21 sept 2011

I am no good at love - No sirvo para el amor; un poema de Noël Coward

The Noël Coward Theatre (Fotografía de Derek Harper)
Traducir poesía puede parecerles a muchos un empeño fútil, pues en demasiadas ocasiones es causa de sinsabores y frecuentes frustraciones. La empresa puede estar, por lo demás, cargada de una cierta ambición lírica, hasta el punto de buscar recrear metro y ritmo en la lengua de llegada, y por eso será siempre motivo de satisfacción lograr una traducción rimada.

El poema cuya traducción presento en esta entrada del blog Notas Literarias, del inglés Noël Coward, forma parte de la antología The Complete Verse of Noël Coward, y digamos que lo encontré por casualidad en la sección de libros de The Guardian.

Me gustó de inmediato su tono, que parece alternar entre lo burlesco, lo juguetón, y una pizca de melancolía. El poema original en inglés se compone de cuatro estrofas de seis versos cada una, en las que riman los versos pares, mientras que los impares quedan sueltos. El metro del original es un tanto irregular, pero uno puede fácilmente conjeturar un ritmo, una melodía, posiblemente una canción.

Al plantearme una traducción al castellano me pareció que la opción más lógica era adoptar una forma tradicional y maleable, como el romance, en octosílabos de rima asonante (como en el inglés) en los versos impares. El hecho de que el primer verso de cada estrofa sea idéntico en las cuatro me obligaba entonces a buscar rimas de ‘amor’, tarea que el castellano facilita en todo caso.

Una vez ajustado el tono con el que quería imbuir el texto de llegada, la tarea era lograr cuatro estrofas que trasladasen la ironía y la burla de sí mismo, al tiempo que se insinuase ese deje melancólico del que hablaba antes.

El resultado es un poema que, en mi opinión, se vale hasta cierto punto por sí mismo, sin alejarse en exceso del original ni en su forma ni en su contenido.

Espero que te guste.

No sirvo para el amor
Noël Coward


No sirvo para el amor,
pues mi corazón es libre.
Destruyo a quien es mi sol,
¡ay del pobre desgraciado!
Pues me sobra la afección,
y peco de intensidad.

No sirvo para el amor:
pronto lo llevo a la ruina.
Me desvela un gran temor
y farfullo como un mico,
solo en mi confusión
sabiendo que no hay salida.

No sirvo para el amor:
si mi corazón entrego,
de mis labios sin control
salen palabras hirientes
que debiera ocultar yo.
Mis celos todo lo arruinan.

No sirvo para el amor,
que yo soy muy indiscreto:
sé que acerba conclusión
tendrá desde el mismo inicio,
pues en el postrero adiós
siempre gana la amargura.

© de la traducción, Jorge Salavert, 2011.

19 sept 2011

Reseña: L'estany de foc, de Silvestre Vilaplana



Silvestre Vilaplana, L’estany de foc. Alzira: Bromera, 2010. 395 páginas.

A lo largo de la historia han sido muchos los traductores que han sufrido persecución (cuando no la muerte) por su labor de difusión de determinadas ideas contenidas en los libros. Esta situación ha sido particularmente nefanda para los traductores cuando se han hallado bajo regímenes autoritarios y/o fundamentalistas: los casos de Afganistan e Iraq son los más recientes, mas persecuciones feroces y ensañadas las ha habido desde hace siglos. En L’estany de foc, el alcoyano Silvestre Vilaplana narra las vicisitudes que rodearon a la primera edición de la Biblia traducida a la lengua catalana del antiguo Reino de Valencia a fines del siglo XV.
Impresa entre 1477 y 1478 en Valencia, la primera Biblia en catalán, en la lengua del pueblo, tuvo una vida efímera y muy accidentada. Pocos años después la Inquisición castellana prohibió su lectura y se afanó por decomisar todos los ejemplares existentes para destruirlos.
Vilaplana novela hábilmente la implacable persecución a que somete el Inquisidor General de Valencia, el burgalés Juan de Monasterio, al último ejemplar conocido de la Biblia hereje. La novela se inicia en las calles de Valencia, donde Daniel Vives, judío converso y traductor de la obra, huye de su casa antes de la inminente aparición de los soldados de Monasterio. Vives logra refugiarse en la casa de otra familia de conversos, donde pasará escondido meses en una sinagoga oculta. Cuando la peste se ceba con Valencia, el médico Pere Torrella, amigo de la familia, idea una huida: disfrazan a Vives de muerto por la peste, y consiguen que salga de la ciudad, desde donde podrá huir a Perpiñán.
Pero las telarañas que teje Monasterio son amplias e invisibles. El jorobado Castor, un personaje inicuo, maligno y siniestro, uno de los más eficaces espías del inquisidor, ha descubierto a Vives y le persigue en su huida. Finalmente le ataca en mitad del campo, pero Vives consigue defenderse y golpea a Castor; creyéndolo muerto, Vives se aleja, pero Castor solamente está malherido.
Mientras tanto, Pere Torrella vuelve a Valencia con la intención de huir de allí tan pronto la epidemia termine. Pero Castellví, un noble valenciano y mayordomo del rey Fernando de Aragón le pide que intente curar a su hijo, enfermo de la peste. Al lograr salvarle la vida, Torrella empieza a estar bajo su protección contra las posibles estratagemas de Monasterio en contra suya. Torrella viaja a Perpiñán como médico de Castellví, y allí conseguirá la influencia de los poderosos para que Vives pueda ser perdonado y que regrese a Valencia.
Como tantas otras obras contemporáneas, L’estany de foc hace uso de la historia para crear ficción: la acción es trepidante, y la narración desborda intriga y suspense. Vilaplana recrea en la novela una versión del mito del libro maldito, y lo hace con cierta habilidad y no pocas dosis de buen hacer literario. Uno de los personajes que mejor dibuja Vilaplana es el del geperut Castor, un paria deforme e inmoral, un espantajo marginado por toda la sociedad, pero capaz de cualquier cosa por unas monedas.
De esa primera edición de la Biblia en lengua catalana se conserva únicamente una hoja, correspondiente al Apocalipsis, la cual se halla en la Hispanic Society de Nueva York. Aunque la edición e impresión en lengua catalana fueron inicialmente autorizadas por las autoridades religiosas (por aquel entonces ya se había traducido al alemán y al italiano), la represión la ejerció el reino de Castilla. Es sin duda otro acierto que Vilaplana haga memoria de la realidad de lo que sucedió en el pasado, aunque lo escriba en clave de ficción.

17 sept 2011

Where there's smoke...

Canberra, 16/09/2011


El sol ya estaba fuera, era un día claro, diáfano, despejado. Lo primero que vieron al subir la persiana fue una voluminosa nube negruzca, densa, imponente, ominosa. Mas en ella el hijo vio algo que ellos no vieron, o que tal vez no quisieron ver ni posiblemente recordar. El hijo se giró hacia ellos y dijo entre lágrimas: ‘I don’t want to die’.

Un día viernes, un día normal en una vida suburbana. Y sin embargo, para el niño ya era un día de mierda.

10 sept 2011

Narrative and Healing - Un simposio en Sydney


El sábado 3 de septiembre se celebró en la Universidad de Sydney un simposio en torno al tema ‘Narrativa y curación’. Organizado por la profesora Bernadette Brennan de la Universidad de Sydney, el simposio contó con la participación de profesionales de muy diversas procedencias. El tema central era el poder que tienen las palabras para curar y la posibilidad de que lo hagan.


En la primera sesión, ‘Poetry and Healing’ la poeta australiana Judy Beveridge y la académica de la Escuela de Humanidades y Artes Creativas del Avondale College, Carolyn Rickett, hablaron del proyecto ‘New Leaves’, que se desarrolló hace unos cuantos años. En pocas palabras, consistía en ofrecer a personas con enfermedades muy graves la posibilidad de escribir poesía. De ese proyecto nació una antología, que ambas editaron, y que se publicó en 2008. Beveridge habló del poder restaurador que tiene la poesía, en tanto que utiliza como medio palabras que tratan (y salen) de lo más profundo del interior de nuestro ser. Beveridge y Ryckett se refirieron al concepto enunciado por Suzette Heinke, scriptotheraphy: ‘a process of writing out and writing through traumatic experience in the mode of therapeutic re-enactment’.


La segunda sesión reunió a tres autoras australianas, Helen Garner, Maggie MacKellar y Brenda Walker, que hablaron de sus diferentes enfoques como narradoras en torno al proceso de curación por medio de la narrativa de experiencias traumáticas personales. Desde mi punto de vista, Maggie MacKellar aportó ideas y ángulos realmente valiosos, mientras que Helen Garner me decepcionó bastante a causa de su respuesta un tanto displicente a una pregunta de uno de los asistentes.

La pregunta referida, que por otra parte me pareció primordial en el contexto de lo que se estaba discutiendo, tenía que ver con las metáforas y los eufemismos que se emplean para hablar de la muerte. ¿Cómo elucidar la diferencia entre metáfora y eufemismo respecto a la muerte, y sus implicaciones tanto para los pacientes como para los profesionales que suministran tratamientos paliativos? Con su respuesta simplona, Garner pareció olvidar por un instante que no todos en la audiencia eran especialistas en lingüística.

De la sesión vespertina caben destacar las palabras de Sinéad Donnelly, una doctora irlandesa especializada en cuidados paliativos, que en la actualidad trabaja en Wellington (Nueva Zelanda). En una presentación muy razonada aunque llena de emotividad, Sinéad nos recordó algo que hoy en día se suele dar por hecho tan frecuentemente que se olvida su función crucial para el ser humano: es necesario escuchar. 'Listening is a form of touch'. O lo que es lo mismo: ‘Escuchar es una modalidad del tacto’.

Creo que es algo sobre lo que merecería la pena, y mucho, reflexionar.

9 sept 2011

Some words from someone somewhere



We received a card. It reads:

‘Dear T, J, O and J
It was a real privilege for me to meet with you again in [xx] of this year. I was really moved to hear firsthand what you experienced when you went to Samoa two years ago; and my emotions were touched further still when I read and re-read your books […] I had hoped that I would be able to find some words adequate to the trauma of your loss of Clea and your own survival – as yet, I have not found any words despite my months of searching. What I have been able to do is to hold all five of you in my heart and to really try to get a feel for you for how things are for you from the words which you have written. Each time I read them I take in more and I imagine that will continue to be so. […] When [29 September 2011] comes I plan to light a candle for Clea and to remember her as she lives on the time which we spent together in Spain in xx 2007 and through the way you have captured her spirit in photos, and pictures (as well as words).
With much love,
F.’
I believe you have truly found some words, F. You might think the words are nowhere near what they should be, but I can assure you (and anyone else who might care to read these my words) that the courage you have shown reached us. I cried when I read your words. I know you cried when you read mine. I know you listened, and I thank you for that, for being there for me.

8 sept 2011

Gloria, un cuento de Suchen Christine Lim, en Hermano Cerdo


Manila. Fotografía tomada por Mike Gonzalez el 29 de mayo de 2006

El colapso económico causado por la crisis financiera global y recientes acontecimientos en el ámbito occidental (las escenas de pillaje en las principales ciudades inglesas, por ejemplo) han llevado a algunos comentaristas a fijarse de nuevo en el modelo singapurense de democracia, en el cual se sacrifican muchas libertades individuales por un supuesto bien colectivo. Singapur puede ser un lugar fascinante para la sociología, pero la verdad es que tras un par de días resulta ser un auténtico plomazo para el visitante al que no le interese simplemente llenar sus maletas de productos.

La revista Hermano Cerdo publica esta semana un cuento de la autora singapurense Suchen Christine Lim, titulado ‘Gloria’, y que he tenido el gusto de traducir. Narra las peripecias de una mujer filipina que emigra a Singapur para trabajar como criada para una familia acomodada. Alejada de sus hijos y del apoyo de los suyos, la criada logra crear algunos lazos afectivos con el pequeño de la familia, cosa que molestará sobremanera a la madre. Cuando por fin llega el momento de regresar a Manila con sus hijos, la mujer comete un pequeño error que puede costarle muy caro. ¿La ayudará una madre celosa y resentida?


En ‘Gloria’, Lim pone de manifiesto la disparidad de las actitudes humanas ante la adversidad que sufre el prójimo, además de la enorme grieta que ha quedado abierta de forma permanente entre las clases sociales pudientes y los necesitados. Una grieta que sigue abriéndose, expandiéndose en su magnitud, no solamente entre el primer mundo y el de los países en vías de desarrollo. La grieta se ha ramificado en tantas direcciones que es ya motivo de preocupación para los dirigentes políticos y empresariales de países ricos como los Estados Unidos.

7 sept 2011

Reseña: The Memory Chalet, de Tony Judt



Tony Judt, The Memory Chalet. Londres: William Heinemann, 2010. 226 páginas.


Se suele decir que momentos antes de que sobrevenga la muerte, uno ver pasar su vida en apenas un instante. Desde mi perspectiva personal no estoy tan seguro de que sea así. Sobreviví a una catástrofe en la que estuve a punto de perecer ahogado: el tsunami que destruyó las costas meridionales de Samoa, entre otros lugares, en 2009.

En un caso muy distinto, Tony Judt vivió una lenta pero inexorable sentencia de muerte, que le permitió disponer de dos largos años para contemplar y rememorar su vida antes de morir. La enfermedad, un tipo de esclerosis que va paralizando el cuerpo poco a poco, primero los dedos, luego un brazo, luego otro, luego las piernas, y finalmente los músculos del torso impiden la respiración. La pregunta que uno cabría hacerse es si esa circunstancia se trata de una condena, o si podría considerarse un motivo de dicha: ‘disfrutar’ (es un decir) de un periodo de tiempo relativamente largo para rememorar y reflexionar sobre nuestra vida, a sabiendas de que el final se acerca inexorablemente. Cada lector será de un parecer según cuáles sean sus convicciones morales.

En 2008, dos años antes de su muerte en agosto de 2010, los médicos le revelaron a Tony Judt, reputado historiador británico de la Universidad de Nueva York, que padecía una enfermedad incurable de carácter motor neuronal. Estaba pues atrapado en su cuerpo: no podía moverse, pero sí tenía sensaciones; la enfermedad en sí misma no le producía dolor, y además era plenamente consciente de todo lo que le estaba sucediendo. Judt se pasaba la mayor parte de las noches (y los días) en vela, ‘con libertad para contemplar según su conveniencia y con la mínima incomodidad el catastrófico avance del deterioro individual’. Fue en esas condiciones que Judt dictó el libro. Por las noches, divagaba y almacenaba sus ideas en la memoria, para luego dictárselas a su ayudante durante el día.

The Memory Chalet tiene el formato de un mosaico. Se compone de fragmentos autobiográficos, recuerdos variados que abarcan desde su infancia en el Londres de la posguerra hasta su migración a los Estados Unidos, pasando por su estancia, por ejemplo, en un kibbutz del Golán en la década de los 60, experiencia que le supuso un desengaño respecto a la ideología que él denomina ‘la teoría y práctica de la democracia comunitaria’, o sus peculiares experiencias en el París de 1968.

Es, en muchos aspectos, un libro único. Lo suyo era la historia europea del siglo XX, y jamás se le había pasado por la cabeza escribir sus memorias. Pero las temibles y terribles circunstancias que rodean la creación de este libro le confieren a sus recuerdos un rigor y una energía singulares. Por otro lado, se evidencia también que Judt podía tener un talante bastante conservador: el recuerdo de su primer profesor de idiomas (alemán) le lleva a elogiar los viejos métodos de enseñanza que recurrían a la intimidación del estudiante. Ni tanto, ni tan calvo.

Neoyorquino de adopción, Judt rememora del Londres de su niñez ‘una densa neblina amarilla’, producto de la combustión de carbón, que tenía tal espesor que tenía que asomarse por la ventanilla del coche para indicarle a su padre a qué distancia quedaba el bordillo. Elogia la sociedad multicultural de Nueva York, sin reconocer en cambio que el proceso de mezcla humana está adquiriendo un ritmo cada vez más acelerado y más extendido: Sydney o Melbourne podrían ser ejemplos tan buenos como el de Nueva York.

Personalmente, un artículo que ciertamente me cautivó es el que lleva por título ‘Edge People’, y que versa sobre la cuestión de la identidad. Desde mi condición de emigrante, suscribo las palabras de Judt: ‘Prefiero el margen: el lugar donde países, comunidades, lealtades, y raíces tropiezan de manera incómoda unos contra otros – donde el cosmopolitismo no es tanto una identidad como la circunstancia normal de la vida’. La vida del emigrante es un constante tropezar, buscando el hueco donde hacerse el sitio, tratando de mantener unos márgenes invisibles que de algún modo te permitan respirar(te).

Judt concede no obstante que declararse en el margen de forma permanente es síntoma de autoindulgencia. O puede sea, una burda artimaña propia más bien de una campaña publicitaria. En todo caso, la tendencia a no destacar siempre es más fuerte, pues uno siente más seguridad entre otros semejantes, formando parte del gran pelotón. Y sin embargo, a Judt le aterraba la idea de lealtades incondicionales y inflexibles, a ideas, a países, a líderes o a entelequias religiosas. Su visión del futuro inmediato no era muy halagüeña para la humanidad.

La mayoría de los ensayos que componen The Memory Chalet fueron apareciendo en forma de artículos en The New York Review of Books. Si llegado el momento tuviéramos la posibilidad de elegir, ¿no sería un modo ciertamente provechoso de pasar los últimos años de nuestra vida escribiendo unas memorias?


*****

Un fragmento del artículo titulado 'Edge People':

Prefiero el margen: el lugar donde países, comunidades, lealtades, y raíces tropiezan de manera incómoda unos contra otros – donde el cosmopolitismo no es tanto una identidad como la circunstancia normal de la vida. Hubo un tiempo en que abundaban los lugares así. Bien entrado el siglo XX había muchas ciudades que comprendían múltiples comunidades y lenguas —a menudo mutuamente antagonistas, en ocasiones en conflicto, pero que de algún modo coexistían. Sarajevo fue un lugar de esos, Alejandría otro.  Tánger, Salónica, Odesa, Beirut y Estambul, todas esas ciudades cumplían los requisitos— al igual que otras ciudades más pequeñas, como Chernivtsi y Uzhgorod. Para los patrones conformistas norteamericanos, Nueva York se asemeja a algunos aspectos de esas ciudades cosmopolitas ya perdidas: es por eso que vivo aquí.
Claro está, hay un tanto de autoindulgencia en la afirmación de que uno está siempre en los bordes, en los márgenes. Dicha aseveración está únicamente abierta a cierto tipo de persona que ejerce unos privilegios muy particulares. La mayoría de la gente, la mayor parte del tiempo, preferiría no destacar: no es seguro. Si todos los demás son chiítas, es mejor ser chiíta. Si todos en Dinamarca son altos y blancos, entonces ¿quién —si le dieran a elegir— optaría por ser bajito y moreno? Incluso en una democracia abierta hace falta cierta terquedad de carácter como para ir deliberadamente contra la corriente de la propia comunidad, en particular si se trata de una comunidad pequeña.
Pero si uno nace en márgenes que se entrecruzan y —gracias a la peculiar institución de la titularidad académica— tiene la libertad de permanecer allí, me parece una posición privilegiada indudablemente ventajosa: ¿Qué sabrán de Inglaterra los que solamente conocen Inglaterra? Si la identificación con una comunidad de origen fuese fundamental para mi sentido del ser, quizá dudaría antes de criticar a Israel —el ‘estado judío’, ‘mi gente’— de manera tan rotunda. Los intelectuales con un sentido más madurado de la afiliación orgánica se autocensuran de forma instintiva: se lo piensan dos veces antes de ponerse a lavar la ropa sucia en público.
A diferencia del difunto Edward Said, creo que puedo comprender e incluso empatizar con los que saben lo que significa amar a un país. No considero que esos sentimientos sean incomprensibles; simplemente no los comparto. A lo largo de los años, esas intensas lealtades incondicionales —a un país, a Dios, a una idea, o a un ser humano— han terminado por aterrarme. La fina capa de barniz de la civilización descansa sobre lo que puede perfectamente ser una ilusoria fe en nuestra común humanidad. Mas sea ilusoria o no, haríamos bien en aferrarnos a ella. Ciertamente, es esa fe —y las limitaciones que ésta ejerce sobre la conducta humana— lo primero en desaparecer en tiempos de guerra o de malestar social.
Sospecho que estamos iniciando una época de conflictos. No son solamente los terroristas, los banqueros y el clima los que van a causar estragos en nuestro sentido de la seguridad y la estabilidad. La misma globalización —la ‘tierra plana’ de tantas fantasías conciliatorias— será fuente de miedo y de incertidumbre para miles de millones de personas que acudirán a sus líderes en busca de su protección. Las ‘identidades’ se volverán mezquinas y cerradas, mientras los indigentes y los desarraigados golpean los cada vez más altos muros de las urbanizaciones cerradas, desde Delhi a Dallas.
Ser ‘danés’ o ‘italiano’, ‘norteamericano’ o ‘europeo’ no será solamente una identidad; será un rechazo y un reproche para los que ésta excluya. El estado, lejos de desaparecer, puede que esté a punto de alcanzar su apogeo: los privilegios de la ciudadanía, la defensa de los derechos de los que son titulares de una tarjeta de residencia, se blandirán como comodines políticos. Los demagogos intolerantes en las democracias establecidas exigirán ‘exámenes’ —de conocimientos, del idioma, de la actitud— para decidir si los desesperados recién llegados merecen la ‘identidad’ británica u holandesa o francesa. Ya lo están haciendo. En este nuevo siglo echaremos en falta a los tolerantes, a los marginales: a la gente de los márgenes. Mi gente.

Esta reseña apareció ayer en Hermano Cerdo, a excepción del anterior fragmento traducido. 

31 ago 2011

La cerilla - Un poema de Simon Armitage




Mira esta cerilla, hijo:
una breve biografía. Representa
la vida de alguien que quizás tú has conocido.

Fíjate cómo una chispa ilumina
de ideas su cabeza;
mas bien pronto se suelta el halo
y se convierte en soga;
es después faja y luego correa,
es un hula hoop en combustión;
se extiende por su cuerpo,
y acaba por consumirle las piernas
y calcinarle los zapatos.

Termina desfallecido,
encogido, desencajado:
santo quemado en la hoguera.
Mero espinazo.



Versión en castellano de un poema sin título de Simon Armitage, del libro Book of Matches (1993).

25 ago 2011

¿No es posible estudiar literatura australiana en Australia?

David Malouf, fotografía de Dariusz Peczek

En la página web de Austlit, la base de datos más completa y útil sobre literatura australiana, me encuentro con la reseña de una noticia sorprendente aunque, en cierto modo, sintomática de los tiempos que corren en las instituciones universitarias, no solamente australianas sino prácticamente del mundo entero.

La noticia apareció en el diario The Age de Melbourne. Decepcionada y enojada porque no podía estudiar literatura australiana en el tercer año de carrera, Stephanie Guest se puso en contacto con otros estudiantes y pronto organizaron seminarios a los que invitaban a autores australianos a hablar de literatura australiana.

A Stephanie se le reveló su falta de conocimiento de la literatura de su país durante un intercambio académico en Argentina, un país donde ‘otorgan mucho valor a su literatura nacional’. A su regreso a Melbourne, comprobó con estupor que no podía estudiar la materia en su tercer año de carrera.

La Universidad de Melbourne ha asegurado que hará todo lo posible por subsanar este problema en 2012. Aunque uno siempre pueda leer y estudiar por su cuenta, son las universidades las que tienen el deber de cuidar y fomentar el estudio de la literatura propia.

22 ago 2011

Baltasar del Alcázar's Madrigal

Julius Kronberg, Bågskjutande amorin [Cupido con un arco]. 1885. Óleo.

Madrigal
Rip up your visor, see what you have done,
You rascal; at my age, it is hellish
To thus spoil my sleep and my peace long won;
Disarm your bow, my rest let me relish.
For nothing can my wintry blood now plot,
Neither can the body expect
To be exposed to the effect
And the potion in your malicious shot.
But should the most decisive sign
Be made with your weapons divine,
To break and overwhelm my heart
And make me the historian of your art,
Soften the bosom of her who denies
Your brave command in such severity,
As profound as her own beauty,
Unless in my poems, Love, you desire
Not your own but another’s feat,
Whilst in cruel shackles fettered you keep me.

Baltasar del Alcázar, (1530–1606)


He aquí otro modesto (siempre imperfecto) intento por lograr una traducción rimada de un poema del Siglo de Oro. Este madrigal del poeta sevillano Baltasar del Alcázar me resulta fascinante no solo por su temática (la del hombre anciano que, rendido otra vez a los embrujos del amor, dirige su queja contra Eros para que le deje tranquilo) sino por su exquisita construcción y su perfecto acabado.

Y digo que se trata de otro intento porque ya en su día publiqué una traducción rimada de un soneto de Quevedo, el muy famoso 'A un hombre de gran nariz', que puedes leer aquí traducido al inglés en una traducción también rimada.

Si quieres leer el madrigal original en castellano, puedes encontrar el texto aquí. Ve a la página 221.


(c) de la traducción, Jorge Salavert, 2011.

20 ago 2011

Reseña: Red Dog, de Louis de Bernières


Louis de Bernières, Red Dog (London: Secker and Warburg, 2001). 119 páginas.


En la granja de mis suegros vivía hasta hace poco más de un año un perro que, según la tradición australiana respondía al nombre de Blue, por el color de su pelo. Blue era un kelpie rojo, un can noble, siempre muy disciplinado, perro pastor ejemplar e infatigable. Finalmente se hizo viejo (tenía al menos doce años) y empezó a quedarse sordo, y a padecer de ceguera en un ojo. Blue vivió sus últimos meses como un buen jubilado, tumbado al sol muchas mañanas y dejando pasar las horas. El recuerdo más vívido y hondo que guardo de Blue fue la lucha feroz que le opuso a un zorro una tarde de invierno, mientras dábamos un paseo cerca del arroyo.


La leyenda de Red Dog forma parte de la historia más amplia del noroeste de Australia Occidental, una  parte del país que en la actualidad está viviendo un boom económico sin precedentes gracias a la exportación de hierro a China, en especial. Como parte de su visita a Australia en 1998, cuando asistió al Festival Literario de Perth, de Bernières acudió a Karratha, y aprovechó para explorar un poco la zona. Fue en Dampier donde vio la estatua en bronce de un perro que la población de la ciudad erigió para rememorarlo, y la curiosidad le picó tanto que volvió unos meses más tarde y se puso a indagar en la vida y aventuras de aquel perro. De ahí nació este librito.

Fuente: Wikipedia.

Para quienes conozcan las otras obras del autor inglés, Red Dog no dejará de ser una anécdota. Dista mucho de las divertidas y mordaces sátiras que le han dado fama (y algo de dinero) a Louis de Bernières, como The War of Don Emmanuel's Nether Parts (1990), Señor Vivo and the Coca Lord (1991) y The Troublesome Offspring of Cardinal Guzmán (1992), además de la muy famosa Captain Corelli’s Mandolin (1994). A ratos, Red Dog semeja más un cuento para niños que un relato para adultos, y en realidad no tiene una audiencia definida. Por lo demás, no está exento de divertidas anécdotas y tampoco de pasajes a los que sobra melodrama. Los personajes humanos quedan muy desdibujados en el conjunto, y es que de Bernières no tiene mucho interés por ellos. Solamente el perro es protagonista, y únicamente comparte el primer plano con el paisaje del norte de Australia Occidental, siempre tan imponente.






Espero hacer algún día ese viaje y recorrer esas tierras, y sin duda visitaré la estatua de Red Dog. Mientras llega ese día, podemos leer esta novelita o ver la película que se estrenó hace unas semanas. Yo siempre me acordaré de Blue, y cómo puso en su sitio al zorro. Y aunque aquella tarde se llevara también sus buenos mordiscos, me pareció verle esbozar una pícara y satisfecha sonrisa cuando regresábamos a la casa.

14 ago 2011

If music be the food of ...

Ricardo y John deleitaron al público tocando juntos una hermosa pieza que, por lo que me dijeron unas horas antes, apenas les había dado tiempo a ensayarla


El pasado viernes recibí en la oficina la visita por sorpresa de un amigo de Melbourne, el profesor John Griffiths, quien vino en compañía del afamado guitarrista Ricardo Gallén. Fue una agradable sorpresa, y pudimos charlar un rato antes de que se fueran a buscar el almuerzo (algo tardío) y a ensayar.

Sabía que John estaba en Canberra porque ya tenía en mis manos la invitación de la Embajada española, pero no me esperaba verlos aparecer por la oficina. Bromeamos un poco sobre los excesos que suelen cometer los músicos mientras están de gira, y fue un gran placer conocer a Ricardo, un andaluz universal y un músico excepcional.

Es la primera vez que escucho la música de Bach interpretada en la guitarra clásica. Y lo único que se me ocurre decir es que fue una absoluta maravilla. No solamente la suite de Bach, sino todo el concierto.

John Griffiths interpretó en la vihuela, el instrumento al que ha consagrado su impresionante vida académica, obras del Maestro Luis Milán, un músico valenciano del siglo XVI nacido en Masalavés, obras para laúd del italiano Spinacino y unas cuantas otras piezas de Luis de Narváez.

Por su parte, Ricardo Gallén nos deleitó primero con una Fantasía de Legnani, seguida de otras piezas cortas de Giulani, para terminar con la suite en mi menor BWV 996 de Johann Sebastian Bach.

La música alimenta el espíritu: pero festines como éste se dan en muy raras ocasiones. Toda una gozada.



Ricardo Gallén

9 ago 2011

Después de Lalomanu



La revista Hermano Cerdo publica esta semana un breve ensayo que comencé a escribir ahora hace unos cuantos meses, y que finalmente, tras barajar varias opciones imposibles, he titulado ‘Después de Lalomanu’. En él quise hacer una reflexión pública sobre ese silencio al que se enfrentan las personas, a la falta de respuestas, tanto propias como externas, no solamente ante la pérdida de un ser querido sino también tras una experiencia traumática, como fue mi caso.





Quiero expresar mi agradecimiento a René López Villamar, uno de los editores de la revista, por sus valiosas sugerencias y consejos, que me permitieron elaborar la versión definitiva del ensayo. Gracias asimismo a Anthea Wykes por las fotos de la playa de Lalomanu, que tomó en octubre de 2009. Y gracias también, por último, a Joan Margarit, poeta catalán con quien he tenido el privilegio de mantener correspondencia, por la inspiración que me proporcionaron estos dos versos de su poema ‘L’origen de la tragèdia’, perteneciente al libro No era lluny ni difícil, que reseñé en su día:

Viure, al cap i a la fi, és buscar consol.
Buscar-ho en el dolor de les paraules.

Life is ultimately a quest for consolation.
We search for comfort in the hurt of words.

Mientras siga vivo, cosa que muchos días hago por pura inercia, a mí me faltará el consuelo; en algún rincón recóndito, profundo, de nuestro ser tienen que estar esas palabras; aunque nos duela, debemos hacer el esfuerzo de encontrarlas. No hacer ese esfuerzo nos rebaja como humanos.

29 jul 2011

Reseña: La pista de hielo, de Roberto Bolaño


Roberto Bolaño, La pista de hielo (Barcelona: Anagrama, 2009). 200 páginas.

Resulta un tanto peculiar – por no decir increíble – que Roberto Bolaño ganara el premio de Narrativa Ciudad de Alcalá de Henares en 1993 con La pista de hielo, y que durante varios años más el escritor chileno afincado en Cataluña viera varias de sus obras rechazadas por las editoriales españolas.

La novela reúne algunas de las preocupaciones que Bolaño despliega con una energía imparable y magistral en 2666. No habiendo leído todavía Los detectives salvajes ni muchas de sus novelitas que solamente salieron a la luz tras su muerte y posterior (re)descubrimiento, no puedo establecer paralelismos ni comparaciones. Pero sí puedo decir que se palpa la magnificencia de 2666 en La pista de hielo.

Escrita a tres voces (tres hombres: un chileno, Remo Morán; un mexicano, Gaspar Heredia; y un catalán, Enric Rosquelles), La pista de hielo tiene elementos de novela negra, de reflexión literaria, de enamoramiento no correspondido, de sexo desapasionado, de las vicisitudes de la emigración hispanoamericana en España, de la mendicidad como grave asunto social, del significado de los sueños, y unas cuantas cosas más: una prosa muy cercana a lo natural, muy próxima al registro discursivo de la confesión en la comisaría.

Pero quizás lo más llamativo desde el punto de vista puramente de lector es cómo Bolaño te invita (o conduce, o por qué no, te obliga) a ir armando la trama mediante pistas no inmediatamente reconocibles. La alternancia de esas tres voces narrativas (no tan diferenciables entre sí como cabría esperar de tres hombres de procedencia tan dispar) te descoloca y te lleva a evaluar las diferentes versiones de los hechos. Los tres rememoran los sucesos acaecidos en el verano de la población costera que Bolaño bautiza como Z, mas los tres buscan en todo momento la aquiescencia del lector, no solamente Enric, quien es acusado del asesinato.

La pista de hielo que Enric Rosquelles hace construir en un dilapidado palacio en las afueras de Z es el escenario donde se percibe la característica amenaza indefinida pero inmanente (esa sensación de amenaza, en 2666, se hace omnipresente, obsesiva y sofocante). Cuando por fin se nos revela el crimen, la pista, con sus líneas rojas de la sangre de la víctima (la cantante mendiga Carmen) se convierte en símbolo del locus del género policial: la escena del crimen a la que todos los sospechosos retornan en su relato confesional, sea en primera persona o un discurso indirecto a través de las tres voces narrativas.

Por lo demás, no faltan algunos interesantes guiños bolañescos de dura pero sagaz crítica. En el episodio del levantamiento del cadáver, observa el narrador (en este caso Remo Morán, el alter ego de Bolaño): ‘Más tarde aparecieron el jefe de policía, que felicitó públicamente a sus hombres, una especie de forense seguido de tres muchachos de la Cruz Roja, y una chica de unos treinta años que dijo ser la juez comarcal. Ésta y Lola se conocían y tuvieron un pequeño altercado acerca de la ficha de la mendiga. La juez quería quedarse con la ficha, a lo que Lola se negó en redondo. Al verlas discutir, las dos jóvenes y enérgicas, pensé que ésa era la España que avanzaba a grandes zancadas hacia el futuro’ (p. 159). Genial: más que una conjetura, un vaticinio en toda regla. La escena, que sin duda Bolaño presenció en otra versión similar innumerables veces,  me recuerda por otra parte a otra similar, en la película de Álex de la Iglesia La comunidad, en las escaleras de la finca por donde un tropel de gente va bajando entre gritos, empujones, porros y amenazas, el cadáver de uno de los vecinos.

Bolaño siempre te deja algunas perlas, aforismos como dulces para que los saborees lentamente. Yo me quedé ayer, mientras terminaba la novela en el autobús, camino del trabajo, con esta: ‘los seres sumisos son traicioneros, y más vale no confiar en ellos’ (p. 176). Cuánta razón tenía.

26 jul 2011

26 July 2011


For you crying as ever...

It’s always Tuesday.
But today the wattles have burst into gold,


and I can’t bring myself to say the words.
The skies have cleared, the neatest blue won,
there’s even a hint of warmth in the air
but I can’t bring myself to say the words.
Our hearts might keep beating,
but their beat will not hold
this void, the sorrow,
the unending hollow
that your life has become.
Blue wrens are chirping, magpies have announced
spring’s coming, and flowers
will soon be greeting
our Sunday outings on Gungahlin Drive.
Yet I can only bring myself to speak
the silence beshrouding our house.

Silent as a blank page

'The night sky seen through a telescope'
1886
From where I stand now, the universe appears to be a silent everything; it is as silent as a blank page. Unless luminous pollution prevents you from seeing it (an increasingly frequent curse), every night you can walk outside your home and contemplate the magnificent, deafening silence that surrounds us; that silence is us. Or rather, we are just a tiny, insignificantly minuscule part of that splendidly booming silence. Only by staring at it can you realise how still it actually is. How little we can actually say; what negligible substance our words are when compared to the imposing silence of the blank page we call universe. Yes, we are just a blank page, waiting to be filled with the Word.

However, you may choose to be sitting on your three-seater leather sofa while you’re holding the remote, and you might perchance feel like an Ancien Régime king; voilà! And you’ve become an almighty god who can erase images with the flick of a fingernail on a tiny plastic button. TV brings plenty of reality shows to your illusory life: some of them are highly political and may involve everyday matters such as weight loss, cooking or dancing, or they may even have some educational value; others are just hilarious, after the now classical pattern of the comedy or the farce, like Question Time in the Parliament of your democratic choice, which is all but a reality show purely designed to make you wonder or laugh at buffoons you might again vote for in three years’ time.

Fortunately, though, you can always switch the device off or change the channel in order to bring a more palatable reality into your dreary life. Technology may have at last brought true democracy into the amusing routine fictions you’ve been mistaking for your life. While the French people changed history by resorting to violence and guillotining their king, Louis XVI, you can easily depose a Prime Minister and the Leader of the Opposition from your domestic realm and at the same time by simply changing to some other channel; there, rare wisdom by the name of In the Night Garden or Boohbah will give you your necessary daily dose of sanity.

What’s more, these home-based deities we have all become entitled to be can exercise their fickle power while getting absolutely smashed on the poison of their choice on a Saturday night. Modern lazy almightiness has achieved new powers thanks to the digital interactions; you can send your manna-like drivel in less than 140 characters and see it a few seconds later being run across the newsreel and potentially read by millions of other sluggish gods at their homes – whether drunk or sober, who cares, really – mind you: it means far more instant readers than Aristotle, Descartes or Schopenhauer will ever get.

The blank page I’m staring at as I write these inconsequential words feels unusually silent tonight. Outside, the universe seemed to scream at me (and at you, too) for a hundredth of a second.

It was a false alarm, though. I’d better turn that TV on and bring some pacifying noise into my delusional life before the blank page of universal silence drives me (and you, too) insane.

22 jul 2011

Planes de contingencia frente a los zombis, de Kelly Link

Hermano Cerdo publicó ayer una nueva colaboración mía en forma de traducción. En esta ocasión se trata de un cuento de la norteamericana Kelly Link, titulado ‘Planes de contingencia frente a los zombis’. Se trata de una narración muy peculiar: Link le imprime un ritmo firme pero no acelerado, y sin duda es el protagonista, El Jabones, el que tira del hilo narrativo.

El título resulta un tanto engañoso, pues realmente la historia no va de zombis. Y tampoco la primera oración ayuda mucho al lector a situarse en la verdadera trama del cuento: ‘Este es un cuento que trata de cuando uno se pierde en el bosque.’

Kelly Link ha recibido varios premios por sus cuentos, entre ellos el World Fantasy Award. Vive en Northampton (Massachusetts) con su familia, y junto a su marido, Gavin J. Grant, dirige la editorial Small Beer Press, además de jugar al ping-pong.

Link sitúa su historia en una casa de una familia acomodada, donde están dando una de esas fiestas de verano en las que la gente se mete en la piscina, o se tumba en el césped a disfrutar del frescor que trae la noche. Alguien que no ha sido invitado se cuela en la fiesta y hace amistad con la hija de los propietarios. Y no te cuento más: solamente te invito a leerla en la revista de los campeones, Hermano Cerdo. Por supuesto, puedes también leer o descargarte el texto del cuento original en inglés.

9/12/2019. Mientras la Piara arregla el tema de la revista, que está offline por ahora, si quieres leer la traducción del cuento de Kelly Link, mándame un correo (enlace de Contacto a la derecha) y con gusto te envío un PDF, totalmente gratuito, por supuesto.

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia