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24 mar 2012

A la fi de l’estiu: la collita



Avui he fet collita. Ahir el vent del sud-oest ja portava els seus aromes d’autumne i la gelor de l'Antàrtic: a les muntanyes de Tasmània va caure una mica de neu. L’estiu s’ha acabat.

Enguany les pluges han estat (potser massa) generoses, i hem arreplegat (i menjat, és clar) de panotxes de dacsa, mongetes tendres (batxoqueta molt fina), safanòries, tomàquets petits i també autèntiques tomaques valencianes (ma mare em va enviar llavors fa un parell d’anys), pèsols xinesos i remolatxa. L’horta que tinc aquí a casa no és massa gran i no em dóna per a molt, però és el sabor de les verduretes i dels tomaques el que s’aprecia: és autèntic! I et dóna un plaer força especial menjar a la nit el que has arreplegat de la teua horta...

No tinc massa clar per què, però quan estic treballant a la meua horta sent una connexió especial amb la meua terra. Recorde els matins quan anava amb mon pare al Mercat d’abastos, i compràvem caixes senceres de taronges, de maduixes. Érem quatre boquetes a casa, i els preus eren més baixos al mercat. També recorde els colors i les olors del Mercat Central, la gran varietat de productes de la terra, el peix, la carn, els embotits, eixes sardines salades tan bé col·locades dins dels barrilets de fusta, les fruites seques, les veus de les dependentes, l’entonació tan característicament valenciana de les seues paraules. “Quant et pose, rei? Vols un kilo només?”

Aquesta remolatxa l'hem batejat 'Messi': el més gran!

Prop de l’horta vaig plantar ara fa gairebé dos anys una figuera. Per a molta gent, la idea de plantar un arbre per recordar la meua filla Clea semblava prou natural, i ens donaren uns quants vals per comprar-ne. Potser siga una bona idea, però el cas és que Clea i jo ja havíem plantat  prop de casa un arbre (un kurrajong, un arbre natiu) un parell de mesos abans de la seua mort. L’etiqueta que portava l’arbre deia que les figues que em done en el futur serien turques.

Enguany la figuera m’ha donat una figa només, la primera. Me la vaig menjar jo, va estar molt tendra i molt dolça, però la veritat és que no em va semblar gens estrangera. Pense que, malgrat tot, aquestes seran figues de Ngunnawal.

22 mar 2012

Reseña: Els embolics dels Hoover, de Joaquim Biendicho


Joaquim Biendicho, Els embolics dels Hoover (Alzira: Bromera, 2011). 171 páginas.


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Cuando a Andreu Farré, recién horneado como doctor en filosofía, le proponen trabajar a bordo de un crucero por el Mediterráneo haciendo de guía cultural para las hijas del magnate norteamericano propietario del buque, la tentación de ganar una buena suma de dinero en pocos días de trabajo es muy fuerte. Acepta el trabajo y sube a bordo del Imperator of the Seas. Su anfitrión y empleador es el Sr. Hoover; sus hijas, Carol y Sarah, al parecer poco agraciadas en casi todos los sentidos, nos son descritas en un principio como un par de bobaliconas, más pendientes de los músculos masculinos que de las atracciones culturales de los puertos italianos donde el crucero hace escala.
Pero cuando una de las hijas de Hoover, Carol, desembarca en Mónaco en compañía del mago malabarista y ambos ponen tierra de por medio, se inicia una rocambolesca persecución. Hoover no está dispuesto a permitir que su hija se vaya con cualquiera, y en particular quiere impedir a toda costa que la huida de Carol llegue a oídos de su madre, la primera esposa de Hoover.
El relato nos lleva de Mónaco a Venecia, y de la ciudad de los canales a Marrakech en Marruecos. El estrafalario equipo de persecución lo integran unos personajes desdibujados, elaborados con trazos escuetos pero por lo general acertados. Hay un barman salvadoreño que se llama Salvador Salvador, un antiguo espía francés alcohólico, el propio Hoover y Farré.
Si Els embolics dels Hoover buscaba ser un relato esencialmente humorístico, no termina de conseguirlo porque está escrito en clave de entretenimiento más bien light. Más mérito tienen, por la ironía sutilmente desplegada en el subtexto, las observaciones sobre los comportamientos y las pequeñas miserias humanas que son pan nuestro de cada día.
Por lo demás, hay una especie de trama paralela que la novela sitúa en Barcelona, donde la madre de Sarah descubre tras asistir a una conferencia las malas artes del conferenciante, un hipnotizador llamado Santos, para terminar siendo ella la hipnotizada. Es por aquí donde cojea Els embolics dels Hoover: de una posible trama detectivesca se pasa a un sainete un tanto deslucido, y en el que únicamente la escena en que todo Marrakech parece estar buscando a Carol y su acompañante alcanza ciertas dosis de hilaridad.
Biendicho recurre a la polifonía narradora sin que parezca estar especialmente versado en la técnica. La novelita (tiene 171 páginas solamente) avanza a trancas y barrancas, con más voluntad de entretener que otra cosa, y no contiene grandes pretensiones literarias.
Els embolics dels Hoover resultó premiada con el XXII Premi Ciutat d'Alzira, un hecho que ciertamente dice en principio muy poco a favor del resto de novelas candidatas.

20 feb 2012

Reseña: L'últim patriarca, de Najat El Hachmi


Najat El Hachmi, L'últim patriarca (Barcelona: Planeta, 2008). 332 páginas.

Cada vez se prodiga más la narrativa de la emigración, pero pienso que no es menos cierto que el incremento de este tipo de historia está asociado al cada vez mayor número de personas que han emigrado, y esa experiencia, narrada en clave de autobiografía, o de biografía novelada o en clave de ficción no deja de resultar de mucho interés.

L’últim patriarca le valió a su autora el Premi Ramon Llull del año 2008, uno de los más prestigiosos en lengua catalana. Es desde luego una notable novela por varios aspectos que trataré de explicar.

El primero es el lenguaje mismo del que hace uso la autora, a través de la voz femenina de la narradora, la hija del patriarca Mimoun Driouch. Najat El Hachmi impregna la novela de una voz (y hay que remarcar la cualidad oral de la narración) que habla desde la tierra de nadie del que se sabe sumergido en dos culturas. Conforme va avanzando uno en la lectura de L’últim patriarca, se vuelve por momentos más intensa, más definida, la sensación de estar experimentándola como a través de un tamiz, como si se tratara de la lectura de una historia que le llega entregada al lector mediante una traducción, pero una traducción que resulta ser portentosa, perfecta, ideal.

El argumento es en sí mismo otro aspecto llamativo, y que no puede dejar indiferente al lector. Desde su nacimiento en una ciudad del Rif marroquí, Mimoun Driouch está llamado a ser el heredero y continuador de una tradición milenaria basada en el dominio pleno y la autoridad absoluta de los varones en el entorno familiar: el patriarcado. La narración que hace su hija roza en algunos momentos el sarcasmo: retrata a un niño consentido y caprichoso (“tothom tenia la certesa que aquell nen no era del tot normal i que per qualsevol motiu podia trencar-se en bocins o desfer-se en cendres”).

La primera vez que Mimoun, ya prometido a la mujer que algún día querrá domesticar y poseer, emigra a la Península Ibérica, consigue gracias a su tío trabajo en la construcción. Pero cuando, tras empezar a beneficiarse a la esposa del empresario, ésta lo despacha con cajas destempladas – Mimoun desoye las limitaciones sexuales que ella le impone – pierde el trabajo, quema la casa del empresario y termina expulsado del país.

De vuelta en Marruecos, Mimoun se casa. Nace su primogénito pero no lo celebra porque en realidad él quería una hija. Al poco tiempo consigue regresar a Cataluña. La vida de los emigrantes es muy dura, pero la actitud y el comportamiento del patriarca nos revelan que El Hachmi está contándonos otra historia. Cuando Mimoun traslada a toda su familia de Marruecos a España, la dinámica de las relaciones intrafamiliares queda totalmente al descubierto: al mando solo hay una persona, el patriarca. Él (la) pone y dispone como quiere y cuando quiere.

Este es otro de los aspectos más interesantes de L’últim patriarca. En el contexto de la sociedad catalana de la “ciutat capital de comarca”, Mimoun es el odioso prototipo del maltratador irascible, autoritario, e inhumano, al cual únicamente se irá enfrentando a lo largo de los años su hija adolescente, quien gracias a la inmersión en el sistema educativo empieza a ver las contradicciones entre lo que hacen y lo que dicen sus padres.

El relato (a veces espeluznante) del maltrato se enmarca pues en las fricciones inevitables que surgen de la traslación de un esquema social patriarcal, tradicional, establecido en el seno de una determinada cultura (la cual nunca lo ha cuestionado). Es la dificultad de adecuación o conciliación entre ambas culturas, el inevitable choque que se produce en un marco geopolítico y cultural foráneo, lo que no termina de explorar la autora. Y no pienso que fuera su intención declarada decantar la novela en esa dirección. En todo caso, lo lamentable en la vida real es que las víctimas de ese choque casi siempre son mujeres y pequeños.


La figura del patriarca, derrotado y lloroso al final, incapaz de hacer valer el terror como herramienta para “convencer” a su hija, es sin duda el protagonista de esta novela, mucho más que la joven narradora tan curiosamente enfrascada en el diccionario de lengua catalana. El Hachmi nos relata una versión del final de un modelo social basado en la explotación y la humillación de las mujeres, pero ese final solamente puede producirse en entornos geográficos diferentes del lugar y la sociedad basados en ese sistema tradicional. Pese a las revoluciones y primaveras árabes recientes, en esencia no se ha alterado para nada el orden establecido.

Un dato curioso para lectores ubicados en Australia: Najat El Hachmi dio una conferencia aquí en Canberra en 2010, titulada 'Writing from the Borderland'. El video de esa conferencia puede verse aquí.

27 dic 2011

Reseña: Els jugadors de whist, de Vicenç Pagès Jordà


Vicenç Pagès Jordà, Els jugadors de whist (Barcelona: Empúries, 2009). 535 páginas.

Las primeras páginas de Els jugadors de whist nos introducen en la vida de Jordi Recasens, de cuarenta y pico años, propietario de una empresa especializada en los servicios fotográficos para bodas. Jordi (mal)vive en el garaje de su casa, donde tiene un futón, un robot limpiador, una nevera, una máquina cafetera, el ordenador y otros muchos cachivaches. Su vida parece francamente ir a la deriva: no aguanta a su mujer, Nora; ese día (21 de abril de 2007) se va a casar su hija Marta con un tipo de dudosa respetabilidad y de procedencia skinhead, al que ha apodado Bad Boy. Jordi se pasa muchas noches en vela viendo películas – tiene unas mil de su temática preferida, el adulterio – y los blogs fotográficos de las amigas de su hija Marta, entre las cuales parece tener una favorita: Halley.

Las siguientes páginas comprenden el fragmento del diario de un chico, Biel, de 1977. Hace dos meses que Biel llegó con su familia a Figueres procedente de Mallorca. Su padre es capitán del Ejército, su madre es extranjera. Tiene una hermana, Nora.

A lo largo de quinientas páginas Vicenç Pagès Jordà va estableciendo las claves que unen el día (tan) señalado de 2007 con el diario del escolar Biel en 1977, y lo hace de una forma desde luego muy ambiciosa y efectista, aunque no siempre tan eficaz desde el punto de vista narrativo (y literario) como habría sido de desear. Pagès logra ciertamente conectar los hilos de la historia, conduciendo al lector por un camino a veces abrupto. Y ahí estriba el problema de Els jugadors de whist: me ha parecido que hay demasiados obstáculos al progreso de la historia, y es el mismo autor el que los coloca, alargando algunos episodios mucho más de lo que la novela, en mi opinión, precisaba, e incluyendo toda una serie de listados (de grupos musicales, películas, actores y actrices, libros, pintores, etc.) cuya función dentro de la trama es prácticamente nula y cuyo cometido dentro de su estructura múltiple y algo anárquica me ha parecido superfluo, si no simplemente caprichoso.

Solamente al final queda desvelado el origen de la voz narradora dominante en la parte correspondiente al día de la boda, voz que en ocasiones peca de cierta presunción, como cuando avisa al lector que “És convenient insistir en la manera com en Jordi es prenia el seu cas” (p. 431) en plena narración de la degradante crisis por la que atraviesa Jordi tras enamorarse de Halley. Francamente, quizás no fuera tan conveniente: si Pagès buscaba ridiculizar al personaje de Recasens como arquetipo de cierta clase de hombre en crisis, lo podría haber conseguido sin explayarse tanto. Pero pienso que no era ése su objetivo.

Donde realmente me parece que cojea Els jugadors de whist es en el tratamiento narrativo de la historia del juego del whist, un titánico entretenimiento de verano que inventan Biel y sus amigos, y cuyas trágicas consecuencias terminarán por marcar la vida de Recasens. Son demasiadas las páginas que transcurren entre el inicio de la historia y su explicación a posteriori, y en consecuencia parece a ratos que le falte ritmo a la narración.

Con todo, Els jugadors de whist es sin duda un notable esfuerzo creativo. Pagès posee un fino sentido del humor, y las escenas y situaciones bien detalladas en la narración del banquete de boda provocan la hilaridad por lo auténtico y verídico de sus diálogos (es fácil hacerse la imagen mental de esa pariente que insiste una y otra vez en que cierren la puerta, porque se pierde el frescor del aire acondicionado). Los dardos del humor de Pagès son sin duda uno de los elementos más conseguidos de la novela. Ha sido, en definitiva, una buena elección para estos días anteriores a las fiestas navideñas y del inicio del verano austral.

29 nov 2011

Reseña: Subsòl, de Unai Siset



Unai Siset, Subsòl (Alzira: Bromera, 2010). 181 páginas.


Vaya por delante la siguiente aclaración: Unai Siset no existe como autor. Unai Siset (del catalán: “una i sis, set”; es decir, una y seis, siete) son en realidad siete autores: Pasqual Alapont (1963), Manuel Baixauli (1963), Esperança Camps (1964), Vicent Borràs (1962), Àlan Greus (1967), Urbà Lozano (1967) y Vicent Usó (1963). Todos de una misma generación, todos residentes en el País Valencià, y todos con una aspiración compartida: escribir buena literatura. Subsòl, aparecido en 2010, es una inusual apuesta de la editorial valenciana Bromera (que solamente publica libros en lengua catalana) por hacer algo distinto y valiente, algo que suponga una nota disonante en el paisaje narrativo un tanto facilón y bastante monocromo que tantos halagos recibe de la crítica española convencional, la cual –salvo contadas excepciones– parece  deliberadamente olvidar la literatura escrita en catalán.
Subsòl es ante todo un experimento, un juego: siete narradores se enfrentan a una fotografía de Peter Turnley (aquí la página de Wikipedia sobre Turnley; y para los aficionados a la fotografía, aquí su web personal) tomada en el metro de París en 1979, la de la portada del libro. Cada uno de los siete narradores escogió una de las personas más prominentes en la foto y la convirtió en personaje literario, escribiendo un relato que tenía que integrarse con los otros seis.
La propuesta de Subsòl funciona porque los relatos están construidos mediante técnicas diferentes, y narrados desde diferentes puntos de vista. Alguno hay contado en primera persona; otro tiene un narrador omnisciente; otro se estructura en torno a un diálogo, del cual solamente oímos lo que dice una persona. El aliciente para el lector es ir comprobando cómo los diferentes relatos, cada uno con su propio estilo, van encajando en una narrativa coherente, bastante bien hilvanada en torno al motivo de la fotografía.
El primero, ‘Una K voltada (Andrea)’ cuenta la historia de dos hermanos gemelos que fueron separados al poco tiempo de nacer por las circunstancias de la vida, y de cómo uno de ellos, Andrea, acude a París en busca de su hermano. El segundo, ‘Henri’, sigue las vicisitudes del hijo de un gobernante francés que trata de salvar la reputación de su padre, envuelto en un turbio asunto de corrupción que implica a un dictador africano y una bolsa repleta de diamantes; el tercero, ‘Jules’, cuenta los instantes finales de un suicida que ha encubierto un crimen.
El cuarto, a mi juicio el más divertido de todos, cuenta la historia de una arquitecta valenciana incomprendida que enloquece con el paso del tiempo. El quinto, ‘Avram’, es un cuento sobre las obsesiones y las supersticiones, que han dado lugar a un terrible desenlace. El sexto, ‘Vítor’, sigue a un emigrante portugués cincuentón enamorado de una jovencísima terrorista bretona.
Por último, ‘Aude’, completa cabalmente el juego metaliterario que proponen Unai Siset, y nos muestra el nerviosismo de una anciana exprostituta, que en la actualidad vive cómodamente retirada en una casa de campo donde añora a su difunto marido, cuando recibe unos relatos (el lector debe asumir que son los seis que le preceden) y la fotografía del metro, que la obligan a rememorar la época en que la foto fue tomada.
Subsòl es una entretenida propuesta lectora; un libro para nada convencional, del que se disfruta bastante desde el principio al final, y en el que ‘Aude’ pone una especie de guinda metanarrativa, el relato que cierra el libro y del cual traduzco aquí al inglés un fragmento de un par de páginas:

As I was telling you, Mr Lawyer, none of the envelopes that have arrived home these last days has a sender’s name on the back, and that makes me feel very insecure. Defenceless. Helpless. I know not who’s sending me all this crap. Receiving anonymous letters is not the best way to achieve peace of mind. Balance. All my life seeking stability and when it appeared I had found it, when I was readying myself to live my final years in serenity, when I had put my memories in order so that the time I shared with my Ives would always be at the top, then came these papers , these anonymous letters, these questions. Oh my God!

I’ve read all this rubbish, and believe you me, Mr Lawyer, I can only tell you that the documents contain disjointed data. They make gratuitous statements, and in some of them they even ask me about issues I am under no obligation to know about, because they deal with people I have never met. They are… I’m not sure how to interpret them, they’re kind of fragments of biographies. Yes, that’s what: incomplete reports on the lives of people I have never heard of, stories about events that may indeed have happened, such as milestones in the history of our country. And politics, too, Mr Lawyer. It’s as if some sort of madman had randomly dug about in the files of the State’s Secret Services in order to retrieve some records, and then that same madman had mailed them to a person chosen by chance, too.  They ask me about murders and about news on our Republic’s international relations in the 1970s. I did not read the papers then, Mr Lawyer. All I know is what I may have learned from my conversations with Ives. Nothing more. Our conversations and the visits of some of his army mates. The most remarkable thing for me is that in those papers I have received, there are also fragments of my own life. Drafted in the coarsest way. As if intending to hurt. There’s no randomness or chance here. My marriage, the rented unit where I used to live when I was single, my timetable. What I used to do before I found the job at the school. I was very young, there was only poverty at home. I arrived in Paris on a train I do not wish to remember. I wasn’t pretty, yet I attracted attention when I was young. Now you see me like this, with all the bygone years stuck on me as if pressed by a steamroller. And have I suffered, oh boy! But I have been a woman. Young and poor. I’m not ashamed to own up that I worked the streets for a few months, I’m not ashamed to say what I would do to make a few francs. Life hasn’t been easy for me. Now you see sitting on this sofa with plenty of comfortable cushions around me, you see me in this house that my Ives owned, you know I have a lady who every day comes to help with the household chores… I was a prostitute but for a short time, but they know. The letters, or the texts, or whatever this shit is, excuse my crude language, they’re written with some double intent that escapes me. That’s why I made you come over.  You do understand how ill at ease I feel, don’t you, Mr Lawyer?

2 nov 2011

Poema: El teu arbret



El teu arbret

Un dia cap a la fi de l'hivern, filla,
vas plantar el teu arbret.
Aquell fred matí vam anar
amb un kurrajong dins d'un test,
una pala menuda i una aixada.
Vam escollir un lloc prop de casa,
on podries vigilar-lo cada matí
de camí a l’escola.
Les teues rialles van fer el forat a la terra,
i regiràrem el sòl, envoltant
l’arbret amb les pedres
que tu i els teus germans
trobàreu per tot arreu.
Et vaig dir llavors que plantar
un arbre és una de tres coses
que cal fer en aquesta vida.
Als sis anys i set mesos, ja tenies
una d'elles
ben complida.


Dues setmanes després,
un home del govern,
un jardiner ho va serrar amb el seu tallagespa.
Ell no ho va veure,
no sabia el que feia.
(Va ser una premonició? Un avís que no vaig entendre?)
Com l'arbre, també la teua vida la tallà
en sec la Terra,
en despertar un colós d'aigua,
brutal i assassí.
Mai tindràs, Clea, els anys per poder escriure
el teu llibre,
ni em donaràs un nét
a qui un dia puga fer-li cosconelles
o dir-li facècies.

Ara, molts mesos després d'aquell dia,
de tants i tants dies
sense la teua alegria, enyorant
el teu riure
d'estudiant riallera,
he tornat a aquest paratge:
potser haja sentit la teua veu,
les teues rialles
mentre acariciava les fulles del plançó,
encara amb vida.

(c) Jorge Salavert, 2011

20 oct 2011

Una mena de rutina


Self-portrait of sadness, (c) Etsy Ketsy, 2010
Una mena de rutina

I tornes a la teua llar a la fi del dia,
amb el cor en un puny
o la punyada d’una tristessa feixuga
dibuixada al rostre,
i potser et trobes que la casa
ja no és la casa,
que la dona
ja no és la dona,
o que la vida que al matí havies somniat
mentre distret et portaves a la boca les torrades
amb melmelada d'amarga taronja,
t'ha deixat,
t'ha abandonat al racó
d'una època oblidada,
i que l'ànima d’alta fidelitat de marca japonesa
que t'havies comprat pel teu aniversari
ha deixat de fer el seu tic-tac,
amb què et dormies, tranquil
de dilluns a divendres.


© J.Salavert, 2011

19 oct 2011

Reseña: L'alquímia del mercat d'alquímies, de Maurici Pla



Maurici Pla, L’alquímia del mercat d’alquímies (Barcelona: Quaderns Crema, 2011). 146 páginas.

Un dibujo del pintor Paul Klee sirve de motivo argumental para esta curiosa novelita del barcelonés Maurici Pla. Alexander Kahn, administrador del museo de arte moderno de la ciudad que el narrador – el propio Kahn – denomina simplemente como K, se lanza a la búsqueda del original del dibujo de Klee (reproducido en la portada del libro).

Pla dota a la ciudad de una atmósfera inquietante y un tanto enigmática, habitada por personajes que dicen saber poco pero terminan por saber mucho – incluso demasiado. Conforme el lector avanza en la lectura de L’alquímia, la impresión de que las vivencias que narra Kahn en primera persona y en presente pueden ser de hecho un sueño se hace más fuerte. El ritmo narrativo que impone Pla con su elección de tiempo verbal no es nada desdeñable. La inmediatez de lo que nos cuenta Kahn es palpable: hay deseos eróticos, abundan las obsesiones aparentes de los personajes (el calzado en especial), la disponibilidad en el mercado negro de una droga (un somnífero) que el municipio ha declarado ilegal.

¿Se trata de una alucinación o de un sueño? Obviamente, no hay una respuesta clara, y es el lector quien debe trabajar el texto y disfrutarlo. Pla nos hace algunos guiños hacia temas de candente actualidad (la corrupción y la especulación urbanística o el resurgimiento del fascismo en Europa, entre otros) sin entrar en disquisiciones que estarían de más en una novela breve y que, además, no tiene falsas pretensiones de grandeza. Es una obra singular, en la que los personajes quedan desdibujados precisamente porque el autor lo ha querido.

Un relato un tanto excéntrico en ocasiones, esta es la búsqueda alucinada y desquiciada de una imagen, de un paisaje, de una perspectiva. Como arquitecto que es, Pla encuentra los equilibrios necesarios para que el caballo no se le desboque, y el resultado final no defrauda, con unas buenas dosis de valor literario.

19 sept 2011

Reseña: L'estany de foc, de Silvestre Vilaplana



Silvestre Vilaplana, L’estany de foc. Alzira: Bromera, 2010. 395 páginas.

A lo largo de la historia han sido muchos los traductores que han sufrido persecución (cuando no la muerte) por su labor de difusión de determinadas ideas contenidas en los libros. Esta situación ha sido particularmente nefanda para los traductores cuando se han hallado bajo regímenes autoritarios y/o fundamentalistas: los casos de Afganistan e Iraq son los más recientes, mas persecuciones feroces y ensañadas las ha habido desde hace siglos. En L’estany de foc, el alcoyano Silvestre Vilaplana narra las vicisitudes que rodearon a la primera edición de la Biblia traducida a la lengua catalana del antiguo Reino de Valencia a fines del siglo XV.
Impresa entre 1477 y 1478 en Valencia, la primera Biblia en catalán, en la lengua del pueblo, tuvo una vida efímera y muy accidentada. Pocos años después la Inquisición castellana prohibió su lectura y se afanó por decomisar todos los ejemplares existentes para destruirlos.
Vilaplana novela hábilmente la implacable persecución a que somete el Inquisidor General de Valencia, el burgalés Juan de Monasterio, al último ejemplar conocido de la Biblia hereje. La novela se inicia en las calles de Valencia, donde Daniel Vives, judío converso y traductor de la obra, huye de su casa antes de la inminente aparición de los soldados de Monasterio. Vives logra refugiarse en la casa de otra familia de conversos, donde pasará escondido meses en una sinagoga oculta. Cuando la peste se ceba con Valencia, el médico Pere Torrella, amigo de la familia, idea una huida: disfrazan a Vives de muerto por la peste, y consiguen que salga de la ciudad, desde donde podrá huir a Perpiñán.
Pero las telarañas que teje Monasterio son amplias e invisibles. El jorobado Castor, un personaje inicuo, maligno y siniestro, uno de los más eficaces espías del inquisidor, ha descubierto a Vives y le persigue en su huida. Finalmente le ataca en mitad del campo, pero Vives consigue defenderse y golpea a Castor; creyéndolo muerto, Vives se aleja, pero Castor solamente está malherido.
Mientras tanto, Pere Torrella vuelve a Valencia con la intención de huir de allí tan pronto la epidemia termine. Pero Castellví, un noble valenciano y mayordomo del rey Fernando de Aragón le pide que intente curar a su hijo, enfermo de la peste. Al lograr salvarle la vida, Torrella empieza a estar bajo su protección contra las posibles estratagemas de Monasterio en contra suya. Torrella viaja a Perpiñán como médico de Castellví, y allí conseguirá la influencia de los poderosos para que Vives pueda ser perdonado y que regrese a Valencia.
Como tantas otras obras contemporáneas, L’estany de foc hace uso de la historia para crear ficción: la acción es trepidante, y la narración desborda intriga y suspense. Vilaplana recrea en la novela una versión del mito del libro maldito, y lo hace con cierta habilidad y no pocas dosis de buen hacer literario. Uno de los personajes que mejor dibuja Vilaplana es el del geperut Castor, un paria deforme e inmoral, un espantajo marginado por toda la sociedad, pero capaz de cualquier cosa por unas monedas.
De esa primera edición de la Biblia en lengua catalana se conserva únicamente una hoja, correspondiente al Apocalipsis, la cual se halla en la Hispanic Society de Nueva York. Aunque la edición e impresión en lengua catalana fueron inicialmente autorizadas por las autoridades religiosas (por aquel entonces ya se había traducido al alemán y al italiano), la represión la ejerció el reino de Castilla. Es sin duda otro acierto que Vilaplana haga memoria de la realidad de lo que sucedió en el pasado, aunque lo escriba en clave de ficción.

11 jul 2011

Reseña: L'últim dia abans de demà, de Eduard Márquez


Eduard Márquez, L'últim dia abans de demà (Barcelona: Empúries, 2011). 146 págs.

En una entrevista que le hizo José A. Muñoz para La Vanguardia, Eduard Márquez decía, a propósito de L’últim dia abans de demà, que los escritores deben ‘ser capaces de que el lector huela la realidad. Y eso es posible cuando el escritor también la huele y es capaz de transmitirlo.’

Comencé a leer L’últim dia abans de demà con una mezcla de expectación y aprensión. Las reseñas que había leído mencionaban un argumento que tiene un interés personal para mí: el del duelo causado por la pérdida de la hija del protagonista. La decepción ha sido mayúscula. La novela apenas pasa de puntillas y bordeando este asunto, y en mi opinión, dada la estructura narrativa adoptada deliberadamente por Márquez, ningún tema de los muchos que aparecen en sus 146 páginas los trata con mucha trascendencia.

L’últim dia abans de demà está construida más bien como un puzle, o un rompecabezas, en una línea narrativa un poco caótica. Es un ovillo desmadejado, con saltos temporales hacia adelante y detrás, una técnica que no siempre resulta ser tan efectiva como efectista. Puede ser cierto que la memoria no nos presente los recuerdos en una línea recta y perfecta; no es menos cierto que la exégesis ficcional otorga suficientes recursos como para darle al lector una visión menos alterada de esos recuerdos. Márquez opta por un mosaico, en el que se nos aparecen multitud de piezas, unas menos desdibujadas y borrosas que otras, y al menos una tan repetida que termina por hastiar (las hostias con sabor a pastillas Juanola que uno de los hermanos reparte a troche y moche).

Pero donde realmente pienso que Márquez me perdió es en la poca profundización que lleva a cabo en los sentimientos del dolor y la pérdida. En casi ningún momento se nos revela el narrador protagonista como alguien que esté atravesando un proceso de duelo. La fijación con el peso (623 gramos, cifra que repite unas cuantas veces) de las cenizas de la hija muerta resulta un tanto extraña, aunque no inverosímil. En su afán de producir una narración tan contenida, y con una prosa escueta, rápida, Márquez apenas explora el mundo interior del protagonista. Da la impresión de que el autor haya escogido que la muerte de Jana sea la excusa que se necesitaba para hacer un recuento desordenado de los recuerdos de una vida, recuerdos que la trama deslavazada revelará como determinantes para el desenlace trágico.

Un interesante aspecto de L’últim dia abans de demà estriba en la contraposición a lo largo de la narración y en los diálogos, de dos idiomas, el catalán y el castellano. Que el discurso represivo, beatón y caduco de los educadores religiosos (los hermanos) se exprese siempre en castellano dentro de una narración en catalán y en la cual los diálogos entre los protagonistas se expresen en catalán recrea magistralmente la sensación de antagonismo y enfrentamiento; su perniciosa influencia queda, en mi opinión, correctamente insinuada. Al fin y al cabo, a los que somos de la generación de Márquez no se nos han olvidado esos ‘sabios’ consejos que se impartían en los colegios religiosos en los últimos años de la larga época franquista.

No quisiera restarle méritos a Eduard Márquez (de quien no he leído ninguna otra obra), pero he de rebatir la idea de que el lector de L’últim dia abans de demà huela la realidad. En mi caso, la realidad no apareció por ninguna parte. Claro está, que mi realidad puede que resulte demasiado exigente con la que propone L’últim dia abans de demà.

8 jun 2011

Reseña: El somni de Farringdon Road, de Antoni Vives



Antoni Vives, El somni de Farringdon Road (Barcelona: RBA, 2010). 473 páginas.






La guerra civil española continúa siendo el contexto en el que se sitúan muchas novelas recientes. Antoni Vives, economista, político y novelista catalán nacido en 1965, nos transporta con El somni de Farringdon Road a esa turbulenta época de la historia del estado español, y lo hace desde una casona en Londres, en pleno siglo XXI, donde un joven pareja, Víctor y Marta, que están en la ciudad del Támesis de vacaciones, se acercan a la Marx Memorial Library, cerca de Farringdon Road, y allí entablan conversación con una vieja señora llamada Jane Mulligan, quien entiende sus palabras en catalán y les dice que llevaba tiempo esperándoles. Para ahondar más el misterio, les regaña por no haberle hecho caso al sueño antes. ¿De qué sueño les habla?

Mientras se encuentran allí ocurren cosas extrañas e inexplicables, pero terminan por enfrascarse en ordenar los papeles y fotos de un álbum, que lleva por título The Farringdon Road Dream. Y así da comienzo la interesante narración que constituye la historia de la vida de Pau Capdevila, un joven huérfano barcelonés, abogado de profesión y que ha padecido tuberculosis. Poco antes de la guerra y para ayudar en su convalecencia, Capdevila se marcha a un pueblo de las tierras altas de Tarragona, a Vilalba dels Arcs. Allí se enamora de Marta Soler, la hija de un jerarca local. Sus diferentes clases sociales son el mayor obstáculo a la felicidad de ambos, además de la férrea oposición del hermano de Marta y el pretendiente, el señorito Lluís Coll. Pau tiene que huir del pueblo tras ser víctima de una agresión que, de no ser por Marta, hubiera terminado en un vil asesinato.

Vuelve Pau a Barcelona, y al poco tiempo se produce el alzamiento militar que desencadena la guerra civil. A partir de este momento, la narración se irá centrando en los sucesos de la guerra civil y en los enfrentamientos entre las fuerzas que en teoría defendían la legalidad vigente, es decir, el gobierno de la II República, en la retaguardia. Las vicisitudes de la contienda bélica van arrastrando a Pau de un lugar a otro: de Barcelona al frente de Aragón; de allí al frente de Madrid; de Madrid a Albacete, donde conocerá a una enfermera americana, Jane Mulligan, antes de partir a la batalla del Jarama. Allí es hecho prisionero y enviado a un convento que ha sido convertido en campo de concentración.

Vives hace que Capdevila se maneje entre diversos personajes reales históricos que forman parte de la trama de la novela, como Simone Weil, Ernest Hemingway, Buenaventura Durruti o el siniestro mafioso sindicalista Justo Bueno; el efecto general de esta mezcla de ficción e historia es en términos generales bastante acertado. La tensión narrativa no decae en ningún momento: la narración nos desplaza de un lado al otro del frente, siguiendo a Pau y a Marta, quien se ve obligada a huir con Lluís Coll a Zaragoza al inicio de la guerra cuando tanto su padre como su hermano son muertos en el pueblo a manos de los revolucionarios anarquistas.

Cuando el siniestro Joan Riera intenta eliminarlo en el frente de Madrid y mata a Durruti por error, Pau tiene que salvar el pellejo como sea, y los papeles de un brigadista internacional albanés muerto en combate, Viktor Rama, le servirán para poder salir con vida de Madrid. A partir de ese instante, Pau tiene que vivir como un extranjero en su propio país, siempre alerta y bajo sospecha. Sus experiencias con los brigadistas internacionales forman el grueso de muchos capítulos de la novela, y son de lo más memorable de esta ambiciosa narración de Antoni Vives.

Las extraordinarias experiencias y vicisitudes por las que pasa Pau le ayudan a cimentar sus reflexiones y razonamientos sobre la guerra civil. A punto de entrar en la que será la última batalla, de la que no espera salir con vida, con inconmensurable candidez y franqueza Pau le manifiesta a un comisario del PSUC que todavía no había estado en el frente:

‘Precisament hem confós la lleialtat necessària als principis de dignitat de les nostres vides, per humils que siguin, amb la lleialtat als grans principis desl partits, de les revolucions que ens havien d’alliberar. Sense dignitat no hi ha revolució, no hi ha servei, no hi ha comunitat ni país. Dignitat per merèixer la llibertat, comissari; això ens ha faltat. La dignitat de la veritat, l’única justificació per al somni. La garantia de la netedat del somni. Avui, però, la dignitat és tan sols orgull, honor. Això sí que pesa en els nostres dies. Per això guanyen els qui se’n foten de la dignitat, que és el mateix que fotre’s de la llibertat. En aquest bàndol i a l’altre. Pregunti, pregunti als nois de les nostres trinxeres per què lluiten. No en sortirà cap gran paraula. Entre els qui tenen por, entre els qui estan cagats; si fossin sincers, arrencarien a córrer i ens deixarien sols. Pregunti-ho entre els qui han vençut l’impuls de fugir i, encara més, entre els qui l’han vençut i estan convençuts de per què són aquí, per què val la pena conservar una merda de penyal ressec i fastigós, la resposta serà senzilla: lluitem per ser lliures. Després és vosté, comissari, qui els haurà d’assegurar que, a la rereguarda, hi regna la llibertat, el somni d’un país digne, fraternal, poca cosa mes. I hem fallat en això darrer. Hem fallat en el nostre somni. No ens ho podem permetre mai més.’ (p. 461)
‘We’ve mistaken the required loyalty to the principles of dignity in our lives, no matter how humble those principles are, with the loyalty to the great principles of the party, of the revolutions which were to set us free. There’s no revolution without dignity; there’s no service, there’s no community, no country. The dignity to deserve freedom, Superintendent; that’s what we’ve been lacking. The dignity of truth, the only justification for the dream. The guarantee that the dream will be an unsoiled one. Nowadays, however, dignity is merely pride, honour. That does carry some weight these days. That’s why the winners are those who laugh at dignity, which is the same as laughing at freedom. On this side and on the other side. Go and ask, ask the boys in our trenches what they are fighting for. No great words will be said. Amongst those who are afraid, amongst those who are shit-scared; if they were truthful, they would run off, they would leave us behind. Ask amongst those who have overcome the impulse to flee or, even better, amongst those who have overcome it and are convinced about why they’re here, why it’s worth their while to keep this crappy, repugnant, scorched rock, their answer will be an easy one: we’re fighting to be free. And then it will be you, Superintendent, who will have to assure them that freedom reigns in the rearguard, the dream of a worthy, brotherly country, and little else. But we’ve failed in that last bit. We’ve failed our dream. And we can’t afford to do that ever again’.

A pesar de los numerosos detalles sobre asesinatos, venganzas, odios, torturas y crueldades varias practicadas por unos y por otros, y cuyas descripciones salpican la novela – cosa inevitable tratándose de una historia ambientada en la guerra civil – El somni de Farringdon Road viene a ser un sentido y profundo alegato por la paz, la tolerancia y el amor. Como lector, prefiero quedarme con las palabras que alimentan y reflejan ese sueño, el de una auténtica libertad nacida de la dignidad y el respeto, aunque la vieja máxima de que la historia se repite y estamos condenados a revivirla parece en ocasiones incrementar sus probabilidades, para nuestra inseguridad e incertidumbre.

18 may 2011

Sentència històrica o sentit comú?



Un comentario de opinión que aparece hoy en el diario Avui vuelve a poner de manifiesto que en ciertos aspectos, el corazón de la España intolerante sigue latiendo con fuerza. Recuerdo con claridad la represión que otras lenguas que no fueran el español sufrían en mi infancia y adolescencia. Más de una vez escuché comentarios despectivos respecto a la ‘llengua dels valencians’, a pesar de que era la que hablábamos muchos chicos y chicas de mi edad.

Como subraya el artículo del Avui (‘i no deixa de ser greu que en més de trenta anys de democràcia ho hàgim de fer així) que reproduzco arriba, para ciertos sectores de la sociedad española nada ha cambiado, o pareciera que el tiempo no ha pasado. Ya es hora de que se vaya no solamente reconociendo la realidad plurilingüística del estado, sino también de que se vaya aprendiendo que las reglas del juego han cambiado. Tan útil les resulta a los niños españoles aprender lenguas de la UE como aprender lenguas de ciudadanos con los que tienen que convivir.

O potser no volen fer possible la convivència?

5 may 2011

Reseña: No era lluny ni difícil, de Joan Margarit



Joan Margarit. No era lluny ni difícil (Barcelona: Proa, 2010). 109 páginas.

Decía recientemente en una entrevista el gran poeta argentino Juan Gelman que, como poeta, el mejor modo de respetar a sus lectores es no pensar en ellos cuando escribe. Dar por sentado que un lector estará alerta para reescribir los poemas que uno escriba puede ser un óptimo fundamento para una filosofía poética. Joan Margarit también edifica poemas para que el lector los reconstruya desde su posición de lectura.

Margarit (nacido en 1938) ha sido galardonado a lo largo de su trayectoria literaria con dos importantes premios: el Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura español, y el Premi Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya. No era lluny ni difícil es su último poemario. Es un íntimo estudio de las impresiones a que nos inducen la vejez y la evidente cercanía de la muerte.


La poesía de Margarit tiene el sólido sostén de la concisión y la sencillez, con imágenes directas y por lo general desnudas de adjetivos. En ‘Balada de la poesia’ (p. 25), Margarit reflexiona sobre su vida como arquitecto y poeta (‘He bastit estructures d’edificis’) y sobre el paso del tiempo (‘i jo m’he anat fent vell veient el sol/sortir a cops de martell rere les bigues’ – ‘and I’ve been getting old seeing the sun/rise by hammer blows behind the beams’), para concluir que tiene que seguir haciendo lo que ha hecho toda su vida: ‘el que mai no s’acaba: construir’; o también escribir.

Hay también en No era lluny ni difícil poemas que nos advierten, a los que somos un poco más jóvenes, de la amargura y decepción que conlleva la vejez. En ‘Aquí t’espero’, un hombre mayor siente, mientras le da cuerda a su reloj de pulsera, cómo la artritis en las manos le marca un tiempo mucho más despiadado, y una erección le hace rememorar tiempos de juventud. Pero no sonríe: ‘La força del silenci no canvia,/tampoc les lleis del món…’ – ‘The force of silence doesn’t change,/neither do the laws of the world…’

En No era lluny ni difícil Margarit nos habla principalmente de dos temas: el amor y el agotamiento de nuestro tiempo en la tierra, el invierno de la vida. El presentimiento de la cercanía de la muerte queda expresado en diversas pero poderosas imágenes: con el invierno y el frío (en ‘Lírica dels 70 anys’), o con la luz en la boca de un túnel al que todos vamos acercándonos (en ‘Túnel’).

No todos los poemas en No era lluny ni difícil tienen el carácter intimista que predomina en el volumen. Hay también referencias a la guerra civil española y sus imborrables secuelas en la vida de los que, como Margarit, crecieron en la crueldad de la posguerra y en el régimen represor fascista de Franco (‘Una història’); o una mirada nostálgica al mayo del 68 francés tomando nota de las calles de París en la primera década del siglo XXI.

En el epílogo al libro, Margarit nos habla de un tiempo, este tiempo presente, que no es el suyo. Es, en mi opinión, un texto que merece mucha consideración, y por ello incluyo la traducción de algunos fragmentos especialmente elocuentes al inglés:

 
‘No era lluny ni difícil. Ja és aquí aquest temps, que no és el meu, en el qual visc amb una barreja agredolça de proximitat i distància. […] No, aquest temps no és el meu, però és ara quan, en bona part gràcies a la poesia, sento unes ràfegues d’alegria tranquil•la que anys enrere desconeixia. […] Penso que l’assumpció d’aquests sentiments [la soledat i la tristessa] és com un mecanisme de rellotgeria que la vida va activant per situar la mort en un horitzó familiar. He entés les respostes més perilloses que la proximitat de la mort pot generar i que se situen entre dos extrems: la desesperació i la fugida cap endavant, és a dir, la submissió a valors de la joventut. Per tant, també, una forma de la desesperació.’

‘It was neither far nor difficult. Here is this time that is not mine, in which I live with a mixture of both proximity and distance. […] No, this time is not my time, but it is now when, mostly thanks to poetry, I can feel the gusts of a calm gladness that I did not know years ago. […] I think that assuming these feelings [loneliness and sadness] is like a clockwork mechanism that life activates, so that we can place death on a familiar horizon. I have come to understand the most dangerous responses that the nearness of death can generate; they are situated between two extremes: desperation and going for broke, that is to say, submission to youth values. Therefore, a form of desperation, too ’.

Como decía Gelman, el poeta demuestra su consideración por el lector al no pensar en la reacción del lector mientras escribe. De igual modo, el propio Margarit subraya algo muy similar en su epílogo: ‘No he trobat una manera millor d’estimar els altres que l’exercici de la poesia, a vegades com a lector i a vegades com a poeta – he dit en moltes ocasions que per a mi les dues opcions són el mateix – i posant […] la mateixa honestitat que desitjaria i procuro practicar en qualsevol aspecte de la vida’ – ‘I haven’t found a better way to care for others than poetry, sometimes as a reader and sometimes as a poet – I have often said that both options are the same to me – and placing the same degree of honesty I should wish and I try to practise on any aspect of life.’

En la contraportada de No era lluny ni difícil figura uno de los más bellos poemas que he leído en mucho tiempo, y con el cual me identifico muy intensamente. ‘Tancant l'apartament de la platja’ describe un momento muy íntimo, muy personal, lleno de una emoción terrible, profunda, inconcebible para muchos. No todos los lectores pueden aspirar a imaginarla; otros, en cambio, podemos sentirla cada vez que salimos de casa y la dejamos vacía.


Tancant l’apartament de la platja

Ja està net i endreçat.

Els armaris tancats, com les finestres.

No ens hem descuidat res damunt dels mobles.

El dormitori amb el llit fet,

la tauleta de nit amb el retrat

de la noia amb els ulls il•luminats

per un somriure.

Tot l’hivern sola i escoltant el mar.



Closing the beach apartment

It’s now clean, tidied up.

The cupboards are shut, the windows too.

We’ve left nothing lying about on the furniture.

The bed is made in our bedroom,

on the bedside table sits the portrait

of our girl, whose eyes are brightened up

by a smile.

Alone all winter, she’ll listen to the waves.




Fins i tot, ara mateix, em sembla que jo mateix puc escoltar aquest brogit de les ones, tan familiar…

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