22 abr 2019

Reseña: Property, de Lionel Shriver

Lionel Shriver, Property (Londres: The Borough Press, 2018). 317 páginas.

“Es mío,” está diciendo alguien en alguna parte del planeta en estos momentos. El sentido de la propiedad se desarrolla en nosotros desde bien pequeños, sea por la presión que la competencia natural ejerce sobre los seres humanos, sea por el entorno educativo en el que crecemos, parece que no podemos dejar de sentir algo como de nuestra propiedad. Curiosamente, la palabra ‘propiedad’ en castellano designa tanto la cosa poseída como el estatus de posesión de dicha cosa.

Ese es el hilo temático que une los relatos de este libro de Shriver. El primero, ‘The Standing Chandelier’, es sin duda el mejor de todos los que componen Property, y por su longitud la misma autora lo define como nouvelle. Jillian Frisk y Weston son grandes amigos, a pesar de ser examantes, y tres veces por semana juegan a tenis. Han sido amigos desde hace más de 20 años, de manera que cuando él decide sentar cabeza y casarse con Paige, y ésta lo obliga a renunciar a la amistad con Jillian, se inicia un tira y afloja que Shriver utiliza con excelente efecto. Jillian es una artista amateur, tiene una expansiva personalidad, la cual no tragan muchas personas, en especial la novia de Weston.

Pero es esa amistad inquebrantable lo que le empuja a Jillian a producir un fantástico regalo de bodas para Weston. Un singularísimo candelabro, creación única e idiosincrática tanto por su diseño como por los materiales que lo integran. A medida que se acerca la fecha de la ceremonia, la amistad que los une se va resquebrajando; llegado el momento, Jillian descubre que no está en la lista de invitados.

¿Hasta qué punto es irrazonable la posición de Paige? Y Weston, ¿por qué no defiende la amistad en la que tanto tiempo y esfuerzos invirtió a lo largo de los años? Shriver juega magistralmente con los puntos de vista narrativos, de tal modo que el lector bien pudiera sentir simpatía y respaldar la posición de uno de los tres personajes y cambiar de idea apenas dos páginas más adelante. ‘The Standing Chandelier’ es un relato que te deja con hambre de más, tan fascinante y avasallador resulta.

Lo cual nos lleva a las odiosas comparaciones. El volumen cuenta con cuentos muy logrados, pero no logran despertar la avidez lectora que consigue incitar el primero, que con cerca de 100 páginas casi podría justificar la adquisición del libro.

Tomemos por ejemplo ‘Kilifi Creek’, relato que nos sitúa en su comienzo en Kenia. La protagonista es la joven estadounidense Liana, de Wisconsin. Viaja de gorra tanto como puede, y se hospeda en la casa de amigos de unos amigos, una pareja de jubilados. Liana, haciéndose el sueco, se va a nadar al río cercano a la casa. De pronto la corriente la ha arrastrado. El pánico hace mella y a duras penas, y repleta de heridas, consigue volver, ensangrentada y humillada en su amor propio. En un salto brusco pero lleno de ironía, Shriver nos lleva al apartamento de Liana en Nueva York unos cuantos años más tarde. La trama pega un salto dramático, literalmente. Pero, a mi parecer, es un giro muy forzado, un salto al vacío. Y saltos como ese suelen hacer pupa.

El siguiente relato se titula ‘Domestic Terrorism’. Muy divertido en su planteamiento: Liam tiene 32 tacos, pero sigue viviendo en casa de sus padres, Harriet y Court. Harriet compara constantemente el imparable flujo de refugiados en el Mediterráneo con la negativa de Liam a hacerse un hueco en el mundo, encontrar un trabajo e independizarse. ¿El porqué de la comparación? Vete tú a saber. El caso es que todos los esfuerzos de los padres resultan ser vanos, y se inicia una pequeña guerra de guerrillas, y el campo de batalla termina siendo el jardín delantero de la casa. Es un relato en el que, es cierto, abundan el humor y el sarcasmo, pero la comparación que establece la protagonista (su punto de vista es el preponderante en la historia) con la desesperación de los que huyen de la miseria y de la guerra es cruel (además de estúpida, ¿me hacía falta señalarlo?) y cae en saco roto.

Un simpático mapache puede convertirse en una maldición para tu propiedad... Fotografía de Steve (Washington, DC) 
Otros relatos breves en este volumen resultan ser lecturas agradables: ‘Vermin’. Una pareja decide comprar la casa en la que vivían alquilados, pese a que todo indicaba que iba a ser una mala inversión. Con el paso del tiempo el pronóstico se convierte en realidad, y la presencia de mapaches causa tantos daños a la casa como a la relación entre la pareja. ‘Repossession’ es la historia de un gran fracaso personal revestida de cuento de fantasmas.

En “The Self-Seeding Sycamore”, la trama gira en torno a los vanos esfuerzos de una viuda por declararle la guerra al sicómoro de la casa de su vecino. Los conflictos vecinales en torno a los daños que algunos árboles pueden causar en la propiedad al otro de la cerca son frecuentes en esta parte del mundo, y yo mismo no he estado exento de ellos.

Otro divertido relato lleva por título un interesante juego de palabras: ‘The Royal Male’. Un repartidor de correo lleva tiempo robando cosas de paquetes y cartas que abre en su casa. Cuando intenta sacar tajada de una carta y se hace pasar por un antiguo admirador de una señora, el juego se vuelve en su contra. De cazador a cazado, nada nuevo bajo el sol. Hay en la mayoría de estos relatos abundante ironía, mas el tono predominante, quitando del primero, es una pizca cargante, además de los consabidos dardos tan poco políticamente correctos a los que acostumbra la autora. Un volumen pasable, con nota de sobresaliente para ‘The Standing Chandelier’.

Agregado el 6/12/2020: El libro se ha publicado en castellano, como Propiedad privada, en Anagrama. La traducción corre a cargo de Daniel Najmías.

30 mar 2019

Un poema d'Ouyang Yu

Photograph: Red Room Poetry (redroomcompany.org)

estic desencaixat
el meu cap i el meu cor estan desconnectats
suposo que estic escrivint poesia
fora d’un temps i d’un lloc
suposo que n’escric per a mi mateix
sense la més mínima idea d’on deuria de portar-me
la primavera és a punt d’acabar
l’estiu ja comença a assetjar-me els ulls amb el pol·len
soc el que vostès anomenarien un desaparegut
desaparegut de la història d’avui en dia
desaparegut d’antologies, col·leccions, compilacions, bibliografies
de gelosa exclusió
però m’encabeixo com un tros de pluja
des d’una clivella al cel
d’imaginació aixafada
la seva civilització és un excés de quelcom bo
morim
àdhuc en vida


De New and Selected Poems, 2004.

28 feb 2019

Reseña: The English Class, de Ouyang Yu

Ouyang Yu, The English Class (Melbourne: Transit Lounge, 2016 [2010]). 397 páginas.
¿En qué medida llega a transformar el aprendizaje de una lengua extranjera la personalidad de una persona (por no hablar de la vida, algo que resulta muy obvio)? ¿Nos ven los demás como una representación mediada por la(s) lengua(s) que hablamos? Estas son algunas de las preguntas a que me ha abocado esta novela de Ouyang Yu, cuyo título juega en mi opinión con el doble sentido de la palabra “clase”: por un lado el grupo de estudiantes que aprende en un aula; por otro, ese estrato socioeconómico marcado predominantemente por el poder adquisitivo y el nivel de estudios alcanzado.

El protagonista de The English Class es un joven chino llamado Ying a finales de la década de los 70. Su primer trabajo es el de camionero, pero a diferencia de Sancho Gracia, quien salía por lo general triunfante en las caballerescas aventuras del desarrollismo español de la misma época, a Ying apenas le pasa nada en su trabajo. Su ambición es aprender inglés (algo que todavía anhelan millones de personas, no solamente en China), e ir a la universidad.

Es por eso que aprende unas 100 palabras diarias mientras conduce el camión. Finalmente recibe los resultados del examen de acceso, aprueba y dice adiós al camión, a la novia y al asfixiante dormitorio en el que ha vivido desde que empezó a trabajar. La universidad está en Wuhan, pero los estudios de lengua inglesa no son tan apasionantes como él había anticipado. ¡Ni siquiera tienen un profesor nativo!

Departamentos de Derecho y Lenguas Extranjeras, Universidad de Wuhan. Fotografía de Howchou.  
Tras varios semestres la universidad contrata a un australiano, el Dr. Wagner (¿por qué es doctor si no es médico?, comentan entre sí los estudiantes). Pese a los progresos que la presencia del australiano supone, Jing comienza a sentirse desilusionado y perdido en la carrera. Muy crítico con el autoritario sistema chino del que quiere escapar, su reticencia a comunicarse con sus compañeros, su altivez y afición por la soledad le reportan no pocos problemas. Además, le persigue su obsesión con que la blancura de su tez se debe a un antecesor de origen anglo.

Cuando llega la pareja de Wagner, Deirdre, de pronto cambian las cosas. En ese momento, la novela da un salto en el tiempo y nos traslada a Melbourne unos quince o veinte años más tarde. Ya no es Jing, sino Gene. Emigrante inadaptado, Jing/Gene sufre una significativa crisis mental y lingüística. Yu investiga en la siempre difícil interacción entre dos culturas y dos lenguas: que el inglés no le sirva a Jing para salvaguardar su cordura señala lo inadecuado que pudiese resultar encomendarse a un idioma extraño para tratar de expresarse.

A lo largo de la novela, el autor intercala intervenciones del narrador, que se dirige a sí mismo en un “tú” estridente, si bien eficaz en su propósito de recordarle al lector que esta es una obra de ficción, y por lo tanto, no completamente fiable. Algunos de esos capítulos son especialmente deliciosos, como éste, el sexto:
“Es un proceso lento, esto de escribir una novela. Escribes pedazos de cosas, descartas la mayoría y escribes más. Dejas espacios para luego volver a ellos, lo cual el lector se lo perderá, y para cuando se le entregue esta novela en la librería, todo lo que verá serán páginas que han quedado rellenadas. Por esa razón dejas un espacio para una futura inserción, simplemente para mostrar cómo funciona o no funciona todo eso. Te das cuenta de que esto tiene que pasar por un proceso de edición y que es muy probable que también esto haya de desaparecer. ¿Cuán original puedes ser cuando un trozo de texto pasa por tantas manos? Mientras escribes acerca de finales de la década de los 70 te encuentras con una laguna. No se trata de una laguna que exista en los medios impresos en general o en los medios de radiodifusión o televisión. Es también una laguna en tu memoria, y con frecuencia ese agujero en tu memoria puede en parte atribuirse al papel de los medios que eran los dominantes en aquella época. Por ejemplo, ¿por qué no te es posible evocar algunos detalles de cómo come Jing cada día en la cantina de la fábrica? Si aplicas la imaginación y funciona, ¿será cierto? Todas esas cosas te pasaron a ti alguna vez, pero no las has mantenido vivas en tu memoria. La imaginación sin la realidad es como las nubes, que constantemente cambian sin tener una forma fija. ¿No quieres acaso hacer de la novela una historia de las cositas extraordinariamente ordinarias que ocurren en la vida?” (p. 41, mi traducción)

The English Class, no obstante, contiene menos experimentación narrativa que Loose: A Wild History, la tercera parte de la trilogía de Ouyang Yu. La tercera parte, la conclusión del viaje interior de Jing ¿hacia ninguna parte? da la sensación de estar menos atenazada, menos remachada. Los cambios en el punto de vista narrativo son caprichosos y no terminan de cuajar. La novela, que fue galardonada con el Premio a las Relaciones Comunitarias entre los Premios Literarios del Ministro Principal de Nueva Gales del Sur en 2011, destaca por su humor, los juegos de palabras y el constante trasiego entre inglés y mandarín en el que vive Jing. Es una exploración de la peculiar idiosincrasia lingüística del escritor emigrante que escribe en inglés en Australia. Dentro de muchos años habrá estudiosos que descubrirán el valor literario que representa la figura de Ouyang Yu. Por ahora, sin embargo, parece destinado a permanecer relegado a una extraña oscuridad impuesta por un sistema de clases que los políticos australianos niegan que exista. Como si ellos supiesen algo de clases.

9 feb 2019

Reseña: We're Doomed. Now What?, de Roy Scranton

Roy Scranton, We're Doomed, Now What? (Nueva York: Soho, 2018). 348 páginas.
El pasado mes aquí en Canberra ha sido el enero más caluroso desde 1939, año en que comenzaron a tomarse mediciones. Para los que niegan que el cambio climático es un hecho (conozco a personas así: incluso algún miembro de mi familia niega la realidad), ampararse en lugares comunes como “es verano, es normal que haga calor” resulta una respuesta fácil y simplona. Cuando año tras año la temperatura media gana unas décimas, negar el calentamiento global viene a ser algo similar a decir que la Tierra es plana.

Imagen de SkepticalScience, modificada por Gregor Hagedorn. 
Atrapados como estamos en un sistema económico que impulsa el consumismo como estímulo de la creación de empleo, a uno le queda claro que la humanidad se ha subido a un tren al que aparentemente no se le puede activar ningún sistema de frenado, y que acelera su marcha en dirección a un precipicio. Pasado un cierto punto (por ahora indefinido), nadie sabe ya qué habrá. Como decía mi yo ‘sabio’ hace décadas: “El futuro es incierto”. Sí, muy incierto; pero sin duda será negativo. Y caliente.

Esta colección de ensayos, escritos por Scranton entre 2010 y 2018, cuenta con dos principales ejes temáticos: uno es la guerra, especialmente la de Iraq, y el otro es la catástrofe a la que el cambio climático nos aboca. Scranton se incorporó al ejército estadounidense poco después de los sucesos de septiembre de 2001 y la subsiguiente declaración de guerra contra el país donde una vez estuvo la cuna de la civilización: Mesopotamia.

Soldados norteamericanos en el río Tigris. “No importa cuál era nuestra intención, Lo que importa fue lo que hicimos.” (p. 202). Fotografía de Spc Gul A. Alisan. 
El título dice bien a las claras la postura que tiene el autor: el planeta parece abocado a cambios ecosistémicos irreparables, con cada vez más frecuentes eventos catastróficos de naturaleza meteorológica que darán lugar a oleadas de ingentes desplazamientos humanos. ¿No es acaso el repugnante muro que exige construir el narcisista Trump una línea de contención para las próximas tres o cuatro décadas? El Muro no lo quieren construir para detener a 25.000-30.000 centroamericanos que en 2019 buscan una vida mejor; el Muro lo quiere erigir la derecha más conservadora y racista de los EE.UU. para lo que ocurrirá en quince o veinte años. Al menos, ésa es mi teoría.

Scranton divide el libro en cuatro partes claramente definidas. La primera lleva por título ‘Climate & Change’. Comprende seis artículos en torno al tema del cambio climático y sus consecuencias ya evidentes y palpables, por ejemplo en el norte de Canadá. El tono predominante en todo el libro es pesimista (o descarnadamente realista, si se prefiere). Una muestra: “Vivimos hoy en un mundo en el cual la humanidad se ha llevado un golpe bajo, quizás más bajo que nunca. Agentes involuntarios de nuestro propio deceso, incapaces de controlar las inmensas tecnologías que tan arrogantemente creíamos nuestras, incapaces de ejercer la voluntad colectiva racional necesaria para salvar nuestra civilización de la destrucción, nos hallamos reducidos a algo menos que humanos, sin ni siquiera el torpe instinto de supervivencia que vemos en las plantas.” (p. 24, mi traducción)

Según Scranton, la humanidad en su conjunto ha sobrepasado el límite después del cual no habrá enmienda posible; el dato más revelador es la sobrepoblación del planeta: “No existe un mecanismo para unir a la especie humana en su totalidad y hacer que se mueva en una única dirección. Somos más de siete mil millones, y nos dividimos en más de doscientas naciones, miles de estados, territorios, condados, regiones subnacionales y municipios más pequeños, y una inimaginable multitud de corporaciones, organizaciones comunitarias, vecindarios, sectas religiosas, identidades étnicas, clanes, tribus, clubes y familias, cada uno de los cuales se enfrenta a sus propios conflictos internos, a la desunión, a la discordia, hasta el alma humana individual en conflicto consigo misma, desgarrada entre el miedo y el deseo, entre el difícil sacrificio y la fácil crueldad, todos nosotros improvisando día tras día, un momento tras otro, tomando decisiones basadas en nuestras mejores presunciones, corazonadas, quimeras reconfortantes y demasiados pocos datos.” (p. 48-9, mi traducción)

Las dos secciones centrales del libro tratan de la guerra de Iraq y de la justificación que suele hacerse en los Estados Unidos de las políticas gubernamentales de intervención militar exterior, a veces con pretextos nimios o tergiversados, cuando no falseados, y con consecuencias devastadoras para las poblaciones civiles donde dichas intervenciones tienen lugar. Para el lector puede resultar paradójico que Scranton haya alterado sus puntos de vista tan diametralmente, desde alistarse tras el 11 de setiembre hasta denunciar tan crudamente el sistema económico y político que alienta la guerra y acelera el desastre ecológico global. Concedámosle al menos el mérito de haberlo hecho.

De especial interés resultan los vínculos (para nada tenues) que Scranton establece entre la guerra y los fenómenos globales que nos conducen al mayor cambio geopolítico que la humanidad va a contemplar desde el comienzo de la Historia.

La última sección, la más breve, la comprenden dos ensayos, uno de índole más bien filosófica y otro, con un carácter muy afectivo, en torno a la posición ética personal que propone Scranton, y que lleva por título ‘Raising a Daughter in a Doomed World’ [Criar a una hija en un mundo sentenciado]. Una versión abreviada de éste puede leerse en la Red, publicado por el New York Times el 16 de julio del año pasado.

We’re Doomed. Now What? apunta a algunas tesis ético-políticas que, en el actual contexto internacional, les parecerán, a algunos, peligrosas, a otros, simplemente utópicas y a otros, lógicas. Sea como sea, lo que se nos viene encima tiene muy mala pinta. Al menos eso pienso yo.

5 feb 2019

A political trial - Suso de Toro

The Supreme Court. Photograph by F.D.V.

A political trial, by Suso de Toro

The Supreme Court of the Kingdom of Span is to judge a group of men and women who have neither robbed nor hurt nor killed anyone. They are all peaceful persons; yet the Spanish Justice detained, handcuffed and put them away in cells, where they have been kept for over a year. The actions they are to be tried for are related to their exercising political freedoms and their freedom of expression. They are all outstanding community representatives and leaders, democratically-elected by the Catalan voters. For the same reason, the Justice system tried to arrest other Catalan politicians abroad.

There is no doubt this is a political issue and it is therefore a political hearing. The charges are extremely serious. It is a very serious political trial. As political trials go, this one is the elephant in the room.

The ultimate goal for this situation to occur is a plan: to put an end to Catalan nationalism. However, its inevitable outcome is the self-portrait the Spanish State painted of itself, appearing on the world stage as a State that persecutes democratic freedoms, as the successor of the Francoist regime.

No, it is not true that Catalan nationalism has awakened Francoist nationalism; Catalans are not to blame. No, it is not true that the dreadful current image of Spain in the world is the fault of those treacherous Catalans. What was known as "sociological Francoism" had political ingredients: all it was needed was for someone to decide to stir the pot and take the lead.

Specifically, the conflict began when M. Rajoy’s People’s Party gathered 4.2 million signatures against the Catalans’ Statute and the appeal lodged before the Constitutional Court against it. The central government and the State’s institutions have wielded maximum power in such a conflict, as they’ve shown in spades, and were mainly responsible for taking an artificially-created political conflict to the current situation. It is the State and the economic powers who have chosen to have these persons treated in such a way. Humiliation, the sadism of power.

Because this State’s policy of refusing to engage in a dialogue, so as to corner the opposition and persecute them harshly, has involved either actively or passively every Spanish political party and every state institution, starting with the King. It is this policy that lays the charges against and keeps these persons in jail. The nature of this post-Francoist State is unabashedly apparent, and it is expressed through the indictment: the national Prosecutor’s Office, the State’s Legal Counsel and Vox. The ideological elements of the charges are very obvious, as is the ideology of the Deep State.

What is frightful is not that the State behaves as per its nature, but that there is no democratic response from the population. It is probably too late.

The original text in Spanish can be found here.

2 feb 2019

Reseña: The Largesse of the Sea Maiden, de Denis Johnson

Denis Johnson, The Largesse of the Sea Maiden (Londres: Vintage, 2018). 207 páginas.
¿Son aburridos los personajes que se asemejan a lo que solemos llamar la gente normal? Yo diría que Denis Johnson habría contestado a esta pregunta con una rotunda afirmación, quizás con una mínima reserva, algo así como “¿qué quiere decir ‘normal’?”

The Largesse of the Sea Maiden fue el último libro de Johnson antes de su muerte en 2017. Es una rica colección de relatos – cinco en total – en la que abundan los personajes marginales, solitarios, derrotados, intoxicados, alcoholizados, aprovechados, arruinados, perdidos, etc. Ninguno es estrictamente normal.

Las historias se ubican en lugares tan distintos entre sí como un centro de tratamiento para adictos y una universidad. Lo que destaca en todo momento es la destreza de Johnson para hacer natural y creíble lo que en principio no debiera tener ni un atisbo de verosimilitud: por ejemplo, que el hermano gemelo de Elvis (Jesse, nacido muerto) no hubiese muerto y fuese en realidad adoptado por otra familia.

El primero de la colección, que da título al libro, presenta una estructura inusual para un relato corto. Es más, parece una simple compilación de episodios y anécdotas, a primera vista inconexas, con títulos muy llamativos, y que el narrador, un publicista, va acumulando: Una cena en la que le piden a una mujer que bese el muñón de un hombre con una pierna amputada; un millonario que arroja al fuego de la chimenea un cuadro de altísimo valor porque le da la gana; una llamada telefónica de su exmujer, en la que le dice que los médicos le han dado semanas de vida y va a morir pronto, pero el narrador se queda de repente confundido, y ya no sabe si es su primera o su segunda exmujer; un encuentro en los baños de un hotel con alguien que resulta ser el hijo de un viejo amigo, que le explica que su padre murió hace ya años, y al despedirse de él, el narrador le dice que salude a su padre de su parte…

La siguiente historia se titula ‘The Starlight on Idaho’, y en esta Johnson adopta el género epistolar para construir un relato. El narrador es Mark Cassandra, internado en un centro de rehabilitación de toxicómanos, desde donde escribe cartas a todos los miembros de su familia, al doctor, al Papa, a su patrocinador, al mismo demonio… Son epístolas de desesperación, de confesión, de acusación. Mark cree ser Jesús, nuevamente venido al mundo a expiar pecados, pero ¿solamente sus propios pecados?

El tercer relato lleva por título ‘Strangler Bob’ [Bob el estrangulador]. Cuenta las peripecias del narrador, un joven en una cárcel de un condado no identificado, al que los otros reclusos han apodado Dink. Uno de los episodios más extraños relata lo que les sucede cuando uno de ellos recibe una revista de coches en la que una página ha sido bañada en una sustancia similar a la psilocibina.

‘Triumph Over the Grave’, el penúltimo, es el más metaliterario de los cinco. Comienza con el narrador en una cafetería, engullendo huevos con beicon, y una imagen en el espejo que le recuerda a la mujer de un amigo ya muerto, y de eso pasa con toda naturalidad a la revisión médica de rodilla a la que sometió años antes mientras estaba bajo los efectos de LSD. A esto le sigue la historia de un escritor amigo de un amigo que se recluyó en un rancho, y al que le ruegan que acuda a visitar. Dice el narrador: “Escribir. Es trabajo fácil. El equipo no es caro, y puedes dedicarte a esa ocupación en cualquier parte. Tú mismo te marcas las horas, haces el gandul en casa en pijama, escuchando jazz y bebiendo un café a sorbos mientras se te escapa otro día.” (p. 106, mi traducción) Y concluye el relato con una frase magistral, que ya había sintetizado en el título: “No importa. El mundo sigue dando vueltas. Está claro que en el momento en que esto escribo, no estoy muerto. Pero puede que sí para cuando tú lo leas.” (p. 130, mi traducción)

Las tumbas de los Presley en Memphis. Fotografía de Pastor Sam.
Como hizo en The Laughing Monsters, reseñada hace poco más de año ymedio, Johnson exhibe en estos relatos (especialmente en el segundo y el último) el tema de la locura, pero lo hace con ciertas dosis de desconfianza. Es algo más que evidente en el último relato de este volumen póstumo, ‘Doppelgänger, Poltergeist’, en el que el poeta y académico Kevin Harrington cuenta la admiración que ha sentido a lo largo de los años por otro poeta, Marcus Ahearn, quien desde hace mucho tiempo está obsesionado con Elvis Presley. Ahearn ha construido su propia teoría conspirativa sobre la muerte del cantante nacido en Tupelo: una insania que añade a la ya controvertida vida del Rey: robos de tumbas, apariciones fantasmales, suplantación de identidad con dobles y la intervención de la CIA, entre otras muchas cosas como documentos legales posiblemente genuinos, o quizás falsificados. El relato llega a un final abrupto el 11 de septiembre de 2001 en el centro de Nueva York.

El legado que dejó Denis Johnson es mucho mayor que este compendio de relatos. Son todos de una gran calidad, lo que nos dice que, de haber vivido unos cuantos años más, habría producido más obras de alto nivel. No importa. El mundo sigue dando vueltas. Por ahora.

El libro lo publicó Random House en castellano también en 2018, en traducción de Javier Calvo, bajo el título de El favor de la sirena.

23 ene 2019

Reseña: Telex from Cuba, de Rachel Kushner

Rachel Kushner, Telex from Cuba (Leicester: Charnwood, 2015). 465 páginas.

“Más se perdió en Cuba” es una frase que se escuchaba con frecuencia cuando yo era un jovencito imberbe. En su origen, hacía referencia a la pérdida de Cuba, la última colonia del imperio en las Américas, como resultado de la derrota sin paliativos en la guerra contra los Estados Unidos de 1898. Luego vino lo que vino, y hacia finales de la década de los 50, grupos revolucionarios cubanos estaban alistándose para tomar las riendas de la isla y expulsar a las compañías estadounidenses que explotaban recursos y mano de obra mientras se embolsaban jugosísimos beneficios económicos.

Preston, Bahía de Nipe , en una imagen de la época,
Mapa de la Bahía de Nipe, Provincia de Oriente (Cuba). Imagen de peioma.
Telex from Cuba cuenta la historia de los estadounidenses que vivieron y, en algunos casos, crecieron en un enclave de la United Fruit Company llamado Preston, hoy conocido como Guatemala, en la bahía de Nipe, a orillas del Caribe. La novela cuenta con varios puntos de vista narrativos. Los dos principales son los de K.C. Stites, el hijo del jefe de la plantación de caña de azúcar, quien cuenta la historia desde la época actual, y el de Everly Lederer, hija de uno de los empleados. La interacción de ambos le confiere muy buenos momentos a la novela, pues el contraste entre la áspera mirada a posteriori del hombre y la observación inocente, ingenua y desenfadada de una niña es extremadamente enriquecedora.
Raúl Castro (1958) cuando era Comandante del Segundo Frente Oriental. Cómo ha cambiado el mundo desde entonces...
Otro 'Generalísimo'. Rafael Leónidas Trujillo, al que luego el ultraconservador Vargas Llosa inmortalizó en La fiesta del Chivo. ¿Herencia española en el Caribe?

Telex from Cuba cuenta además con un largo elenco de personajes, algunos ficticios como Willy o Annie, y otros históricos. Por la narración pasan personas como Ernest Hemingway, Xavier Cugat, el dictador cubano Batista, los hermanos Fidel y Raúl Castro o el dictador dominicano Trujillo. Hay otro hilo narrativo más o menos separado, el de la historia de La Mazière, antiguo simpatizante nazi francés dedicado a la venta de armas, y una bailarina cabaret de La Habana que responde al nombre de Rachel K. Si bien su historia, con romance incluido, resulta llamativa en un principio, esta parte no termina de encajar en la resolución final de la novela. Kushner hace que el francés se una a la guerrilla en las montañas cubanas, y añade un más bien surrealista episodio nocturno en el que Fidel y La Mazière comparten algo más que un habano.
El dictador Fulgencio Batista. Sobran las palabras.
El trasfondo es de devastadora crítica a las actitudes racistas y neocolonialistas que la empresa y sus esbirros exhiben en el día a día de Preston, en las operaciones de explotación del molino de azúcar y la planta de níquel. Pero no todos los empleados estadounidenses reciben un trato de iguales; las clases sociales también se exportan a la colonia, como ocurrió en Australia hasta hace bien poco (actitud que no ha desparecido del todo, créeme).

Desde el inicio Kushner introduce un elemento de misterio. El hermano mayor de K.C. Stites, Delmore, ha desaparecido. No se sabe si ha sido apresado por los rebeldes o si ha huido para unirse a ellos. Conforme avanza la narración, va quedando muy claro cuál es la versión correcta del suceso. Mas, al menos en mi opinión, esa mirada realista aunque cándida de Everly supondrá el mejor hallazgo para quien lea esta novela: su ingenuidad en el trato con el joven haitiano Willy, empleado como chico de los recados y los apaños, enmarca una narración sólida y no exenta de elegancia.

Como primera novela de Kushner, no deja de ser un buen aperitivo antes de The Flamethrowers. El año pasado Kushner publicó The Mars Room, novela que ya me he agenciado, y que en algún momento reseñaré en este blog. Pero me he quedado con una interrogante: exactamente, ¿qué se perdió en Cuba en 1898? ¿El orgullo español?

13 ene 2019

Reseña: Loose: A Wild History, de Ouyang Yu

Ouyang Yu, Loose: A Wild History (Adelaida: Wakefield Press, 2011). 413 páginas.
Desde el comienzo de este libro, Ouyang Yu declara que su táctica va a ser la de mezclar ficción y no ficción, aunando elementos autobiográficos con creaciones imaginativas (¿o acaso sería más exacto decir “imaginaciones creativas”?), posicionándose (y posicionándonos por tanto a sus lectores) mayormente en dos tiempos y lugares: por un lado, China, finales del año 1999; por el otro, Melbourne, invierno del año 2001. Ya en la primera página nos avisa de que “[l]a ficción no es nada, sino una realización de la realidad imaginada. Es más cierta que, o tan cierta como, la realidad” (p. 2, mi traducción).

Desde esa premisa inicial, Loose únicamente puede leerse como un juego, que resulta ser tan divertido como serio. Por ejemplo, en la página 268, dirigiéndose al lector, te dice: “Comprendo vuestra frustración con mi obsesión por las fechas, mi intento deliberado por trastocar el flujo natural de la narración, el intrusismo de los hechos, la mezcla del pasado y el presente, la realidad imaginada y la realidad real, el uso de la transliteración y la traducción de vocablos chinos, la demora en contaros ciertos detalles privados obvios y la retención de información, tanto la valiosa como la que no lo es. Todo ello puede por supuesto interpretarse como una incapacidad por mi parte para contar una historia fácil y absorbente. Puede que tengáis razón, mis Queridos Lectores, pero por favor, venid conmigo, venid conmigo si queréis. No es divertido, os oigo decir. Pues bueno, vámonos juntos al infierno.”

En un principio, Yu se inserta en el libro como protagonista de una autobiografía ficcional, aportando entradas de su diario durante una visita a China entrelazadas con comentarios en Melbourne. El orden cronológico puede parecer caótico (pese a la confesada obsesión del narrador por las fechas); pero todo tiene su razón de ser, diría yo tras su lectura.

Igual que el inmigrante vive en dos mundos sin terminar de encajar adecuadamente en ninguno de ellos, la narración de Loose avanza en dos tiempos más o menos paralelos sin que la historia que cuenta se asiente de manera decidida. Tanto es así que hacia el final del libro el narrador de desdobla, e incluso recluta a uno de los protagonistas de una novela anterior del mismo autor en el rol de editor/autor. Es por tanto un juego de espejos metaliterarios, que le permiten a Ouyang Yu ofrecerle al lector una mirada amplia y franca de qué entraña la experiencia de ser un autor ignorado y marginado en dos escenarios literarios distintos: el de la literatura australiana y el de la china.

Al estar ideado como un diario, los temas que trata Loose son tan variados como el itinerario físico, temporal o emocional que recorre el narrador. Todo bastante alocado, si se quiere. Pero uno, si presta atención al leer, se queda con ciertos datos o detalles, muy jugosos todos ellos. Por ejemplo, esta reflexión sobre el concepto de progreso en Occidente, que a bordo de un avión te costaría quedarte en tierra: “…lo que el progreso significa en Occidente [es] esa urgencia por cancelar a los seres humanos reemplazándolos con máquinas. Enciendes el contestador automático en lugar de contestar directamente. Dejas mensajes de voz que le dicen a la gente que pulse 1 o 2 o la tecla almohadilla o lo que sea para que nadie tenga que hablar con nadie. De modo que tengas tiempo para tumbarte a tomar el sol en la playa como un fiambre porque crees que eres progresista y estás cansado y eres jodidamente aburrido. Es contra este progreso que debemos luchar. El Occidente como noción debe ser exterminado porque resulta pernicioso para la existencia humana.” (p. 168, mi traducción)

Yu reparte sopapos a diestro y siniestro. En el caso de Australia, el apego a la tradición, el inmovilismo y la mojigatería. Escribe Yu: “…cada vez que alguien habla de China, él o ella mencionará la ‘tradición’ y la ‘censura’. Estas dos cosas nunca parecen asociarse con Australia, mientras que, cuanto más tiempo vivas en Australia, más tradicional y censora te resultará ser. Creo que esto tiene que ver con la autopublicidad. La razón por la que Australia no es conocida por su lentitud, su conservadurismo, su mal funcionamiento, su temor a todo lo nuevo y vanguardista, su fuerte aversión a y sospecha de la invención y la innovación, especialmente de otras culturas que considera menos importantes que la suya, es que puede permitirse el lujo de pintar un hermoso retrato de sí misma en el extranjero, gastándose millones de dólares en campañas de autopromoción y autopublicidad, como ‘Inventive Australia’ y ‘Shrimp on the Barbie.’ Gambas, como las meigas, haberlas, haylas, ¡pero nada shakesperiano hay en ese libro!” (p. 180, mi traducción)
“Hoy la mujer de O hizo una observación, desde la mesa del comedor, junto a la cristalera de la cocina, cuando dijo: ‘Hace tanto calor que hasta las moscas se han muerto. ¡Mira esas bien gorditas ahí afuera!’ O no las vio, puesto que estaba sorbiendo la sopa, pero eso le recordó un verso de un poema de Mao Zedong: dongsi cangying weizuqi (No me sorprendería si todas las moscas se hubiesen muerto heladas de frío). En aquella época, se interpretó que las moscas del verso eran una referencia a los revisionistas soviéticos y los imperialistas americanos, pero resultó divertido comparar las moscas congeladas hasta la muerte en China con las moscas de la mujer de O, muriéndose de calor en Australia.” (p. 349-350, mi traducción) 
Algunas de las observaciones más acertadas del narrador se refieren a la notable dificultad que enfrentan escritores como él para conseguir que se les publique y por tanto se les lea. Para poder sobrevivir en este mundo, durante años Ouyang Yu ha trabajado como intérprete y traductor en Melbourne, y recoge algunas de sus experiencias en el libro.

Pero sin duda alguna, es la referencia a su hermano, Ming, lo que aporta la marca imborrable y más significativa. Por ser miembro de Falun Gong, Ming fue encarcelado por el gobierno chino, y murió en 2003 a causa de las torturas sufridas en prisión. Loose es el resultado de una escritura brutalmente honesta y salvaje, que contrapone la vida en China y la vida en Australia desde el punto de vista de un escritor necesariamente híbrido e inconformista, que se niega a comercializar y pulir su escritura por el mero hecho de que así lo exija el mercado. Fuck the market indeed.

23 dic 2018

Reseña: La línea en medio del cielo, de Francisco Ángeles

Francisco Ángeles, La línea en medio del cielo (Lima: Revuelta, 2008). 88 páginas.

Durante mi corta estancia en Lima hace ahora dos años y medio, entré una mañana en la librería El Virrey y pregunté por algún autor local joven, prometedor y algo contestatario. Los dependientes no estaban seguros de qué ofrecerme, pero finalmente me sugirieron este librito del limeño Francisco Ángeles, de quien nunca había oído hablar.

La línea en medio del cielo no es una novela al uso. No alcanza ni siquiera las 100 páginas, adolece de muchos problemas estructurales y, en mi opinión, fracasa como narración. Tras un brillante comienzo, en el cual el narrador da cuenta del hallazgo de un grupo de ocho cadáveres desnudos en la habitación de un hotel, la narración se desdibuja, la trama se desmorona. El resultado final es algo decepcionante.

Los ocho (cinco hombres y tres mujeres) han muerto “trenzados unos con otros como lombrices de tierra.” Todos presentan cortes en ambas muñecas y “por la posición en que se encontraron … no fue posible asegurar que [la] actividad [sexual] hubiese sido suspendida después de efectuados los cortes”. Pero este episodio no vuelve a reaparecer hasta el final, y dentro de un contexto de fabulación de historias subversivas contra el sistema político.

La verdadera trama gira en torno a la relación entre Ignat, un joven funcionario/fotógrafo/escritor, y Virginia. Son varias las líneas narrativas que se entrecruzan, pero lo hacen de manera tan confusa, tan poco ordenada, que fuerzan al lector a releer para tratar de otorgarle sentido a las palabras. El problema principal es que, pese a ponerle mucho empeño, Ángeles no consigue estructurar la historia de una manera que resulte coherente ni convincente.

Por lo demás, se trata de una edición muy poco cuidada. Por poner un ejemplo que me resultó muy llamativo, en la página 31 uno puede leer al principio: “Ignat encontró a Virginia con la luz apagada y un pequeño radio portátil en la mano.” Nueve líneas más abajo ese radio se convierte en “la radio”, forma que se repite unas cuantas líneas más abajo en el mismo párrafo. Hay además numerosas erratas a lo largo del texto.

Ángeles desarrolla una inquietante ambientación: la sensación de estar vigilados, el clima de inseguridad y violencia latentes, la sospecha que tiene Ignat de ser en todo momento objeto de engaños o mentiras, tanto por parte de Virginia como de los otros personajes, delineados de forma muy imprecisa. El autor gusta de juegos entre ficción y realidad, entre futuro y pasado: se atisba otro narrador, “el viejo que escribe”, que es y no es Ignat.

Además del tema político de incertidumbre y represión (propio de la época en que creció el autor en Lima), los otros temas importantes en esta nouvelle son la muerte violenta y la fabricación de la realidad. Tal vez sea ese el mérito de Francisco Ángeles: sus jóvenes disidentes describen y denuncian las fake news mucho antes de que se convirtiesen en algo mundano y monótono.

22 dic 2018

Reseña: Fuera de lugar, de Martín Kohan

Martín Kohan, Fuera de lugar (Barcelona: Anagrama, 2016). 222 páginas.
Además de la idea de encontrarse desubicado, la expresión ‘fuera de lugar’ puede denotar un comportamiento o conducta inapropiada. Esta novela del argentino Kohan (la segunda suya que leo, tras la bastante buena Bahía Blanca hace más de cinco años) tiene más de novela negra que novela de denuncia social, pese a que la primera parte de las seis que la componen introduce al lector a un grupo criminal que se dedica a fotografiar a niños desnudos. El grupo lo integran personajes variopintos, como un vendedor, un cura, el dueño de una hostería, un par de señoras y el fotógrafo.


Buen dominio de la perspectiva en la narración: Martín Kohan. Fotografía de Antonio Nava / Secretaria de Cultura 
Lo realmente curioso es cómo consigue Kohan inmiscuirte en la (prácticamente nula) moralidad de los personajes que forman la banda criminal. Para ellos, el verdadero criminal es el que mira la imagen, el que la compra, no quien la produce. Trivializan sus actividades, y solamente atañen importancia a los réditos que ciertas ‘novedosas’ composiciones podrán reportarles en el mercado de destino, la Europa del Este tras la caída del Muro, adonde exportan su producto a través del puerto de Valparaíso.

Tras la primera parte, la más extensa (‘Precordillera’), viene ‘Litoral’, que traslada al lector a la hostería de Santiago Correa en las orillas de un río, el Paraná o el Uruguay. La difusión de las fotografías por medios digitales está colocando a la banda al borde del colapso, y Santiago Correa (el único adulto que aparece en las fotos) se obsesiona buscándose en internet. Su esposa Elena descubre qué le ocupa las noches cuando se supone que debería estar durmiendo.

El río Paraná. Fotografía de Argenz.
La tercera parte, ‘Conurbano’ se inicia de manera tajante: “Al muerto lo encontraron un jueves”. El difunto es Alfredo Cardozo, quien hacia el final de la primera parte había prestado a su sobrino Guido, intelectualmente discapacitado, para una de las sesiones fotográficas de la banda. Entra en escena ahora Marcelo, el hermano mayor de Guido, que no puede explicarse el suicidio de su tío. Marcelo comenzará a indagar en la vida oculta de su tío.

Marcelo descubre que su tío había pagado todas sus deudas, y eso que tenía muchas y abultadas. ¿Cómo lo hizo, y por qué? Entre sus papeles, Marcelo encuentra tres almanaques de la hostería junto al río, y allí dirige sus pesquisas. No consigue descubrir nada, pero tanto le gusta el lugar que convence a la tía Nelly para que acuda allí junto con Guido. El momento más poderoso tiene lugar cuando Guido reacciona de forma inusual al reconocer a Correa, lo cual extraña a Marcelo y Nelly. Pero Elena y su esposo consiguen tranquilizarlos, y convence a Marcelo de que le sirva de enlace en su negocio de exportación de mermeladas.

¿Qué oculta Elena tras sus negocios de venta de conservas en provincias? ¿Hasta qué punto actúa ella de manera independiente? Con una rauda narración en sus dos últimas partes, Fuera de lugar se precipita velozmente hacia un brutal desenlace. Muchos de los enigmas no quedan explícitamente resueltos, de manera que es el lector quien habrá de contestárselos.

Una intrigante trama, bien trabajada, con un lenguaje que es, a veces, muy escueto y directo: cuando el autor lo juzga necesario (algo que el lector agradece). Un buen libro, construido sobre diferentes líneas argumentales, a partir de una intriga que versa de lo amoral y provocativo.

16 dic 2018

Reseña: Warlight, de Michael Ondaatje

Michael Ondaatje, Warlight (Londres: Jonathan Cape, 2018). 289 páginas.
¿Qué es un apodo, si no un disfraz? Al narrador de esta sorprendente historia su madre siempre le llama por un mote, ‘Snitch’ (chivato). Lo mismo hace con su hermana Rachel. La época es 1945, y el lugar, Londres, todavía recuperándose del Blitz. Nathaniel, que tiene apenas 14 años, y Rachel, unos pocos años mayor que él, reciben un día la noticia de que su padre se va a trabajar a Singapur. Poco después también su madre desaparece, y quedan bajo la custodia de un afable aunque misterioso hombre al que ambos apodan ‘The Moth’ (Polilla). Cuando Nathaniel y Rachel descubren el arcón de viaje de su madre escondido, dan por sentado que su madre ha muerto o está encerrada en alguna prisión.

El Londres de la posguerra es para el Nathaniel narrador, mucho tiempo después, una época de recuerdos que son una mezcla de verdades y embustes. The Moth decide sacarlos de los internados en los que, según les dicen, su madre ha decidido ponerlos y permitirles que vayan a una escuela normal y pasen las noches en casa. Pronto la casa se convierte en un polo de atracción para muy diversos personajes. Entre ellos, Nathaniel siente una especial afinidad por un curioso individuo al que apodan ‘the Pimlico Darter’ (La flecha de Pimlico), ex-boxeador y figura conocida en los bajos fondos.

Quizás the Pimlico Darter bebiera en este pub, el Queens Arms de Pimlico, Fotografía de Ewan Munro.
Con el Darter, Nathaniel recorre el Támesis y las calles de Londres en viajes, a veces raudos en coche, a veces largos y sombríos en una barcaza, llevando galgos importados ilegalmente para los canódromos. Nathaniel pronto deja la escuela y empieza a trabajar. En un restaurante conoce a Agnes, una joven que lo iniciará en las artes amatorias.

Pero la pregunta acuciante que nunca deja de aguijonearlo es el paradero de su madre, Rose. Hasta tal punto que, en un baile en el que estaba con Agnes, Nathaniel cree ver a su madre observándole a escondidas. ¿Por qué salió de sus vidas Rose sin dejar rastro? ¿De qué o quién se ocultaba?

Todo llega a un clímax cuando son sorprendidos por un ataque durante una gala de teatro. Su madre reaparece, pero the Moth muere. ¿Quiénes son el enemigo? ¿Cuál es el verdadero papel de su madre en todo este extraño y rocambolesco tinglado de posguerra?
En la segunda parte de la novela, Nathaniel tiene ya 28 años, y está trabajando para el Ministerio de Exteriores británico, Foreign Office. Su madre lleva varios años muerta, y él sigue empeñado en descubrir el misterio que puso en peligro su vida cuando era un adolescente.

La casa en la que vivió Rose en su niñez se llamaba White House. The White House en Little Bradley, Suffolk, Fotografía de Mike.
El Nathaniel adulto acaba de comprar la casa que fue propiedad del hombre que cuidó de él en Suffolk cuando su madre se refugió en el campo. El recuerdo persistente de aquella época es que su madre vigilaba la llegada de extraños al pueblo o sus alrededores. En sus pesquisas en los archivos del Foreign Office, Nathaniel va desmadejando la historia de traiciones, ejecuciones sumarias y diversos crímenes de guerra. También descubre el apodo que recibía su madre como agente durante la guerra: Viola.

Aunque han transcurrido muchos años desde aquella alocada y sorpresiva vida en Londres tras la desaparición de Rose, Nathaniel sigue en su afán por descubrir la verdad (si es que tal cosa fuera posible). Finalmente, logra ubicar a Marsh Felon, the Darter. Se presenta en su casa, con preguntas que the Darter responde con evasivas. Pero la insistencia en querer saber le lleva a pagar un precio muy alto: descubre una realidad que quizás debiera resultarle imposible de aceptar.

Un Gran Maestro. Fotografía de Tulane Public Relations
Warlight es, ante todo, una elegantísima novela. Tanto por su lenguaje (el autor es, por vocación, poeta antes que novelista) como por el tratamiento de la trama y los personajes. Ondaatje es deliberadamente impreciso y ambiguo: busca crear un suspense que no defrauda en el desenlace. Cuando éste llega, te deja pasmado.

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