Si has participado alguna vez en la sección de comentarios de cualquier
medio, habrás visto sin duda en
algún momento una salida de tono o sufrido un ataque personal por el simple
motivo de haber expresado tu opinión. Ni siquiera este blog, que versa sustancialmente
sobre libros, se libra de cobardes energúmenos que insultan a falta de la
inteligencia necesaria para poder desarrollar un argumento que contradiga las
opiniones que vierto en él. (Mira la sección de comentarios de esta reseña). Admito en cualquier caso que A. C. Grayling, el
autor de este instructivo libro, no aplaudiría mi respuesta.
Las guerras culturales forman parte de la vida diaria en internet y en las
redes sociales, de las cuales decidí abstenerme desde su aparición, pese a que
muchos me habéis recomendado que ayudan a expandir no solamente los negocios
sino también los buenos contactos. Australia ha adoptado recientemente la
decisión de cerrar el acceso a ciertas redes sociales a los menores de 16 años.
Es un hecho incontrovertible que la mayoría de esas redes son una selva sin ley.
En ella hay salvajes fieras de todo tipo. No es de extrañar que mucha gente
cerrara su cuenta en lo que se
llamaba Twitter antes de que un billonario, que no duda en publicitar su muy
dudosa ideología, lo comprara y pervirtiera.
Discriminations se divide en ocho capítulos, que están precedidos
de un prefacio y una breve introducción, amén de notas e índice. Como en otros libros
suyos (he reseñado otros tres hasta ahora: Friendship, Democracy and its Crisis, y Who Owns the Moon?), Grayling trata de explicar la cuestión
primero, definiendo conceptos y concretando las cuestiones más o menos
peliagudas o controvertidas. En este libro Grayling explica las ‘guerras
culturales’ que siguen afectando el (llamémoslo así, pese a que en realidad en
muchos casos no lo haya) debate político, ideológico o cultural de este siglo.
Temas candentes son, por ejemplo, la ‘cultura de la cancelación’ y el ‘wokismo’
(la manifestación pública de adherencia a una conciencia de las injusticias
sociales).
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| Estatua de Oscar Wilde en Merrion Square, Dublín. Fotografía de Phil Nash (Wikimedia Commons) |
Además, Grayling muestra que la diferencia entre conceptos tan
acostumbrados como ‘pecado’ y ‘delito’, definidos ambos desde marcos distintos
como son el religioso y el jurídico, puede extrapolarse al tema de la
discriminación y la cultura de la cancelación. Así, la religión impone castigos
por ‘pecados’ que conllevan el avergonzamiento, la exclusión, el exilio e
incluso la muerte. Grayling propone que se haga una clara distinción entre los
intereses de personas (o grupos de personas) y los derechos de las personas. No
se puede negociar el hecho de que todos tenemos derechos como seres humanos;
sin embargo, para que se dé una coexistencia pacífica, cabe ajustar los
intereses (especialmente los de grupos y movimientos políticos) de manera
racional y sin que mellen en los derechos de cada individuo.
Grayling recurre al concepto de la ‘convivencia’ que, según muchos
historiadores, se dio en ciertas ciudades de la península ibérica durante la
Baja Edad Media (Toledo o Córdoba, por ejemplo) entre las culturas y religiones árabe, judía y
cristiana: «De modo que lo deseable es la convivencia [en castellano en el
original]; el eslogan para ella es no la unidad sino la armonía —y el
factor decisivo es que la armonía se logra mediante el respeto mutuo de los
derechos.
A su vez, eso requiere contar con una clara
conciencia de la distinción entre derechos e intereses, pues mientras
que el respeto por los intereses de los demás siempre y cuando no disminuyan o
entren en conflicto con los propios es el camino obvio, puede ocurrir, y lo
hace con frecuencia, que los intereses entren en conflicto. Cuando lo hacen,
cabe encontrar las soluciones caso por caso. Con bastante frecuencia, el choque
de intereses no se soluciona fácilmente, y entonces una o ambas partes salen
perdiendo. Nuevamente, caso por caso, ello no es sistemáticamente una cuestión
de injusticia; el hecho de que una zapatería pierda clientes porque otra
zapatería cercana cuenta con vendedores más eficientes no implica injusticia
alguna porque los intereses de una dejen fuera de la competición a los de la
otra.
No obstante, hay evidentemente casos en los que
los conflictos implican una injusticia; están los casos en los que los derechos
de la parte perdedora han quedado subordinados a los intereses de la parte que
sale ganando. Esta es, precisamente, la situación que se da en el racismo, el
sexismo y en otras formas de discriminación. Y es aquí donde ha de realizarse
la labor de lograr, de acercarse tanto como sea posible a, la convivencia».
(p. 217, mi traducción)
Un libro que estimula la esperanza y la aceptación de la diferencia, en un día que ha amanecido muy triste y lleno de dolor para quienes queremos vivir en paz y que los demás también vivan en paz, aquí en Australia.


















