Roanna Gonsalves, The Permanent Resident (Crawley: UWA Publishing, 2016). 285 páginas.
Con la
clausura de fronteras y las fuertes restricciones al movimiento de personas que
la pandemia ha traído, el programa migratorio que contribuye al sostén de la
economía australiana ha cesado en 2020. Los migrantes que estaban aquí antes
del cierre de fronteras están tratando por todos los medios de conseguir el
estatus de residente permanente, el título de este libro de narraciones breves
de Gonsalves, escritora natural de Goa (India).
El
libro consta de dieciséis relatos en los que se contemplan y refieren las
vicisitudes, las ambiciones soñadas y no logradas, las esperanzas quebradas y la
pérdida de identidad, pero también los pequeños triunfos (que siempre son
menos). Casi todos tienen como protagonista a una mujer india católica. Los
relatos narran las dificultades a las que se enfrentan a su llegada a
Australia. Quieren dejar atrás aspectos deleznables de su cultura de origen (el
intolerable sexismo tan perfectamente detallado en ‘Up sky down sky middle
water’, por ejemplo).
Las
circunstancias pueden ser diferentes en algunos casos. En ‘Curry Muncher 2.0’,
una joven india es testigo de la agresión racista que sufre su compañero de
trabajo en un restaurante. Tras una odisea nocturna por los barrios de Sydney,
el joven decide no presentar denuncia porque está esperando conseguir la
residencia permanente.
En ‘CIA
(Australia)’ una anestesista de origen indio presiona a la recepcionista del
hospital para que calle sobre un error en el quirófano que desemboca en
tragedia. Otro relato, titulado ‘The Dignity of Labour’, nos cuenta cómo el
matrimonio de Deepak y Nina se viene abajo tras haber emigrado a Australia. Mientras
el marido se ve obligado a realizar trabajos por debajo de la categoría a la
que estaba acostumbrado en India, Nina estudia un posgrado. La fricción
degenera en un terrible caso de violencia doméstica, que dejará a Nina con
secuelas permanentes.
Uno de
los mejores del volumen, en mi opinión, es ‘The Skit’. Una estudiante india de
un MBA en una universidad australiana ha escrito un sketch y decide
compartirlo con otros compatriotas en una reunión social. Tras leérselo, todos
empiezan a hacerle sugerencias para que lo cambie, de manera que no hiera la
susceptibilidad de los posibles lectores australianos. Gonsalves capta con
sutilidad las voces, las inflexiones y manierismos lingüísticos de los
comensales. Entre todos la convencen de que ha de cambiar el desenlace de su
historia y hacerlo más del agrado de las autoridades para no poner en riesgo
sus posibilidades de obtener la residencia permanente. La historia funciona muy
bien como parábola de lo que hay que tragar para hacerse un hueco en la
sociedad australiana.
¿Y qué
contaba el sketch de Lynette? Pues esto:
“Era la primera vez que leía
sus escritos en voz alta ante alguien, por no hablar de un grupo de personas.
Al principio titubeó un poco, y al lengua se le enredó con las primeras frases
del diálogo. Mas bien pronto interpretó el silencio reinante en la sala como
interés, y se animó a seguir.
El
relato era una amalgama de muchos otros relatos sacados de los periódicos de
ese año. Una chica viene a Sydney con un visado de estudiante, asiste a una
escuela privada donde aprende peluquería. Como a muchas otras antes que ella,
su agente de migraciones, la escuela privada y el hombre que le estampó el
visado en el pasaporte le han prometido la residencia permanente en Australia,
la llamada RP. La matrícula cuesta mucho más de lo que publicitaba el folleto.
Cuando ella se queja al encargado de asistencia social a los estudiantes, él se
muestra muy comprensivo, la invita a su casa y después de un vaso de vino
empieza a besarla. Al principio ella opone resistencia, como la buena mujer de
las películas indias y las escuelas religiosas, pero él es muy mono, muy
ardoroso y sabe qué hacer. Sucumbe a sus reclamos y a los que su propio cuerpo
le hace. En medio de esa pasión, sin embargo, él le dice: «Llámame
Mountbatten.» Luego, con los ojos cerrados, sin apenas aliento procede a
llamarla guarra zorra apestosa a curry. Ella se queda pasmada. Se marcha de
allí a toda prisa y decide presentar una denuncia por abuso sexual y racismo
ante los juzgados locales. Él rebate las alegaciones y, utilizando los
recientes escándalos de amaños de partidos de críquet entre la India y
Australia, contraargumenta que ella estaba intentando comprarlo con sexo. La
historia alcanzaba su desenlace en una dramática escena en la sala del
tribunal: la chica es deportada y el funcionario sale impune.” (p. 42-43, mi
traducción)
Aunque
Gonsalves se esfuerza por mostrarnos los temores y las desagradables
experiencias por las que pasan muchas inmigrantes indias en Australia, la
principal pega que se le puede poner a este volumen de relatos es la excesiva uniformidad
de sus tramas y temáticas. Son relatos insistentemente centrados en un grupo
social específico: ciudadanas indias católicas en Australia. De las tramas no
se transmite conocimiento alguno de otros grupos étnicos o sociales, ni
siquiera de esa mayoría apática anglosajona que elige cada tres años a
políticos y políticas que se adhieren a planteamientos abiertamente racistas.
Es como si el resto de la sociedad fuera simplemente un paisaje de fondo para
la exhibición de un grupo muy particular de emigrantes.
Cooks River, pintura de William Henry Broadhurst, de la colección de la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur. |
Casi
todos los relatos se ubican en Sydney, pero no muestran la poderosa riqueza
multicultural que el país y su moderna sociedad ofrece. Quien solamente lea
esta colección de relatos se va a crear una imagen muy distorsionada de la vida
en las ciudades australianas en la primera mitad del siglo XXI. Sin duda al
circunscribirse a los estratos sociales que la autora conoce bien la noción de
autenticidad de lo que escribe está casi garantizada, pero ¿es suficiente para
abrirse paso entre la comunidad literaria de una Australia multicultural? Lo
dudo.