14 may 2018

Reseña: No hay que mirar a los muertos, de Mauricio Electorat

Mauricio Electorat, No hay que mirar a los muertos (Santiago: Tajamar, 2015). 151 páginas.

Milan Petrovic, escritor de origen chileno de novela negra en francés, ha de regresar a Santiago debido a que su padre sufre un proceso canceroso terminal. La relación del escritor con su país de origen es inestable en el mejor de los casos: “Todos pobres, mucho mejor, todos cagados…pero felices, guiados por Dios… ¿Y cuando se acabe? Nos vamos también. Nos asilamos en Argentina, en el Perú, en Nueva Zelandia y le regalamos esta cagada de país a los bolivianos… La Chili: le nouveau radeau de la Méduse, la balsa de la Medusa, un país todo tirillento, flotando, pide asilo, chilean [sic] boat people… (p. 28).

"Estoy sentado en un sillón de escay o cuerina o cómo [sic] se llame, un sillón muy ancho y bajo, junto a una ventana. Afuera, lo primero que veo: la cordillera de Los Andes, imponente masa gris jaspeada de blanco en las cumbres. Se me había olvidado lo majestuosa que es. Mi madre decía: es lo único que vale la pena en este país." (p. 16)
Su retorno a Chile también le lleva a reencontrarse con su hermano Vladimir, que vive con cierta opulencia, y la hermana gemela de éste, María. Dos polos opuestos del Chile post-Pinochet. A los 18 años, María regresó desde el exilio en Francia junto con su novio para unirse a la lucha contra el dictador. El novio, Fernando, fue eliminado por el régimen y María se vio reducida a la pobreza y desde entonces vive ejerciendo la prostitución.

Pero para Milan lo más difícil de reconciliar en su regreso a Chile son sus propios demonios. Los recuerdos de su detención por los carabineros y los malos tratos y torturas a que es sometido. El recuerdo imborrable de cómo un tío suyo, Waldo, hombre del régimen pinochetista, le salva la vida, pero ¿a cambio de algo inconfesable?

Narrada completamente en presente y en primera persona, Electorat alterna capítulos de mera narración con otros en los que introduce diálogos que reproducen el habla chilena. Y en el comienzo del libro esto funciona, e incluso engancha al lector, como cuando Milan llama por teléfono para contratar la visita de una chica de alterne llamada Ornella a su habitación del aparta-hotel; Ornella resulta ser su hermana María.

"Santiago es eterno, la vida es demasiado larga y uno, un pobre macaco repetitivo. En la Alameda tomo otro taxi. Me deja frente a las oficinas de Hertz, en la Costanera. Alquilo un Opel Corsa por una semana, renovable. Santiago es una ciudad imposible sin auto." (p. 29)
Sin embargo, y esto es algo muy de lamentar, todo el conjunto se desmorona hacia el final del libro. La técnica narrativa del presente no funciona para el Milan desquiciado y alucinado que regresa a París, acompañado de sus fantasmas, demonios interiores y visiones que le obsesionan. Electorat tenía muchas otras opciones para crear un relato más verosímil y efectivo, manteniendo el mismo desenlace. El resultado es una novela un tanto fallida, demasiado breve para lo que podía haber sido y que no cuaja el potencial que la historia de Milan Petrovic le ofrecía.

En mi opinión, lo mejor de No hay que mirar a los muertos es el inteligente juego que se establece entre poesía y narración. Así, mientras Milan acompaña a su padre moribundo con vasitos de pisco, le va leyendo sus poemas favoritos. Figura por supuesto Neruda, pero también Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Armando Rubio. No habría estado de más incluir un apéndice o un listado de los poemas citados y sus autores. Por lo demás, la edición de Tajamar contiene algunas erratas de bulto (“Nos sabíamos todos la fracesita de memoria” (p. 12).

Pucha, qué pena, con lo buena que podría haber sido…

10 may 2018

Eka Kurniawan's Beauty is a Wound: A Review

Eka Kurniawan, Beauty is a Wound (Melbourne, Text, 2015. 498 pages). Translated into English by Annie Tucker.
Eka Kurniawan’s novel was first published in 2002, and it was only thanks to the tenacious effort by the translator, Anne Tucker, that this epic Indonesian saga about a cursed female dynasty finally became available to English-language readers.

The novel occasionally feels more like a series of tales joined by a common thread, which in this case is Dewi Ayu, the fiercely independent woman whose resurrection after twenty-one (yes, 21!) years of her death is narrated in the first chapter. This is a book that has almost everything: love, sex, violence, rape, torture both physical and psychological, incestuous relationships, politics, folklore, religion, magic, ghosts, myths. The list could go on and on.

Dewi Ayu is born just a few years before the Japanese Imperial Army invades colonial Batavia and subjugates the local population while their Dutch masters flee the island of Java. Her story of survival during imprisonment in a camp and forceful prostitution for the Japanese officers is an amazing one, and Kurniawan spares us no detail. Thanks to her Weltanschauung, her cheery yet fatalistic view of life around her, Dewi Ayu triumphs over the war, the Japanese and the despotic patriarchal men in authority once independence is declared for Indonesia.

She gives birth to three daughters, Alamanda, Maya Dewi and Adinda. They are all beauties and they will be, just like their mother, lusted after by various men. Alamanda’s beauty, legendary, creates the profound antagonism between Shodancho, a military officer with a penchant for breeding fierce dogs, and Kliwon, an idealistic youth who ends up becoming the local Communist leader. Shodancho takes up the task of massacring Communists with gusto, only to have his by then wife Alamanda begging for Kliwon’s life. She will promise her love to Shodancho (who had raped her before and during their marriage) if Kliwon is allowed to live.

And he does indeed remain alive. However, he is exiled, tortured, humiliated and degraded beyond what is tolerable on an island called Buru (the very island where Suharto kept thousands of political prisoners during his regime).

Most of the novel is set in a fictional town called Halimunda, surrounded by jungle and mountains to the north and the ocean to the sea. Dewi Ayu, the grandchild of Dutch plantation owners, is initially raised as a privileged mixed-race girl, but the advent of war will put an end to her wealth and her liberty. Given her legendary beauty and no less fabulous love-making skills, she will manage to remain self-reliant and powerful in her own way. She is by far the most powerfully-depicted character, and her life story, together with her three daughters’ life stories, combine to create a richly imaginative and humorous epic. By contrast, male characters seem rather flat in their unwavering adherence to violence or their indecision.

Author Eka Kurniawan at the 2017 Goteborg Book Fair. Photograph: Peter Norrthon.
Annie Tucker’s translation is a true gift to 21st-century literature. Bearing in mind that Beauty is a Wound was first published in 2002, two years before Bolaño’s 2666, we need ask ourselves if it is just mere coincidence that two works by two writers who had never heard about (let alone read) each other have much in common. The world of Kurniawan’s novel is one where the beauty of women is a burden, almost a curse, to them. The violence men direct at them echoes the brutality Bolaño was denouncing in Mexico.

A great work of literature. Highly recommended.

16 abr 2018

Reseña: Democracy and Its Crisis, de A. C. Grayling

A. C. Grayling, Democracy and Its Crisis (Londres: Oneworld Publications, 2017). 225 páginas.
Democracia. Qué bonito concepto, ¿no? El gobierno del pueblo, la soberanía popular. ¿Está en crisis? Pues, viendo lo que está pasando en muchos de los estados considerados inveteradas democracias, diríase que sí. El filósofo británico Grayling escribió este ensayo en reacción a lo que él considera prácticamente un golpe de estado: el Brexit. Razón no le falta, pero el ensayo que A.C. Grayling proporciona en Democracy and Its Crisis semeja en algunos momentos más una pataleta que un riguroso análisis.

El libro se compone de dos partes bien diferenciadas. En la primera hace un escueto estudio de la historia de la democracia como concepto y su evolución hasta nuestros días. Desde el rechazo de la democracia por parte de Platón (en tanto que éste la veía como el gobierno de la muchedumbre y una más que probable deriva hacia el caos) hasta los pensadores ya archiconocidos: Hobbes, Locke, Rousseau, de Tocqueville, Spinoza, John Stuart Mill et al. Un somero repaso a las ideas y razonamientos que sostienen el concepto de democracia representativa que se ha erigido en forma dominante de la civilización contemporánea sobre el planeta (hecho innegable: tienen lugar elecciones legislativas en una amplia mayoría de países – otra cosa, y bien diferente, es si esas elecciones son verdaderamente democráticas, limpias y transparentes).

Estatua de ministro franquista, demócrata de toda la vida. La calle es mía, la foto no. Fotografía de Iago Pillado..
En la segunda parte Grayling aborda los males que la aquejan y las posibles soluciones. Por ejemplo: “Hay otras razones más que las ya obvias por las que importa la defensa de los principios subyacentes de la democracia representativa, […] Una es que una importante parte del problema de la política es la política misma, y que debe reconfigurarse el lugar de lo político en la vida de un estado o de una comunidad nacional. La otra es la necesidad de que haya en las escuelas una educación cívica de carácter obligatorio, y que exista el voto obligatorio, con una matización respecto a que el voto comience a los dieciséis años de edad.” (p. 7, mi traducción) Si los más jóvenes pudiesen votar, otro gallo cantaría. Como arguye en muchas ocasiones mi esposa T., no tiene sentido que voten ancianos cuyo uso de la razón roza el cero absoluto mientras chicos y chicas de 16 y 17 años se ven privados del derecho a escoger a quienes van a regir sus vidas por unos cuantos años.

¿Qué problemas identifica Grayling? Pues no debiera costarnos muchos identificarlos: órganos legislativos que no exigen cuentas a sus ejecutivos (el caso del Reino Unido con el referéndum del Brexit es evidente); segundo, la carencia de la más elemental educación cívica y política del electorado (éste es un mal que aqueja al mundo entero, pese al riesgo de generalizar en demasía); y tercero, la manipulación y tergiversación de la información mediante poderosas herramientas tecnológicas (sí, señor Zuckerberg – eso es exactamente lo que ha pasado delante de sus narices, ¿y usted sin enterarse?)

 True, hard-working democrats getting ready for brekky. Como dice mi amigo Gustavo: ¡y que revienten los pobres! Fotografía: Pepe Madrid.
Así pues, ¿qué es lo que un orden verdaderamente democrático precisa? Dice Grayling: “… esencial para algo que merezca dicho nombre es la posibilidad de debate, la libertad de expresión y de reunión, y el debido proceso de ley que proteja al pueblo del arresto y el castigo arbitrarios, muy especialmente en relación con temas de opinión.” (p. 32, mi traducción) Tomen nota, MPuntoRajoy y cía.

Que no todas las estructuras e instituciones de los estados democráticos están cumpliendo su función cabalmente es algo que cae por su propio peso: de lo contrario, no habría desempleados, ni gente desamparada, ni pensionistas que malviven ni marginados de toda clase y condición. Es decir, no habría tanta desigualdad como innegablemente existe (y sigue creciendo): “Cuando crece la desigualdad, cuando la brecha entre las capas superior e inferior de la sociedad se vuelve palmariamente considerable, surgen los problemas. Esa es una enfática lección de la historia. Los demagogos capaces de atribuir la desigualdad a la inmigración o a las egoístas élites insensibles que controlan el gobierno, o ambas cosas, pueden así promover una oleada populista de la cual pueden sacar tajada. Pueden tratar de remodelar el orden político y económico según su patrón preferido, el cual con frecuencia no será, por supuesto, probablemente una mejora para el pueblo cuyo apoyo han explotado para conseguirlo.” (p. 116-7, mi traducción)

Con frecuencia se mira a los EE. UU. como gran modelo a seguir en la implantación de los ideales democráticos. Y, sin embargo, el reciente fenómeno de la elección del narcisista más inepto que haya visto el mundo en los últimos tiempos como presidente es motivo de inquietud para Grayling: “La disposición estadounidense a revisar el orden constitucional está tan limitada como lo está el fundamentalismo religioso en su planteamiento para revisar su visión de un texto sagrado.” (p. 112, mi traducción) Como en otros lugares, el texto constitucional se ha convertido en credo inviolable, y el sistema que se sustenta en él defiende su legitimidad con uñas y dientes, y no cede un ápice ante las demandas de reforma. Ay, cuán largo me lo fiais.

Grayling sugiere que el voto debiese ser obligatorio, y cita Australia como ejemplo. Aun con la obligatoriedad de presentarse en los colegios electorales el día de los comicios (que no es lo mismo que votar), el sistema australiano es manifiestamente imperfecto. Cuando se creó la Federación, los ‘padres’ de la Commonwealth australiana se aseguraron de que una minoría rica de terratenientes anglosajones tuviesen mayor peso del que les corresponde en las decisiones de gobierno. Las pruebas son evidentes: en 2016, el partido de los Nacionales (en coalición con la derecha Liberal desde siempre) obtuvo 10 escaños con el 4,6% de los votos, mientras que Los Verdes, que consiguen regularmente más de un 10%, solo consiguieron 1 escaño.

Como escribía ayer, el ciudadano o la ciudadana contemporánea se enfrenta a un inquietante dilema. ¿Qué es preferible: exigir el respeto de los gobiernos a su derecho a las libertades civiles, aunque el sistema político te deje en la ruina y poco a poco te mate de hambre, frío/calor o con la contaminación (o las cuatro cosas a la vez), o renunciar a ellas a cambio de un modelo de producción que te garantiza un crecimiento económico cercano al 10% anual?

Pero bueno, no hagas preguntas tan difíciles, haz el favor, que estamos a lunes.

15 abr 2018

Reseña: La quimera del Hombre Tanque, de Víctor Sombra

Víctor Sombra, La quimera del Hombre Tanque (Barcelona: Penguin Random House, 2017). 222 páginas.
(Vaya por delante mi agradecimiento al autor por enviarme un ejemplar de su novela, y costear ese envío de su propio bolsillo.)

Pocas imágenes definen mejor las postrimerías del siglo XX que la del famosísimo video de ese solitario manifestante en la Plaza Tiananmen en Beijing el día 5 de junio de 1989, quien, cargado con una bolsa de plástico en cada mano, se enzarzó en un desafiante baile con la columna de tanques del Ejército Rojo.

El Hombre Tanque, emblemático mural en las calles de Colonia. Fotografía de Raimond Spekking.
La identidad de esa retadora persona sigue siendo un misterio. Tanto en las artes plásticas como en el arte de las palabras el llamado Hombre Tanque se ha vuelto a hacer presente. Estatuas, murales, camisetas y libros han rendido homenaje a este anónimo defensor de los derechos humanos. Steve Erickson, por ejemplo, lo hacía emerger como líder de un movimiento de resistencia en su fascinante Our Ecstatic Days (2005).

En La quimera del Hombre Tanque, Víctor Sombra sitúa a ese joven chino, al que todos llaman Rana, exiliado en 2014 en Azerbaiyán y regentando un tugurio de mala muerte. Durry, un agente secreto chino criado en Surry Hills (Sydney), recibe el encargo de encontrarlo y preparar el reencuentro de Rana con el comandante del tanque al que hizo parar tantas veces en las inmediaciones de Tiananmen. La idea es grabar ese reencuentro en un video que escenifique la reconciliación de los que el régimen del PCCh aplastó en 1989 con los dirigentes contemporáneos de China, estos mismos que han hecho del capitalismo marxista (¿Para qué quiere usted otras libertades si tiene a su alcance la libertad de consumir todo lo que quiera?) la ideología triunfante en esta segunda década del siglo XXI. Y naturalmente, ese reencuentro habrá de grabarse con un teléfono móvil. Faltaría más.

Mas la escenificación se convierte más en encontronazo que encuentro. El militar se niega en última instancia a participar y la desconfianza general se impone. Rana huye y Durry recibe la orden de poner a fin a todo el proyecto, acompañado por una atractiva, aunque muy calculadora, joven agente de los servicios secretos chinos.

La quimera del Hombre Tanque es, desde un punto de vista meramente formal, un thriller cuya inconclusa resolución deja un buen gusto de boca. La virtud de Sombra es esconder bajo esa capa de trama de agentes secretos un importante debate de ideas que, sobre el armazón de una ficción histórica, resulta urgente, si no imprescindible. Al situar la novela en Azerbaiyán, en las orillas del Mar Caspio y sus pozos petrolíferos, Sombra apunta sus dardos en dirección a los males que aquejan a la sociedad globalizada de nuestros días: el yihadismo violento, tan pueril en sus fundamentos y justificaciones, la destrucción del planeta y la insostenibilidad del modelo productivo imperante, la incapacidad e insolvencia moral de la democracia liberal occidental para justificar los desmanes del capitalismo, y las derivaciones que éstos ocasionan en todos los estratos sociales menos favorecidos y en los países que todavía no han alcanzado un suficiente nivel de desarrollo.

Días más tranquilos en la Plaza en agosto de 2012. Fotografía de Nicor. 
La idea (ficticia, por supuesto, pero no del todo inverosímil) de una supuesta reconciliación entre esa generación que buscó romper con el orden comunista y denunciar la corrupción inherente al sistema de partido único no deja de ser original. La situación política actual en Hong Kong desmiente tajantemente que haya el mínimo asomo de posibilidad de que ello vaya a ocurrir.

Como tantas otras reconciliaciones políticas escenificadas para legitimar transiciones ‘blandas’ (o pacíficas) antes que permitir reformas profundas (o bruscas), sería siempre teatro. Como el bigote mexicano que Rana se deja crecer, es una impostura. Con un buen sombrero de mariachi, un poncho y bigote, cualquiera podría hacerse pasar por mexicano. Con o sin Máster, qué más da.

4 abr 2018

Reseña: The Round House, de Louise Erdrich

Louise Erdrich, The Round House (Nueva York: Harper Collins, 2012). 321 páginas.
Una de cada tres mujeres amerindias sufre una agresión sexual a lo largo de su vida en los Estados Unidos, nos dice Louise Erdrich en el epílogo de The Round House. Una estadística impactante y vergonzosa. No menos inadmisible (por no decir vergonzoso) es el hecho de que, por causa de las diversas legislaciones y leyes vigentes respecto a las comunidades indígenas, muchos de los violadores nunca puedan ser llevados ante la Justicia.

La novela comienza con Joe, un adolescente de una reserva Ojibwe de Dakota del Norte, y su padre, juez y abogado local, quienes en una plácida tarde de un domingo tratan de eliminar pimpollos de árboles que están creciendo en los cimientos de su casa. Las raíces están bien asentadas y la tarea es dura, rayana en lo imposible.

Sello de los Ojibwe. Fotografía de Nathan Soliz, (Redding) Estados Unidos
La imagen sirve como reflejo de la enorme dificultad que entraña el ideal de lograr la justicia en un entorno repleto de obstáculos y barreras. Poco después, la madre de Joe llega a casa, ensangrentada, traumatizada, víctima de golpes y una brutal violación, y empapada en gasolina. Si está viva, ha sido casi un milagro.

El laberinto legal comienza entonces para la familia, pero el laberinto emocional y moral será mucho más difícil de transitar para Joe, quien a sus 13 años espera que su padre tenga la autoridad y la competencia para hacer avanzar el proceso judicial y lograr que se arreste al culpable.

Lo cierto es que la ubicación exacta donde se ha cometido el crimen tiene una significación inmensa. Las leyes aplicables son diferentes según el lugar, y la madre de Joe no quiere hablar con nadie del tema. Inspirado por las historias míticas de su pueblo que cuenta su abuelo mientras duerme, Joe comienza una investigación por cuenta propia que le llevará a fin de cuentas a la madurez. Y, sin embargo, el precio que pagará por esa aventura será muy alto.

En su bicicleta, y acompañado de sus amigos Cappy, Angus y Zack, Joe descubre pistas y ata cabos al tiempo que azuza a su padre. Cuando por fin se descubre al agresor, los impedimentos legales frustran a Joe. The Round House es por lo tanto una Bildungsroman magistralmente construida, en la que coexisten momentos de humor con dramatismo, violencia y leyendas indias. Joe se hará adulto de una manera espantosa. El hecho de que sea él mismo el narrador que nos cuenta la historia desde un presente ya estable no elimina el suspense ni le quita calidad al relato, que por su técnica y temática me hizo recordar una narración breve del australiano James Bradley, ‘Los llanos’, que tuve el gusto de traducir al castellano para Hermano Cerdo hace unos cuantos años.

El pasado echa raíces en nuestras vidas, y eliminar esas raíces es francamente imposible. De hecho, olvidamos lo que quisiéramos poder recordar por siempre hasta la muerte, pero aquellas vivencias que quisiéramos dejar atrás, ocultas en la penumbra eterna, la mente no nos permite olvidarlas. Joe ve cómo su entorno se destruye y su propia identidad quedan descolocada apenas doce meses, y su historia nos llega muchos años después como memoria más que como confesión.

Hilarantes sin duda los episodios en que los cuatro amigos asisten al catecismo y la implacable persecución del sacerdote en pos de Cappy cuando descubre lo que éste ha hecho.

The Round House (traducida al castellano por Susana Glynne Jones de la Higuera, y publicada como La casa redonda por Siruela en 2013) ganó el National Book Award de los EE. UU. en 2012. Una gran novela.

17 mar 2018

Reseña: Walking to Hollywood, de Will Self

Will Self, Walking to Hollywood (Londres: Bloomsbury, 2010). 432 páginas.

Tres narraciones están agrupadas en este volumen, y las tres comparten un tema de índole psicológica. En la primera, ‘Very Little’ [Muy pequeño] se trata la monomanía compulsiva como enfermedad mental; en la segunda, que le da título al libro, es la psicosis, que viene acompañada de alucinaciones. La tercera parte, ‘Spurn Head’, se centra en la demencia senil y el mal de Alzheimer. En ellas Self vuelve a hacer mención de los dos personajes ya familiares en su ouvre: Dr. Shiva Mukti y Dr. Zack Busner.

Como es costumbre en Self, el humor ácido se erige como nota dominante. En la primera nouvelle, Self ficcionaliza primero los primeros años de su juventud en la compañía de un inquietante individuo que devendrá gran artista, aunque sea de diminuta estatura.

Es Sherman Oaks, ese amigo desde la adolescencia, quien años más tarde se convierte en ese renombrado artista que crea monumentales, gigantescas esculturas de sí mismo o conjuntos escultóricos compuestos de múltiples réplicas de su molde en metal. El narrador, Self, está obsesionado con las proporciones y las magnitudes, tanto en sentido creciente como decreciente.

En la segunda parte del libro, Self decide ir caminando hasta Hollywood desde el aeropuerto de Los Ángeles. Su misión es descubrir quién o quiénes son los responsables del asesinato del cine. La psicosis comienza a elucidarse cuando comprueba que todas las personas con las que se encuentra son en realidad actores. Las alucinaciones se suceden (especialmente cada vez que toma una botella de Powerade) y la narración de estas es sin duda uno de los más llevaderos componentes de este inusual y, en cierta manera, bastante antipático libro.
Búsquese usted otro camino para llegar a su destino... Sands Lane, Barmston, Inglaterra. Fotografía de Paul Glazzard
En ‘Spurn Head’ Self emprende otro largo paseo, esta vez por la costa este de Yorkshire, donde los acantilados han estado desapareciendo a un ritmo vertiginoso en las últimas décadas. El mal que le afecta es el Alzheimer. Los recuerdos se diluyen en la nada igual que carreteras, jardines y hasta casas se hunden ante los embates del mar del Norte.

A diferencia de la mayoría de los libros de Self que he leído hasta ahora, Walking to Hollywood me ha resultado en su mayoría fastidioso, pese a las enormes dosis del humor procaz marca Self que contiene. No pude sentirme conectado en ningún momento con la narrativa, y sus caminatas se me han hecho interminables. Rebosante de charlatanería y enrevesamiento, peca de autorreferencias hasta el hartazgo. Como elemento de interés, cabe mencionar que el libro incluye muchísimas fotos en blanco y negro tomadas por el mismo Self en el curso de sus andares. Pero tiene otros libros mucho mejores, sin duda.

Withernsea, lugar condenado a desaparecer. Fotografía de Tom Corser.

10 mar 2018

Azuria #7

Recibí con ilusión el número 7 de Azuria, la publicación anual de Geelong Writers, en la que aparece una modesta contribución mía, una narración muy cortita titulada 'Elma Donna', en inglés.

Lo que era motivo de gran alegría se convirtió en decepción cuando comprobé que alguien había introducido un cambio - en apariencia nimio - en el texto, pero que lo reducía a una inmensa chorrada sin sentido. La errata introducida por el editor reemplazó "Franco", ese genocida fascista que parece cabalgar de nuevo, triunfal en su 155, por campos ibéricos, con el nombre del personaje principal del cuento, "Frankie".

'Elma Donna' es una historia de ficción basada en experiencias reales, pero cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia. Ja.
Elma Donna
I had not seen him for at least seven years; nor spoken to him for probably a few more. Once I had moved to the other side of the world, keeping up with developments in my home town had been difficult. Despite the quick uptake of technologies everywhere by almost everyone, distance has a way of imposing a veil of secrecy on other people’s lives.

I had arrived in Valencia a few days before Christmas. I had plenty of time to catch up with friends and family. My brother had asked me if I wanted to come along and pay a visit to Franky Rabbit. It was mid-afternoon, and TV shows were incredibly boring or stupid, so I said yes.
‘Is he still selling drugs?’ I asked my brother.
Sip. Still in the business.’ He shrugged his shoulders as if to mean that things may change from time to time, but certain people won’t ever change. I did feel like having a little smoke of hash, so I decided to tag along.
Rabbit Frankie had been a kid from our neighbourhood. We had seen him on the streets day after day, although he had attended a different school than ours. Our parents had wanted us to do better than most and had therefore enrolled us in a semi-private school. I had transferred to the local public high school as soon as I turned 14. Franco had died three years before, and switching to the state high school had been a blessing in disguise.
My brother was driving in the mid-afternoon dusk. The December air soon felt chilly and damp. The Mediterranean is great in summer, but in winter, soon after sunset, its humidity soaks into your bones and chills you down
Rabbit Frankie was renting a flat in the north-west of the city. Rentals were not expensive in those days, and he was certainly making a killing. Besides his drug dealing, my brother told me on the way there, these days Frankie had achieved honourability by getting himself a job as a public servant.
‘You must be kidding’, I replied incredulous.
‘Not at all,’ my brother quipped. ‘And so the public enemy became the public servant.’
So bloody typically Spanish, I thought. Apparently, Frankie had used his jet set connections to his advantage, and some obscure government official had picked him for a non-existent position within an even obscurer division in the Regional Department of Health. The irony did not escape anyone. It was like putting the wolf in charge of the herd of sheep.
We parked the car.
***
The bell rang, pressed by my brother’s middle finger. After ten seconds or so the door opened and Frankie’s face appeared behind it. And suddenly I wished him hurt, suffering. I could have even wanted him gone for good. Let this prick suffer, for goodness’ sake. He deserves it more than anyone else I know!
Elma. Seeing him after all these years had brought her back. A beautiful girl with a great future ahead, all the boys in the neighbourhood were secretly in love with her, or at least admired her beauty. Gleaming straight black hair, gracefully shaped, an enchanting smile beneath warm, fiery black eyes. Why she had chosen him, we never knew. Elma went out with Frankie for years – and was loyal to him even when he got first in trouble with the law as a trifling neighbourhood dealer. He was then a minnow dreaming of hitting the big time.
Seeing his stupid face after so many years stirred some bad memories. How Elma had jumped off the rear balcony of her 7th-floor home. How had such a young life full of possibility been brought to an abrupt end? We never knew what drove her to such profound despair.
Frankie did not seem to recognise me at first. Then my brother mentioned I had only been back a few days, and that I’d be partial to some weed.
‘Oh, you’ve been abroad now for a few years, yeah?’
I just nodded. My brother kept on: ‘Australia, man! My bro’ here went to Australia. He has kangaroos and koalas in his garden! Ain’t that awesome?’
‘Wow! Is that so? One day I’m gonna travel over there and have a swim at that pool where Crocodile Dundee took that American babe. Oh my, what a woman! Nice curves and even better legs, mind you. Yet my favourite is still Madonna, you know?’
‘Is she just?’ I quipped. ‘You know, I share something very special with Madonna! Something real special you will never share.’
Frankie raised his eyes and shook his head to one side to move that silly fringe of his out of his sightline. ‘And what might that be, show-off?’
‘We were both born on 16 August.’

Happy Birthday to you (and myself!). Fotografía de Jonas Bengtsson.

***
We didn’t stay long. My brother gave Frankie a couple of crisp €10 notes. We (or rather, I) had got what I wanted, so there was no point in humouring the despicable human being Frankie was. But there was no stopping him. That’s what coke does to some people: they talk rubbish nonstop.
He had been going on about AIDS and whatnot when he suddenly brought back the singer into the conversation. ‘You know what Madonna started singing at her last gig?’
‘Nope,’ my brother joined in.
Frankie switched to English. ‘Hey, you, don’t be silly, put a condom on your willy!’
I must have winced quite noticeably, because Frankie suddenly stared at me and asked if he hadn’t pronounced everything correctly.
‘Yes, mate,’ I tried to reassure him and said in English. ‘Queen’s English, jus’ purrfect!’
The idea sort of floated in the air, which stank of cigarette smoke.
‘Time to hit the road for us,’ my brother said. ‘Thanks, see you around, Frankie.’
‘Hasta la vista, baby,’ was Frankie’s rejoinder.
‘Great story about Elma Donna, Frankie,’ I said while heading towards the door. ‘I’m sure you will never forget Elma Donna, will you?’
I turned around as I reached the door and fixed him with my eyes. Whether he had got the message or not, I did not care. Elma’s name had been pronounced loud and clear enough to prick his conscience. If he ever had one.
El séptimo número de Azuria incluye piezas en prosa de Geoffrey Gaskill, Ross Jackson y Francesca Juraté Sasnaitis, y poesía Michael Fitzgerald-Clarke, Robert Drummond, James Gifford, Rory Hudson, A.A. Jonynas, Bernard Montini, Christina Murphy, Sarah-Rose Mutch, Elena Lilian Popescu, David Rabokidze, Francesca Juraté Sasnaitis, Edith Speers, Lidija Simkute, Justine Stella y Ted Witham, con tres reseñas a cargo de Ted Reilly.

22 feb 2018

Reseña: The King is Always Above the People, de Daniel Alarcón

Daniel Alarcón, The KIng Is Always Above the People (Nueva York: Riverhead Books, 2017). 240 páginas.
“El lugar en el que naces es, simplemente, el primer lugar del que huyes.” La emigración como tema fundamental de la vida contemporánea es el trasfondo de esta brillante colección de relatos del estadounidense y peruano Alarcón, de quien ya leí hace unos años At Night We Walk in Circles, novela que no dudo nunca en recomendar a quienes me preguntan por aquí en Canberra sobre Perú y su especial coyuntura política.

En este volumen Alarcón se adentra en la cuestión de la transformación que padecemos al emigrar. Cada vez que regresamos a ese lugar que es el primero del que uno huye, y que algunos dan en llamar patria (no es, desde luego, mi caso), nos redescubrimos y nos redefinimos.

De los diez relatos que componen The King is Always Above the People, dos destacan por su longitud, que los acerca a la categoría de nouvelle. Son ‘The Provincials’ y ‘The Auroras’. En el primero, el joven Nelson, que está a punto de reunirse con su hermano en los Estados Unidos, viaja con su padre Manuel al pequeño pueblo de donde es originario. Su cometido es ser el albacea del testamento de un familiar que ha fallecido recientemente. Su visita es recibida con alegría y (aparentemente) sana envidia de los lugareños que todavía recuerdan a Manuel como un excelente estudiante que demostró ser muy valeroso al irse a la capital. Por la noche se reúnen con algunos conocidos en un restaurante, y Nelson se hace pasar por su hermano (quien ya lleva varios años emigrado) y a medida que el alcohol les va soltando la lengua a todos, Manuel es objeto de duras críticas. Alarcón incluye el guion de un curioso sainete tal como lo imagina Nelson, cuya verdadera vocación es el teatro y el cine. Que en el lugar de donde nos hemos marchado a veces se nos reciba con muy poca simpatía puede ser algo amargo, por la razón que sea, es una de las más palpables realidades del emigrante. Una vez te marchas, ya no perteneces ni a un sitio ni a otro. Tierra de nadie.

‘The Auroras’ es una divertida (aunque tenga un desenlace amargo) recreación contemporánea del mito de Ulises y Circe. Narrada en tercera persona, cuenta cómo un profesor de literatura huye de la capital a una ciudad portuaria tras el fracaso de su matrimonio. Allí conoce a Clarisa, mujer de un marinero que está de viaje. Clarisa lo invita a quedarse con ella. Con el paso de los días el profesor queda más y más enmarañado en la especie de telaraña que la joven Clarisa le ha tendido, atendiendo a sus amigas mientras ella está fuera de casa. Clarisa le lanza un reto tras otro, y el joven profesor cae en una trampa tras otra, hasta esclavizarse.

De los demás cuentos, me llamó la atención el primero, ‘The Thousands’. Narrado en primera persona del plural, cuenta un episodio bastante habitual en Perú: la toma de tierras para llevar a cabo asentamientos en lugares donde no existía antes población alguna. Recuerdo que uno de nuestros guías en Ica señalaba hace un par de años en el horizonte un pequeño barrio alejado de la ciudad y explicaba que eran “ilegales”.

En ‘República and Grau’, cruce de calles que pudiera perfectamente existir en el centro de Lima, un chico de 10 años es enviado a trabajar como lazarillo de un viejo ciego que mendiga en uno de los semáforos del centro de la ciudad. Cuando el chico no trae a casa el dinero que su padre esperaba conseguir, se emplea con violencia. El ciego, por su parte, es casi un calco de su homónimo en el Lazarillo de Tormes. Como en el anónimo del siglo XVI, el desenlace es violento e inesperado, pero deja muy buen sabor de boca.

También cabe destacar ‘The Ballad of Rocky Rontal’, cuyo aliciente es que está narrada en segunda persona. Es la historia de un niño abocado desde su niñez a la violencia de las bandas, el crimen y la cárcel. ¿Puede rehabilitarse alguien que ha mamado la violencia desde muy pequeño?
Imagen procedente de asiasociety.org
Alarcón escribe con buen criterio, la suya es una prosa nítida y agradable, y se adivina un sutil matiz irónico en sus descripciones. El título del libro procede de un grabado del artista iraní Ardeshir Mohassess (1938 –2008). En otras partes del mundo, en un gesto un poco más generoso y sin duda civilizado, se limitan a poner el retrato del rey boca abajo.

16 feb 2018

Reseña: & Sons, de David Gilbert

David Gilbert, & Sons (Londres: Fourth Estate, 2014). 430 páginas.
¿Recuerdas esa coletilla que se solía añadir al nombre de muchas empresas familiares (“e hijos”, o “y hermanos”) en la época del desarrollismo en España? Era algo muy habitual justo en los estertores de un franquismo que, por lo constatado en los últimos meses y más todavía, si cabe, hoy mismo, renace de otras guisas en el estado español, cual ave fénix.

La novela del estadounidense David Gilbert, con ese título truncado pero evocativo, trata (obviamente) de la relación entre padres e hijos, pero es mucho más que eso. Hay, naturalmente, un patriarca, Andrew N. Dyer, novelista ficticio de renombre en el país, autor de una obra (ficticia) de culto, titulada Ampersand, palabra inglesa que designa el símbolo ‘&’.

Dyer tiene tres hijos varones: dos de su primera (y única) esposa, Isabel, y un tercero, Andy, mucho más joven, supuestamente la consecuencia imprevista de un affaire con una canguro escandinava. Richard y Jamie viven hasta cierto punto independizados de su padre. El primero en Los Ángeles, donde hace sus pinitos como guionista, aunque su verdadera ocupación es la de asesor en temas de drogadicción (exadicto él mismo). Jamie, en cambio, vive un poco a salto de mata, se dedica a la cinematografía y da clases en una universidad cercana a Nueva York.

La novela comienza con un funeral, y termina con otro. El primero es el del gran amigo de Dyer, Charlie Topping. Es el hijo de éste, Philip Topping, quien nos narra la historia. Gilbert incluye al comienzo de cada sección del libro un texto de la correspondencia entre Charlie y Andrew a lo largo de los años.

& Sons incluye una gran variedad de tramas secundarias, todas conectadas entre sí hasta cierto punto. Por poner unos ejemplos: Andy persigue desesperadamente a una empleada del agente literario de su padre con la vana esperanza de perder la virginidad con ella; Jamie descubre cómo el documental (12:01 pm) que grabó de su exnovia durante los meses previos a su muerte por causa de un cáncer (y que luego amplía ilegalmente filmando su lenta descomposición en el interior del ataúd) se hace viral en Youtube; Richard acude a Nueva York con la firme intención de conseguir que su padre venda los derechos de Ampersand a un productor de cine que le contratará para escribir el guion.

Uno podría argüir que son demasiados hilos y que tarde o temprano la madeja se liará tanto que no habrá por dónde agarrarla. Pero no es así. Gilbert construye una muy sólida narración, con algunos altibajos, sin duda, pero el conjunto, en general, se sostiene.

Si la muerte de Charlie ha tenido un efecto duro y profundo para Andrew, éste es la revelación de su propia mortalidad. Su salud se está deteriorando, y por ello convoca a sus dos hijos mayores en Nueva York, para que conozcan a su medio hermano. Pero ¿es Andy en realidad hermano de Richard y Jamie? ¿Va a ser que no? Entonces, ¿qué demonios es?
Ese elemento de la novela (prefiero no divulgarlo, pero hay muchas reseñas en inglés que sí lo mencionan) es posiblemente lo más flojo del total. Gilbert introduce otra trama secundaria (¿o es terciaria?) que no hace otra cosa que embrollar, y que en ningún momento queda dilucidado. & Sons es, sobre todo, una novela neoyorquina por antonomasia. De hecho, en exceso: para mi gusto le sobran algunos pasajes en los que parece primar la localización por sobre la trama (por ejemplo, la travesía de Central Park de Andy y su primo en busca de los mejores pretzeles…)

Con todo, lo cierto es que Gilbert escribe espléndidamente la mayor parte del tiempo. No falta en ninguna página una metáfora o un símil deslumbrante y, hasta cierto punto, peca a veces por exceso. Contrapongamos esto con la supuesta calidad de la prosa de Dyer, quien al principio de la novela recurre a un sitio web para escribir el panegírico que ha de leer en el funeral de su “gran amigo” Charlie.

No obstante, dada la vastísima oferta de ficciones que el mercado nos ofrece (en muchas lenguas diferentes) no es de lo peor que uno puede encontrar: & Sons entretiene y a ratos intriga por su preocupación con el paso del tiempo como principal cuestión de la condición humana. Tomemos como ejemplo este pasaje sobre el paso del tiempo y los amigos de nuestra juventud:
“[…] Nuestros más viejos amigos, sus rostros, nunca cambian realmente, puesto que tanto ellos como nosotros viajamos a una misma velocidad vital. El caso de padres e hijos es algo diferente. Estos nos ayudan a medir nuestra existencia, igual que el reloj de pared o el que llevamos en la muñeca. Pero nuestros viejos amigos llevan consigo una constante entrelazada, son una parte y el todo, todos los días del calendario comprendidos en una mirada.” (p. 119, mi traducción)

6 feb 2018

Reseña: Personae, de Sergio de la Pava

Sergio de la Pava, Personae (Chicago: University of Chicago Press, 2011). 201 páginas.

Personajes. Así de indeterminado es el título del segundo libro publicado por el colombiano-estadounidense Sergio de la Pava, un texto complejo en una narración fragmentaria que apenas está cosida con (muy pocos) alfileres.

Si hubiera de resumir de qué va (superficialmente) este libro, diría que trata de la investigación que comienza una detective de la Policía de Nueva York, Helen Tame, del probable asesinato de un anciano escritor de origen colombiano llamado Antonio Arce. En su informe, la detective (quien es además una consumada intérprete de Bach al piano) incluye las obras de Arce en inglés que ha encontrado mientras registraba el apartamento del viejo. Estas son una narración breve titulada ‘The Ocean’, una obra de teatro cuyo título De la Pava asigna al conjunto y una narración inconclusa que se titula ‘Energeias’. El resto del libro lo completan extractos de apuntes y ensayos de Helen Tame y el obituario que escriben sobre ella tras su prematura muerte en The New York Times.

De la Pava alcanzó cierta celebridad por la excelente A Naked Singularity, que recomiendo encarecidamente a quien no la haya leído. Al igual que esa novela, Personae irrumpe con fuerza y te reta como lector. Por sus páginas De la Pava va derramando inteligentes ideas acerca de una multitud de conceptos muy contemporáneos: dicotomías esenciales como autenticidad y falsedad, el amor y la muerte, y muchas otras nociones vigentes en los debates de ideas más actuales: la democracia, el valor (si lo hay) de las creencias religiosas en pleno siglo XXI, la violencia o el arte, etc.

El 20 de septiembre de 2009, esta señora dijo:"Rajoy es un personaje histórico, como Churchill. Cada uno a su nivel." Al menos, no me cabe ninguna duda del altísimo nivel de Churchill, y eso que no habría gustado tenerlo cerca.
Fotografía procedente de Viladecans Televisió (vía Wikicommons)
Con mucho, es la obra de teatro la parte más larga y llamativa: con ecos de Beckett, Stoppard y Pinter, ‘Personae’ rebosa humor, ingenio, juegos de palabras y sentimiento humano. Lo deslavazado del conjunto no debiera desanimar su lectura. Personae está escrito con honestidad y entrega. Al fin y al cabo, ¿no somos todos personajes de esa gran obra absurda y ridícula llamada vida?

13 ene 2018

Reseña: Rubik, de Elizabeth Tan

Elizabeth Tan, Rubik (Sydney: Biro Books, 2017). 328 páginas.
Entre varios otros propósitos, este blog trata de prestar una atención especial a la literatura australiana y busca darla a conocer a lectores que, a menos que tengan una inclinación particular por lo que sucede en estas tierras, rara vez podrán acercarse a algunos de los nuevos creadores que empiezan a destacar en la escena literaria down under.

Rubik (sí, el título, como puedes deducir de la portada, está inspirado en el famoso juguete en forma de cubo inventado por el arquitecto húngaro Erno Rubik). El libro recibió muy buenas críticas en blogs y revistas más o menos alejadas de la literatura mainstream australiana, y lo he visto descrito en algún lugar como ‘ficción experimental’. Incluso hay quien le atribuye el distintivo de novela.

Hete aquí una novela. Descuartízala, hazla añicos y después, trata de recomponerla.
Fotografía de  Lars Karlsson. 
En realidad, Rubik es un rompecabezas compuesto de relatos relacionados entre sí por personajes, motivos y temática. Me resisto no obstante a entender el libro como una novela. Llamadme conservador y reaccionario si queréis (son cosas de la edad, sin duda, y mi resistencia a formar parte de esa gran hermandad global del smartphone es una prueba irrefutable de ello).

Una novela siempre ha implicado la creación cronológica de una narración – ésta se puede presentar de maneras y formatos diversos que incluso generen rupturas de órdenes (pre)establecidos, y no por ello nos rasgamos las vestiduras. Pero la esencia de una novela está en su génesis; una serie de relatos vagamente conectados, y posiblemente generados (algunos de ellos) a posteriori no terminan de constituir una novela.

No obstante lo anterior, a la hora de hacer una valoración de Rubik, lo cierto es que deja un buen sabor de boca y crea una buena impresión. Elizabeth Tan ha escrito un libro que exige la atención del lector (pese a que su insistencia en aspectos tan propios del siglo XXI como las redes sociales, las tecnologías de la información/comunicación, o la mención exhaustiva de marcas comerciales y detalles de productos que rayan en lo absurdo).

Rubik se sitúa en Perth, la más remota ciudad grande del mundo, aislada del resto de Australia por el desierto. La autora nació allí, pero su visión de la ciudad es bastante crítica. De hecho, muchas de los relatos que componen Rubik tienen un trasfondo de sociedad distópica impregnada de matices amenazantes y para nada placenteros. Por ejemplo, en ‘Coca-Cola birds sing sweetest in the morning’ [El canto de los pájaros de Coca-Cola es más dulce por las mañanas], quizás el más completo y satisfactorio de todos los relatos de Rubik, la protagonista, Audrey Kwai, trabaja para el gobierno en un Ministerio de la Segunda Naturaleza, así llamado porque su función es la fabricación de pájaros e insectos artificiales, patrocinados por diversas multinacionales, y que han reemplazado a los verdaderos seres vivos que poblaban parques y reservas naturales. El cometido de Audrey es reparar los especímenes estropeados de aves y bichos que el público devuelve en máquinas especiales.

Los temas que trata Tan en Rubik son varios: la muerte (el primer relato, titulado ‘Rubik’, cuenta el absurdo accidente que le cuesta la vida a Elena Rubik al salir de una estación de servicio donde había comprado un pastel de carne), la interacción del ser humano con otros seres humanos a través de la tecnología, la elasticidad de la realidad frente a la ficción o el consumismo exacerbado por las tendencias virales (en ‘Luxury Replicants’, el protagonista, Michael trabaja de vendedor en una tienda hipster donde cada día llegan nuevos productos):
“El producto recién llegado hoy es el Kit Message-in-a-Bottle. Consiste en una caja, que es del tamaño de un estuche para gafas, la cual contiene una botellita de gas, un corcho, un lustroso papelito, una vela y un paquete de bolitas de cera roja. El papelito incluye útiles indicaciones sobre el mensaje que debes poner en la botella. ‘Esta botella fue soltada en [lugar] el día [fecha] por [nombre].’ Así pues, se supone que tienes que sellar la botella con la cera. La vela es para derretir la cera. El Kit Message-in-a-Bottle vale $24,95.” (páginas 243-4, mi traducción)

Como propuesta narrativa distinta y arriesgada, Rubik tiene sin duda bastante brillo, y uno puede ver por qué el conjunto le resultará atractivo a los millennials. Relatos compuestos únicamente de emails, relatos que ofrecen cinco desenlaces alternativos, Rubik es una metanarración planteada como un gran pasatiempo, con buenos detalles aunque, para mi gusto, bastante paja. Pero ya se sabe que soy un carroza, que se niega a tener teléfono móvil en plena segunda década del siglo XXI.

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