9 sept 2013

A very different direction


Yes, sad but true. My kids like a boy band called One Direction. They make bland pop songs, catchy pap I cannot stand for more than 3 seconds. When I was their age I probably liked what would now be totally unnameable stuff, too. I’d be so embarrassed if they found out…

Now and then I play songs on Youtube for them. I guess I’m just trying to ‘educate’ them, somehow. Music I appreciated decades ago. So I played this Pixies theme a few weeks ago, and I was nicely surprised when a couple of days later one of them said the song had got into him, into his mind and wouldn’t let go. Wow!

Pixies were one of the very few bands that play songs that sound almost exactly the same live as in the studio. Great stuff. I hope you'll enjoy it...

5 sept 2013

Pulau Pinang, Malasia

The Clock Tower, para que no se te pase la hora del té
Después de casi quince años, la semana pasada regresé por unos días a la isla malasia de Penang. No fue un viaje turístico como hace quince años, pero como pude disfrutar de bastante tiempo libre para leer, para comer y también descansar junto a la piscina del hotel. Partes de la isla de Penang han cambiado bastante en quince años – es muy patente que la urbanización le ha ganado terreno a la selva y a las faldas de las colinas. Pero en esencia, Penang sigue siendo lo que era.

Templo chino en el centro de Georgetown
Conocida como Perla del Oriente, esta isla ofrece al visitante numerosos alicientes, entre los que se puede destacar su interesante historia y su excelente oferta gastronómica.

La isla pasó a formar parte de los dominios de la British East India Company en 1786; los oficiales ingleses construyeron un fortín que todavía se conserva. Con el paso de los años, la isla fue anexionada al Imperio Británico, y con la independencia de Malasia en 1951 se convirtió en estado federado de este país del sudeste asiático.

Detalle de la puerta
El omnipresente dragón de la mitología oriental 

Es una isla relativamente pequeña: su superficie, 293 km2, viene a ser poco más de la mitad de la isla de Ibiza, pero está densamente poblada (se acerca ya al millón de personas). Uno de sus mayores atractivos es la variopinta composición étnica, con tres grupos principales: chinos, malayos e indios.

Guerrero que custodia la entrada del templo
La capital, Georgetown, conserva excelentes muestras de arquitectura china y colonial; de hecho, el centro histórico de Georgetown fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Un paseo improvisado por sus calles te conducirá hacia lugares sorprendentes: puedes pasar de estar en algún lugar indeterminado de India a pararte delante de un extraordinario templo budista chino, tras haber pasado junto a una mezquita.

Palos de incienso decorados. Por lo que me dijeron, nada baratos.
Con un clima húmedo y caluroso durante todo el año, Penang es un importante centro turístico. La mayoría de los hoteles y resorts se encuentran en la costa norte de la isla. Penang cuenta con una muy eficiente red de transporte público (autobuses); para el visitante que llegue en avión, recomiendo una de las tres o cuatro líneas de autobús que llevan a las zonas más habitadas de la isla desde el aeropuerto. La tarifa es extremadamente económica: por 4 ringgit (poco más de un euro) el autobús te llevará a Batu Ferringhi, en la otra punta de la isla, donde están los hoteles más populares.

En el interior del templo de una influyente familia, el recordatorio dorado de todos los ancestros fallecidos 
Nada más llegar, los ingleses construyeron un fortín y lo adornaron con ciertas herramientas destinadas a ahuyentar a los pájaros, o algo similar...

Té de jengibre
Pinang laksa: caldo de pescado, especias, fideos, trocitos de piña, hierbabuena, chiles, y otros ingredientes. Pica como el demonio, pero es aromática y deliciosa. Must-try!
Char Kway Tow, que se sirve como desayuno en muchos lugares
Con todo, uno de los más sabrosos atractivos de Penang es su comida. Especialidades malayas, chinas, nyonya e indias, muy económicas, hacen de Penang un lugar ideal para el paladar más exigente. La abundancia de frutas tropicales a precios de risa te permite degustar los más variados zumos. El plato local por antonomasia es la Pinang laksa, una sabrosísima sopa picante tras la que uno se resigna a sudar sin remedio.

Y cuando el calor y la humedad te obliguen a hacer una parada e hidratarte, te recomiendo un buen vaso de refrescante té de jengibre, que preparan con leche condensada.

Zumo de starfruit, que según parece, se traduce como 'carambola'. Delicioso y muy refrescante.

Reseña: The Village, de Nikita Lalwani


Nikita Lalwani, The Village (Londres: Viking, 2012). 241 páginas.

Puede que el sistema de reclusión penitenciaria abierta sea uno de los conceptos más difíciles de asumir, pero el hecho es que algunos países como India, funciona. Según cifras que ofrece Wikipedia, existen prisiones de régimen abierto en catorce estados de India, solamente en Rajasthan hay un total de veintitrés.

Nikita Lalwani basó esta novela (la segunda que publica) en su experiencia de la filmación de un documental en una de esas cárceles de régimen abierto para la BBC. The Village es una narración bien estructurada, en la que la autora explora cuestiones de índole ética en la profesión periodística.

Ray, una joven periodista británica de ascendencia india, llega a un pueblo-cárcel llamado Ashwer, donde se une a los otros dos integrantes del equipo de filmación, Serena y Nathan. La primera es algo mayor que Ray pero muy atractiva, y tiene mucha experiencia en el papel de productora. Nathan, en cambio, es la cara conocida de la BBC, el presentador, y cuenta con un borroso pasado que incluye algunos años en prisión por robo a mano armada.

Al llegar a Ashwer, donde vivirán durante la filmación, desde el aeropuerto de Nueva Deli, las expectativas de Ray parecen confirmarse: “Su choza era justo igual que las otras. De algún modo, prometía sinceridad; la posibilidad de empatía con la gente a la que iban a filmar” (8). Pero para alguien acostumbrada a las comodidades del mundo occidental, la choza y el pueblo-cárcel se le revelan muy pronto como un enorme obstáculo. Y de hecho, aun cuando Ray tiene buenas nociones de hindi y debiera en teoría poder conectar con los pobladores de Ashwer, para la mayoría de ellos no deja de ser una turista blanca, y se ríen de sus errores léxicos o de su acento al hablar en su lengua. Este es uno de los temas que con mejor habilidad traslada Lalwani en The Village: cómo el sentido de superioridad del turista occidental puede revolverse en contra de quien, como Ray, quiere sumergirse de golpe en la cultura de sus padres sin haber pasado por un necesario periodo de adaptación.

La prisión de régimen abierto constituye un interesante universo para un experimento social que, según el alcaide, sí da resultados: “‘La confianza engendra confianza’, dice Sujay Shangvi, el alcaide responsable del experimento. Está orgulloso de la fuerte comunidad que es Ashwer. Fue una visión que comenzó con solamente cinco chozas en una parcela de terreno a mediados de los ochenta. ‘Tú confía en ellos, y ellos te devolverán esa confianza’”(26), había escrito Ray en la propuesta de proyecto para el directivo correspondiente de la BBC.

Pero las tiranteces y antipatías entre Ray por un lado y Serena y Nathan por el otro, van paulatinamente alcanzando cotas intolerables. Las dos mujeres no consiguen ponerse de acuerdo sobre el contenido del documental y los métodos a emplear para conseguir filmar escenas que sean verídicas, tanto como sea posible. La divergencia entre ambas alcanza un punto de ruptura tras una noche en que Nathan le hace una proposición sexual a Ray tras consumir grandes dosis de hachís, y Ray lo rechaza. Lalwani no muestra simpatía alguna por los personajes británicos, mientras que los locales (los reos y sus familiares, pues viven con ellos) los vemos desde una perspectiva mucho más amable, pero también imparcial.

The Village nos hace pensar en cómo los observados pueden también observar al que los mira. Hacia el final de la novela, el desmoronamiento moral de los tres periodistas es evidente: pero son los reos (todos los condenados que residen en Ashwer están allí porque han asesinado a alguien) los que pueden ejercer el papel de jueces morales, especialmente Nandini, que en un principio había colaborado tanto con ellos. La lección que busca dictar Lalwani tiene un carácter tan directo como un gancho de, por ejemplo, Pedro Carrasco. Hay quien se tambalearía, y también hay que seguiría como si nada hubiera pasado, como el caso de Serena o el propio Nathan.


The Village cuenta con un curioso desenlace que no debiera defraudar a nadie. Pese a su ingenuidad e inexperiencia, Ray parece haber aprendido (demasiado tarde, en cualquier caso) una lección sobre la vida, pero mucho más importante es lo que aprende sobre sí misma. Es una novela recomendable, bien escrita, y con 240 páginas no parece sobrarle nada.

4 sept 2013

Reseña: Grey Area, de Will Self

Will Self, Grey Area (Londres: Bloomsbury, 1994). 336 páginas.

Mi ya viejo diccionario Collins (de 1984) recoge tres definiciones diferentes de la palabra “grey area”. La primera, empleada preferentemente en Gran Bretaña, se refiere a una región de alto desempleo; el territorio del estado español, por poner un ejemplo que todos entendemos. La segunda definición remite a la zona intermedia entre dos extremos, y que presenta rasgos de ambos. La tercera define “grey area” como una zona o situación que no cuenta con características claramente definidas.

La mayoría de los cuentos en esta colección del londinense Will Self presentan extrañas situaciones en las que la indefinición es la norma. En el que abre el volumen, ‘Between the Conceits’, el narrador nos dice en la primera oración: “Hay únicamente ocho personas en Londres, y por fortuna, yo soy una de ellas”. La megalomanía del narrador queda patente a medida que describe las confrontaciones que tiene con los otros siete “que de verdad cuentan”. La narración es, por supuesto, una feroz crítica al sistema de clases inglés, que tan democrático afirma ser, hasta el momento en que se los conoce a fondo, cuando se quitan la careta y se revelan como son.

En ‘The Indian Mutiny’ el narrador comienza con una chocante confesión: “Yo maté a un hombre cuando estaba en el colegio.” La historia nos lleva a un aula en la que el narrador, Fein, y sus compañeros de clase, torturaron psicológicamente a su maestro de historia (el Sr. Vello), quien tras un ataque de ansiedad y humillado por el adolescente y el resto de la clase, se suicidó. Fein nos dice que sufre pesadillas desde hace muchos años, pero son pocos los indicios textuales que apunten un total arrepentimiento por su parte.

Self crea entornos harto plausibles a simple vista, pero en su narración fuerza los límites de la realidad creada hasta hacer de ella algo disparatado, u opresivo. En ‘A Short History of the English Novel’ dos amigos que están almorzando discuten sobre el estado de la novela inglesa preguntan por curiosidad al camarero si tiene aspiraciones literarias; éste les sorprende al revelarles el argumento de una novela siguiendo el modelo picaresco inglés del siglo XVIII. Conforme avanza la tarde, en cada uno de los locales donde pasan, a tomar café o a saludar a conocidos, los camareros (novelistas principiantes) plantean sus quejas ante el abandono por parte de los editores ingleses. El desenlace de una situación tan absurda es, por supuesto, absurdo.

Para mi gusto, los dos mejores cuentos de este volumen son ‘Inclusion®’ y ‘Chest’. En el segundo, un escenario distópico en el que la atmósfera está tan contaminada de gases irrespirables que los achaques respiratorios confinan a las personas en sus casas; el artista Simon Dykes invita al dependiente del quiosco a una fiesta en la que compartirán codeína y nebulizadores. Al día siguiente sale a dar un paseo sin máscara de gas y se encuentra con su rico vecino y sus amigos, que han organizado una cacería de faisanes entre la tóxica niebla que rodea la casa.

Dykes reaparece en ‘Inclusion®’ como paciente de un tratamiento ilegal masivo de los innumerables casos de depresión en las localidades cercanas a Oxford. La droga, obtenida de la materia fecal y en descomposición de un parásito de una especie de abeja de la región amazónica, tiene la virtud de despertar el interés del paciente por todo, hasta exacerbarlo. Este cuento está muy bien trabajado, en tanto que cuenta con hasta cuatro voces narradoras diferentes, explicitadas mediante diarios de trabajo o informes que el primer narrador (que se dirige al lector en segunda persona) va encontrando en una carpeta.


En general, los cuentos de Self no destacan por su creación de personajes (muchos de ellos planos, algo artificiosos) ni de sus tramas, sino por la riqueza de detalles, tanto visuales como sonoros y olfativos, y la descripción de objetos; con ambos, Self crea espacios ficticios irracionales y hace una más que aceptable exhibición de su gusto por la sátira agria.

31 ago 2013

Reseña: La piel del miedo, de Javier Vásconez

Javier Vásconez, La piel del miedo (Madrid: Viento Sur, 2010). 188 páginas.

Pobre de aquel (esto es solamente una opinión personal) que nunca llegue a experimentar la aliviadora sensación de saber que el miedo a la muerte no tiene sentido, de que dicho miedo es en realidad resultado lógico de no saber quiénes somos ni de dónde venimos. Entre los más pequeños, sin embargo, el miedo no deja de ser algo natural y plenamente justificado. Pero no es óbice para que, en algún momento de nuestras vidas, ocurra que muchas de nuestras fobias desaparezcan y superemos esos temores tan profundos. Hasta que eso suceda, el temor puede ser parte de nuestra existencia diaria y regir nuestras acciones, dictando nuestros pensamientos.

El inicio de La piel del miedo de Javier Vásconez es ciertamente trepidante. Un muchacho llamado Jorge nos cuenta cómo se despertó una noche brutalmente sobresaltado por el atronador ruido de unos disparos en el interior de su casa, disparos seguidos de los gritos desesperados de su madre. Los disparos los ha efectuado su padre, periodista de cierto renombre, atenazado por el terror, alcohol y la violencia tras haber sufrido la represión de los esbirros a sueldo de su antiguo amigo, y que en la época de la novela es Presidente de Ecuador.

Al poco tiempo el padre huye de la casa y de las vidas de Jorge, su hermana Adela y su madre, Fanny. La narración que Vásconez pone en boca de Jorge es un recuento de las circunstancias en las que Jorge va creciendo, y nos pone sobre aviso acerca de su enfermedad, la epilepsia, y de cómo esta lo transforma, determinando su vida y muchas de sus reacciones a los acontecimientos que tienen lugar en la casa dominada por la tristeza y el vacío dejado por el padre ausente, así como en los otros lugares donde Jorge se relaciona con otras personas a lo largo de su vida. En ese sentido, La piel del miedo es una Bildungsroman, y los mejores pasajes, a mi parecer, son los que cuentan la extraña relación que Jorge tiene con Ramón y con la madre de éste.

Ramón y Jorge adquieren un turbio sentido de la vida en la adolescencia, pues mientras Ramón insiste en que su destino es (d)escribir el mundo y la vida misma en forma de tatuaje en la piel de una mujer, Jorge lucha con sus demonios interiores, principalmente el miedo y la ausencia de su padre; los demonios en la novela vienen representados por la constante amenaza del volcán Pichincha, pero también por las sombras de una ciudad lóbrega y nocturna, la pertinaz lluvia que cae sobre Quito o el abrasador sol andino.

Por momentos, sin embargo, la narración de La piel del miedo, se pierde en repeticiones o en divagaciones secundarias que pueden parecer un tanto innecesarias. El paso de Jorge de la niñez a una adolescencia solitaria y desprotegida queda un poco desdibujado porque Vásconez nos obliga a deambular un poco por la noche quiteña. Jorge y Ramón aprenden paulatinamente a desenvolverse en el mundo de los antros, de las calles oscuras, de los bares y los prostíbulos. En cambio, la narración pasa prácticamente de puntillas por la experiencia de abrir una librería en la ciudad de Quito.

No obstante, las interacciones de Jorge con los personajes que pueblan el Hotel Dos Mundos son un terreno fértil para la exploración de dichos personajes (especialmente el de la cantante Fabiola) y sostienen el interés de la novela hasta su resolución. El miedo está presente de una u otra forma en las vidas de todos ellos: el miedo es el ingrediente primordial de sus existencias y la razón fundamental de las diferentes decisiones que toman todos ellos.

23 ago 2013

Reseña: The Prince, de R. M. Koster

R. M. Koster, The Prince (Nueva York: The Overlook Press, 2013 [1972]). 351 páginas.

De aquellos años en que la educación que recibíamos en las clases de E.G.B. parecía lograr algunos de sus nobles fines, yo diría que los mapas que utilizaban maestros y que nosotros memorizábamos en casa sirvieron su propósito: del de Centroamérica se me quedó bien clavada la imagen de una pequeña superficie de terreno en el centro de Panamá, y que curiosamente coincidía con el canal que unía dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Los libros de texto aseguraban que aquella pequeña franja pertenecía a los Estados Unidos; a decir verdad, en cuarto o quinto curso no sabíamos nada de la historia de aquella parte del mundo (y tampoco es que aprendiéramos mucho más en otros cursos posteriores, todo hay que decirlo), y dábamos por hecho que el tío Sam era dueño y señor del canal, porque sí.

Panamá: una importancia estratégica vital para el capitalismo
The Prince se publicó por vez primera en 1972, y ahora en 2013 The Overlook Press reedita el libro, pero lamentablemente lo hace en una edición plagada de erratas, algunas de las cuales se repiten por doquier y desvirtúan así la labor de actualización de esta curiosa novela.

El protagonista y narrador de The Prince es un joven político llamado Kiki (Enrique) Sancudo, hijo de un expresidente de un país centroamericano llamado Tinieblas. Mientras preparaba la campaña electoral a la Presidencia del país, Kiki es víctima de un atentado, y queda paralizado de cuello para abajo. El inicio es de lo más prometedor, pues Kiki divaga en torno a la mejor manera de ejecutar su venganza contra el hombre que intentó quitarle la vida, el Ñato. Los detalles de su plan son más que escabrosos: un salvajismo y una crueldad que señalan que estamos ante un hombre cuya esencia parece estar corrompida por la sed de venganza.
Pero luego el lector percibe que se trata de una sátira, y que como suele ser habitual, una de las maneras más eficientes de ridiculizar a un personaje es hacerlo a través de sus propias palabras. Por la boca muere el pez. En ese sentido, Kiki personifica al machito latino, al criollo privilegiado que hace y deshace a su antojo.

La novela establece un recuento cronológico de las andanzas y aventuras de Sancudo en Tinieblas y en muchos otros lugares del mundo. En los Estados Unidos aprende a ganar dinero con negocios ilícitos, exprimiendo la sangre y el sudor de otros: por ejemplo, instala con sus socios prostíbulos móviles en las universidades de mayor renombre.

Todo el libro está impregnado de hipérboles. Koster conoce bien el sentido del humor latino (no en vano, el autor reside en Panamá y lleva la tira de años viviendo en esa parte del mundo). Un breve vistazo a los apellidos de los muchos presidentes y los otros muy variados personajes de la novela (militares, jueces, administrativos, etc.) son de por sí motivo de risa: Ladilla, Piojo, Chinche, Mocoso, Canino, Rabioso, Avispa…  El mismo Sancudo nos remite al nombre con el que también se conoce al mosquito en buena parte de Latinoamérica: zancudo.

La influencia de los novelistas del llamado ‘boom’ en esta obra de Koster es evidente. Los episodios y detalles narrativos que requieren altas dosis de credibilidad por parte del lector son numerosos: una de las amantes del presidente Sancudo tiene cola como si fuera una yegua; Alfonso, el hermano de Kiki, pasa por una fase de crecimiento desmesurado, a la manera de Alicia, a medida que su vida amorosa progresa; un hombre lobo que aterroriza a la gente del campo; un astrólogo de pasado nazi que se convierte en principal consejero presidencial.

Por momentos, The Prince roza la astracanada, pero Koster es lo suficientemente hábil como para alejarse de la tentación de rizar el rizo de lo ridículo. Las caricaturas de los hombres de la alta sociedad criolla de Tinieblas y sus constantes maquinaciones e intrigas son veraces porque solamente desde la hipérbole es posible intuir una realidad mucho más mesurada, pero no por ello menos corrupta y repulsiva.

The Prince, por cierto, fue traducida hace ya muchos años al castellano. La publicó Grijalbo bajo el título de Príncipe de Tinieblas en 1973. Cabría suponer que la traducción precisará una profunda revisión, al igual que Overlook Press debiera emplear a un buen corrector de pruebas en futuras reimpresiones de esta divertida novela.

21 ago 2013

'Cazando animales', un cuento de Ruby J. Murray

Fuente: Wikicommons Images
La revista Hermano Cerdo publica un cuento de la australiana Ruby J. Murray que he traducido al castellano. Narrado desde la perspectiva de una niña, cuenta la amistad que entabla con un joven solitario y con un pasado doloroso pero oscuro en las playas de un pueblo costero del sur de Australia. El cuento comienza así:
Aquel verano hacía frío en la playa. Estaba yo recogiendo pequeñas caracolas grisáceas donde la marea baja deja su marca cuando pasó Darryl Tuckey con un arpón en la mano. Le pregunté qué iba a hacer con el arpón, y me dijo que iba a cazar rayas.
Yo no conocía a Darryl Tuckey, y en todo caso, nosotros éramos veraneantes, no sabíamos nada de él ni de su familia, ni de lo que les había sucedido. Los chupahelados, nos llamaba la gente del pueblo. Nos tenían cierta ojeriza, a nosotros, a los de la ciudad, porque teníamos coches limpios y casas grandes de ladrillo, con ventanales alineados frente a aquella vieja costa agreste.
"¿Has cazado alguna?" le pregunté.
"No," dijo Darryl Tuckey. "Todavía no. Pero lo haré. Puedes estar segura."
Él siguió avanzando por la playa con fuertes zancadas, los hombros encorvados hacia adelante, levantando terrones de arena gris con los tacones de las botas. Llevaba puestos unos vaqueros lavados a piedra y una camiseta verduzca descolorida. El dobladillo de la camisa se agitaba como una faldilla que le rodeara la cintura, como si alguna vez le hubiera pertenecido a alguien mucho más grueso. Lo seguí durante un rato, a una distancia prudencial, mientras el océano suspiraba junto a la orilla. Los agujeros que diminutos ácaros horadaban en la arena allí donde el mar marcaba su línea chupaban y engullían el agua.
Darryl Tuckey no se dio la vuelta ni miró hacia atrás.
Puedes terminar de leer el cuento aquí. Espero que te guste.
Aquel verano hacía frío en la playa. Estaba yo recogiendo pequeñas caracolas grisáceas donde la marea baja deja su marca cuando pasó Darryl Tuckey con un arpón en la mano. Le pregunté qué iba a hacer con el arpón, y me dijo que iba a cazar rayas.
Yo no conocía a Darryl Tuckey, y en todo caso, nosotros éramos veraneantes, no sabíamos nada de él ni de su familia, ni de lo que les había sucedido. Los chupahelados, nos llamaba la gente del pueblo. Nos tenían cierta ojeriza, a nosotros, a los de la ciudad, porque teníamos coches limpios y casas grandes de ladrillo, con ventanales alineados frente a aquella vieja costa agreste.
"¿Has cazado alguna?" le pregunté.
"No," dijo Darryl Tuckey. "Todavía no. Pero lo haré. Puedes estar segura."
Él siguió avanzando por la playa con fuertes zancadas, los hombros encorvados hacia adelante, levantando terrones de arena gris con los tacones de las botas. Llevaba puestos unos vaqueros lavados a piedra y una camiseta verduzca descolorida. El dobladillo de la camisa se agitaba como una faldilla que le rodeara la cintura, como si alguna vez le hubiera pertenecido a alguien mucho más grueso. Lo seguí durante un rato, a una distancia prudencial, mientras el océano suspiraba junto a la orilla. Los agujeros que diminutos ácaros horadaban en la arena allí donde el mar marcaba su línea chupaban y engullían el agua.
Darryl Tuckey no se dio la vuelta ni miró hacia atrás.
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Aquel verano hacía frío en la playa. Estaba yo recogiendo pequeñas caracolas grisáceas donde la marea baja deja su marca cuando pasó Darryl Tuckey con un arpón en la mano. Le pregunté qué iba a hacer con el arpón, y me dijo que iba a cazar rayas.
Yo no conocía a Darryl Tuckey, y en todo caso, nosotros éramos veraneantes, no sabíamos nada de él ni de su familia, ni de lo que les había sucedido. Los chupahelados, nos llamaba la gente del pueblo. Nos tenían cierta ojeriza, a nosotros, a los de la ciudad, porque teníamos coches limpios y casas grandes de ladrillo, con ventanales alineados frente a aquella vieja costa agreste.
"¿Has cazado alguna?" le pregunté.
"No," dijo Darryl Tuckey. "Todavía no. Pero lo haré. Puedes estar segura."
Él siguió avanzando por la playa con fuertes zancadas, los hombros encorvados hacia adelante, levantando terrones de arena gris con los tacones de las botas. Llevaba puestos unos vaqueros lavados a piedra y una camiseta verduzca descolorida. El dobladillo de la camisa se agitaba como una faldilla que le rodeara la cintura, como si alguna vez le hubiera pertenecido a alguien mucho más grueso. Lo seguí durante un rato, a una distancia prudencial, mientras el océano suspiraba junto a la orilla. Los agujeros que diminutos ácaros horadaban en la arena allí donde el mar marcaba su línea chupaban y engullían el agua.
Darryl Tuckey no se dio la vuelta ni miró hacia atrás.
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15 ago 2013

Reseña: Middle C, de William H. Gass

William H. Gass, Middle C (Nueva York: Alfred Knopf, 2013). 395 páginas.

“No sé si la belleza es todavía posible en este mundo” (p. 356).

El protagonista de esta novela de William H. Gass (su tercera en prácticamente cincuenta años, todo un ejercicio de sobriedad literaria) es un individuo extraño. Joseph Skizzen es una suerte de autodidacta que aprende a fingir o falsificar una vida entera con el único objetivo de poder pasar desapercibido. Su padre, Rudi Skizzen, decide salir de una Austria habitada por seres crueles antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, sabiendo en una premonición lo que va a pasar en su tierra. La familia huye desde Graz a Londres, donde se harán pasar por judíos. De Rudi Skizzen se convierte en Yankel Fixel, para luego pasar a ser Raymond Scofield. En el Londres del blitz viven en la miseria y al borde de la hambruna; la madre lava ropa, el padre ayuda a imprimir octavillas de propaganda antihitleriana. Tras el final de la contienda, el gran maestro del disfraz que es Skizzen/Fixel/Scofield gana mucho dinero en una apuesta y desaparece. La policía informa a la madre (antes Nita, luego Miriam) de que aparentemente ha partido, con documentos falsificados, hacia los Estados Unidos o Canadá.

Sin saber muy bien qué hacer, Miriam cruza el Atlántico con sus dos hijos, Deborah y Joseph, y finalmente se establecen en una pequeña ciudad, Woodbine, lugar ficticio de Ohio. De Rudi no hay rastro ni noticia alguna. Mientras que su hermana mayor pronto hallará su lugar en su nueva patria adoptiva al casarse con un granjero, Joseph (Joey) crecerá bajo la indeleble sombra de la desaparición de su padre: un estudiante apocado, tímido, para nada ambicioso.

El juego literario que Gass sugiere refleja, en cierto modo, el determinismo genético: de tal palo, tal astilla. Así, Joseph Skizzen no deja de ser un extranjero residente en los EE.UU., que en ningún momento trata de normalizar o legalizar su situación. Pero como su padre, sabe hacer lo necesario para abrirse camino. Irá adquiriendo una identidad y falsificando documentos cuando sea preciso, lo que en un determinado momento le permitirá abrirse camino en el mundo académico como profesor de música. Consciente de su mediocridad, el ya treintañero Skizzen vive con su madre en una casa prestada de forma gratuita por la universidad, y en el ático que le sirve de estudio dedica la mayor parte de su tiempo libre a una obsesión: su personalísimo Museo de la Inhumanidad, en el cual va estableciendo una colección de ejemplos gráficos de las horripilantes brutalidades y salvajes asesinatos en masa, amén de masacres, matanzas étnicas y otras “exquisiteces” que caracterizan la historia de la humanidad.

El narrador omnisciente de Middle C nos ofrece un curioso relato del paso de Joey de la adolescencia a la juventud: su primer trabajo es en una tienda de música, de la que saldrá escaldado tras ser acusado de un robo que no ha cometido. Tras dejar los estudios, encuentra trabajo en una biblioteca en otra ciudad (ficticia) no muy lejana de Woodbine. La visión cáustica de Gass, primorosamente plasmada en su prosa, impera en estos capítulos. La trama de Middle C no es el punto fuerte de la novela. En realidad, la trama de la vida gris, convencional y retraída de Skizzen en compañía de su madre (cuya único capricho es la jardinería) sirve simplemente como telón de fondo. No es una obra para el lector medio, que tanta tendencia muestra a ser pasivo, como el show-business literario últimamente le dicta. Gass busca hacerte pensar: honrosa excepción entre los novelistas estadounidenses contemporáneos. Claro que Gass pertenece a una generación muy anterior, con nombres ilustres como Philip Roth, muchos de cuyos integrantes ya han fallecido.

Además de recortar informaciones sobre crímenes de revistas y diarios, Skizzen dedica su tiempo también a la tarea de perfeccionar un enunciado que resuma de alguna manera su visión del mundo. El primer ejemplo que nos da Gass del enunciado es el siguiente: “El temor a que la raza humana pudiera no sobrevivir ha sido sustituido por el temor a que perdure” (p. 22). Unas cuantas páginas más adelante, el enunciado aparece expresado con estas palabras: “La suposición de Joseph Skizzen respecto al hecho de que la humanidad pudiera no sobrevivir a su propia naturaleza disoluta y sanguinaria ha quedado reemplazada por la sospecha de que, a pesar de todo, lo hará” (p. 55). Este enunciado tan desolador (o tan realista, según se mire) adopta cerca de cincuenta versiones diferentes a lo largo de Middle C, y entre ellas Gass intercala algunos pasajes verdaderamente impagables.

Los temas de esta novela son no obstante muy actuales: la identidad de la persona y la obsesión por la forma externa antes que el contenido; el desprecio a lo que representa la humanidad como colectivo por las atrocidades de que es capaz; y finalmente (y este es un tema del que, debo confesar, no he sacado mucho en claro) la traslación de la técnica musical de los doce tonos de Schoenberg como interpretación o explicación teórica del mundo que nos rodea. El título de la novela, Middle C (la nota musical do, situada en el centro del teclado del piano) nos señala la mediocridad como planteamiento vital. Pasar inadvertido por un mundo en el que reinan la crueldad y el enseñamiento suele ser la aspiración para muchos, si bien no necesariamente para la mayoría. La sociedad actual se ha revelado como exhibicionista y estridente, gracias a lo que la tecnología del siglo XXI facilita y pone al alcance de los dedos de cualquiera que tenga un Smartphone (por cierto, la palabra se las trae).


Middle C no es novela para cualquier lector, y desde luego se hace una pizca larga. Si el Pynchon de, por poner un ejemplo, Mason & Dixon se te atraganta, no te recomiendo a Gass. Si por el contrario disfrutas del mero hecho de leer para encontrar gemas en medio de una novela que no parece llevar a ninguna parte, ésta tiene muchas perlas. El estilo de Gass es exuberante: escribe con gusto y es un verdadero placer leerlo y paladear esos momentos que parecen creados para que tú los encuentres y los saborees. Por ejemplo: “Joseph thought Miss Moss hissed. She certainly sailed out of sight. Her world must be flat because she disappeared all at once rather than a bit at a time.” (p. 175). Salvando las distancias, algo así como “Joseph pensó que la Srta. Moss dejaba escapar un silbido al moverse. Ciertamente, zarpaba hasta salir de tu campo de visión. Su mundo debía de ser plano, pues desaparecía de golpe, en vez de hacerlo poco a poco”.

12 ago 2013

Resurrection, by Roberto Bolaño


Resurrection

Poetry enters a dream
Like a diver into a lake.
Poetry, braver than anyone else,
Enters and falls
Heavily
Into a lake, infinite like Loch Ness,
Or murky and ill-fated, like Lake Balaton.
Gaze at it from the bottom:
A diver
Innocent
Wrapped in the feathers
Of will.
Poetry enters a dream
Like a dead diver
In God’s eye.

Translated from the Spanish by Jorge Salavert, 2013.

31 jul 2013

Reseña: Last Man in Tower, de Aravind Adiga

Aravind Adiga, Last Man in Tower (Leicester: WF Howes, 2011). 599 páginas.

Una película que más me gustaba compartir con los estudiantes de español avanzado, hace ya años, fue La comunidad de Alex de la Iglesia, y con Carmen Maura en el papel estelar. Se trataba de una comedia negra en la que se esboza un retrato despiadado de una comunidad de vecinos madrileña, en una crítica atroz de la codicia y la envidia que pueden vivir en cuerpo y alma tras las paredes de los apartamentos contiguos al nuestro. En Last Man in Tower, Aravind Adiga nos introduce en otra comunidad de vecinos, pero el escenario no es el centro de Madrid sino uno de los barrios de la populosa ciudad india de Mumbai.

Para ver el tráiler de La Comunidad, haz clic aquí.

Vakola es uno de los polos del imparable desarrollo urbanístico de Mumbai; es terreno abonado para la corrupción de los promotores inmobiliarios. Shah, rico hecho a sí mismo, es el halcón inmobiliario que quiere echarle sus garras a un viejo edificio en el que vive una bien avenida comunidad multirracial con diferentes creencias religiosas. Un total de quince apartamentos, en los que viven unas trece familias y una joven periodista sola, y uno de los pisos está desocupado. Shah proyecta construir un gran complejo de apartamentos de lujo, y para ello debe comprar el edificio de la Vishram Society.
Marina Drive, Mumbai (Fuente: Wikicommons Images)
El edificio ya no tiene el esplendor de sus primeros años: los monzones han dejado huella, y el poder adquisitivo de los propietarios no es tan alto que les permita hacer reparaciones costosas. El olor del dinero o el brillo del oro pueden ser suficientes para convencer a la mayoría de ellos de que vendan. Si bien en un principio no todos estarán dispuestos a marcharse, poco a poco la codicia y la esperanza de mejorar su posición económica hacen mella en su determinación. Solamente un viejo maestro que cuenta con el respeto de todos ellos se mantiene en su oposición a la oferta del promotor, pero con el paso del tiempo los demás lo verán como el obstáculo entre ellos y el dinero.

Una narración cronológica que comienza un 11 de mayo con la visita de un joven muy bien vestido a la Vishram Society. El joven hace muchas preguntas sobre el edificio y sus residentes y propietarios. La historia avanza hasta la fecha límite que les ha puesto el promotor para que todos firmen el acuerdo con su empresa inmobiliaria. Un par de días después el temido desenlace tiene finalmente lugar (si bien no en la forma que uno pudiera haber esperado). La parte final de la novela se sitúa ya a fines del mismo año, concretamente el 23 de diciembre, cuando algunos de los personajes se reúnen otra vez en la playa de Juhu alrededor de un partido informal de cricket.
La playa de Juhu, Mumbai. Fuente: Wikicommons Images.
La comunidad de Vishram Society constituye un retablo de la ciudad de Mumbai, pero Adiga centra la narración en los dos personajes que definen el conflicto, y que curiosamente nunca llegan a conocerse. El primero es Masterji, viejo maestro viudo, ya retirado pero testarudo y orgulloso, que persiste en vivir en la sola compañía de los recuerdos de su difunta esposa y de su hija, fallecida muchos años antes en un accidente de tren. El otro es el promotor inmobiliario, un empresario sin moral, implacable y emprendedor, rápido y sagaz a la hora de hacer entrega de un soborno a la policía, o de comprar los servicios de unos matones para que le den un buen susto a algún anciano inquilino díscolo.

Adiga indaga en la gradual degeneración moral de los vecinos de Masterji, quienes a medida que se acerca la fecha límite que el promotor les ha dado para formalizar la venta del inmueble se vuelven más impacientes, y su malquerencia hacia Masterji  adquiere tintes grotescos, llegando a embadurnarle la puerta de la casa con la caca de Ramu, el hijo con síndrome de Down de la Sra. Puri, su vecina.

Como en su anterior novela (publicada en 2008) que ya reseñé en 2011, The White Tiger, Adiga no escatima recursos para llevar al lector a considerar los temas de la codicia y la corrupción, y la desintegración moral que, según parece, es tan sencillo causar en personas cuya única esperanza de una vida mejor puede ser la oferta de un promotor inmobiliario. Sin embargo, esta no es una obra que despliegue la imparable fuerza y el ímpetu de la ya reseñada Behind the Beautiful Forevers de Katherine Boo, que trata también de la ciudad de Mumbai. Last Man in Tower vale como obra de ficción: Adiga maneja bien el suspense hasta el final, pero los personajes están un poco desdibujados.

Como en el caso de los personajes de La comunidad, tras haber cruzado un determinado umbral, ya no hay marcha atrás ni freno. El futuro se escribe con la tinta de los billetes del Banco de India. Agárrense fuerte al autorickshaw, porque el viaje puede ser movidito.
Fuente: Wikicommons Images.


24 jul 2013

The Romantic Dogs, by Roberto Bolaño

The Romantic Dogs

At the time I was twenty years old
And I was crazy.
I had lost a country
But gained a dream.
And if I had that dream
The rest did not matter.
Not working, not praying
Not studying into the morning
Beside the romantic dogs.
And my dream lived in the gap of my spirit.
A wooden room,
In darkness,
In one of the tropical lungs.
And sometimes I turned within myself
And visited the dream: a statue eternised
Into liquid thoughts,
A white worm twisting
In love.
A runaway love.
A dream within a dream.
And the nightmare would tell me: you will grow.
You will leave behind the images of pain and the maze
And you will forget.
But at the time growing would have been a crime.
Here I am, I said, with the romantic dogs
And here I intend to stay.

Translated into English by Jorge Salavert, 2013.

This is the poem I chose to read at the annual Dead Poets' Dinner held in Canberra. It was well received by those attending. Even if the younger Bolaño, the one who founded the Infrarrealists Group in Mexico City, would have very likely booed at every single poem that was read at the Dinner.

21 jul 2013

Reseña: The Marriage Plot, de Jeffrey Eugenides

Jeffrey Eugenides, The Marriage Plot (Nueva York: Farrar, Strauss & Giroux, 2011). 406 páginas.

Tan pronto terminé de leer esta novela de Jeffrey Eugenides, me entró la duda de si lo que había leído era una gran novela o no. El caso es que The Marriage Plot está cuidadosamente estructurada, pulcramente escrita en su gran mayoría, bien acabada en casi todos sus detalles; en definitiva, parece ser tan increíblemente perfecta que la duda parecía incluso disiparse. ¿Pero desaparece del todo esa duda?

Para empezar, el argumento es más viejo que la tos. Se trata de un clásico triángulo amoroso, compuesto de: a) una joven estudiante, muy guapa y atractiva, Madeleine, muy capacitada intelectualmente y de familia acomodada; b) otro joven estudiante, Mitchell, no excesivamente agraciado pero locamente enamorado de la chica, pero que vacila entre la vocación religiosa y la llamada de la carne; y c) el tercer joven estudiante, Leonard, alto, atractivo, muy inteligente, carismático, de familia pobre y rota, con tendencia a sufrir altibajos emocionales.

Al inicio de la novela, averiguamos que Madeleine ha roto hace poco su relación con Leonard. Es el día de su graduación, en mitad de la década de los 80. Sus padres han venido a verla y ella es un manojo de nervios; por casualidad se encuentran a Mitchell, a quien ya conocían porque Madeleine lo invitó a pasar un fin de semana en su casa, y lo invitan a desayunar con ellos.

La novela avanza y retrocede en el tiempo, revisitando episodios aunque sin aportar cambios drásticos de punto de vista ni datos reveladores que cambien un ápice de la historia. El día de la graduación Madeleine descubre que Leonard ha sido ingresado en el hospital con un severo cuadro psicótico; en vez de participar en el desfile universitario (nunca he sentido curiosidad alguna por este tipo de horteradas tan americanas) acude al hospital, donde hace las paces con Leonard. Madeleine se ocupará de ayudar a Leonard a retornar a una especie de normalidad que nunca será total. Tras el verano se va con él a un rincón apartado en Massachusetts a trabajar en un gran laboratorio genético. Mientras, Mitchell se marcha a Europa con su amigo Larry, y recorren gran parte del viejo continente antes de recalar en Grecia; de allí Mitchell se va a India, donde quiere trabajar como voluntario en uno de los centros humanitarios que dirige la Madre Teresa.

Leonard empieza a experimentar con su tratamiento, con resultados predecibles. En lo que supone para ambos una huida hacia adelante, Madeleine y Leonard deciden casarse. La luna de miel los llevará a Francia, y es en Montecarlo donde Leonard se asoma a un abismo y sufre una grave recaída.

Pese a los juegos metaliterarios que introduce Eugenides (Madeleine baraja la idea de realizar un estudio académico analizando las tramas en torno al matrimonio de las heroínas de la novela victoriana inglesa, y de ahí el título) en la primera parte de la novela, sin lugar a dudas la mejor, y los animados intercambios que relata entre los estudiantes del curso de semiótica (Barthes hace acto de presencia mucho más de lo que supongo que le habría gustado al autor de Mythologies), The Marriage Plot, para mi gusto, no termina de cuajar como narración. Y en parte no lo hace porque los tres personajes principales no tienen un sustrato sólido, y quedan desdibujados o desfigurados debido a que el autor no termina de mojarse.

En el caso de Mitchell (posiblemente el más próximo al autor, hijo de emigrantes griegos), la caracterización del personaje durante su estancia en India parece vacilar entre la sátira (se compra un crucifijo que solamente expone al mundo tras ver a Madre Teresa) y la seriedad de su visión de la miseria y la desgracia de los más desfavorecidos, ante cuya fuerza finalmente sucumbe para huir de una realidad tan insufrible.

The Marriage Plot va perdiendo fuerza a medida que la trama nos acerca al desenlace, y podría argüirse que también Eugenides va perdiendo el imponente control que ha ejercido sobre la novela en un primer momento. El símil que construye en torno a la situación familiar en casa de Madeleine, con Mitchell de espectador mudo e involuntario árbitro, con la situación belicosa entre Israel y Palestina en esa misma época es no solamente forzado sino extremadamente poco afortunado.

Es una novela que comienza muy bien, prometiendo mucho, deslumbrando en ocasiones con su ordenada estructura y atractiva trama, pero el ritmo no se sostiene. Con todo, estoy convencido de que Hollywood la adaptará bien pronto a la pantalla, y volverán a vendérnosla, bien empaquetada bajo los famosos nombres de algunos atractivos cuerpos de chicas y galanes que tan bien venden (si nos da por comprar, claro está; en mi caso, lo llevan bastante crudo porque no voy al cine ni alquilo películas). Y aquí paz, y allá gloria.

Menos mal que siempre hay otro libro por leer, y siempre hay esperanza de que sea un poco mejor que el anterior…

18 jul 2013

Rain, by Roberto Bolaño

Estarcido de Bolaño, Barri de Sant Antoni, Barcelona, Catalunya. (c) Farisori, 2013
Rain

It’s raining, and you say: ‘it’s as if the clouds
were crying.’ Then you cover your mouth and hurry
on. As if those scrawny clouds were crying?
No way, impossible. Yet where does that rage come from,
that desperation that will take us all to hell?
Nature shrouds some procedures of hers
in Mystery, her stepbrother. And so, this evening,
which you believe similar to an end-of-the-world evening,
sooner than you think will seem just
a gloomy evening, an evening of solitude lost
in your memory: the mirror of Nature. Or maybe
you will forget it. Neither the rain, nor the weeping, nor your steps
echoing on the cliff track matter now;
Now you may cry, and let your image dissolve
on the windscreens of those cars parked along
the Promenade. Yet you cannot get lost.

Translated into English by Jorge Salavert, 2013.

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