18 sept 2010

Reseña: Tarde, mal y nunca de Carlos Zanón


Carlos Zanón, Tarde, mal y nunca (Barcelona: Saymon Ediciones, 2009). 275 páginas.

Una mañana en un bar cualquiera en un barrio modesto de Barcelona: además del dueño, Salva, están Epi y Álex Dalmau, hermanos, y el colega de Epi, Tanveer Hussein. Epi entra en el baño con una bolsa de deporte. En la bolsa lleva un martillo. Parece pasar una eternidad decidiendo lo que va a hacer. Sale de pronto y ataca a Tanveer con el martillo. Entablan una lucha, pero finalmente Tanveer, del que luego vamos a ir descubriendo escabrosos detalles, se desploma. Está agonizando. Álex sale enseguida del bar para deshacerse del martillo sanguinolento, y entre todos se inventarán una historia para cubrir a Epi.

Así se inicia Tarde, mal y nunca, de Carlos Zanón (Barcelona, 1966). La expresión que da título al libro se utiliza “para ponderar lo mal y fuera de tiempo que se hace lo que fuera casi mejor que no se ejecutara ya” (del RAE). Lo que ocurre tras la letal agresión de Epi a Tanveer es una cadena de despropósitos, una sucesión de casualidades y de fatalidades, el acontecer diario de personas sin trabajo, sin futuro y sin apenas esperanzas de salir del agujero en que viven.

Tarde, mal y nunca es una historia dura y desgarradora, en gran medida por el punto de vista narrativo que adopta Zanón: la suya es una perspectiva fría, no juzga a sus personajes sino que nos los presenta como lo que son, de un modo carente de emociones. El narrador indica causas y detonantes de las acciones de los personajes a un ritmo veloz. El subtexto nos remite a la alarma social frecuente en el barrio, que en este caso es Barcelona, pero podría ser Madrid o cualquier gran ciudad española. Tarde, mal y nunca es un retrato que Zanón le ha hecho al mundo en el que vivimos en la primera década del siglo XXI.

Esta es una novela de ritmo vertiginoso, la trama avanza rápidamente y el narrador guía la historia hacia el desenlace, que por otra parte es a un tiempo abierto y sorprendente. Zanón rara vez se aparta de la trama y el diálogo. Mas cuando lo hace, Zanón nos regala algunos pasajes bastante logrados:

“La noche no es una aliada leal. Y despertar, la mayoría de las veces, no deja de ser un alivio. Hacía tiempo que Epi no se fiaba de la oscuridad. Aún así, aquella noche, apenas unas horas antes, había levantado el brazo como para intentar tocarla. Lo estiró hasta dar con el cristal del parabrisas. Eso pareció tranquilizarle. O quizás fue una decepción lo que se iluminó en su cara: decepción por no haberse mojado la punta de los dedos en esa gigantesca pantalla de plasma líquido que, en ocasiones, se le asemejaba la noche cuando estaba sentado al volante, en su furgoneta.

Todo lo que pasa de noche resulta incomprensible más tarde con el sol. De noche se hacen cosas que no se harían de día. Y la mayoría de cosas que uno hace de noche no se las cree al día siguiente. Quizás todo se resuma en esos dos mundos de los que le hablaba su padre. Uno oscuro y otro luminoso, opuestos. Los delitos y los amores que se perpetran de noche no deberían ser juzgados, castigados o mantenidos a la luz del día. Las líneas blancas del asfalto no se ven cuando brilla el sol.”(79)

“Nighttime is no loyal friend. Most of the time, waking up is but a relief. Epi had been distrustful of darkness for a long time. Even so, that night, just a few hours earlier, he had raised his arm as if trying to touch it. He had stretched his arm as far as the windscreen. That seemed to calm him down. Or perhaps it was disappointment that made his face light up: the disappointment of not wetting his fingers in that gigantic screen of liquid plasma that sometimes night appeared to be, when he was sitting at the wheel of his van.

Everything that happens at night turns out to be incomprehensible later in the sunlight. People do things at night they wouldn’t do during the day. And most things one does at night one would not believe the next day. Perhaps everything is encapsulated in those two worlds his father used to talk about. One dark, one luminous, opposed to each other. Crimes and loves made by night should be not judged, punished or kept in broad daylight. One can’t see the white lines on the road when the sun is shining”.

La calidad de la edición de Saymon Ediciones es sin embargo lamentable. Abundan las erratas, e incluso hay algunos errores de bulto. Así, Tanveer reaparece cuando el lector menos se lo espera. ¡El editor le ha permitido ‘resucitar’ fugazmente en el piso donde Epi mantiene secuestrada a Tiffany! Tarde, mal y nunca merecía sin duda una edición mucho más cuidadosa.

14 sept 2010

Not a happy birthday

No es un feliz cumpleaños


(Para Trudie, con amor y dolor)


Ya nunca más podrá

desearle a su mujer

un feliz cumpleaños.

¿Cuántos años más habrán

de soportar este dolor?

¿Cuántos años más sangrará

su herida?


Que sepan los que soslayan sus palabras por falta de valor,

o que han andado un sendero de silencio:

Nunca es jodidamente demasiado tiempo.

Nunca es una larga y tortuosa navaja

que les acuchilla sus esperanzas más recónditas,

una espina clavada por siempre en su interior

que les corta y desgarra el corazón,

cortando, como si fuese una flor, su posible vida.

Nunca es la roca implacable

que aplastó sus sueños

arrancando todo atisbo de alegría

de su vida.

Nunca es el tiempo atemporal que estarán aquí,

esperando a que les llegue su hora,

confiando en regresar a un tiempo

y a un lugar antes de que comenzara este nunca,

esperando a reunirse

con la hija que perdieron.

(Traducido del inglés por el autor)

Not a happy birthday

(For Trudie, in love and pain)

He will never again bring himself
to wish his wife
a happy birthday.
For how many more years
will they have to endure this pain?
For how many more years
will their wound bleed?

Let me tell those who skirt their words for want of courage
or those who have trodden a path of silence:
Never is a fucking too long time.
Never is a long crooked knife
stabbing their most intimate hopes,
a thorn stuck inside them forever
scoring and gnawing at their hearts,
cutting down, as if it were a flower, their possible life.
Never is the unyielding rock
that smashed their dreams
wrestling all glimpses of joy
away from them.
Never is the timeless time they will remain here,
waiting until it is their time to die,
expecting a return to a time
and place before the never began,
waiting to reunite themselves
with the daughter they lost.

(September 2010)

9 sept 2010

Reseña: Atonement, de Ian McEwan



Ian McEwan. Atonement. (Londres: Vintage, 2001). 372 páginas.

Corre el año 1935 y en una gran y poco estética mansión de la campiña inglesa una niña (Briony) de trece años con espíritu de fabulista es testigo desde una ventana de una escena que cambiará no sólo su vida sino la de toda su familia. En el transcurso de una discusión, ve cómo su hermana Cecilia se queda en paños menores y se mete en una fuente en presencia de Robbie Turner, el hijo de la limpiadora de la casa, a quien el padre de Cecilia y Briony ha protegido desde que su padre los abandonara a él y a su madre, Grace Turner. Lo que ha visto Briony no es lo que a ella le parece, pero los acontecimientos y casualidades se van a encadenar para dar lugar a un desenlace terrible para todos los que van a cenar esa noche en la casa.

A Atonement le cuesta ciertamente arrancar como novela. Parece que McEwan ralentice en un principio intencionadamente la narración, y el lector puede en algún momento, en particular en los primeros diez capítulos, llegar a preguntarse hacia dónde se encamina en realidad el libro que tiene entre manos. Pero McEwan es un espléndido narrador que domina perfectamente su oficio; la catástrofe no anda lejos, y una vez la mentira surge de la imaginación febril de la mente de Briony, el desastre es imparable.

Cuando los primos gemelos de Briony escapan de la casa esa noche, todos salen a buscarlos. Y la hermana mayor de los gemelos, Lola, es violada por un hombre al que Briony sorprende y entrevé en la oscuridad. Convence a Lola de que ese hombre era Robbie.

A Robbie, quien encuentra a los gemelos durante la noche, se lo lleva esposado la policía a la mañana siguiente. Una vida rota por culpa de la mentira y la tozudez estúpida de una niña de trece años.

Cuatro años después, Robbie ha conseguido salir a cambio de alistarse en el ejército. McEwan nos ha trasladado a Francia, en medio de la caótica retirada inglesa, y Robbie huye de una barbarie de la cual no puede escapar, perseguido por los bombardeos sanguinarios de los stukas alemanes hasta Dunquerque. La esperanza de volver a ver a Cecily le guía, y con la ayuda de otros dos soldados llega a la playa desde donde espera embarcar de regreso a Inglaterra.

En la tercera parte de la novela, es Briony quien adquiere el protagonismo. Con dieciocho años, la encontramos formándose para trabajar de enfermera en un hospital céntrico de Londres. Ha renunciado a una formación académica y tiene permanentemente en la conciencia el remordimiento de lo que le hizo a Robbie y a su hermana. La llegada de los primeros soldados heridos la hace madurar en cuestión de horas – o eso nos hace creer McEwan. Y finalmente asistimos al reencuentro con su hermana y Robbie en el diminuto apartamento donde Cecily ha tomado refugio. Briony se retractará de lo que declaró a la policía. ¿Le será posible purgar una mentira dañina de su vida?

Y es entonces, en la parte final de la novela, donde la maestría de McEwan hace su aparición en toda su magnificencia. La cuarta parte de la novela, nos dice Briony, está escrita en 1999. En su vejez, Briony escribe la novela que hemos leído, pero nos confiesa que es ficción. ¿Cuál es la verdadera historia? ¿Qué verdad hemos de creer? ¿Le debe importar verdaderamente al lector si las tres partes anteriores son una mera ficción, inventada por una mujer que ha ocultado un crimen (el perjurio) durante casi seis décadas?

No voy a desvelar aquí el desenlace de Atonement. Pienso que no sería nada justo con su autor. Personalmente, fueron la segunda y la cuarta parte de la novela las que más me gustaron. Atonement deja ciertamente un buen regusto: es una gran historia, aunque tenga un comienzo un poco lento, con una trama algo desdibujada en su planteamiento inicial. Este McEwan está más cercano a First Love, Last Rites o The Cement Garden que el McEwan de Saturday (2005), otra de sus novelas más recientes.

3 sept 2010

Un motivo de orgullo




Recibí esta semana en el trabajo un sorprendente email desde Nueva Zelanda, concretamente desde una distribuidora de libros, Wheeler Books. Me preguntaban por Lalomanu, el libro de poemas que escribí y publiqué yo mismo en abril. Querían comprarme copias del libro. En un primer momento, esto me causó unas sensaciones muy difíciles de explicar. Lalomanu no es un libro que esté en venta, expliqué en mi respuesta inicial.

Tras un intercambio de mensajes a un lado y otro del mar de Tasmania, desde Wheeler Books me explicaron que habían recibido pedidos del libro por parte de bibliotecas públicas en Nueva Zelanda. No debemos olvidar que en Nueva Zelanda vive un gran número de samoanos, y es muy probable que haya interés entre la comunidad samoana por un libro titulado Lalomanu.

En cualquier caso, accedí a vender unas copias del libro, pero el importe que reciba de la venta irá a engrosar la cuenta del Lalomanu Library Fund que ha financiado la construcción de la Biblioteca Clea Salavert en la Escuela Primaria de Lalomanu.

Creo que a mi hija Clea le hubiera supuesto un motivo de orgullo saber que el libro que su papá escribió por y para ella lo estarán muy pronto leyendo en Nueva Zelanda.

24 ago 2010

Narración breve: Una transacción comercial

Esta vez soy yo quien sale o salta a la palestra (del RAE: salir, o saltar, a la palestra: 1- Dicho de una persona: Tomar parte activa en una discusión o competición públicas; 2- Dicho de una persona o de una cosa: Darse a conocer o hacer pública aparición). En lugar de reseñar lo que otros han escrito, te presento una corta narración que busca convertir en cuento el reflejo íntimo de una vivencia que lamentablemente se ha producido en más de una ocasión. Hay  veces que me pregunto: ¿Qué es peor, ser ‘invisible’ o ser una ‘atracción de feria’?

J. Salavert



Una transacción comercial




Viernes

Subió al autobús, canceló el viaje correspondiente en su billete y avanzó por el pasillo. Lo reconoció nada más verlo; pero no deseaba entablar conversación alguna con él, y mucho menos tener contacto con su desolación devastadora. De modo que buscó un asiento alejado, y se dijo que no iba a girar la cabeza en ningún momento de los treinta y pico minutos que duraría el trayecto hasta el centro de la ciudad.

Sabía que él la había visto, y que por supuesto la debía haber reconocido. Recordó la última vez que había hablado con él en uno de los pasillos del supermercado donde trabajaba; recordó su voz, quebrada por el dolor. Había sentido cierta vergüenza cuando se vio en la tesitura de tener que justificar su presencia en el supermercado. (En realidad, la camisa con el logotipo de marras dejaba bien a las claras su condición de empleada del mismo). ¿Acaso no resultaba un poco triste? Tras lograr la residencia permanente en el país gracias a un curso de posgrado (un máster, nada menos) que les costó miles de dólares a sus padres, ahora trabajaba de cajera en un supermercado.

En el mismo instante de reconocerlo le vino a la memoria el momento cuando él se había alejado por el pasillo correspondiente a las latas de conserva, especias y aceites, con unas lágrimas de un insufrible dolor asomándole en los ojos. Pensó que tenía que evitar ese desconsuelo esa mañana, a cualquier precio.

En aquel asiento, en aquel autobús con destino al centro de una ciudad en un país donde siempre iba a ser una extraña, pudo sentirse todavía más a salvo cuando en la siguiente parada subió una mujer rubia que tomó el asiento que estaba libre a su derecha. Ya no tenía que entrar en contacto con aquel hombre tan lleno de dolor, un hombre que iba derramando tristeza en su mirada allí donde iba. Una especie de alivio la reconfortó. Pronto terminaría el viaje y el día continuaría como si nada.

*****

Sábado

Ya había llenado la cesta con las pocas cosas que le quedaban por comprar: pescado, algo de fiambres, pan, frutos secos, el espray de la ducha... De modo que se encaminó hacia las cajas registradoras de salida rápida. Había tres abiertas, y optó por la del medio, en la cual en ese instante no había nadie esperando. Pero al muchacho de la caja le llamaron en ese instante desde la caja principal, y le hizo un gesto para que fuera a otra caja, a la de la izquierda.

Allí estaba ella, la misma mujer que el día antes había visto en el autobús. Había quedado convencido de que lo había visto y deliberadamente había evitado saludarle. La misma chica con la que había compartido clases y apuntes del curso de postgrado en la universidad nacional, apenas cuatro o cinco años antes. La misma a la que otra mañana de sábado, apenas siete u ocho meses antes, le había dicho con la voz rota que no, que no se encontraba bien. Cómo podía encontrarse bien, habiendo perdido a su hija de seis años, ahogada en una isla en mitad del océano Pacífico. No lo sabía. Nunca leía los periódicos, le explicó ella. Balbució algunas palabras que absurdamente pretendían dar un consuelo imposible, y él se alejó por el pasillo mientras latas de conserva y botes de especias asistían mudos a aquella escena incomprensible, inconcebible.

Llegó a la caja. Ella lo saludó, tal como le habían instruido los managers de atención al cliente, y lo hizo aparentemente con un mayor grado de simpatía de la que acostumbraba a dispensar con otros clientes. Él no abrió la boca ni la miró. Uno a uno, fue sacando los productos de la cesta de la compra. Esto no es más que una transacción comercial, se dijo.

Cuando puso la última cosa en la cinta transportadora, dejó caer la cesta en tierra, se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón y se sacó la billetera. Cuidadosamente, sin mediar palabra, sacó aquella tarjeta plastificada, símbolo de una estúpida lealtad de consumidor: la del programa que le daba puntos y vales de descuento en la gasolinera. Dejó la tarjeta en el mostrador, cerca del escáner. Ella la tomó, la pasó por el escáner y nuevamente le dio las gracias. Él no se inmutó ni respondió: esperó a que ella terminara de escanear todos los productos, y entonces sacó de su billetera la tarjeta de crédito y la pasó con la tira magnética por el lado correcto, el lado contrario al de las máquinas lectoras del otro supermercado.

Cuando la máquina se lo indicó, él pulsó el botón correspondiente a crédito y se dispuso a esperar el obligatorio trámite de la firma. No levantó la vista en ningún momento. Esperó a que ella le pusiera aquel ridículo pedacito de papel donde él debía firmar. Estampó su firma, devolvió el bolígrafo sin mediar palabra, sin mirarla a los ojos y sin prisas. Sin pausa, sin palabra alguna, recogió las bolsas. Finalmente se alejó de aquella caja registradora, sintiéndose en cierto modo satisfecho de haber completado aquella engorrosa transacción comercial sin decir nada, sin ni siquiera haberle dado las gracias.

Una transacción comercial, al fin y al cabo. En silencio.

Reseña: Pólvora negra, de Montero Glez



Montero Glez, Pólvora negra (Barcelona: Planeta, 2009). 323 páginas.

El 31 de mayo de 1906 un anarquista catalán, Mateo Morral, lanzó un ramo de flores en la calle Mayor de Madrid al paso de la comitiva real que acababa de celebrar las nupcias del rey Alfonso XIII con la nieta de la reina Victoria de Inglaterra, María Eugenia de Battenberg. El ramo, que contenía una bomba, al parecer tropezó con los cables eléctricos de los tranvías que por entonces circulaban en Madrid, y no cayó en el lugar que Morral tenía previsto. Los recién casados sobrevivieron, mas una treintena de personas perdieron la vida. De este suceso histórico se sirve Montero Glez para componer una sugestiva novela, dividida en tres partes que no se suceden entre sí cronológicamente. La novela se inicia cuando el atentado ya se ha producido, y el teniente Beltrán, el personaje principal de la trama que Montero va hábilmente revelándonos capítulo tras capítulo, se presenta en la horchatería del Candelas para interrogar a la Chelo, una camarera del local.

Beltrán es sin duda alguna el protagonista de Pólvora negra. Un individuo violento, cruel, soez, sucio, viscoso, amoral, con una personalidad visceral. Beltrán, formado como guardiacivil en la guerra de Marruecos, es un policía corrupto, "de dientes como puñales, fumador de puros y pupilas de plomo", que tan pronto tortura como asesina a los testigos ‘molestos’, y que lleva una mueca de asco permanente en el rostro. Es el personaje que Montero perfila diestramente desde el principio, el cual va puliendo capítulo tras capítulo y que finiquita con una innegable maestría.

Del otro personaje principal, Mateo Morral, Montero no hace en cambio una semblanza tan cuidada. Parece que el autor se preocupe más por desmitificar la teoría oficial del régimen monárquico de que Morral fue en realidad “un loco enamorado que, por despecho, lanzó su bomba” contra la comitiva de la boda real.

Roberto Montero González demuestra en Pólvora negra que se ha graduado cum laude como escritor. Si Sed de champán (2002), una obra provocativa y única en el paisaje narrativo español, tenía pasajes de una escritura que podríamos describir como excesivamente enmarañada, en los que Montero iba dejando caer metáforas inverosímiles, en Pólvora negra el autor domina la trama, la escritura y su lenguaje en todo momento. Montero disfruta de su escritura castiza y socarrona; el lector puede percibir que el autor se siente como pez en el agua; gracias a ello, Montero nos deleita con chispazos genuinamente madrileños, irreverentes y combativos:


“El novio no había llegado aún, pero la pompa carnal de su familia, por parte de abuela, calentaba los asientos. Las pupilas de plomo del teniente Beltrán atravesaron a la tía Eulalia. Mantenía el cutis lozano, de hembra satisfecha, y llevaba unos trapitos que hacían peligrar la reputación de la monarquía. El teniente Beltrán se recreó en la chicha tibia que transparentaba su vestido blanco. Era famosa en palacio la ternura lubricante de su entrepierna. Aquella mujer llevaba la sexualidad cosida a sus ropas y el teniente Beltrán la llevaba en ficha. Por lo mismo tenía sabido que su padre fue Miguel Tenorio de Castilla, secretario particular de la reina y tascador de bajos al servicio de la corona.”

“The groom hadn’t arrived yet, but the pompous carnality of his family on his grandmother’s side was already warming up the seats. Lieutenant Beltran’s leaden eyeballs pierced Auntie Eulalia. She kept a satisfied female’s fresh complexion, and was wearing clothes that would have imperilled the good name of the monarchy. Beltran enjoyed himself looking at the lukewarm flesh that showed through her white dress. The lubricous tenderness between her legs had become legendary at the Palace. That woman had had her sexuality sewn onto her clothes, and Lieutenant Beltran kept a file on her. Likewise, he had become acquainted with the fact that her father was Miguel Tenorio de Castilla, private secretary to the Queen and deep inside Her Majesty’s service”.


Montero nos sumerge en el Madrid de principios del siglo XX, y desde sus páginas consigue que nos llegue el hedor insufrible de un Madrid en el que campaban a sus anchas un régimen monárquico corrupto, un gobierno inepto y un cuerpo de policía que rebosaba de asesinos y gente de la peor calaña moral, y en donde, no obstante, la multitud se congregó primero para darle vivas al rey, y días después para linchar el cadáver de Morral, quien antes que entregarse vivo a la policía, se suicidó.

Una novela amena, tanto por el argumento como por el estilo del autor: en mi opinión, muy recomendable.

13 ago 2010

Enseñanza del español: Una buena noticia. ¡Por fin!




Desde 1996, cuando llegué a Australia con la idea de quedarme a vivir, trabajé muchos años (hasta octubre del año pasado) en muchas instituciones educativas distintas. He tenido infinidad de estudiantes ávidos de aprender la lengua de Cervantes, algunos con más entusiasmo que otros. Me cupo la fortuna de trabajar con profesionales muy capaces, del mismo modo que también me tocó lidiar con incompetentes, envidiosos y mediocres, cuyo único empeño era (y todavía es) acumular horas lectivas (la pasta, la pasta) y cuyo conocimiento de la lengua y de los métodos más efectivos para su enseñanza deja mucho que desear.

Es por eso que la noticia que encontré en el número 15 de la revista Campus Review me ha parecido digna de mencionar. Lidia Bilbatua y la Dra. Karen Daly de la Universidad de Wollongong (Nueva Gales del Sur) han recibido la mención honorífica del ALTC (Australian Learning and Teaching Council) por su excelente trabajo al frente del programa de lengua española. La mención reconoce el trabajo del programa, textualmente, “por su apasionante currículo de lengua española que aúna la lengua y la cultura mediante el uso creativo de la tecnología”.

No es moco de pavo. El programa que dirigen y enseñan Lidia y Karen ha conseguido un 75% (sí, has leído bien, 75%) de retención de estudiantes del año 1 al 2. Eso quiere decir que tres de cada cuatro estudiantes que 'prueban' el curso el primer año deciden continuar. Es un porcentaje más que brillante.

Y no se trata de algo que yo me esté inventando: el índice de retención para el mismo año en las tres instituciones donde se enseña el castellano en Canberra no llega ni al 50% en ninguno de los tres casos. En CIT, por ejemplo, en determinadas clases en 2008 y 2009 no llegó ni al 30%. Son demasiados los estudiantes que abandonan el curso a las pocas semanas, faltos de motivación y conscientes de la desidia e ineptitud de los mal llamados ‘docentes’ que les han puesto delante unos administradores torpes e ignorantes.

Enhorabuena, Lidia y Karen. ¡Y a seguir con el trabajo de calidad!

6 ago 2010

Reseña: Els Convidats, de Emili Teixidor



Emili Teixidor, Els convidats (Barcelona: Columna, 2010). 255 páginas.

Teixidor cuenta una historia ambientada en un pueblecito catalán en la posguerra, en medio de un ambiente marcado por la opresión, la desconfianza y el miedo, donde el poder totalitario del régimen franquista va poco a poco saturando la vida diaria y el futuro de los jóvenes y niños que sobrevivieron a la guerra.

El eje central del argumento es la boda inminente de la hija del cacique del pueblo, próximo a Vic. Maties es un hombre que no teme ni respeta a nadie, y espera hacerse con la alcaldía del pueblo tras invitar a la boda a todas las autoridades políticas, militares y culturales. El trasfondo de la narración comprende la fuga durante una riada de un prisionero de guerra condenado a trabajos forzados, la lúgubre existencia de los huérfanos de guerra en los asilos, el tira y afloja entre la iglesia católica y la jerarquía política o la depuración de los antiguos profesores que trabajaron en el bando republicano. Todas las tramas paralelas a la principal nos describen un mundo humillado, triste y derrotado, sin esperanza de futuro.

Dentro de este mundo asfixiante sitúa Teixidor a dos interesantes personajes: el joven Narcís y la sibilina Marededeuta. Narcís es un joven literato que alberga aspiraciones de salir del pueblo, estudiar magisterio y labrarse un futuro. Pero para ello deberá comulgar con las exigencias falangistas, que encarna el poeta oficial, Ruy Santamarta:

‘Pren-t’ho com una obligació: has de ser fidel a la teva vocació, i això a vegades costa. Però la recompensa serà bona: el nou país que construïm necesita joves com tu i segur que entre tots trobarem un lloc adequat a les teves qualitats. Uns ens defensem amb les armes i altres amb les lletres…’ (p. 237).

‘See it as a duty: you have to be loyal to your vocation, and that has sometimes a price. But the reward will be good: the new country we’re building needs young people like you, and I have no doubt that between all of us we’ll find you a position that matches your skills. Some of us defend ourselves with weapons, others with the letters…’ (Mi traducción).

Si hay algo que se pueda criticar a la novela es que quizá Teixidor podría haber explorado más a fondo el personaje de la curandera, que al final queda un tanto diluido por el rápido desenlace. Se intuye que es la conducta abominable de Maties la que causa el trágico desenlace. Els convidats, en todo caso, es una novela de prosa ágil, de una estructura narrativa dinámica y amena que no defrauda al lector.

29 jul 2010

Cataluña prohíbe la corrida de toros

Hace unos años, en el transcurso de una cena de celebración del cumpleaños de un buen amigo mío, y a raíz de una conversación que versaba sobre las lenguas peninsulares y su dispar implantación y cuidado en diferentes partes del territorio del estado español, un par de sabelotodos (uno de ellos profesor en una prestigiosa universidad australiana, aunque no necesariamente prestigioso, más bien todo lo contrario) se miraron entre sí con una sonrisita de sarcástica complicidad cuando comenté — de una forma que debiera haber resultado enigmática para ellos, desconocedores de la realidad del estado español, pero la cual no consiguió otra cosa que la típica sonrisita sardónica de quien se escuda en su privilegiada poltrona de dominio administrativo para sentar cátedra — que España es Cataluña, mas la inversión del silogismo terminaba ahí: Cataluña no es España.

La ignorancia, petulancia y engreimiento del antedicho mediocre calculador de horas y dineros, aunque hábilmente escurridizo a la hora de tener que hacer cualquier trabajo que suponga un esfuerzo real, han quedado ahora, unos tres años después, patentemente demostradas. Y es que el tiempo es el único y verdadero juez, que pone a cada cual en su sitio. El Parlament de Catalunya ha aprobado la prohibición del mal llamado ‘arte’ taurino en una clara votación de los representantes elegidos por los catalanes. La decisión, que refrenda el sentimiento de la mayoría de la población catalana, se ha producido apenas dos semanas después de la polémica sentencia del Tribunal Constitucional español.

Que Cataluña quiere distanciarse en su ámbito cultural y social de la barbarie que caracteriza la lamentablemente llamada fiesta nacional debe leerse como algo muy positivo para los catalanes y para el resto de Europa. Es el reflejo de una realidad inequívoca: Cataluña (la mayoría de los catalanes) no se identifica (ni quiere que se la identifique) con las expresiones, signos y símbolos reaccionarios, casposos y atávicos de la España profunda, tenebrosa y lóbrega que se vanagloria de tener la absurda crueldad de torturar a un noble animal como divisa. ¿Matan al animal para que un público sediento de sangre pueda luego emitir un juicio ‘estético’? "¡Que le den la oreja!", dicen. Que les den educación, digo yo.

Con el tiempo es probable que haya más gestos de distanciamiento, incluso más serios e impactantes. Puede que éste sea solamente el primero de muchos. Lástima que en el País Valencià no haya ninguna intención oficial ni popular de tomar pasos para erradicar las brutales e inhumanas prácticas lúdicas que aderezan sus pueblos en las fiestas de verano.

21 jul 2010

Reseña: No será la Tierra, de Jorge Volpi


Jorge Volpi, No será la Tierra (Barcelona: Alfaguara, 2006). 523 páginas.

Una fuerte ambición de apariencia literaria – que no siempre cuaja – y un enorme pundonor parecerían haber sido el germen de esta novela de Jorge Volpi, adicto a la aposición. En No será la Tierra, el autor dramatiza los principales sucesos históricos del siglo XX, adoptando la voz narrativa de un supuesto periodista y antiguo combatiente en Afganistán, el ruso Yuri Mikhailovich Chernishevski, quien nos cuenta la historia desde la celda de una prisión estadounidense. Volpi, adicto a la aposición, trenza la novela con un número impresionante de personajes de toda índole, principalmente científicos y políticos. Hay tres tramas paralelas que con el paso del tiempo van a confluir, dando lugar al desenlace trágico y amargo con que se cierra la obra. La primera es la trama soviética, representada por Irina y Arkadi, científicos ambos y disidentes del régimen soviético. La segunda trama la conforman las hermanas Jennifer y Allison Moore, hijas de un senador republicano, y Jack Wells, codicioso y amoral empresario de la biotecnología. Finalmente, Eva Halász, científica húngara a quien Wells reclutará para ensamblar el mapa del genoma humana.

No será la Tierra se inicia no obstante con el episodio del accidente nuclear más espantoso que haya vivido el planeta, el del reactor número cuatro de Chernóbil. Es el preludio y símbolo, nos da a entender el narrador, de la desintegración del bloque soviético, del fin de la Historia. El hecho de que la novela discurra entre estas marañas histórico-políticas no es algo molesto en sí mismo. Sí resulta molesto, en cambio, el abuso de la aposición. Francamente, cuando el lector se topa con que Moscú es una “ciudad de anchas calles” por vigésima vez, o lee diez veces que Boris Yeltsin es un hombre “de fuertes brazos” en el transcurso de quince páginas, el lector puede enojarse. Este parece ser un tic que sufre Jorge Volpi, adicto a la aposición. Por lo demás, No será la Tierra se disfraza en ocasiones como literatura, sin serlo en realidad. Que la voz narrativa omnisciente sea la de un periodista ruso que nos narra la historia en castellano (¿traduce Volpi?) proporciona claros indicios de un primer disfraz, que puede ser más o menos convincente. Que la novela no acabe cuajar un estilo apunta hacia otro disfraz, éste menos convincente y algo más preocupante: quizá Jorge Volpi, adicto a la aposición, se vale de la historia para ambientar un (melo)drama “en tres actos” (del subtítulo).

Al final de quinientas y pico páginas, puede que el lector se pregunte si ha valido la pena pasar tantas horas leyendo un disfraz. Por fortuna, hay libros para todos los gustos, y sin duda alguna, habrá quien disfrute con No será la Tierra.

30 jun 2010

Reseña: La sombra de lo que fuimos, de Luis Sepúlveda


Luis Sepúlveda, La sombra de lo que fuimos (Barcelona: Espasa, 2009). 176 páginas.

En esta breve novelita de Luis Sepúlveda, tres viejos revolucionarios pasan el tiempo en un garaje rememorando anécdotas mientras una pertinaz lluvia cae sobre Santiago. Están esperando a un hombre, Pedro Nolasco, un viejo compañero de lucha que los ha convocado a realizar un último golpe, un robo temerario.

Treinta y cinco años después de la derrota y subsiguiente represión a manos del sanguinario régimen de Pinochet, los izquierdistas se reencuentran, tentados por el plan de Nolasco. Pero cuando Nolasco resulta accidentalmente muerto al caerle un tocadiscos que lanza una mujer en medio de una grotesca discusión conyugal, el plan parece haberse frustrado, sin comerlo ni beberlo.

Pero el marido de la homicida accidental, Coco Aravena, tras registrar las pertenencias del muerto (una vieja pistola y un número de teléfono), decide hacerse pasar por el difunto, llama al número y acude a la cita.

Cuando la mujer confiesa ante el Inspector Crespo, éste y su ayudante inician las pesquisas para recuperar el arma robada. Mientras, Coco Aravena se presenta en el garaje y tras un poco de cháchara y más recuerdos del pasado, los cuatro deciden seguir adelante con el robo.

Sepúlveda consigue hacernos sonreír en muchas ocasiones. A ello contribuyen sin duda los cuidados diálogos de los aventureros y los del Inspector Crespo con Adelita, su joven ayudante detective.

En el garaje, con unos cuantos pollos asados y bastantes vasos de vino, los aventureros van explicando su triste realidad como perdedores de la historia, y deciden jugársela una última vez. ¿Ganarán esta última partida?

La sombra de lo que fuimos es una novela muy recomendable para estudiantes de castellano que han alcanzado niveles más o menos óptimos de comprensión lectora. Se lee con bastante facilidad y no precisa demasiadas consultas al diccionario, si acaso algún chilenismo que por el contexto puede deducirse con facilidad. Por La sombra de lo que fuimos, Luis Sepúlveda ganó el Premio Primavera de Novela 2009.

¡Que la disfruten!

20 jun 2010

En el día de la lengua española

Ayer, 19 de junio, se celebraba el día mundial de la lengua española, el castellano. Es un idioma que sigue creciendo y que registra ya más de 450 millones de hablantes. El Instituto Cervantes ha dado a conocer en un informe (puedes bajártelo en PDF haciendo clic aquí: http://www.cervantes.es/imagenes/File/prensa/informe%20prensa%202010-WEB.pdf) que los países en los que más ha crecido el idioma en los últimos años son Estados Unidos y Brasil.


El aprendizaje (que no la enseñanza) del español en Australia parece ir mejorando con el paso del tiempo, particularmente gracias al entusiasmo, al tesón y la aplicación de los estudiantes. Continúa siendo un obstáculo muy serio la falta de formación lingüística y profesional de muchos de los mal llamados ‘profesores’, que en realidad son hablantes nativos que no han hallado ninguna otra salida laboral en Australia.

A esa significativa lacra hay que sumar el problema inherente de las incompetentes estructuras administrativas de los centros educativos. En Canberra, por citar los casos más cercanos y mejor conocidos, los programas de lengua española en las tres instituciones de enseñanza superior no tienen ninguna credibilidad; si ha habido casos de estudiantes (¡y ciertamente los hay!) que han logrado adquirir niveles óptimos de competencia lingüística, no habrá sido gracias al esfuerzo de los docentes, que en algunos casos simplemente ni ha existido ni existe.

28 may 2010

Vanidad en el consumo (comentarios a raíz del final de Perdidos)

Se acabó Lost (Perdidos). Para quien haya estado siguiendo la serie desde el principio, el final pudiera ser (muy) decepcionante. Personalmente pienso que se pudo intuir bien pronto el cariz pseudo-religioso que Hollywood iba a darle al desenlace. Perdidos, no lo olvidemos, es un producto americano, y en tanto que producto televisivo tenía que amoldarse a las exigencias comerciales y socioculturales de su mercado. Y sin embargo, ha habido tantos comentarios en la red de fans enojados, airados porque no les gustó el final. Tanta vanidad de unos consumidores que se sienten ‘engañados’.


Quizá debiéramos dejar una cosa clara desde un principio. Perdidos no es, ni mucho menos, una obra maestra. Reconozcamos que es más bien una producción diestramente publicitada, con un guión muy ingenioso (y ciertamente novedoso en muchos de sus elementos narrativos) que supo atrapar en su día a millones de espectadores. Pero que una serie de televisión atrape a millones de seguidores en todo el mundo no quiere decir que sea una obra de calidad. También Falcon Crest, en su época, y por poner un ejemplo palmario, tenía millones de seguidores, y era a fin de cuentas un bodrio de telenovela hollywoodense.

Las reacciones en algunos medios de comunicación son para echarse a reír. En su blog en Papeles Perdidos de El País, Fietta Jarque escribió: ‘Se acaba de emitir el último capítulo de esta serie que ha ido reclutando "lectores" en todo el mundo, entre mucha gente que no ha leído jamás, pero que sin saberlo ha paladeado a fondo la literatura’. ¿Gente que sin saberlo ha disfrutado de la literatura a fondo? ¿En qué planeta vive Fietta? ¿Qué entiende ella por ‘literatura’?

El hecho de que tantos seguidores hayan dado rienda suelta a su enorme decepción por el ‘malísimo’ final de la serie apunta a un mal ya muy afianzado en la sociedad del siglo XXI, sociedad de un consumo voraz e inmediato de productos de usar y tirar. Porque de eso se trata: Perdidos no era más que un producto de consumo, de usar y tirar cada semana. Da risa (o pena, según el momento) leer comentarios cuya esencia es: ‘Y para esto me he pasado seis años viendo la serie semana tras semana?¿Para esto he perdido mi tiempo?’ Durante seis años el consumidor tuvo muchas oportunidades de soltarse de la enrevesada e inverosímil trama (muchos episodios te dejaban un cierto sabor agridulce, como de tomadura de pelo), y por ejemplo, leer un libro esa noche. Las protestas ahora demuestran una considerable vacuidad crítica.

Lo que, en mi opinión, demuestran estas reacciones, que puede que vayan desde la decepción del fan acérrimo al enfado del que se cree estafado, es la vanidad del consumidor. Como consumidores, nos arrogamos el derecho a exigir que el producto sea siempre de nuestro agrado. Pero esto no es posible para productos más o menos creativos, y a Perdidos, desde luego, no le faltaba creatividad. En todo caso a sus guionistas les sobraba. ¿Te imaginas tú a un lector de Dickens malhumorado porque no le gustó el final de David Copperfield? ¿O el público que asistió a la primera función de Hamlet abucheando a la compañía porque no les gustó que el protagonista muriera?

El narcisismo, la vanidad, la egolatría parecen ser la norma prácticamente estándar de comportamiento, hasta el punto de que queremos interferir en el producto creado por otros y dictar el aspecto final de dicho producto, no vaya a ser que al final (el final) nos decepcione. La vanidad del mismo acto de consumo (soy porque consumo: una mutación del Homo Sapiens en Homo Shopping) alcanza cotas que rayan en lo absurdo: el primer comprador del Ipad en la tienda de Apple en Bondi Junction declaró que estuvo en la cola durante más de 24 horas, ¡pero confesó que había comprado algo que no necesitaba!

Sin palabras.

25 may 2010

Reseña: Mate jaque, de Javier Pastor

Javier Pastor, Mate jaque (Barcelona: Mondadori, 2009), 99 páginas.
Mate jaque comienza con un largo monólogo que en un momento determinado, como una puerta que se abriera gracias a una bisagra, pasa a ser el monólogo del otro personaje central de la novela. El monólogo inicial es el de un escritor ya maduro que nos habla del fracaso que ha rodeado siempre su vida y su carrera literaria. El escritor culpa de su fracaso a su tercera esposa, y va repasando cada uno de los aspectos del conflicto que ha corrompido su relación, con reflexiones que en ocasiones parecen implicar una brutal clarividencia: “ningún sufrimiento en la vida es comparable al que dos amantes son capaces de infligirse mutuamente”. Mientras escribe una autobiografía por encargo de su agente (con la que ha mantenido relaciones), el escritor se refugia en un decadente balneario; allí fuma porros a escondidas y abusa del alcohol con frecuencia.
La novela huye de los manidos modos del relato tradicional. Javier Pastor construye una narración que se desdobla por el centro. Esta es una novela que nos exige estar atentos, pues son muchas las referencias intratextuales, aparte de las innegables alusiones a otros textos, a otros autores, a otros tiempos y periodos de la literatura universal.
Es muy improbable que alguien escriba una novela (por muy breve que sea) sin hacer mención de los nombres propios de los protagonistas. Eso es exactamente lo que ocurre con Mate jaque. Los dos personajes (‘Él’ frente a ’Ella’) dejan caer en las páginas de Mate jaque el odio mutuo en el que se ha convertido su antigua pasión amorosa.
Pastor da un espectacular vuelco a la narración sin que el lector esté preparado; al final de una partida de ajedrez que ‘Él’ ha jugado con el maître del restaurante del balneario, leemos que el jaque mate es idéntico al de una partida que jugaron Madame de Remusat y Napoleón en 1802. Ahí se produce el 'mate jaque', cuando el maître asume el papel de Napoleón y ‘Él’ pasa a ser ‘Ella’ (Madame de Remusat). Se inicia entonces su monólogo, tan ácido y corrosivo como el de ‘Él’, y que parece en cierto modo desandar la trayectoria del monólogo que ‘Él’ nos ha brindado hasta el momento del cambio repentino descrito.
Mate jaque no es una novela de fácil lectura. Pastor parece buscar obligarnos a releer pasajes para que le saquemos todo el jugo a la narración. Y nos regala auténticas perlas, que no tienen desperdicio y que bien pudieran pasar a formar parte de un decálogo personal de útiles citas para cuando la ocasión lo requiera, si es que alguna vez lo requiere: "No hay que detener al enemigo cuando comete un error"; o "Hay que mantener la fe en la destrucción del otro".

18 may 2010

Reseña: El nas de Mussolini, de Lluís-Anton Baulenas


Lluís-Anton Baulenas, El nas de Mussolini (Barcelona: Proa, 2009). 323 páginas.


En los años que preceden a la II República, Europa está convulsionada por la aparición de los regímenes fascistas en Italia, en Alemania y en España, con el dictador Primo de Rivera.

Inspirándose en un suceso histórico, el fallido intento de magnicidio del líder fascista italiano ocurrido el 7 de abril de 1926, Baulenas construye una notable novela en torno a una joven catalana, Berta Panatis, a quien los camaradas del partido comunista le encomiendan el asesinato del dictador Primo de Rivera. Para ello, le sugieren que se esconda en una casona, can Bulló, en las afueras de un pueblo ficticio, Biribil, en los Pirineos catalanes, hasta que le transmitan la orden de matar al dictador. Para no despertar sospechas, se hace acompañar de su padre, un picapedrero jubilado forzoso tras un accidente laboral que le destroza una mano.

Los extraños despiertan la curiosidad de la viuda que está a cargo de la estafeta de correos y telégrafos, especialmente cuando el primer telegrama que pone Berta dice: “Comença el ball. Stop.” Pasan los meses, pero Berta no recibe instrucción alguna de la cúpula del partido. A medida que va pasando el tiempo, el deterioro económico y anímico empieza a hacer mella en la potencial magnicida.

El nas de Mussolini recibió el Premi Sant Jordi de 2008. Baulenas es dueño en todo momento del ritmo narrativo de la novela. Cada capítulo se concentra en un personaje, si bien la protagonista principal es sin duda Berta Panatis. Cuando, transcurridos varios años desde aquel día en que el partido le encargó asesinar al “enemigo del pueblo”, no ha recibido consigna alguna desde su llegada al pueblo, todas las convicciones políticas y morales de Berta se van desmoronando, y Baulenas ahonda con destreza en sus contradicciones.

Se trata pues de una narración bien estructurada, dentro de la cual Baulenas recrea para el lector un entorno en ocasiones un tanto asfixiante u opresivo, dibujando personajes de catadura moral muy baja, y un tanto siniestros, como el cabo del Somatén, Sagarra, o el empresario Xernac. No es difícil comprender los dilemas a los que se enfrenta la protagonista, y Baulenas hábilmente nos conduce con acertados detalles por la espiral de desesperación, miseria y angustia a la que se ve abocada la protagonista.

El final es más que sorprendente, y no es cuestión de desvelarlo aquí. Si no la has leído todavía, hazlo. Una vez comenzada, será difícil no querer saber qué va a ocurrir a continuación, y así hasta saber el desenlace de un argumento interesante y cautivador; El nas de Mussolini es además un revelador estudio de hasta dónde puede llegar el desengaño humano, y que descubre las consecuencias fatales de no rebelarse ante un destino marcado por una mano oculta.

14 may 2010

Reseña: The Boat, de Nam Le

Nam Le, The Boat (Camberwell: Penguin Books, 2008). 313 páginas.

The Boat es el primer libro que publica el australiano de origen vietnamita Nam Le. Se trata de una colección de historias que Le ha ido publicando desde 2006 en diferentes revistas literarias, y que se ha convertido en una de las revelaciones más sorprendentes y sustanciales en la escena literaria australiana actual.

Con las historias que componen The Boat, Nam Le abarca muchos universos. La que da título al libro y que cierra la colección, narra la travesía de un grupo de refugiados vietnamitas tras el final de la guerra, huyendo del régimen del Viet-Cong. Es una espeluznante historia – lamentablemente de una terrible actualidad, tanto en Australia como en Europa, si bien en el caso australiano los nómadas de hoy en día no son vietnamitas sino normalmente afganos o de Sri Lanka – cuya protagonista principal es una joven, Mai, que viaja sola entre más de 200 personas hacinadas en un destartalado barco pesquero. Tras varios días de travesía, la enfermedad, la escasez de agua y alientos empiezan a hacer estragos. Nam Le nos hace llegar las reflexiones de Mai sobre las causas que llevaron a su padre – que sobrevivió a la guerra y a dos años en un campo de ‘re-educación comunista – a vivir el aquí y ahora:

“Her father wouldn’t have denounced her – she was sure of that. Not in his own heart. But again she understood how necessary it was to stay on the surface of things. Because beneath the surface was either dread or delirium. As more and more bundles were thrown overboard she taught herself not to look – not to think of the bundles as human – she resisted the impulse to identify which families had been depleted. She seized distraction from the immediate things: the weather, the next swallow of water, the ever-forward draw of time”. (“The Boat”, p. 296)
“Su padre no la habría denunciado; de eso estaba segura. No de corazón. Mas volvía a comprender lo muy necesario que era mantenerse en la superficie de las cosas. Porque debajo de la superficie había o miedo o delirio. Y a medida que iban arrojando más y más bultos por la borda, aprendió a no mirar, a no pensar en los bultos como algo humano; resistió el impulso de averiguar qué familias habían menguado. Se agarró a las distracciones de las cosas inmediatas: el tiempo, el próximo trago de agua, la atracción siempre continua del tiempo.”


Nam Le es un narrador ciertamente consumado. The Boat se ha hecho acreedora de varios premios y galardones literarios en Australia, entre ellos el prestigioso ‘Libro del año 2009’ del Premier’s Literary Awards de Nueva Gales del Sur y el Premio de Literatura del Primer Ministro Australiano del mismo año.

Le igual puede relatarnos una historia eminentemente autobiográfica (como la que abre la colección, “Love and honour and pity and pride and compassion and sacrifice”) como puede llevarnos a las calles de Medellín para que acompañemos a Juan Pablo, un niño sicario que desobedece las órdenes de matar a un amigo suyo y debe presentarse en la mansión de un siniestro personaje al que todos llaman El Padre, a rendir cuentas. A Nam Le le sobran recursos estilísticos y narrativos para hacer que sus historias no sólo rebosen de verosimilitud, sino (y sobre todo) que trasladen las experiencias de personajes en momentos extremos, sean de enfrentamiento con la muerte segura, como en “Cartagena”, o con la pérdida de los seres más queridos, como es el caso de “Hiroshima”.

De la lectura de The Boat podría deducirse que Le se ha dado un largo paseo por este gran planeta infecto y ha lanzado sus dardos allí donde la curiosidad le ha picado lo suficiente como para provocarle el deseo de contar una historia. Y lo hace con soltura, progresando sus narraciones con pleno dominio creativo y renunciando a darnos más pistas de las necesarias sobre el desenlace de cada una de las tramas. Un buen primer libro de un debutante que promete.

Nam Le ha añadido otro premio a la ya extensa lista de galardones recibidos por The Boat; el libro ha ganado ex-aequo el PEN/Malamud de 2010. El Premio lleva el nombre del ganador del Pulitzer Bernard Malamud, y reconoce la maestría en el arte de la narración breve. Nam Le ha compartido el premio con el americano Edward P. Jones.

The Boat ya ha sido traducido a nueve idiomas, y aparecerá próximamente en español, publicado por Random House Mondadori.

13 may 2010

Reseña: Inherent Vice, de Thomas Pynchon

Thomas Pynchon, Inherent Vice (Londres: Jonathan Cape, 2009). 369 páginas. 

         Una noche a comienzos de la década de los 70, cuando Reagan es gobernador de California, Charles Manson espera juicio y Richard Nixon ejerce de Presidente en plena guerra de Vietnam, el investigador privado y fumador empedernido de marihuana Larry ‘Doc’ Sportello recibe la visita de su exnovia Shasta Fay en su apartamento de la costa californiana. Shasta viene a pedirle ayuda para resolver una compleja situación en la que se está viendo comprometida con su amante, un millonario llamado Mickey Wolfmann. Así se inicia Inherent Vice, del americano Thomas Pynchon, autor de obras como Vineland, V. y la increíblemente compleja Mason and Dixon, entre otras. 

         A partir de esa visita, Pynchon desarrolla la trama de la novela como el seguimiento a Sportello por parte de un narrador anónimo y omnisciente. El detective drogata se sumerge en múltiples subtramas cruzadas y en pesquisas que nos llevan a conocer a personajes siniestros, divertidos, simplemente chocantes o bien entrañables parodias de la variopinta fauna humana que alberga la conurbación metropolitana de Los Ángeles y sus playas de la costa oeste norteamericana.

Shasta le encarga a Doc que evite el secuestro de Mickey Wolfmann, descrito como “técnicamente un judío que aspira a ser un nazi”. Al día siguiente Doc acude a realizar sus primeras indagaciones a un centro comercial en construcción, donde pierde el conocimiento tras un golpe en la cabeza y despierta junto al cadáver de uno de los guardaespaldas de Wolfmann, quien, naturalmente, ha desaparecido.

Pynchon controla perfectamente todo el material de la novela, de modo que el lector – a diferencia de lo que puede llegar a ocurrir con otras de sus obras – no llega a perder el hilo de la trama en ningún momento. A medida que avanza la narración, la sensación de parodia se hace más intensa, si bien el modelo tradicional de novela detectivesca se impone sobre el conjunto.

En algunos raros momentos de absoluta lucidez y ciertas dosis de reflexión (es decir, cuando no está fumado) Doc se pregunta quién, o más bien qué, está detrás de todo este enmarañado complejo de actividades delictivas y asesinatos que van ocurriendo a medida que avanza – es un decir – en sus investigaciones. ¿Es la Mafia? ¿Es el FBI? ¿Es la policía de Los Ángeles? Por la novela pululan inverosímiles grupos y personajes cuya interconexión no queda siempre clara, tales como una especie de Hermandad Aria compuesta por ‘bikies’, una caterva de ‘zombies’ que se hacen pasar por una banda de surf rock, o un cártel de traficantes de heroína que utilizan un buque llamado ‘The Golden Fang’.

Pynchon parece tener una capacidad extraordinaria para inventarse nombres ridículos para los personajes: Ensenada Slim, Flaco the Bad, Dr. Buddy Tubeside, Petunia Leeway, Jason Velveeta, Scott Oof, Sledge Poteet, Leonard Jermaine Loosemeat (alias 'El Drano', anagrama del nombre, Leonard, pero también referencia a sus métodos de eliminación de testigos no deseados), Delwyn Quight y Trillium Fortnight. Los nombres añaden buenas dosis de caricatura a los ya de por sí estrafalarios personajes que se cruzan en el camino investigador de Sportello.

Inherent Vice (se trata de un término del derecho marítimo que, según explica Sauncho, un abogado amigo de Doc, se refiere a lo que no cubre una póliza de seguro por ser naturaleza misma del producto: el seguro no cubre la rotura de huevos porque los huevos se rompen con demasiada facilidad) es una novela en la que la paranoia de los personajes es una abstracción de la realidad más que una consecuencia de su afición al consumo de drogas.

Pynchon deleitará al lector que ya haya probado a descifrar sus tramas en novelas anteriores. Inherent Vice abunda en divertidos pasajes y jocosos diálogos que sin duda satisfacen al lector. Por poner un ejemplo, este hilarante extracto, en el que dos agentes del FBI se enzarzan en una discusión con Doc, quien ha reconocido a Wolfmann en el interior de un casino de Las Vegas:

Doc had stepped back into the shadows, but not fast enough. Agent Flatweed had caught sight of him, and paused. “Little business here, you fellows go ahead, I won’t be long.” While the rest of the detail moved away down the corridor, the federal approached Doc.
“One, at that Mexican place over on West Bonneville, that could have been a coincidence,” he observed pleasantly, pretending to count on his fingers. “All kinds of people come to Las Vegas, don’t they. Two, you show up in this particular casino, and a man begins to wonder. But three, here in a part of the Kismet Lounge even most locals don’t know about, well say now, that puts you somewhat out on the probability curve, and sure merits a closer look.”
[…] “You recognized that subject, didn’t you.”
“Elvis, wasn’t it.” (pág. 243)

Doc había reculado entre las sombras, pero no lo bastante rápido. El agente Flatweed lo había visto, y se había parado. “Es un asuntillo de nada, id vosotros por delante, yo no tardaré.” Mientras que el resto del destacamento se alejaba por el pasillo, el federal se acercó a Doc.
“Uno: ese sitio de comida mexicana en West Bonneville, eso puede que haya sido sido una coincidencia,” dijo con cierta afabilidad, fingiendo contar con los dedos. “A Las Vegas viene toda clase de gente, ¿no es verdad? Dos: va y apareces concretamente en este casino, y uno empieza a hacerse preguntas. Pero, tres: hete aquí, en una parte del Kismet Lounge de la que ni siquiera la mayoría de los parroquianos no saben nada, pues digamos que eso te sitúa de algún modo fuera de la curva de probabilidad, y es algo que merece ser estudiado más de cerca."
[…] “Has reconocido a ese individuo, ¿no es cierto?"
“Era Elvis, a que sí."

No es paranoia: el Rey sigue vivo. En Las Vegas, por supuesto.

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