12 mar 2022

Reseña: Who They Was, de Gabriel Krauze

Gabriel Krauze, Who They Was (Londres: Fourth Estate, 2020). 332 páginas.

La mayor parte de la narrativa británica más actual se mueve planteando dilemas morales de clase media, sean de corte político, ideológico o personal. De modo que la irrupción de un narrador como la Gabriel Krauze con Who They Was limpia muchas telarañas, sacude el polvo más rancio y acomodaticio y le encaja un golpe directo en el rostro a la literatura convencional y mercantil.

Desde la primera página de este libro uno se da cuenta de que el texto que tiene entre sus manos es algo tremendamente novedoso, diferente y genuino. Narrada rigurosamente en primera persona, Krauze es un autor extremadamente inusual, pues ha vivido en dos mundos: el universo amable del entorno familiar, la escuela privada con relajantes vacaciones veraniegas en Italia choca frontalmente con Snoopz, el alter ego de Gabriel (la novela tiene mucho material autobiográfico, y el nombre del protagonista es solo un dato) el alias del delincuente y miembro de un grupo de pandilleros que viven de atracos, robos a mano armada y el narcotráfico.

Por un Rolex como éste, el Gotti sería capaz de rajarte en menos que canta un gallo.
Fotografía de Madrox.
Tras terminar la secundaria, Gabriel está estudiando un grado en Literatura Inglesa en una universidad londinense. Sus profesores lo halagan y reconocen su talento a la hora de evaluar sus ensayos; sus compinches también lo halagan y reconocen su audacia y capacidad para la agresión a la hora de llevar a cabo sus delitos y enfrentarse a otras pandillas del noroeste de Londres.

Es esa divergencia entre los dos universos en los que se mueve con total soltura lo que crea la tensión narrativa y confiere a esta novela una energía insólita que no decae. No hay momentos de flaqueza. Who They Was te atrapa y no te deja ir.

El hecho es que Gabriel se convierte en Snoopz no porque carezca de oportunidades: es blanco, cuenta con una educación que ya quisieran tener los policías que lo arrestan. No hay remordimiento porque Snoopz considera que es esa vida de pandillero la que le hace sentirse vivo de verdad.

En el universo de Snoopz no hay moral alguna. Antes que te maten es preferible matar. Luego, en los seminarios a los que asiste en la universidad, Gabriel asevera a profesores y compañeros de clase que en las enseñanzas de Nietzsche queda perfectamente justificada esa disposición: “La moral no es otra cosa que una norma de comportamiento relativa al nivel de peligro en el que vive un individuo. Si tú vives en una época peligrosa, no te puedes permitir vivir según estructuras morales tal como lo puede hacer alguien que viva en seguridad y en paz.”

Combinando sin fisuras la jerga jamaicana del noroeste de Londres en la que vive Snoopz con una prosa expedita al tiempo que lírica y poética, Krauze deslumbra por lo honesta que se siente su historia. Hay incluso una suerte de bravuconería, de provocación: es como si Krauze nos quisiera recordar que, si nos lo hubiésemos cruzado en una callejuela de Londres hace una década, Snoopz no habría temblado en robarnos. A veces la honestidad del relato es incluso ofensiva: las mujeres jóvenes con las que Snoopz y sus secuaces son descritas como objetos sexuales. No es un mundo de bondades y gentilezas el de Snoopz.

Una finca de Carlton Vale.
Fotografía de Danny Robinson.

El subtexto, sin embargo, es de durísima crítica al sistema que margina, empobrece, vitupera y humilla a ciertos sectores de la población. En el universo de South Kilburn, Carlton Vale o Maida Vale de hace una década se respiraba violencia; en las pandillas, tener una reputación de tipo duro era esencial para sobrevivir. Ser vulnerable o mostrarse débil constituían errores que se podían pagar con la vida. Lugares en los que la desigualdad empujaban a los jóvenes hacia las pandillas criminales, de las que era casi imposible salirse.

Who They Was estuvo entre los finalistas del Premio Booker del año 2020. Te invito a leer los primeros tres párrafos de la novela.

No le mires la jeta

Así que me bajo del buga y ya estoy en la calle y es en este momento – cuando te bajas del carro y ya es demasiao tarde para echarse atrás – cuando sabes terminantemente que vas a hacerlo, aunque el modo en que la adrenalina te está reventando por todo el cuerpo por un instante te haga desear no estar allí. Y ya estamos recorriendo la calle, ella está muy por delante de nosotros, nos hemos equivocao con los tiempos pero no podemos echar a correr para alcanzarla porque eso la pondrá en alerta y se dará media vuelta, de manera que nos estamos acercando a toda virolla pero con sigilo. Llevo el pasamontañas bien ajustao sobre la jeta y me he echao la capu por encima y siento cómo me explota la adrenalina en la boca del pecho como una estrella moribunda y es como si el cuerpo entero se hubiese convertido en la bomba del latido del corazón.

Y me acerco rápido para ponerme detrás de ella y el Gotti está justo a mi lao y ella no nos ha oío, no por la manera en que nos movemos, como arrastrándonos cerca del suelo, con estos pantalones negros de chándal de Nike, para que no se oiga nada, y unas zapatillas Nike, que son silenciosas sobre el asfalto. Y durante lo que duran unos latidos observo cómo todo lo que hay en la calle parece ser la idea que alguien tiene de una vida pacífica, ese sol que flota ahí arriba, descollando en la panza celestial, rociando la calle con un brillo que se derrama sobre todas las cosas; hileras nítidas de perfectas casas, arbustos verdes bien pulíos y ordenaos ante el pavimento, ese fresco olor a metal de la mañana, y ahora la mujer abre la puerta de una verja y gira y se encamina por una estrecha senda hacia la puerta de su casa.

Y hemos jodío los tiempos, pero aún podemos pillarla en el umbral, así que echamos a correr, todavía intentando ser sigilosos pero ya tenemos que ser rápidos o la perderemos, así que empujamos la puertecilla de la verja – la tipa está ya casi en la puerta, rebuscando en el bolso para dar con la llave de la casa – y corremos por la senda y nos ponemos justo detrás de ella, si extiendo el brazo puedo tocarle el pelo, huele a champú y a suavidad y luego a perfume muy caro, que casi me pone enfermo, y en este momento todo lo que jamás he sabido se derrumba: la memoria, el pasado, el futuro, y luego la calle, la mañana, y todo lo demás que nos rodea desaparece como si estuviese olvidando el mundo y solamente hubiese el Ahora, cristalino, en el umbral de la casa. Y antes de poder ponerle el brazo al cuello para hacerla callar, la tía va y se da la vuelta. (p. 1-2, mi traducción) 

24 feb 2022

Reseña: When One Person Dies the Whole World is Over, de Mandy Ord

Mandy Ord, When One Person Dies The Whole World Is Over (Brow Books, 2019). 376 páginas.
Más que una novela gráfica, When One Person dies the Whole World is Over es un diario gráfico. La autora documenta un año entero desde el 6 de julio de 2018 hasta el 7 de julio de 2019, fecha en la que un mundo entero concluye. Y pese a lo emotivo del deceso al que se refiere el título, la fórmula es excesivamente repetitiva: cada día se le entrega al lector en cuatro viñetas que siguen casi invariablemente la cronología diaria: despertar, trabajar, regresar a casa y relajarse antes de dormir.
Los zombis más peligrosos no son los que vemos en la pequeña pantalla, sino los que pueden arruinarnos la vida a todos con sus votos.

Incluso si uno, en tanto que lector, decide aceptar la parte artística de los dibujos, todo en blanco y negro, la carga prosaica y trivial de una existencia mundana durante un año no termina de enganchar. Si lo que se busca es inducir a la reflexión sobre lo insoportablemente cotidiano de nuestras vidas, el libro ciertamente no lo consigue.

Como cantaba Serrat, Hoy puede ser un gran día.

Conocemos a su pareja, Johdi, al perrito que comparten en su casa en uno de los barrios periféricos del gran Melbourne. Nos acostumbramos a los embotellamientos diarios camino del trabajo, los paseos en los parques cercanos, las series de televisión que se ven en la casa y las reacciones que les producen. El problema es que, con el paso de los meses, lo que vas a encontrarte al pasar la página ya es monótonamente predecible.

Quizás la historia que nos cuenta Ord podría haber incidido mucho más en el oneroso proceso de creación o las enormes dificultades que enfrentan los autores de comics para acceder al mercado y hacer llegar sus producciones al lector.

Hay ocasiones en que una lectura nos toca las fibras. Por ejemplo, Merciless Gods, de Tsiolkas.

El título, por desgracia, es sumamente engañoso. Ni el mundo se acaba, ni se transforma. La vida siguió igual. Mucho más tentadora y atractiva para el lector habría sido una historia que incluyera el infernal verano tóxico que padecimos los australianos a finales de 2019 y principios de 2020, una experiencia vital brutal que nos remató el destino con un cierto virus del que todavía no nos hemos librado.

20 feb 2022

Reseña: Amsterdam, de Ian McEwan

Ian McEwan, Amsterdam (Londres: Vintage, 2016 [1998]). 178 páginas.
¿Qué significa escribir buena ficción? ¿Prima la resolución de una buena trama, el bosquejo competente de personajes y los ambientes en los que se mueven o el acoplamiento de todos los elementos narrativos necesarios en una prosa exquisita, fluida, ocurrente?

El hecho es que McEwan ha alcanzado cotas de maestría (Atonement, por supuesto; o incluso On Chesil Beach) a lo largo de su extensa carrera autorial. Eso no admite discusión. Pero que le concedieran el Premio Booker en 1998 por una nouvelle como Amsterdam, cuyo desenlace está más cercano al de un entremés que al de una novela, sigue siendo un misterio no resuelto más de dos décadas después.

La trama comienza con un funeral. La difunta es Molly Lane. Entre muchas otras personas, al funeral asisten tres de los amantes que Molly tuvo en su vida. Además del shock que les ha causado a los tres la rápida muerte de Molly, han de pasar por el mal trago de cómo darle el pésame al esposo de Molly, George Lane, quien les prohibió visitarla cuando se supo que estaba muriéndose.

¿Y quiénes son los tres ínclitos caballeros? Vernon Halliday, el editor de un periódico que ha visto tiempos mejores, cuyo puesto pende de un hilo; Clive Linley, un reputado compositor a quien le han encargado una sinfonía que marque la llegada del nuevo milenio; y Julian Garmony, ministro de exteriores del gobierno conservador, quien tiene considerables aspiraciones a convertirse en el siguiente Primer Ministro del Gobierno de Su Majestad.

Para Lane, los tres son poco más que moscas cojoneras, pero Garmony parece llevarse todos los numeritos del premio gordo del desprecio. De manera que cuando encuentra entre las posesiones de la difunta unas comprometedoras fotos del ahora ministro, no duda en entregárselas a Vernon.

Para el editor, las fotos son justo lo que necesitaba para relanzar la tirada del periódico y hundir la reputación del político. Dos pájaros de un tiro, ¿no? Vernon decide consultarlo con Clive, que rechaza la idea y aduce que sería como una traición a Molly.

En el transcurso de esa primera conversación entre ellos (siempre regadas con vinos carísimos que McEwan parece conocer muy bien) los amigos llegan a una especie de pacto de asistencia recíproca en caso de contraer una enfermedad irreversible o perder el juicio y la capacidad de decidir poner fin a su propia vida.

En fin: se publican las fotos, Clive y Vernon se pelean, se insultan y comienzan a odiarse. Clive huye al distrito de los Lagos para intentar terminar la sinfonía y allí es testigo de cómo un violador ataca a una mujer pero no hace nada porque en ese instante le llega la inspiración. A Garmony lo salvan de la dimisión y la ruina de su carrera una hábil maniobra de sus asesores utilizando a la esposa del ministro en una entrevista televisiva.

El escritor en el Festival Fronteiras do Pensamento, São Paulo, en 2016. Fotografía de Greg Salibian.
Por mucho que Amsterdam apunte a la corrosión moral de los personajes (nadie parece estar a salvo), la trama se hunde con un exceso de impostura. De hecho, en apenas tres páginas McEwan resuelve la historia, forzando la sátira en torno a cómo una profunda amistad deviene en intenso antagonismo, con fatales resultados. Resulta plausible que la muerte de una amiga en común termine por arrastrar una amistad hacia la más deplorable animadversión, pero un doble asesinato recíproco roza lo ridículo.

Y para colmo, la sinfonía nunca llega a interpretarse. Mejor cambiar de emisora.

16 feb 2022

Reseña: Hashim & Family, de Shahnaz Ahsan

Shahnaz Ahsan, Hashim & Family (Londres: John Murray, 2020). 391 páginas.

La crónica de la Partición del territorio en 1947 de lo que había sido parte del Imperio británico tras la II Guerra Mundial no terminó hasta 1971, año en que lo que se había denominado Pakistán Oriental se independizó de Pakistán, formando un nuevo estado, llamado Bangladesh. Como en tantos otros lugares, la convulsión político-social de esos años entre una fecha y otra empujó a miles de personas a emigrar y buscar una vida mejor.

Hashim y su familia son los protagonistas de esta novela, la primera que publica esta joven autora británica, situada en tres décadas: desde 1960 hasta 1982. El primero en llegar a Manchester es Rofikul, primo de Hashim, quien le escribe y convence para que haga las maletas y acuda al lluvioso y frío norte de Inglaterra.

Trabajo, dice Rofikul, no le va a faltar. Tampoco las desagradables experiencias que demasiados inmigrantes padecen: un fuerte ajuste cultural en el mejor de los casos; racismo, violencia y marginación en la peor de las experiencias.

Transcurridos los primeros meses, Hashim decide que ya es hora de que se le una su esposa Munira. Rofikul, por su parte, ha congeniado muy bien con una joven irlandesa, Helen. De hecho, tras muchos meses de convivencia, Helen se queda embarazada y optan por casarse. Pocas horas antes del parto, Rofikul parte sin dar razón alguna y sin dejar señas.

Sin dejar de ser una novela muy convencional, Hashim & Family narra una historia que, en gran medida, nadie había novelado hasta ahora. Ha habido narrativas de la experiencia migratoria en Inglaterra desde muchas otras partes del mundo, pero no de Bangladesh.

La principal objeción que le pongo a la obra es la falta de dinamismo narrativo. Es completamente lineal y el punto de vista es único: la voz omnisciente de la narradora, cuya identidad británica es preponderante, incluso cuando la trama se traslada a Bangladesh para contar las atrocidades del ejército pakistaní durante el movimiento hacia la independencia.

La novela habría ganado muchísimos enteros si, por poner un ejemplo, en lugar de contarle al lector que el hijo de Rofikul comienza a escribirle cartas a su padre en Bangladesh, las epístolas del joven Adam hubieran sido incluidas, arriesgando algo con una variación narrativa. La trama, por lo demás, abunda en giros predecibles, momentos amargos y triunfos que son lo habitual en toda historia de migrantes.

No cabe ninguna duda de que es necesario seguir desvelando las historias vitales de los inmigrantes asiáticos a Occidente. Es una realidad tremendamente actual, de hecho. Son muchos los jóvenes que buscan un futuro mejor en países como Australia – o como España, donde una banda disfrazada de partido político que, al tiempo que se declara democrático ensalza la figura del dictador fascista que ejerció de jefe del estado hasta su muerte. Hashim & Family, pese a sus benignas intenciones, no deja de ser una novela más del montón.

31 ene 2022

Reseña: The Souvenir Museum, de Elizabeth McCracken

Elizabeth McCracken, The Souvenir Museum (Londres: Jonathan Cape, 2021). 239 páginas.
Hay dos aspectos de esta colección de relatos breves de McCracken que llaman poderosamente la atención. Por un lado, la habilidad con la que la autora captura el habla de personajes variopintos, incluso de distintas procedencias geográficas. Y por otro, las sorprendentes imágenes y percepciones que transmite en sus historias. The Souvenir Museum comprende un total de doce cuentos, de los cuales cinco tienen como protagonistas a Jack y Sadie (aunque en ‘A Splinter’, una historia sobre el adolescente británico que escapa desde Nueva York a Londres para aprender el arte de la ventriloquía, solamente Jack hace acto de presencia).

El relato que abre el volumen, ‘The Irish Wedding’, derrama su humor cáustico en cada una de las páginas. Jack y Sadie acuden a la boda de la hermana de Jack en Irlanda. La familia de Jack es en realidad inglesa y todos demuestran tener un sentido del humor harto inusual, entre lo manifiestamente escatológico y el sarcasmo más puro y duro. Sadie, estadounidense de pura cepa, revienta la ceremonia del corte de la tarta nupcial cuando el padre de Jack pronuncia una frase intraducible (“The bride and groom will now cut the cheese”) en honor a la parte holandesa de la boda que tanto en Canadá como en los Estados Unidos tiene una acepción muy tosca: soltar un pedo.

Pero no sería cierto decir que los cuentos de The Souvenir Museum son una colección cómica. No lo son, a pesar de recoger muchas escenas humorísticas y presentar personajes extravagantes. McCracken parece tener una predilección por extranjeros que se comportan como peces fuera del agua. En “Mistress Mickle All at Sea” la protagonista es una personalidad televisiva americana de regreso a Dover en un ferry que se bambolea en el fuerte oleaje del Canal de la Mancha. Tras una conversación con un artista que, tal vez sin quererlo, la ridiculiza, juguetea con la idea de lanzarse por la borda.

En vez de buscar trocitos de vasijas o antiguas botellas, yo me iría directo al pub a probar el agua de la vida local, uisge beatha. Una de las playas de la Isla de Mull. Fotografía de Lesbardd.

En “Proof” David Levine comparte un viaje a Escocia con su padre Louis y espera tener el éxito que siempre había imaginado: comprarle una falda escocesa, algo que siempre había querido pero que su madre, recientemente fallecida, le había denegado a Louis. Pero el anciano caballero prefiere recoger trozos de cerámica y vidrio de colores en las playas de Mull, una de las Hébridas Interiores.

Uno de los más sugestivos relatos es “It’s Not You”, en el que la narradora rememora una estancia intensamente alcoholizada en un hotel cuando era joven, tras un profundo desengaño emocional, y allí flirtea con un famoso locutor. Confiesa la narradora en un interludio del relato: “¿A quién amo yo en este cuento? A nadie. A mí misma, un poco. Ah, sí, al camarero, con el bigote diacrítico que mostraba encima de una dentadura blindada. Me encanta el camarero. Siempre me encanta el camarero.” (p. 53, mi traducción)

Como hace con el ya mencionado bigote diacrítico, McCracken deja caer metáforas extraordinarias y audaces símiles. El hotel mencionado en el párrafo anterior, The Narcissus Hotel, “se encontraba situado en la orilla de un lago y admiraba su imagen reflejada.” Los zapatos de una pareja de ancianos viajeros en “Proof” dan la impresión de ser “dos pares de patatas asadas.” La multitud de niños en una de las piscinas del parque acuático le recuerdan a Ernest el cuadro de Théodore Géricault Le Radeau de la Méduse.

Cada vez más resulta evidente que nos encaminamos a una situación de «Sálvese quien pueda».
Relatos en los que el paso del tiempo nunca termina de cicatrizar las heridas de la pérdida de los seres amados, The Souvenir Museum entretiene sin entusiasmar. Aunque la autora tiene una indudable habilidad para explotar la parte de la historia que posee un potencial risible, con frecuencia el material narrativo es tan desalentador y sombrío que el efecto global es contraproducente, si no completamente macabro.

21 ene 2022

Reseña: Monsters, de Barry Windsor-Smith

Barry Windsor-Smith, Monsters (Londres: Jonathan Cape, 2021). 365 páginas.

Este relato del veteranísimo Windsor-Smith comienza con una escena de increíble brutalidad. Es junio de 1949: Janet sale al jardín frontal de la casa en Providence (Ohio) en la que vive con su marido, Tom Bailey, y el único hijo que tienen, Bobby. Se encuentra la bicicleta de Bobby en tierra, una llanta aplastada, completamente inservible. Del cobertizo vienen unos gruñidos. La madre se acerca y ve a su hijo en manos de Tom, quien ha agredido violentamente al niño. El padre está soltando alaridos en alemán. Janet agarra a Bobby en sus brazos y sale corriendo, pero tropieza con la bici y cae a tierra.

Aterrorizada, grita pidiendo socorro y denuncia a Tom como un monstruo. ¿Qué ha sucedido para que el padre haya golpeado a Bobby con tanta violencia? ¿En qué estado ha quedado el niño? ¿Cómo va a terminar este terrible episodio?

Muchos años después, dos desconocidos cuyos padres compartieron vivencias horrorosas vuelven a cruzar sus caminos. ¿Qué podría salir mal? Pues... todo.
Quince años más tarde, Bobby acude a una oficina de reclutamiento del ejército de los Estados Unidos. Le falta un ojo, dice que no tiene familia, que no tiene estudios, que carece de documentación. El oficial que le atiende hace una llamada y sella su destino: Bobby pasará a ser el candidato de un proyecto experimental absolutamente secreto: Prometheus.

¿Prometeo encadenado? No por mucho tiempo.

Un par de meses después, encontramos a Bobby encadenado en el interior de las instalaciones militares que albergan el proyecto dirigido por un militar de origen alemán: Friedrich. Bobby ha sido transformado en un monstruo. Su cuerpo se ha cuadruplicado en volumen; es un ser deforme que emite un hedor insoportable a causa de las sustancias químicas que le han inyectado y en las que lo han tenido a remojo. No era ése el objetivo que se habían marcado los ‘cerebros’ científicos de Prometheus. ¿O sí? ¿Cómo ha podido terminar siendo la víctima otra vez?

El monstruo fue un niño y recibió castigos con frecuencia.

Esa es la trama de Monsters. Windsor-Smith confecciona un relato con distintos saltos cronológicos. En cada uno de ellos, la enrevesada historia de la terrible vida de Bobby va agregando un nuevo capítulo. Comenzando con el retorno del padre tras la guerra: Tom Bailey era el intérprete de una unidad estadounidense que, tras la derrota de los nazis, descubre un laboratorio médico secreto en el que científicos al servicio del régimen de Hitler habían estado realizando experimentos execrables que sin duda alguna constituirían crímenes de guerra. Bailey, testigo del horror, sufre un profundo trastorno y, como consecuencia de ello, tarda cuatro años en regresar a casa.

Bobby y Jack, el oficial de policía amigo de Janet. 

Ya en su casa de Providence, el alcohol, el insomnio y la paranoia no solamente destrozan su vida sino de las de Janet y Bobby. La situación se vuelve insostenible y el día de Acción de Gracias todo explota en la casa de los Bailey, con efectos funestos. Solo Bobby sobrevive a la masacre.

Monsters es un relato de vidas rotas, de traumas irreparables, coincidencias inexplicables y superpoderes psíquicos, en una narrativa que mezcla ciencia ficción, la guerra, el secreto del estamento militar como indicio del crimen, el horror y el mito de Frankenstein, un amor imposible y el precio que la inocencia infantil puede pagar por culpa de los errores de los padres. Al caer en las garras de Friedrich, Bobby Bailey, el monstruo creado por el ejército, se convierte en víctima del experimento médico que décadas antes había enloquecido a su padre Tom.

En cada palabra hay un recuerdo. Tras la muerte solo nos quedan las palabras.
Pero no es Bobby el personaje principal. Al fin y al cabo, sus facultades físicas y mentales quedaron muy mermadas tras el abuso sufrido a manos de su padre. La protagonista es su madre Janet. Es ella la víctima de una realidad de la que únicamente nos acordamos a toro pasado: el hecho innegable de que las guerras no terminan simplemente con la firma de un armisticio. Los estragos que una guerra acarrea son causa de la desintegración de familias y la ruptura de amistades y suelen afligir más a los civiles que a los propios militares.

La última cena...
Con sus más de 360 páginas, Monsters tiene las dimensiones de una narración épica. Producido en tamaño A4, Windsor-Smith ha creado un verdadero librazo, una gran obra repleta de guiños sutiles, detallista tanto en el dibujo como en el diálogo, y que incorpora insospechados retazos técnicos de géneros dispares y atípicos en la novela gráfica como son entradas de un diario personal o fragmentos de cartas, en algunos casos inacabadas. Merece la pena adentrarse en el rompecabezas cronológico que propone el autor, pues la recompensa es sobresaliente.

Barry Windsor-Smith. Retrato del autor, obra de Michael Netzer.

18 ene 2022

Reseña: Dear Son, de Thomas Mayor et al.

Thomas Mayor, Dear Son: Letters and Reflections from First Nations Fathers and Sons (Melbourne y Sydney: Hardie Grant, 2021). 189 páginas.

En la primera de las cartas que integran este libro, Thomas Mayor le recuerda a su hijo la ocasión en la que rechazó tomarle de la mano en público. El hijo tenía a la sazón 9 años. Thomas Mayor adujo que el niño era ya demasiado mayor como para ir cogido de la mano de su padre. El autor de la carta lamenta y se arrepiente de haber rechazado la mano de su hijo.

La idea de este libro nació de un encuentro entre Mayor y la escritora indígena australiana Tara June Winch, quien escribió el prólogo.

Se trata de una antología de sentimientos fruto de la experiencia, de los recuerdos y los relatos de generaciones anteriores de hombres Indígenas australianos: reflejan la frustración, la irritación, la rabia, la indignación y la humillación que han sufrido ellos y sufrieron sus padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos… Es una recopilación en la que la comunicación directa con padres o hijos, según sea el caso, dignifica y reivindica a sus autores.

En cierto modo, es como si el tiempo no hubiera pasado...
El calendario del pueblo Nyoongar.
Fotografía de Orderinchaos 
En muchas de ellas se menciona la opresión colonial y la violencia ejercida contra los pobladores originarios de esta tierra. Hablan asimismo del hurto de sus tierras, de las generaciones robadas por un sistema social racista, del sufrimiento y la lucha constante por mejorar sus vidas y las de sus hijos, de la aniquilación de sus lenguas y costumbres.

Un ejemplo profundamente llamativo es este episodio que relata el periodista Stan Grant en la vida de su padre:

“Esa fue la misión de vuestro Abuelo: salvar nuestra lengua. De pequeño había pasado algún tiempo con su Abuelo, Budyaan, en los matorrales del bush. El viejo Budyaan hablaba siete lenguas y le enseñó la lengua de los Wiradjuri a Papá. Un día, en la calle principal del pueblo, Budyaan le dijo algo a Papá en voz alta y un poli lo oyó. Al viejo lo arrestaron y lo encarcelaron.

Cuando salió, dijo que nunca más volvería a hablar nuestra lengua. Se la guardó solamente para cuando Papá estaba con él, lejos, allí donde ningún hombre blanco pudiera oírlo. Vuestro Abuelo pasó muchos años simplemente sobreviviendo. Simplemente poniendo comida en la mesa. Los Indígenas vivían a salto de mata. Día tras día, un pueblo tras otro, un trabajo agotador y luego otro y luego otro.

El Abuelo tiene cicatrices repartidas por todo el cuerpo: cicatrices de sobreviviente. Son cicatrices adquiridas en las carpas de boxeo, cicatrices de los aserraderos, cicatrices de los polis. Y luego están las cicatrices que no vemos: las cicatrices que él mantiene escondidas. Cicatrices en el alma que no curan. Vuestro Abuelo tiene cicatrices infligidas por Australia.” (Stan Grant, p. 28, mi traducción).

La Australia blanca anglosajona sigue ignorando, cuando no menospreciando, a los pueblos originarios de este continente. Gobierno tras gobierno, las reivindicaciones de los pueblos Aborígenes siguen siendo desdeñadas y arrinconadas en la agenda política y económica del país. La parte que juegan los medios de comunicación no es nimia, pues desde muchos de ellos se les denigra e insulta. El caso del jugador de fútbol australiano Adam Goodes es claramente ilustrativo.

Cada una de las cartas incluye detalles reveladores y únicos, pero todas tienen algo muy importante en común: el hartazgo. “Porque somos padres Indígenas y cuidamos de nuestros hijos. Los hemos amado, criado y sostenido; los hemos protegido y les hemos enseñado cómo sobrevivir y a sentirse orgullosos de su cultura. Hemos hecho igual que hicieron tus padres, y los padres de tus padres, y así durante generaciones que se remontan a decenas de miles de años.” (Thomas Mayor, p. 179, mi traducción)

Incluso si no fuera cierto que la frase fue suya, es innegable que Gandhi sigue siendo ejemplo para muchos. “Al echar la vista atrás y ver lo que he aprendido, quiero que sepas que lo más importante es ser fiel a uno mismo. Si las expectativas de la sociedad te fuerzan a negar quién eres, cambia entonces las expectativas de la sociedad. Haz lo que sugiere Gandhi: «Conviértete en el cambio que quieres ver en el mundo.»” (Daniel Morrison, p. 89, mi traducción). 
Fotografía de Bernard Gagnon .
Una aportación en forma epistolar muy necesaria, muy relevante pero, desgraciadamente, muy actual.

3 ene 2022

Reseña: The Good Girls: An Ordinary Killing, de Sonia Faleiro

Sonia Faleiro, The Good Girls: An Ordinary Killing (Londres y Dublín: Bloomsbury Circus, 2021). 314 páginas.

Una noche de mayo del año 2014 dos jóvenes chicas del pueblo de Katra, en el estado de Uttar Pradesh, al norte de la India, desaparecen en la oscuridad de la noche en los campos colindantes. Al alba, los vecinos que las buscaban encuentran a las dos ahorcadas de un árbol. El calzado de ambas está colocado contra la base del tronco.

Ambas eran de familias campesinas muy pobres, como suele ser normal en el Subcontinente, y de una casta inferior. Lo que haya podido sucederles será el objeto de la pertinente investigación policial. Pero en un principio las familias no permiten que nadie retire los cadáveres que cuelgan del árbol. Es una manera de ejercer presión sobre las autoridades y exigir justicia.

La cárcel de Budaun, donde el principal acusado estuvo preso. Fotografía de ArmouredCyborg.

Faleiro escudriña en los detalles cronológicos del caso, tratando de responder a las preguntas lógicas que surgen tras el hallazgo. ¿Fueron asesinadas? Y si lo fueron, ¿Quién o quiénes cometieron el crimen? ¿O fue un doble suicidio? ¿Se cometió algún tipo de delito sexual contra ellas? El libro se construye sobre la base del suspense en torno a si las niñas fueron violadas y asesinadas o no.

La autora narra este caso en el contexto más amplio de la sociedad india de principios del siglo XXI, en la que se contraponen varias corrientes fuertemente conservadoras y tendencias transformadoras y modernizantes. Es un reportaje dinámico, vibrante en su desarrollo y vigoroso en su lenguaje, una crónica que combina concisos datos fundamentales de corte sociológico y demográfico con la narración del misterio que rodeó la muerte de las chicas y la incompetencia, ineptitud y desidia del sistema policiaco y legal del país.

En olor de multitudes... «Narendra Modi había hecho de la seguridad de las mujeres una parte prominente de su plataforma en más de una campaña electoral. Había mencionado la violación en el autobús de Delhi en la época de las elecciones a la asamblea de la capital nacional unos pocos meses antes. “[Delhi] se ha ganado la mala fama de ser la ‘capital de las violaciones’, dijo. “Cuando usted vaya a votar, no lo olvide. Recuérdelo [el episodio del autobús] durante un instante. […] A los pocos días de convertirse en Primer Ministro, en mayo de 2014, el gobierno de Modi anunció una política de ‘tolerancia cero’ con la violencia contra las mujeres. El sistema de justicia penal iba a ser reforzado para lograr su ‘aplicación eficaz’» (p. 162, mi traducción). Fotografía del Gobierno de la India.

Detrás de este libro hay un intenso trabajo de investigación, tanto de la historia misma de la muerte como de la investigación, con declaraciones falsas o cambiadas, eliminación de pruebas, acusaciones inventadas, una autopsia realizada sin luz eléctrica y con cuchillos de cocina, como del contexto sociopolítico y cultural de la India moderna. Iniciado un año más tarde, el proceso de investigación y elaboración de la crónica pone el acento en las arcaicas actitudes tan profundamente arraigadas en el sistema de castas y en el corrupto sistema político que pervierte servicios sociales tan fundamentales como la seguridad, la justicia o la educación.

La realidad de las mujeres en la India es que la cultura y la tradición las hace depositarias de la “honra” de la familia – independientemente de la casta a la que pertenezcan. Si se sospecha que una joven india ha transgredido las reglas que se les imponen desde muy pequeñas, esa transgresión les puede costar la vida. Algo tan simple o inocuo como hablar con un hombre por teléfono móvil puede interpretarse como quebrantamiento intolerable de esas reglas.

El Tribunal Superior de Justicia de Allahabad fue donde la familia de una de las dos niñas interpuso una solicitud de arresto de otros cuatro hombres, entre ellos dos oficiales de policía, tras la detención del principal sospechoso. Fotografía de Vroomtrapit.

Y en medio de todo esto, siempre la imagen de dos jóvenes ahorcadas de un mango en un huerto de Uttar Pradesh, mientras sus padres y madres se niegan a permitir que las descuelguen hasta que llegue algún político de alto nivel que se comprometa a hacerles justicia.

Un magnífico libro, muy recomendable.

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