28 mar 2011

Reseña: Itinerari de tendresa, de Maria Carme Arnau



Maria Carme Arnau, Itinerari de tendresa (Alzira: Bromera, 2010).



Gracias a la generosidad de un muy querido amigo, Gustavo, hace unos años pude familiarizarme con un disco de un músico argentino, publicado en 1982 por Piero de Benedectis. El disco se titulaba Canto de la ternura, e incluía una hermosa canción, del mismo título. En ella podemos escuchar (puedes escucharla aquí www.musica4all.com/77551/piero-canto-de-la-ternura.html) lo siguiente:


Para una vida tan bella y tan dura
Mucha, pura ternura…
Claro que mucha ternura,
Ternura para tirar al cielo,
Para dar el buen día,
Para mirar adentro de los ojos,
Con ternura,
Para ordenar las ondas que hay,
Que hay por acá,
para calmar locura...


Hace pocos meses me hice con este poemario, atraído por su título y por el hecho de que hubiera sido galardonado con el Premio Ibn Hazm Ciutat de Xàtiva en 2009. Arnau era una poeta totalmente desconocida para mí; ha escrito un poemario repleto de esperanza, una intensa reflexión sobre la ternura, sobre el lenguaje, sobre la palabra como indiscutible herramienta del ser humano para entender y aspirar a ser entendido.


Arnau elabora una poesía de ideas y emociones, una poética en buena parte definida por la conciencia de que la escritura busca (y debe siempre aspirar a) la belleza; la poesía es siempre expresión de la necesidad humana de capturar lo bello, de compartirlo con el prójimo, con los que nos rodean. La ternura, como decía Piero, para calmar locura: la locura de un mundo donde con demasiada frecuencia imperan el mal y el dolor, donde a cada momento se hace presente también la muerte.

En ‘En el principi’, Arnau declara que la ternura abre a todas las épocas el único itinerario vital y el principio; se trata no solamente del principio de la vida como el instante del brote vital, sino también del precepto moral. La ternura como principio vital para hacerle frente a la dureza de la vida y a la crueldad de la muerte.

Que la palabra sea el recurso humano más cercano para abrirnos a los demás mediante el diálogo y el debate no elude a Arnau. Y la poeta cree vislumbrar algo más primigenio que las mismas palabras:

“Hi ha una veu més antiga que les paraules
esclatant als ulls, vessant aquest desig
al tacte de la pell, un riu de l’univers
recorrent les venes, creixent dins del cos.” (De ‘En el principi’, p. 28)

“There is a voice, older than words,
bursting through my eyes, spilling this desire
on the feel of my skin, a river in the universe
running through my veins, growing inside my body”.

Y de igual modo que las palabras nos acercan al otro, por desgracia también pueden estar rodeadas de sombras:

“És dur saber que les paraules
tenen ombres al darrere,
que som somnis de desitjos
frustrats dintre nostre
i que no sabem com resistir
al dolor de les pèrdues.” (De ‘Riu indispensable’, p. 31)


“It is hard to realise that words
have shadows behind them,
that we’re dreams of desires
thwarted within ourselves
and we know not how to withstand
the pain of our loss.”


Arnau trata también de hacerle frente con entereza y sobriedad a las contradicciones inherentes en la conciencia de nuestra existencia vital. Mientras contempla “la màgia de l’univers”, aspira a situarse lejos del “mar de paraules contradictòries”. Y sin embargo, hay en algunos de los poemas de Itinerari de tendresa un asomo de melancolía y de abandono de la lucha. En ‘Foc invisible’, la poeta declara que el ser humano encuentra en el más profundo interior del ser un sentimiento de derrota, “el desig sense desig”, y se siente náufrago en todas partes.


Muchas son, sin duda alguna, preguntas sin respuesta. Mas son preguntas vitales, esenciales, sobre el sentido de la vida. Y Maria Carme Arnau nos brinda una posible respuesta:


“Ara tots els records, inseparables
com l’alba del temps,
s’han tancat en l’eco de la vesprada.
El sentit de la vida només
rau en el desig de sobreviure.
Potser és més inmensa
la capacitat de sofrir
que de gaudir.” (De ‘Humitat al cor’, p. 60)


“Now all memories, as indissoluble
as the dawn of time,
have closed in an echo at sundown.
The meaning of life is found
only in the desire to stay alive.
Perhaps our capacity for suffering
is even greater than
our ability for pleasure.”


Son muchos los que se refugian en la gratificación de absurdas y ficticias necesidades, creadas por la vorágine consumista, para no tener que pensar en una posible respuesta personal. Otros tienen sin embargo la audacia para intentar rasgar entre las palabras, luchar por descubrir algunas con las que barruntar una respuesta. Itinerari de tendresa es un admirable ejemplo de esa audacia, y como Piero, nos invita a refugiarnos en la ternura, para aquietar la locura que llevemos dentro.

22 mar 2011

Memeces desde el púlpito virtual

¿Una visión ingenua, o anclada en el colonialismo del siglo XIX? 


Memeces desde el púlpito virtual

Puede ser que algunos, que tienen la facultad (o la atroz obligación, vete tú a saber, que todo es posible) de escribir un editorial cada tres meses, piensen que eso les otorga la prerrogativa de divulgar memeces, y de dictar cátedra como si las suyas fueran opiniones expertas y fundadas en un estudio profundo y concienzudo del tema del que escriben.

El editorzuelo de una revista en línea venida a menos exhorta a sus lectores (ignoro cuántos puede tener) a “acercarse a todas aquellas manifestaciones a través de las que se expresa su sentimiento individual y colectivo” para mejorar nuestra “valoración y conocimiento del otro”. El otro, en este caso, parecen ser tanto los ciudadanos árabes (en cuyos países parece estar produciéndose un cambio histórico, no necesariamente de índole cultural), como los de “más allá”, barrunta vagamente el susodicho. ¿Dónde queda exactamente más allá? ¿En el más allá, quizá?

Para de verdad aprender a valorar y conocer al otro no hacen falta embajadores ni embajadas. En realidad, el otro puede ser tu vecino, no hace falta ir tan lejos, y mucho menos “más allá”. A fin de cuentas, toda mediación (la embajada no es sino la interposición de un intermediario) puede resultar superfluo estorbo.

El mejor embajador para poder conocer al otro (si es que de verdad uno quiere llegar a conocerlo) es el otro mismo, no los productos comerciales etiquetados como cultura, los cuales por otra parte suelen ser mediados o estar agriamente tergiversados – cuando no abiertamente manipulados – por intereses ajenos a la cultura que los produjo.

Designar emisarios plenipotenciarios es volver a caer en el error del decimonónico discurso colonial, bien por ingenuidad, o bien por pavonearse de una pretendida superioridad cultural o intelectual.

Lo demás son memeces, perogrulladas simplonas.

18 mar 2011

Reseña: Fin, de David Monteagudo


David Monteagudo, Fin (Barcelona: Acantilado, 2009).


La premisa argumental sobre la que se construye esta novela es potencialmente muy buena. Un grupo de amigos que solían formar una pandilla – lo más natural del mundo – se vuelven a juntar en el solitario refugio adonde solían ir para recordar los viejos tiempos. Todos tienen algo que ocultar, ya sea de su vida actual o de un suceso que aparentemente dejó una marca moral en sus vidas, cuando a un integrante de la pandilla le gastaron una humillante ‘broma’. Hasta aquí, todo parece ser casi ideal para confeccionar una interesante narrativa, y si el autor domina el género del suspense y tiene las dotes necesarias para aderezar la trama con un lenguaje que le resulte atractivo al lector, ¿estamos quizá ante la versión española de un Cormac McCarthy?


La respuesta es fácil, sencilla y tajante: NO.


Tras la cena, y justo cuando comienzan las discusiones y recriminaciones entre los antiguos amigos, algo extraño sucede en el exterior. Qué es lo que sucede exactamente no llega a quedar nunca claro, pero conforme avanza la novelita el escenario en que se mueven los personajes adquiere inverosímiles tintes de apocalipsis, de un fin del mundo en el que los animales han sobrevivido la aparente hecatombe y campan a sus anchas por pueblos, ciudades y carreteras. Incluso se da el caso de que un tigre (sí, has leído bien, los pobrecitos tigres que están en peligro de extinguirse…) se lleva entre sus felinas fauces a una de las chicas que se había parado a hacer un pis en la vereda. En fin…

Por lo demás, aparte de algunos diálogos bastante bien estudiados (en ocasiones, me daba la impresión de que los capítulos parecen seguir más bien un orden teatral, de escenas y actos; es como si Monteagudo hubiera convertido lo que en principio podría haberse ideado en torno a un drama existencialista en una novela), las descripciones suelen ser más bien empalagosas. El tedio que producen en el lector queda compensado por el deseo de saber qué demonios es lo que hace desaparecer uno tras otro a los personajes. Y estoy seguro de que más de un lector habrá quedado si no cabreado, al menos decepcionado por el hecho de que Fin no resuelva las incógnitas con que el autor ha ido tirando del a veces pesado carro de esta novela.

Si lo que Monteagudo buscaba con Fin era realizar un estudio de la condición humana en una situación que produzca miedo, pienso que la novela no lo desarrolla. Hay demasiados tics estereotipados y demasiados puntos suspensivos que no llevan a ninguna parte. Si Fin ha sido un gran éxito de ventas en España – que lo ha sido – cabría preguntarse por qué; al que esto escribe no le queda nada clara la razón.

9 mar 2011

Primera colaboración con la revista Hermano Cerdo


Hermano Cerdo

Primera colaboración con Hermano Cerdo

Cuanta más cerrazón mental e intransigencia política y moral parece uno encontrarse entre los miasmas que surgen de la TV y la prensa convencional, más empeño parece tener uno por soltar unas metafóricas amarras. Los horizontes se abren, las miradas se amplían, y como consecuencia de todo ello, nacen lazos de colaboración y deseos de contribuir a hacer de este mundo un lugar un poco más agradable.

¿Que a qué viene todo esto? Pues porque acaba de aparecer mi primera colaboración con la revista de literatura Hermano Cerdo. Hermano Cerdo dice ser “una revista en español de literatura y artes marciales de regularidad variable, editada en línea y de circulación gratuita. Cuenta con colaboradores en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, México, Perú y República Dominicana. Su primer número salió a la luz en marzo de 2006.” Imagino que algún día añadirán Australia, pero por mí, no hay ninguna prisa.

Esta primera colaboración es la traducción al castellano de una narración breve (o cuento) de la australiana Maria Takolander, ‘The Roānkin Philosophy of Poetry’, que fue galardonado recientemente con el 1er Premio de la revista Australian Book Review.

Si quieres leer el original en inglés de Maria Takolander antes de emprender la lectura de la traducción al castellano (lo cual te recomiendo), puedes encontrarlo aquí: http://www.australianbookreview.com.au/competitions/short-story-competition/175. Maria Takolander es profesora de Estudios Literarios en Deakin University, Geelong.

La versión en lengua castellana puedes encontrarla aquí: http://hermanocerdo.anarchyweb.org/index.php/2011/03/la-filosofia-poetica-de-roankin/. La verdad (y no exagero un ápice) es que me divertí bastante traduciéndola. Por cierto, mi más sincero agradecimiento a Maria.

Reseña: Fora de lloc, de Marta Cardona



Marta Cardona, Fora de lloc (Barcelona: Angle Editorial, 2010). 478 págs.

¿Supone la emigración una transformación radical de la esencia de las personas? ¿En qué modos nos cambia y descoloca? La emigración es siempre una experiencia con diferentes niveles de brusquedad, y supone vivencias que en todo caso dejarán sus huellas, surcos y marcas de una índole compleja. Para muchas personas, la emigración es una experiencia denigrante e indigna. Para otras, en cambio, es una decisión aventurada en la que hacen derroche de valentía y coraje.

Marta Cardona, nacida en Reixac, Cataluña, en 1928, ha publicado su primera novela en su lengua natal, tras haberla publicado en 2008 en inglés, bajo el título de Spanish Rose, Yorkshire Thorns. La trama de Fora de lloc está en gran parte basada en vivencias personales: Marta Cardona y su marido emigraron al Reino Unido también por las mismas fechas que la pareja que protagoniza la novela. Sin embargo, el deleznable personaje de Jaume no se corresponde para nada con la realidad vivida por Marta Cardona, únicamente en el detalle de que, al igual que en la vida real, el matrimonio terminó por romperse.

El principio de Fora de lloc nos sitúa en la España de la fase final de la posguerra, la década de los cincuenta, de la que parten una joven pareja de recién desposados, Jaume y María, muy ligeros de equipaje pero bien cargados de ilusión y esperanzas de labrarse un provenir en el norte de Inglaterra. Al llegar a Leeds entran al servicio de una opulenta familia de origen judío, en cuya casa ella hará de criada, y él, de chófer y mecánico.

Pero la actitud inflexible, egoísta y cerrada de Jaume, quien al principio no domina el idioma local, pronto les acarreará problemas, y a los pocos meses, cuando María está ya embarazada de su primera hija, se ven obligados a buscarse la vida y otro lugar donde vivir, cuando por culpa de la holgazanería y el malhumor de Jaume pierden los empleos con que habían llegado a Leeds.

A partir de ese momento será María quien luche con valentía por sacar adelante a su familia, por conseguir vivir con dignidad en un entorno no siempre amable. Pero el tema central de Fora de lloc no es, ni mucho menos, la dislocación que conlleva la emigración. El tema apenas queda desarrollado mínimamente, en ocasiones como algo accesorio. El título en catalán es por tanto un poco engañoso: se echa en falta una reflexión mucho más profunda sobre el hecho de la emigración, sobre las intensas (cuando no traumáticas) transformaciones interiores del ser humano que es trasplantado a otro entorno sociocultural, cuando la vívida conciencia de estar ‘fuera de tu sitio’ se derrama imparable sobre nuestro ánimo y arrastra consigo emociones y razonamientos.

Fora de lloc narra la historia de las penosas vicisitudes de una mujer casada en la segunda mitad del siglo XX. Desdeñada, denigrada y ninguneada por su marido, quien solo piensa en coches y en ilusorios planes para hacer dinero fácil, María pasa por muchos altibajos anímicos. Añadiendo un hijo tras otro hasta completar cinco, la situación financiera de la familia entra en barrena mientras Jaume evita trabajar y se pasa las tardes y las noches bebiendo cerveza, y sigue acumulando deudas de las cuales María no es consciente.

Es innegable que Marta Cardona tenía una historia que contar – la novela ya la tenía escrita en la década de 1970, cuando la presentó al premio Sant Jordi. Y no deja de sorprender que alguien como Marta Cardona haya publicado su primera novela a los ochenta años. Nunca es tarde si la dicha es buena.

21 feb 2011

Reseña: Raspall, de Juli Capilla


Juli Capilla, Raspall (Alzira: Bromera, 2010). 101 págs.


“Perhaps a major poet should choose demonstratively minor subjects so as to circumvent the solemnity of major status”, escribe John Wilkinson en un excelente estudio publicado en Notre Dame Review sobre el poeta norteamericano John Ashbery. No me cabe ninguna duda de que el deporte autóctono de pelota valenciana (el raspall) sería probablemente visto como un tema “menor” en países como Australia. 

No obstante, tenemos en Australia poetas y poesía australiana – hay de todo: muy buena, buena y más bien anodina – en torno al deporte autóctono, el footy, el fútbol de reglas australianas, un tópico que con toda probabilidad no despertaría demasiado interés entre la mayoría de los lectores de poesía en lengua catalana.

Sería arriesgado en 2011 proclamar a Juli Capilla “major poet”. Al contrario de lo que sucede con un futbolista, con cuarenta años un poeta es en realidad todavía muy joven. La poesía es además un género lamentablemente ingrato. Casi nadie paga por la poesía. Si has comprado un libro de poesía en los últimos doce meses, por favor, déjalo escrito en un comentario, para que todos nos congratulemos y además te podamos felicitar por tu coraje. Diríase que hoy en día hay que estar hecho de una pasta especial para leer poesía, mucho más extraordinaria para escribirla, y todavía más excepcional para publicarla; el poeta se arriesga a exponer sus miedos, sus miserias y lo más recóndito de su ser, y todo, ¿para qué?

Son por lo tanto de agradecer los premios literarios que premian a poetas. Por un lado, y no son para nada desdeñables, suponen una modesta ayuda para sobrevivir en estos difíciles tiempos de crisis, mientras que por otro suponen un modesto reconocimiento – sus cuantías no se acercan ni de lejos a los premios que se conceden a la novela – a su arte. Raspall recibió el Premi de Poesia Ciutat de València de 2009.

Curiosamente, este reciente poemario de Juli Capilla tiene una dosis de actualidad cultural y sociopolítica que para sí quisieran muchos autores. Los acontecimientos recientes en el País Valencià – la mordaza ideológica y la coacción autoritaria impuestas por el gobierno ultraconservador del PP, el cual sigue al frente de la Generalitat (por increíble que parezca, dadas las circunstancias judiciales que se viven), sobre una asociación cívica cuyo único objetivo es defender la lengua y la cultura intrínsecamente valencianas – han venido a dar la razón al llamamiento emocionado pero sereno que ha hecho Juli Capilla a los valencianos con este poemario.

En Raspall, Capilla rinde homenaje al entorno físico y social del pueblo (en el poema “Llindar”, por ejemplo, Capilla hace un hermoso canto al pueblo como lugar propio y ajeno a un tiempo). Se trata del poblado rural valenciano, tan a menudo soslayado y menospreciado desde la metrópolis.

Pero se trata también del pueblo valenciano en tanto que pobladores de ese entorno, un cuerpo social que vive, respira y exuda una cultura propia, rica y antigua. Capilla rinde este bello homenaje con una sugestiva gama de temática lírica: el libro reúne hermosos poemas sobre la niñez y la juventud, vividas a caballo de los dos entornos, el urbano y el rural; hay asimismo lúcidas reflexiones sobre el paso del tiempo, sobre sus efectos en el ser humano como soporte físico de algo indefinible (¿espiritual, metafísico?); sobre los recuerdos y su pervivencia en lo que somos a través de la toma de conciencia del inexorable paso del tiempo.

Una de las virtudes de la buena poesía es el saber capturar la sencillez de un evento familiar en imágenes y/o palabras sublimes, que podríamos calificar de extraordinarias por la razón que sea (en otro poema de Raspall, “L’infant etern”, una escena de la cosecha de algarrobas retrotrae al poeta a una evocación de la infancia a través de la reveladora y placentera sensación del agua fresca que se derrama a chorros por las mejillas). Si la antedicha es una de las misiones fundamentales de la poesía, Raspall cumple y con creces. Pero aún hay más.

En la segunda parte de Raspall, se incluye un largo poema que se titula igual que el volumen: “Raspall”. Precedido de una serie de piezas en prosa poética bajo el epígrafe de “La partida”, este poema final constituye un homenaje y una incitación al mismo tiempo. Capilla rinde un sentido homenaje a la ancestral cultura valenciana, pero apremia a los valencianos a aceptar con entereza y vergüenza el envite de luchar por una custodia digna de esa identidad amenazada, la apuesta de poner de verdad toda la carne en el asador en la trascendental partida por afirmarse como pueblo. Raspall es, en definitiva, un libro muy completo, sincero y valiente.


Una partida de raspall en Bellreguard (La Safor, València), diciembre de 2010.
Como botón de muestra, incluyo un poema titulado “La sang”, que pertenece a la primera parte del libro, y la correspondiente (aunque un tanto apresurada) versión en lengua inglesa.


LA SANG


Aquesta sang que brolla de la boca
és el mateix filet de sang –idéntic!–
que un día me’n rajava a borbolls
en travesar-me de part a part la llengua
amb les dents, en caure de l’engrunsadora,
i ma germana observaba al soscaire,
dolguda de mi, i alhora compadint-se’n;
aquella sang enterca és la mateixa
que amara el drap urgent de la cuina
en braços de la mare que ara bressa
el xiquet que, espaordit, gemega;
el pati emblanquinat d’una calç càlida,
la claraboia que filtrava el raig
de llum al pis de baix dels llogaters:
l’exigu i tòrrid exili interior
en què m’endinse a estones quan evoque
l’escena de la infància que ara visc
quan veig el fill a recer de la mare
que plora aquesta sang escandalosa,
que és la meua sang, el meu dolor.
(p. 27)


BLOOD

This blood gushing out of his mouth
is just the same trickle of blood – it’s identical! –
one day it poured forth from me,
as I cut my tongue through
after falling from a rocking chair.
My sister watched my mishap,
aching and feeling sorry for me;
this stubborn blood is the same one
that now soaks the urgent tea-towel fetched from the kitchen,
on the arms of the mother who now rocks
the frightened, groaning child;
the porch whitened with warm lime,
the skylight that filtered the beam
of sunlight into the tenants’ flat downstairs:
the exiguous and torrid inner exile
I sometimes fall into whenever I evoke
the childhood scene I am living now,
when I see my child in his mother’s lap
crying over the drama of his own blood,
which is my blood and my own pain.

16 feb 2011

Reseña: Parrot and Olivier in America, de Peter Carey


Peter Carey, Parrot and Olivier in America (Camberwell: Penguin, 2009). 452 págs.

Para el lector algo familiarizado con la obra del australiano Peter Carey no le va a sorprender que esta estupenda novela haya bebido de las fuentes de otro autor. Carey lo ha hecho en todas sus novelas anteriores, con muy efectivos resultados en casi todos los casos: Oscar and Lucinda, Jack Maggs, True History of the Kelly Gang, por poner algunos ejemplos. En el caso de Parrot and Olivier in America la fuente es primordialmente el francés Alexis de Tocqueville, quien escribió a mediados del siglo XIX el estudio De la démocratie en Amérique tras un viaje de casi dos años por la costa este de un territorio cuyo Estado, por así decirlo, se encontraba prácticamente todavía en pañales.
Carey ha realizado una brillante alteración de los datos históricos sobre Alexis de Tocqueville para producir una novela picaresca moderna, en la cual, para disfrute del lector, abundan la caricatura y la ironía. Para empezar, Olivier, el aristócrata inspirado por De Tocqueville, es acompañado no por otro letrado francés, sino por un criado/secretario inglés, John Larrit, conocido desde niño como Parrot (‘loro, cotorra’). Merced a su larga estancia en la colonia penal de Botany Bay en Nueva Gales del Sur, Parrot nos deleita regularmente con su ácido humor de índole australiana. A Olivier, por ejemplo, se refiere repetidamente como ‘Lord Migraine (migraña)’.
Carey presenta la narración en dos voces que se van alternando: por un lado la del aristócrata melindroso, arrogante, temperamental y ciertamente hipocondríaco, y por otro la de Parrot, una voz más cruda e irreverente, con unas muy generosas dosis de cinismo cuando no de un sanísimo sarcasmo. Lógicamente, las contradicciones y contrastes entre las apreciaciones de uno y otro sobre los mismos incidentes arrancan más de una sonrisa. La trama avanza a saltos, a veces retrotrayéndose a sucesos pasados. Lo que en ocasiones pudiera parecer una omisión en la estructura narrativa se resuelve por lo general unas cuantas páginas más adelante. Caemos entonces en la cuenta de que es una estrategia deliberada por parte de Carey, pero el lector que no esté muy atento puede quedar un tanto perplejo.
Sea como fuere, Parrot and Olivier tiene mucha chispa. Fiel a su impecable estilo, Carey juega con el lenguaje y con la trama sin perderse en disquisiciones ajenas a la historia. Quizá el aspecto menos atractivo de la trama – al menos para mi gusto – hayan sido las melodramáticas cavilaciones de Olivier sobre su amor por la joven heredera del magnate Godefroy.
Uno de los innegables talentos de Peter Carey es el saber explotar fuentes y argumentos históricos para producir extraordinarias novelas, algo no demasiado disimilar de lo que hacía William Shakespeare hacia finales del siglo XVI y principios del XVII. Se ha postulado en ocasiones que Carey podría ser el segundo escritor australiano tras Patrick White – australiano es, a pesar de su ya largo ‘exilio’ en Nueva York – en recibir el Nobel de literatura. ¿Tendría ya Shakespeare varios premios Nobel en el saco de haber vivido en estos tiempos tan peculiares que vivimos?
La novela nos lleva en su entretenido recorrido por tres continentes y es un exquisito despliegue de la caricatura como recurso narrativo. Salvando las debidas distancias, el retrato de América que hace Carey a través de las voces de Olivier (al que hace ‘cometer’ errores de sintaxis de bulto) y de Parrot tiene semejantes dosis de mordacidad que el que realizó Thomas Pynchon en Mason and Dixon (1997). En este extracto el autor describe la llegada al puerto de Nueva York y sus primeras horas en la ciudad por boca de Olivier. Como dice el proverbio, por la boca muere el pez:

“I found the deck crowded with a musty malodorous humanity that had hitherto been kept below. Across their shoulders, behind their sad battered stacked portmanteaus, I made out New York – a great deal of bright-yellow sappy wood, a vast pile of bricks, a provincial town in the process of being built or broken. I put my goods into the care of a large black man. If he was a slave or a porter I did not know, only that he put my trunk upon his shoulder and tucked my valise under his arm and, with no regard for the delicacy of the first-class passengers, rammed his way down the gangplank, beckoning me to follow him. When I had, by necessity, mimicked the rude jostling of the nigger, I arrived in a limbo, not quite ashore nor quite on land, along open-sided warehouse built atop a jetty. I looked for Peek. He was nowhere to be seen. Ahead of me I could see the servant’s frightful hair, but  by now the black giant had brought me to an official and delivered my baggage to his table.
Having opened each item to facilitate inspection, the porter demanded money.
I explained to him I had only a letter of credit on the Bank of New York. Although it was clearly a ridiculous thing for me to do and I could imagine my mother rolling her eyes upward to see such behaviour from a Garmont, I showed the document to the damned porter whose huge black face contorted itself to the most frightening effect.
I asked the official to intercede, saying that if he would provide the porter’s name, I would return tomorrow and give him the coin.
Anxious that my cosignatory was escaping me, I’m afraid that I rather thrust my letter at the official’s face, causing unintended offence. He and the slave were then both joined in war against me and I was subjected to all the tyranny that a petty official can bring against his social better. As a consequence I was detained almost an hour while my possessions were carefully inspected, one by one.
[…]
When my ordeal was over I still had no clinking stuff. I was therefore compelled to carry my own luggage to the place where I saw Peek awaiting me. My progress was maliciously observed by the dull and hostile eyes of a dozen not one of whom could be persuaded to rise from his haunches, not even by Peek himself who chastised the ruffians for their lack of hospitality to a friend of the revolution.
[…]
We were finally compelled to share our ride with my trunk, the top of the coach being fully loaded with the Peek family’s souvenirs. Did Marco Polo return with more? […]
There is a street called Broadway where we found the Bank of New York which had much the same appearance as the Parthenon, a building where the elevation of the edifice serves only to remind you of its bourgeois intention. Here Peek effected my introduction to the manager who was every bit as servile as one might require. Promising I would come back with Mr Larrit, I returned to the coach in search of a suitable residence.
[…]
A little farther along Broadway he delivered me to a boarding house run by an Irishwoman who was, nonetheless, thought to be a person of good character.
[...]
That night I dined as the Americans dined, that is, I had a vast amount of ham. There was no wine at all and no one seemed to think there should be.” (pp. 170-3)


“Encontré la cubierta abarrotada de una humanidad mohosa y hedionda que hasta entonces había quedado abajo. Entre sus hombros, detrás de los tristes y maltrechos baúles de viaje apilados, pude distinguir Nueva York – mucha madera resinosa de un color amarillo brillante, un considerable montón de ladrillos, una ciudad provinciana a mitad construir o a mitad destruir. Puse mis bienes al cuidado de un negro grandullón. Si era esclavo o porteador, yo no lo sabía, pero se echó mi baúl al hombro y se metió mi valija debajo del brazo y, sin que le importara la delicadeza de los pasajeros de primera clase, se abrió camino por la plancha, haciéndome gestos para que le siguiera. Habiendo imitado, por necesidad, los toscos zarandeos del negrazo, llegué a un limbo, pues había desembarcado pero no estaba en tierra, a lo largo de un almacén abierto en los costados y construido encima de un embarcadero. Busqué a Peek. No se le veía por ninguna parte. Delante de mí puede ver la horrible pelambrera del criado, pero a estas alturas el gigante negro me había traído hasta un oficial y había depositado mi equipaje encima de la mesa.
Tras haber abierto cada una de los equipajes a fin de facilitar su inspección, el porteador exigió dinero.
Le expliqué que solamente contaba con una carta de crédito con el Banco de Nueva York. Aunque resultaba palmariamente ridículo que hiciera una cosa así, e incluso podía imaginarme a mi madre alzando la vista al ver tal comportamiento en un Garmont, le mostré el documento al maldito porteador, cuyo enorme rostro negro se contrajo de la manera más espeluznante.
Le pedí al oficial que intercediera por mí, diciéndole que si pudiera proporcionarme el nombre del porteador, volvería mañana y le daría una moneda.
Ansioso porque se me escapaba el cosignatario, me temo que más bien le arrojé la carta en las narices al oficial, causando un agravio sin intención alguna. Él y el esclavo se aliaron en una guerra entonces en mi contra, y fui víctima de toda la tiranía que un oficial de medio pelo puede descargar contra alguien de clase social más alta. Como consecuencia de ello, me retuvieron durante casi una hora mientras se procedía a la meticulosa inspección de mis posesiones, una a una.
[…]
Y terminó mi calvario, pero todavía estaba sin contante y sonante. Me vi obligado por tanto a llevar mi propio equipaje al lugar en donde vi a Peek esperándome. Mi marcha fue observada con malicia por los ojos apagados y hostiles de una docena de ellos, a ninguno de los cuales pudo persuadírseles que se levantaran de sus ancas, ni siquiera por parte del propio Peek, quien reprendió a los rufianes por su falta de hospitalidad hacia un amigo de la revolución.
[…]
Finalmente nos vimos obligados a compartir el viaje con el baúl, pues la parte superior del carruaje estaba atiborrada con los souvenirs de la familia Peek. ¿Volvería Marco Polo con más cosas?
[…]
Hay una calle llamada Broadway, donde encontramos el Banco de Nueva York, el cual tenía la misma apariencia que el Partenón, un inmueble donde la elevación del edificio solamente sirve para recordarle a uno de sus intenciones burguesas. Aquí, Peek efectuó mi presentación ante el director, que se mostró todo lo servil que se pudiera requerir. Con la promesa de que regresaría con el Sr. Larrit, volví al carruaje a fin de buscar morada apropiada.
[…]
Un poco más delante de Broadway, me dejó en una pensión regentada por una irlandesa, de quien se pensaba que era, a pesar de todo, una persona de buen talante.
[...]
Aquella noche cené tal como lo hacen los americanos, es decir, consumí una enorme ración de jamón. No hubo ni una gota de vino, y nadie pareció echarlo en falta.”

Parrot and Olivier in America es un libro cuya lectura ciertamente se disfruta. Sea en el original inglés, o merced a una buena traducción al castellano o al catalán – esperemos al menos que así sea – es un buen libro. Como siempre, Carey no defrauda. La perspicaz ironía que es en buena parte sustrato de su visión del mundo está presente en todas las páginas, y para el lector que aprecie ese cáustico sentido del humor, Parrot… es fuente de gratificación y satisfacción.

11 feb 2011

"Les normes del 32", bien cultural de los valencianos

Noticia en el diario Avui del 10 de febrero de 2011

Las ‘Normes de Castelló’ serán reconocidas como Bien de Interés Cultural

Las llamadas ‘Normes de Castelló’, también conocidas como ‘Normes del 32’, año en que fueron firmadas, son las directrices ortográficas elementales que siguen las normas instituidas por el filólogo Pompeu Fabra para la lengua catalana y que son de aplicación para la variedad que se utiliza en las comarcas del País Valencià.

Dos instituciones de renombre, la Universidad Jaume I y la Acadèmia Valenciana de la Llengua, han informado favorablemente. Mientras tanto, la persecución del gobierno de la Generalitat Valenciana contra la lengua de los valencianos va adquiriendo una naturaleza esperpéntica. El gobierno del muy bien vestido President de la Generalitat exige que una loable asociación cultural, Acció Cultural del País Valencià (ACPV), pague una multa de €600.000 por emitir la señal televisiva de los canales de TV3. Si no fuera tan grave el asunto, sería un chiste excelente.

¿Cómo es posible que la difusión y la promoción de la lengua propia sean atacadas y penalizadas? ¿Por qué el gobierno del Estado español no se interesa – que puede hacerlo – por un tema tan importante para la cultura de los valencianos?

1 feb 2011

El final de la Victoria

La noticia, en el rotativo Avui. Obsérvese el saludo fascista de la estatua.


El ayuntamiento de Barcelona quitó de sus calles el pasado fin de semana una estatua, conocida como Victoria, instalada por el régimen franquista a la conclusión de la guerra civil. Era el último vestigio de la parafernalia del dictador en la ciudad condal. Victoria había desalojado de su ubicación a la estatua del presidente de la Primera República española, don Francesc Pi i Margall.

Cabe sin embargo preguntarse la razón por la cual perduran en muchas ciudades y pueblos del territorio español vestigios y monumentos emplazados durante el sanguinario régimen de corte católico-fascista del militar rebelde. Sin ir más lejos, en la hermosa ciudad de Ávila, recientemente visitada, se pueden leer todavía los nombres de algunos héroes fascistas en las calles. ¿Será porque no quieren que desaparezcan las marcas del odio, la crueldad y el desprecio por los derechos humanos que caracterizaron las cuatro décadas de su infame caudillaje que los ciudadanos españoles padecieron?

29 ene 2011

Reseña: La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina


Antonio Muñoz Molina, La noche de los tiempos (Barcelona: Seix Barral, 2009). 958 páginas.

En medio de la sanguinaria y demente convulsión que tiene lugar tras el levantamiento del ejército contra la II República, el arquitecto madrileño Ignacio Abel busca desesperadamente y sin éxito a la joven americana Judith Biely, su amante, por las calles de Madrid. Meses más tarde Abel se hallará en un pequeño pueblo del estado de Nueva York, Rhineberg, donde se encuentra el Burton College, adonde ha acudido invitado para impartir clases y para completar el proyecto de construcción de una gran biblioteca.

Abel ha salido de España solo; ha dejado atrás a su familia (Adela, su esposa, y Lita y Miguel, sus hijos). ¿Se ha exiliado por motivos políticos o ha huido de una vida que no le producía satisfacción alguna? En el inicio de la novela Muñoz Molina nos presenta a Abel a punto de iniciar el corto viaje en tren que le ha de llevar a Rhineberg. Durante el viaje el arquitecto va a ir rememorando la historia del amor secreto con Judith en un contexto de desquiciamiento, en el que son muy palpables la extremada crispación social y el caos que precedieron al comienzo de la guerra civil.

Tras la lectura de sus 958 páginas, La noche de los tiempos resulta un fresco admirable y plenamente convincente, en el que vemos transitar tanto a personajes ficticios como históricos (como el presidente Azaña, el doctor Juan Negrín, Rafael Alberti, Moreno Villa, José Bergamín); Muñoz Molina no ha descuidado detalle alguno. La novela progresa en un vaivén temporal, volviendo al pasado desde el presente que es el viaje en tren por tierras norteamericanas de Ignacio Abel, quien rememora su vida en los meses anteriores al desencadenamiento de la guerra civil y el sangriento desastre consiguiente.

El minucioso retrato que hace Muñoz Molina del personaje ficticio que es Ignacio Abel no lo presenta como un hombre de origen humilde, un idealista que quisiera hacer real todo el potencial de sus ideas, y quien sin embargo tiene también sus imperfecciones: las indecisiones, los silencios, la ceguera y el sonambulismo rigen su vida en medio de la catástrofe que se cierne sobre la ciudadanía. Muñoz Molina contrapone pasiones constructivas y destructivas: la pasión del amor (Ignacio Abel y Judith Biely) y el fanatismo violento, ciego e intransigente que convierte a Madrid en un pavoroso campo de batalla en el que la vida de los inocentes y los indefensos no vale nada.

En La noche de los tiempos el autor ha plasmado también algunos personajes extraordinarios: la familia de Adela, la mujer de Abel, es un estrafalario muestrario de la España católica, arcaica y anquilosada que defendió la ilegalidad de la sublevación de los militares; o, por ejemplo, un profesor judío exiliado de Alemania, Rossman, el apátrida que encarna los estragos que causaron tanto el nazismo como el estalinismo en Europa; o el extraño filántropo americano Van Doren; o el propio Eutimio, el leal capataz de las obras que dirige Ignacio Abel, a quien en un momento decisivo le salvará la vida.

Pero son sin duda Ignacio Abel y Judith Biely los personajes cuya historia construye el armazón de esta sólida narración. Veamos en un par de pasajes la descripción que hace Muñoz Molina de algunos de sus rasgos más característicos. En el primero se nos ofrece la perspectiva que Ignacio Abel tiene del futuro.

“El porvenir no era una bruma de desconocimiento o una proyección de deseos insensatos, no el vaticinio embustero de las cartas o de las líneas de la mano, la profecía siniestra de los predicadores del fin del mundo o del paraíso sobre la tierra. El porvenir estaba previsto en las líneas azules de los planos y en las maquetas que él mismo había ayudado a construir, con su amor por las cosas que pueden hacerse con las manos, dibujar con tiralíneas y luego recortar con unas tijeras escuchando el sonido del acero afilado que hiende la cartulina. La emoción estética suprema era un golpe visual instantáneo. Ver algo completo y de repente con una sola mirada, comprender con los ojos, adivinar una forma con el tacto. Ignacio Abel amaba los bloques de madera de los juegos de construcción de sus hijos, la tipografía de los libros de Juan Ramón Jiménez, la poesía de los ángulos rectos de Le Corbusier.” (p. 260-1)

“The future was neither blurry ignorance nor the projection of senseless wishes. It was not the mendacity of tarot cards or the sinister prophecy of preachers of doom or of heaven on earth. The future was laid out in the blue lines of the plans and models he himself had helped to build, with his love for the things that can be done using your own hands, drawing them with a ruling pen and then trimming them with scissors whilst listening to the sound of the sharpened steel cutting through the cardboard. A quick glance became the ultimate aesthetic feeling: suddenly seeing something complete in just one look, understanding it through your own eyes, guessing its shape with your hands. Ignacio Abel loved the wooden blocks of his children’s toys, the typography in Juan Ramon Jimenez’s books, the poetry in Le Corbusier’s right angles.”

En el segundo pasaje seleccionado, Muñoz Molina describe a Judith Biely:

“Pero era una mujer práctica aunque amara tanto las películas y las novelas, aunque tan voluntariosamente se dejara seducir por su engaño. Habría un despertar igual que habría un regreso, pero por ahora, deliberadamente, mantenía el porvenir en suspenso. Una película no dura siempre, una canción se acaba en unos pocos minutos, una novela llega a la última página y uno levanta los ojos y los tiene húmedos de lágrimas, y una congoja del todo real que le oprime la garganta. Qué raro que tardara tanto en rebelarse contra la aceptación del previsible final, que le bastara una vida tan limitada y en suspenso como las dos horas que se pasan en la oscuridad del cine. Saber que una novela sucede en otras dimensiones no priva a nadie del deleite de sumergirse en ella. Tal vez porque Madrid había sido durante tantos años una ciudad de la literatura a Judith Biely le costaba muy poco concederse la indulgencia de vivir temporalmente en el interior de algo que se parecía a una novela. No habría un precio que pagar, un daño del que arrepentirse, una desgarradura de dolorosa y larga curación. En las novelas los personajes descubren la amargura y son engañados y lo pierden todo y mueren y sin embargo se cierra el libro y es como si nunca hubieran existido y se vuelve a abrir por la primera página y están vivos de nuevo, intactos en su juventud y en su disposición de felicidad y coraje. Porque en las cartas copiosas que seguía escribiendo a su madre no había ninguna referencia a su vida secreta era como si ésta no existiera del todo, o no pudiera tener consecuencias.” (p. 295)

“But she was a practical woman, although she loved films and novels, although she willingly let herself be seduced by their deceit. There would be an awakening, just as there would be a return, yet for the time being she deliberately kept her future suspended. A film won’t last forever; a song will finish after a few minutes; you reach the last page of a novel and you look up and your eyes are filling with tears, and you feel your throat wracked with absolutely real anguish. Wasn’t it strange it was taking her so long to rise up against the predictable ending, that such a limited, suspended life was enough for her, like the two hours you spend in the darkness of a cinema? The knowledge that a novel occurs in other dimensions does not stop anyone from the pleasure of getting into it. Perhaps because Madrid had been a city of literature for so many years, it was easy for Judith Biely to indulge herself in temporarily living within something that resembled a novel. There was no price to pay, no damage to regret, and no painful rip that would take very long to heal. The characters in a novel find bitterness and are deceived, they lose everything and they die; however, you close the book and it is as if they had never existed, and then you reopen the book on the first page and they are alive again, undamaged in their young age and in their happy and courageous stance. As there was no reference to her secret life in the numerous letters she kept writing to her mother, it was as if it did not really exist, or as if it could not have any consequences.”

La relación entre Ignacio y Judith no termina debido al estallido de la guerra civil y el caos que sobreviene; es Judith la que escapa de Madrid en primer lugar, pero no lo hace huyendo de los horrores y de los crímenes, sino de sí misma. Mientras, Ignacio Abel queda en Madrid, cada vez más apartado de su vida de burgués, sin posibilidad de reencontrarse con su familia, un náufrago.

La noche de los tiempos es en muchas de sus páginas un fascinante grabado de una época que dejó en España cicatrices históricas no del todo cerradas. Muñoz Molina imprime una perspectiva narrativa minuciosa y detallista, en tanto que la voz del narrador omnisciente, que se nos presenta como alguien ecuánime, toma en ocasiones la posición de Ignacio Abel, sin que por ello cambie en absoluto el punto de vista narrativo. Sin llegar a tener la exquisitez de El jinete polaco, La noche de los tiempos no defrauda al lector exigente.

26 ene 2011

Una foto y un poema - A photograph and a poem



Lalomanu Beach, October 2010



Our pain and our hearts have brought us back here,
to this idyllic beach, a superb place.
There’s a hint of chaos, some deathly trace:
countless shards of green broken glass appear


everywhere. Behind the road some remains
display the marks of the lethal sea-beast;
childhoods were stolen; lives suddenly ceased.
Sadly bent palm-trees heave a sigh of pain.


But further west, half-buried in the sand,
a strange white apparition has emerged.
Its presence many will not understand.


A year ago the machine was submerged:
a white-toothed monster rushed towards the land.
Lalomanu’s been since a mournful dirge.

 
Recordando a todas las personas que murieron el 29 de septiembre de 2009 en la playa de Lalomanu, y muy especialmente a Clea Salavert (6) y Alfie Cunliffe (2).


In memory of all those who perished on Lalomanu Beach on 29 September 2009, particularly Clea Salavert (6) and Alfie Cunliffe (2).

(c) Jorge Salavert, 2010.

23 ene 2011

Singapur: Dos caras de una misma moneda

Arquitectura futurista al servicio del consumismo

Por circunstancias ajenas a mi voluntad me vi en la situación de tener que pasar diez días en la isla de Singapur, puesto que los gobiernos de Singapur y Malasia no permiten la entrada en sus territorios a viajeros cuyos pasaportes tienen menos de seis meses de validez. ¡De nada sirve que te expidan un pasaporte válido por equis años si los gobiernos no van a reconocer el periodo completo de validez del documento!


Es Singapur un país pintoresco por muy diversas razones. Su carácter multicultural y plurirreligioso ha permitido que exista en el seno de su población un alto grado de tolerancia y de respeto entre razas y hacia los creyentes de todas las religiones que se practican en la isla. Y sin embargo, todavía es posible encontrar curiosos casos de patente discriminación religiosa en anuncios, algo que en otras partes del mundo constituiría una flagrante violación de la legislación en materia de discriminación. En pleno centro de la ciudad un negocio ofrecía empleo a “Young Christian Ladies” que dominasen el idioma chino (sin especificar variedad) además del inglés.

El paraíso del consumista


El centro neurálgico de la ciudad de Singapur es una sucesión de opulentos rascacielos que albergan oficinas, tiendas y hoteles. En la zona de Orchard Road se aglutinan tiendas de todas las marcas de productos de lujo del mundo; por si dicha zona no era suficiente, Singapur ha seguido expandiéndose, ganándole terreno al mar y edificando rascacielos donde antes no había nada o simplemente marismas.




Las tres altísimas torres de Marina Bay Sands (en la foto anterior), unidas en la parte superior por algo que podría ser una especie de nave espacial, contienen una lujosa piscina, jardines, restaurantes y cafeterías además de una plataforma de observación, y albergan asimismo un muy exclusivo hotel de lujo, un casino, un centro de conferencias, innumerables restaurantes de la más alta cocina y para presupuestos muy elevados. En la planta baja del complejo puede recorrerse en góndolas de estilo veneciano un estrecho canal artificial. Por S$20 (unos AUD$16) por persona se puede acceder a la zona pública de la plataforma superior de Marina Bay Sands. Un almuerzo en uno de los restaurantes de la nueva gran atracción de Singapur viene a costar cuatro o cinco veces lo que se puede pagar por un almuerzo en cualquier otra parte de la ciudad.


La población de Singapur se deleita especialmente con dos cosas. La primera es la comida. Los restaurantes populares (como el de la zona de Bugis, en la foto) atraen a la gente a todas horas del día y de la noche, y ofrecen sabrosísimas comidas por muy poco dinero.



Pendientes de la telenovela a la hora de la cena

La segunda es el consumismo, el ir de compras. La consigna parece ser que las compras constantes dan sentido a la vida. El eslogan de una bebida de té (captado en una foto en la estación de metro de Dhoby Gaut) sintetiza una filosofía vital (perdón por el eufemismo) que me resulta totalmente vacua y falsa. Si fuera tan fácil olvidar lo malo como beberse una lata de refresco… Entre los eventos destacados para 2011 por el calendario oficial de la Oficina de Turismo de Singapur figuran unas rebajas especiales del 50% para marzo o abril.


Recuerda lo bueno y olvida lo malo, y te sentirás mejor... ¡Si fuera así de sencillo!

Las culturas asiáticas

Cada grupo étnico y religioso celebra sus fiestas en las fechas correspondientes. La comunidad china celebra por estas fechas el Año Nuevo Lunar. Este será el año del Conejo. En el mercado de Bugis se instaló un gran horóscopo público presidido por una gran figura.


Preparativos para el Año Nuevo Lunar


El 20 de enero los hindúes estaban celebrando el desfile de una festividad conocida como Thaipusam por las calles de Little India. Las agujas que se aprecian en la foto estaban insertadas en la piel, por cierto.



Un detalle del desfile que forma parte del festival hindú conocido como Thaipusam. 
Serangoon Road, 20 de enero de 2011

La única muestra de rebeldía percibida durante esta 'larga' estancia en Singapur vino en forma de jóvenes que pasan su tiempo intentando equilibrios y piruetas inverosímiles con sus monopatines en Youth Park, muy cerca de Orchard Road; muchos de ellos han adoptado una estética foránea y no parecen participar del gran ritual colectivo del consumo que parece ser la mayor actividad de los otros habitantes de la isla.

14 ene 2011

Una breve visita a España

Una imagen que ya es historia

Una breve visita – de apenas unas tres semanas – a España me lleva a dejar constancia escrita de unas cuantas observaciones acerca de ciertos comportamientos y actitudes de los españoles en general. La reciente entrada en vigor de la ley que prohíbe fumar en recintos cerrados como bares y restaurantes, en parques de uso infantil y a las puertas de los hospitales, entre otros sitios que lógicamente debieran escapar a los malos humos, ha dado pie a una enorme polémica, con un político conservador comparando lo que es una medida de protección de la salud pública a la persecución de los judíos durante el terror nazi en la Alemania de Hitler. Tal necedad no merece ni siquiera la consideración de un comentario. Las reacciones de índole cavernaria a lo que supone, después de todo, equiparar de forma legal la legislación española con la del resto de Europa, son en cierto modo la guindilla a lo que podríamos definir como la quintaesencia hispana del desprecio al prójimo y la usurpación del espacio público.


En su columna de El País Semanal del domingo pasado (9 de enero de 2011), la escritora Rosa Montero hablaba de una “diferencia abismal entre el prurito de limpieza doméstica y el bárbaro descuido de los espacios exteriores”, y subrayaba: “a veces hasta me asalta la inquietante sospecha que no es que no les moleste la suciedad; no es que, en su ignorancia de marmolillos, no sean capaces de verla, sino que en realidad lo hacen aposta y con inquina; que agreden y ensucian y maltratan el espacio público porque lo que es de los demás es zona hostil. Porque sólo nos cabe la horda en la cabeza, nuestro grupo, nuestra pandilla, nuestra tribu, y todo lo que no sea eso es el enemigo. Es decir, el Estado, el bien común, la colectividad, la sociedad civil: todos son adversarios a los que hay que combatir y llenar de basuras para que se jeringuen”.
 
The Valencian image branding? Caca de gos! 


La foto que aparece arriba fue tomada en una calle de Valencia durante las recientes fiestas de Navidad. Es una imagen que lamentablemente se repetía una y otra vez en las calles de la ciudad del Turia, día tras día, calles por las que no transitan los turistas, naturalmente. Es una imagen ciertamente asquerosa y repulsiva, y que, en mi opinión, refleja mucho mejor ese maltrato del espacio público que caracteriza el comportamiento de muchos españoles al que se refería Rosa Montero, preocupada por el abandono de basuras en las calles. Y resultó un tanto curioso constatar que en otras grandes ciudades del territorio del estado español ese tipo de abuso y maltrato del espacio público apenas se produce; mientras sí sucedía en algunas calles de la capital del estado, Madrid, en otras, en concreto en Barcelona, no era necesario ir mirando al suelo de seguido para no ensuciarse los zapatos.

 
Otro comportamiento muy habitual en España entraña el ejercicio de un poder despótico por el simple hecho de llevar un uniforme, o quizás por el mero placer de fastidiar al prójimo. El turista puede acercarse a un guardia de seguridad, por ejemplo, a preguntar por la ubicación de una puerta de acceso; el guardia sabe perfectamente donde queda dicha puerta, pero en el 99% de las ocasiones le dirá al turista en un tono entre soez y chulesco que no es ése su trabajo, y que se dirija a otro con su pregunta. ¿Por qué no les es posible tratar a sus congéneres con un pizca de amabilidad, olvidando por un momento que esa persona que les pide ayuda o información no tiene culpa alguna de sus problemas, sean los que sean? ¿Acaso no pueden vivir sin mezquindad? Pareciera que no.

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