26 oct 2021

El solc: un poema de Warwick McFadyen

Fotografia de Mak Richard

El solc

La superfície es trenca i en la separació 

hi escapen les línies de l'oneig.

Formen una cresta i llavors s'esvaïen dins del plec

que s'arrombolla i dorm sota l'escuma.

És així com m'esquitxa cada moment

des del gronxar del bressol fins a la fossa silent;

aquesta és la veu que ha deixat de viatjar

llevat del que va deixar i el que va donar.

Aquest és el solc que s'eixampla, que duu

l'eco i la crida d'una vida que és ara passat

cap als meus dies lligats a la riba. L'aigua

se'm esmuny entre les mans, tot i que l'agafo amb fermesa.


Traducció de 'The Wake', de Warwick McFadyen. El poema va aparèixer en un article de l'autor a The Guardian el 10 d'octubre. El fill de McFadyen, Hamish, va morir ara fa dos anys. Tenia 21 anys.

17 oct 2021

Reseña: Zeroville, de Steve Erickson

Steve Erickson, Zeroville (Nueva York: Europa Editions, 2007). 329 páginas.

“Fuck continuity”. A la mierda la continuidad. Como propuesta filosófica en torno a la creación artística, la frase anterior vale tanto para el cine como para la literatura. Una trama absolutamente lineal puede que sea tan atractiva como una que no lo es; pero una narración discontinua, con narradores no fiables y saltos cronológicos también tiene su gracia. Y leerla suele bastante entretenido (y a propósito de esto, me viene a la memoria Larva, ese monstruo literario informe que nos regaló Julián Ríos a todos los que amamos la literatura y que debo releer algún día, antes de que sea demasiado tarde).

Ike Jerome ha huido de la pesadilla viviente que es su padre en Pennsylvania y se ha cruzado el país entero para llegar a Los Ángeles. Se ha rapado la cabeza y se ha hecho tatuar una imagen de Liz Taylor y Montgomery Clift en la película Un lugar en el sol. Ha descubierto el cine; el veneno del celuloide lo tiene atrapado y no lo soltará.

¿Qué hacer en un lugar como Hollywood? Lo primero es cambiar de nombre. Pasará a llamarse Vikar. Luego, encontrar trabajo en la industria que crea sueños. Sus comienzos no son muy prometedores, pues la policía lo arresta cerca del lugar donde Manson ha asesinado a Sharon Tate y otras cuatro personas.

El caso es que Vikar va abriéndose camino, consolidando algunas conexiones que casi pueden llamarse amistades y prendándose de una belleza llamada Soledad. Es un alma inquieta, una mente atormentada por imágenes, sueños y sonidos.

La Soledad de Vikar parece estar basada en la sevillana Soledad Rendón Bueno, conocida por le nombre artístico de Soledad Miranda. Imagen procedente del film She Killed in Ecstasy de Jess Franco.  

Gracias a Dorothy, Vikar aprende a editar filmes. Reclutado por su amigo y mentor, Viking Man, esa habilidad técnica le llevará a España en los últimos años de la dictadura fascista. Allí lo secuestra un grupo guerrillero que quiere producir una película que mate a Franco, utilizando al padre del jefe guerrillero como actor, fragmentos del NO-DO, fragmentos del western que estaba editando hasta ese momento y también algunas imágenes de la famosísima Emmanuelle, ya un clásico por entonces.

Años más tarde Vikar recibirá un premio especial en Cannes tras rescatar el montaje de una película cuyo director ha abandonado tras un desacuerdo con los productores. Las desventuras de Vikar en la Côte d'Azur son de lo más divertido.

Es evidente que Erickson está haciendo uso de figuras históricas de la industria cinematográfica para sus propios fines. Es un libro a ratos difícil, casi siempre con guiños humorísticos, que tiene una estructura extraña. El autor divide el texto en secciones normalmente muy breves, numeradas hasta el 227, que dice que “Vikar no lo sabe, pero ahora todo se ha puesto a cero de nuevo.” Y a partir de ahí la cuenta es regresiva hasta el final. Es por supuesto un recurso extraño, pero no tan provocador como el que utilizó en Our Ecstatic Days, reseñada en este blog hace cuatro años.

La novela fue descuartizada en el formato cinematográfico por James Franco en 2019. Una gran decepción, y no solo por los cambios argumentales que el guion introduce.

En todo caso, vale la pena leerla; que el lector trate de extraer las enseñanzas sobre el séptimo arte y la creatividad e innovación que Vikar nos ofrece.  

Zeroville la publicó en castellano Pálido Fuego en 2015, con traducción a cargo de José Luis Amores.

2 oct 2021

Reseña: Cuarto de derrota, de Víctor Sombra

Víctor Sombra, Cuarto de derrota (Cáceres: La Moderna, 2020). 271 páginas.

Precedido por un acertadísimo prólogo a cargo de Ignacio Echeverría, Cuarto de derrota recoge diversas contribuciones periodísticas del autor, radicado en Suiza, en un libro que, aunque resulte más bien inclasificable, deja un muy buen sabor de boca.

Al referirse al libro que prologa, Echevarría echa mano de la palabra «instalación» con el fin de tratar de identificar para el lector el texto o los textos que tiene por delante. Resalta que “lo relevante […] es el juego de relaciones que se establece entre las distintas piezas”. Coincido con él: aun distando mucho de ser un rompecabezas literario, Cuarto de derrota es un encaje de textos que en buena medida se complementan y suceden, tanto temática como estilísticamente.

Así, la primera pieza (subtitulada “a modo de introducción”) se llama ‘Mortales inmortales’. Sombra lo sitúa en la librería Albatros de Ginebra, que regenta un buen amigo suyo. El lugar, según me dice el sabelotodo Google, existe. Viene a ser una presentación del elenco de personas/personajes que van a desfilar por el libro. El propósito es la recreación de las personas en hologramas lectores, “luces […] luciérnagas librescas […] que revolotean de libro en libro, dejando el testimonio de su lectura” y que abren “senderos de lectura significativos”. Una utopía tecnológica para fomentar lo que el autor llama «bibliodiversidad».

Ya la primera pieza de este montaje atrapa al lector. ‘Diacronía y tránsito del fantasma’ aborda la crisis social que la codicia de bancos y especuladores inmobiliarios causó en España tras 2008. Tras hacer un somero repaso de los datos disponibles para la segunda década del siglo, Sombra plantea la terrible hipótesis de que muchas de las personas desahuciadas hayan pasado a ser «fantasmas»: “es posible imaginar…que cientos de miles de personas, deslizándose en el olvido y silencio institucionales, hayan acabado por desvanecerse. […] Esto explicaría por qué el Gobierno los omite de su relato.” (p. 27-8).

Diferentes gobiernos, en lugar de aportar soluciones, han optado por agravar la situación: “la venta de la vivienda social a los mismo agentes cuya voracidad desempeñó un papel tan decisivo en el origen de la crisis. […] en una operación que hace risible al bombero pirómano, a los agentes más desbocados del mercado inmobiliario.” (p.37)

El camino que se abre está claro: uno puede concluir que el sistema económico neoliberal y sus políticas buscan desaparecer a sus víctimas, los vulnerables, y borrarlos del mismo modo que uno puede eliminar lo escrito en un procesador de textos con la tecla retroceso o seleccionándolo y pulsando cualquier otra tecla.

El texto anterior lo sigue con un relato de la librera Edith, que trabajó en una librería de Erfurt en la República Democrática Alemana hasta 1986. Sombra nos cuenta cómo lectores y libreros sorteaban los obstáculos y dificultades que enfrentaba la distribución de libros en la época en que los libros de George Orwell eran requisados en la frontera.

El carácter de los textos que componen Cuarto de derrota es extraordinariamente variado. Así, el cuarto, ‘Cartas del inframundo y postales de aquí cerca’, nos acerca a Australia por medio de Jake Bilardi, el joven australiano que se radicalizó en Melbourne y se unió al Estado Islámico, poniendo fin a su vida en un atentado suicida en Ramadi, Iraq. Es una meditación en torno a los motivos que llevan a un chico a luchar contra un sistema que le hacía sentirse marginado, solo, sin sentido. Sombra concluye el artículo con humor, retocando una de las fotos de Bilardi junto a dos de sus compañeros para darle tres futuros alternativos al camino que tomó.

By all means, fight the system, sure. But fight it in alternative, less violent ways...

El texto que da título al libro, ‘Cuarto de derrota. Apuntes sobre el pecio cibernético’, retoma a personajes aparecidos en el tercer capítulo (‘¡Libertad al autómata!’) y plantea una especie de thriller repleto de comentarios sobre teoría literaria y en torno a la historia y la teoría de la cibernética y la robótica. Dos de los asistentes a la presentación de un libro en Albatros causan una enorme conmoción cuando dos autómatas disparan contra la conferenciante. Las tres balas no alcanzan su objetivo, pero dañan tres libros que reposaban en las estanterías: Robinson Crusoe, Quédate este día y esta noche conmigo y Treasure Island. ¿Casualidad?

Tras el inaudito misterio que Sombra sitúa en la sala donde se decide el rumbo de la nave (la metáfora no es mero capricho ni coincidencia), Sombra relata retazos de la historia de Oleg Lavrentiev, un oscuro soldado soviético que diseñó planes para el desarrollo de un reactor que permitiera la fusión nuclear controlada. Es urgente que quienes están al mando en el cuarto de derrota de este planeta en el que vivimos consideren que la inversión en los bocetos y planos de Lavrentiev puede ser una solución inmediata al calentamiento global.

El libro concluye con una breve obra teatral titulada ‘La Tigreca’, en la que los personajes ya conocidos reaparecen para descifrar un asesinato, revelar los trapos sucios de diversas empresas que se aliaron con el nazismo para controlar el mercado de la industria química o construir una meditación sobre la intervención de autómatas en nuestro futuro.

Si algún defecto se le puede encontrar a Cuarto de derrota, es el hecho de que contiene bastantes erratas. Como ya se pudo constatar en La quimera del Hombre Tanque, Sombra es audaz en su escritura: consigue, por ejemplo, que Borges le hable a Mercè Rodoreda en catalán, juntando al genio argentino con la autora en un banco de un parque ginebrino. Un libro sorprendente, que rehúye insolentemente su categorización. Era, pienso yo, ciertamente inconcebible a priori.

Nota: Le agradezco al autor la oportunidad de leerlo y reseñarlo. Gracias, Víctor.

17 sept 2021

Reseña: The Warrior, the Voyager, and the Artist, de Kate Fullagar

Kate Fullagar, The Warrior, the Voyager, and the Artist (New Haven y Londres: Yale University Press, 2020). 306 páginas.

Leemos muchas obras nuevas de ficción porque buscamos algo en ellas con lo que identificarnos o identificar a otros que creemos o deseamos conocer; o quizás sea porque esas historias que se narran en las novelas forman parte de lo que, a fin de cuentas, viene a ser nuestra época, el contexto de nuestras vidas. O puede que sea todo lo contrario: las leemos para escapar de la desangelada existencia que llevamos, especialmente ahora que por decreto nos dicen que debemos pasar semanas dentro de casa sin apenas opciones para moverse.

Sin embargo, creo que también se debería proponer la lectura de un cierto tipo de libro de historia. Un relato histórico basado o intuido en evidencias disponibles, que el historiador o la historiadora aderece con deducciones plausibles. Un libro de historia también nos debería permitir intuir o imaginar cómo fueron las vidas de personas que hicieron lo impensable: viajar desde muy remotos rincones del planeta a la metrópolis más importante del siglo XVIII: Londres.

Eso se propuso hacer Kate Fullagar en este singular volumen que tituló The Warrior, the Voyager, and the Artist: Three Lives in an Age of Empire [El guerrero, el viajero y el artista: Tres vidas en una era imperial]. Las tres vidas que menciona el subtítulo corresponden a tres hombres. Cada uno de ellos procedía de un continente diferente, en un momento de la Historia en el que la exploración del planeta alcanzó su máximo apogeo.

Samuel Johnson. Fotografía de Beckslash. 

Del primero han quedado muchos datos. Se trata del pintor Joshua Reynolds, retratista inglés nacido en Devon, que se convirtió en el primer Presidente de la Royal Academy of Arts, y quien se codeó con intelectuales de la talla de Samuel Johnson o Edmund Burke.

El guerrero se llamaba Ostenaco y fue uno de los miembros de una delegación de la nación cheroqui que visitó Londres en 1762. Además de presentarse como líder militar en la capital del imperio contra el que se enfrentaba su pueblo por su supervivencia, en Londres ejerció de diplomático. Fue recibido en audiencia por el rey Jorge III. Un detalle muy importante es el hecho de que Ostenaco y sus acompañantes fueron a Londres con el propósito de firmar un acuerdo de paz y garantizar de ese modo la continuidad de la nación cheroqui. Incluso llevaba consigo cartas de presentación firmadas por el gobernador de Virginia, Francis Fauquier, cuando todavía era colonia británica. La visita duró unos cuantos meses del año 1762. De la visita quedan muchos testimonios, entre ellos el retrato que le hizo Reynolds. Pero Fullagar hace un viraje de perspectiva significativo: trata de hacerle intuir al lector cómo habría sido la experiencia para los cheroquis.

La cultura y sociedad cheroquis eran muy distintas de la inglesa del siglo XVIII. Para empezar, la organización de su sociedad era muy diferente de la británica, era esencialmente matriarcal y en ella prevalecía el deseo de armonía sobre todas las cosas. El libro recoge muchos testimonios de encuentros y desencuentros, de incidentes y molestias padecidas por los extranjeros en una ciudad donde el gentío los observaba con exagerada e insana curiosidad.

El retrato de cuerpo entero que hizo Reynolds de Mai.
El segundo visitante llegó varios años más tarde. Fue un joven de lo que hoy en día se conoce como islas de la Sociedad o Polinesia francesa. Se llamaba Mai y nació en Ra’iatea. Durante su niñez, la isla fue invadida por los guerreros de otro archipiélago, Bora Bora, y Mai huyó con otros compatriotas a Tahití.

Un lugar en el mundo. Isla Rai'atea.

En 1774 Mai logró convencer al Capitán James Cook para que le permitiera ir en los navíos ingleses a Londres. Su objetivo era conseguir las armas y los suministros necesarios para contraatacar a los Bora Bora y recuperar su isla. Nunca le proporcionaron la ayuda que quería y que pensaba que los ingleses le habían prometido. Mai no pudo recuperar su tierra. Durante su estancia en Londres también posó para Reynolds.

La mirada del artista siempre influye en lo mirado. Autorretrato de Joshua Reynolds.

La tesis de Fullagar se podría resumir en una frase. Ya en el siglo XVIII el imperio británico estaba ejerciendo su poderosa influencia en dos lugares tan alejados entre sí como la nación cheroqui al oeste de las Apalaches o los archipiélagos del Pacífico Sur. La idea misma de un joven que desplazase en barco desde Tahití hasta Londres con el solo propósito de adquirir armas y recuperar su isla muestra hasta qué punto el fenómeno globalizador que suponen todos los imperios puede instigar tácticas tan insospechadas entonces como la de Mai.

Mediante tres biografías conectadas esencialmente en la del artista Reynolds, Fullagar nos permite indagar, imaginar y vislumbrar los varios modos en que ambos hombres colonizados encararon, resistieron o incluso alteraron la penetración colonial del imperio en otras culturas y civilizaciones.

Doscientos cincuenta años más tarde, ¿ha cambiado tanto el mundo? La tecnología ha acelerado el proceso, pero me temo que la quintaesencia del colonialismo sigue muy presente.

"Lo que Ostenaco pensase de haber posado para un retratista es igualmente dificil de concretar. No subsiste ninguna prueba directa. No podía valerse de las prácticas indígenas de pintar retratos, pues no existía ninguna en la cultura cheroqui. La pintura era algo importante para los cheroquis del siglo XVIII, pero en tanto que sustancia para ponerse en los rostros en vez de una con la que representarlos. De hecho, un clan entero dentro del sistema de parentesco de siete clanes estaba dedicado a la pintura. El clan Ani-Wodi, o clan de la pintura, se encargaba de crear el ungüento rojizo que utilizaban los guerreros cuando partían hacia la batalla. Normalmente, Ostenaco se habría puesto la pintura de base ocre del clan Ani-Wodi en la frente para dar a entender que pasaba al estatus de guerrero. Para poder retocar las marcas, llevaría encima unas pequeñas bolas huecas de arcilla durante las batallas, las cuales podía abrir, y encontrar en ellas pintura ocre seca que rápidamente podía mezclar con agua." (p. 96, mi traducción)

10 ago 2021

Reseña: Collected Short Fiction, de Gerald Murname

Gerald Murnane, Collected Short Fiction (Artarmon: Giramondo, 2018). 471 páginas.
Como mucha otra gente, suelo leer las opiniones que otros y otras escriben acerca de los libros que he leído. No creo que sea tan mala idea comprobar a posteriori si coincido o no en la valoración de un libro en particular. El hecho es que no me sorprendió para nada descubrir que alguien confesase que había abandonado la lectura en la página 139 de este volumen que recoge una buena parte de los relatos breves de Murnane en un periodo que abarca desde 1979 hasta 2002.

La razón de ese abandono es lo de menos, pues cada lector es libre de decidir si quiere seguir o no leyendo lo que tiene entre sus manos. Murnane escribe lo que escribe, mucho más para sí mismo que para sus potenciales lectores. Ahí estriba lo que resulta, a fin de cuentas, sumamente paradójico en la obra de Murnane: el autor escribe de/desde su mundo interior (insiste hasta la saciedad que el “mundo real” no forma parte de su ficción). Su escritura es siempre una propuesta de puente que brinda una entrada mediante la lectura, pero es siempre el autor quien dicta los términos. Quizás citando un fragmento (de ‘Boy Blue’) se entienda lo que quiero decir:

“Esta es una historia acerca de un hombre y su hijo y la madre del hombre. Al hombre recién mencionado se le llamará en esta historia el hombre o el padre; al hijo recién mencionado se le llamará en esta historia el hijo o el hijo del hombre; a la madre recién mencionada se le llamará en esta historia la madre o la madre del hombre. Se mencionarán otros personajes en esta historia, y cada uno de esos personajes se distinguirá de los demás personajes, pero ninguno de los personajes tendrá lo que pudiera considerarse un nombre por parte de cualquier persona que lea u oiga la historia. A toda persona que lea estas palabras u oiga estas palabras leídas en voz alta y desee que los personajes de la historia tuvieran cada uno un nombre se le invita a considerar la siguiente explicación, pero a recordar al mismo tiempo que las palabras de la explicación forman parte de esta historia.

Estoy escribiendo estas palabras en el lugar que muchas personas llaman el mundo real. Casi todas las personas que viven o han vivido en este lugar tiene o ha tenido un nombre. Cada vez que una persona me dice que él o ella prefiere que los personajes de una historia tengan un nombre, supongo que dicha a persona le gusta fingir, cuando está leyendo una historia, que los personajes de la historia están viviendo o han vivido en el lugar donde esa persona está leyendo. Otras personas pueden fingir sea lo que sea que quieran fingir, mas yo no puedo fingir que algún personaje en una historia que yo u otra persona haya escrito sea una persona que vive o ha vivido en el lugar donde me hallo sentado escribiendo estas palabras. Considero que los personajes de las historias, incluida la historia de la cual es parte esta oración, están en el lugar invisible que con frecuencia denomino mi mente. Me gustaría que el lector o el oyente advierta que he escrito la palabra están y no la palabra viven en la oración previa. (de ‘Boy Blue’, p. 284, mi traducción)

Murnane abre por lo tanto una ventana al lector, pero la construye a su manera y es tan estrecha que quien le lee está siempre constreñido por sus condiciones. Su escritura es mera autoficción, en el sentido de que nunca se evade de su propio mundo interior y recalca su intrínseca naturaleza ficcional.

El volumen ayuda, por otro lado, a entender mejor la trayectoria literaria de este singular (e inclasificable) autor australiano. Los temas son recurrentes: resurgen en sus relatos de la misma manera que aparecen en sus novelas: las combinaciones de colores de los jinetes en carreras de caballos que tienen lugar en el hipódromo de su imaginación. Libros cuyo contenido se olvida y reaparece en forma de imagen o sensación de haber creado una imagen en el momento de su lectura. Imágenes de paisajes inventados de lugares nunca visitados o solamente vistos en películas o en sellos filatélicos.

No es fácil explicar cómo es la obra de Murnane a quien no lo haya leído. En el relato titulado “In Far Fields” narra cómo se ve a sí mismo realizando una descripción de su mente a una estudiante en su curso de escritura creativa: “Durante los años mencionados en el primer párrafo de esta obra de ficción, a veces les decía a uno u otro de mis estudiantes en mi despacho que cualquier persona a quien le pagasen por enseñar a otras personas cómo escribir obras de ficción debería poder escribir, en presencia de una o varias de esas otras personas, la totalidad de una obra de ficción nunca escrita previamente y explicar al mismo tiempo qué había supuestamente causado que cada una de las oraciones de la obra fuese escrita tal como había sido escrita. Entonces escribiría una oración en una hoja de papel. Luego le leería la oración en voz alta a mi estudiante. Luego le explicaría a mi estudiante que la oración era el relato de un detalle de una imagen en mi mente. Explicaría además que la imagen no era una imagen que yo hubiera visto recientemente en mi mente por vez primera ni una imagen que yo viese en mi mente a largos intervalos, sino una imagen que veía en mi mente con frecuencia. Explicaría que la imagen de la que yo había comenzado a escribir estaba conectada por medio de fuertes sentimientos a otras imágenes en mi mente.

Entonces pasaría a decirle a mi estudiante que mi mente consistía únicamente de imágenes y sentimientos; que había estudiado mi mente durante muchos años y en ella no había encontrado otra cosa que imágenes y sentimientos; que un diagrama de mi mente semejaría un mapa vasto e intricado de imágenes para sus pequeños pueblos y con sentimientos por las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Cada vez que hubiese visto en mi mente la imagen de la que había comenzado a escribir justo en ese momento, le diría a mi estudiante, había sentido esos fuertes sentimientos que conducen de esa imagen lejana hacia la campiña repleta de pasto de mi mente y hacia otras imágenes, incluso si pudiera no haber visto todavía ninguna de esas otras imágenes. No dudaba, le diría a mi estudiante, que uno tras otro detalle de una tras otra de esas otras imágenes aparecería en mi mente mientras seguía escribiendo acerca de la imagen de la que había comenzado a escribir en la hoja de papel que tenía ante mí.” (‘In Far Fields’, pp. 218-9, mi traducción)

Las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Entrada a Warrugul, Victoria. Fotografía de Mattinbgn.
Todos los relatos que se incluyen en este volumen recopilatorio aparecieron en revistas o volúmenes diversos. Pese a su uniformidad y la recurrencia de motivos en la mayoría de ellos, hay uno que resalta porque difiere de todos los demás: ‘Land Deal’. En apenas cinco páginas y (lo que es inusual en Murnane) en primera persona del plural, Murnane adopta la voz del pueblo indígena que poblaba lo que es hoy en día Melbourne (Bunurong Boon Wurrung y Wurundjeri Woi Wurrung, de la nación Kulin) para narrar el tratado por el que vendieron su tierra a John Batman en 1835:

John Batman. Fotografía de Biatch 

“Ciertamente no teníamos motivos para quejarnos en aquel momento. Los hombres venidos de ultramar explicaron amablemente todos los detalles del contrato antes de que lo firmáramos. Por supuesto, había algunos asuntos menores que debiésemos haber cuestionado. Mas hasta los más avezados de nuestros negociadores se distrajeron al ver el pago que se nos ofrecía.

[…] Habíamos reconocido una correspondencia casi milagrosa entre el acero y el vidrio y la lana y la harina de los extranjeros y esos metales, telas y alimentos sobre los que tan frecuentemente postulábamos y especulábamos, o con los que soñábamos.” (‘Land Deal’, p. 45, mi traducción)

El relato se publicó por primera vez en 1980. Es evidente que, en 2021, por el tema en el que incide la técnica utilizada por Murnane no se sostiene. El mundo ha cambiado mucho desde 1980. Quizás no tanto como quisiéramos, pero no podemos dejar de aspirar a algo mejor.

12 jul 2021

Reseña: How to Kidnap the Rich, de Rahul Raina

Rahul Raina, How to Kidnap the Rich (Londres: Little, Brown, 2021). 292 páginas.

Esta divertidísima y cáustica novela es el debut de este autor indio. El narrador es Ramesh Kumar, cuyo humilde origen no concluye, como suele ser la norma entre las castas inferiores de la India, en la miseria. Y todo gracias a una monja francesa.

Huérfano de madre al poco de nacer, Ramesh crece a la sombra de un padre violento y alcohólico que hace todo lo posible por mantenerlo en la miseria mientras lo explota en su puesto de venta de té. Pero Ramesh tiene la fortuna de que Claire lo acoja y le dé una educación que ya quisieran muchísimos otros.

Ramesh, prepárale al señor un rico té, elaborado conforme a recetas milenarias...Fotografía de Satish Krishnamurthy, Bombay.

Ya adulto, Ramesh pone en marcha su negocio de consultoría educativa. Consiste en hacerse pasar por los hijos de las clases pudientes de Delhi en los exámenes oficiales, que determinan la jerarquía de acceso a universidades locales y foráneas y permiten mantener sus privilegios a las elites indias.

El problema se produce cuando Ramesh suplanta a Rudraskesh (Rudi para los amigos) en los exámenes y consigue para él unos resultados que le dan el número uno de esa promoción. Esa clase de hazaña supone que la fama es instantánea en la India. De la noche a la mañana será una estrella mediática. A Rudi le llueven las ofertas y Ramesh logra (haciéndoles chantaje a sus padres) convertirse en el manager de Rudi.

A Rudi lo colocan de presentador de un concurso televisivo bautizado como Beat the Brain. El dinero, todos lo sabemos, le puede hacer mucho daño a un joven adolescente, inmaduro y caprichoso. De manera que Ramesh va a tener mucho trabajo si quiere que todo vaya bien y el chiringuito dé sus frutos.

How to Kidnap the Rich se divide en dos partes. La primera narra la historia personal de Ramesh, cómo conoce a la monja Claire y, a pesar de los odios, desprecios y malas pasadas que le juegan diversos personajes de las elites de la escuela donde Claire le enseña, se abre paso en la vida.

La segunda cuenta en cambio los secuestros, las huidas, las interferencias políticas y las falsedades. Es un relato rocambolesco, caótico, alocado. Pero fluye con sobrada energía y humor. Dos muestras: La descripción de una silla en la que sienta un personaje: “… una silla, más blanca que un Panel occidental sobre la diversidad racial…”; y la reacción de Ramesh ante la descripción que hacen los padres de Rudi del muchacho: “… lo habían descrito como «un buen chico que necesita ayuda», pero acaso no reconozco yo una mentira tan grande como aquella de «los británicos solamente están estableciendo un enclave comercial» cuando la oigo.”

El debut de Raina es una excelente sátira de esa India que gobierna la ultraconservadora derecha de Modi y que en meses recientes estuvo en las noticias por las peores razones. Quizás hubiera sido una buena idea incluir un glosario de las palabras del indostaní y el urdu que el autor esparce en el diálogo, que sin duda forman parte del inglés local, pero no son reconocibles por un lector no iniciado, en especial insultos como bewaqoof, anpadh o bhosdike.

Los derechos para llevarla a la pantalla ya están vendidos, por cierto.

Delhi, la ciudad donde creció Ramesh.

“Ni siquiera tiene sentido describirme. Era un niño pequeño con unos grandes ojos marrones. Ahora soy más grande y todavía tengo unos grandes ojos marrones. En aquella época vestía vaqueros de séptima mano con agujeros en la entrepierna y caminaba con unas chanclas de plástico alrededor de las cuales me sobresalían los dedos de los pies. ¿Me entiendes?

Mi padre y yo vivíamos en apenas un cascarón de hormigón de una sola habitación, al final de un callejón que terminaba en otro callejón que daba a otro callejón, en ese lugar del que los guías turísticos occidentales decían que era la verdadera India, la de los montones de especias, mujeres con saris de color mango, hombres que huelen a aceite para el pelo y a incienso y que arrastran vacas detrás de ellos, bestias majestuosas y gordas; esa India en la que los turistas blancos se bajaban de sus jeeps con aire acondicionado y manifestaban que lo que veían y oían los dejaba abrumados.” (p.13, mi traducción). Fotografía de Vyacheslav Argenberg - http://www.vascoplanet.com/

5 jul 2021

Reseña: A Banquet of Consequences - Reloaded, de Satyajit Das

Satyajit Das, A Banquet of Consequences - Reloaded (Australia: Viking, 2021 [2015]). 480 páginas.

El programa gubernamental de ayuda financiera al empleo durante la pandemia, conocido como JobKeeper, supuso un gasto de 130.000 millones de dólares australianos. Los receptores de esta generosísima cantidad de fondos públicos no fueron directamente los empleados, sino los empleadores. Transcurridos varios meses desde que JobKeeper concluyera, las investigaciones de periodistas revelaron que un buen número de las compañías que recibieron esos fondos no solamente no necesitaban la ayuda, sino que en última instancia dedicaron el capital público recibido a pagar dividendos a accionistas, bonificaciones extraordinarias a sus directivos y, en el caso de algunas escuelas privadas, a reducir las cuotas que pagan los padres que deciden enviar a sus niños y niñas a esos centros de elitismo y privilegio.

Moraleja: Para quienes deciden las políticas económicas y recaudan los tributos que costean sus elevados salarios, el dinero (de los demás) cae del cielo y crece en los árboles.

Das es economista de carrera. Nació en Calcuta y vive en Australia desde los 12 años. Este libro es una versión revisada y actualizada tras el hundimiento económico generalizado causado por el Covid-19. En su primera edición, el libro analizaba la situación resultante de la crisis de 2008 y las consecuencias que el sistema actual va a tener en nuestras vidas. El panorama que plantea Das es, sencillamente, desolador: “La posición de la economía global es semejante a un agujero negro, del que la gravedad impide que escape nada, incluida la luz. Los excesivos niveles de deuda y los desequilibrios fundamentales, fuertemente arraigados, impiden ahora escapar del estancamiento o algo incluso peor. Los agujeros negros se forman cuando estrellas inmensas colapsan al final de su ciclo vital: una metáfora adecuada para el reciente periodo de nuestra historia económica.” (p. 92. Nota: Todas las citas que figuran en esta reseña son mi propia traducción).

El arquitecto de la magia financiera saca un conejo de la chistera en menos que canta un gallo. “Los gobiernos utilizan la contabilidad creativa. Durante el periodo anterior a la introducción del euro, Italia y España utilizaron transacciones con derivados, supuestamente para minimizar sus niveles de deuda. […] Para superar la falta de dinero disponible para recapitalizar sus bancos, el Gobierno de España empleó la contabilidad, acordando que pérdidas tributarias de €30 mil millones pudieran utilizarse para apuntalar el capital regulatorio. Mientras la UE buscaba mejorar la solvencia de los bancos aumentando las reservas de capital, España adoptó una estrategia de manipulación fiscal que para nada ayudó a mejorar la verdadera capacidad de absorción de pérdidas de sus bancos.” (p. 59-60) 
El tema de la deuda, que según Das ha alcanzado niveles descomunales, es recurrente en su exposición y denuncia. La deuda, tanto pública como privada, lastrará cualquier tentativa que busque una solución a los múltiples problemas que afronta el mundo en las próximas décadas.

No es el único aspecto alarmante: el cambio climático, la escasez de recursos, en particular el agua limpia, y la incapacidad y falta manifiesta de voluntad de los políticos para obligar a repensar nuestros hábitos de consumo y el viciado sistema de producción que los alimenta.

Aunque es un libro muy especializado en cuestiones económicas, Das escribe en un lenguaje conciso, claro e inteligible. Algo que los lectores agradecen es su costumbre de ejemplificar un punto con una cita o referencia literaria o artística para concluir una sección. Son todas aptas y oportunas. Un ejemplo que describe la destrucción de la industria pesquera del Mar de Aral: “Los barcos pesqueros varados en el Mar de Aral seco son un eco del cuadro surrealista de Salvador Dalí de 1934, Imagen paranoica astral, en el que unos pobladores desatentos están sentados en un bote de remos en un lago o un océano seco. Es el recordatorio de las consecuencias del voraz apetito de la humanidad por el agua.” (p. 127)

El Mar de Aral desde el espacio, en 1989 y en 2008. 
Tampoco le falta la ironía: “Un directivo de un banco central describió la política de la devaluación de divisas de forma muy pintoresca: es como orinarse en la cama. Aunque al principio uno se siente bien, rápidamente se convierte en un desastre.” (p. 156)

Das reitera a lo largo del libro el hecho incontrovertible de que el pato siempre lo pagan los mismos: los que menos poder tienen, los más pobres y vulnerables: “Las políticas diseñadas para hacer frente a la Crisis Financiera Global, tales como la inversión en instituciones financieras para asegurar su solvencia, los recortes en los tipos de interés y los programas de expansión cuantitativa, incrementaron todavía más la desigualdad. El coste de los rescates lo asumieron de manera desproporcionada los grupos sociales con menores ingresos.” (p. 216)

“Tras dejar el Banco de Reserva Federal, Ben Bernanke se lanzó al ruedo de las conferencias con una celeridad que no ha tenido parangón desde que la madre enviudada de Hamlet contrajo matrimonio con su cuñado.” (p. 90). Fotografía de Medill DC.
No es, ciertamente, una lectura de lo más amena. Tampoco va a inyectarte dosis de positividad, que ya quisiéramos muchos en esta época. Pero A Banquet of Consequences – Reloaded advierte de negros nubarrones en el horizonte. La tormenta no se desatará mañana, sino que afectará a las próximas generaciones, que han nacido endeudadas.

Los niños ya no vienen al mundo con un pan bajo el brazo, sino con una carpeta repleta de avisos de cobro de deudas.

25 jun 2021

Reseña: Providence, de Max Barry

Max Barry, Providence (Sydney: Hachette Australia, 2020). 306 páginas.

A quien esté un poco familiarizado con la trayectoria de Max Barry no debería extrañarle para nada que la novela más reciente (hay una más nueva, The 22 Murders of Madison May, que está a pocos días de ver la luz de las librerías y el universo digital) es un paso adelante hacia el vacío del universo. ¿Un thriller ambientado en una galaxia lejana? ¿Qué clase de locura es esa?

Pero decir que Providence es una novela de misterio situada en el espacio, en un futuro en el que la humanidad ya ha descubierto la presencia de otra especie extraterrestre, que no solamente es inteligente sino que además es hostil, agresiva y destructiva, sería simplificar y minusvalorar a este autor de Melbourne.

Desde su primera novela, Syrup, Barry se ha distinguido por realizar una sátira feroz en torno a temas muy señalados: sean el capitalismo y sus numerosas faltas (la ya mencionada Syrup o Company), sea la humillación de los valores humanistas a la maquinaria de la guerra o la industria armamentística (Jennifer Government o Lexicon), sea la intrusión desmedida de la tecnología en la vida humana (Machine Man), Barry nos muestra lo muy vulnerables y débiles que somos todos, en tanto que piezas de una mecánica sobre la que no ejercemos ningún poder.

Gilly, Talia, Anders y Jackson son los cuatro tripulantes de la Providence 5, una nueva nave espacial supuestamente invencible. El año podría ser 2100, 2200 o incluso 2300, pero realmente ese dato no importa. Es una nave se puede desplazar a velocidades impensables con la tecnología de la que disponemos hoy en día. Los rincones más distantes y desconocidos del universo están a nuestro alcance.

Una simpática y básicamente inofensiva salamandra. Estas no te arrojan pequeños agujeros negros que te trituran. Fotografía de Petar Milošević.

Siete años antes de la partida de la Providence 5 hubo un encuentro con los salamandras. El relato de ese encuentro es el prólogo de la novela. Fue la nave Coral Beach la que se acercó demasiado a esos seres desconocidos: “los salamandras pueden escupir pequeños balines de plasma de quarks-gluones, que esencialmente son unos diminutos agujeros negros, los cuales a su paso dejan un rastro de materia triturada, porque lo que ocurre cuando tanta gravedad te pasa a centímetros del corazón o a metro y medio de los pies es que las diferentes partes de tu cuerpo experimentan unas fuerzas que son colosalmente diferentes. La tripulación del Coral Beach no lo sabe.” (p. 6, mi traducción)

Lo que no todos los cuatro tripulantes de la Providence 5 saben es que la nave se dirige, se gestiona e incluso se repara ella solita, gracias a un sistema de inteligencia artificial que lo controla absolutamente todo, incluso la decisión de perseguir y atacar al enemigo, analizar los resultados de las batallas y configurar nuevas estrategias de cara a la próxima. ¿Qué hacen entonces esos cuatro humanos a millones de kilómetros de distancia? Figurar: son simplemente actores en lo que es un estratagema mediática planificada para justificar la descomunal inversión de dineros públicos en la maquinaria de guerra más costosa y sofisticada que jamás se haya visto. ¿Te suena de algo?

Tras los primeros meses, se imponen la claustrofobia y el hastío en la odisea de los cuatro escogidos. Pero poco a poco las cosas cambian. A Anders le da por jugar a cosas cada vez más arriesgadas y a desaparecer durante días en el interior de la nave. Ciertos errores en el sistema no tienen sentido y Gilly descubre que la Inteligencia Artificial no es tan infalible. Y para colmo de males, los salamandras demuestran haberse aprendido la lección de la múltiples derrotas y masacres sufridas.

Hay quien está dispuesto a gastarse millonadas para irse de aquí en lugar de tratar de solucionar los numerosos problemas que tenemos.
La campaña de destrucción es narrada de manera desapasionada. El número de enemigos abatidos va a permitirles entrar en el Salón de la Fama, sin duda. Hay ecos transparentes a las ejecuciones que drones y otros medios militares llevan a cabo en nuestro planeta en nombre de la democracia, la justicia, la libertad y otras palabras vacías de significado. No hace falta irse a otra galaxia para sentir la misma náusea.

El punto de vista narrativo alterna de capítulo en capítulo. Eso ayuda a que la novela avance rápido aunque los protagonistas no estén realmente haciendo gran cosa. La atmósfera de suspense se mantiene: el lector sabe que algo va a salir mal. Y naturalmente, algo sale muy mal.

De los cuatro personajes, es Gilly quien más simpatías despierta. Al menos en mi opinión: habrá quien se identifique más con Talia, o incluso (¿Por qué no? Tiene una pizca de psicópata y ha de haber para todos los gustos…) Anders. Sobre Gilligan: “Quería saber por qué estaban en guerra. No en términos generales. Esos ya le habían bastado anteriormente, pero ya no le valían. Quería hallarse en una habitación con la persona que había tomado la decisión, que había dicho «Adelante», e indagar si había habido otras opciones. Porque sí había discrepancias. Había protestas. Había gente que decía que las contratistas como Surplex tenían sus tentáculos metidos en todo Servicios, y manipulaban la percepción del público a favor de la guerra, cuyo propósito había en cierto modo cambiado: de obligar a los salamandras a replegarse del territorio de los humanos a su exterminación como especie; ¿era eso estrictamente necesario? ¿Era adentrarse en la Zona Violeta de hecho la misma guerra que todo el mundo había suscrito tras el desastre de la Coral Beach? Porque en aquel tiempo no había esa Inteligencia Artificial corporativa que se volcara en la construcción de naves espaciales acorazadas, además con el 22% del PIB mundial, y que tomara decisiones que resultaban literalmente excesivamente sofisticadas como para cuestionarlas. Esa parte le parecía sospechosa ahora. Verdaderamente sospechosa.

Sabía lo que estaba sucediendo. Se estaba inventando una ficción reconfortante en la cual era aceptable hablarle al salamandra, porque él, Gilly, no le debía nada a la Humanidad. Aun así, los razonamientos siguieron incrementándose en su cabeza hasta que se sintió furioso. Estaban todos en casa, sanos y salvos y felices, excepto él.” (p. 243, mi traducción)

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