclutadores de los Tigres tamiles llegan al pueblo, el destino de la joven está escrito. Saraswathi se alista y se prepara en un campamento de entrenamiento militar para cometer un atentado suicida en Colombo.

Velupillai Prabhakaran, cuando era el líder de los Tigres tamiles. 'En los oídos me retumban las palabras de Nuestro Líder: “El miedo a la muerte es la causa de todos los miedos del hombre. Aquel que vence al miedo a la muerte se vence a sí mismo. Es él quien gana la libertad desde la prisión de su mente.”' (p. 185, mi traducción). Fuente: Wikicommons Images.

El problema es que, si en los capítulos 8 y 10 Saraswathi, aparece como una narradora elocuente y segura de sí misma, hacia el final de la novela su voz se desvanece y deviene un mero espectro de lo que ha sido. La trama progresa hacia un final trágico y predecible, y la impresión que me quedó es que el texto final tiene muchas deficiencias que podrían haberse subsanado. Es como si Saraswathi hubiera surgido como un personaje añadido posteriormente, y la autora decidiera no rearmar la novela para acomodar una segunda línea argumental que le habría dado mucho mejores dividendos. No obstante, Island of a Thousand Mirrors tiene muchos elementos a su favor: es una crónica sincera y espeluznante de la guerra civil a través de los ojos de una niña, y Munaweera recrea con acierto la magia de Sri Lanka, sus pueblos marineros, sus paisajes, junglas, comidas, flores y olores. El libro, publicado originalmente en Sri Lanka en 2012, fue posteriormente premiado en 2013 con el Commonwealth Book Prize en su sección de Asia.

16 jul 2017

Territorio del Norte: Notas de un viaje (1)

El puerto de Darwin. El municipio ha organizado buena parte de su oferta turística en torno a la implicación de la ciudad en la 2ª Guerra Mundial.
Darwin

Camino del hotel, el taxista me comenta que es una ciudad muy multicultural, que los tiempos de bonanza económica han terminado, pero que por muy poco dinero es posible irse un fin de semana a Bali. En el informativo local en la TV la sección de finanzas proporciona la cotización de la rupia indonesia. Darwin es una ciudad relativamente pequeña y muy joven. Sorprendentemente, está también llena de mucha gente joven.

Voy a un supermercado, y al salir veo atónito cómo un guardia de seguridad saca a golpes de periódico enrollado a un joven indígena, mal vestido y algo sucio, es verdad, que ha entrado a pedir limosna o a buscarse la vida, sea lo que sea. Cuando ya están fuera y el guardia continúa imprecándole y dándole con el periódico, me detengo y le digo que ya está bien, que deje de darle, que ya es suficiente, que su mensaje parece haber calado. El guardia entonces la emprende conmigo, y amenaza con hacer lo mismo conmigo. Le hago ver que soy un cliente, y si se atreve a ponerme un dedo encima, tendrá que responder de sus acciones. Finalmente me alejo asqueado de ver el trato que reciben algunas personas solamente por su color de piel o falta de ingresos en esta Australia de la segunda década del siglo XXI.

Berry Springs. Aguas termales en el trópico.
A pocos kilómetros de Darwin vale la pena desviarse un poco de la ruta para darse un chapuzón en Berry Springs, una piscina natural de aguas templadas y relativamente seguras, pese a su proximidad al mar. No olvidemos que aquí los cocodrilos peligrosos son los de agua salada.

Litchfield

El Parque Nacional de Litchfield es el que se encuentra más cercano a Darwin, y es por lo tanto muy popular. Desde Darwin uno puede dirigirse directamente a Kakadu, y luego regresar por la misma carretera para visitar Litchfield. Si el destino final es el centro de Australia, la parte más meridional del Territorio del Norte, la mejor opción es quizás ir antes a Litchfield, retroceder unos cuantos kilómetros en la ruta y dirigirse entonces hacia el este al Parque Nacional de Kakadu, de donde se puede salir por otra carretera más al sur para retomar la Stuart Highway en Katherine.

Esta casa no tiene ni hipoteca ni cláusula suelo que valga. Termitero a la entrada del Parque Nacional de Litchfield. A este tipo de termitas las llaman 'catedral'.
Al cabo de unos minutos de circular por el interior de Litchfield, está muy claro que el elemento más llamativo y frecuente del paisaje son los termiteros. Los hay de dos tipos: unos son rojizos y alcanzan dimensiones muy respetables, mientras que los otros son de un color un poco más oscuro y grisáceo y solamente aparecen en los llanos.

Termiteros de termitas magnéticas en Litchfield. Más pequeños, pero muy abundantes.
Dentro del parque hay varios lugares para bañarse, lo cual, con el calor habitual en el norte tropical australiano, es sin duda una buena idea. En Florence Falls hay un gran gentío, y muchachos que se creen invulnerables se lanzan al agua desde la cornisa superior, pese a los carteles que lo prohíben.

Florence Falls en Litchfield NP.
En la otra cascada con piscina natural, Wangi Falls, hay mucha menos gente, aunque es mucho más grande y espectacular. El agua está limpia y fresca. Me acerco a la cascada con precaución: el estruendo es mayúsculo, y los chorros salpican en el agua y taponan la nariz. Es casi imposible respirar y mantenerse a flote sin agarrarse de las rocas.

Wangi Falls ofrece el baño ideal para terminar el día.
Kakadu

Yellow Waters de Kakadu. Un lugar en serio riesgo por causa del cambio climático.
Maravilla de la naturaleza y patrimonio natural de la humanidad, Kakadu ocupa una superficie similar a la de Suiza. La diversidad de paisajes y atracciones es contundente. Desde los llanos y marismas a las pequeñas colinas y mesetas, el escenario es espectacular. Uno de los tours más recomendables es un recorrido en vehículo todoterreno por distintas partes del parque. Nuestro guía es un poeta indígena, Trevor Wie, y antes de comenzar a negociar con sobrada destreza los caminos de tierra y los peliagudos cruces de arroyos y corrientes nos explica los orígenes del Parque y de los pueblos indígenas que lo han habitado y cuidado durante decenas de milenios, y añade pormenores acerca de las amenazas que se ciernen sobre su existencia actual y futura. A la entrada del Parque hay carteles de la Universidad Charles Darwin que avisan sobre las potenciales consecuencias devastadoras que una subida del nivel de los océanos tendrá para este lugar tan maravilloso y singular.

Maguk Creek es accesible únicamente durante la estación seca.
Tras aparcar el camión y servirnos un prodigioso café matutino, con su gran sentido del humor Trevor conduce al grupo hasta el lugar de nuestra primera parada larga, la cascada de Maguk. Es la estación seca, y por lo tanto la posibilidad de que en el río haya algún cocodrilo de agua salada es remota, pero no 100% descartable. Avisa a todo el mundo de que entramos en el agua conscientes del riesgo. Algo en sus ojos me dice que hoy no vamos a encontrar ningún reptil en las inmediaciones…

Maguk Falls
No se debe ignorar los avisos, especialmente al final de la estación lluviosa.
Tras el chapuzón, el tour nos lleva a otra parte remota del Parque, accesible únicamente durante la estación seca, que lleva el nombre de Garnamarr. Trevor nos lleva por una ancha pista de tierra que las autoridades no han cuidado durante años: la camioneta tiembla y traquetea, pero avanza seguro hacia nuestro destino, una laguna natural que una fantástica catarata ha formado con el paso de los años. A mitad de camino paramos para el almuerzo. Hay comida de sobra, y todo es muy sabroso.

Jim Jim Falls. Majestuosa, increíble. Un cortado de cerca de cien metros.
Tras el almuerzo, la pista se convierte en tortuoso camino, las curvas se acentúan y en algunos rincones la arena podría jugarnos una mala pasada, pero Trevor ha hecho este trayecto cientos de veces y sortea los obstáculos sin demasiadas dificultades. Cuando por fin estacionamos y comenzamos a caminar, el sendero resulta ser mucho más arduo y dificultoso de lo que muchos integrantes del grupo habían anticipado. Los últimos quinientos metros no hay en realidad camino alguno, sino rocas de varios metros de alto y ancho. A trancas y a barrancas llegamos a la orilla de la laguna que hay a los pies de la catarata de Jim Jim. La vista es indescriptible.

En todos los arroyos y corrientes de las lagunas a que acceden los tours se pueden ver estas trampas para cocodrilos. La cuestión es: ¿funcionan?
A pocos kilómetros en dirección oeste hay otra catarata, Gumlon Falls, de muy difícil acceso, que mucha gente ha podido ver gracias a Cocodrile Dundee, la película australiana más taquillera de la historia. Pero Jim Jim Falls no desmerece a ningún otro enclave del parque. El agua está mucho más fría que en otros lugares del parque, y aquí es imposible que lleguen los cocodrilos. Es una muralla de rocas tan inexpugnable que te dan ganas de reírte del muro del impresentable presidente del tupé tintado.


15 jul 2017

Reseña, The Lucky Ones, de Rachel Cusk

Rachel Cusk, The Lucky Ones (Londres: Fourth Estate, 2003). 288 páginas.
Recuerdo la cara de estupor (esa cara que dice "tierra, trágame") de un camarero en Ávila tras explicarle en pocas palabras que su aseveración de que yo era un hombre con suerte distaba muchísimo de la realidad. ¿Qué es en realidad tener suerte? Todo es relativo. En todo caso, el título de este libro de la británica Rachel Cusk contiene unas grandes dosis de ironía: sus personajes no son gente con suerte – más bien todo lo contrario.

Ante todo, cabe una aclaración: The Lucky Ones no es, estrictamente, una novela. Se ha escrito mucho sobre si los formatos más actuales que se adoptan en la narrativa contemporánea merecen el nombre de novela o no. El caso de All That Man Is, que reseñé hace unos meses, era sumamente llamativo, en tanto que se proclamaba novela lo que no lo era, ni por asomo. Muchos años antes ya lo había buscado Rachel Cusk con The Lucky Ones, una colección de cinco relatos tenuemente unidos por una pareja, un par de personajes que en ningún momento son de hecho los protagonistas del libro, sino que hacen acto de presencia en todos los relatos, pero de manera secundaria, o lo hacen incluso de una forma tan peregrina que no debiera sorprendernos si el lector no llegase a registrar su existencia.

En la primera de las historias, ‘Confinement’, una joven encarcelada por un delito que no cometió está a punto de dar a luz. Su compañera de celda intenta cuidar de ella y prepararla para el shock que sufrirá cuando le quiten al bebé. El abogado que lleva su caso de apelación se ha tenido que ausentar, y lo reemplaza una joven abogada que figura en la siguiente historia del libro, ‘The Way You Do It’. Este relato cuenta lo que ocurre en el seno de un grupo de amigos ingleses que van a esquiar en alguna parte de los Alpes, y que en mi opinión es el más flojo de los cinco.

El tercero es ‘The Sacrifices’, narrado por una mujer anónima, quien durante una visita a la casa donde pasó su niñez reflexiona sobre el fracaso al que estaba abocado su matrimonio. No había tenido hijos, pero cuidaba de Joseph, un chico que su marido tuvo con otra mujer muchos años antes, tras un revolcón de una sola noche.

El cuarto lleva por título ‘Mrs. Daley's Daughter’, y es sin duda el mejor de los cinco. La señora Daley se enfrenta a las dificultades por las que pasa su hija tras tener a su primera bebé. Después de una hilarante visita a Londres del señor y la señora Daley para conocer a su nieta recién nacida, es la madre de la criatura la que acude al pueblo de Ravensley. La joven mujer es víctima de una fuerte depresión postnatal, pero la Sra. Daley no tiene ni idea de cómo ayudarla, y simplemente rememora sus propios temores e indecisiones cuando fue madre.

Ravenley es también el escenario del último de los cinco relatos, ‘Matters of Life and Death’. Una de las vecinas del pueblo ve impotente cómo su marido desatiende su negocio y su familia. Entabla amistad con otra residente del pueblo, Serena, que es una famosa columnista para uno de los diarios de la capital. Serena no se corta a la hora de utilizar las confidencias de su nueva amiga para redactar sus columnas. Tras la fiesta de Navidad que dan los Daley (con la que concluía el relato anterior), ella y su marido sufren un terrible accidente de tráfico que les cambiará la vida para siempre.

A falta de un hilo argumental que una las historias, hay sin embargo un hilo temático que sí las liga: la familia como unidad social, la entrega y compromiso que la crianza de hijos exige, y el desconcierto, confusión e incluso resentimiento que muchos de los personajes experimentan cuando la realidad a la que se enfrentan no cuadra con las expectativas que tenían.

Cusk explota con pericia todo lo que es relato de la experiencia entre personas en una prosa que por lo general es nítida. Pero a mí me ha parecido que al libro le falta algo de estructura y más armazón argumental para poder sostenerse como unidad. Hay por cierto algunos gazapos de bulto, como por ejemplo esta clamorosa errata en la página 138: “extravagent”.

The Lucky Ones la publicó Lumen en castellano en 2004 con el título de Mucha suerte, en traducción de Gemma Rovira.

28 jun 2017

Joan Miró - A Children's Book on the Catalan Master of Surrealism


Lletra Impresa, the Gandia-based publisher of Josep Bertomeu's Capvespre, has recently published my English translation of Joan Miró, within the series The Inquisitive Prince/El Príncep preguntador. A little book for children on Miró's art, it is the joint effort of authors Irene Verdú and Maria Martínez, with vivid illustrations and artwork by Noèlia Conca.

The book is available in four languages: Catalan, Spanish, English and German. An excellent little gift to introduce children to modern art and the life of a most renowned surrealist painter, a universal Catalan artist.

25 jun 2017

Vicenç Villatoro's Moon River: A Review

Vicenç Villatoro, Moon River (Barcelona: Columna, 2011). 182 pages.
I feel I have an ambivalent attitude towards hospitals. It is the kind of place where you usually welcome the most cherished new life into the world. It was at a hospital that I first held my firstborn, my beloved daughter; yet there are also the memories of the place where many decades ago I saw my grandmother enduring the completely undeserved indignity of having her leg amputated a couple of days before she passed away.

The story of Villatoro’s Moon River takes place almost completely at a hospital in Barcelona. The day is the 11th of September – TV sets everywhere keep showing the footage of two New York twin towers falling over in pieces, while in the Barcelonan streets enthusiastic youths march with flags wrapped around their shoulders and backs. The protagonists are two: one is a middle-aged writer, Pere, who has been feeling under the weather and goes to the emergency ward at the Hospital Clínic to get some tests done. While waiting for the results he meets Maria.

Maria is also awaiting results. She has recently returned from a trip to Africa, and her symptoms have been baffling the doctors. It’s either some recurring form of cancer or a tropical disease. They start talking, and over the next twenty-four hours, an unexpected empathy develops between total strangers, who are very much alone. The reader can easily conclude that they both feel terribly lonely, something that is par for the course in big cities.

The plot is minimal: apart from strolls through corridors and lucid discussions while sitting together on benches, plus a charming scene in which the two engage in a dance to the tune of Henry Mancini’s song, very little actually happens in Moon River.



What matters is the words and the glances (and let’s not forget the ever-meaningful yet unfathomable silences that accompany the words unspoken by eyes) they share on every single aspect of human life. The issues are many: the proximity of unavoidable death, the imperishableness of human deeds on earth, religiosity, beliefs and superstition, the feelings of guilt derived from our wrongdoings.

Moon River is narrated in the first person, and there is little doubt that the narrator is partly inspired by the experiences of Villatoro himself, who in the acknowledgements makes mention of the many doctors and nursing staff at various hospitals where he was well looked after.

A place as good as any to start a new life...or to finish a spent one. Photograph by Jordi Ferrer..
As you can presume from the cover, Moon River was marketed as “a novel about love and the fear of losing it”; despite Pere’s seemingly unconquerable pessimism, it is indeed a book about love – perhaps more about the love for life than the romantic love the photograph appears to hint at. While not an extraordinary book, Moon River is mostly an entertaining read. Villatoro repeats some sentences way too many times: it is difficult for the reader not to begrudge a narrator who keeps admitting “I didn’t know what to say”. Leaving such minor flaws aside, it turns out to be an intimate, introspective account of a fictional encounter, one endowed with enough verisimilitude nonetheless.

20 jun 2017

Reseña: The Snow Kimono, de Mark Henshaw

Mark Henshaw, The Snow Kimono (Melbourne: Text, 2014). 396 páginas.
El inspector Auguste Jovert, comisario ya jubilado de la policía parisina, recibe unos 40 años después de su estancia en Argelia (donde dirigió la Unidad de Operaciones Especiales – operaciones tan especiales que incluían la tortura) una carta que contiene la fotografía de una joven. La remitente dice ser su hija.

La noticia, lógicamente, le produce una cierta conmoción. ¿Quién iba a pensar que su vejez iba a depararle tamaña sorpresa? Además, y para más inri, Jovert sufre un accidente que le obliga a usar muletas primero, y posteriormente un bastón. En esa tesitura se encuentra cuando conoce a un vecino. Se trata del profesor de derecho (también jubilado) Tadashi Omura, prestigioso abogado y docente de la Universidad Imperial de Tokio. Para su solaz, Jovert podrá ahora departir con el ilustre letrado nipón. Las suyas son interesantes conversaciones: ambos tienen mucho que confesar, mucho de lo que sentirse apesadumbrados, si no arrepentidos.

The Snow Kimono se compone de 9 partes. Unas se centran en el pasado de Jovert, quien debido a su trabajo conoce al dedillo los escenarios más habituales del crimen y la desgracia. No es de extrañar que Omura le cautive con sus relatos. En especial, cuando el viejo profesor empieza a hablarle de un enigmático amigo suyo, Katsuo Ikeda, un escritor famoso en Japón, un hombre disoluto  que carece de pauta moral alguna. Para llevar a cabo sus conquistas amorosas, Katsuo no duda en usar el nombre de su amigo Omura. En la universidad, urde una trampa para ridiculizar y humillar a su mentor, el Profesor Todo; este episodio recuerda en gran medida al gran engaño de las letras australianas de finales de la década de los 40, Ern Malley.

En The Snow Kimono, Henshaw efectúa un experto estudio sobre la naturaleza engañosa de cualquier documento: lo real ataviado de los ropajes de la ficción, o la ficción disfrazada de autenticidad. Hay numerosas referencias intertextuales que no parecen ser gratuitas. Hay también un erotismo muy estilizado, dentro de lo que parece ser una típica trama de novela de misterio. Pero es mucho más que eso. El misterio es y será por qué hasta 32 editoriales norteamericanas (sí, has leído bien: 32) rechazaron esta obra de Henshaw, que finalmente, tras su publicación, fue premiada con el NSW Premier’s Literary Award, que lleva el nombre de Christina Stead en su vertiente de ficción.

La narración es una seducción constante, tanto por los elementos de la trama como por el lenguaje, detallado y gentil: un entramado literario magistralmente diseñado para cautivar al lector, atrapar su deseo y curiosidad y llevarlo absorto hacia adelante, capítulo tras capítulo, de París a Japón, de Japón a Argelia y de vuelta a París, por un sutil laberinto literario deliberadamente engañoso, hasta la conclusión, con un desenlace tan inesperado y sorprendente que es difícil no rendirse con admiración hacia el autor.

Una hora más o menos después del amanecer, doblamos una curva en la carretera y de pronto, desplegada por debajo nuestro, está Osaka. La ciudad se derrama por las laderas de la montaña hacia la bahía, que reposa inmóvil bajo la neblina de primera hora de la mañana. Más al sur, a lo largo de la costa, resulta imposible ver dónde termina la ciudad. Se disuelve en un lejano horizonte gris e indeterminado. (p. 191, mi traducción)
Los temas de la amistad, la traición, la pérdida de seres amados, la melancolía y la depresión, la separación, la crueldad… todos temas inherentes a la condición humana, a lo que nos hace vulnerables al tiempo que nos empuja a realizar actos de puro arrojo cotidiano. Rara vez se encuentra uno con un libro de la calidad de The Snow Kimono. Esperemos que encuentre un hueco en las editoriales que publican en castellano o en catalán. Lo merece, sin duda.

15 jun 2017

Care Santos's Diamant blau: A Review

Care Santos, Diamant blau (Barcelona: Columna, 2016). 433 pages.
Researching your family history is a hugely popular hobby in Australia. Most descendants of European settlers can only look back at a 200-year-old history in Australia, and some (or, rather, very few) are able to precisely retrace their origins beyond the local records to European roots. Whether our ancestors remain somehow present in us or not is certainly debatable; yet writing about them certainly amounts to remembering something that may have not occurred at all.

Creating a family saga out of one’s own family is a risky literary proposition, and Care Santos gets away with it in Diamant blau. But only just. The family are the Pujolars (the patriarch drops the ‘r’ from the name after he decides to move the family from Olot to Mataró). The story spans two centuries, from the early 1700s to the decade just before the outbreak of the Spanish Civil War. The narrative is at times somewhat chaotic rather than fragmentary, as it takes leaps forwards and backwards through time without much of an obvious order to it.

This old church in Olot has seen more history than you and me... Source: Wikicommons
It is 1853 and Silvestre Pujolar is leading a less than peaceful existence in Olot, where he runs a textile dyeing business. The Carlist wars force his hand and resolve; he packs everything of value in a horse-drawn cart and sets course for Mataró, close to the textile factories and the growing metropolis that is the capital of Catalonia. He has a good eye for business, a convincing tone of voice and the manners that create friends rather than enemies. In just a few years he will become a well-off, respected gentleman. Pity that his son Florià is not endowed with the same shrewdness and talent.

Over the decades, the family’s fortunes change from success to ruin. Not even the First World War was to be sufficient for Florià to make the dyeing business flourish. Some of the decisions he makes soon after his father’s demise are plain dumb – the biggest mistake being asking for Margarida’s hand in marriage. They have four children, three girls and a boy, Josep, a pusillanimous prat who cannot stand the pestilent stenches of the business. The eldest is Teresa (the author’s grandmother), who is by far the most charismatic character in the whole book.

Teresa has been betrothed to a … how can we put it? An idiot? Someone who spends his days and nights studying in order to try and pass the examinations that will make a notary public of him. Allow me at this point to stray off the topic a little and remark that the incompetent PM currently in charge of the central Spanish government used to “work” as a notary public. These “professionals” enjoy some “special reputation” in Spain. Just ask anyone who has gone through the ordeal of trying to get an inheritance.

The market at Plaça de Cuba in Mataró is frequently mentioned in Diamant blau. Source: wikicommons
But let’s go back to the literature. I will not deny there is some in the novel, but it rarely reaches the heights of that which constitutes ‘high literature’. It seems to me that Care Santos throws all caution to the wind and chooses to tell a story rather than a history. In other words, Santos eliminates the possibility of creating a great work of literature right from the beginning, choosing the path of plain, simple storytelling. Which is fine as well, of course, but makes the book appear curtailed in its scope and generally underwhelming.

Two aspects need to be mentioned in this regard. First, the poorly finished portrayal of some characters, who seem to merely appear for the purposes of pushing on with the plot. For a novel with so many leaps forward and flashbacks into the 18th and 19th centuries and such a long cast of characters, it is regrettable that some of them come across as mere fillers. I daresay this is due to the author’s obstinate eagerness to construct a story out of a few historical facts.

Secondly, there is at times a palpably condescending tone towards the reader. This is most evident when the novel creates a parenthesis in the narrative by presenting a cul-de-sac stub in the plotline (a rather superfluous one, if not outright annoying). For example, the brief chapter devoted to William Perkin, the discoverer of mauveine, the first synthetic organic chemical dye, which concludes in this fashion: “And this was, my dear friends, my modest contribution to the story. I hope I did not commit the sin of boring you. I wish you all a very colourful life.” (p. 370, my translation). Oh my, 😬.

As in any family story, many are the themes that are central to the narrative: there is a family curse embodied in a grandfather clock; there is melodrama around marriages, unrequited love and illegitimate children; there is the hard fall from affluence and the despair poverty brings about; and there is the bravery of the women who defied social taboos and conventions in the early 20th century.

Do all these themes, subplots and gratuitous trimmings add to a great work of literature? Let other readers decide. For my part, I have made up my mind about the Diamant blau: the title refers to a feathered automaton kept in the birdcage the Pujolàs have in their back yard.

Set the bird free, I say.

27 may 2017

Reseña: Intemperie, de Jesús Carrasco

Jesús Carrasco, Intemperie (Barcelona: Seix Barral, 2016 [2013]). 223 páginas.
De Intemperie uno podría escribir: “McCarthy does Extremadura” y quedarse tan pancho, simplificar y estereotipar sin miramiento alguno. Pero quedarse así de pancho no es exactamente lo que uno persigue al escribir en un blog de literatura sus impresiones sobre lo que lee. No es que se trate de profesionalismo – nadie me paga por dar mi opinión – sino de demostrar una mínima autoestima como lector y compartir apreciaciones, observaciones, justificar cosas que gustan y otras que no gustan tanto con quienquiera que llegue a esta página y se tome la molestia de leerme.

Para empezar, debo advertir que tiendo a desconfiar mucho de casi todo lo que se me propone desde los medios ‘serios’ de la Península Ibérica, tan consagrados ellos, como ‘imperdible’. Así, por ejemplo, Senabre comenzaba su reseña de Intemperie en El Cultural (18 de enero de 2013) afirmando que “La publicidad no es en este caso hiperbólica ni engañosa.” Toda publicidad que se precie peca de la exageración (si no, no es publicidad sino crítica o valoración), y el caso de Intemperie no es una excepción.

Tres meses después, Paula Cifuentes caracterizaba el debut de Jesús Carrasco en Letras Libres como un libro complejo. No puedo estar más en desacuerdo: con apenas 200 páginas, una exigua trama lineal, unos pocos (muy pocos) personajes, que además están tenuemente caracterizados, uno no siente ni detecta complejidades dignas de mencionar en Intemperie.

Pero el hecho innegable es que la novela triunfó en toda Europa, tras traducirse a toda una retahíla de idiomas. La historia atrapa el lector desde la primera página, y aunque a ratos la narración decae, Carrasco mantiene el suspense con habilidad.

Por si no conoces el argumento, ahí va un resumen: un niño ha huido de su casa (y de su pueblo) en una región del sur de España azotada por una bestial sequía. No sabemos de qué atrocidades huye, pero su desesperación le empuja, y ya se sabe que la supervivencia nos obliga a hacer lo que normalmente resultaría irrealizable. Tras evadir los primeros intentos de búsqueda, el niño encuentra a un viejo cabrero. Su primer instinto es robarle comida y agua y poner tierra de por medio. El cabrero, sin embargo, le salva la vida cuando el niño sufre una insolación de órdago.

Para poder escapar del alguacil y sus secuaces deben atravesar el llano, un espacio estéril, descarnado y despiadado. El viejo cabrero decide parar en las ruinas de un viejo castillo. Cuando aparecen el alguacil y sus dos desalmados ayudantes, parecería que la suerte está echada. Pero el niño sobrevive en un escondrijo, y el cabrero sobrevive a la paliza del alguacil. Las que no sobreviven son las pobres cabras, que ninguna culpa tenían de nada.

¿Qué hemos hecho nosotras para merecer esto?
Fotografía de Bryan Ledgard, de Yorkshire 
El niño tiene ahora que salvar al cabrero, y por eso se va con el burro, hasta un pueblo donde se supone que hay agua, siguiendo el polvoriento camino. En el pueblo solo hay un tullido que tiene comida y engaña al chico. Desde ese momento, los acontecimientos se precipitan y la ley de la supervivencia imperará. La violencia, la muerte y la crueldad extrema pasarán a formar parte de la vida del niño, cuyo único objetivo habrá de ser alcanzar la libertad. El precio es alto, pero conservar la vida lo exige.

La prosa de Carrasco es en cierto modo similar al paisaje de la zona del mundo que describe. Un lugar arisco, donde el diálogo es siempre escueto y la descripción de detalles es harto estricta: Carrasco es, desde luego, un narrador muy disciplinado. Y ello se agradece. Una novela de este estilo con más de 350 páginas me resultaría casi seguro inaguantable. Virtuoso del mot juste, Carrasco da pocas pistas sobre un momento histórico donde el lector pueda situarse. Pudiera ser la posguerra, pero el autor no nos regala nada. Al contrario: prefiere que el lector lea entre líneas.

Intemperie es una muy buena primera novela. Carrasco escribió otras que no verán la luz – o al menos eso se deduce de lo que dice en las entrevistas que concede. Bebe de la tradición de la picaresca castellana, de la tosquedad o la circunspección de autores españoles de la posguerra, de escenarios distópicos o postapocalípticos más recientes.

El mundo de Intemperie es uno de buenos y malos, esa simplista dicotomía tan profundamente errada, pero que tan fácil resulta de equiparar con una moral situada dentro de un marco de proselitismo religioso. Es ahí donde yo le veo flaquezas al libro. ¿De verdad hay cabreros que leen la Biblia y que insistan en dar cristiana sepultura a auténticas alimañas uniformadas?

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