5 feb 2021

Reseña: The Grot, de Pat Grant

Pat Grant, The Grot (Marietta, Georgia: Top Shelf Productions, 2020). 

Aunque en la biblioteca aparece catalogado como “Young Adult Fiction”, este libro del australiano Pat Grant rebasa el límite edad propuesto por los clasificadores y se deja leer por cualquiera. Elaborado de manera minuciosa, resultado del amor al arte, The Grot cuenta una historia de aventuras, una migración familiar en un mundo desolado que recuerda al de Mad Max, en pos de la riqueza, que en este caso está al norte.

No parecen encantados de encaminarse a su futuro...
La familia la componen una madre y sus dos hijos, Penn y Lippy. Según ella, este viaje habrá de ser definitorio: los transformará, los hará madurar y hará verdaderos hombres de ambos: su “passage to manhood”, el paso a la madurez que, naturalmente, será más llevadero si consiguen ganar mucho, mucho dinero.

Escenas cotidianas de Falter City (Ciudad del Desfallecimiento) 
¿Cómo se proponen conseguirlo? Pues con una especie de yogur, del cual la madre tiene los ingredientes secretos. El destino de su viaje es Falter City, construida a las orillas de una enorme ciénaga en cuyo limo crece una especie de alga verduzca que se vende por  enormes cantidades de dinero. Para hacerse rico hay que pringarse, pero la realidad es que la ciénaga es un criadero de microorganismos tóxicos.

Naturalmente, una ciudad así la habita toda clase de gente. Cuando desembarcan del decrépito ferry en el que han llegado, una inmensa muchedumbre parecería estar esperándoles. ¿O es que están deseando escapar de ese infierno llamado Falter City?

¿Qué se puede esperar de un par de jovencitos imberbes, novatos e ingenuos en mitad de una ciudad atestada de embaucadores, ladrones, criminales y amigos del descuido? Mientras Penn entabla amistad con una joven deslenguada de la que no debería fiarse nadie, Lippy, a quien su madre le confía el dinero y encomienda encontrar el local desde el que lanzar el nuevo negocio, opta por contratar la asesoría de un caballero de aspecto que podría calificarse de impecable. ¿Cómo concluirá la aventura? ¿Cuál de los dos hará primero su fortuna? ¿O quedarán arruinados todos?

¿Te fiarías tú de la palabra de esta señora?
Grant disfruta de llenar de detalles las páginas. Los dibujos cuentan tanto o más que los escuetos diálogos y las acotaciones narrativas. Los colores abundan, son vivos y sugestivos, incluso cuando la acción tiene lugar en lugares cerrados. Y naturalmente, con buenas dosis del sutil humor australiano que lo impregna todo.

Un estupendo ejemplo del detallismo que Grant le da a sus dibujos, y un genial juego de palabras.
Los temas subyacentes son la degradación del entorno, de las estructuras sociales. La inequidad y la miseria que traen consigo la sofisticación del delito y el engaño. La trama es ciertamente simple, sin artificios. Buen entretenimiento visual y gran entrega artística (Grant invirtió dos años en dibujar el libro a mano). The Grot es el primer volumen de lo que promete ser una divertida serie.

Los hermanos, desolados. Pero esto no es el final. Esperemos el segundo volumen de la serie.

30 ene 2021

Reseña: Nutshell, de Ian McEwan

Ian McEwan, Nutshell (Londres: Jonathan Cape, 2016). 199 páginas.

“Sería yo el rey del espacio infinito incluso encerrado en una nuez, si no fuera porque tengo pesadillas” (Hamlet, II.ii.260)

Esta cita es, curiosamente, la que Jorge Luis Borges escogió (en inglés) como epígrafe de ‘El Aleph’. Y digo yo que debe de ser harto divertido ser Ian McEwan. A estas alturas de su dilatada carrera literaria se puede permitir prácticamente cualquier cosa. Como utilizar Hamlet en la trama de una novela negra. Pero para más recochineo, en Nutshell, el Hamlet con el que realiza sus malabares artísticos McEwan es un feto: de ahí la cita del acto II que he copiado más arriba, y que el maestro argentino empleó como guiño a su lugar-cum-momento del universo en donde se compendia todo: mundos, tiempos, espacios y saberes.

La idea es extremadamente ambiciosa, no creo que nadie lo ponga en duda, pero el hecho es que, como lector, uno tiene que dejar constantemente de lado, esto es, ignorar, el hecho de que quien narra la historia es un feto. ¿Puede suspender su incredulidad el lector ante las disquisiciones intelectuales de un nonato? Pst… Si simplemente quieres disfrutar de la prosa de McEwan, Nutshell debería agradarte, y mucho. No hay misterio: el asesinato se produce mucho antes del final del libro, y el desenlace es, por así decirlo, intrascendente. Otra criatura viene al mundo en un parto prematuro.

Y como en Hamlet, hay una Gertrude (Trudy) y un Claudius (Claude): ella vive en una mansión medio en ruinas que pertenece en realidad a su marido, John, poeta y académico de poca estofa. Está preñada y a punto de dar a luz. John y Trudy se han separado porque ella quiere tiempo para recalibrar su situación, pero la relación está definitivamente terminada. Al igual que en Hamlet, hay un pérfido hermano, Claude, agente inmobiliario y especulador que necesita dinero. Y a todo esto, es Claude el que se está tirando a la joven madre embarazada.

El joven Hamlet mata a su tío Claudius. Pintura de Gustave Moreau (1826-98)
Dicho y hecho: entre los dos planean el asesinato del desdichado John. La casa podría valer hasta 8 millones de libras esterlinas, de manera que, ¿Por qué no? ¡Todo sea por la pasta! Un poquito de etilenglicol (anticongelante) en el batido de frutas favorito de John, y a esperar la llamada de la policía.

¿Se saldrán con la suya? Y si las cartas les vienen mal dadas, ¿se revolverán el uno contra la otra? La podredumbre moral se agrega a la ruina de la vivienda y los malos olores que la suciedad, la mugre y la dejadez han ido acumulando desde que John dejó su casa, y todo ello bien bañado en buenos vinos blancos, botella tras botella, amén de una buena botella de escocés. Menuda familia. No es de extrañar que el nonato hable de estrangularse con el cordón umbilical…

“Hace unos minutos que en la radio han dicho que eran las cuatro en punto. Estamos compartiendo un vaso, quizás una botella, de un Sauvignon Blanc del Marlborough. […] Pero ya estamos en Nueva Zelanda, ya está en nuestro interior, y me siento más feliz de lo que he estado en días.” (p. 31-32)
Nutshell, como casi todo lo que escribe McEwan, roza la perfección en sus detalles, en los sorprendentes giros narrativos y en las referencias a cuestiones muy actuales como comentario social de fondo. McEwan se disfraza de feto para fustigarnos a todos por nuestras flaquezas y desatinos. Si como lector/a tienes problemas para suspender tu incredulidad, entonces quizás no le veas el punto. En mi opinión, es divertida y terrible al mismo tiempo. Sin embargo, le otorga al narrador una voz que en ocasiones resulta quisquillosa, empalagosa y pedante. ¿Es deliberadamente cargante? Difícil decirlo, pero lo que es innegable es que el artificio choca repetidamente contra la constatación insoslayable de que es un bebé, todavía no nacido, el que te habla.

Nutshell se tradujo al castellano como Cáscara de nuez (2017) en Anagrama, traducida por Jaime Zulaika. I també al català amb el títol Closca de nou (2017, també Anagrama), traduïda per Jordi Martín Lloret.

29 ene 2021

Marieke Lucas Rijneveld's The Discomfort of Evening: A Review

Marieke Lucas Rijneveld, The Discomfort of Evening (London: Faber & Faber, 2020 [2018]). 282 pages. Translated into English by Michele Hutchison.
Fundamentalism is but another deadly disease, and despite science and what appears to be human progress over the centuries, it is quite clear that the virus of zealotry and fanaticism continues to spread everywhere. Even in a village of the Netherlands, where ten-year-old Jas Mulder lives with her parents and three siblings, two males (Matthies, the eldest, and Obbe) and one sister, Hanna. The Mulders own a dairy farm, they’re actually poor and struggle to make a profit.

Two days before Christmas, Matthies puts in his skates and goes to the other side of the frozen lake that separates their farm from the village. He has an accident, falling through the ice and drowning. What until then had been a less than pleasant existence becomes quite a hell for Jas and Hanna. Life quickly degrades as the parents lose themselves in their grief and neglect the children, who are basically left to fend for themselves in their daily struggle. Hanna dreams of leaving the place for good. Jas thinks her mum is hiding a group of Jews in the basement. Obbe is a sadistic torturer of animals and at night compulsively strikes his forehead against the bedframe. What hope can there be for them?

Ice Skater by Axel Ender

The story is told by Jas, who is extremely observant and descriptive where smells, textures and shapes are concerned. Filth is omnipresent: the manure from the cows, the cheese they make, the dirty undies and pyjamas as Jas continually pees in her sleep. To make matters worse, she starts suffering from constipation, an issue her father attempts to sort out by inserting a piece of soap up her anus. In the meantime, her mother decides it is best not to eat anything at all.

Jas begins her story by telling the reader that she has stopped taking her coat off. After Matthies’ death, her sorrow is immense, for he treated her with a kindness and affection no other male in the family seems capable of. However, she is shocked into fear when told by her parents not to say his name.

But of course, there is the Church on Sundays. In her narrative, Jas repeatedly quotes passages from the Bible. Her parents are insanely devout, to the extent that their religion has somehow been transformed into a punitive code. Everything is seen as sinful, and the children’s numerous sins must be punished with brutality, of course. They probably wonder, in the wake of the loss of their eldest son, how come there is no sign of grace from the Saviour?

Gloomy, grim and dark. Not a happy place. A church in the Netherlands.

But then comes the plague, too, in the form of foot-and-mouth disease. Every single cow and calf will be put down; the Mulders have now lost what little they had. Both parents have seriously lost their marbles, and threats to leave the farm and abandon the family are voiced but never carried out.

This is more than a novel on people’s inability to express their grief. Rijneveld constructs a plausible narrator who is innocent in her brutality yet enchantingly ironic in her explorations of adolescent sexuality and the imaginative load she bears in her desperate attempts to escape sadness, neglect and self-blame. You may read the views of other reviewers who appear to recoil at the scatological episodes involving excrements, sperm, blood or even tools being stuck in inappropriate bodily orifices. Some readers, I daresay, need to grow up a bit and test the world out there. Imagination never bites.

A good book, a great story and a new author from whom we should expect more in the near future. Michele Hutchison’s English translation, The Discomfort of Evening, received the Booker International Prize in 2020.

11 ene 2021

Blowering Cliffs Walk

 

Situado a la entrada del Parque Nacional Kosciuszko, la presa de Blowering alimenta hasta tres centrales hidroeléctricas en la región meridional de Nueva Gales del Sur. Este sendero, con unos cinco kilómetros de recorrido (ida y vuelta) te lleva desde la carretera principal (Snowy Mountains Highway) hasta la base de los acantilados que dominan la vista. Pese a su corta longitud, el sendero es exigente, con fuertes (aunque cortas) pendientes al principio.

¡Ponga un gang gang en su vida! Fotografía de JJ Harrison.
Deja el coche en el aparcamiento de Log Creek, justo antes del puente sobre la carretera principal. Los primeros dos kilómetros se hacen por la pista de mantenimiento de las líneas eléctricas. La vegetación es frondosa y abundan los pájaros. Posiblemente veas algún ejemplar de gang gang, una hermosa cacatúa autóctona cuyo canto recuerda al que se produce cuando se saca un tapón de corcho de una botella o el chirrido de una puerta cuando se abre.

La vista de Blowering Dam desde el claro.
La pista te llevará hasta un claro desde el cual ya es posible ver los acantilados claramente, y si ha llovido recientemente, oirás también el sonido del agua que cae en una pequeña cascada. Hacia el oeste queda la presa, mientras que al este hay montañas y bosques que se extienden hasta el Territorio de la Capital Australiana.

La senda es estrecha pero muy clara. Es un paseo bastante popular entre senderistas.
Esta pequeña zona se salvó de los incendios del año pasado que devastaron una extensión similar a la totalidad de la provincia de Valencia y que destruyeron todo lo que queda más al sur del Parque Nacional. No se salvó de los incendios de 2003, que en apenas dos semanas cruzaron toda la región y devoraron las afueras de Canberra. Otro incendio de las características del año pasado casi seguro terminará por siempre con este ecosistema, ya bastante dañado de por sí.

Los acantilados vistos desde la base. Cuando las lluvias son intensas, el agua arrastra rocas y troncos montaña abajo.
Tras el claro, la pista se convierte en senda, cada vez más estrecha. Abundan los helechos y los eucaliptos tienen cada vez mayor altura. La última señal se encuentra poco antes de la senda. A partir de ahí, lo aconsejable es permanecer en la senda y no salirse ella. El camino cruzará un par de puentecitos camino de la base de los acantilados. El ascenso es mucho más suave y la proximidad del agua se escucha claramente.

La recompensa es llegar y lavarse el sudor de la cara con el agua más fresca y limpia. Impagable.
En la base de los farallones el aire es mucho más fresco, pues apenas recibe la luz del sol. El arroyo se forma allí y baja por la montaña hasta unirse al pantano más abajo, ya pasada la carretera.

Camino de la represa para producir electricidad.
Lo recomendable es hacer noche en Tumut y disfrutar de su cerveza, sus truchas o carnes frescas. En verano, el pueblo cuenta con una piscina de 50 metros, y en los dos últimos años el ayuntamiento ha permitido la entrada gratuita a todo el mundo.

4 ene 2021

Van dir-me, un poema d'Ouyang Yu

Fotografia de la web de UQP
 

«Van dir-me

que m'anés a fer la mà

que tornés a la meva terra

que fos millor que el que sempre soc

que escrigués a un nivell completament acceptable

que callés quan hi hagués gran demanda d'una veu

que revisés i continués revisant fins que no res quedés de mi

que no digués res bo del país on vaig néixer i créixer

que em dividís sempre contra el meu ésser

que romangués en un confinament perpetu, llevat que vagin a llançar un llibre i vulguin que tu

vagis i compris un exemplar

que veiés i continués veient els seus anuncis a la tele perquè tot el que pensis sigui comprar, comprar i comprar

que no volgués conèixer-los perquè ells no volen conèixer-me

que recordés que la gent de la meva terra mai no és prou bona,

i han de ser esborrats

un dia, o han de ser completament sotmesos com esclaus

que interioritzi tota la ira, el ressentiment, les frustracions, els desenganys, el desànim fins que em torni

una bomba atòmica de mides humanes»


© de la traducció, J. Salavert (2021)

31 dic 2020

Reseña: The Town, de Shaun Prescott

 
Shaun Prescott, The Town (Australia: Brow Books, 2017). 238 páginas.

Canowindra, Molong, Cudal, Yeoval, Manildra, Forbes, Wellington, Cowra, Boorowa… son nombres en un mapa, el del interior de Nueva Gales del Sur. Pequeñas ciudades con un pasado colonial y un futuro incierto. Hace más de veinte años, en lo que fueron mis primeras semanas como nuevo residente en Australia, tuve la oportunidad de asistir a una fiesta de cumpleaños en una de ellas. Muchos años después viví por espacio de seis años en otra, Yass, mucho más cercana a la capital de Australia. Me siento por lo tanto cualificado para opinar sobre un entorno semiurbano que conozco bien.

La premisa inicial de The Town, el debut editorial de Prescott, es simple: un joven escritor llega a una de estas pequeñas ciudades del centro-oeste de Nueva Gales del Sur. Su cometido es escribir un libro sobre estos municipios que, en sus propias palabras, están desapareciendo. Encuentra una casa compartida donde dormir y cocinar, un empleo en uno de los supermercados locales reponiendo productos en las estanterías y empieza a conocer a la gente local.

Picado por la curiosidad, y con el objetivo de acumular información sobre el lugar, investiga su pasado. Nadie parece saber nada sobre los orígenes de la ciudad; nadie tiene interés en rescatar la historia de la pequeña ciudad; nadie demuestra una actitud proactiva por la cultura, las artes, la música en la pequeña ciudad. ¿Será por eso por lo que están desapareciendo esas ciudades del centro-oeste de Nueva Gales del Sur?

La estación ferroviaria de Canowindra, por donde no pasa ningún tren desde hace muchos años. Fotografía de Yeti Hunter.
Gracias a sus recorridos, paseos y charlas conocemos a algunas de las personas que viven en la ciudad. Y todos son especímenes del fracaso, perdedores de una u otra guisa. Tom, el chófer del único autobús que recorre la ciudad en una ruta circular y al que nunca sube ningún pasajero, cuenta sus experiencias como líder de un ya desaparecido grupo musical de la ciudad. Rick, que se pasa las horas en los pasillos del supermercado, pasó años recorriendo las calles con su C.V. en busca de un empleo que nunca consiguió. Jenny, la dueña de uno de los pubs de la ciudad, en el que casi nunca hay clientes. Y Steve Sanders, el típico matón local, de quien pronto se rumorea que va a darle una paliza al joven escritor, sin que se sepa la razón.

¿Qué hace la gente en la ciudad, aparte de emborracharse los fines de semana? Según el joven escritor, diríase que nada. Una vez al año, hay un evento en el que el alcalde da un discurso, y tan pronto lo concluye, una multitud ebria y drogada lo celebran con una gran pelea y la destrucción de instalaciones y propiedades municipales.

La calle principal de Molong, NSW. Un lugar en el mapa, un punto que se cruza camino a otro punto en el mapa. Fotografía de Mattinbgn.
La ciudad cuenta con una estación de ferrocarril, pero no para ya ningún tren. Las carreteras que la enlazan a otras partes parecen no ir a ninguna parte. Hay una emisora de radio comunitaria que nadie escucha. Las afueras de la ciudad son planicies sin horizonte, en las que un brillo nebuloso y funesto esconde lo que parece ser una nada más allá de las suaves colinas en la distancia.

Por si no te ha quedado claro ya, te aviso que no es una caracterización realista de la vida en esas ciudades del centro-oeste de Nueva Gales del Sur. Prescott tiene otras metas. Si la trama parece a un tiempo realista y absurda, es un recurso deliberado.

Y de pronto, un día, emergen unos agujeros con aspecto de espejo translúcido. La ciudad está de hecho despareciendo físicamente. Calles, parques, esquinas, edificios. ¿El fin del mundo o simplemente un fenómeno paranormal? Algo no anda bien en la ciudad. Una tarde el narrador se ve envuelto en un altercado con Steve Sanders, del que curiosamente hay de repente cuatro ejemplares, todos ellos racistas, agresivos, violentos.

Es entonces cuando el narrador y Ciara, la joven DJ que ha estado acompañándole durante semanas en sus pesquisas, deciden que ha llegado el momento de salir de la ciudad. Cargan varias bolsas de cintas de casete con la música experimental que Ciara ha grabado durante años, roban el coche de sus padres y ponen rumbo a la gran ciudad.

Cada uno de los lectores hará su propia interpretación de esta novela. Yo la veo como una alegoría de algo más profundamente cultural, algo relacionado con la esencia de la identidad (o la falta de una identidad clara) australiana. Cito este párrafo, traducido: “Leí artículos de noticias sobre hombres y mujeres que se enzarzaron en reyertas sobre lo que significa ser una ciudad o una nación: rompiéndoles botellas en los cráneos a los demás, arrancándoles prendas de ropa de la cabeza a mujeres de un tirón en los paseos y avenidas que bordean las impolutas orillas del mar. Dicen que no son ellos realmente, pero que sí lo son, pero también que no, y que quién sabe. Parecen sufrir los mismos síntomas que sufría la gente en las ciudades desaparecidas. Su idea de quiénes son pertenece al pasado, y solamente se puede leer en libros o encontrarse en forma de resumen en ciertas canciones o películas. Yo, solo y todavía realizando mis pesquisas, no puedo condenarlos porque crean que son buena gente. Pero igualmente no puedo entender cómo llegaron a esas ideas y síntesis suyas, ni por qué parece que les hagan faltan esas ideas en particular y no otras. Me dio la impresión, como persona que estaba en la ciudad por ningún motivo, que mi búsqueda de algo en particular era una actividad fútil. Solamente veía a gente que estaba allí, que existía. A la gente de la ciudad, y a la del campo, las une solamente el hecho de que están ahí, conectadas por la tierra que dicen poseer.” (pp. 226-7, mi traducción)

La historia está contada con un avispado sentido del humor, aunque a ratos resulte un poco monótona. El concepto que Prescott buscaba desarrollar se entiende, siempre y cuando el lector esté familiarizado con las pequeñas ciudades del centro-oeste de Nueva Gales del Sur. De hecho, hay incluso quien se ha molestado en elaborar una suerte de guía explicativa de las marcas y tiendas que figuran en la novela para quienes no conocen Australia.

El salón de la Country Women's Association en Boorowa, pequeño municipio en el que desde hace algunos años se celebra lo que los locales denominan "The Running of the Sheep", la versión local de los encierros pamplonicas. Fotografía de Mattinbgn.
Es innegable que estas ciudades han ido padeciendo una uniformización imparable: visitas una, y las has visitado todas, podría asegurarse sin exagerar un ápice. Todo lo que tiene de ingenio e ironía la novela se fractura, sin embargo, en ese sentido entre apocalíptico y distópico que el narrador vierte en sus apreciaciones de la sociedad y la cultura del centro-oeste de Nueva Gales del Sur, y que después se repite en la anonimidad, la pugna insolidaria y la constante porfía por sobrevivir o mejorar que se experimenta en una gran ciudad (Sydney).

Queda por ver si la próxima obra que produzca Prescott captará la atención del mundo editorial en todo el mundo como lo hizo esta. Resulta extraño que The Town se publicara en tantos países casi inmediatamente después de su publicación en Australia, donde pasó en cierta medida desapercibido. El libro es, en gran medida, un pequeño homenaje a Gerald Murnane, cuyo estilo imita, en mi opinión, sin disimulo alguno.

The Town la publicó en 2020 en castellano Random House con el título Un lugar en el mapa, en traducción a cargo de Aurora Echevarría Pérez.

29 dic 2020

Reseña: The Start of Something, de Stuart Dybek

Stuart Dybek, The Start of Something (Londres: Jonathan Cape: 2016). 345 páginas.

Dybek es un autor norteamericano de origen polaco. La suya es una larga trayectoria literaria. Su primer libro de cuentos, Childhood and Other Neighborhoods, se publicó en 1980, y a éste le siguieron cinco volúmenes de cuentos más. The Start of Something es una selección de su obra narrativa, reuniendo cuatro cuentos extraídos de cada uno de los libros seleccionados, excepto del primero, que contribuye solo tres.

Los relatos están presentados en orden cronológico inverso. Para quien no conozca su obra (como era mi caso), la propuesta del editor lleva por lo tanto a la lectura de los más recientemente publicados primero y los más antiguos (cuarenta años ya) en último lugar. Con todo, los tres relatos finales (es decir, los tres procedentes de Childhood…) resultan ser tan frescos y atrayentes como los más recientes. Y no obstante, Dybek demuestra haber aplicado mucha mayor complejidad en la elaboración y desarrollo de los cuentos en la segunda década del siglo XXI que en los años 80. El ejemplo perfecto de esto es ‘Tosca’, donde la trama da tantos vuelcos que el lector no termina de saber hacia dónde se encamina la historia. El narrador rememora a tres amistades que en su día confesaron que estaban viviendo sus vidas como si fueran una ópera. El relato se inicia con la escena de una ejecución (como en Tosca, la ópera de Puccini) pero la trama no sigue una línea convencional. ¿Es un relato sobre el arte y las impresiones que nos causa? Posiblemente.

La colección señala una preocupación muy marcada en la narrativa de Dybek: el regreso al pasado a través de la memoria, y hacer ese pasado presente a través de la escritura y, por consiguiente, la lectura. En ‘Waiting’, un escritor acude a un taller de poesía en medio de la naturaleza y es testigo de la dolorosa confesión que hace otra persona. Pero el relato da un brusco giro para contarnos una historia de amor en la que el narrador estuvo profundamente inmiscuido y de la que salió trasquilado.

La siguiente historia se titula ‘The Caller’, y casi se podría asegurar que está narrada desde el punto de vista de un teléfono, que suena y suena en medio de la noche en el apartamento vacío de un pintor, Rafael, que ha desaparecido misteriosamente. Dybek utiliza el insistente timbre del teléfono para enlazar las distintas líneas argumentales que se cruzan en ese dormitorio desocupado. Todos los que llaman tienen algo que contarnos. Y en la conclusión, es el teléfono mismo el que, desesperado, “enloquecido por el rechazo, ya no quiere que le respondan. Es como una alarma que, en vez de servir de aviso, desea ser esa cosa misma contra la que avisa: un robo, o un incendio que arde ya fuera de control. El timbre del que llama es como la sirena de una ambulancia que quiere ser el accidente mismo: una colisión frontal o un atropello con fuga del conductor, un asalto callejero, un tiroteo desde un coche.” (p. 70, mi traducción)

En ‘Paper Lantern’ (aparecido en The New Yorker en 1995), el narrador cuenta cómo el laboratorio donde trabaja queda calcinado cuando uno de sus compañeros olvida apagar un quemador al salir para el almuerzo. Al ver las llamas, recuerda la fotografía que guardaba de una examante, y un viaje que hicieron a Chicago, y en el retorno vieron un gran incendio. Las llamas la excitaron tanto que empezó a masturbarse en el coche, y un camionero la vio y empezó a seguirlos, dándoles las luces. Él hizo varias fotos de ella desnuda, que guardaba escondidas en el laboratorio que ardía ante sus ojos atónitos.

En otro de los mejores relatos de la selección, ‘We Didn’t’, un hombre recuerda la noche en que estuvo a punto de tener su primera experiencia sexual con su primera novia en la playa de un lago cercano a Chicago. La tensión del momento estalla cuando aparece la policía: ha aparecido una chica embarazada, ahogada en el lago. La muerte de la joven cambia para siempre la relación entre ellos, y el relato se adentra en la derrota del narrador, el ahora adulto que revive el fracaso, el rechazo, el desencuentro.

Al final no lo hicieron. La playa de Chicago. Fotografía de My Core Competency is Competency en Wikicommons.  

Dybek es un narrador exquisito, siempre atento a pormenores descriptivos. Los giros narrativos presentes en muchos de estos relatos son inusuales, pero no es el único en hacer de ello una virtud. En muchos de los relatos abundan las referencias metaliterarias, artísticas y musicales. Por ejemplo, ‘Córdoba’, que comienza así: “Mientras nos besábamos, se abrió el volumen con tapa de cuero de las Obras Completas para mostrar una fotografía de Federico García Lorca, con su lunar prominente junto a la patilla de su pelo engominado, peinado hacia atrás, que se le escurrió a ella y resbaló por el sofá de seda verde hasta caer sobre la alfombra china sin apenas hacer ruido.” (p. 99, mi traducción)

Del resto de relatos, me atrevo a destacar ‘The Palatski Man’ y ‘Chopin in Winter’. El primero narra las aventuras de un niño y su hermana en las afueras de Chicago. El segundo nos lleva al edificio de apartamentos donde viven varias familias de emigrantes polacos, y cómo la música puede ayudar a evocar momentos, rostros y tragedias.

Una estupenda selección, que por desgracia no ha sido traducida al castellano ni al catalán. El único de sus cinco libros de cuentos traducido al castellano es La costa de Chicago, traducido por José Luis Amores para Pálido Fuego, y publicado en 2019.

26 dic 2020

Reseña: The Spanish Holocaust, de Paul Preston

 

Paul Preston, The Spanish Holocaust: Inquisition and Extermination in Twentieth-Century Spain (Londres: Harper Press, 2014). 700 páginas.
Yo andaba por los seis o siete años, y recuerdo que entraba en el despacho de mi abuelo materno y curioseaba entre los objetos y libros que allí tenía, y en la pared había un cartel que mostraba a un hombre con sombrero, leyendo. Debajo decía: «Cuidad vuestra cabeza. El sombrero la elegantiza. El libro la ennoblece». Para el niño que yo era, el mensaje parecía raro. Es ahora, con cincuenta tacos más a las espaldas, que me doy cuenta de lo subversivo que era aquello, a finales de los años 60 y principios de los 70, tras treinta años de una dictadura fascista y sanguinaria, la dictadura cuya supervivencia consintió Europa, con muy pobre juicio, tras el final de la II Guerra Mundial.


Mi abuelo fue un hombre trabajador, muy paciente y cariñoso. Para los niños era un imán: parecían seguirle. De la guerra que trajo consigo esa dictadura a la que me refiero hablaba muy poco. Tras la guerra estuvo trabajando durante unos años para un circo. Recuerdo el día que me presentó a unos amigos suyos, los todavía no tan famosos Gaby, Fofó y Miliki, que se convirtieron en los “Payasos de la TV” poco después. Pasaban las semanas, los meses, y a mí solamente me preocupaba marcar goles en los partidos del recreo; y de pronto, un día se murió la bestia. Ese día, en la tienda de mi abuela paterna se acabaron las existencias de cava a las 10 y media de la mañana. Cosas del consumo y las prioridades de cada uno, supongo. Algo debía querer celebrar el pueblo.

En los libros escolares, la historia de España que estudiábamos en la época de los 70 y 80 terminaba en el año 1939. Nos hacían memorizar el execrable comunicado del 1 de abril de 1939, y a partir de ahí se abría un largo periodo de nada. La guerra civil se resumía en tres o cuatro párrafos cuyo sesgo franquista era infumable, y poco más.

El monumento a Largo Caballero en Madrid ha sido en varias ocasiones el blanco de ataques de las hordas neofranquistas, esos que aseguran estar dispuestos a asesinar a 26 millones de conciudadanos con el fin de asegurar la unidad de "su" España. Fotografía de Metro Centric - Madrid.
Han tenido que transcurrir muchos años para que comience a contarse la verdad de la guerra y la posguerra. Este libro de Paul Preston viene a poner los puntos sobre las íes, y desmenuza con lujo de detalles el sanguinario terror, la crueldad desmedida y la barbarie de la contienda. Que se produjeron salvajadas por parte de ambos bandos es un hecho que Preston constata. Sin embargo, este libro, empezando por su muy llamativo título, claramente detalla que el golpe de estado se había estado cocinando desde los mismos comienzos de la II República, y que la guerra no fue sino un plan sistemático y premeditado de exterminio de la población del estado español que no apoyaba al régimen militar y falangista, la versión española del fascismo.

Santiago Carrillo, dirigente del PCE, en un mitin en Tolosa en 1936. Preston plantea serias dudas respecto a su completa inocencia en los desmanes cometidos en las afueras de Madrid. Fotografía de Ricardo Martín.
La lectura del libro ayuda a sacar varias conclusiones. Una de ellas (y en mi opinión de suma importancia) es que el gobierno democrático de la II República cometió muchos errores, entre ellos confiar en repetidas ocasiones (especialmente hacia el final de la guerra) en la palabra de un militar inhumano, deshonorable y falsario que tenía un objetivo muy claro desde el mismo momento en que inició la sublevación contra el gobierno: exterminar a los ciudadanos que creían en la posibilidad de salir del histórico atraso político y económico del estado español de principios de siglo XX.

El libro de Preston es un riguroso estudio de Historia: aporta los hechos, los datos y las cifras, todo ello de manera incontestable, y señala sus fuentes de manera científica. No ha lugar a rebatir la tesis que demuestra: los crímenes de los golpistas constituyen un genocidio, la aniquilación sistemática y premeditada de cientos de miles de personas a quienes juzgaban ser poco más que animales. Es una brillante narración, pese a lo desagradable de la temática, y demuestra, además, cómo la guerra mediática de los genocidas logró que, durante muchas décadas, la verdadera dimensión de los crímenes contra la humanidad que cometieron tanto durante como después de la guerra quedase oculta y fuera callada en los libros de historia.

Fotografia de Paul Preston. Museu d'Història de Catalunya (fotògraf, Pep Parer).
En nombre de mi abuelo, le doy las gracias, Señor Preston.

25 nov 2020

Reseña: Modern Times, de Cathy Sweeney

Cathy Sweeney, Modern Times (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 2020). 151 páginas.

Estoy seguro de que alguna vez habrás leído ese descargo de responsabilidad que aparece en muchas obras de ficción y en películas, que dice algo así: “Todos los personajes y situaciones que figuran en este libro (filme) son ficticios y cualquier similitud con personas reales vivas o muertas es una mera coincidencia”. En el caso de Modern Times, este pequeño volumen de los cuentos de Cathy Sweeney, lo anterior es prácticamente innecesario. No habrá quien se identifique con sus personajes, tenlo por seguro.

Podría comenzar diciendo que Sweeney, en cierta medida, se pasa casi todas las convenciones literarias por el forro de sus caprichos. Es decir, que le dan completamente igual. Son cuentos de la vida moderna, sí, pero la autora posee una visión muy personal, extraña, grotesca y excéntrica, de lo que es la vida moderna y de los males que nos aquejan.

De hecho, son cuentos de muy fácil lectura: la mayoría son muy cortos (solo uno de ellos supera las diez páginas), Sweeney escribe con un estilo cincelado, cortante, va muy al grano. Son bosquejos brutales en su simplicidad de personajes abandonados a su suerte, personas que han conseguido la habilidad de enfrentarse a defectos, carencias y fracasos, y que en muchos casos recurren a la imaginación y la originalidad para reinventarse y redefinirse.

Es por ejemplo el caso de ‘A Theory of Forms’, en el que una maestra cuenta cómo fue expulsada de la escuela en la que trabajaba: “Probablemente me habría quedado para siempre en esa escuela si no hubiera tenido sexo con uno de los estudiantes con problemas de aprendizaje.” (p. 88, mi traducción) Al ver una postal en el tablón de anuncios del trabajo (una postal de Roma que muestra una escultura de mármol) la mujer rememora el episodio que le valió la expulsión: “Cuando mi marido está fuera de la ciudad, a veces saco la postal del bolso y me quedo mirándola largo rato. A veces me estiro en la cama y me masturbo. Luego me tapo con el edredón, veo la tele y como papas fritas de un cuenco. No soy infeliz. Algunos días estoy hasta lo contrario de infeliz.” (p. 90-91, mi traducción)

¿Terapia conyugal voluntaria?

Un tema recurrente en la colección es la desintegración de la vida matrimonial. En ‘The Chair’, una mujer confiesa que ella y su marido han adoptado la costumbre de someterse mutuamente a sesiones de tortura en una silla eléctrica para poder tolerarse, dejar ir la ira que los atenaza y mantener el vínculo conyugal en marcha: “Cada vez que las cosas alcanzan su punto más bajo (quizás se le haya olvidado a mi marido que tenía que fregar los platos, o a mí me haya dado por fantasear con tener sexo con un colega del trabajo), pienso en una ocasión, hace ya unos cuantos años, cuando estaba mi marido en la silla. Acababa de administrarle la última descarga y estaba a punto de desatar las correas, cuando me di cuenta de que del oído le salía un hilillo de sangre. Cosas así, está claro, no se supone que deban pasar, pero nada hay que sea perfecto, ni siquiera la silla. Recorrí con el dedo el fino hilo de sangre desde su oreja hasta la mandíbula, y entonces, distraídamente, me llevé el dedo a la boca y saboreé toda la belleza y el dolor del mundo que jamás hayan existido, en un estallido de cerezas metálicas. No es algo que pueda olvidarse, eso.” (p. 95, mi traducción)

Si bien no todos los relatos alcanzan el mismo impacto, es innegable que, en general, Sweeney podría escandalizar a mucha gente. En ‘The Birthday Present’, un hombre recibe como regalo de cumpleaños una muñeca sexual completamente personalizada hasta el más mínimo detalle. Tras la muerte del marido, la mujer empieza a pasar horas y más horas en el cuarto que él había creado para su entretenimiento con la muñeca.

Y para almorzar hoy tenemos...
Modern Times es una bocanada de aire fresco en la narrativa actual. Lacerante, inconcebible y original, como las primeras líneas del cuento que abre el volumen, ‘A Love Story’: “Había una vez una mujer a la que gustaba tantísimo el nabo de su marido que le dio por llevárselo al trabajo en la fiambrera del almuerzo. Era al comienzo de su matrimonio y le marido todavía no había decidido qué podía llevarse ella y qué no (todavía estaban enamorados), de manera que le consintió ese pequeño pecadillo.” (p. 1, mi traducción) Si eso te ha parecido excepcional, el cuento termina así en la página siguiente: “Lo curioso fue que, años más tarde, cuando el marido, de uvas a peras, se llevaba la mano a la entrepierna y encontraba que el nabo seguía allí, bien colocado, experimentaba una intensa, aunque fugaz, nostalgia por los viejos tiempos.” 🤣🤣🤣.


22 nov 2020

Reseña: Here and Now. Letters 2008-2011, de Paul Auster y J.M. Coetzee

Paul Auster y J.M. Coetzee. Here and Now: Letters, 2008-2011 (Nueva York: Penguin, 2013) 248 páginas.

Este intercambio de cartas entre dos pesos pesados de la literatura en lengua inglesa cumple ahora casi una década. Digo dos pesos pesados, e inmediatamente me arrepiento. Confieso no obstante que no conozco bien la obra de Auster (sí vi en su momento dos de sus películas neoyorquinas, Smoke y Blue in the Face), y que tampoco puedo considerarme experto conocedor de la de Coetzee, al que debería leer más a menudo. Es algo incuestionable que se trata de dos escritores de muy diferente nivel: algo que también se aprecia claramente en este volumen. No en vano uno de ellos ha ganado el Booker en dos ocasiones, además de recibir el Nobel de Literatura.

Pero este intercambio de misivas es un juego impostado: la recopilación no es resultado a posteriori de la decisión de ambos interlocutores de publicar su correspondencia (que se hace en una mezcla de cartas y faxes, además del raro email enviado a la esposa de Auster – que no usaba email en esa época, y supongo sigue sin hacerlo), sino algo deliberado e ideado para la publicación. El lector debe, por lo tanto, tomar este libro con una pizca de desconfianza: ¿Es algo completamente genuino y espontáneo lo que está leyendo?

"You've got mail?" Auster, su esposa y Michelle Bachelet en abril de 2014. Fotografía del Gobierno de Chile.

En sus cartas tratan de casi todo: en julio de 2008 comienzan por la amistad, y de ahí pasan a deportes, el acto (¿el vicio?) de la escritura, la irrupción del teléfono móvil en nuestras vidas, tabúes como el incesto, el irresoluble problema de Israel y Palestina, la crítica literaria y las personas que la realizan a cambio de unos ingresos, el insomnio que padece Coetzee, la vejez, autores imprescindibles como Kafka y Beckett, y mucho más. Y finalmente la recopilación concluye a finales de agosto de 2011 con una carta de Coetzee, en la que se congratula por la caída de Gadafi (ejecutado tres meses más tarde) y celebra la revolución: «Puede que sea eso de lo que verdaderamente vayan las revoluciones, quizás sea eso todo lo que deba uno esperar de ellas: una semana o dos de libertad, de regocijarse por la fuerza y la belleza que uno posee (y de que te quieran todas las chicas), antes de que los hombres viejos y canosos reafirmen su dominio y la vida vuelva a la normalidad.» (p. 244-5, mi traducción)

Visca la Revolució! John Maxwell Coetzee en Cracovia. Fotografía de Mariusz Kubik.  
Es uno de los muy pocos ejemplos por los que Coetzee bien pudiera lamentar haber escrito algo tan simplista. Y, por supuesto, extraer una frase de un texto es en cierta medida injusto con quien la ha escrito. El mundo entero lleva ya meses deseando que la vida vuelva a la normalidad, pero son pocos los que aventuran cómo será la normalidad en los próximos años, si es que volvemos a algo que tenga visos de normal.

En esos tres años, Coetzee y Auster coinciden en varios puntos del globo, con motivo de festivales literarios y de cine, conferencias varias, vacaciones, etc., cuando volar era fácil y no era necesario pertrecharse de mascarillas ni hacerse pruebas para poder embarcarse.

Here and Now ha envejecido rápidamente, no cabe duda. Al principio la correspondencia abre el paso al trueque de ideas, caminos un tanto inesperados y enfoques personales que resultan atrayentes, incluso ocurrentes. Por ejemplo, la idea de Auster de trasladar Israel al estado de Wyoming y solucionar de un plumazo los conflictos geopolíticos del Oriente Medio. Con el paso de los meses, la fórmula se vuelve menos efectiva, y solamente algunas contribuciones de Coetzee salvan (en parte) el volumen.

Como experimento editorial, supongo que fue ingenioso en su día. Ahora, en noviembre de 2020, pienso que es una anécdota. El libro se publicó en muchos países y se tradujo a muchos idiomas (en castellano, Aquí y ahora, (Anagrama-Mondador) traducido por Benito Gómez Ibáñez y Javier Calvo; en català, Ara i aquí, (Edicions 62) amb traducció d'Albert Nolla Cabellos i Udina Abelló. Con el paso del tiempo quedará como mera reliquia de bibliotecas, tanto públicas como privadas, y poco más.

16 nov 2020

Reseña: Out of the Line of Fire, de Mark Henshaw

Mark Henshaw, Out of the Line of Fire (Melbourne: Text, 287 páginas).

El autor de The Snow Kimono (reseñada aquí hace ya tres años, después de que ganase un premio que hizo las delicias financieras del autor, residente como yo en esa “aburrida” ciudad “sin alma”, Canberra) solamente había publicado una novela anteriormente, en 1988: Out of the Line of Fire. En su momento, esta primera obra también estuvo en la lista de finalistas del premio literario más prestigioso de Australia, el Miles Franklin.

La novela se inicia con una curiosa reflexión sobre la traducción al inglés de la novela de Italo Calvino Se una notte d’inverno un viaggiatore, planteando que hay en la edición de 1982 en Picador una diferencia entre el texto de la portada y el texto de la primera página: la diferencia ortográfica entre ‘traveler’ y ‘traveller’. Todo apunta a que a Henshaw le gustan los juegos metaliterarios, y que se trata de una novela que podríamos calificar de enfocada o encerrada en sí misma.

La trama es, sobre el papel, sencilla. El narrador es un australiano que está estudiando en Alemania, concretamente en Heidelberg, la capital del Palatinado; es allí donde conoce a Wolfi Schönberg, un doctorando austriaco nacido en Klagenfurt, cuya tesis doctoral versa sobre la percepción metonímica de la realidad. Entre ambos comienza a formarse una buena amistad, y Wolfi la profundiza a través de los relatos de su infancia.

¿Realmente existió un Wolfi Schönberg? Estación de Klagenfurt. Fotografía de Simon Legner.

De pronto, un buen día, mientras el australiano está en un viaje de estudios en Roma, Wolfi desaparece de Heidelberg sin dejar señas. La casera dice que se ha ido a Berlin. Al cabo de un año, le llega a Australia un paquete de Wolfi, en el que encuentra “manojos de papeles, recortes de periódico, cartas, postales y sabe Dios qué otras cosas”, y una nota que le deja más enojado todavía: «Vielleicht kannst Du etwas damit anfangen.» (Quizás sepas hacer algo con esto.)

Comienza ahí la segunda parte de la novela, construida por Wolfi. Nos cuenta su crianza en el seno de una familia dominada por la figura del padre, un estricto y desafecto profesor de filosofía. La historia comprende el relato de unas vacaciones en Dubrovnik. En su adolescencia, Wolfi está absolutamente obsesionado con su hermana Elena, pero con el paso del tiempo parece sobreponerse a esa obsesión. Luego está el episodio en el que pierde la virginidad con una muy atractiva prostituta llamada Andrea. La cita la hace su abuela (una mujer con un extraordinario carisma, según confiesa Wolfi), pero el joven inexperto se confunde de piso y entra en unas oficinas a la hora convenida:

‘Ya fuera en el pasillo me obligué a caminar con normalidad, refrenando el apremio de echar a correr, de huir lo más rápido posible por lo que ahora semejaba ser un túnel interminable que se me venía encima. ¿Cómo podía haberme puesto en tan gran ridículo? «Rudlinger y socios son consultores de diseño interior…» Mensch! Los sucesos de los últimos pocos minutos me rebotaban en la cabeza, mientras a mi alrededor resonaba un eco de risas reprimidas. Los imaginé contando mi historia en los años venideros: durante la sobremesa de cenas privadas en sus casas. Apenas podría terminar la frase a causa de las risas. Retorciéndose en la silla, secándose las lágrimas que le caerían por las mejillas.

«Pero ¿quién… quién… quién ha concertado la cita, Señor Schönberg? “Mi abuela”, va y dice. ¿Os lo podéis imaginar? Y se quedó allí de pie, como un buen colegial, sujetando la gorra entre las manos… y va suelta: “¡Mi abuela!»’ (p. 132-3, mi traducción)

Finalmente, Wolfi narra sus experiencias en Berlín, donde conoce a un actor especializado en robar en supermercados e implicado en varios negocios turbios. Tanto va el cántaro del delito a la fuente que a Wolfi lo arrestan tras un intento de extorsión a clientes de jóvenes chaperos y prostitutos en una estación de metro de Berlín. Del encuentro con su padre saltan chispas. Y es ahí donde termina la segunda parte, el relato autobiográfico de Wolfi.

Pero, ¿cuánto de lo que Wolfi nos ha contado es cierto? ¿Hay algo en esa historia que sea verdadero? El narrador australiano regresa a Alemania en un intento desesperado de saber cuál es la verdad. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es ficción? ¿Hasta qué punto se puede confiar en lo que Wolfi (nos) ha contado?

Out of the Line of Fire es una novela completamente alejada de las corrientes dominantes en la narrativa australiana de su época, por no hablar de la segunda década del siglo XXI. El libro está repleto de referencias metaliterarias y de disquisiciones sobre la traducción y las trampas que conlleva. Wolfi inserta extractos de la correspondencia entre Wittgenstein y Heidegger (como elemento fundamental de la investigación sobre su tesis, se presume).

Cuando vuelvo de la cocina, Wolfi está junto a la estantería. Ha cogido uno de los libros y lo está hojeando. Es Ich bin ein Bewohner des Elfenbeiturms [Soy un residente de la torre de marfil]. «Peter Handke,» dice. «¿Te gusta Peter Handke? Yo mismo escribí esto hace unos años.» (p. 18, mi traducción) Fotografía de  Wild + Team Agentur - UNI Salzburg.

A pesar de lo que a algunos les parecerá superfluo (en tanto que aparentes digresiones o desviaciones de la sustancia de la trama), la novela se sostiene en todo momento, y los capítulos finales tejen, destejen y vuelven a tejer un extraordinario misterio. Henshaw remarca que lo que distingue la ficción de lo que, a pesar de todo, seguimos insistiendo en llamar realidad, no es evidente ni válida. Para una novela que va camino de los 30 años, no ha envejecido ni una pizca.

8 nov 2020

Ressenya: Passport to Here and There, de Grace Nichols

Grace Nichols, Passport to Here and There (Hexham, Bloodaxe Books, 2020) 80 pàgines.

La poeta guyanesa Grace Nichols ha publicat enguany aquesta col·lecció de poemes, un més dins d’una llarguíssima trajectòria que va iniciar a l’any 1981. Es tracta d’un llibret amb un títol molt suggeridor (es podria traduir com Passaport per a viatjar aquí i allà). El llibre es divideix en quatre seccions, amb temàtiques prou diferenciades.

La primera secció es titula ‘Rites of Passage’, i inclou poemes sobre la seva infantesa a Guyana, com ara el primer, ‘If I were to meet’, una bellíssima reflexió de la experiència vital, i que s’inicia amb aquests versos:

If I were to meet the ghost

of my childhood running

with slipping shoulder-straps

and half-plaited hair

beside a brown expanse

of memorising water

and the mellow faces of wooden houses

half-hidden by a weave

of coconut, mango guenip trees.

I would say this was her childscape

this was where she was shaped

like first words formed on slate –

Es tracta d’una evocació de la noieta que ella va ser, reflexionant sobre el lloc on es va criar. Destaca el neologisme ‘childscape’, un deliciós mot creuat, una mena de paisatge memoritzat des de la infància que evoca l’indret tant físic com mental on Nichols va créixer, una ciutat colonial, Georgetown, amb cases de fusta mig ocultes per arbres caribenys, des de les quals podia veure’s l’aigua bruta i marró de l’oceà atlàntic.

En un altre poema d’aquesta primera secció, ‘Picture my Father’, l’autora ens duu de nou a la seva infància des de la imatge rememorada del seu pare, mestre d’escola, “treballant/ amb tot el pertret de l’imperi./ Quaranta fidels anys d’esser mestre / repartint disciplina, harmonia, estructura”.  Són aquests poemes de remembrança, d’una vida que només existeix en els records de la ciutat on va néixer, com ara ‘Georgetown Romance’ o ‘Sweet Fifteeen’, l’edat quan Nichols va enamorar-se “d’Otis Redding” mentre a classe el mestre, el senyor Owen, “entreteixia el Tractat de Tordesillas/ amb bromes sobre ell i la bona senyora Owen/ que sempre trigava una eternitat per vestir-se./ Tant, que quan finalment baixava les escales/ ell les pujava per haver-se d’afaitar un altre cop”.

"Cap altra cosa que fer que cercar refugi/ del caos de la Plaça del Mercat Stabroek/ i de l'or candent del sol a l'hotel Eldorado/ i submergir-se en la frescor/ del Museu de Georgetown"
El Mercat Stabroek, a Georgetown. Fotografia de Kevin Gabbert. 

Els poemes de la segona secció es centren en Anglaterra, i particularment en Londres, la metròpoli a la qual va emigrar Nichols fa més de quaranta anys. Hi ha poemes dedicats al té, la beguda “que parla d’una joia/ relaxada i d’un retorn a la teva essència”, i d’altres merament descriptius o evocatius, com ara dos sonets sense rimar intitulats ‘Viewing the Thames’ i ‘In the Shade of a London Plane Tree’. En el primer d’aquests, la ciutat del Tàmesi es descrita amb un “àlbum de fotos”, els records de l’autora, que llavors no podia veure les “mantes abandonades que marcaven/ els grups dels sense sostre”.

És la tercera part del llibre, ‘Back-Homing’, la que més interès assoleix, segons la meva opinió. Es tracta d’una sèrie de sonets, també sense rima, en els quals l’autora descriu moments de la seva recent visita a Georgetown. En el primer, ‘Landing’ [Aterratge], la primera sorpresa: no res pot esborrar el somriure dels llavis al arribar a casa, “ni tampoc el funcionari d’immigració/ qui, mentre fulleja el meu passaport britànic,/ em concedeix exactament els catorze dies d’estància/ que he sol·licitat, en el país on vaig néixer.”

La mar amenaça la ciutat, i els dics s'han fet necessaris a Georgetown. Fotografia de Dan Sloan.

Un altre esbalaïment es duu Nichols quan, en un autobús local, li diu “sorry” al home descamisat assentat al seu costat. ‘Wha yuh sorry fa?’, li contesta. Havia oblidat l’excés de cortesies, els massa ‘sorries’ dels anglesos, “que només aconsegueixen incomodar la teva gent.”

El darrer sonet d’aquesta secció és una elegia per Georgetown, la ciutat de la seva infantesa, que ara ha “d’acceptar les noves monstruositats de formigó/ que fa no res han brollat al costat/ de la teva tènue bellesa de fusta/ les teves artèries bloquejades de canals i carrerons?”

Carrer principal de Georgetown, en un quadre de Leila Locke. Fotografia d’Indra Khanna.

La quarta secció porta per títol ‘Interesting Times’, i és un recull de poemes amb temàtiques diverses, uns homenatges a artistes de Guyana i d’altres dedicats a amics, e inclou un mena d’epitafi per a Derek Walcott, el gran autor caribeny.

Si la tasca més important i significativa de la poesia és la de retenir les experiències i els records que ens inspiren certes persones o llocs, Passport to Here and There compleix la seva comesa. Un gran llibret que recomano.

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