18 ago 2019

Reseña: Wild, de Ben Okri

Ben Okri, Wild (Londres: Rider, 2012). 96 páginas.
Corría el año 1993 cuando me presenté una mañana (sin solicitar cita previamente, pero ¡qué descaro tan juvenil!) en las oficinas de una editorial radicada en mi Valencia natal, pertrechado solamente con mi enorme entusiasmo por la traducción literaria y mi recién conquistada cualificación como traductor-intérprete jurado. Lo hice para ofrecerle al editor la posibilidad de publicar traducido al castellano el primer volumen de poesía de un autor que era completamente desconocido en España, aunque acabase de ganar el Premio Booker por su novela The Famished Road.

El autor era Ben Okri, el libro An African Elegy, y al editor no le interesó mi propuesta. Dos décadas después, Okri publicó su tercer volumen de poesía, que lleva por título Wild, y que ahora en 2019 he leído, con una mezcla de curiosidad y desgana.

Si An African Elegy era manifiestamente la obra de un joven poeta nigeriano afincado en Londres y constituía un indudable reclamo para quien quería escuchar nuevas voces a finales del siglo XX, Wild es, por el contrario, un extraño esfuerzo por demostrar dominio de la técnica poética.

En aquel poemario de hace veinte y pico años aparecían temas muy diversos, desde la apropiación cultural de África por parte de Occidente hasta reflexiones y meditaciones en torno a la vida y la muerte, pasando por poemas de amor o abiertas denuncias de la represión militar en Nigeria. No cabía hablar de técnica poética depurada: la poesía de An African Elegy era directa y carecía de artificio. No se encontraba en sus poemas rima alguna, los versos eran predominantemente cortos. Se trataba de una propuesta estética basada en la rotundidad, expresada en palabras a veces duras, a veces hermosas.

En cambio, con Wild Okri parece buscar en demasía la rima, incluso de una manera que raya en lo obsesivo, en ocasiones forzando o incluso terminando por deformar el poema, que de otra manera hubiese llegado al lector con mayor efectividad. El resultado general es harto desigual, cuando no decepcionante.

Hay varios ejemplos claros de lo anterior. Uno es ‘Nostalgia’:

Like a ship in the sand/ The days have moved slowly/ But one never leaves land./[…] I travel the whole world/ With an uncomplicated rhyme./ I feast in dreams, and fast in life;/ It seems that dreams transfigure strife./ So I send messages to my future/ Within a murky paradigm./ Out at sea there are many rocks / I encounter before they are due;/ Sleep resolves them in a paradox./ Only in the present are things true./ Not even the future will last./ Nostalgia’s a flower sent to the past.” (p. 74)

La cadencia interna del poema se enreda en un trastabillar y el ritmo sufre. Aunque Okri afirma desplazarse con rima sencilla, es precisamente la búsqueda de la rima y la insistencia en el aforismo como recurso lírico lo que hunde el poema. No hay encabalgamientos, y al forzar la rima, lo que debería ser dúctil flujo de palabras resulta ser traqueteo mecánico.

La escena se repite en el poema que cierra Wild, ‘O Lion, Roam No More’, homenaje al padre fallecido:

O father Lion roaming in my being,/ (fathers are not what they seem)/ Merge into me/ Help me be free/ Multiply my powers/ Beyond the ancestral towers/ Bless me with your wisdom/ Guide me to my kingdom…” (p. 95)

Me expresa mucho más la poesía de Okri cuando fluye sin trabas técnicas autoimpuestas, cuando el tema del poema le da al autor una libertad creativa inspirada en la observación de la realidad cotidiana. Es el caso, creo, de ‘To the Full Moon’, en el que Okri despliega sus recursos con originalidad, con fuerza, con maestría:

“You return, dream-transformer,/ With the roundness of the world./ You bring celestial mysteries/ In your tailwind./ The earth quivers under your glow;/ And the core of man, fertile/ And amorphous like the core of sleep,/ Responds to the tidal sweep/ Of your sun-charged stone. […] Every living thing/ Is enchanted by that silent/ Song you sing. Stones/ Grow under your power. […]” (p. 59)

Lluna plena. Fotografia de Luc Viatour.
Aquí son la metáfora, la comparación o la aliteración los rasgos principales, y el verso, libre de la restricción impuesta, si no impostada, que es a veces la rima, fluye con naturalidad. Es en poemas como este en los que Okri me recuerda más al joven nigeriano de An African Elegy. Es de lamentar que un buen número de los poemas de Wild no contengan ecos de aquella poderosa primera colección de poesía de Okri.

17 ago 2019

Reseña: All the Time in the World, de E.L. Doctorow

E.L. Doctorow, All the Time in the World (Leicester: W.F. Howes, 2011). 353 páginas.
Doctorow, que falleció hace poco más de cuatro años, era uno de esos autores norteamericanos sobre quien había leído muchas referencias, pero de quien no había leído nada hasta ahora. Cuando uno comprueba la larga lista de premios y galardones que recibió a lo largo de su larga trayectoria literaria se da cuenta de que queda una laguna lectora que algún día debería cubrir. ¿Llegará a darse el caso? Imposible decirlo.

All the Time in the World es una colección de cuentos de diferente factura. Los hay que son narraciones sobre personajes con un pasado por ocultar o superar. Así, ‘Jolene: A Life’, cuenta en tercera persona la gesta vital de una chica huérfana, Jolene, quien desde Memphis va cambiando de ciudad y de compañero. Todos tienen una cosa en común: si en un principio le demuestran cariño, con el paso del tiempo se convierten en monstruos. Como cuento, es más bien flojo, no tiene ese final atractivo que se les debe exigir a los mejores relatos cortos. En otro cuento con características similares, ‘A House on the Plains’, Doctorow nos presenta en las primeras páginas al narrador, un joven llamado Earle, en Chicago, a quien “Mamá dijo que a partir de entonces yo iba a ser su sobrino, y que la llamase Tía Dora.” (p. 197) Los tejemanejes de la madre incluyen la mudanza a una casa en los llanos de las afueras de La Ville, Illinois. El cambio de aires no es sino una huida hacia adelante, en la que la violencia, el crimen y la simulación son herramientas útiles: el fin justifica los medios.

En ‘Assimilation’, un joven hispano cae en la tela de araña que le tiende una banda mafiosa rusa cuando le ofrecen dinero a cambio de casarse e ‘importar’ a la mujer a los Estados Unidos. Tiene un comienzo muy prometedor pero a medida que avanza la historia, el personaje se convierte en marioneta de unos y de otros.

Con mucho, la historia con mayor potencial y atractivo lleva por título ‘Walter John Harmon’. Narrada en primera persona, el relato cuenta cómo un miembro de una extraña secta religiosa, cuyo líder y profeta se llama Walter John Harmon, es progresivamente testigo de la traición no solamente del líder, que se fuga con todos los fondos de la comunidad, sino también de su propia esposa, que desaparece con el “profeta”. Doctorow maneja con soltura los puntos de vista del narrador y de los renegados: hace parecer normal que los seguidores ofrezcan a Harmon su dinero y su apoyo incondicional. Es el precio de la fe, añadiría alguien a modo de justificación. Por otra parte, es tan clamoroso el error de juicio de los devotos miembros del culto que el subtexto irónico que transmite Doctorow te empuja hacia la hilaridad y la burla. En realidad, la estupidez e ignorancia de los miembros de la congregación tendrían un claro paralelismo en las masas idiotizadas que votaron por un ignaro narcisista que les prometió la grandeza de un imperio, otra vez.

Otro de los cuentos a destacar es, a mi parecer, ‘A Writer in the Family’ [Un escritor en la familia]. Tras la muerte de su padre, a un joven del Bronx neoyorquino le llega una insólita petición de su tía. Quiere que le escriba cartas a su abuela fingiendo ser su padre. La abuela tiene ya 90 años y está internada en una residencia para ancianos. La primera carta dice: “Querida Mamá: Arizona es hermosa. El sol luce todo el día y el aire es cálido, me siento mejor que en años. El desierto no es tan árido como uno se esperaría, sino que está lleno de florecillas silvestres y plantas de cactus y unos peculiares árboles torcidos que parecieran hombres con los brazos extendidos. Se pueden ver grandes distancias en cualquier dirección que uno se gire, y hacia el oeste hay una cordillera de montañas como a cincuenta millas de aquí, pero por la mañana, cuando les da el sol, se puede ver la nieve en las cimas.” (p. 279, mi traducción)
Arizona. Fotografía de Ron Clausen.

Naturalmente, la carta es, por así decirlo, un verdadero éxito. Al joven le seguirán llegando peticiones para que siga escribiendo como si fuera su padre muerto. Pero con el paso de las semanas, la idea de suplantar a su padre mediante cartas deja de serle tan atractiva. La carta final comienza así: “Querida Mamá: Esta será la última carta que te escriba, pues me han dicho los médicos que me estoy muriendo.”

Entre las restantes historias de este libro, cabría destacar “Edgemont Drive”, en la que una mujer le permite la entrada en su casa a un visitante que dice haber vivido en la casa en su niñez, y termina causando la ruptura del matrimonio que allí vive y quedándose a vivir.

Pese a despertar siempre el interés del lector en sus párrafos y páginas iniciales, los relatos de All the Time in the World no siempre progresan hacia algo parecido a la perfección. De hecho, la mayoría distan de ser redondos, y parece faltarles algo, incluso una conclusión que te deje queriendo más.

1 ago 2019

Reseña: The London Train, de Tessa Hadley

Tessa Hadley, The London Train (Londres : Jonathan Cape, 2011). 324 páginas.

El título de este libro, una novela que se compone de dos partes bien definidas (o incluso de dos nouvelles), se debe al tren que une Paddington con Cardiff, esa línea de ferrocarril que atraviesa la suave campiña inglesa desde Hertfordshire hasta el estuario del río Severn. A bordo de ese tren van con frecuencia dos personas cuyas trayectorias ofrecen paralelismos: el tema subyacente en ambas partes de la novela es la fragilidad de las relaciones matrimoniales.

El estuario del Severn. Fotografía de Roger Roberts 
En la primera, Paul, un crítico literario de segunda categoría sufre la pérdida de su madre, a quien tenía más o menos olvidada en una residencia. Poco después descubre que la hija que tuvo en su primer matrimonio ha abandonado la casa de su madre y se ha ido a vivir con una pareja de emigrantes polacos en un piso insalubre en uno de los muchos barrios horribles de Londres.

Tras una pelea con su actual esposa, Paul se marcha a Londres y, para sorpresa de todos, lector incluido, se arroga el derecho a alojarse en el sofá del piso donde está su hija. El caso es que la joven está embarazada. ¿Es el polaco el padre? ¿Está segura la hija en el entorno en que vive? Ciertamente, a mí me pareció poco plausible que Paul se marche sin decir nada a su familia y se pase una temporada en Londres sin, digámoslo así, un mapa de ruta.

Pero es gracias a la segunda parte del libro que la primera cobra más sentido y al lector se le proporciona una más amplia y enriquecedora perspectiva. La protagonista de la segunda nouvelle es Cora, quien ha decidido dejar a su marido y a Londres (ya se sabe que el orden de los factores no altera producto) y mudarse a la casa de sus padres, que en poco tiempo pasaron ambos a mejor vida.

Paddington Station. Last train to Cardiff? Fotografía de Mattbuck.
Y es que es en ese tren entre Cardiff y Londres (o en dirección contraria, ya no me acuerdo) es donde los dos protagonistas se conocieron e iniciaron una relación extramarital. Mientras que para Paul fue una mera distracción, para Cora la aventura tuvo muchísima importancia, en su huida de una existencia solitaria y desalentada.

Con apenas un atisbo de trama, Hadley centra su atención en los nudos que los personajes traban en su propio entorno, las trampas que se tienden a ellos mismos y las mediocres justificaciones con que tratan de evadir sus responsabilidades. Como la vida misma.

Tessa Hadley es una novelista con estilo, o quizás sería mejor identificarla como gran estilista concienzuda y con conciencia. Son características que demostraría en años posteriores a The London Train en novelas como Clever Girl o The Past, o en su colección de relatos Bad Dreams and Other Stories. La falibilidad de los seres humanos es lo que posiblemente fascine al lector, otorgándonos una ventana al interior de sus mentes, a sus meditaciones y penurias:
“Hubo un tiempo en que Cora creyó que la vida iba construyendo una acumulación de recuerdos, que iban haciéndose más densos y profundizándose a medida que pasaba el tiempo, apuntalándote frente al vacío. Había adquirido la costumbre de atesorar reliquias de todas las etapas de su vida conforme iban pasando, como si fuesen sagradas. Ahora eso le daba la impresión de ser un modelo falsamente reconfortante de la experiencia. El presente era siempre lo más importante, en una forma que te empujaba siempre hacia adelante: vacía, aunque también libre. Fuesen las que fuesen las historias que te contases a ti misma o a otros, en el presente quedabas de verdad expuesta y desnuda, una proa que surcaba nuevas aguas; el pasado que quedaba detrás resultaba insustancial, se desmoronaba, caía en desuso, sus formas se volvían obsoletas. El problema era que siempre seguías estando viva, hasta el final. Algo tenías que hacer.” (p. 312, mi traducción)
Seguir vivo: ¿condena o premio? ¿Problema o respuesta? Para algunos, no disponer de tiempo para leer es a un tiempo condena y problema; la respuesta (o el premio) parece a veces estar muy lejos.

4 jul 2019

Reseña: The Noise of Time, de Julian Barnes

Julian Barnes, The Noise of Time (Londres: Jonathan Cape, 2016). 184 páginas.
Una pregunta resuena con insistencia en esta ficcionalización de Julian Barnes de la vida de Dmitri Shostakóvich: ¿A quién le pertenece el Arte? Según le repiten hasta la saciedad los elementos del Poder (así, con una P bien mayúscula), el Arte le pertenece al Pueblo. Lenin dixit.

Con The Noise of Time Barnes busca construir el gran retrato de un gran compositor como si se tratase de un mosaico. La narración está fragmentada en múltiples párrafos a veces con la apariencia de ser inconexos, meras viñetas que iluminan determinados momentos en la vida de Shostakóvich o reflexiones en torno a lo que debió pasar por su cabeza.

La presencia constante de la tétrica y al tiempo aterradora figura de Stalin contribuye el elemento histórico que marca la vida del compositor. Las furibundas críticas a su música que, según nos relata Barnes, lo pusieron en el candelero y casi lo condujeron al suicidio desaparecieron tras la muerte del dictador, y solo tras el cambio de timonel pudo Shostakóvich volver a componer la música que deseaba crear.

Pero la historia es inmisericorde con quienes se prestan a firmar falsedades y dar respaldo a acusaciones espurias contra otros con tal de que el Poder no les haga daño a los suyos o a ellos mismos. Es bien cierto que la valentía y la tolerancia de la represión tienen límites. Nadie lo duda. Y solamente quienes hayan sufrido las garras y el terror de una dictadura pueden criticar a otros por no hacerlo. Un recuerdo me viene a la memoria: el relato de mi abuela, contándome cómo le propinó un bofetón a mi abuelo para que no les gritase merecidos improperios a las tropas fascistas que desfilaban por las calles. ¿De qué sirve un luchador muerto más en un cajón de pino?

De hecho, Barnes nunca le pierde la simpatía al compositor ruso. Aun cuando la vergüenza le hiera y le muerda en la conciencia al Shostakóvich del autor inglés, nunca deja de mostrarnos una perspectiva humana y comprensiva. ¿La merece? ¿Quiénes somos los lectores para juzgar a uno o al otro?

¿Ensordece el ruido del tiempo al músico? ¿Basta con taparse los oídos? Fotografía de Deutsche Fotothek.
Barnes maneja magistralmente la indudable lucha interna que debió sentir el compositor en todo momento. Cuando los tentáculos del Poder le instan a colgar un retrato de Stalin en la pared de su estudio, Shostakóvich se las arregla para poner uno de Stravinski; en su dacha, en cambio, hay otro de Músorgski.

Como con el Tony Webster de The Sense of an Ending, Barnes parece disfrutar de hurgarle en la herida de sus debilidades a Shostakóvich mas, dado que la narración es en tercera persona, el efecto de su escalpelo queda un tanto diluido.

¿A quién le pertenece pues el Arte? No al Poder. Tampoco al Pueblo, que con demasiada frecuencia prefiere espectáculos deplorables o simples chismorreos entre marujos y marujas (cuando no barbaries mal llamadas artísticas). Digamos que el Arte pertenece a su creador y a su lector (en el sentido semiótico, el más amplio de la palabra).


Barnes vuelve a deleitarnos con la recreación de una vida histórica. Es un autor de muchos quilates, y esta obra le añade un nuevo galón por su buena literatura.


The Noise of Time apareció en el estado español el mismo año de su publicación en inglés tanto en castellano (El ruido del tiempo, Anagrama, traducción de ‎Jaime Zulaika) com en català (El soroll del temps, Angle Editorial, amb traducció d’Alexandre Gombau i Arnau).

26 jun 2019

Reseña: The Shepherd's Hut, de Tim Winton

Tim Winton, The Shepherd's Hut (Australia: Hamish Hamilton, 2018). 267 páginas.

Desde la primera página de The Shepherd’s Hut al lector le llega una voz narrativa repleta de carisma. Es la de Jackson (Jaxie) Clackton, un joven de un pueblo de mala muerte (expresión completamente literal en el caso de su padre) de Australia Occidental. Habiendo perdido ya a su madre por una terrible enfermedad, el muchacho ha sobrevivido a la violencia de su padre, carnicero (a quien apoda Captain Wankbag – algo así como Capitán Escoria) y al silencio cómplice y cobarde del resto de la población, especialmente del oficial de policía.

De manera que cuando el padre (‘el campeón mundial del ron’; o también ‘the deadest cunt’ – el mayor hijoputa) la palma porque le cae encima el coche mientras intentaba hacerle alguna reparación, Jaxie piensa que en el pueblo harán de él la oportuna cabeza de turco. Agarra cuatro cosas y se larga del lugar. Huye hacia el este, allí donde terminan las tierras fértiles donde se cultiva la mayor parte del trigo australiano y comienza el desierto, los llanos salinos, la inmensidad deshabitada que es el interior del continente australiano. A largo plazo, Jaxie espera poder encontrarse con Lee, la chica a la que adora. Los dos son menores, y además primos: las posibilidades de que compartan el futuro son mínimas, por no decir nulas.

Sobrevivir en ese ecosistema es extremadamente difícil, especialmente si al mismo tiempo no quieres que nadie te encuentre. En su deambular descubre una choza en la que vive solo un hombre ya mayor. Es un cura irlandés, Fintan MacGillis, parlanchín, curioso, insufrible para alguien como Jaxie. MacGillis también se oculta, pero los motivos por los que se esconde (¿de quién o de qué? Nunca quiere revelarlos.

En mitad de ninguna parte, sin apenas nada con lo que uno pueda sobrevivir... Lake Ballard, en Australia Occidental. Fotografía de Amanda Slater (Coventry).
Con el paso de los días y las semanas, el joven y el viejo cura comienzan poco a poco a acostumbrarse a la presencia del otro. Para alguien como MacGillis que se ha pasado años sin otra compañía que los pocos libros que tiene y las cabras silvestres que atrapa en el corral atraídas por el agua, la llegada de Jaxie es una suerte de bendición. Con las escuetas conversaciones que mantienen Winton teje la sección de la novela que resulta más que fascinante. Las dos voces suenan claras, diáfanas, impenetrables entre sí. Uno podrá traducir las palabras, pero nunca acertará con el tono, porque no es traducible.

En su guarida tan propicia para la penitencia que dice estar cumpliendo, MacGillis está esperando la entrega de víveres y provisiones que le permiten sobrevivir en ese lugar tan inhospito, pero el envío no llega. Gracias a Jaxie, buen tirador, pueden comer carne de canguro de vez en cuando junto con las verduras de su huerto y el té negro que prepara a todas horas.

Pero todo va a cambiar cuando, después de unos cuantos meses, Jaxie da por casualidad con un enorme vivero subterráneo de marihuana escondido en un contenedor enterrado y mantenido mediante un generador a diésel. Consciente de que los propietarios del negocio irán tras ellos tan pronto sepan que han sido descubiertos, Jaxie trata de convencer al sacerdote de que debe dejar definitivamente su pequeño remanso de paz en mitad de la nada. Pero MacGillis se niega.

Un lugar de Australia Occidental llamado Mount Magnet. ¿Llegará Jaxie allí? O mejor dicho: ¿llegará vivo? Fotografía de E.W.Digby.  
Como Luther Fox en Dirt Music (2001) (y en menor medida Quick Lamb en una de las subtramas de Cloudstreet (1991)), el protagonista huye de la ausencia de un futuro creíble y de la violencia. Y es después del desenlace que comienza su historia, al volante de un coche que no es suyo y para el cual no cuenta con licencia de conducción:
“Cuando me pongo en marcha y del asfalto me llega ese suave y sombrío rumor por debajo, como si todo fuese la hostia de diferente. Como si estuviese en un mundo nuevo, todo escurridizo, plano y fácil. Aun con el motor, que te suelta ese rugido, y el viento que te azota entrando por la ventanilla, los sonidos son de veras suaves, fofos como una almohada. Civilizados, eso es lo que quiero decir. Como si estuvieses aún en la tierra pero apenas ya no lo notases. Y eso es la leche. Te pensarás que nunca antes me había subido a un carro. Pero cuando has estado moviéndote al pinrel igual que una puta cabra durante semanas y meses, cuando en tanto tiempo no has visto otra cosa que ese lento terreno tan duro y pedregoso, repleto de arbustos espinosos, joder, eso se te viene de repente. Ya te digo, es cosa de locos. Se te echa encima una sensación como de ángel. Como si fueses una flecha luminosa.
Es la hostia, ya he alcanzado los cien kilómetros por hora y todavía no he metido la quinta. En una tapicería tan mullida, y con uno de esos abetitos que cuelgan del retrovisor. Estoy volando. Pero tengo el culo bien sentado para hacerlo. Separándome del suelo. Dejando atrás la tierra. Y ya no soy ninguna clase de bestia. (p. 3-4)”
Con The Shepherd’s Hut Winton no hace sino confirmar su notable lugar en las letras australianas contemporáneas. Esta es una excelente historia, y el hecho de que esté narrada en primera persona por un muchacho de quince años que apenas ha completado la educación secundaria le agrega un valor singular. Quien quiera disfrutarla deberá sin embargo hacerlo en inglés. Como queda demostrado en el extracto que he tratado de verter al castellano, ninguna traducción podrá capturar el tono de Jaxie por completo.


10 jun 2019

Reseña: Strangers on a Pier, de Tash Aw

Tash Aw, The Face: Strangers on a Pier (Nueva York: Restless Books, 2016). 78 páginas.
Al comienzo de este breve ensayo del malasio Aw nos confiesa que, cuando viaja por Asia, la gente no parece diferenciarlo de los pobladores locales por su rostro. Es algo similar a mi experiencia en partes de Sydney, donde algunas veces me han sorprendido en paradas de autobús o estaciones de tren al dirigirse a mí en árabe o en turco porque mi interlocutor asumió que yo procedía del mismo lugar que ellos.

Strangers on a Pier [Extraños en un muelle] forma parte de una serie de Restless Books, que lleva por título The Face. Tash Aw cuenta la experiencia migratoria de su familia, que emigró desde el sur de China a Malasia. Es una reflexión que tiene mucho de viaje introspectivo. Desde la salida de su abuelo hasta su propia niñez y juventud, Aw se interroga sobre el fenómeno migratorio y sobre cómo ha ido evolucionando éste en tiempos recientes.

Es una lectura muy entretenida, tanto por la temática que plantea como por la manera de abocar al lector a interrogantes que deberá responderse. Aw escribe sobre su familia de forma muy emotiva, pero nunca olvida que lo hace para un lector, invitándolo a mirar hacia fuera y hacia dentro: “Y en medio de ese silencio me pongo a pensar: eso es lo que me frustra de un tipo particular de emigrante: los que se desprenden por completo de su bagaje cultural para asimilarse con éxito a su nuevo entorno (a diferencia del otro extremo: los que se aferran desesperadamente a los recuerdos de su tierra natal y no pueden esperar al día en que se jubilen y regresen al país del que acaban de salir). Pues el problema con los que olvidan es que la necesidad de hacer borrón y cuenta nueva en su país de adopción no comienza y termina simplemente con su llegada a las nuevas tierras: continúa después de aquélla, repitiéndose hasta que encuentra una zona de impacto histórica y conveniente, que le es emocional e intelectualmente tranquila, para que se forme una nueva narrativa sobre ellos, una trayectoria elogiosamente positiva que lucha por un nítido arco narrativo, completado con unas dosis de dolor cuidadosamente empaquetadas (que en última instancia quedan superadas, claro está) que puntúan el ascenso hasta el confort, el éxito y la felicidad.” (p. 35, mi traducción)

Y al final del muelle, un destino: otra vida en una cultura distinta, una cadena en la que uno habrá necesariamente de hacerse eslabón... mas siempre cadena a fin de cuentas. Un muelle en Malaca hacia 1905. Fotografía de Carl Josef Kleingrothe.

Como integrante de la tercera generación de una familia emigrante, Aw puede evaluar los efectos de esa emigración en su familia y al tiempo autoevaluarse como integrante de una sociedad multicultural y plurilingüe, como lo es la de Malasia. Especialmente significativas me han parecido sus reflexiones en torno al sistema educativo malasio, sus experiencias y conclusiones.

Como primera incursión de Tash Aw en el ensayo, Strangers on a Pier es una pequeña joya. Escrito con muy buen gusto, abunda en delicadeza y está dotado de una estructura muy bien cuidada. Al autor le gusta llevarte a conclusiones que quizás partan de su vivencia personal, pero con las cuales no es difícil identificarse:

“[…] Mi madre está quitando el polvo de los estantes acristalados en la parte superior de los armarios con un plumero, como debe de haber hecho a lo largo de los años mientras crecía, y le está diciendo a mi abuelo que mi hermana llamó la semana pasada, hecha un mar de lágrimas, desde Singapur. Se había ganado una beca del gobierno singapurense y estaba viviendo con una cuadrilla de quinceañeras como ella en un dormitorio universitario a casi dos horas en autobús del Instituto Raffles para Niñas, donde estaba recibiendo el tipo de educación que mis padres siempre habían querido para ella. Cuando habíamos visitado el dormitorio, incluso mi padre, curtido como estaba por una niñez espartana, había dicho escuetamente: “No es muy bueno.” Ahora mi hermana tenía morriña, se sentía sola, estaba estudiando un horario de locura solamente para seguirle el ritmo a las adolescentes más motivadas del sureste de Asia. Sobresalientes en todo todos los años, o pierdes la beca. Quería volver a casa.
Mi abuelo deja escapar un ruidito extraño; algo parecido a una risita, pero que no suena para nada jovial. No le conmueve esto, lo encuentra ridículo. Llegó sin nada a Malasia siendo un niño, sin otra cosa que una camisa sobre sus espaldas; no entiende el significado de la palabra morriña. Mi madre trata de hacerle entender cómo se siente mi hermana; es difícil, está completamente sola, las otras chicas son mezquinas. Y entonces mi abuelo dice simplemente: “Pero, si somos inmigrantes.” Como si eso lo explicase todo. Como si la adversidad, la morriña, la melancolía y la nostalgia vayan a ser siempre parte normal de nuestras vidas. Como si no tuviésemos ninguna expectativa razonable de que las cosas sean diferentes. Por la facilidad con que aceptó lo que él vio como su destino (igual que como mi padre había aceptado su niñez) de pronto vi que nunca iba a poder comunicarme con él, con este hombre amable y cariñoso cuya sangre yo había heredado, cuya cultura había absorbido sin discusión.” (pp. 76-78, mi traducción)

Somos migrantes… ¿Eso lo explica todo?

2 jun 2019

Reseña: Absolution, de Patrick Flanery

Patrick Flanery, Absolution (Londres: Atlantic Books, 2012). 389 páginas.

Una escritora sudafricana de renombre, Clare Wald, sufre una invasión doméstica en su casa de Ciudad del Cabo; aunque las consecuencias bien podrían haber sido letales, los ladrones solamente se llevan la peluca de letrado de su padre, que conservaba en una caja. Tras el incidente, hace caso a sus allegados y se muda a una zona más segura.

Devil's Peak, espectacular telón de fondo de Ciudad del Cabo. Fotografía de Andrew Massyn.
La época comprende los años posteriores al apartheid, y coincide con la primera biografía oficial de Wald, que ha de completar un joven académico procedente de los Estados Unidos, Sam Leroux. Leroux, sin embargo, tiene una fuerte conexión con Sudáfrica: nació allí, pero tras quedar huérfano muy joven, quedó al cuidado de una tía en Beaufort West. Pero Sam se guarda un as en la manga: en los días posteriores a la muerte de sus padres, Clare tuvo la posibilidad de acoger al niño y cuidar de él, pero se negó.

Carrer principal de Beaufort West. Fotografia de flowcomm.

El nexo que los unía era la hija de Clare, Laura, quien en los años anteriores a la caída del régimen racista se involucró en el movimiento de lucha armada. Fue Laura quien salvó a Sam de su tío, un tipo cruel y violento.

Como el mismo título dice, la biografía debería constituir una absolución para Clare Wald. Sam hace las veces de confesor, pero Clare no siempre parece estar dándole la versión más fidedigna del pasado. Y es que son muchos los fantasmas que agobian a la octogenaria escritora: no solamente Laura, desaparecida por la policía secreta del apartheid o huida sin dejar rastro alguno. También está la hermana de Clare, que se casó con un destacado prohombre del régimen, y que fue asesinada junto con él en un ataque brutal e inmisericorde. ¿Fue Clare quien deliberadamente filtró el dato que permitió a los asesinos ejecutarlos?

El caso es que Absolution se construye entrelazando cuatro diferentes hilos narrativos, que en ocasiones se contradicen de tal manera que nunca sabemos cuál es la versión verdadera de los eventos. Por un lado están los recuerdos de Sam, por otro el diario de Laura; hay además una narración incrustada por capítulos en el libro que lleva por título ‘Absolución’ (que coincidentemente es el mismo título de la última novela de Clare Wald, una autobiografía escrita en clave de ficción), y la parte escrita por Clare en la que intenta encontrar sentido a la desaparición (o la muerte) de Laura.

Es pues un thriller literario, aunque la pregunta de si Sam absuelve a la escritora de sus pecados, imaginarios o reales, no encuentra una respuesta definitiva. Como en el caso de las otras dos novelas que Flanery ha publicado (Fallen Land y I am No One, ambas posteriores a Absolution), la escritura es de un altísimo calibre, y el artificio de que el biógrafo sea protagonista de la historia que más dolor le causó a Clare contribuye más si cabe a que el lector disfrute de la novela.

El viaje de Laura y Sam cruzando la cordillera por Montagu Pass es a ratos aterrador. Fotografía de A3alb.
El tema principal es sin duda la engañosa percepción (siempre es subjetiva) de la verdad histórica, pero Flanery también nos lleva a transitar por los caminos de la censura y la autocensura como elementos definitorios de la literatura actual. Solamente un país con una historia reciente tan difícil y dolorosa como Sudáfrica puede ser el escenario de una novela como Absolution, y Flanery escenifica sin reservas la violencia cotidiana de la revuelta en contra de una sociedad basada en la segregación racial que acentúa más si cabe las líneas económicas divisorias entre los desposeídos y los poderosos.

Flanery demostró contar con excelentes dotes como novelista en Fallen Land, aunque ya apuntaba excelentes maneras en esta novela, en mi opinión muy recomendable. Se publicó en castellano en 2012, en traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla, en Galaxia Gutenberg.

28 may 2019

Reseña: Mal de amores, de Ángeles Mastretta

Ángeles Mastretta, Mal de amores (Barcelona: Seix Barral, 2009). 390 páginas.

Con el trasfondo histórico de la Revolución Mexicana del primer tercio del siglo XX, en Mal de amores Mastretta cuenta una historia de amor, la de Emilia Sauri y Daniel Cuenca. Ella es la hija de Diego Sauri, farmacéutico liberal que alberga esperanzas de que en México se dé un cambio político de verdad. Por su parte, Daniel es hijo de un miembro del principal grupo de prohombres intelectuales de Puebla.

Desde bien pequeña Emilia está expuesta a charlas en torno a ideas políticas, veladas musicales y actos que rayan en lo subversivo. También a los remedios menos ortodoxos basados en la cultura popular y los conocimientos de los pueblos indígenas. A medida que crece, sus convicciones se reafirman, y con cada vez mayor frecuencia se contraponen a la realidad de un mundo que margina a las mujeres.

Mientras que Daniel se entrega por completo a la Revolución, Emilia preferiría no tener que perderlo cada vez que hay una lucha que bregar o una idea que defender. La novela sigue las vidas de Emilia y Daniel en sus aconteceres individuales y cada vez que el destino los cruza. Harta de sentirse abandonada por Daniel. Emilia toma refugio en los brazos del médico Antonio Zavalza, una mano firme en pos de la paz, pero por quien Emilia no está dispuesta a casarse y renunciar a Daniel, el amor de su vida desde que fue niña.

Una calle en el centro de Puebla, a finales de 2010.
Mastretta escribe con mucha soltura. Abundan – yo diría que hasta en exceso – las metáforas y comparaciones, que le dan al texto un colorido exagerado. Lo mejor de la novela es la creación del personaje de Milagros Veytia, tía de Emilia por parte de madre. Una mujer muy adelantada a su tiempo, firme en sus convicciones, astuta, inteligente y segura, sin miedo del sistema machista y conservador con el que no comulga.

Libro atractivo para quien disfrute de una estructura narrativa convencional y el lenguaje florido, conversacional y lustroso que Mastretta domina a la perfección. Supondrá también una buena introducción al proceso de la Revolución Mexicana para quien nunca haya leído sobre el tema. Pero, si por el contrario, buscas innovación estructural o retos de otra clase, Mal de amores te puede decepcionar un poco, como fue mi caso.

9 may 2019

Ressenya: The Corpse Exhibition and Other Stories of Iraq, d'Hassan Blasim

Hassan Blasim, The Corpse Exhibition and Other Stories of Iraq (Nova York: Penguin, 2014). 196 pàgines. Traducció a l'anglès a càrrec de Jonathan Wright.
Vaig assabentar-me d’aquesta col·lecció de relats curts gràcies a un llibre d’assajos intitulat We’re Doomed: Now What?, de l’estatunidenc Roy Scranton. Es tracta d’un llibre de relats invariablement tristos, tot i que l’autor faci gala d’un humor negre força subtil. És una mena d’ironia que exhibeix des de la primera pàgina, amb el conte que dona títol al llibre, ‘L’exposició de cadàvers’. Aquesta història reprodueix una vigorosa arenga d’un buròcrata iraquià d’un ministeri sense identificar; l’home li parla a un recluta, a qui li han encarregat la tasca d’assegurar que els cadàvers produïts pels nombrosos assassinats tinguin un efecte estètic singular.

Blasim combina sovint la fantasia amb una mena de realitat que la immensa majoria de nosaltres mai no voldrem ni imaginar a les nostres vides. La violència, la crueltat, el terror, el nihilisme més absolut i absurd donen forma a uns relats estranys que alhora ens proporcionen una visió humorística d’un conflicte, el de la invasió de Iraq, que va marcar el començament del nostre segle d’una manera inesborrable. El món ja mai no ha estat el mateix.

Una diferència fonamental entre aquest llibre i d’altres sobre aquest conflicte militar, escrits per autors nord-americans és la absència de soldats estrangers. Els personatges són tots iraquians: el seu destí inexorable és una mort violenta. Fins i tot quan sembla que havien fugit del terror, com en el darrer conte de la col·lecció, ‘The nightmares of Carlos Fuentes’ [Els malsons de Carlos Fuentes].

Un iraquià aconsegueix asil polític als Països Baixos. Per a posar més distància si cap amb el seu passat de terror i violència, agafa un nou nom seguint la recomanació d’un amic pel telèfon: Carlos Fuentes, com el gran autor mexicà. A Holanda, canvia d’hàbits, aprèn la llengua, la cultura i la història del país d’adopció, es casa i forma una família. Sembla perfecte, no? Ideal! Però, planteja Blasim, és realment possible deixar el passat enrere?

No tots els contes tracten de la guerra que van declarar l’infame grupet de les Açores. Alguns relats es transporten a l’Iraq de Saddam i les seves purgues polítiques i el transfons de les guerres contra Iran i Kuwait, i fins i tot després de l’ocupació, amb l’arribada o la aparició de grups terroristes gihadistes, el sectarisme, i la violència per tot arreu.

Amb la caiguda del tirà, va començar una altra etapa de terror, violència i morts.
El queda molt clar de la lectura d’aquests contes és l’insuperable trauma pel que han passat els pobladors d’Iraq, i em sembla evident que el mateix autor va ser testimoni de les brutalitats de tota mena per les quals va passar el país. Potser la manera més efectiva de deixar enrere les experiències traumàtiques és escriure sobre elles. Si a més a més, l’escriptor afegeix elements de fantasia o d’una absurditat veritablement xocant, l’escriptura pot sublimar una mica el dol, el terror o la tristesa.

Alguns dels contes són veritablement surrealistes: ‘The Reality and the Record’ narra les explicacions d’un sol·licitant d’asil a Suècia (l’escriptor viu a Finlàndia), qui arriba a la conclusió que els assessors, el que realment volen escoltar són els horrors, en comptes dels punts de vista de l’home. La seva història detalla llavors els successius segrests que pateix, com a xofer d’ambulàncies, per part de diferents grups que li obliguen a fer confessions falses, les quals graven en vídeo. Els vídeos són distribuïts pels principals canals de TV com si fossin veritables. Com que demostra tenir excel·lents dots per a la actuació, el seu preu s’incrementa entre els grups terroristes. Fins i tot fa una confessió en la què pretén ser un soldat espanyol, exigint la retirada de les forces espanyoles de l'Iraq. El problema és que quan el vídeo arriba a les televisions, l’exèrcit d’Espanya ja ha abandonat Iraq.

Aquest és un llibre important perquè ens subministra una perspectiva molt distinta sobre un conflicte que, per desgràcia, encara no ha terminat completament. Tot i que els contes, almenys en la traducció al anglès que he llegit (Blasim escriu en àrab), no semblen tots tenir l’estructura més habitual de la narrativa curta a la què estem acostumats, i de vegades la tècnica emprada pareix una mica inexperta, la de Blasim és una veu creadora fresca i necessària.

29 abr 2019

Dreambabwe, un poema de Les Murray

Hoy ha fallecido Les Murray, un carismático poeta australiano nacido en 1938. En una velada de lectura de poemas, hace unos cuantos años aquí en Canberra, le pedí que leyese este poema, que traduje hace ya varios años, y que pertenece a su volumen Subhuman Redneck Poems (1996). El título del poema es un ingenioso juego de palabras, de esos que tanto me gustan.

Me dio la impresión de que mi petición no le hizo mucha gracia; vete tú a saber por qué.

Fotografía de Jean-Pierre Dalbéra (Paris, France) - Hippopotame (Zoo de Berlin)

Dreambabwe

Chorreando, un hipopótamo sale a la superficie,
como la cabeza de alguien
que se alzase con la mirada permanentemente embriagada,
desde el lecho de un lago de estrofas.



Otro poema de Murray que he traducido al castellano, aquí.

26 abr 2019

Reseña: Sabrina, de Nick Drnaso

Nick Drnaso, Sabrina (Drawn & Quarterly, 2018). 203 páginas.
Hace ya muchos años que tomé la decisión de no abrirme cuenta en Twitter, ni de inaugurar muro personal en Facebook. Con el paso de los años me siento cada vez más reivindicado, y más si cabe después de descubrir hace unos años, un sábado por la tarde cuando más tranquilo quiere estar uno, que un descerebrado majadero, cegado por su inexplicable y estúpido odio hacia una persona a la que solo conocía por algunos comentarios en The Guardian Australia, creó de la noche a la mañana un falso perfil en Facebook utilizando mi nombre y robando material fotográfico familiar disponible en internet. La muy pertinente denuncia solventó la desagradable situación enseguida, pero siempre queda ese regusto amargo, ¿no?

La trama de esta novela gráfica se suscita en torno a la repentina desaparición y el posterior asesinato de la mujer que da nombre al título. Es una narración realmente simple en apariencia; pero el libro es mucho más profundo de lo que semeja ser a simple vista.

La soledad del oyente de radio.
El compañero de la joven mujer, Teddy, llega a la casa de Calvin en Colorado, su amigo desde la adolescencia, sin respuestas al misterio del desvanecimiento de Sabrina. Cuando días más tarde se confirma el brutal asesinato de la joven a manos de un misógino fascista, Teddy huye desesperado del foco mediático que, por desgracia, siempre acompaña estas tragedias humanas. La casa de Calvin será refugio para él. ¿Pero puede realmente escapar del atroz tratamiento que las redes sociales deparan a las víctimas? ¿Acaso no es cierto que cenutrios absolutamente lunáticos se han arrogado la potestad de juzgar y atacar a cualquiera desde un agresivo, iracundo estrado virtual? Dan asco.

El mundo que nos muestra Drnaso es el de 2018, el de nuestros días, la era de la posverdad trumpiana: las calles están vacías, impera el miedo y el temor a los extraños, los silencios son vertiginosos, y hay mucho odio, mucha bilis, y en la red el incesante esparcimiento de infundios e injurias. Las teorías conspirativas sobre el brutal asesinato de Sabrina abundan (como un miserable microorganismo, se hacen virales) y sus promotores no dejan de atacar al propio Teddy, a la familia de Sabrina, a todo aquel que se les ponga a tiro o se les antoje. Aunque Drnaso no hace mención alguna de la realidad política en la que viven los personajes, los enormes espacios vacíos, los largos silencios, los tonos grises y oscuros que predominan en el libro nos dicen mucho sobre el ambiente en que se desarrolla la historia.

La principal virtud de Sabrina, en mi opinión, es lo mucho que nos cuenta sin palabras. Los diálogos son escuetos, pero a través de los dibujos se nos cuenta una historia con muchos matices y detalles. Y sin embargo, algo que resulta muy curioso es que los rostros de los personajes, en los primeros planos, no son para nada expresivos. Drnaso no explicita su mensaje mediante la caracterización propia del medio, sino por la connotación de una implacable falta de contenido.

El hecho de que no le veas la cara dice mucho más sobre su estado de ánimo que cualquier palabra, 
¿Tiene Sabrina una resolución convencional? Solo en parte. ¿Hace falta un desenlace para una historia tan triste y desoladora? No. Sabrina es un libro excelente, de eso no cabe ninguna duda. Por algo entró en la primera preselección de obras candidatas al Premio Booker del año pasado. Y de hecho, ya la ha publicado Salamandra en castellano, con traducción a cargo de Carlos Mayor.

Unos golpes en la puerta en mitad de la noche son siempre un sobresalto. La última vez que alguien golpeó en mi puerta después de las 11, era mi vecino. Su casa ardió esa noche.

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