14 nov 2014

Reseña: Burial Rites, de Hannah Kent

Hannah Kent, Burial Rites (Sydney: Pan Macmillan, 2013). 338 páginas.

La ficción permite hacer de la historia algo más dúctil, transformando al antojo del autor los elementos históricos más oscuros, o los aspectos menos exactos, de manera que un personaje histórico nos sea presentado bajo una luz amable o compasiva. No me cabe ninguna duda de hay y habrá personajes históricos que no merecen simpatía ni compasión alguna: genocidas, dictadores, déspotas. Podemos sin embargo asumir con seguridad que son muchísimos los que a lo largo de la historia han sido injustamente castigados, perseguidos con crueldad o ajusticiados con el mero propósito de dar un escarmiento al populacho.

Agnes Magnúsdóttir fue la última mujer decapitada en Islandia. Su muerte se produjo en 1830. Fue acusada junto con otras dos personas (un joven llamado Fridrik y otra sirvienta como Agnes, llamada Sigriður) del asesinato de dos hombres en el norte de la isla. Sigriður vio su pena capital conmutada por la de cárcel perpetua en Copenhague (Islandia estaba bajo dominio de la corona danesa en el siglo XIX), mientras que tanto Agnes como Fridrik fueron ejecutados un frío día de enero.

Este es el material histórico con el que trabaja la australiana Hannah Kent en Burial Rites. La autora invirtió mucho tiempo y esfuerzo en investigar los datos históricos disponibles antes de ponerse manos a la obra. Burial Rites se inscribe por tanto en la cada vez más pujante tendencia de la novela histórica. La novela cuenta la historia de Agnes adoptando distintos puntos de vista narrativos, en gran medida complementarios entre sí: por un lado el de la propia Agnes, en primera persona, y por otro el de varios de los personajes secundarios que se articulan en un narrador en apariencia omnisciente. Además, Kent incluye documentos judiciales y legales diversos traducidos, los cuales ayudan a contextualizar la trama y la narración. En la nota final que sigue a la novela, la autora asevera que su intención es crear un retrato más ambiguo de Agnes que el que la historia nos ha dejado en forma de legajos judiciales y leyendas orales.

El estudio de Agnes, deliberadamente ambiguo, permite al lector posicionarse y jugar con las perspectivas. A ratos es fácil pensar que fue víctima de los prejuicios sexistas y clasistas de la época, mientras que de la lectura de otros fragmentos de la novela podría muy bien deducirse que fue cómplice consciente de un doble asesinato. ¿Importa la verdad (sea ésta la que sea) en su caso? En los momentos finales Agnes cede al miedo y Kent la presenta no como heroína sino como una pobre mujer empobrecida y derrotada.

La relación de la cautiva con la familia que se vio obligada a aceptarla en su hogar hasta el día de su ejecución queda diestramente reflejada en los diálogos. No así tanto la relación de Agnes con el joven clérigo Toti: Kent opta por la ambigüedad a la hora de plasmar en la novela los atisbos de tensión sexual entre el religioso y la condenada.

Pese a que el desenlace de Burial Rites es evidente desde un principio, la novela no defrauda gracias al buen hacer de Kent. La autora escribe con una prosa elegante, un lenguaje de un porte poético, quizás un pelín florido. El durísimo entorno climático del invierno islandés lo describe Kent con abundante elocuencia  Más mérito tiene en mi opinión el hecho de que los documentos históricos reproducidos que acompañan a la narración no chirríen en absoluto.
Islandia - Photograph by Andreas Tille
Me resulta un tanto intrigante que la novela haya sido ya traducida al castellano (Ritos funerarios, publicada por Alba en traducción de Laura Vidal). Hay unos cuantos (muchísimos, if you ask me) autores australianos con una larguísima trayectoria literaria, con obras de gran calibre y calidad, que siguen sin recibir esa rara bendición de la traducción al castellano, y al paso que vamos terminarán en el cajón del olvido y la indiferencia. Aun siendo un buen debut, Burial Rites no es una obra deslumbrante, por lo que su rápida irrupción en el mercado editorial español es para mí algo muy sorprendente. Uno de esos misterios que quizás en un par de siglos alguien con tiempo y dinero se dedique a investigar.

Y quizás hasta le inspire a escribir una novela histórica...

8 nov 2014

Reseña: The Woman Upstairs, de Claire Messud

Claire Messud, The Woman Upstairs (Londres: Virago, 2013). 301 páginas.

Hacía ya un tiempo que no me encontraba con una primera página de una novela que me haya cautivado tanto como este largo despotricar de la protagonista de The Woman Upstairs. Hay algo en esas primeras oraciones de lo que es una narración que adopta el formato de un largo monólogo que de hecho me impacta como lector. Es sin duda, en la superficie, la ira directa y palpable, una rabia colérica que no admitirá ser aplacada por nada, y que Nora expresa con un tono inabordable:

“¿Que como estoy de enfadada? No quieres saberlo. Nadie quiere saber nada de eso. 
Soy una buena chica. Soy una chica simpática, con todo sobresalientes, una buena hija algo mojigata, una chica que hizo buena carrera, y nunca le robé el novio a nadie ni dejé en la estacada a una amiga, y me aguanté las gilipolleces de mi padre y las gilipolleces de mi hermano, y en todo caso ya no soy una chica, joder, tengo más de cuarenta tacos, hago bien mi trabajo y soy fenomenal con los niños, y sujetaba la mano de mi madre cuando se murió, después de pasarme cuatro años sujetándole la mano mientras se estaba muriendo, y hablo con mi padre por teléfono todos los días – todos los días, eso sí, y «¿Qué tiempo tenéis al otro lado del río?, pues aquí está bastante plomizo y también algo húmedo. En la lápida de mi tumba se suponía que iba a leerse ‘Gran Artista’, pero si me muriera ahora mismo diría en cambio ‘una buena maestra/hija/amiga’; y lo que realmente quiero decir a grito pelado, y que se lea también en mayúsculas en la lápida, es QUE OS JODAN A TODOS.” (p. 3, mi traducción)
Nora, como ella misma nos ha dicho nada más comenzar el libro, es maestra de primaria en Cambridge, Massachusetts. Con (ahora más o menos secretas) ambiciones artísticas que nunca llegó a desarrollar plenamente y próxima a los 40, vive sola, aunque tiene unas cuantas buenas amistades, y está empezando a darse cuenta de que muchas de las posibilidades vitales de que goza una mujer se le están cerrando. Nora recuerda con amargura el momento en que su madre abrió su galleta de la suerte en un restaurante chino local y leyó que “Lo que no hayas hecho será lo que te atormentará”, y yo me atrevo a añadir “para el resto de tus días”.

Al principio del nuevo curso entra en la clase un niño de apariencia inusual, Reza Shahid. A los pocos días, Reza es objeto de un ataque con tintes xenófobos por parte de un par de descerebrados, y es gracias a ese incidente que Nora conocerá a su madre, Sirena (el nombre no es una mera coincidencia). Nora inmediatamente se siente atraída por la italiana Sirena, y poco a poco entra en la órbita de la familia Shahid. El hecho de que Sirena sea una artista cuya reputación empieza a expandirse por todo el hemisferio occidental la motiva más todavía a acercarse a ellos. El padre de Reza, Skandar, está trabajando como profesor invitado en Harvard durante un año. Son por lo tanto una pareja sofisticada e ilustrada. Podrían ser un modelo a seguir para cualquiera, ¿no? Nora queda fascinada por la especie de aureola multicultural de los Shahid (Skandar es de origen libanés/ palestino, cristiano/musulmán) y la timidez y hermosura de Reza, y cuando Sirena le ofrece la posibilidad de compartir un gran atelier, no lo duda ni un instante.

Mientras Nora trabaja en sus propios dioramas (diminutas reproducciones de habitaciones de escritoras o artistas famosas, tal como lo podría hacer una niña de tendencias imaginativas y creativas), Sirena se embarca en un gran proyecto creativo, Wonderland, basado en la obra más conocida de Lewis Carroll; Sirena naturalmente alista la ayuda de Nora, quien se enamora de la artista. El problema es que al mismo tiempo, tras ofrecerse a hacer de canguro de Reza algunas noches, comienza a dar largos paseos con Skandar por las noches, y también su embrujo personal y fuerte atractivo intelectual empiezan a hacer mella en ella. Su obsesión por los Shahid llega a niveles prácticamente enfermizos.

¿Qué busca Nora en los Shahid? ¿Satisfacer un deseo sexual, ya sea con Skandar o con Sirena? ¿Inspiración artística? ¿El paradigma de un ideal que ha ambicionado ser toda su vida sin lograr llegar a serlo? ¿Poder sentirse madre con Reza antes de la edad se lo impida? En las muchas reflexiones que salpican su monólogo (la narración que conforma, al fin y al cabo, The Woman Upstairs) Nora hace mención una y otra vez de un hambre que nada puede saciar, y que es aspecto fundamental de su existencia.

El suspense en torno a las complejidades de su relación con los dos Shahid adultos avanza no siempre al ritmo que uno quizás preferiría – en algunos momentos, Nora me ha exasperado como lector. El clímax resolutivo parece llegar cuando ella y Skandar parecen consumar algo de apariencia sexual en el atelier, en el interior de la instalación artística que Sirena ha creado, y que Messud decide envolver en un halo de vaguedad que a muchos les resultará un tanto frustrante. Hay además un episodio en el que Nora, sola en el estudio y con una botella de tinto matador, se disfraza de Edie Sedgwick y se masturba en el césped artificial de Wonderland.

La narración de The Woman Upstairs transmite (solamente a ratos) un cierto aire a desasosiego, que en mi opinión tiene más que ver con la impresión de que a veces la narradora protagonista resulte una pizca fastidiosa, que con la narración en sí misma. Messud calibra perfectamente el progreso de la trama hasta un desenlace ciertamente inesperado (o quizás es que yo soy un poco ingenuo – a mí me sorprendió, y mucho). La creatividad reprimida, el voyerismo, la facilidad con que la mente humana puede engancharse a una obsesión: son temas fascinantes, pero a través de la narración de Nora (por muy verosímil que lo sea, por muy valiente que resulten sus admisiones) la protagonista casi nunca despierta nuestra simpatía, ni nuestra comprensión. Puede que tú, lector/a, tengas otra opinión, y si has leído la novela, ciertamente me interesaría conocer tu opinión.

Cuando finalmente los Shahid regresan a Europa, la intensa amistad con los Shahid (o la intensidad con que Nora percibía esa amistad) se va difuminando. Hasta que Nora se toma un año sabático y decide viajar a Europa y hacer coincidir sus días en París con fechas en las que los Shahid estarán en la capital francesa, donde tienen su residencia habitual. Como parte de su recorrido turístico, la maestra estadounidense decide visitar la exposición de los videos que Sirena ha grabado de las reacciones de los visitantes a Wonderland. (Atención: SPOILER ALERT) En la exposición descubrirá la imperdonable y abominable traición de la que ha sido objeto, la causa de su ira inextinguible.

6 nov 2014

Right Now: a poem by Miquel Martí i Pol


Right Now

Right now I’m threading a needle
with this yarn of a purpose I suppress,
and which I’m beginning to mend. None of the wonders
eminent magicians had announced
has come to pass, and the years go by quickly.
From nought to little, always against the wind,
what a long course of anguish and silences.
And we are where we are; better to know and say so,
and to place our feet on the ground and proclaim ourselves
the heirs of an era of doubt and renunciation,
when noise drowns out the words
and with many a mirror we half-imitate life.
Neither reminiscing nor complaining is any good,
nor is the off-handed stroke of melancholy
we put on, like a jumper or a necktie,
whenever we go out into the streets. We barely have
what we own, and that’s enough: the space of specific
history we have been given and a minuscule
territory where we enact it. Let us stand up
once again and let the voice of all of us
be heard, solemnly, clearly.
Let us shout out who we are: let everyone listen!
And, once we are finished, let each and every one
put on whatever clothes they fancy, and go outside, 
for everything still needs to be done, and everything is possible.

(from L’àmbit de tots els àmbits)

English version by J. Salavert, 2014.

The original in Catalan, together with a Spanish version,

30 oct 2014

Reseña: Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie

Chimamanda Ngozi Adichie, Americanah (Londres: Fourth Estate, 2013). 477 páginas.
Vaya por delante que en mi opinión, Americanah es, ante todo, una novela de amor en cuya trama la autora ha insertado muchas interesantes ideas. Por muy bueno que sea lo restante, lo que acompaña a la historia de amor que la domina, no deja de ser una mera novela de amor. Aparte del hecho de que los idilios de juventud ya no me atraen ni me interesan, puede ser que la única otra pega que se le podría poner a la novela es su longitud – en la primera parte, la trama entra y sale de una peluquería para mujeres africanas y, a ratos, parece costarle arrancar.

Además, para mi gusto, me decepciona el hecho de que la autora haya decidido explicitar un desenlace (que para colmo, es feliz). Puede que Americanah me habría gustado todavía más si Adichie hubiera concluido la historia unas cincuenta páginas antes, dejando a Ifemelu comprobando que el hombre en el que cree haber reconocido a Obinze en Lagos no era su exnovio.

Ifemelu emigra siendo bastante joven a los Estados Unidos para poder terminar su educación, dado que las huelgas del profesorado y los interminables problemas que aquejan a su país no auguran un gran futuro. Son muchos los que lo intentan, y pocos a los que se les concede el visado. Naturalmente, su llegada a la gran potencia del capitalismo no es tan fácil como podría haber supuesto (a pesar de contar con la ayuda de su tía Uju y alguna que otra amiga – la adaptación a un nuevo entorno con diferentes costumbres y estructuras de poder nunca es fácil. Pero (y es en esto en donde radica el aspecto más atractivo de Americanah) Adichie dota a Ifemelu de grandes dotes de observación, y la protagonista se dedica a diseccionar la sociedad americana desde la perspectiva de una mujer de raza negra no americana.

Tras múltiples intentos de encontrar trabajo y pasar algo de hambre y muchas otras carencias – en una de esas propuestas de trabajo, que inicialmente rechaza, termina prostituyéndose, lo que, naturalmente, la deja traumatizada – consigue un puesto cuidando de los niños de una familia blanca muy acomodada. De ahí a ver cumplido su sueño americano solo hay un paso (o más bien un salto).

El caso es que abre un blog en el que escribe mordaces comentarios y observaciones, y lo que comienza como un pasatiempo, al cabo de semanas y meses se convierte en un gran éxito, lo cual le permite renunciar a su trabajo y ganar dinero. Este es un recurso novedoso y valiente: la autora abre las páginas del libro a la protagonista, y lo que leemos es la voz de ésta: sus experiencias, sus críticas, su cáustica mirada. Ifemelu escribe en el blog para enfrentarse a sus experiencias, reflexionar sobre ellas y poder extraer algo de sentido y dotarse de una coherencia personal o quizás lo que se suele denominar en inglés peace of mind (como hacen tantos otros blogueros, yo mismo entre ellos).

Si uno pasa por alto los capítulos dedicados exclusivamente a introducirnos al idilio adolescente de Ifemelu y Obinze en Nigeria, Americanah es un excelente envite literario. Mención aparte merece la sección del libro dedicada a contar las peripecias de Obinze en Inglaterra, de donde será deportado tras ser arrestado minutos antes de que fuera a contraer un matrimonio por dinero amañado por unos rufianes angoleños. Su historia como emigrante en Inglaterra y la de Ifemelu en los EE.UU., además del contraste de estas experiencias con las de la tía Uju y su hijo Dike, son las que otorgan vigor y sustancia a esta novela.

Aidiche se cuida mucho de idealizar Nigeria frente a la dureza que experimentan los emigrantes en los países del Primer Mundo. Lagos (y por extensión, Nigeria) queda caracterizada como un lugar no solamente corrupto sino abocado a que reine la hipocresía y la dejadez moral por sobre todas las cosas. No hay paraísos en el planeta Tierra.

Escrita con mucha ironía, los dardos de Adiche se clavan en la condescendencia, los dobles raseros morales y la falsedad que rige las relaciones sociales en todas partes. Es sin embargo una lástima que la autora decidiera evidenciar su más que válido mensaje con un sostén argumental tan romántico. Repito que ese aspecto a mí no me convence.

Americanah la ha publicado Random House Mondadori en castellano, en traducción de Carlos Milla Soler, quien por cierto tomó la extrañísima decisión de traducir la palabra “reify” (que aparece entre comillas en la página 5 en la edición en inglés de Fourth Estate) como “reificar”. ¿Por qué inventarse un palabro tan feo, cuando en castellano tenemos “cosificar”? Vaya usted a saber… No me espetará ahora alguien que es una traducción “bizarra”, ¿verdad? En fin, ya no nos debería sorprender nada, pero el caso es que no ganamos para sustos.

25 oct 2014

Are musical preferences genetically influenced?

I honestly have no idea whether it is true or what it might mean, but here it is: there must be some genetic predisposition towards a certain type of melody. One of the little joys of driving on Turkish roads was the chance to listen on the radio to music you would never hear at home. Two catchy themes kind of grabbed our attention and remain in our minds even today, more than three weeks later.

My son O. and I like Işın Karaca’s (pronounced Ishin Karaja) ‘Az bi mesafe’. T. and O's twin brother J. say they like ‘Harika’ by Ozan Doğulu (featuring Ajda Pekkan & Kenan Doğulu) much better. Of course, we know not what the lyrics of either actually mean. ‘Harika’ means ‘wonderful’, while Işın Karaca’s song appears to mean something like ‘Less far’, ie, ‘A little closer’ (?). The choreography/design in both clips reminds me of many other European and American bands and/or soloists, and Işın’s in particular rings a bell, but I cannot recall which one it might be. Any help would be much appreciated!

 Az bi mesafe

 Harika
Which one do you like best (if any)?

23 oct 2014

Reseña: Eyrie, de Tim Winton

Tim Winton, Eyrie (Melbourne: Hamish Hamilton, 2013). 424 páginas.

Mi tercera edición (ya caduca y superada) del diccionario Macquarie define eyrie como “the nest of a bird of prey, as an eagle or a hawk”, esto es, el nido de un ave rapaz, por ejemplo, un águila o un halcón. En esta última novela de Winton, se trata de una doble referencia, tanto a la torre de apartamentos (¡el Mirador!) donde vive el protagonista, Tom Keely, como al árbol donde se aloja el pájaro que divisan Keely, Gemma y Kai en su salida en bote por el estuario del río Swan.

El caso es que Keely dista mucho de ser águila o halcón; la impresión que le queda al lector es que, pese a la simpatía que despierta, la cruda realidad es que Keely va camino más bien de terminar en dodo.

Al inicio de la novela, Tom Keely está tratando de sobreponerse a una espantosa cogorza, una resaca histórica, mientras intenta averiguar, agachado y husmeando como un sabueso, por qué en la moqueta de su apartamento ha aparecido una enorme mancha húmeda. Este momento presenta un contraste casi brutal con otro, hacia el final de Eyrie, en el que Keely toma en sus manos una pistola de agua de juguete, la cual ha comprado por una cantidad irrisoria y ha repintado con espray, y se da cuenta de lo absurda y ridícula que ha sido su quijotesca lucha personal tratando de proteger a Gemma y Kai.

Divorciado, desempleado y desgraciado, su vida es un auténtico desastre. Hasta hacía poco trabajaba como activista medioambiental y ejercía una importante influencia, pero en un episodio acerca del cual el narrador omnisciente se muestra deliberadamente impreciso, Keely arruina su carrera y toma refugio en un alto apartamento de Fremantle, en un edificio dilapidado. Al alcohol, los antidepresivos y los tranquilizantes le sucede un doble expreso cada mañana, y los desvanecimientos que sufren apuntan a algún problema neurológico serio.

En una de sus salidas topa en el ascensor con Gemma Buck, a la que conoció en su niñez, y a quien Nev, el padre de Tom, salvó en más de una ocasión de la violencia doméstica que se vivía en su hogar. Gemma se convirtió en una atractiva adolescente, pero no es inmune al paso de los años. Resulta que malvive en un apartamento, casi contiguo al de Tom, con su nieto Kai, de seis años. La madre de Kai está en la cárcel, Gemma trabaja en un supermercado por las noches y deja solo a Kai.

Naturalmente, Tom quiere ayudarla. (Creo que no supone ningún spoiler si menciono que el polvo que echan tiene cierta influencia en ese ofrecimiento). Gemma se resiste a dejar que Keely se inmiscuya, y lo que en un principio parecía un inusitado nerviosismo por parte de Gemma resulta ser terror. La amenaza se personaliza en Stewie, el padre de Kai (en realidad un delincuente de poca monta) y sus secuaces; pero Gemma les tiene pánico (normal, cuando alguien así te exige $5000 a cambio de no hacerle daño a tu nieto, el asunto no es para tomárselo a risa).

El caso es que Kai logra conectar con Tom Keely. Es un chico extraño, retraído por momentos y muy imaginativo en otras ocasiones. En una caracterización temible, Keely/Winton nos dan a entender que tiene la convicción de que no llegará a viejo. ¿Puede Kai ser para Keely el niño que nunca tuvo con su mujer? Para Keely, el apoyo de su madre, Doris, es fundamental, pero nunca podrá ser suficiente.

Eyrie se configura por tanto como un estupendo thriller, en el que la sensación de amenaza constante empuja a Keely a hacer cosas realmente absurdas o desesperadas, mientras la trama avanza hacia un desenlace que Winton (por fortuna, me atrevo a añadir) deja abierto, sin resolver.

Como en muchas de las novelas de Winton, el protagonista es un perdedor nato. El lector toma partido por el antihéroe, el underdog ya casi mitificado en la cultura popular australiana; uno quisiera pues que Keely gane la partida, que derrote al enemigo y ponga fin a la espiral de alcoholismo y abuso de sustancias, que logre de alguna manera ayudar a Gemma y a Kai a salir a flote.

Pero en los lacónicos diálogos de los protagonistas y en la sucinta, rica y poética prosa del autor no hay lugar para el triunfo de Keely. Eyrie es una novela absorbente, muy en la línea de lo que quizá podríamos ya llamar vintage Winton. No en vano es el autor de corte literario más popular entre el público lector australiano. Son muchos los temas que aparecen en novelas anteriores (Cloudstreet, The Riders, Dirt Music o Breath, por ejemplo) que afloran de nuevo en Eyrie. Decepción, pérdida, la belleza de lo natural, la asunción de responsabilidad por nuestras acciones, las relaciones familiares, la redención… temas presentes en otras obras que vuelven a hacer acto de presencia en esta última.

En el caso de Tom Keely, sin embargo, Winton ha puesto como trasfondo la creciente desigualdad económica de su Australia Occidental en la primera década del siglo XXI, en la que la extracción de minerales se ha antepuesto a toda consideración medioambiental, por no hablar de juicios de índole ética. ¿Lamentaremos en un futuro que haya sido así?

21 oct 2014

Whitlam


Former Australian Prime Minister Whitlam has died at 98. I was kind of fortunate to meet him in person in Sydney, in the late 1990s. The occasion was an official reception at the Spanish Consul-General's residence in Potts Point. I was there not because of the passport I held but because of the job my wife had at the time. I certainly felt like fish out of water.

After being given drinks upon arrival, we were introduced to Whitlam, who turned out to be a chatty, warm, genial old man (he must have been around 82). Delicious Spanish canapés were being distributed while we talked. Whitlam showed some interest in us, a young couple who had recently married and decided to settle in Australia. He subtly inquired if we still spoke different languages at home (we were childless at the time), and I promptly confirmed we did.

Whitlam instantly showed his wit and affability by telling us that, as long as we used the same language for 'pillow-talk', mutual understanding would be a certainty. But then, at some point during the chat, a little morsel of food left his mouth and landed on my shirt, leaving a little stain. I did not take much notice. A day or so later, being the Labor hero he undoubtedly was, and held in a status of almost sainthood by my in-laws, I was urged not to wash the shirt.


The indelible mark Whitlam left on my memory has nothing to do with the shirt or the canapé stain. His was a peculiar, mythical presence, a larger-than-life figure, yet that day he came across as one of the most down-to-earth, straightforward politicians you could expect to meet.

98 years of living is a lot of years: a very long life, one to be celebrated , now that it has come to an end.

18 oct 2014

Turquía: algunas impresiones (2)

La antigua ciudad de Pergamon preside lo que hoy es la moderna Bergama.
Antes de visitar Turquía me pasó por la cabeza la idea de que quizás la famosa hospitalidad turca se tratara de un tópico tan ampliamente extendido que había terminado por convertirse en leyenda turística, en una especie de mito. Pero después de haber pasado cerca de cuatro semanas en el país, visitando una buena parte de su territorio como turista, puedo decir que lo mejor de Turquía es su gente. Y no creo que se trate de una aseveración gratuita.

El puerto de Babakale
Es una perogrullada decir que el sector turco del turismo vive de los ingresos que los visitantes aportan a la economía. No puede ser de otro modo, pero la sensación que me ha quedado es intensamente positiva. Allá donde vayas en Turquía vas a encontrar a personas que harán lo indecible por hacerte que te sientas cómodo, y eso es algo que (al menos en mi experiencia, y he viajado un poco) uno no experimenta en todos los rincones del planeta. Puede que esta impresión no sea absolutamente cierta en el caso de Estambul; al fin y al cabo, es una gran metrópolis y como gran ciudad que es, es posible que se apliquen reglas menos generosas en lo que concierne el servicio al cliente.

Testi kebap: ¡ábrete, sésamo!
En ese sentido, de Turquía me he venido y me he quedado con un excelente sabor de boca (y no lo digo solamente por la excelente y sabrosísima comida que te ofrecen en todas partes). A esa impresión ha contribuido el hecho de que en casi todos los sitios donde paramos la gente, tras observar mi aspecto físico, me tomaba por turco y se sorprendía de que no lo fuera. Las cuatro frases del idioma que logré memorizar ciertamente sirvieron para mucho en algunos lugares apartados del beaten track.

Cocido al horno en ánfora de barro. Delicious!
Y si bien no soy partidario ni acostumbro a hacer recomendaciones en sitios como TripAdvisor (por no hablar de otras redes sociales a las que nunca me he acercado, ni pienso hacerlo), voy a hacer uso del blog para mencionar a personas y establecimientos, que dejaron una estupenda huella en mi memoria.

Can't remember his name, but he cooked us the best, freshest fish platter ever! Teşekkür ederim!
Comenzaré por un pequeño restaurante-hostal en un pueblecito costero de pescadores, un lugar llamado Babakale (‘el castillo del padre’), donde el joven Nasim y su baba nos prepararon en un abrir y cerrar de ojos un sencillísimo pero exquisito almuerzo, y pese a las insalvables dificultades idiomáticas nos explicaron cómo llegar a la playa más cercana. A Babakale llegamos más o menos por casualidad, y después de visitar el castillo (el último que construyera el Imperio Otomano, según informan las guías) nos marchamos, cuando en realidad debiéramos habernos quedado un par de días. Inolvidable.

Sunday lunch at Babakale...Thanks, Nasim!
La maravillosa hospitalidad de los turcos ha quedado también grabada merced a personas como Asif, quien regenta el Hotel Anil en Bergama, o la de Hassan y su familia en Pamukkale, o la de Harry y sus ‘gatitos’ en la ANZ Guesthouse en Selçuk. Será también imborrable el buen humor de Isa (Suso) en Olüdeniz, quien a las dos horas de que hubiéramos llegado al pueblo ya me había hecho sentirme uno más, con solo un pequeño empujoncito.

Anything but...
Incluso en una gran ciudad como Estambul hay personas que, como Efes, se esfuerzan por ganarse unos cuantos clientes en un mercado muy competitivo con su gran sentido del humor, anunciando que en su establecimiento ofrece “cerveza caliente, comida atroz y pésimo servicio”.

Pamukkale (El castell de Pamuk)
Es pues cierto que la acogida al foráneo en Turquía es excelente. La sensación de bienvenida se acrecienta con unas comidas sabrosísimas, sanas y sencillas. A quien vaya a Bergama, le recomiendo acudir a un humilde restaurante llamado Meydan, sito en el número 17ª de M. Yazici Caddesi, donde preparan el mejor arroz con leche del mundo, y donde probé un exquisito postre llamado Kemal Pasha (en honor a Atatürk) que no volví a encontrar en ninguna otra parte de Turquía.

Asklepion, Bergama
A todo esto se añaden pequeños (pero importantes) detalles que refuerzan una impresión general de excelencia en lo relativo a la hospitalidad turca. Es el caso de un desconocido, que condujo varios kilómetros por las calles de Aksaray hasta indicarnos la salida a la carretera rumbo a Nevşehir. A los pocos kilómetros llegamos a una joya histórica, un majestuoso caravasar en la antigua Ruta de la Seda, magníficamente conservado y poco conocido, libre de las muchedumbres que todo lo invaden y ensucian (y no es que los propios turcos se preocupen por no dejar basura - por desgracia, en la mayoría de los sitios no es así). Una verdadera gozada y un privilegio.

El caravasar en las afueras de Aksaray

14 oct 2014

Turquía: algunas impresiones (1)

En direcció nord, l'Àsia a la dreta i l'Europa queda a l'esquerra. El pont Fatih Sultan Mehmet sobre el Bòsfor (la Gola).
Conducir por las carreteras turcas conlleva extrañas situaciones, algunas cuanto menos curiosas, otras sencillamente espeluznantes. Uno puede encontrarse con tractores y camiones que circulan en dirección contraria, ocupando el carril izquierdo (el de adelantamiento) de la autovía, o bien toparse de pronto con un camión que está adelantando, a más o menos 50 km/h., en una cuesta, a un tractor, que a su vez adelanta a un carro tirado por un burro que ocupa el arcén, y tener que apretar los frenos a fondo mientras asciendes un puerto de montaña… Son momentos emocionantes, sin duda, pero en mi opinión sigue siendo preferible evitárselos. Ya se sabe: el viajar es un placer…
Bergama: A newly-wed couple get some help when moving into their new home..
Al alzar la mirada, mientras uno recorre Turquía, ciertas formas y objetos se repiten y se prodigan, aparecen, desaparecen y reaparecen cuales ojos del Guadiana, quedando fijos en la memoria visual del viajero. La bandera turca está omnipresente en todo el país: un estado relativamente joven pero de una firme tendencia nacionalista eleva al aire su símbolo patrio en cualquier parte. La bandera y las astas que la sostienen parecieran en ocasiones competir con otro importante símbolo omnipresente en Turquía: el minarete, esa torre religiosa, homólogo musulmán del campanario católico, desde la cual la voz del muecín, hoy en día pregrabada, recuerda cinco veces al día a los creyentes la obligación insoslayable del rezo al Ser Omnipotente e Invisible. Gracias a los megáfonos y altavoces, la llamada del muecín alcanza ahora tan alto volumen que ni en las mejores discotecas de la Ruta del Bakalao, mire usted. En algunos lugares, la confluencia de muecines traía como resultado una insoportable cacofonía, un guirigay un tanto grotesco e innecesario cuyo último fin sospecho aunque no me quede clara su ventaja.
Minaretes en Edirne.
También se alzan hacia el cielo los orgullosos cipreses, tan abundantes en los paisajes turcos como chopos o plátanos, las higueras y los olivos. Pero hoy en día la presencia de esos enhiestos surtidores de sombra y sueño que jalonan los cementerios musulmanes en Turquía no puede competir en modo alguno con la de las torres de transmisión eléctrica, que testimonian el brioso desarrollo económico de este país, que a principios de este año aspiraba a organizar los Juegos Olímpicos en Estambul, ciudad que posiblemente diste mucho de estar preparada para poder organizar un acontecimiento de tan enorme calado. Sin duda lo estará algún día, pero no ahora.
Atatürk
Los árboles tampoco pueden rivalizar por hacerse notar frente a los gigantescos paneles publicitarios que han sido erigidos a la entrada de todas las ciudades. Son prueba tan fea como fehaciente de que Turquía opta por el capitalismo para acercarse a la Unión Europea, cuya moneda única actúa como moneda oficial en las transacciones de muchas pequeñas y medianas empresas turísticas. Sin duda algo medianamente próximo a lo que ambicionaba Mustafá Kemal Atatürk, cuyo retrato es otro elemento omnipresente en la iconografía que queda grabada en la retina del visitante.

12 sept 2014

Türkiye'de bir ay


Türkiye'de bir ay. Un mes en Turquía. Desde bien joven he sentido una intensa atracción por este país, y en especial por Estambul/Bizancio/Constantinopla, la ciudad bisagra, el punto donde Europa se abraza, se encuentra y se besa con Asia. Pero este viaje es en realidad un "autorregalo", una especie de "me lo merezco", after Míchel, en un momento vital en el que uno pierde la cuenta de sus años y empieza la década de los "sin cuenta".

¿Qué mejor regalo puede haber que un viaje a un destino con el que uno ha soñado desde su tierna juventud?

Puesto que el viaje lo vamos a hacer acompañados de niños, en nuestro itinerario hemos naturalmente descartado el este del país, demasiado próximo a zonas geopolíticas más que convulsas en estos tiempos. Una pena, porque Ararat es también un nombre cuyos ecos míticos resultan extraordinariamente atractivos.

De Estambul viajaremos un poco al oeste, a la antigua Adrianópolis, para luego dirigirnos al sur hasta el estrecho de Dardanelos. Nuestra hoja de ruta incluye Gallipoli, Troya, Efeso, Fethiye, Antalya y Capadocia, entre otros lugares. Habrá también algunos días de reposo playero en algún pueblecito de la costa oriental, allí desde donde quizá se atisban islas a las que no es posible viajar de manera legal. Será cuestión pues de disfrutar de los últimos días veraniegos en el Mediterráneo, en cuyas aguas hace muchos años no me he bañado. Solamente cabe esperar que no haya tantas medusas como, según informan los diarios españoles, las que infestan las playas del este de la península ibérica.

Será por otra parte interesante estar en Europa (o cerca de ella) cuando los escoceses puedan decidir si mandan the Union a la porra. At least they can decide for themselves. Vivir en un lugar donde, de verdad, nunca pasa nada, como lo es Australia, termina por contagiarle a uno una indiferencia rutinaria hacia casi todo. Lo único que lamentaré perderme será la Gran Final de la Liga de Fútbol Australiano, a la que estoy casi seguro llegarán este año los Cisnes de Sydney. Go the Swannies!!!!

Pero este es un blog de libros, ¿no? Pues bien, para acompañar el viaje y llenar algunas de mis horas de asueto, estos son los cinco libros que llevaré en la mochila. Cinco libros, quizás un número harto ambicioso para un mes de viaje en el que muchas horas las haré al volante de un auto alquilado (el cual, según parece, no te permiten subir a los ferries, al menos en teoría). Veremos en qué queda este ambicioso intento.




                    

Se me dirá que son todos del mismo autor. Bien cierto es. En mi descargo he de confesar que (horreur!) todavía no he leído nada de Pamuk. Dadas mis evidentes carencias respecto a la lengua turca (la cual, por cierto, me da la impresión de que no es nada fácil de aprender bien), me he limitado a adquirir algunas traducciones del Premio Nobel al inglés.
 
    
Y como la casa del último título de esta selección de libros destinados a acompañarnos en nuestro viaje y servir de telón de fondo a nuestras experiencias personales en Turquía, este blog permanecerá callado durante todo el viaje. Nos vemos en octubre.


9 sept 2014

Reseña: Birds Without Wings, de Louis de Bernières

Louis de Bernières, Birds without Wings (Londres: Vintage, 2005). 625 páginas.

Mi amigo Subhash me recomendó este libro de Louis de Bernières como una suerte de preparativo literario cara a un viaje a Turquía. De este escritor inglés de apellido obviamente francés había leído hace ya muchos años (mucho antes de que hubiera blogs) sus tres divertidísimas novelas ambientadas en Colombia, además de la exitosa Captain Corelli’s Mandolin, y el breve relato ambientado en Australia, Red Dog, una de las entradas más visitadas de este modesto blog de literatura, gracias a la película del mismo título que tanto éxito ha cosechado en todo el mundo. El caso es que tenía el libro en mis estanterías, pero lo cierto es que nunca lo había leído.

Puede que Birds Without Wings, con sus 625 páginas, y diez años después de su publicación, no sea tan apetecible como las otras novelas de de Bernières. Hay algunas cosas que chirrían en el entramado de la novela: personalmente he encontrado muy incómodos los capítulos que, a modo de paréntesis con un cariz meramente histórico, el autor dedica a Mustafá Kemal Atatürk. No niego su pertinencia en el marco total de la narración, solamente expreso una opinión en el sentido de que a ratos interrumpe y entorpece la lectura de los distintos hilos narrativos que componen el grueso de la trama.

La novela está poblada de multitud de personajes, hábilmente esbozados con unos pocos trazos por el autor. Quizás incluso demasiados personajes, pues en muchos casos estos quedan en apenas meros perfiles unidimensionales, cumplen su función dentro del esquema narrativo y desaparecen para volver a aparecer brevemente unas 50 ó 100 páginas más adelante, como unos Ojos del Guadiana.

No es difícil hacerse una idea de qué fue lo que motivó a de Bernières a escribir esta historia impregnada de pesar, el lamento plenamente justificado por la pérdida de la pacífica convivencia de distintos grupos étnicos y religiosos en tranquilos pueblos y villas de las orillas del Mediterráneo oriental, tal y como ocurrió siglos antes en las tierras valencianas tras la expulsión forzosa de judíos y moriscos.

De Bernières sitúa esa modesta comunidad vecinal en una población imaginaria llamada Eskibahçe, próxima a lo que hoy en día es Fethiye (antiguamente Telmessos). En Eskibahçe conviven gentes iletradas como el alfarero Iskander, Philothei la hermosa, objeto de deseo de Ibrahim el pastor de cabras, su leal amiga Drosoula, tan poco agraciada en cuanto a belleza, y que también aparece en  Captain Corelli’s Mandolin, el potentado Rustem Bey y su esposa adúltera Tamara, el imán Abdulhamid Hodja y el maestro griego Daskalos Leonidas, los mozalbetes Karatavuk y Mehmetçik. Hay muchos más, por supuesto. De Bernières emplea a veces un lenguaje algo rebuscado – para el lector común, pienso que es preferible lidiar con una novela ambientada en los albores de la Turquía de principios del siglo XX (cuando no existía como tal) salpicada con unas cuantas palabras turcas antes que con oscuros y obsoletos vocablos que solamente hacen feliz a quien los inserta en la narración.

Hay también en Birds Without Wings mucho humor, pero el peso de la guerra (o las guerras, debería uno decir, pues en apenas 20 años esa zona del Mediterráneo sufrió las terribles consecuencias de tres conflictos bélicos, uno de ellos la llamada Gran Guerra) pone una nota predominantemente sombría. En última instancia, la conclusión (que no es nada nueva, en todo caso) es que las convulsiones geopolíticas históricas pueden suponer una tragedia para los individuos. La expulsión (una especie de éxodo recíproco) de los turcos cristianos de origen griego del territorio turco y de los griegos musulmanes que habitaban las islas cercanas fue un enorme e imperdonable error histórico, y parece ciertamente imposible subsanarlo casi cien años después.

28 ago 2014

Reseña: Diary of a Naked Official, de Ouyang Yu

Ouyang Yu, Diary of a Naked Official (Melbourne: Transit Lounge, 2014). 220 páginas.

De Ouyang Yu solamente había leído (en inglés, por supuesto) algunos ejemplos de su poesía, género en el que es un autor ciertamente prolífico. En cierto modo, Yu se ha convertido en una presencia persistente en la escena literaria australiana actual, de lo cual cabe sin duda alegrarse, puesto que no se trata de una escena muy permeable.

Lo cierto es que desconocía que hubiera publicado ficción en inglés. Diary of a Naked Official es en realidad su cuarta novela en lengua inglesa, lo que para alguien nacido en China y emigrado a Australia en 1991 es una cifra más que respetable. El desnudo oficial (quizás ‘desguarnecido’ sería una traducción más aproximada al sentido real) del título, nos aclara la contracubierta del libro, se refiere a que el funcionario ha trasladado a su familia al exterior (a la ciudad de Sydney en este caso) además de haber sacado del país todo el dinero obtenido a través de prácticas corruptas o fraudulentas. Es decir, aparte de su propia persona, no tiene nada que quede expuesto a las represalias del régimen de Beijing.

De entrada, Yu interpone a un ‘editor’, una persona de ascendencia china que se encuentra un lápiz de memoria en uno de los trenes suburbanos de Melbourne, entre el autor del diario (al que se identifica con un pseudónimo, Shi Ma) y el lector. Una capa metaliteraria añadida que convierte a este libro en algo difícil de encasillar, si es que verdaderamente fuera necesario hacerlo.

El lector/editor del diario de Shi Ma precede a este con un prólogo (aunque Yu, curiosamente, no haga explícito que se trate de uno) en el que avisa al lector de que lo presenta tal y como es, con algunas mínimos cambios editoriales para no herir las “sensibilidades de clase media” australianas. Una vez comienzas a leer el diario, te das cuenta de que Yu ha añadido otra capa metaliteraria más, puesto que Shi Ma se identifica como empleado de una editorial china, para la cual lee manuscritos y libros extranjeros, participando de manera activa con sus recomendaciones en la criba brutal y despiadada que es todo negocio editorial.

Pero el grueso de la novela es el catálogo de encuentros sexuales de Shi Ma con sus xiao-jie, tengan o no edad de consentimiento sexual, amén de alguna que otra señora y jovencita que busca sus favores. El contenido es naturalmente provocador, y el propósito una crítica brutal, ácida, del capitalismo rampante que se ha infiltrado en las elites del poder en China.

Pongamos por ejemplo este extracto del diario, correspondiente al (pura coincidencia, de verdad) 16 de agosto:

“En ese bar de karaoke, que tiene por nombre Deriva, o Derribo, o Derrape, al que me llevó M., nos condujeron a un rincón oscurecido en una sala privada, totalmente equipada, con su pantalla gigante, selector electrónico de canciones, una mesa de cristal repleta de comida y cervezas, y más chicas que las que pudiéramos atender, cuyas caras apenas podía distinguir una de otra. En este cliché posmoderno de un formidable jugueteo colectivo previo, la visión cedía su espacio a los sentidos, predominantemente el olfativo, mientras se percibía el mal olor corporal acre de las chicas, casi desnudas, cuando dos de ellas me habían emparedado antes de que me hubiera podido darme cuenta. En ese momento, las cosas se volvieron puntiagudas: sus tetas eran puntiagudas, sus uñas eran puntiagudas, las yemas de mis dedos se volvían puntiagudas cada vez que les tocaba las tetas, sus zapatos puntiagudos, los tacones puntiagudos, erectos como  penes delgados y duros, y hasta las puntas de su cabello erizado y untado de fijador. Y claro está, incluso mi miembro, el no afiliado, recto como una espada.
Una de las chicas tenía un nombre inventado, Po Sen, y la otra se llamaba Kristy. Por culpa de la música, a muy alto volumen, creí escuchar Poison y Creepy. Desde ese momento las llamé así, y no pararon de reírse.
[…]
Más tarde, las dos chicas empezaron a torturarme con placer hasta que caí exhausto. Lo único que recuerdo ahora es que antes de descargar dentro de C la saqué a tiempo, y me disponía a metérsela a P cuando ella me detuvo y me hizo cambiar el condón con uno nuevo. Me corrí dentro de P mientras dejaba que C me untara la cara con su lápiz de labios negro hasta que los labios le quedaron limpios, en su color natural.
Las chicas, según tengo entendido, son estudiantes universitarias, del primer año. Mientras Creepy se ausentaba – se fue al baño, puede que a maquillarse otra vez – Poison me contó que hoy en día apenas asistía a sus clases; fácilmente podía conseguir que una docena de chicos estudiantes se encapricharan de ella y le hicieran la tarea. No tiene que comprarse el desayuno, pues ya se lo han preparado, ¡incluso antes de que se haya levantado de la cama! En cuanto a los profesores varones, podía con facilidad victimizarlos – esa fue la palabra que utilizó – con su belleza; harán cualquier cosa por ella. Desde ese punto de vista, yo debería considerarme un tipo con suerte. Pero pensé en ella con pena: una juventud destrozada solamente por dinero.” (páginas 41-43, mi traducción)
Cabe destacar también las demoledoras reflexiones en torno a la literatura actual que realiza Shi Ma, y sobre el negocio editorial:

“Una de las principales ventajas de ser vicedirector, con  la responsabilidad propia de mi sección, la de publicar libros subvencionados con dinero privado, es que puedo disfrutar de lo bueno, o quizás debiera decir, de lo mejor, sin gastarme un céntimo. En ese contexto, un libro excelente, para cuando está editado y publicado, se convierte en un buen libro, y un buen libro, en un libro regular. Es increíble cuánto puede llegar a venderse un libro regular, como el que ha escrito ese tipo llamado Hung Heavens, pero ya han dejado de sorprenderme las mediocridades, puesto que el mundo está hecho para ellas, libros escritos por mediocres para los mediocres, como comida ordinaria, engullida solamente para luego cagarla.” (páginas 68-69, mi traducción)
Me pregunto quién se esconde detrás del nombre Hung Heavens.

Puede que Diary of a Naked Official sea una obra demasiado audaz para el a veces un tanto bonachón mercado literario europeo. Y no hablemos del norteamericano, ¿para qué pensar siquiera en eso? Una novela de ideas, provocadora en su indagación de qué es o cómo son los que mueven los hilos del poder (y no me refiero al político), no solamente en la China actual sino en un mundo gobernado y dirigido por los mercados del sexo, o el sexo de los mercados.

Un libro en el que de Houellebecq, Beckett, el Marqués de Sade y Cioran quedan encumbrados por este disoluto editor chino, mientras que Nabokov o Somerset Maugham son un tanto menospreciados.


Todo lo mueve, y lo mide, el dinero. Ojalá haya un editor que, a diferencia de el jefe de Shi Ma, tenga las agallas para publicar esta novela en castellano o catalán. Vale la pena, si no por las respuestas (que ciertamente no hallarás en el libro), al menos por los elocuentes interrogantes que nos plantea.

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